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Colección dirigida
por Juan Marcos de la Fuente
Peter J. Boettke
(Coordinador)
Manual
de economía austriaca
contemporánea
Edición y traducción de
Adrían O. Ravier
Con la colaboración de
Pablo Galindo Asensio
Unión Editorial
2017
Título original:
Handbook on Contemporary Austrian economics
© 2010 por Peter J. Boettke
(Edward Elgar Publishing, Cheltenham, UK y Northampton, MA, USA, 2012)
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por las leyes, que establecen penas de prisión
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de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
A la memoria de mis dos maestros en Economía Austriaca:
Hans Sennholz (1922-2007) y Don Lavoie (1951-2001)
Índice
Lista de autores
Estudio preliminar, por Adrían O. Ravier
Introducción, por Peter J. Boettke
I. LA CIENCIA DE LA ECONOMÍA
II. MICROECONOMÍA
III. MACROECONOMÍA
8. El dinero es no-neutral
J. Robert Subrick
9. Algunas implicaciones sobre el capital heterogéneo
Benjamin Powell
10. Anarquía sin límite: ¿cuánto orden puede crear el orden espontáneo?
Peter T. Leeson
IV. CONCLUSIÓN
INTRODUCCIÓN
En tal sentido, parece correcto comenzar por la Antigua Grecia, y en particular con los
autores pre–socráticos, pues allí «se inicia la epopeya intelectual que construyó los
cimientos de la civilización occidental». Hesíodo, por ejemplo, explicó en el siglo VIII
a.C. —a través de algunos poemas— que «la escasez es una constante en todas las
acciones humanas y cómo la misma determina la necesidad de asignar de manera
eficiente los recursos disponibles.» […] «Tras Hesíodo, destacan los filósofos sofistas
[como Demócrito, Protágoras, Tucídides, Demóstenes y Jenofonte] que, a pesar de la
mala prensa que han tenido hasta hoy, fueron ciertamente mucho más liberales, al menos
en términos relativos, que aquellos grandes filósofos que vinieron después. En efecto,
los sofistas simpatizaban con el comercio, el ánimo de lucro y el espíritu empresarial,
desconfiando del poder centralizado y omnímodo de los gobiernos de las ciudades
estado» (Huerta de Soto 2008, en Ravier 2012a, p. 25).
Sócrates y Platón, por el contrario, no fueron capaces de comprender la naturaleza
del floreciente proceso mercantil y comercial que vivieron y disfrutaron en Atenas.
Varios estudiosos de la historia del pensamiento destacan en Platón sus ataques a la
propiedad privada, su alabanza de la propiedad común, su desprecio por la institución
de la familia tradicional, su concepto corrupto de la justicia y su teoría estatista y
nominalista del dinero. En suma, su ensalzamiento de los ideales del estado totalitario
de Esparta.
Frente a ello, nos enseña Murray Rothbard (1995, pp. 43–44), Aristóteles tuvo una
mirada opuesta, ofreciendo prematuros argumentos en favor de la propiedad privada.
Claro que Aristóteles no pudo apartarse por completo del pensamiento de Platón, y lo
siguió en su lectura del intercambio como un juego de suma cero donde lo que uno gana,
el otro lo pierde, además de condenar el lucro y los préstamos de dinero a interés como
usura. Pero su defensa de la propiedad privada debiera ser considerada una de las
piedras fundamentales en la tradición austriaca moderna.
6. La Escuela Clásica
De la sección anterior puede concluirse que si bien los elementos aislados de la obra
de Adam Smith pueden encontrarse con carácter previo en otros autores, también se
debe enfatizar que la sistematización presentada por Adam Smith y el impacto que
generó con la riqueza filosófica y multidisciplinar de su trabajo en sus colegas
contemporáneos, lo convierten en un autor único de su tiempo.
A su Riqueza de las Naciones (1776) siguieron luego —dentro de la Escuela
Clásica— varios tratados de economía que presentaron de manera sistematizada la
ciencia económica, destacándose aquellos trabajos de Jean Baptiste Say (1841) y John
Stuart Mill (1848).
Basta comparar la sistematización de estos tratados con los desarrollados por la
corriente austriaca moderna para notar una influencia obvia. Los austriacos no se
diferencian de sus colegas economistas de la corriente principal, en la idea de «pararse
sobre los hombros de gigantes para llegar a ver más lejos», siendo los primeros
gigantes los economistas clásicos.
De hecho, son los austriacos posiblemente los mejores continuadores de la tradición
clásica, aspecto que se evidencia en el análisis filosófico y multidisciplinar que
caracteriza sus escritos. El abuso de la economía matemática y el mal uso del concepto
de equilibrio que hoy caracteriza al enfoque tradicional, es algo ajeno para la tradición
clásica y austriaca, lo mismo que la ignorancia de la función empresarial, la
incertidumbre y el tiempo, como elementos centrales del análisis económico.
Se podrá decir que en materia monetaria la mayoría de los clásicos se desvió del
pensamiento de Richard Cantillón, sin embargo, puede trazarse una línea continua desde
el pensamiento de este autor hasta el último de los clásicos John Elliot Cairnes, y de
allí a Menger y los austriacos, para observar un tratamiento desagregado del dinero,
con énfasis en precios relativos.
Cabe notar que John Elliot Cairnes también debería ser identificado —junto a
Cantillón y Turgot— como proto–austriaco, aspecto que constituye una deuda pendiente
en los historiadores del pensamiento económico. Además de su visión desagregada en
el campo monetario, nadie comprendió tan claramente como él la necesidad de
descubrir leyes económicas de carácter universal, aplicables a todo tiempo y lugar, a
priori de la evidencia empírica (Cairnes 1861), como de hecho sostendrá más tarde
Carl Menger (1884) frente al historicismo alemán y que será base metodológica de los
tratados de economía modernos de la tradición bajo estudio.
Sin duda los austriacos habrán desarrollado más tarde aportaciones originales, pero
el corazón de su construcción teórica es eminentemente clásica en la comprensión del
proceso de mercado y los órdenes espontáneos, en la «mano invisible», en la
determinación de los precios de mercado a través de «la oferta y la demanda», en la
comprensión del proceso competitivo, en el tratamiento de la función empresarial y su
relación con la incertidumbre, en las consecuencias del intervencionismo del gobierno
sobre los precios y los salarios, en las causas del crecimiento económico y la
generación de riqueza, entre tantos temas fundamentales que hacen hoy a una
comprensión moderna del análisis económico.
Si dejamos por un lado lo estrictamente económico, podemos notar también otra raíz en
el pensamiento multidisciplinar austriaco. Nos referimos a la tradición de autores de
las ciencias políticas que se han preocupado desde Locke en adelante en intentar
colocar límites al poder, esto es, controlar al Leviatán (Mazzina, 2007).
Claro que puede haber antecedentes a Locke, como la ya mencionada Escuela de
Salamanca, donde encontramos un antecedente a estos escritos, como el mencionado
Juan de Mariana y sus ideas contra el poder absoluto del monarca, incluyendo el
tiranicidio.
Pero si nos concentramos en la literatura clásica sobre filosofía política, todo
comienza con Thomas Hobbes quien en 1651 justificaba la existencia del Estado
explicando que en su ausencia prevalece el «estado de naturaleza» o de guerra de
«todos contra todos», ahuyentando los incentivos para la creación de una industria, «ya
que su futuro es incierto». En tal estado, la vida sería «solitaria, pobre, desagradable,
brutal y breve». (Este punto lo retomará críticamente Peter Leeson en el capítulo 10)
John Locke, en sus Ensayos sobre el gobierno civil de 1690 (en Mazzina 2007, pp.
15–26), compartía con Hobbes la necesidad de abandonar tal estado de naturaleza; sin
embargo, entendió que éste justificaba las monarquías absolutas, carentes de cualquier
límite al poder. Locke entendía que «los hombres se unen en comunidades políticas y se
ponen bajo el gobierno de ellas para preservar su propiedad», pero deben crear una ley
conocida, fija, promulgada, recibida y autorizada por común consentimiento para
resolver controversias. Locke, incluso, advertía la necesidad de que el gobierno se rija
por normas del legislativo y no por decreto, dictados repentinos y resoluciones
arbitrarias.
Montesquieu continuó la tradición de «controlar al Leviatán», mediante la división
de poderes. En sus escritos sobre El espíritu de las leyes de 1748 (en Mazzina, 2007,
pp. 45–51) explicaba que «todo hombre investido de autoridad abusa de ella», y
agregaba que «cuando el poder legislativo y el poder ejecutivo se reúnen en la misma
persona o el mismo cuerpo, no hay libertad». Montesquieu también comprendió la
necesidad de la democracia e insistió en que «todos los ciudadanos de los distintos
distritos deben tener derecho a la emisión de voto para elegir su diputado».
Hamilton, Madison y Jay agregaron en El Federalista de 1787 y 1788 (en Mazzina,
2007, pp. 61–76) la necesidad de una Constitución, respetando además cierto
federalismo. La constitución federal no abolía a los gobiernos de los estados
provinciales, sino que los convertía en parte constituyente de la soberanía nacional,
manteniendo autonomía y permitiéndoles estar representados directamente en el
Senado. «Los poderes delegados al gobierno federal por la constitución propuesta son
pocos y definidos», lo que implicó un chaleco de fuerza para el abuso de poder.
La división de poderes, la democracia, el federalismo, planteados en una
constitución permitió que las industrias de muchas naciones florecieran, mientras el
poder se encontró limitado. Esta herencia también fue recibida por la Escuela
Austriaca, lo que se refleja en la obra política de Mises y Hayek, y especialmente en el
moderno Public Choice o Escuela de la Elección Pública que es a su vez heredera de la
tradición austriaca (Buchanan, en Ravier 2011b y 2012a).
II. LA ESCUELA AUSTRIACA
Notará el lector familiarizado con la tradición austriaca que varios de los elementos
que hacen único al enfoque, como su metodología de trabajo o su concepción dinámica
del proceso de mercado son en realidad elementos descubiertos con carácter previo a
la fundación de esta Escuela. Hay que destacar entonces que la Escuela Austriaca es
heredera de tradiciones anteriores, pero que en la actualidad sólo ella mantiene la
atención sobre algunos de estos temas en la forma en que fueron elaboradas por
aquellos economistas. Véanse tres ejemplos concretos en: 1) el interés de Menger por
construir una teoría económica abstracta, a priori de la evidencia empírica, 2) el origen
espontáneo de las instituciones que hoy son fundamento de la sociedad moderna y 3) el
carácter no neutral del dinero, tal como Richard Cantillón y John Elliot Cairnes lo
desarrollaran en sus trabajos de 1755 y 1854 respectivamente. (J. Robert Subrick
profundiza en la no neutralidad del dinero en el capítulo 8 de este volumen).
En lo que sigue intentaré estructurar el pensamiento austriaco en cinco etapas,
destacando en cada una a aquellos autores que fueron centrales en la evolución de esta
tradición de pensamiento, al tiempo que se mencionarán las contribuciones centrales
con sus respectivas fuentes bibliográficas.
Esta es la razón por la que Menger decide interrumpir su actividad docente para
escribir un segundo libro titulado Investigación sobre el método de las ciencias
sociales y de la economía política en especial (1883) enfatizando su crítica al método
historicista y defendiendo la posibilidad de formular una teoría económica universal y
atemporal. Este libro sí abrió un polémico intercambio entre Menger y Schmoller,
reaccionando este último en un tono muy ofensivo en la revista Jahrbücher. Menger
respondió más tarde con 16 cartas que fueron compiladas en el libro Los errores del
historicismo en la economía política alemana (1884), trabajo que Schmoller se negó a
reseñar, cerrando con ello el debate. El intercambio sin embargo fue muy importante
para la historia del pensamiento económico y lógicamente para la Escuela Austriaca.
Hoy se conoce como Methodenstreit a aquella clásica disputa, a la que se sumaron más
tarde alumnos de ambos. A partir de allí se conoció como «Escuela Austriaca» a
Menger y sus discípulos, teniendo «austriaco» una connotación peyorativa.
Entre 1884 y 1889 surgieron una serie de libros que pusieron a Menger en el centro
de la escena:
Dos alumnos directos de Menger publicaron sendos libros acerca de las
ganancias empresariales; Victor Mataja publicó Der Unternehmergewinn (1884)
(La ganancia empresarial) y G. Gross Lehre vom Unternehmergewinn (1884)
(Principios de la ganancia empresarial). Otro alumno directo de Menger, Emil
Sax, publicó en 1884 un libro sobre el método de la economía, Das Wesen und
die Aufgaben der Nationalökonomie (Esencia y objeto de la economía política),
y tres años más tarde otro que lleva el nombre de Grundlegung der
theoritischen Staatswirtschaft (Fundamentos de la economía teórica).
Otros nombres destacados en estos primeros años de la Escuela Austríaca
fueron los de Johann von Komorzynski, Hans Mayer, Robert Meyer y Eugen
Philippovich von Philippsberg. Sin embargo, las figuras que más fama
alcanzaron fueron las de Friedrich von Wieser y Eugen von Böhm–Bawerk, a
pesar de que ninguno de los dos fue alumno directo de Menger. Recibieron su
influencia a través de la lectura de los Grundsätze. (Cachanosky 1984, en Ravier
2012a, p. 232).
Menger dejó planteado el esquema, pero no pudo llenar los espacios. Por supuesto
que sus contribuciones exceden el campo de la metodología destacando la literatura la
distinción entre bienes de orden superior e inferior o su teoría del origen espontáneo
del dinero, pero Menger aun estaba lejos de completar su ambicioso proyecto.
