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CAPSULAS LITURGICAS EN HONOR A SAN JOSE

San José fue el padre adoptivo de Jesús y el esposo de la Virgen María. Como se ve en el
evangelio, Jesús fue engendrado en la Virgen María por obra del Espíritu Santo y, por ello, es
Hijo de Dios. José lo adoptó amorosamente como hijo aceptando su rol paterno, escuchando el
llamado de Dios, por medio del Ángel del Señor.
San José es el santo de la simplicidad, el santo del sentido común, el santo de la sencillez, el
santo del silencio. Y se podría seguir enumerando los calificativos de su santidad y todos sus
atributos, y no se trata de hacer eso en esta pequeña meditación, sino que reflexionemos sobre la
fiesta de San José y celebremos el encuentro cariñoso, afectuoso y generoso, de este hombre
que Dios llamó a vivir de una manera sencilla y su respuesta total a la realización del proyecto
de salvación de Dios.

Para hablar de San José, es necesario hablar del silencio, pues es el santo del silencio, porque
desde ahí supo contemplar el misterio del plan de Dios y porque solo en el silencio se encuentra
lo que se ama. Solo en el silencio amoroso es desde donde se puede contemplar el misterio más
trascendente de la redención, de un Dios que por amor se ha hecho hombre como nosotros.

Bien podemos decir que San José es el santo modelo de la fe, porque supo esperar contra toda
desesperanza, por la fe aceptó a María y por la fe aceptó ser padre en esta tierra de Jesús hecho
niño.
San José es Patrono de la Iglesia Universal porque a él se le encomendó el cuidado de Jesús
hecho hombre y el cuidado de la Virgen María, y es patrono de todos los bautizados porque
cuida desde el cielo por cada uno de nosotros que le hemos sido confiados.

Si bien es cierto que a Cristo se llega por María, por San José nos acercamos a contemplar el
misterio de la Iglesia que a él se le ha encomendado.

Es la presencia de San José en la Iglesia de Dios, destacada por San Mateo, como varón justo,
Esposo verdadero de María y Padre singular y virginal de Jesús.

Pío IX lo declaró Patrono de la Iglesia Universal el 8 de diciembre de 1870; aunque la fiesta fue
suprimida más tarde. Actualmente le recordamos y celebramos el 19 de marzo.

Este hombre que acunó amorosamente a Jesús desde su nacimiento, y siguió cuidadosamente
sus pasos, forjando a su hijo en la fe y los valores, fue engalanado de virtudes grandes.
Algunas de sus enseñanzas:

• Hombre de silencio y de oración. Permanece en diálogo constante con su Creador.


• Hombre obediente, dispuesto a cambiar su voluntad y sujetarse a los planes divinos. Cumple
los mandatos de Dios sin importar el cansancio, el esfuerzo.

• Hombre lleno de amor, compasión y misericordia. A pesar de su dolor al no entender la


maternidad de María, busca proteger su honra, su vida y la del niño. Piensa repudiarla en
secreto.

• Hombre trabajador, protector, honesto. Vive del trabajo de sus manos con lo que sostiene a su
esposa y a su hijo.

• Formador. Consciente de su misión enseña a su hijo la fe, la oración, las virtudes teologales y
humanas. Además de su oficio de carpintero.

• Hombre sencillo y humilde. No busca protagonismos. Apenas aparece en momentos claves. Es


del linaje de David, desposado con María, se le aparece un ángel en sueños para decirle que no
tema recibir por esposa a María porque lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Más
adelante para salvar al Niño Jesús, el ángel en sueños le ordena huir a Egipto, se le menciona en
la presentación del niño en el templo, también cuando se dice que Jesús es hijo de José el
carpintero.

• Hombre de paz. Participa en el misterio, se asombra, lo contempla, lo medita. Y como María


lo acepta con gozo y gran paz en su corazón.

• Probado en el dolor como el gran sufrimiento moral al dudar sobre María, al no encontrar
posada para que nazca su hijo, en la huida a Egipto, cuando pierden a Jesús durante tres días y
lo encuentran en el templo, en el empadronamiento en donde conoció el anuncio de Simeón de
que una espada atravesaría el corazón de María.

• Hombre sabio. Con gracias especiales en atención a su misión como padre adoptivo de Jesús.
José y María son modelos de perfección. Tienen en común, al igual que su Hijo Jesús, un
anhelo profundo de hacer la voluntad del Padre. Permitieron que la voluntad de Dios reinara en
sus vidas y los elevara como personas.

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