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Como se ha indicado más arriba, Jesús hizo explícito lo que previamente era
implícito: “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6;
compárese v. 8). El divorcio no era la intención original de Dios para la
humanidad. Los propósitos de Dios para el matrimonio son entorpecidos cuando
deliberadamente se rompe el pacto matrimonial. Solamente se puede llevar a cabo
el propósito divino cuando la pareja está sometida a Cristo y el uno al otro, como
se describe en Efesios 5:21-31.