El desafío estaba planteado, y serían sus discípulos, y los discípulos de sus
discípulos quienes llevarían adelante la difícil tarea de «completar» el proyecto. En
1884 Böhm Bawerk publica Historia y crítica de las teorías del interés, que constituye
la primera parte de su libro en tres tomos Capital e Interés. El mismo año von Wieser
publica Origen y principios del valor, que tuvo una influencia todavía mayor. Pero fue
la serie de artículos que Böhm Bawerk publicó dos años más tarde bajo el título
Fundamentos de la teoría del valor económico lo que más ayudó a difundir la teoría
de la utilidad marginal, por su gran claridad y fuerza de argumentación. (Hayek 1981,
citado por Cachanosky 1984).
De estos dos autores sólo Böhm Bawerk siguió la línea planteada por Menger. Es
cierto que Wieser publicó en 1914 el único tratado de este primer grupo bajo el título
Fundamentos de la economía social, pero sus planteos ya habían tomado otra
dirección, más familiarizada con la Escuela de Lausanne.
En 1889 Böhm Bawerk publica el segundo volumen de su libro Capital e Interés
con el título Teoría positiva del capital, en el cual realiza una nueva exposición de la
teoría del valor y de los precios; vuelve sobre el tema en 1898, con la publicación de
su famoso trabajo sobre las falacias y contradicciones del sistema marxista (Böhm
Bawerk, 1983), lo que constituye un antecedente para el debate posterior entre los
austriacos y los defensores del socialismo.
Böhm Bawerk ocupó un cargo en el Ministerio de Hacienda de Viena, y sólo cuando
abandonó la función pública aceptó dirigir un seminario en la Universidad de esa
misma ciudad, el que contaba con alrededor de 50 ó 60 asistentes, en general alumnos
de Menger o de él mismo. Tres nombres destacaban en aquel grupo: el marxista Otto
Bauer, Joseph Alois Schumpeter (quien, igual que Wieser, terminó acercándose más al
pensamiento de la Escuela de Lausanne), y Ludwig von Mises, quien posteriormente se
convertiría en el continuador más destacado de la línea mengeriana. En 1913, un año
antes de la muerte de Böhm–Bawerk, el tema de discusión en el seminario fue el libro
La teoría del dinero y del crédito (Mises 1912).
Es precisamente con este primer libro de Mises, y quizás también con «La teoría del
desenvolvimiento económico» de Joseph Schumpeter (1912) que la Escuela Austriaca
comienza una fase de consolidación. Y es que si bien Schumpeter se aleja con el tiempo
y en posteriores trabajos de la tradición austriaca, aquel libro de 1911 es
eminentemente austriaco tanto en cuanto al método, como en sus contribuciones acerca
de la función empresarial y la innovación, la soberanía del consumidor, su comprensión
del mercado y su enfoque dinámico (Ravier, 2006).
Dicho esto, las dos figuras más importantes de la tradición austriaca en esta etapa de
consolidación son la de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek.
Mises se doctoró en 1906 y muy rápido se convirtió en Privat–Dozent, es decir, un
profesor ad honorem de la Universidad de Viena. Al igual que su maestro Böhm
Bawerk constituyó un seminario privado con reuniones cada quince días. Destacan de
aquel grupo Gottfried von Haberler, Paul Rosenstein–Rodan, Felix Kaufmann, Fritz
Machlup, Oskar Morgenstern, Alfred Schutz, Richard von Strigl, Karl Menger (hijo
matemático del fundador de la Escuela Austriaca), Albert Hart y Friedrich Hayek,
siendo quizás este último quien más profundizó en las contribuciones del propio Mises.
En los diez años siguientes al fallecimiento de Böhm Bawerk, Mises escribió dos de
sus libros centrales, cada uno con aportaciones de enorme impacto en el pensamiento
económico.
En primer lugar, el ya mencionado tratado del dinero y del crédito de 1912, libro
que al día de hoy continúa siendo fundamental en la tradición austriaca. Mises presenta
allí la hoy famosa teoría austriaca del ciclo económico, combinando aportaciones de
David Ricardo, Knut Wicksell y Eugen Böhn Bawerk. Al tratamiento tradicional que los
economistas clásicos hacían del dinero y su efecto inflacionario, Mises agregó la
distinción entre la tasa de interés natural y de mercado que tomó de Wicksell. Señaló
que los intentos de la autoridad monetaria por reducir el tipo de interés de mercado por
debajo del nivel natural terminan generando una fase de mala–inversión que constituye
el auge del ciclo económico. Cuando se desea evitar el impacto inflacionario de esa
política y se suben los tipos de interés, aparece la fase de crisis y depresión, porque los
proyectos de inversión que se hicieron rentables gracias a la política crediticia no se
sostienen. Pero Mises no se detuvo sólo en ello, sino que agregó también el modo en
que esta política crediticia afecta la estructura productiva, para lo que debió apoyarse
sobre la teoría del capital de su maestro Böhm Bawerk.
Primero con un artículo corto en 1920, y luego con un libro más extenso en 1922,
Mises retomó el debate con el socialismo, que ya había iniciado Böhm Bawerk, su
padre intelectual. En Socialismo (1922) Mises presentó su teoría de la imposibilidad
del cálculo económico en el socialismo, donde argumentó que en ausencia de propiedad
privada de los medios de producción, no habrá mercados para esos medios de
producción. Sin mercado para esos medios de producción, no habrá precios. Sin
precios, no habrá cálculo económico. Sin cálculo económico, los empresarios no
pueden guiar sus inversiones, lo que definitivamente conducirá a la economía a un caos
total y su lógico derrumbe. El socialismo, en definitiva, es imposible por ignorar la
importancia de la propiedad privada. (Stephen C. Miller profundiza en el significado
de los precios en el capítulo 5 y Scott A. Beaulier trabaja la tesis del cálculo
económico en el capítulo 6)
Es gracias a esta última obra mencionada que Hayek aparece en escena. En su
introducción a este libro, escrita en 1978 e incorporada en la versión en español, Hayek
comenta que regresaba de la Primera Guerra Mundial junto a otros idealistas con la
esperanza de abrazar el socialismo como un sistema alternativo, «más racional y más
justo» que el capitalismo, pero sus sueños chocaron con esta teoría de Mises. Fue ese
el comienzo de la sociedad Mises–Hayek como centro de esta tradición de
pensamiento. Peter Boettke (1992) lo expresa con mayor claridad:
Recordemos que el artículo original de 1920 había sido una respuesta a un libro del
marxista Otto Neurath, abriendo un debate con el socialismo de los primeros años del
siglo XX. Fueron muchos los socialistas que intentaron desarrollar una respuesta crítica
a la teoría de la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo, pero todos
fracasaron en el intento. Las figuras centrales que aparecieron en ese tiempo incluyen a
Karl Kautsky, Otto Leichter, Friedrich von Wieser, Enrico Barone, Gustav Cassel, Erik
Lindhal, Fred M. Taylor, H. D. Dickinson, K. Tisch y H. Zassenhaus, Alan y Paul
Sweezy y Wassily Leontief. (Huerta de Soto 1992; Ravier 2011d).
Más tarde, apareció la figura de Oskar Lange (inspirado por los alemanes Eduard
Heimann y Karl Polanyi), con «la solución competitiva», seguidos por Durbin (1936),
Dickinson (1939) y Lerner (1944), pero chocaron con las respuestas de Hayek (1948),
que lo condujeron –casi sin saberlo– a elaborar nuevos argumentos en el debate. El
énfasis de Hayek en el «conocimiento», elaborado en distintos ensayos académicos
publicados entre 1935 y 1947, y compilados en un solo libro Individualism and
Economic Order (Hayek 1948), se sumaba a los problemas de incentivos y de cálculo
económico enfatizados previamente en la literatura crítica del socialismo.
Destaca entre esos ensayos El uso del conocimiento en la sociedad (1945), donde
Hayek plantea adecuadamente el «problema económico», de una manera alternativa a
como se lo concibe aun en nuestros días. El lector familiarizado con el pensamiento
económico recordará la definición de Lionel Robbins (1932), donde el problema se
basa en la escasez de recursos y lo ilimitado de las necesidades humanas. Luego, el
problema económico se basa en asignar esos recursos escasos a esos fines ilimitados.
Es un problema de optimización. Pero Hayek dice que no, que el problema no es
matemático, sino de conocimiento. Nadie tiene conocimiento formal acerca de cuáles
son los fines que queremos alcanzar, y cuáles son los medios de los que disponemos
para alcanzarlos. Más bien, el conocimiento acerca de los bienes y servicios que la
gente quiere consumir se encuentra disperso en el mercado, en forma de bits de
información que genera cada individuo. Ningún líder político jamás tendrá acceso a ese
conocimiento, argumento que Hayek luego politiza en su famosa obra Camino de
servidumbre (1944).
Pero además, Hayek agrega que tampoco sabemos cuáles son los medios de los que
disponemos. Es necesario que la función empresarial descubra estos recursos, o nuevas
combinaciones para esos recursos, para poder satisfacer las necesidades que surgen del
mercado, es decir, de los individuos que interactúan en las operaciones de compra–
venta.
Esto nos conduce a una teoría subjetiva, dinámica y heterogénea del capital donde
los bienes de capital resultan ser algo «subjetivo». Un par de ejemplos sirven para
observar el punto. ¿Es una computadora un bien de capital o un bien de consumo? El
lector comprenderá que si la utiliza quien estas líneas escribe para el trabajo será un
bien de capital, pero si las utilizan sus hijos para jugar será un bien de consumo.
Otro modo de verlo es con unas cuatro botellas de vidrio abandonas en una calle. Si
alguien las ve y no las considera útiles para nada, entonces estas botellas no son un bien
de capital, tampoco de consumo, ni siquiera son un bien económico. Pero si otra
persona las ve y entiende empresarialmente que pueden ser útiles en un proceso de
producción, recicladas, para producir un jarrón, entonces y sólo entonces, tales botellas
serán un insumo o un bien de capital. Fíjese el lector que los bienes serán económicos o
no en función de la «utilidad» que cada individuo les brinde.
Si en la Antigua Grecia hubieran encontrado un pozo petrolero, ¿habría sido aquello
un bien económico? Pues claro que no. Lo empezó a ser cuando alguien advirtió un uso
económico para ese recurso.
Este es uno de los tantos elementos fundamentales que está presente en la teoría
austriaca del capital y que es la base de su enfoque macroeconómico, aspecto que
profundizará Benjamin Powell en el capítulo 9 de este volumen.
Aquí sólo tenemos espacio para agregar unos pocos elementos de la teoría, como la
conocida teoría de la imputación elaborada por Wieser (1889, pp. 69–113). Esta
teoría enfatizaba que los precios no vienen determinados por los costos, como sostenían
los clásicos, sino que es al revés. Es la valoración que la gente tiene de los bienes
finales de consumo lo que «imputa» valor a cada insumo. La valoración del cuero
depende, por ejemplo, de la valoración que la gente tiene de los zapatos de cuero. El
salario que percibe Lionel Messi como jugador de fútbol, depende del interés que
millones de personas de todo el mundo colocan en el fútbol y el interés particular que
tienen en verlo jugar.
Otro aspecto central que han enfatizado los austriacos sobre el capital es su lado
dinámico. La estructura del capital es dinámica, porque incluye el tiempo. Los
austriacos insisten en que los procesos de producción toman «tiempo», «etapas», y es
por ello que su macroeconomía se apoya sobre una estructura «intertemporal» de la
producción.
Al respecto hubo una controversia entre Frank Knight (1934, 1935a, 1935b) por un
lado y Friedrich Hayek (1931, 1939) por el otro, a la que se sumaron también Nicholas
Kaldor (1937) y Fritz Machlup (1935) y donde se cuestionaba la relación entre el
capital y el interés. Israel Kirzner (1966), Peter Lewin (1994) y Mark Skousen (2001)
fueron algunos de los tantos economistas que con el tiempo se sumaron a la disputa.
Esta etapa de consolidación no queda circunscripta únicamente al debate sobre el
socialismo y el capital, sino que también se extendió a los ciclos económicos. Sobre la
base de la teoría austriaca del ciclo económico que Mises elaboró en 1912, Hayek
enfatizó la importancia de la teoría del capital en su famoso Precios y Producción
(1931), lo que luego continuó con otros escritos del mismo autor (1933, 1937, 1939 y
1941).
La controversia Hayek versus Keynes (Butos 1994) que comienza con la reseña
crítica de Hayek —en dos partes—del libro de Keynes (1930), y que recibe luego una
réplica de Keynes al libro de Hayek (1931), además de una extensa correspondencia
(compilada por Bruce Caldwell en el libro Contra Keynes y Cambridge de Hayek
1996), tuvo inicialmente a Hayek como triunfador (Caldwell 1995), aunque el resultado
de la batalla se revirtió con la publicación de la Teoría General (1936), obra que
Hayek no reseñó sino hasta varias décadas después en su campaña contra la inflación
keynesiana, publicada en sus Nuevos Estudios (Hayek 1978). El debate con el
socialismo y el capital lo tuvieron ocupado, lo cual fue un inoportuno episodio de la
historia del pensamiento económico. Sólo cuando la política keynesiana dio lugar a la
estanflación de los años 1970, los economistas volvieron a prestar atención a Hayek y
su teoría de los ciclos económicos, olvidada por unos 30 años.
3. Aislamiento
Resulta complejo intentar sistematizar las razones por las cuales la Escuela Austriaca,
en pleno apogeo, termina extinguiéndose en las dos o tres décadas siguientes a 1940.
Claro que Mises y Hayek no detuvieron su producción científica, pero ya no había en
Viena entre 1940 y 1970 —y tampoco lo habrá después— un grupo de economistas que
siguiera a estos grandes maestros, ni tampoco había en las revistas especializadas
debates en los cuales la economía austriaca tuviera una destacada participación.
