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Empecemos brevemente con aquellos conceptos dentro de la esfera social del hombre. Desde
que existe sociedad, esta fue una antítesis de la libertad, en tanto se reconozca esta segunda
inicialmente como la primacía de la voluntad individual, pues es inminente que, con tal
contexto, dos voluntades o más, nunca podrán coexistir potestativamente. Es decir que con el
advenimiento óntico de la pluralidad de seres activamente volitivos y congregados (en este
caso comunidad animal-humana), la libertad, en tanto voluntad INDIVIDUAL, se verá
enfrentada irremediablemente contra otra u otras voluntades individuales. Es así que la idea
de libertad, en tanto posible sólo absolutamente individual, tendrá que ser ahora delimitada
en función a esta nueva realidad, es decir, a la sociedad para poder existir; he aquí la primera
coaptación de dos realidades antagónicas, y es que, en rigor de verdad, el humano en tanto
especie, no podrá ser libre pura y simplemente, de ahí que se adherirá las dimensiones de
“orden”, “responsabilidad”, convivencia” y “derecho”. En este último caso, se llegará inclusive
a anteponer una ficción cultural-institucional (producto, como el “derecho” a la libertad) a su
consubstanciabilidad.
Ya pusimos en claro, que lo que se busca es arribar a una idea irreductible de libertad como
realidad o aptitud inmanente absoluta, es así que pasaré a exponer sencillamente lo que se
debe entender, conceptualmente siquiera, por tal idead. La libertad, en principio, supone LA
AUSENCIA DE LEY O LEYES, es decir de determinantes formales, conductuales o naturales. Por
eso decíamos que al acoplar a la “definición” de voluntad de actuar (pensar también es un
acto, mental en este caso), términos de por sí limitantes, es decir definitorios, es decir
moduladores, es decir determinantes; ya invalida el hecho de libertad per se. Esto sucede
obligatoriamente cuando se pretende acomodar la idea de libertad al ámbito sociológico,
entonces por aseveración, podemos decir que no es posible conceptualmente una libertad en
el marco social, ni ello ocurre, verdaderamente en la praxis; de allí que se transfigure la noción
de libertad echando mano a determinantes estructurales y coercitivas de la macroestructura
para entronizar tal idea de manera artificiosa y aparente (entonces obligatoriamente deberá
ser un derecho, más no un hecho).
Dicho esto, se entenderá que, en primera instancia, por estar sujeto exteriormente a
determinantes x, y en segunda, interna e innatamente a determinantes x´ (cuales son las
variantes microcósmicas de las leyes-aspectos universales, tales como sabiduría, belleza,
conocimiento, amor, piedad, etc; todos conceptos que son expresados cabalísticamente como
movimientos macrocósmicos y cuyos pliegues y “reinos” conforman estratos anímico-astrales
o chakras); el humano está irremediablemente en un estado óntico fuera de libertad. Entonces
cabría preguntar ¿no sería el concepto-idea de libertad como ausencia de leyes
(determinaciones), algo insostenible dado el hecho de que el ser humano inmanentemente ES
RESULTADO de determinaciones varias, y cuya idea de libertad sería entonces un producto
consciente de su sinapsis bioeléctrica (pensar) o de su fantasía subconsciente y/o arquetípica,
todo esto dependiente? A esto mismo que nuevamente las instituciones humanas, en especial
la Religión como sistema comulgador y reconciliador (re-ligare) por excelencia -por interés
diría yo- entre dicha relación micro-macro, responderán a tales cuestionantes dando a la idea
libertad una realidad escatológica, en el sentido de un DEBER SER MÁXIMO, que como en el
ámbito socio-cultural, persigue la armonía ideal de los sistemas. Ahondemos para descubrir
una intención subrepticia de pura perversidad en esto.
Estos buenos y humanos teólogos axiomarán de la siguiente manera: dirán ellos que, si existe
efectivamente una libertad absoluta (pues absoluta tiene que ser la libertad para ser tal) es la
de Deus. Y tendrán razón, puesto que en el caso de la existencia de una Ratio Prima o causa
primera, sea Dios o Big Bang, éste, como Alfa y Omega, en su potestad y calidad e Pantokrator,
gozará de la libertad absoluta en su creación u obra, mejor aún, él (digo él puesto que al ser el
UNO, no es cosa creada, y efectivamente es el único que tendría la calidad de “ser”) será la
libertad absoluta. Es así que nuestros astutos doctores de la Ley dirá que la forma de alcanzar
la libertad pura es llegando a la esfera del Padre, es decir, que para ser libre efectivamente,
uno debe cumplir con el propósito microcósmico del humano, que como describimos, es imitar
a la perfección la entelequia macrouniversal en sí mismo. Tras el último peldaño de la
evolución microcósmica, se encuentra, pues, la Libertad, puesto que ya seremos como dios
(Adam Kadmon); quedando entonces supeditada la realización de la libertad del minor
mundus a las amplitudes entelequiales del Nous o Logos (Anciano de los Días para el hebreo y
para el masón), POR SOBRE EL CUAL NO EXISTEN LEYES, pues él es la Ley estando él fuera de la
Ley. En la sociología y en la ciencia dicho razonamiento será también sublimado de forma
parecida, llamándose en esta primera derecho y civilidad, y en aquella progreso tecnológico;
siempre con la mirada puesta en el desarrollo futuro y evolutivo, por égida del tiempo hacia un
“llegar a ser” agotador de las posibilidades últimas del ser humano (Manú). Entonces lo que
esté de acuerdo a Dios, a la Ley o al Progreso, tenderá siempre a la liberación del hombre.
