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Las innovaciones de Neville Goddard

Una de sus innovaciones con respecto a la “ciencia mental” o Nuevo Pensamiento era
considerar a la Biblia como un manual de la conciencia del hombre. Neville pensaba que
las historias de la Biblia se desarrollan en la mente del hombre individual, siendo más bien
un libro de instrucciones de nosotros mismos, un manual para el desarrollo de hombre.
Neville hablaba de Cristo como un maestro que demostraba continuamente el poder del
pensamiento creativo.

Otra innovación de Neville fue tratar de analizar si el poder de la imaginación puede ser
utilizado para dañar a otra u otras personas. Según Neville todo aquel que dirija un
pensamiento malicioso a otra persona será afectado por su rebote, si no es capaz de
obtener la aceptación subsconsciente de esa otra persona. Por lo tanto, siempre recordaba
una verdad tan antigua como el hombre: “Nunca aceptes como verdad de los demás lo
que no querrías que fuera cierto para tí“. Neville decía que La Ley podía ser utilizada
para buenos o malos objetivos, del mismo modo que la electricidad puede ser usada para
fines nobles o propósitos codiciosos, egoístas o maléficos. Pero para Neville había una
diferencia: los pensamientos y acciones innobles inevitablemente producen consecuencias
infelices.

La Ley y La Promesa
En sus primeras conferencias y libros, Neville trataba sólamente de lo que el llamaba “La
Ley”, una técnica de creación de la propia realidad física a través de la imaginación. De
toda la obra de Neville, esta parte es la que más se acerca a las tesis del movimiento
llamado “Nuevo Pensamiento”.

Según esta idea, el hombre tenía que pensar desde la sensación del deseo cumplido,
alcanzando un estado que él llamaba “YO SOY“, siendo a su vez ésta una traducción
mística del nombre de Dios. El hombre puede alcanzar cualquier meta siempre que adopte
la sensación de que esa meta se ha cumplido en el presente.
A partir del año 1959, empezó a introducir el concepto de “La Promesa”, tras haber
tenido una fuerte experiencia mística que, según él, le hizo renacer. A finales de la década
de 1960 y principios de 1970, Neville Goddard fue dando poco a poco más importancia a
“La Promesa” que a “La Ley”, subordinando definitivamente una a la otra.

Según Neville, se puede usar el poder de la imaginación para cambiar unas circunstancias,
pero ésto puede ser un cambio temporal, que al final se desvanezca como el humo. De
este modo pasó a priorizar “La Promesa”, alegando que se puede utilizar “La Ley” para
hacer un gran fortuna, o para obtener fama, pero el verdadero propósito de nuestra vida
siempre debería ser cumplir con las Escrituras.

Para Neville, la Promesa de Dios es incondicional, todo lo contrario a la Ley de Dios, que
es condicional. Aquellos que acepten La Promesa se unirán a Dios tras la muerte, y los
que no, serán restaurados una y otra vez hasta que la acepten en una de sus vidas.

En su libro “La Ley y la Promesa” Neville nos presenta innumerables ejemplos de personas
que habían conseguido sus objetivos, desde los más nimios a los más difíciles, utilizando
las técnicas de La Ley. Pero para Neville el objetivo de la práctica espiritual no consistía en
alcanzar metas materiales, sino en saturarse, cansarse de ellas, para finalmente poder
salir en busca de Dios.

Esta deriva en su filosofía, provocó que perdiera popularidad, pues la mayoría de sus
seguidores se sentían más cómodos y más atraídos por los mensajes de auto-superación
más en línea con el Nuevo Pensamiento. Pero Neville Goddard no se veía influido por la
mayor o menor aceptación popular de sus ideas. Cuando le aconsejaron que retomara el
rumbo de sus primeras conferencias para evitar la pérdida de audiencia, Neville respondió
que seguiría siempre fiel a sus principios aunque tuviera que hablar a las paredes
desnudas.

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