Las causas de ello se pueden identificar en una serie de factores. Recordemos, como
primer factor, que la mayoría de los defensores de esta tradición eran judíos y que
fueron atacados y perseguidos por los nazis. Mises, por ejemplo, abandonó Austria
para instalarse en Ginebra durante algunos años, hasta que tuvo que partir a Estados
Unidos para salvar su vida. Hayek, por su parte, también abandonó Viena y a partir de
1931 fue contratado por la London School of Economics, instalándose en Londres hasta
1960. El seminario de Mises lógicamente fue disuelto, y la Escuela Austriaca —
entendiendo por Escuela a cada uno de sus miembros— se dispersó en todo el mundo
abriendo desarrollos individuales, más que una estrategia conjunta. Entre estos
desarrollos individuales —además de aquellos de Mises y Hayek— se destaca
especialmente el de Fritz Machlup, quien elaborará contribuciones fundamentales al
campo de la metodología (Machlup 1955).
El segundo factor relevante fue el idioma. Los austriacos publicaron sus obras
clásicas en alemán, y sólo décadas después fueron traducidas al inglés y a otros
idiomas. Esto fue una desventaja enorme en relación con sus colegas de Estados Unidos
e Inglaterra, puesto que no pudieron ser parte de los debates a los cuales los alumnos se
enfrentaban como jóvenes profesionales. Si la figura de Hayek tuvo mayor
preponderancia en el mundo académico que la de Mises, quizás se debe a este hecho,
ya que los prematuros viajes de Hayek a Estados Unidos en los años 1920 y a Londres
en los años 1930 le permitieron manejar el idioma mejor que a Mises, quien recién
consigue un cargo en la Universidad de Nueva York en 1945. Recordemos que para
Israel Kirzner, su alumno predilecto en esta universidad y en el nuevo seminario
privado que formará a partir de 1948, Mises «hablaba inglés a la perfección, pero creo
que todavía pensaba en alemán» (Kirzner, en Ravier 2011a, p. 112).
Un tercer factor fue el avance de la microeconomía neoclásica, con modelos en
equilibrio general o parcial, y el avance del uso de la matemática en economía. Como
sostuvimos más arriba, la economía austriaca era heredera de las formas de la
economía clásica, donde los modelos de desequilibrio, el tiempo y la incertidumbre
resultaban imposibles de ser abandonados.
Por último, como cuarto factor, la economía austriaca fue siempre asociada con el
liberalismo clásico, aspecto que resultaba contradictorio con la filosofía política que la
mayoría de la opinión pública apoyó por aquellos tiempos, en particular a partir de la
gran depresión de los años 1930. Mientras Keynes ofrecía un modelo novedoso y
creativo que se ajustaba a las preferencias políticas del momento, los austriacos
perdían relevancia por ir contracorriente junto a sus predecesores de la economía
clásica.
Varios biógrafos de Mises recordaron recurrentemente las dificultades que tuvo en
su inserción a la docencia norteamericana justamente por ser un autor asociado al
liberalismo y contrario al socialismo.
Lo cierto es que ante la revolución keynesiana, Mises y Hayek pasaron a ser dos
autores aislados de la academia de primer nivel.
Mises, sin embargo, encuentra —a partir de 1940— un ambiente académico
apropiado para desarrollar su trabajo, lo que le permitió completar aquel proyecto que
Menger sólo había llegado a esbozar. Se trataba de un edificio de teoría económica que
se construiría sobre los cimientos de la acción humana como axioma central y la
deducción lógica de teoremas fundamentales, a partir de los cuales se derivarían otros
teoremas conformando leyes económicas abstractas y de aplicación universal. Con este
Tratado de Economía La Acción Humana (1949), Mises fundó el pensamiento
económico en el individualismo y el subjetivismo metodológico (tratados en los
capítulos 1, 2 y 3 de este volumen por Anthony Evans, Christopher J. Coyne y Virgil
Henry Storr), pero además logró presentar de forma sistemática el pensamiento
económico de la Escuela Austriaca, mostrando que esta escuela de pensamiento no
consistía en una serie de aportes aislados acerca de teoría del capital, de los ciclos
económicos y las críticas al socialismo, sino que se presentaba como una continuación
de la economía clásica, ahora «corregida» o «actualizada» con un método axiomático–
deductivo definido, con la «utilidad marginal» en la determinación de los precios, y con
un entendimiento más acabado acerca de la teoría heterogénea del capital y de los
ciclos económicos, y también acerca de las consecuencias de la política económica
intervencionista sobre los distintos mercados de bienes y servicios, sobre el mercado
laboral, sobre el mercado crediticio y también sobre el mercado cambiario.
En materia de filosofía política, Mises agregó a su defensa inicial del Liberalismo
(1927), un par de trabajos centrales. Para Mises «el liberalismo es el primer
movimiento político que quiso promover, no el bienestar de grupos específicos, sino el
bienestar general.» En sus escritos la función del Estado no es la de un ingeniero que lo
planifica todo, sino la de un jardinero que crea el ambiente adecuado para que
florezcan los órdenes espontáneos. Ese marco institucional de respeto por la propiedad
privada y la libertad individual es un rol que el Estado no puede delegar. Bajo este
Estado de Derecho, dice Mises, surge la cooperación entre los individuos y los
pueblos, siendo la iniciativa individual y la sociedad civil las protagonistas del
desarrollo económico.
Mises, sin embargo, no era ingenuo. Sabía también que la existencia del mismo
Estado crearía incentivos en los empresarios para buscar privilegios y rentas (rent-
seeking), pero entendía que la única forma de luchar contra esa amenaza era a través de
las reglas constitucionales, la división de poderes, el federalismo y hasta el derecho de
secesión, entre otras herramientas desarrolladas bajo la tradición de liberalismo
clásico que incluye una larga lista de autores y literatura.
Al respecto, Mises publicó también durante esta etapa de aislamiento sus libros
Burocracia (1944a) y Gobierno omnipotente (1944b), trabajos que quizás pueden
entenderse hoy como base de filosofía política de la obra posterior de Hayek, y al
mismo tiempo, como la continuación de la mencionada tradición política de establecer
límites al poder y también como el origen del Public Choice o Escuela de la Elección
Pública, que precisamente profundiza hoy sobre distintos modos de controlar al
Leviatán.
Por el lado de Hayek, una vez completado su debate frente al socialismo, pero
preocupado por su avance, decide convocar durante diez días del mes de abril de 1947
a los 38 principales intelectuales liberales de todo el mundo, incluyendo filósofos,
economistas e historiadores, tanto de la Escuela de Chicago como de la Escuela
Austriaca, y también de la Economía Social de Mercado y autores independientes, con
el objeto de crear la Sociedad Mont Pelerin cuya finalidad sería la de preservar la
sociedad libre y oponerse a todas las formas de totalitarismo. Muchos de estos
intelectuales se convirtieron más tarde en presidentes de la sociedad, incluyendo a
Hayek, Wilhelm Ropke, Bruno Leoni, Milton Friedman, George Stigler, James
Buchanan, Gary Becker y Pascal Salin.
Simultáneamente con este hecho, Hayek comienza a abandonar la economía técnica
para ocuparse de otros temas que personalmente le eran más interesantes, lo que abarca
la psicología y la antropología, la filosofía de la ciencia y la filosofía política, la
filosofía del derecho y la historia del pensamiento económico. Sus Estudios (1967) y
Nuevos Estudios (1978) contienen una serie de escritos en «economía» que son
enormemente relevantes, pero sus Fundamentos de la Libertad (1960) o su Derecho,
Legislación y Libertad (1973, 1976 y 1979) abre una influencia fundamental en el
renovado interés de los economistas por las instituciones, que derivará a partir de los
años 1970 en la formación de nuevas escuelas de pensamiento, que a la vez resultarán
en «compañeros de viaje» de la tradición austriaca.
En su biografía, sin embargo, Hayek recordaba:
Hubo dos factores centrales en el contexto en el que resurge la Escuela Austriaca. Por
un lado, los economistas profesionales comprendieron que había que ir más allá de la
economía matemática, ofreciéndole a la Escuela Austriaca y a otros enfoques
heterodoxos la apertura que necesitaban para re–introducirse. Por otro lado, en los años
1970 el dominio keynesiano de las tres décadas anteriores llegó a su fin, cuando se
tornaron evidentes los efectos de las políticas que esta tradición de pensamiento había
apoyado. Si en los años 1930 Keynes ofreció una respuesta al desempleo que otros
economistas negaban, en los años 1970 Friedman y Hayek ofrecen respuesta al
problema inflacionario que el keynesianismo nunca comprendió.
No es casual que la contrarrevolución monetarista generada por la Escuela de
Chicago se generara a partir de los años 1970 sobre las ideas olvidadas de Irving
Fisher a principios del siglo XX. Lo cierto es que hubo un giro en la opinión pública
nuevamente hacia la ortodoxia y una política económica más conservadora que la que
existió en las décadas anteriores. (Friedman, 1980)
La Escuela Austriaca acompañó a la Escuela de Chicago en esta contrarrevolución.
Para ese entonces Hayek ya había obtenido un lugar en la Universidad de Chicago,
aunque se lo identificaba más con la filosofía política, que con la economía neoclásica
monetarista.
El resurgimiento de la Escuela Austriaca tiene una fecha precisa: se trata de la
semana del 15 al 22 de junio de 1974, hace exactamente 40 años. En esa semana el
Institute for Humane Studies organizó una conferencia de «Economía Austriaca» para
cuarenta participantes en South Royalton, Vermont. Mises había fallecido ocho meses
antes y Hayek, si bien había sido invitado, no pudo asistir por problemas de salud que
le impidieron viajar desde Europa hacia Estados Unidos. Nadie pudo anticipar
entonces que Hayek recibiría el Premio Nobel sólo cuatro meses más tarde. (Ebeling
2006)
Los conferencistas principales en aquella ocasión fueron Ludwig M. Lachmann,
quien estudió con Hayek en la London School of Economics en los años 1930; Israel M.
Kirzner, quien estudió con Mises y recibió su dirección de tesis doctoral en la New
York Unversity en los años 1950; y Murray N. Rothbard, quien atendió al seminario de
Mises en Nueva York por muchos años, comenzando a fines de los años 1940, y recibió
su doctorado en economía de la Universidad de Columbia.
Las presentaciones fueron compiladas más tarde por Edwin G. Dolan (1976),
incluyendo trabajos de estos tres autores y de Gerald O´Driscoll sobre el método y la
praxeología —aspecto lamentablemente olvidado en la Escuela Austriaca
Contemporánea—, el proceso de mercado y la noción de equilibrio, la función
empresarial y el proceso competitivo, la teoría del capital y una crítica a la
macroeconomía y al keynesianismo —con énfasis en la estanflación de los años 1970—
y una teoría austriaca del dinero y del ciclo económico, profundizando lógicamente en
el impacto de la expansión monetaria sobre la estructura productiva y en las
expectativas.
La participación de Hayek en los años 1970 siguió siendo fundamental para la
Escuela Austriaca, lo mismo que el trabajo inagotable de Leonard Read y Henry Hazlitt
difundiendo los principios básicos, o el trabajo más académico de Hans Sennholz y
George Reisman –quienes también se doctoraron bajo la dirección de Mises–, pero la
revitalización del movimiento se asoció más bien al trabajo de estos tres «nuevos»
exponentes.
En realidad, Ludwig Lachmann había recibido influencia de Hayek en la LSE en los
años 1930 —en la etapa de consolidación—, por lo que en 1970 ya era un autor
maduro. Lachmann recibió también influencia de Shackle cuyo mensaje a los
economistas se lo puede resumir en tres palabras: «¡las expectativas importan!»
(Shackle 1949, ver también su entrevista en Ravier 2013). Fue así que desde 1942
Lachmann se preocupó por desarrollar un concepto de expectativas subjetivas que —
desde el humilde punto de vista de quien escribe— todavía hoy los economistas no han
abordado correctamente. En pocas palabras, Lachmann: 1) integró estas expectativas
subjetivas en el proceso de mercado; 2) distinguió con realismo entre fuerzas
equilibrantes y desequilibrantes en la tendencia al equilibrio y 3) también integró las
expectativas subjetivas a la teoría del capital y de los ciclos económicos. (Lachmann,
1977 y 1978)
A diferencia de Lachmann, Israel M. Kirzner conoce a Mises en la Universidad de
Nueva York en un momento en que prácticamente no había Escuela Austriaca. Kirzner
nos recuerda incluso que Mises —con enorme humildad— le sugirió buscar otro
director de tesis, pero éste prefirió mantener su guía y con ello logró ofrecer al
pensamiento económico numerosas contribuciones, publicar sus libros y enseñar
economía en la prestigiosa Universidad de Nueva York (Kirzner, en Ravier 2011a).
Será Kirzner el primer economista austriaco después de Hayek y Machlup en intentar
publicar sus artículos en las revistas científicas tradicionales, compitiendo con la
economía mainstream y haciéndose un lugar en la élite de la profesión.
Kirzner se ubicó siempre en un «camino intermedio» (Garrison 1986). Rechazó de
entrada el «equilibrio siempre» de la economía neoclásica de Chicago —donde no
habría lugar para la función empresarial—, pero también se negó al «equilibrio nunca»
—que niega las tendencias que podrían guiarnos a la regularidad—. Kirzner rechazó
ambos extremos, sosteniendo que el equilibrio es una herramienta útil en economía,
aunque a veces se abuse de ella.
Kirzner (1973, 1979, 1985, 1989, 1991) complementó el estudio de Schumpeter
sobre la función empresarial. Mientras Schumpeter nos habla de innovación e irrupción,
Kirzner nos habla de perspicacia empresarial, creatividad, coordinación y
descubrimiento. (Frederic Sautet profundizará en este proceso de mercado como
descubrimiento empresarial en el capítulo 7).