Con todo lo esbozado anteriormente reconoceremos que así se ha venido haciendo la teoría
ideal sobre la Libertad, pero es al contrario: el humano está fuera de toda libertad por el hecho
simple de existir. Aclaremos esto.
Aceptando el hecho de que Dios o Causa primera (UNO) signifique la libertad, pues él es la Ley
y está fuera de esa Ley, el hombre tendría que llegar hasta tal principio para gozar
efectivamente de la libertad absoluta, más esto es imposible ¿Por qué? Porque arribar al
principio trascendente del Universo (UNO) SUPONE LA FAGOCITACIÓN INTEGRAL DE LA
INDIVIDUALIDAD DEL ENTE, es decir su fusión total con el Creador, puesto que por mandato
hermético nuevamente, sabemos que todo lo que fue en un principio será en un final; si el
ente-humano fue emanado del UNO en un inicio, volverá a ser parte de él al llegar el fin, léase
entelequia (del polvo vienes y al polvo volverás). En este caso, toda conciencia individual se
pierde y la problemática de ser libre o no ya no interesa más. A esta catástrofe, mañudamente,
el sacerdote le llamará salvación, o iluminación (budismo), o fusión (samadhi, nirvana). En
esoterismo se le pondrá el nombre de Verdad del Universo, progreso consciente hacia el amor
del UNO Universal Cósmico, reencontrar la mónada; en la academia, un poco más parcos, se
hablará del desarrollo potencial último del Hombre hacia la conquista de la súper-mente y el
espacio infinito.
Cosa muy diferente diremos, pero concluyendo como antecedió: si el caso fuera ese, es decir,
que el ser humano fuese solamente la conjunción biológica (cuerpo-alma, cuerpo astral) y
energética (mente-alma, cuerpo mental) de las etapas formativas macrocósmicas y su
plasmación arquetípica del antropos manú, u hombre celeste, en el “lodo” material dentro de
un determinado circuito cerrado galáctico, sería imposible la representación de la idea de
libertad. Con ello queremos, entonces, sugerir que dentro del plexo existencial del homo
sapiens coexiste un elemento ajeno a dicha naturaleza, es decir no resultado ni resultante de
creación y determinación universal alguna. A esto los sabios de cualquier partido (políticos,
tecnócratas, etc.), ateos y materialistas científicos (…si ya con la noción de alma tenían
problemas), y más aún, religiosos, todos pegarán un grito ahogado al cielo.
Tal posibilidad supondría, la patente realidad dentro del homo de la divinidad, más aún, de la
supradivinidad. Ya lo dijimos, Dios es la única ley, fuera de él no hay más leyes, Y HE AQUÍ LA
RESPUESTA: ese elemento ajeno al universo material creado, al que endilgamos el efecto de
posibilitar cognosciblemente la idea de libertad en el hombre ES EL ESPÍRITU (de cómo llegó
donde se encuentra es otra historia). Y el mundo del espíritu no concibe leyes, he aquí el
requisito de validez de la libertad en cuanto tal, es decir, absoluta y, por ende, espiritual.
Regresamos al principio, la libertad verdadera es únicamente posible fuera de todo formato;
esto evidentemente es un callejón sin salida, puesto que se pueden concluir dos alternativas,
1.- que la libertad, entonces, por estar fuera de toda realidad universal y fuera de Dios (o con
él, pero ya aclaramos que en este caso no existiría ser individual, por tanto idea o posibilidad
de libertad) y por ende fuera de sus criaturas, NO EXISTE; o si bien, 2.- se reconoce un ámbito
supra-divino, carente de toda representación, inefable, y por TANTO TAMPOCO EXISTE. Pues
así es como hoy en día se preceptúa el estado de inexistencia o "posibilidad pura", que hace
explotar la cabeza.
Si aceptamos que sólo Dios puede ser libre en su mundo concentracionario, y por lo tanto es
libre, cabe deducir que la libertad del individuo, para ser análoga a la de Dios, debiera “existir”
en un lugar o mundo patrimonio exclusivo de la voluntad de dicho individuo. Pero, entonces
dicho mundo debería estar imperiosamente “fuera” del universo creado del UNO (para que no
concurriera choque de voluntades absolutas), en un universo increado, que por los requisitos
anteriores debiera ser exclusivo de la potestad-voluntad del individuo-increado. Entonces,
tenemos que la libertad, para ser tal, debe, primero, encontrarse en una realidad increada
(fuera del universo material regido por el Tiempo y el Espacio), y segundo, ser absoluta en
tanto supremacía del mundo individual increado aislado de todo lo que no sea éste. En
conclusión, tenemos que el hombre verdaderamente libre es aquél superhombre (para
referirme a este ser irrepresentable) increado y absolutamente aislado (absoluto); la Libertad,
entonces significa individualidad absoluta fuera de todo tiempo y espacio y ley (increado).
Para el hombre animal (cuerpo y alma) no hay libertad posible, no existe, no es ni será nunca
realmente libre ni nunca sabrá que significa aquella palabra. Mas, esta es su “ventura”, pues
será por siempre útil (evolutivo) y feliz en su ignorancia. Mientras que para Caín quién dijo “no
hay Ley ni Juez”, palabras grandes de un hombre verdaderamente libre, la ira de Dios será con
él por los siglos de los siglos, será un criminal, un hereje y blasfemo, un antisocial. Las ansias de
libertad le costarán el Edén, como a aconteció con sus beneméritos e inocentes padres,
quienes osaron probar la manzana que liberta (Gnosis). Pues es realmente así: la libertad sólo
puede entenderse como la impugnación a la realidad, al Mundo (orden, Ley, todo continente
de la Ilusión material del ser), a existir, a todo desarrollo o evolución; paradójicamente el
verdadero ser es aquél que no es algo, es decir que es nada.