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Los virus carecen de los aparatos necesarios para la autorrenovación, por lo que les es esencial
penetrar a la células del huésped infectado con el fin de tomar a su cargo su maquinaria de
replicación. Es obvio que al huésped le interesa encontrar una forma de eliminar estas células
infectadas antes de que el virus tenga la oportunidad de reproducirse. Las células NK parecen
cumplir esta función al menos in vitro.
Estas células son grandes linfocitos granulares con morfología característica. Las celulas killer y
blanco se enfrentan previo reconocimiento – a cargo de receptores del tipo de las lectinas ( es
decir, uniones a través de hidratos de carbono) y de otros tipos cobre la célula NK de
estructuras sobre glucoproteínas de alto peso molecular ubicadas en la superficie de células
infectadas pro virus. La activación de las células NK inicia la polarización de las gránulos,
ubicados entre el núcleo y el blanco, en pocos minutos, y la liberación de sus contenidos hacia
el espacio intercelular, a lo que sigue la muerte de la célula blanco.
Uno de los componentes más importantes de los gránulos es una perforina o citolisina, de
cierta homología estructural con C9; al igual que esa proteína, pero sin otra ayuda que la del
Ca2+ es capaz de interceptare en la membrana del blanco, en apariencia por unión a fosforil
colina, a través del dominio anfipático central. Luego se polimeriza para formar un poro
transmembrana de una estructura anular comparable al complejo de ataque de membrana del
complemento. (Roitt y Delves, 2005).
Destrucción extracelular de una célula infectada por virus, por una célula natural killer (NK).
(inmunología fundamentos, Ivan M. Roitt, Peter J. Delves 10ma edición. 2005 pag 19, fig 1-19).
Editorial medica panamericana. Argentina