Para verlo simplificadamente, si imaginamos un pueblo antiguo con carretas y de
repente aparece la innovación del automóvil, Schumpeter enfatiza que se rompe un
equilibrio, que irrumpe en las expectativas de muchas personas que perderán sus
empleos relacionados a la fabricación y mantenimiento de las carretas. Pero Kirzner
agrega que cuando el empresario introduce el automóvil no irrumpe la calma
simplemente, sino que descubre algo que esperaba ser encontrado. Evita que los
empresarios sigan operando de forma ineficiente corrigiendo la descoordinación
existente. Kirzner reconoció que en 1973 estaba muy preocupado por marcar la
diferencia, pero luego retrocedió y entendió que una lectura del ejemplo no rechaza la
otra. (Kirzner, en Ravier 2011a)
Al igual que Kirzner, Murray Rothbard también toma contacto con Mises en la etapa
de aislamiento, ya instalado en Nueva York. Asiste al seminario privado durante
muchos años y se convierte en un autor enormemente prolífico. Si nos concentramos en
lo estrictamente económico, deberemos destacar su tratado El Hombre, la Economía y
el Estado (1963), donde ofrece una nueva sistematización del pensamiento económico
austriaco, de forma parecida a la de Mises en La Acción Humana. Un análisis
comparado de estos dos volúmenes entiendo que todavía no se ha escrito.
Pero la literatura reconoce en Rothbard aportes concretos como su lectura de la gran
depresión de los años 1930 (Rothbard 1962), aquel del debate sobre el socialismo
(Boettke y Coyne 2004), y también sobre el tema de los monopolios (Huerta de Soto
2005).
Su contribución a la historia del pensamiento económico es quizás la más polémica
donde toma distancia de Adam Smith, la tradición del orden espontáneo y el
pensamiento clásico, aunque es muy rica en redescubrir autores y contribuciones
previas a Adam Smith. (Rothbard 1995)
En el campo monetario mantiene la crítica a la banca central (Rothbard 1974), —y
en particular a la Reserva Federal norteamericana (Rothbard, 1976b y 1984)—,
defiende la banca libre, descentralizada y competitiva —en sintonía con la posición de
Mises y Hayek—, pero al mismo tiempo sugiere la aplicación de un encaje del 100 por
cien que generó una ruptura entre los economistas austriacos. (Rothbard, 1988)
Su Ética de la libertad y su programa de investigación sobre el anarcocapitalismo
ha corrido el eje del debate y nos obliga a repensar los fundamentos para cada función
del estado e incluso para el estado mínimo del liberalismo clásico. (Rothbard, 1982)
Contradice los fundamentos de la filosofía política austriaca tradicional, pero lo hace
sobre una comprensión dinámica del mercado que es propia de la tradición austriaca.
(Rothbard, 1973). Peter Leeson extiende este programa de investigación en el capítulo
10 de este volumen.
5. Las Oportunidades
Podrá parecer paradigmático, pero la sensación que queda es que la Escuela Austriaca
aislada, tal como se la conoció desde 1940 en adelante, ha muerto. La evolución de la
tradición, y en esto seguramente han jugado un rol destacado Mises y Hayek y la
Sociedad Mont Pelerin, la ha conducido hacia una integración del movimiento junto con
otros enfoques complementarios, «compañeros de viaje», que nos permiten hoy hablar
de una tradición aun más amplia que aquella.
En palabras de Peter J. Boettke (en Living Economics):
Desde luego que seguirán habiendo rupturas y debates internos en esta tradición de
pensamiento, lo que habla de un programa de investigación abierto. Pero enfatizar los
consensos, por ejemplo en la defensa de la cataláctica, el individualismo y el
subjetivismo metodológico, en la importancia del costo de oportunidad, en el proceso
competitivo y la información (nótese que no escribo «conocimiento»), en la relevancia
de la función empresarial y las instituciones o en la noción de desequilibrio, permite a
estos científicos sociales dialogar y alcanzar un entendimiento que con el enfoque
neoclásico era difícil.
Insisto: el resurgimiento de la Escuela Austriaca no emerge en el vacío, sino en un
momento de la historia del pensamiento económico en el que el paradigma neoclásico,
con su conocido abuso por la matemática y la noción de equilibrio siempre, les ha
generado limitaciones que la profesión ya no puede ignorar. En esto los austriacos
llevan ventaja y deben darse la mano con el marxismo y el keynesianismo ortodoxo o el
post–keynesianismo, además de escuelas heterodoxas que vienen reclamando el fin de
la economía neoclásica.
La Escuela Austriaca ya ha cambiado. No necesita cambiar nuevamente en los
próximos años para alcanzar una nueva explosión en sus publicaciones, porque las
puertas ya están abiertas. La base de ideas es muy sólida, lo que permite augurar un
futuro promisorio para los jóvenes profesionales que integren esta tradición de
pensamiento y que se propongan ampliar sus aplicaciones.
Mientras el mundo siga siendo inestable —y lo serán en mayor magnitud mientras el
dinero y la banca sigan estando en manos de los gobiernos—, el keynesianismo y el
socialismo estarán latentes. Los austriacos deben permanecer atentos para preservar la
propiedad privada, la libertad individual y la economía pura de mercado.
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Introducción[2]
Por PETER J. BOETTKE
Proposición 3: Los «hechos» de las ciencias sociales son aquellos que las personas
creen y piensan
A diferencia de las ciencias físicas, las ciencias humanas involucran los planes y
propósitos de los individuos. Mientras que la eliminación de los propósitos y planes en
las ciencias físicas condujo al progreso en la investigación, en la medida en que ello
permitió superar el problema del antropomorfismo, en las ciencias sociales la
eliminación de los planes y propósitos de los individuos da como resultado la
extirpación, en la ciencia de la acción humana, de su materia de estudio primordial. En
las ciencias humanas, los «hechos» del mundo son lo que los actores creen y piensan.
El significado que los individuos dan a las cosas, las prácticas, los lugares y las
personas determina la forma en que se orientarán a sí mismos en la toma de decisiones.
El objeto de las ciencias de la acción humana es la inteligibilidad, no la predicción.
Las ciencias humanas pueden lograr este objetivo porque nosotros mismos somos lo
que estudiamos, o porque somos capaces de tener un conocimiento intrínseco de la
acción humana. Por el contrario, las ciencias naturales no pueden perseguir un objetivo
de inteligibilidad intrínseca, puesto que se apoyan en un conocimiento extrínseco.
Nosotros somos capaces de comprender los planes y propósitos de otros actores
porque nosotros mismos somos actores humanos.
El ejemplo clásico utilizado para ilustrar esta diferencia esencial entre las ciencias
de la acción humana y las ciencias físicas es el siguiente: imaginemos a un marciano
analizando los «datos» que le ofrece la observación de la Estación Central (Grand
Central Station) de Nueva York. Nuestro marciano podría observar que, cuando la
pequeña aguja de un reloj que cuelga en la pared apunta hacia un número, el ocho, se
produce un gran movimiento de cuerpos que salen de unas cajas a su vez en
movimiento. Asimismo, cuando esa pequeña aguja señala el número cinco, el marciano
observa que un gran número de cuerpos vuelven a introducirse en esas enormes cajas.
El marciano podría desarrollar toda una teoría predictiva acerca de ese pequeño
círculo colgado en la pared —el reloj— y la relación de movimiento de los cuerpos
con respecto a las cajas. Pero, a menos que el marciano logre entender los planes y los
propósitos de esas personas (el significado de expresiones como «ir al trabajo»,
«volver del trabajo a casa»), su comprensión «científica» de los datos obtenidos en la
Estación Central será muy limitada. Las ciencias de la acción humana son distintas de
las ciencias naturales y nosotros empobrecemos nuestra comprensión de las ciencias
humanas cuando las forzamos para amoldarlas a los criterios y cánones del modelo
filosófico-científico propio de las ciencias naturales.
II. MICROECONOMÍA
III. MACROECONOMÍA
OTRAS LECTURAS
Lectura general
Clásicos
BÖHM-BAWERK, E. (1956): Capital and Interest, 3 vols, 1883, South Holland, ILL:
Libertarian Press.
HAYEK, F.A. (1948): Individualism and Economic Order, University of Chicago
Press, Chicago.
KIRZNER, I. (1973): Competition and Entrepreneurship, University of Chicago Press,
Chicago.
MENGER, C. (1949): Principles of Economics, Yale University Press, New Haven.
MISES, L. VON (1949): Human Action: A Treatise on Economics, Yale University
Press, New Haven.
O’DRISCOLL, G. y RIZZO, M. (1985): The Economics of Time and Ignorance, Basil
Blackwell, Oxford.
ROTHBARD, M. (1962): Man, Economy and State, 2 vols., Van Nostrand Press, Nueva
York.
VAUGHN, K. (1994): Austrian Economics in America, Cambridge University Press,
Cambridge.
Historia de la Escuela Austriaca de economía
1. Introducción
Cuando Margaret Thatcher declaró que «no hay tal cosa como la sociedad», parecía un
ejemplo de una filosofía política que elogiaba el egocéntrico individualismo por
delante de la solidaridad colectiva. Si alguna vez una frase se pudiera convertir en
sinónimo de una doctrina económica profundamente controvertida, sería esta. Sin
embargo, intencionadamente o no, se tropezó con una de las discusiones filosóficas más
importantes del siglo XX. Si solo los individuos eligen, entonces la manera de entender
conceptos culturales como la «sociedad» pasa a través de un análisis de la acción
individual. Puede parecer contradictorio, pero si perdemos de vista a los individuos la
«sociedad» no tiene sentido.
El grado en que los individuos son el producto de su entorno social es uno de los
problemas perennes de las ciencias sociales. ¿Hasta qué punto debemos colocar a la
persona en el centro del análisis económico? ¿Qué papel causal debemos dar a los
factores culturales? ¿Tenía razón Adolphe Quetelet al afirmar que «la sociedad prepara
el crimen, y la persona culpable es solo el instrumento»?[8]. Este debate se encuentra en
el corazón no solo de cómo los científicos sociales deberían realizar investigaciones,
sino también en la comprensión de cómo los individuos libres dirigen la acción
humana, enfrentándose a nuestra concepción de la condición humana.
Tanto la génesis como la subsiguiente aparición del individualismo metodológico
están indeleblemente ligadas al desarrollo de la economía austriaca; sin embargo, el
uso más común se ha desviado de estos caminos. En lugar de proporcionar una defensa
y una nueva reformulación de una determinada interpretación del individualismo
metodológico, voy a reconocer la ambigüedad inherente del término, y argumentar que
la forma particular de individualismo metodológico —concepto del individualismo
institucional (1975) de Joseph Agassi— no es solo una etiqueta más consistente y
precisa para el método tradicional austriaco, sino también un motor más útil para
investigaciones futuras.
La ciencia económica se ocupa de la efectiva actuación del hombre tal como este
opera en el mundo. Sus teoremas jamás se refieren a tipos humanos ideales o
perfectos, a un fabuloso hombre económico (homo oeconomicus) ni a
abstracciones estadísticas tales como la del hombre medio (homme moyen). Su
objeto de estudio es el hombre con sus flaquezas y limitaciones, cómo en
realidad actúa y vive. Toda acción humana interesa a la praxeología (Mises,
1949, p. 769).
Los críticos del individualismo metodológico tienen un punto válido cuando desafían el
razonamiento detrás de esta premisa fundamental. ¿Por qué la acción individual es a
menudo vista como la piedra angular de la ciencia social? Como se mencionó
anteriormente, la definición de Schumpeter sobre el individualismo metodológico no
está exenta de ambigüedad, y aunque Mises dedica un capítulo de su magnum opus La
Acción humana (1949) al tema, no aclara el punto desde una posición puramente
metodológica. La razón de esto es que se mezcla la prescripción metodológica de que
«los fenómenos sociales deben explicarse en términos de los planes individuales» con
una justificación ontológica en que «solo los individuos tienen planes». Udehn (2002)
se refiere a esto como el «giro ontológico», pero el punto clave es que Mises reconoce
que el individualismo metodológico solo podría tener sentido dentro de la premisa
ontológica correspondiente. Mises vio un «obstáculo insuperable» en tomar las
unidades colectivas como punto de partida por el hecho de que en cualquier momento
los individuos pertenecen a una serie de diferentes (y posiblemente conflictivos) grupos
sociales. Él ve el postulado del individualismo como una herramienta para hacer frente
a «esa multiplicidad de entidades sociales coexistentes y su mutuo antagonismo» (1949,
p. 53). Lejos de negar la relevancia de las totalidades sociales, Mises puso atención a
la persona como la única manera de estudiar esto, porque «la vida colectiva se plasma
en las actuaciones de quienes la integran» (ibíd., p. 52). En efecto:
Al nacer [el hombre], no es que irrumpa, sin más, en el mundo, sino que surge en
una determinada circunstancia ambiental [...] La herencia y el entorno moldean la
actuación del ser humano [...] No vive el individuo como simple hombre in
abstracto; por el contrario, es siempre hijo de una familia, de una raza, de un
pueblo, de una época [...] Ni sus ideas ni sus módulos valorativos son obra
personal, sino que adopta ajenos idearios y el ambiente le hace pensar de uno u
otro modo (Mises, 1949, p. 56).
1. Los propósitos y los intereses solo pueden ser perseguidos por los individuos.
2. Las instituciones —entendidas como reglas formales e informales a las que se
enfrentan los individuos en un contexto de toma de decisiones— afectan a las
interacciones y, por lo tanto, deben formar parte del fenómeno explicativo.
3. El cambio institucional es una consecuencia de las interacciones individuales, y
se lleva a cabo dentro de marcos institucionales más amplios.
Lo que esto implica es que «ninguna entidad impersonal activa con objetivos
aparentes, intereses y fuerzas impulsoras propias está incluida en el discurso como
variable explicativa, ni cualquier otro factor impersonal sistémico que posee su propia
dinámica para que la responsabilidad no pueda, incluso indirectamente, ser atribuida a
cualquier persona» (Toboso, 2001, p. 10). Pero esto difiere sustancialmente del
individualismo metodológico, porque «además de la acción individual [...] esta
estructura institucional debe ser tomada en cuenta» (ibíd., p. 14; énfasis agregado). Si
las condiciones materiales no son suficientes para determinar el comportamiento, se
deben incluir explícitamente las instituciones sociales; el arraigo social debe estar a la
vanguardia de la investigación y no como una idea de último momento. En resumen, este
esquema afirma lo siguiente: solo los individuos son capaces de elegir, las instituciones
afectan a nuestras decisiones, y las instituciones evolucionan a través de la acción
humana[11].
Hodgson (2007) rechaza la expresión «individualismo institucional» porque «le da a
una de las mitades de la historia el estado de adjetivo, mientras que a la otra mitad le
otorga el prestigio de ser sustantivo» (p. 9). Pero la razón por la que el individualismo
debe tener prioridad explicativa se debe simplemente a la posición primaria de que
solo los individuos eligen. Las estructuras y los individuos son dos facetas necesarias
de explicación social, pero, mientras que los fenómenos sociales no son estrictamente
reducibles a este último, las estructuras sociales son siempre un producto de, y
dirigidas por, los propósitos y los planes individuales.
6. Conclusión
Referencias bibliográficas
1. Introducción
Los dos tipos de coordinación mencionados en el apartado previo tendrán lugar dentro
de las instituciones. Las instituciones son las reglas formales e informales que
gobiernan el comportamiento humano, y el enforcement de estas reglas da lugar a la
internalización de ciertas normas de comportamiento, la presión social que el grupo
ejerce sobre el individuo, o el poder de los ejecutores de ese enforcement que pueden
utilizar la amenaza de la fuerza sobre los violadores de estas reglas (North, 1990,
2005). Las reglas formales consisten en reglas codificadas en constituciones, leyes,
reglamentos, estatutos, y así sucesivamente, mientras que las reglas informales
consisten en reglas no escritas, tales como las tradiciones, las normas sociales y las
costumbres. Las instituciones crean las «reglas del juego» dentro de las cuales la
interacción y el intercambio tienen lugar. Por lo tanto, crean incentivos que influyen en
el comportamiento humano para bien o para mal.
Existe una clara relación entre las instituciones y los dos tipos de coordinación
discutidos en la sección anterior. Las soluciones al «problema» de la coordinación
están asociadas con el primer tipo de coordinación (coordinación según Schelling) y
pueden ser proporcionadas por ciertas instituciones formales e informales. Por
ejemplo, las normas informales y las convenciones pueden proporcionar «puntos
focales», permitiendo a la gente coordinar una hora de reunión y un lugar. Del mismo
modo, las metainstituciones de una sociedad influyen en el segundo tipo de
coordinación (coordinación según Smith, Menger, Hayek y Polanyi) mediante la
creación de reglas generales que facilitan o complican el orden social. Por ejemplo,
Hayek (1960) abogó por la importancia de meta-reglas generales que permitan a los
individuos la libertad de participar en el descubrimiento de lo que no saben. La base
del argumento de Hayek fue la constatación de que el conocimiento del tiempo y el
lugar está disperso en toda la sociedad. A fin de que las personas puedan descubrir lo
que no saben, necesitan la libertad para actuar e interactuar con los demás.
Los escritos en la tradición austriaca siempre han hecho hincapié en la importancia
de las instituciones (ver Garrouste, 2008). No puede decirse lo mismo en la economía
ortodoxa. Hasta la década de 1960 el papel de las instituciones ha sido descuidado por
la corriente principal de la profesión económica. El trabajo de Ronald Coase El
problema del coste social (1960) fue importante por enfatizar el rol de las
instituciones. Coase desplazó el debate desde las externalidades de la economía
estándar del bienestar hacia la consideración de los arreglos institucionales
comparativos. Harold Demsetz (1967) aplicó el conocimiento de los costes y
beneficios para comprender el surgimiento y evolución de los arreglos institucionales.
Sostuvo que las instituciones de propiedad privada surgirían donde había un beneficio
neto para la existencia de esas instituciones y que los costes de transacción no son
prohibitivos.
La obra de Douglass North en la década de 1970 (véase North y Thomas, 1973)
también llamó la atención sobre la influencia de las instituciones sobre los resultados
económicos. En su obra, North exploró la relación entre los cambios en las
instituciones y las variables tales como el crecimiento demográfico y las rentas
políticas. Durante este periodo de tiempo, el trabajo de Oliver Williamson (1975)
sobre la economía de la empresa también atrajo la atención hacia la importancia de las
instituciones. De hecho, la aparición del subcampo de «la nueva economía
institucional» suele ser relacionada con el trabajo de Williamson. Si bien existen
muchas similitudes entre el nuevo enfoque institucional y el enfoque institucional
austriaco, también hay algunas diferencias fundamentales.
La teoría austriaca de las instituciones se centra en el proceso causal-genético a
través del cual las instituciones surgen y evolucionan. En otras palabras, hacen hincapié
en la comprensión de la cadena de eventos que conducen a la existencia de instituciones
en su forma actual. Los intentos de analizar las instituciones en el marco neoclásico
tienden a descuidar este proceso y a centrarse en las condiciones necesarias para el
equilibrio. Esto se debe a que el marco neoclásico es de naturaleza estática, lo que
impide contemplar elementos dinámicos de cambio y evolución.
Por ejemplo, mientras que el enfoque basado en los costes de transacción para las
instituciones reconoce arreglos institucionales alternativos, esas alternativas son a
menudo tratadas como unidades discretas con costes y beneficios claros que
normalmente, se supone, son conocidos por todos los actores relevantes. Este enfoque
tiende a descuidar el proceso de descubrimiento y aprendizaje a través del cual las
instituciones se descubren y se adoptan con el tiempo. El enfoque austriaco de las
instituciones, en contraste, pone de relieve que el proceso institucional, al igual que el
proceso de mercado, se compone de actores con conocimientos limitados que están
involucrados en el descubrimiento continuo a través del ensayo y error.
Sin embargo, otra característica de la teoría austriaca de las instituciones es la
importancia colocada en las instituciones informales (por ejemplo, la cultura, las
normas, las tradiciones, los valores, las creencias, etc.). Los austriacos destacan que
estas instituciones informales sirven como base para las instituciones formales. Cuando
las instituciones formales e informales están alineadas, el involucrado funcionará de la
manera deseada. Sin embargo, cuando hay una desconexión entre las instituciones
formales e informales, el primero tiende a ser disfuncional (ver Boettke, 2001).
Por ejemplo, considere la discusión de Hayek sobre las condiciones necesarias para
una democracia constitucional eficaz y sostenible. Señaló, respecto a la importancia de
las creencias y de las disposiciones informales, que «afortunadamente en muchos países
han hecho funcionar sus constituciones en las que las contemplan de forma explícita o
que ni siquiera existen de forma escrita» (1979, pp. 107-8). El punto de vista de Hayek
es que, cuando las instituciones formales son efectivas, codifican los sistemas de
creencias que ya forman parte de la dotación cultural de una sociedad. Hay numerosos
ejemplos de esfuerzos fallidos por establecer o imponer constituciones formales sobre
sociedades (ver Coyne, 2007). Estos esfuerzos fracasaron, en gran parte, debido a que
las instituciones informales subyacentes se enfrentaron con las instituciones formales.
Al destacar estas diferencias, es importante tener en cuenta que las personas que
trabajan en el ámbito de la nueva economía institucional han tomado, recientemente,
medidas para abordar algunas de las cuestiones planteadas por los austriacos. Por
ejemplo, North (2005) ha incorporado los sistemas de creencias y los elementos
cognitivos en su análisis de los cambios institucionales y de la evolución institucional.
Esto incluye un enfoque institucional «dependiente del camino» que reconoce que las
instituciones y las creencias se desarrollan en periodos anteriores gracias a la
secuencia de elecciones de los actores individuales (véase North, 1990; 2005). La idea
de que «las instituciones importan», por su influencia en los resultados económicos, ha
recibido un amplio reconocimiento desde que Douglass North fue galardonado con el
Premio Nobel en 1993 por su trabajo en las instituciones y el cambio institucional. El
resultado ha sido un aumento tanto en el trabajo teórico como empírico sobre las
instituciones. Los estudios empíricos en esta área se han basado, típicamente, en dos
métodos: estudios de caso detallados y estudios con técnicas econométricas estándar.
Tal vez el mejor ejemplo del método de estudio de caso es el trabajo de Hernando
de Soto. En El otro sendero (1989) de Soto y su equipo de investigadores recopilaron
la lista de procedimientos pasando, literalmente, por todo el proceso de creación de
una empresa en Perú. De este modo, de Soto pudo documentar cómo el actual entorno
institucional formal influye en la toma de decisiones del emprendedor. El impulso que
estaba detrás de este estudio fue el reconocimiento, por parte de Soto, de que un
significativo sector de la economía peruana está compuesto por la economía informal.
Él quería saber por qué el Perú sigue siendo pobre a pesar de que claramente había una
actividad empresarial llevándose a cabo. Llegó a la conclusión de que las instituciones
oficiales se enfrentaron con las instituciones informales subyacentes, lo que condujo a
resultados perversos. Las reglas formales y las regulaciones han sofocado el
emprendimiento productivo, a medida que los emprendedores se vieron obligados a
trabajar en la economía informal. Mientras que las instituciones informales facilitan la
coordinación y la cooperación en la economía informal, el desarrollo fue limitado
debido a las restricciones creadas por las instituciones formales.
Ha habido numerosos estudios cuantitativos que exploran el papel de las
instituciones en la actividad económica. Estos estudios suelen analizar la relación entre
las instituciones (capturadas a través de alguna medida agregada de las instituciones o
de la calidad institucional) y los productos diversos. Los trabajos seminales en esta
área son de Acemoglu et al. (2001, 2002), que consideran el papel de las instituciones
en el desempeño económico. Después de controlar una serie de variables que podían
explicar el desarrollo económico, encontraron que la institución de la propiedad
privada es la más importante en el desempeño económico. En la misma línea, Rodrik et
al. (2004) analizan empíricamente el papel de las instituciones, de la geografía y del
comercio en los ingresos. Ellos encuentran que las instituciones triunfan sobre la
geografía y el comercio para explicar las diferencias de ingresos entre los países.
Sobre la base de este trabajo previo, Acemoglu y Johnson (2005) desglosan las
instituciones de propiedad privada. Ellos marcan una diferencia entre las «instituciones
de contrato» (por ejemplo, los tribunales), que hacen cumplir los acuerdos entre los
particulares, y las instituciones de «derechos de propiedad», que protegen a los
ciudadanos contra la expropiación gubernamental. Ellos encontraron que las
instituciones de «derechos de propiedad» son más importantes que las «instituciones de
contrato» para el desempeño económico. En otras palabras, la expropiación pública, a
través de violaciones de los derechos de propiedad, es más perjudicial para el
rendimiento económico que la violación de los mismos derechos por algunos
particulares contra otros particulares. Una explicación para esto es que los individuos
pueden evitar la violación de los derechos de propiedad a través de mecanismos
privados o evitando la interacción con ciertas personas. Por el contrario, cuando el
gobierno se dedica a la violación de los derechos de propiedad, es difícil para los
ciudadanos evitarlos, ya que el alcance del gobierno suele ser más amplio que el de los
particulares.
Los estudios empíricos suelen depender de las medidas agregadas de las
instituciones o de la calidad institucional. Por ejemplo, los estudios antes mencionados
por Acemoglu et al. utilizan encuestas sobre indicadores de la calidad de las
instituciones acuñados por la International Country Risk Guide (ICRG), que
proporcionan un análisis mensual de los riesgos económicos, políticos y financieros
para numerosos países. El ICRG pone especial énfasis en el riesgo de expropiación de
la propiedad. El estudio de Rodrik et al. se basa en el Governance Matters [Asuntos
del gobierno], un índice que intenta medir la calidad de la prestación del servicio al
público, la calidad de la burocracia, la independencia de la función pública de las
presiones políticas y de la credibilidad del gobierno con respecto a los anuncios
políticos. Otros estudios empíricos de instituciones confían en el índice Polity, que
proporciona una medida global de la democracia o autocracia en un país. Existen varias
preocupaciones y problemas con el uso de estas medidas para el análisis de las
instituciones.
Por ejemplo, Glaeser et al. (2004) señalan que estas encuestas e índices son
medidas pobres de las instituciones. Sostienen que estas medidas están capturando los
resultados institucionales en lugar de proporcionar una medida directa de las
instituciones actuales. Por ejemplo, la amenaza de expropiación es el resultado de una
serie de otros derechos de propiedad existentes en lugar de una medida directa de las
instituciones. Además, sostienen que las medidas de restricciones políticas no reflejan
las instituciones, sino más bien los resultados de las recientes elecciones o recientes
eventos políticos. Glaeser et al. argumentan que las medidas utilizadas en estos
estudios no logran captar la esencia de las instituciones y que se caracterizan por su
durabilidad y un sentido de permanencia.
Los economistas austriacos plantearían un problema adicional con los intentos de
agregación institucional. En concreto, los austriacos hacen hincapié en los esfuerzos,
para proporcionar una medida agregada, de las entidades de enmascarar el proceso
subyacente a través del cual las instituciones surgen y evolucionan. Estas medidas se
abstraen de la acción deliberada y del conjunto de los diferentes planes individuales
que las personas persiguen. Además, la agregación deja de lado el proceso de
descubrimiento a través del cual surgen y evolucionan las instituciones. Por ejemplo, el
descubrimiento de nuevas tecnologías o la aparición de nuevas normas cambian los
precios relativos de las alternativas institucionales y, por lo tanto, su viabilidad. El uso
de medidas agregadas no logra captar el proceso de estos movimientos de los precios
relativos.
Recordemos el énfasis austriaco sobre la importancia de la cataláctica para
describir las innumerables asociaciones, redes e interacciones que se producen entre
individuos a través de la sociedad (ver sección 2.3). Al igual que las discusiones sobre
una «economía nacional» pasan por alto la compleja gama de relaciones subyacentes,
así también lo hacen los esfuerzos para desarrollar una medida agregada de las
instituciones. Los fenómenos sociales y económicos que sustentan las instituciones
formales e informales son, simplemente, inobservables de forma estadística.
Sin embargo, otro problema con la mayor parte del trabajo empírico sobre las
instituciones es que es, en gran medida, ateórico. En otras palabras, muchos de estos
estudios exploran las correlaciones entre las diversas medidas institucionales y los
resultados económicos sin especificar los mecanismos causales precisos. Por ejemplo,
hay una literatura que explora el papel de las instituciones legales y de las instituciones
financieras en el crecimiento económico (véase Demirgüç-Kunt y Levine, 2001;
Glaeser y Shleifer, 2002). Si bien esta literatura ofrece una visión de la relación entre
estas variables, ofrece poca información sobre qué instituciones surgieron, cómo lo
hicieron o cómo eso afecta en los resultados económicos.
En resumen, el paradigma del intercambio nos lleva a centrarnos en el entorno
institucional en el que tienen lugar las interacciones. Las instituciones crean las reglas
del juego que facilitan o impiden el intercambio. En contraste con el paradigma del
intercambio, el paradigma de asignación tiende a excluir a cualquiera de las
instituciones en conjunto, o las tratan como cualquier otra variable de elección.
Trabajando dentro del paradigma del intercambio, la economía austriaca se centra en
los procesos que subyacen y a través de los cuales las instituciones surgen y
evolucionan. Esto implica el descubrimiento y el aprendizaje continuo a través del
ensayo y error. Además, este enfoque hace hincapié en que el complejo conjunto de
instituciones que facilitan la interacción y el intercambio son en gran parte el resultado
del orden espontáneo. Como dice Hayek:
Para entender nuestra civilización, se debe apreciar que el orden extendido no es
el resultado del diseño o intención humana, sino que surge espontáneamente:
surgió de forma involuntaria conforme a ciertas prácticas tradicionales, en su
mayoría morales; muchas de las cuales generan aversión a muchos de los
hombres y cuyo significado, por lo general, no logran comprender, cuya validez
no se puede probar y que, no obstante, se han extendido bastante rápido por
medio de un proceso de selección evolutiva (Hayek, 1988, p. 6).
La consecuencia de todo esto es que para una sola mente es imposible comprender
el conjunto de instituciones que facilitan la cooperación y el intercambio. Desde el
punto de vista del paradigma del intercambio, la teoría adecuada para las instituciones
es causal-genética y da seguimiento al proceso a través del cual las instituciones surgen
y evolucionan. Por último, reconoce las limitaciones de la acción humana, tanto dentro
de un determinado conjunto de instituciones como para el diseño de esas mismas
instituciones.
Referencias bibliográficas
1. Introducción
La característica que define a la Escuela Austriaca es, sin duda, su compromiso con el
subjetivismo. Como Hayek (1979, p. 52) escribió: «Probablemente no es exageración
decir que cualquier avance importante en la teoría económica en los últimos cien años
ha sido un paso en la consistente aplicación del subjetivismo». El principio de
subjetividad puede pensarse como un reconocimiento de que los hechos de las ciencias
sociales son las opiniones y las creencias que los individuos adhieren a sus acciones y
al ambiente en el que se encuentran. Es un requisito que remite a los propósitos
subjetivos, a las percepciones y a los planes individuales; es decir, a los significados,
especialmente cuando intentamos comprender y explicar el comportamiento. Aunque
entre austriacos ha habido desacuerdo en cómo interpretar el dictamen de Hayek,
difiriendo en hasta qué punto debería ser aplicado el principio de subjetividad, no hay
ningún desacuerdo en que el estudio de la acción humana requiere enfocarse en el
significado. No es discutible afirmar que nuestra ciencia es del significado. Como
Mises (1963, p. 51) escribió, «la tarea de las ciencias de la acción humana es la
comprensión del significado y de la relevancia de la acción humana». El trabajo de
Alfred Schutz fue, quizás, de más de una manera la forma austriaca de clarificar
exactamente a qué nos referimos cuando describimos la praxeología, la ciencia de la
acción humana, como la ciencia del significado. Como resalta Schutz, «el significado
es, de cierta manera, una forma directa de observar los elementos de nuestra propia
experiencia» ([1932] 1967, p. 42; énfasis añadido).
Decir que la experiencia de un individuo es significativa, explica Schutz (véase p.
41), es decir que él, seleccionando de su riqueza de experiencias y reflexionando
conscientemente sobre ella, la ha constituido como tal. Añadir un significado es un acto
de voluntad siempre consciente. Cuando conscientemente dirigimos nuestra mirada
sobre este o aquel acontecimiento que ha ocurrido en el pasado, tal o cual oportunidad
que se ha presentado en el presente o también sobre este u otro resultado que pueda
ocurrir en el futuro, hacemos que la experiencia vivida, la circunstancia actual o el
resultado sean significativos. Las experiencias subjetivas, las percepciones y las
expectativas que motivan las acciones pueden ser lo que Schutz (véase p. 91) llama
«genuinos motivos del porqué» de las acciones, pero no constituyen el significado
(único) de una acción.
¿De qué otra manera, entonces, son acciones las acciones con propósito,
significativas? ¿Qué más, aparte de los «genuinos motivos del porqué», constituye el
significado de una acción con propósito? Según Schutz, el motivo de la acción
constituye, también, su significado. Como escribe (véase p. 61), «el significado de una
acción es su acto correspondiente proyectado» (énfasis en el original). Una persona
antes de actuar escoge sus metas. Luego se imagina el proyecto completo. La persona
piensa, también, en las metas intermedias que debe completar para poder consumar la
totalidad del proyecto.
La proyección del acto consumado es lo que motiva su acción. Sus acciones y las
acciones intermedias que se requieren para completar el acto proyectado no tienen
sentido fuera del proyecto final que las define (véase p. 63). La persona se mueve con
el fin de llevar a cabo el acto que se imagina. Piense en el deseo de una persona para
leer un libro que se encuentra, actualmente, en su biblioteca al final del pasillo.
Después de decidir sobre la meta (obtención y lectura del libro), se imagina el acto
completo (leyendo su libro en el estudio o en el dormitorio) y también las diferentes
acciones que necesita para llevar a cabo el fin de completar el acto (levantarse de su
escritorio, abre la puerta de la habitación, camina por el pasillo, entra en la biblioteca,
encuentra el libro, luego camina de regreso a su habitación, toma asiento en su
escritorio, abre el libro y empieza a leer). Sus acciones, entonces, son entendidas como
una sucesión de acciones emprendidas con el fin de completar el proyecto (conseguir y
leer el libro). Su meta final, su motivo, es lo que constituye el significado de sus
acciones.
Según Schutz (véase p. 31), «el método científico debe establecer el significado
subjetivo mediante la comprensión de los motivos». Se requiere una consideración de
los motivos del actor y no solo su comportamiento externo. Llegar a los motivos, sin
embargo, parece exigir que heroicamente tengamos acceso a los mundos internos de sus
sujetos. En efecto, la observación, por sí sola, no es probable que funcione. Aunque la
observación nos permite suponer los fines y los sucesivos actos previstos que dan
sentido a una acción, aun cuando se trata de actos simples, la observación por sí sola no
puede revelar los significados detrás de la acción de un individuo. Por lo menos, el
observador debe poseer una cierta penetración en el marco de medios y fines que la
persona emplea. Adicionalmente, el observador necesita algún sentido de qué fines se
encuentran al alcance de la persona y cuáles son los que ha descartado. En ausencia de
esto, el observador no podría determinar si una acción tuvo éxito o no, si el individuo
logró el resultado o fue sorprendido por este, si se trataba de un paso intermedio que
era parte de un plan más complejo o un acto independiente que debe ser considerado
por sí solo.
Kirzner (1976) hace una observación similar con el simple ejemplo de un marciano
que hace investigación observando la tierra a través de su telescopio. Si este marciano,
señala Kirzner, dirigiera su telescopio hacia cualquier gran ciudad de EE.UU.,
finalmente se daría cuenta de un patrón bastante obvio. En primer lugar percibiría filas
de cajas. A continuación observa que las pequeñas cajas pasan por delante de otras
filas de cajas en intervalos regulares. Él, además, descubrirá que una vez al día, cuando
las cajas más pequeñas pasan por delante de las más grandes, hay cuerpos que emergen
de los cuadros más grandes y se mueven hacia las cajas más pequeñas, para luego ser
devorados por esas cajitas. El investigador marciano, al observar este patrón, puede
muy bien postular «la ley definitiva del movimiento de las cajas y de los cuerpos»
(Kirzner, 1976, p. 45). En el desarrollo de esta ley, sin embargo, porque la ley no da
ninguna idea de los significados detrás de los movimientos de estos cuerpos y tampoco
de las cajas, el investigador marciano no ha dicho todo lo que hay que aprender acerca
de esta situación. Una teoría sobre el movimiento de las cajas y de los cuerpos que no
tome en cuenta la dimensión del propósito solo nos ofrece una visión truncada del
mundo real. Afortunadamente somos capaces de ir más allá para construir teorías
sociales más significativas sobre las acciones humanas que el investigador de Marte.
Lavoie (1991) ha argumentado de manera convincente que la adopción del
subjetivismo no significa necesariamente basarse solamente en la introspección. El
hecho de tener muchas cosas en común los unos con los otros es también una
herramienta importante para los científicos sociales y a su vez una verdadera ventaja
sobre los científicos naturales y sobre los investigadores marcianos, quienes estudian
personas humanas con las que no pueden participar de su introspección para obtener
información sobre su subjetividad. Sin embargo, señala Lavoie (véase p. 481), los
científicos sociales tienen a su disposición más que solo la introspección. En lugar de
tener que penetrar en el proceso mental de muchos otros individuos, una hazaña que
suena casi absurda por su dificultad, podemos entendernos los unos a los otros por el
simple hecho de que pasamos una cantidad significativa de tiempo siendo culturizados
en lo común de la vida cotidiana (véase p. 482).
A pesar de no tener acceso directo a los mundos internos de los demás y de lo
incompleto que puede ser nuestro conocimiento sobre los esquemas interpretativos de
los fines y los medios, todavía podemos dar sentido a sus acciones, todavía podemos
captar una aproximación de sus intenciones, ya que todos pertenecemos a un «mundo
intersubjetivo que nos es común a todos» (véase p. 218). Dicho de otra manera, las
acciones de un individuo son inteligibles debido a que estas son moldeadas por su
colección social de conocimiento subjetivo (Schutz y Luckmann, 1973, p. 262). Como
Schutz y Luckmann escribieron (véase p. 100), cuando un individuo se encuentra y
experimenta una novedad o una situación que le es familiar en el mundo, «esta estará
siendo definida y dominada con la ayuda la su colección de conocimientos». Cuando un
evento ocurre, la persona «consulta» su acervo de conocimientos para decidir cómo
pensar acerca de su situación y decidir qué hacer a continuación. El acervo subjetivo de
conocimiento que posee una persona consta de todo lo que ha aprendido a lo largo de
su vida, desde la forma de caminar y hablar, hasta los rituales culturales más
apropiados para situaciones dadas. Sería un error, afirman Schutz y Luckmann (véase p.
254), pensar que todo «el acervo de conocimiento de una persona está enteramente
modelado por la biología [...] está, en su gran mayoría, socialmente derivado». Para
Schutz y Luckmann (véase p. 262), «el acervo de conocimiento subjetivo consiste, en
parte, de los resultados independientes de experiencia y explicación. Principalmente
está derivado de elementos del acervo de conocimiento colectivo». El acervo social de
conocimiento es el conocimiento disponible en una sociedad. El acervo individual de
conocimiento está socialmente condicionado y el acervo social de conocimiento está, a
su vez, compuesto por toda la interacción entre las experiencias subjetivas de los
individuos. Aun así, no es tan simple como la suma de todos los acervos de
conocimiento subjetivos individuales. Es «más» y «menos» que la suma de cada acervo
individual. «Más» porque ninguna persona podría poseer, enteramente, el acervo de
conocimiento subjetivo social, y «menos» porque el acervo de conocimiento subjetivo
social no contiene la cantidad de experiencias novedosas, recetas e ideas que
conforman el acervo de conocimiento subjetivo individual.
Indiscutiblemente el acervo social de conocimiento se puede considerar como
cultura. De hecho, esto es exactamente lo que Geertz (1973, p. 5) tenía en mente cuando
hizo referencia a «redes de significación» en las cuales se encuentra suspendido el
hombre y que él mismo contiene; así como el acervo social de conocimiento, el de una
persona, también contiene esquemas interpretativos, sistemas de relevancia,
habilidades, conocimiento relevante y recetas que los miembros de las sociedades han
llegado a definir para superar situaciones. Como afirmó Geertz (véase p. 89), por
cultura entendemos «un patrón de significados transmitidos históricamente [...] un
sistema hereditario de concepciones [...] por medio de las cuales los hombres pueden
comunicar, perpetuar y desarrollar su propio conocimiento sobre las actitudes ante la
vida». La cultura es un marco de referencia, un telón de fondo, una manera de ver el
mundo y un sistema ético en el que ciertas creencias, acciones, resultados son posibles
y permisibles, mientras que otros no.
Decir que los hechos de las ciencias sociales son aquellas creencias y pensamientos
que las personas sostienen es conceder a las ciencias sociales la obligación de
preocuparse por la cultura. Aunque no se pueda acceder directamente a los mundos
interiores de las personas, podemos tener acceso a sus sistemas culturales. En otras
palabras, el trabajo empírico de las ciencias sociales deben parecerse a la etnografía y
emplear fuentes de información almacenada y métodos de historia oral para aprender
los hechos relevantes.
¿Qué métodos deben complementar a la ciencia del significado? Si los hechos de las
ciencias sociales son aquellas cosas que las personas creen y piensan, entonces cómo
pueden los científicos sociales aprehender esos hechos. Los economistas austriacos han
sido reacios a adoptar métodos empíricos cuantitativos porque tienen dudas sobre la
capacidad de los métodos estadísticos para cumplir, solitos, esta tarea.
Es cierto que hay algunas cuestiones que solo pueden ser exploradas adecuadamente
mediante el uso de medidas cuantitativas y el empleo de métodos estadísticos. Piense
que quiere medir la correlación entre el alfabetismo y la prosperidad económica. Si,
por así decirlo, los índices de alfabetismo y los indicadores de satisfacción económica
están correlacionados, entonces debe haber una razón, pero no una razón definitiva para
creer que dicha correlación existe. Si por otro lado estas medidas no parecen estar
correlacionadas entonces debe de haber una razón, pero no una razón definitiva, para
creer que no existe tal correlación. Lo mismo se aplica aun cuando hacemos uso de
técnicas estadísticas más avanzadas, como el análisis de regresión que revela la
relación entre una variable y otra que se cree es la que explica la relación.
Hay varias razones por las que descubrir una relación cuantitativa de este género
nunca nos permite, por sí sola, estar seguros de la relación entre dos fenómenos.
Continuando con el ejemplo anterior, es posible que las medidas que hemos utilizado
para medir la alfabetización y el bienestar económico sean medidas escuetas de los
fenómenos reales. Si nuestras medidas son imperfectas, entonces el significado de
cualquier relación entre ellas será sospechosa. Además, aun cuando nuestras medidas
fueran perfectas, la relación estadística con la que nos encontramos todavía podría ser
espuria. Es posible que el aumento de la alfabetización no conduzca a una mayor
prosperidad y también puede ser que más prosperidad tampoco conduzca a una mayor
alfabetización, a pesar de que los dos hechos estén relacionados. Podría darse el caso
de que una tercera variable, aún por determinarse, pueda explicar a las anteriores dos.
A pesar de las sofisticadas técnicas estadísticas que han sido desarrolladas para mitigar
este peligro, nunca puede erradicarse por completo. En última instancia el recurso
último para una proposición teórica que intenta aludir y argumentar a favor de una
particular relación causal e interpretar los resultados cuantitativos en un contexto
relevante deberá, inevitablemente, dar sentido a los resultados.
En concreto, entonces, no es el uso de los métodos cuantitativos lo que preocupa a
los economistas austriacos; sin duda, los métodos cualitativos también tienen sus
propias dificultades. En cambio, están especialmente preocupados por el privilegio que
tienen los métodos cuantitativos sobre los métodos cualitativos; ellos creen que este
privilegio de los métodos empíricos cuantitativos sobre los métodos cualitativos
distorsionan los esfuerzos empíricos de la investigación dentro de las ciencias sociales.
Como escribe Rizzo (1978, p. 53), «no todos los temas de interés son cuantificables. Si
tratamos de explicar fenómenos complejos solo por referencia a variables
cuantificables, entonces es probable que estemos descartando información que de hecho
ya poseemos». Privilegiar el enfoque cuantitativo sobre los enfoques cualitativos anima
a los científicos sociales para perseguir ciertas preguntas y a hacer caso omiso de todo
lo demás. También les limita a ofrecer ciertos tipos de respuestas cuando tratan de
responder a una pregunta. Y, en el peor de los casos, empuja al científico social a
asignar medidas cuantitativas a fenómenos que podrían no ser medibles. Hayek ([1952]
1979, p. 89) ha argumentado que esta tendencia a privilegiar los métodos cuantitativos
sobre los métodos cualitativos en las ciencias sociales:
4. Conclusión
Mientras que la teoría social y la historia social son distintas y se pueden dividir
conceptualmente, no puede llegar muy lejos la una sin la otra. La fe sin obras es una fe
muerta y una fe muerta no puede conducir a la salvación. Como McCloskey (1991)
resalta, los teóricos sociales, principalmente, construyen modelos (usando metáforas), y
los científicos sociales aplicados escriben historias (ellos relatan historias).
«Las metáforas y las historietas, los modelos y las historias», escribe (ibíd., p. 61),
«son dos maneras de responder “por qué” [...] las metáforas y las explicaciones
analíticas se responden las unas a las otras». A medida que continúa (ibíd., p. 63), «el
punto es que los economistas y los científicos sociales [en general] son como los demás
seres humanos que utilizan metáforas y cuentan historias. Se preocupan tanto por
explicar como por entender, erklären y verstehen. Como McCloskey sugiere, la mejor
ciencia social combina los dos. «Pero, ¿estás dispuesto a admitir, oh hombre vano, que
la fe sin obras es estéril? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre
cuando ofreció a Isaac su hijo sobre el altar? Ya ves que la fe actuaba juntamente con
sus obras, y como resultado de las obras la fe fue perfeccionada» (Santiago 2: 20-22).
Reconocer que los hechos de las ciencias sociales son lo que la gente cree y piensa
tiene importantes implicaciones tanto para abstraer como para entender (erklären y
verstehen). Se sugiere que los teóricos sociales, por ejemplo, articulen la teoría social
que añade los significados que los individuos atribuyen a sus acciones y a sus
circunstancias (es decir; los enfoques metodológicos individualistas), y que también
presten atención a cómo la cultura y el contexto influyen en los significados y en los
«porqués» de las acciones de los individuos (es decir; los actores sociales deben
considerarse como incrustados en la sociedad, la política y la economía). Del mismo
modo, se sugiere que los científicos sociales aplicados utilicen sus herramientas
teóricas para describir gruesamente y darle sentido al mundo social (por ejemplo, los
métodos etnográficos y los métodos de archivos no solo deben acompañar, sino que
deben estar por encima de los métodos empíricos cuantitativos).
Referencias bibliográficas
1. Introducción
¿Qué hace que los bienes sean valiosos? ¿Son objetos intrínsecamente valiosos, son
valiosos por la cantidad de trabajo que se necesita para hacerlos, o son simplemente
valiosos por lo mucho que satisfacen las preferencias subjetivas de la gente? En cierto
sentido, puede que sea preciso exclamar: «Ahora somos todos subjetivistas»1[20]. Con
unas pocas excepciones, casi todos los economistas modernos creen que los bienes se
valoran en función de la manera en que satisfacen las preferencias subjetivas de los
individuos. Sin embargo, no hay acuerdo acerca de lo que significa creer en el
subjetivismo económico. El economista Bryan Caplan (1999), de la George Mason
University, critica a los escritores de la tradición austriaca de enmarcar a los no
austriacos como no subjetivistas. Escribe: «Innumerables ensayos y libros austriacos
utilizan la palabra subjetivismo en el título. Esto nos deja con la impresión de que otros
economistas no abrazan el subjetivismo; una impresión simplemente falsa». Caplan
sostiene que, aunque mucho de la visión austriaca sobre la subjetividad es correcto,
«simplemente no es suficiente para caracterizarla como una escuela de pensamiento».
Caplan está indudablemente en lo correcto cuando dice que casi todos los
economistas modernos sostienen algún tipo de subjetivismo económico. Sin embargo,
sería equivocado decir que todos los economistas creen en el subjetivismo económico
exactamente de la misma manera. En lugar de utilizar una distinción dicotómica para
clasificar a los economistas ya sea como subjetivistas o no, voy a argumentar que hay
que reconocer que los economistas pueden creer en el subjetivismo económico de
varias maneras diferentes. En este capítulo se presentan diez preguntas que exploran las
formas en que los economistas creen en el subjetivismo económico. Estas diez
preguntas no son ciertamente exhaustivas, muchas más se podrían escribir, pero son un
primer paso para reconocer que los economistas pueden ser subjetivistas en más de un
sentido. Se pueden usar estas diez preguntas como guía, incluso se podría crear una
«prueba de pureza subjetivista» casi de la misma manera que Bryan Caplan ha creado
una «prueba de pureza libertaria». Aunque casi todos los economistas se clasificarían
como subjetivistas, en cierta medida, algunos economistas serían clasificados como
subjetivistas más profundos que otros.
Hacer estas distinciones es más que un interesante ejercicio académico. Qué tanto
cree uno en el subjetivismo económico tiene muchas implicaciones importantes sobre
cómo se practica la economía positiva y las recomendaciones normativas que uno
puede o no prescribir. Por ejemplo, los economistas que creen que la utilidad del
consumidor es subjetiva pero que los costes de producción son objetivos pueden llegar
a conclusiones muy diferentes que a las que llegarían los economistas que creen que la
utilidad de los consumidores y los costes de producción son ambos subjetivos. Del
mismo modo, los economistas que creen que observadores externos pueden saber lo
que va a satisfacer la función de utilidad subjetiva de un individuo llegarán a
conclusiones muy diferentes que el economista que cree que solo las personas saben lo
que a ellas mismas les funciona. O los economistas que creen que la utilidad (que está
subjetivamente determinada con base en las preferencias individuales) se pueden
observar, agrupar y comparar entre muchas personas llegan a conclusiones muy
diferentes a los economistas que creen que los niveles de utilidad de las personas no
son observables y son inconmensurables.
La pregunta 1 comienza discutiendo sobre un área del subjetivismo donde la
mayoría de los economistas están de acuerdo: ¿Es el valor económico subjetivo? Esta
área es lo que diferencia a los economistas más modernos de los economistas clásicos
y de otros muchos no economistas. La pregunta 2 aborda un área en donde muchos, pero
no todos los economistas están de acuerdo: ¿Son los costes subjetivos? Esta área es lo
que diferencia a muchos austriacos y algunos economistas neoclásicos ortodoxos de los
economistas neoclásicos que siguen la tradición de Alfred Marshall. Las preguntas 3, 4,
5, y 6 discuten las áreas en las que aún menos economistas están de acuerdo: ¿Podemos
estudiar la preferencia subjetiva de las personas? ¿Podemos medir la utilidad de un
individuo? ¿Podemos comparar la utilidad entre los individuos? ¿Puede agruparse la
utilidad de muchas personas? Para estas preguntas se pueden encontrar economistas
austriacos y neoclásicos en ambos lados del debate. Las preguntas 7, 8, 9 y 10 ofrecen
una mirada a enfoques alternativos para hacer comparaciones sobre el bienestar de una
nación que no dependan de la medición de la utilidad subjetiva, como observar el
ingreso per cápita, los patrones migratorios, la amplitud de los costes sociales medidos
en dólares como la unidad de medida, y una demostrada preferencia por la Regla de
Pareto. Cuando uno se encuentra con estos temas depende de hasta qué punto se esté
dispuesto a extender la lógica del subjetivismo económico. El punto de vista que se
tenga sobre la cuestión del subjetivismo económico tiene importante influencia sobre
cómo se analiza y qué se recomienda para el mundo.
Existe un amplio consenso entre los economistas sobre que los bienes de consumo son
valiosos en la medida en que los consumidores creen que van a satisfacer sus
preferencias con ellos. Esta idea ha revolucionado la forma en que la economía se ha
practicado en los últimos 130 años. Esta perspectiva se refiere a lo siguiente: «La
economía de la utilidad marginal es a menudo llamada economía del valor subjetivo y
la revolución doctrinal también lleva este nombre» (Buchanan, 1969, p. 9). Antes de
1870, cuando Stanley Jevons, Carl Menger y Léon Walras expusieron la teoría de la
utilidad marginal, muchos teóricos creían, de alguna manera, en la teoría del valor-
trabajo, en la que se exponía que el valor de un bien estaba determinado por la cantidad
de tiempo que se debía invertir en su fabricación. Muchos economistas han
reflexionado sobre las diferencias entre el «valor de uso» y el «valor de cambio» y
afrontaron muchas dificultades tratando de explicar muchas cosas, como por ejemplo
por qué los diamantes son más valorados que el agua.
Hoy en día, la mayoría de los economistas rechazan legítimamente la teoría del
valor-trabajo. Los economistas reconocen que una hora de trabajo de una persona
promedio no genera el mismo valor que una hora de trabajo de Bill Gates. Ciertas
personas son más inteligentes, otras trabajan más o tienen diferentes herramientas, por
lo que no todos tienen la misma productividad. Los economistas también señalan que,
aun cuando todos tuviesen la misma productividad, la teoría del valor-trabajo seguiría
siendo deficiente. Un cocinero puede pasar una hora produciendo un delicioso pastel de
manzana y una segunda hora produciendo un pastel de otro modo idéntico sustituyendo
las manzanas por tierra, y se necesita no más que sentido común para ver que el valor
de los dos pasteles es diferente.
La mayoría de los economistas modernos aceptan que el valor de los dos pasteles
sería determinado por las percepciones subjetivas de los individuos acerca de su
utilidad marginal en lugar ser determinado por un valor intrínseco que pudieran poseer
dichos pasteles. Los planteamientos de Jevons, Menger y Walras tenían algunas
diferencias importantes, pero llegaron conclusiones similares[21]. En la explicación de
Carl Menger, para que un bien pueda ser útil debe existir una necesidad humana, un
objeto que la satisfaga y el conocimiento de que ese objeto la satisface. Un bien es
valioso en la medida en que ese bien pueda satisfacer nuestras necesidades, nada más y
nada menos. Así que los bienes no son objetivamente valiosos, sino que solo son
valiosos cuando las personas los consideran útiles. El mismo bien físico puede ser útil
en un momento dado e inútil en otro. Como explica Buchanan (1969, p. 9), «las
utilidades marginales [...] fueron reconocidas como dependientes de las cantidades».
Esta perspectiva permitió a los economistas explicar la paradoja de los diamantes y el
agua. A pesar de que el agua es necesaria para la vida y los diamantes no lo son, la
utilidad marginal de una unidad adicional de agua (ya que tenemos tanta) es muy baja,
mientras que la utilidad marginal de un diamante adicional es alta. Este sencillo
enfoque cambió enteramente el enfoque de la economía. Casi todos los economistas
modernos aceptan una teoría subjetiva de la utilidad marginal, por lo que en este
sentido «ahora somos todos subjetivistas».
3. Pregunta 2: ¿Son los costes subjetivos?
Los costes se basan en las percepciones individuales sobre utilidad del momento de
la elección. Esta utilidad percibida no es algo objetivo y la gente no lo puede medir.
Que uno adopte una noción subjetivista de los costes tiene algunas implicaciones
importantes en la manera en la que se practica la economía. Muchos economistas en
muchos campos de la economía se basan en la medición de costes para su análisis y
para sus conclusiones normativas. Por ejemplo, los economistas que acusan a las
empresas de cobrar por encima de su coste marginal (o por debajo del coste marginal,
según sea el caso) están suponiendo que los costes pueden ser medidos desde una
perspectiva positiva y que la divergencia entre precio y coste es un problema. Por el
contrario, muchos economistas de este ámbito que creen en el subjetivismo económico
piensan que estos costes no pueden observarse, y que tiene tanto sentido preocuparse
por los proveedores que venden por encima del coste marginal como por los
compradores que compran por debajo de su beneficio marginal[22].
Aquellos que creen en el subjetivismo en el reino de los costes sostienen que tanto
el valor como el coste son subjetivos. Muchos economistas neoclásicos podrían estar
en total acuerdo con Buchanan sobre los puntos anteriores. Pero hay campos enteros de
la economía que parecen descansar sobre los fundamentos que niegan que los costes
son subjetivos, y por ello no todos los economistas pueden ser clasificados dentro del
subjetivismo de los costes.
Pedir a las personas que identifiquen sus curvas de demanda para todos los
bienes, servicios e instalaciones y bajo un cúmulo de diferentes circunstancias es
algo imposible de satisfacer. La imposibilidad de trazar una calendarización de
las preferencias para cada encuestado significa que muchas alternativas deben
ser excluidas del abanico de opciones sobre las cuales estaría, hipotéticamente,
dispuesto a gastar su dinero.
Para estos economistas, no tiene mucho sentido hablar de la cantidad de gente que
valora algo independientemente a estar en una situación específica en la que tienen que
hacer su elección. Hasta qué punto una persona valora las cosas siempre estará
condicionado por el tiempo y el lugar.
Si se adopta esta posición, ¿pueden los economistas decir algo sobre las
preferencias de las personas? Rothbard sostiene que los economistas no pueden decir
que un individuo valora un mismo bien en todas las circunstancias; lo único que podrían
decir es que en cierta situación específica un bien fue valorado por un individuo. Al
observar a alguien tomando una decisión, Rothbard argumenta que un economista puede
deducir que la persona prefirió su elección ex ante en ese momento. Rothbard (1956, p.
225) escribe: «La selección actual revela o demuestra la preferencia de un individuo;
es decir, que sus preferencias son deducibles de lo que él ha escogido en la acción».
Cuando alguien pide una cerveza en lugar de una copa de vino podemos decir que la
persona prefirió la cerveza al vino en ese momento, pero no podemos decir que la
cerveza es siempre preferible al vino.
La implicación de este aspecto del subjetivismo económico es que los economistas
no pueden ir por ahí diciendo a los gobiernos lo que la gente realmente quiere. Las
preferencias no solo difieren entre los individuos, sino que las preferencias de las
personas difieren en el tiempo. Cuando los gobiernos toman decisiones para las
personas en lugar de dejar que los individuos tomen sus propias decisiones, están
asumiendo que pueden saber lo que las personas realmente quieren independientemente
al proceso de mercado. Pero de acuerdo con Hayek, el resultado del proceso de
mercado no puede ser conocido de antemano. Hayek ([1968] 2002, p. 9) dice que
debemos «considerar la competencia como un procedimiento sistemático para
descubrir hechos que, si el procedimiento no existiera, seguiría siendo desconocido».
Una cosa es suponer que las escalas pueden mostrar el orden en el que los
individuos pueden preferir una serie de alternativas y comparar ese
ordenamiento con la escala de otro individuo. Pero es muy diferente suponer que
detrás de ese ordenamiento existen magnitudes que pueden ser comparadas como
las escalas individuales (1932, p. 122; cursivas en el original).
Bajo esta perspectiva, no se puede decir que el pobre valora algo más de lo que lo
valora un rico. Siguiendo esta lógica, y llevándola a sus consecuencias más extremas,
los economistas no pueden decir que cualquier persona obtiene una mayor utilidad de
algo que otra persona de ese mismo algo. Podemos observar que tengan voluntad de
pago diferente o disposición a pagar, pero no podemos concluir que una persona deriva
una mayor utilidad que otra. Para el subjetivista económico profundo, no hay manera de
medir o comparar la utilidad entre diferentes personas.
Hasta ahora hemos estado discutiendo las formas en que muchos economistas tratan de
medir la utilidad subjetiva de los individuos, formas que no se pueden realizar de
acuerdo a las posturas más profundas de los subjetivistas. Muchos economistas
coinciden que no existe la unidad de media «útil», pero aun así se niegan a renunciar a
las comparaciones de bienestar total. Es por ello que dependen de otras medidas para
poder aproximarse a medir el bienestar de las personas. Una de las aproximaciones o
parámetros de bienestar más mencionadas es el ingreso per cápita. Mucha literatura
sobre crecimiento económico descansa en estadísticas sobre el ingreso per cápita como
un parámetro de comparación entre naciones.
El dinero permite a las personas comprar cosas y dado que más es mejor que menos,
muchos economistas asumen que la maximización de los ingresos monetarios debe ser
una meta normativa para la sociedad. Este estándar no se basa en comparaciones
interpersonales de utilidad, sino que en algo que realmente se puede medir, es decir,
dólares. ¿Está esta norma de acuerdo con el subjetivismo económico? Rothbard ([1962]
2004, p. 300) escribe: «Podemos —al menos teóricamente— medir los ingresos
monetarios mediante la adición de la cantidad de ingresos en dinero que cada persona
obtiene, pero esto de ninguna manera es una medida del ingreso psicológico». Para
Rothbard, las personas se preocupan más por el ingreso psicológico que solamente por
el ingreso monetario: «Es el ingreso psicológico y no el ingreso monetario el que está
siendo maximizado» (ibíd., énfasis en el original).
Esta posición se puede explicar haciendo uso de la más simple economía, ya sea
desde un enfoque neoclásico o misesiano. Como Mises señala, los ingresos monetarios
son positivos, pero tener que trabajar para obtener ingresos monetarios es algo negativo
(lo que Mises [1949] 1996, p. 65, llamaba la desutilidad del trabajo). Cuando una
persona es libre de hacer su propia elección, elegirá la combinación preferida de
trabajo y de ocio. En la combinación ideal de un individuo no tendrá que trabajar ni
más ni menos. Sin embargo, si un individuo se ve obligado a trabajar más y, por ende
consumir más tiempo libre del que él hubiera preferido, está en una situación de menor
satisfacción porque, aunque tenga más dinero, no tiene el tiempo libre que había
preferido. De la misma manera, si una persona se ve obligada a trabajar menos, y por
consiguiente cuenta con más tiempo libre del que habría preferido, también se
encontraría en una situación de menor satisfacción ya que, en este caso, contará con
menos dinero. Además de los ejemplos obvios de trabajo forzoso, la microeconomía
básica demuestra que hay muchas maneras de lograr que las personas trabajen más de
lo que habrían deseado. Un impuesto, por ejemplo, empobrece a una persona sin
reducir las ganancias monetarias marginales de trabajo, ya que induce a consumir
menos tiempo libre (trabajar más) de lo que habría preferido (Rothbard [1962] 2004, p.
915). En este caso, el ingreso monetario de la sociedad ha aumentado haciendo que las
personas estén menos satisfechas que antes. O, en el caso del trabajo forzado, el ingreso
monetario también podría aumentar, pero aquellos que fueron forzados a trabajar están,
obviamente, menos satisfechos.
Esto significa que todas las políticas orientadas a maximizar los ingresos
monetarios, por sí solas (sin tener en cuenta todos los beneficios psicológicos de los
individuos) no harán que las personas sean más felices. Cuando los individuos son
libres para maximizar su ingreso psicológico van a elegir la combinación óptima de
trabajo y ocio, lo que para algunos supone trabajar más en profesiones mejor pagadas.
Sin embargo, otros elegirán una combinación diferente que podría incluir formas no
monetarias de ingreso psicológico; como vivir una vida contemplativa. ¿Podemos decir
que uno tiene mayor satisfacción que el otro? Rothbard escribe: «El ingreso
psicológico, siendo puramente subjetivo, no se puede medir». Además, desde el punto
de vista de la praxeología, ni siquiera podemos comparar ordinalmente el ingreso
psicológico ni tampoco la utilidad de una persona con respecto a otra. No podemos
decir que el ingreso o «utilidad» de A es mayor que la de B ([1962] 2004, p. 300). Los
observadores externos pueden medir los ingresos monetarios, pero no pueden medir el
ingreso psicológico, que es, al final, lo que importa (Block, 1977, p. 115). Dado que el
ingreso psicológico es inmensurable, no se pueden comparar dos individuos y decir que
uno está mejor que el otro.
Una implicación de este punto de vista es que uno no puede mirar los ingresos
monetarios de las diferentes regiones y concluir que un grupo está mejor que el otro. La
persona promedio en Alaska tiene un mayor ingreso monetario que la persona promedio
en Hawái, pero no podemos decir que el promedio de Alaska es más feliz que el
promedio de Hawái, ya que no tenemos manera alguna de observar su utilidad
psicológica. Sucede lo mismo con la persona promedio en México comparada con la
persona promedio de los Estados Unidos[24]. Mirar los ingresos monetarios, sin
embargo, tiene un uso. Un lugar con bajo ingreso monetario puede indicarnos que el
gobierno interfiere en el área del intercambio de bienes, pero es enteramente posible
para un país tener un ingreso alto y un gobierno que también interviene[25]. Un mayor
ingreso monetario puede ser un indicador; sin embargo para un economista subjetivista
puede no ser el único indicador.
Otra forma de la que los economistas hablan de conseguir un parámetro del bienestar es
con la observación de los patrones de migración entre países. Siguiendo el modelo de
Tiebout hasta su extremo, Dinesh D’Souza (1999) pregunta: «¿No es una medida
bastante objetiva de aquellos países que trabajan bien el que algunas personas quieran
trasladarse a ellos?». Los ejemplos comúnmente utilizados son los de migraciones de
Berlín Oriental hacía Berlín Occidental o desde México a los Estados Unidos. Esta
comparación no está sujeta al mismo problema que el de mirar el ingreso monetario,
porque cuando una persona decide emigrar toma en cuenta no solo el ingreso monetario,
sino también el ingreso psicológico entre los dos países. Si observamos a un individuo
eligiendo entre el país A y el país B, podemos decir que el individuo ha contemplado
que el paquete de opciones del país B es preferido al paquete de opciones del país A.
Podemos decir que esa persona ha demostrado preferencias sobre el país de su
elección. Pero esto no requiere de los economistas observar el ingreso psicológico o la
utilidad, solo requiere observar las decisiones de las personas.
A pesar de las buenas cualidades de esta teoría, uno podría cuestionar hasta qué
punto puede ser eficaz el estándar. Si bien es cierto que 10 millones de mexicanos han
emigrado a los Estados Unidos y demuestran una preferencia actual de un país sobre el
otro, ¿podemos decir que la utilidad promedio de los Estados Unidos es mayor a la de
México? México todavía cuenta con 100 millones de habitantes que han demostrado
que no prefieren a los Estados Unidos sobre México, por lo que una interpretación de
sus acciones es que esos 100 millones han preferido vivir en México antes que en los
Estados Unidos. ¿Demuestra esto que México se prefiere más que los Estados Unidos?
Se podría argumentar que en un mundo en el que los costes de transacción son cero,
sin restricciones de inmigración, más de 10 millones de mexicanos emigran a los
Estados Unidos, y esto podría ser verdadero[26]. Pero si observamos la migración de 50
millones de personas y la permanencia de otras 60 millones de personas en México,
¿podríamos decir que Estados Unidos es preferible a México? Si tan solo tomamos en
cuenta el número, más mexicanos están demostrando que prefieren vivir en México de
los que están demostrando que prefieren vivir en los Estados Unidos. Aun si el número
de migrantes fuese 70 millones, en comparación con 40 millones que deciden no ir, a
menos que los economistas tengan una manera de medir y comparar el total de ingresos
psicológicos de las personas que salen con respecto a las que se quedan, no está claro
qué es exactamente lo que mide el número de personas que tomaron esa elección. El
excedente de los ingresos psicológicos de los migrantes puede ser muy pequeño
comparado con el excedente de los ingresos psicológicos de los que se quedan. La
economía no es solo la suma de números de personas que realizan una elección. Seguir
dicho estándar solo implicaría que el valor relativo de los bienes podría ser
determinado por votación de la mayoría, y esta perspectiva viola por completo nuestro
más básico principio de la economía subjetivista.
Otra forma en la que los patrones de migración podrían ser útiles es mirar más allá
de la cantidad de mexicanos que migraron y quienes permanecieron, y en su lugar
comparar el número de los mexicanos que migraron a los Estados Unidos y el número
de americanos que migraron a México. Esto elimina el problema del hecho de que
muchos americanos y mexicanos prefieren vivir en su país de nacimiento. Pero este
estándar también tiene sus problemas. Alrededor de 10 millones de mexicanos viven en
los Estados Unidos y un sobre 1 millón de americanos viven en México. Muchos de
este millón de americanos parecen ser expatriados muy ricos que han elegido vivir en
otra parte del mundo, mientras que los 10 millones de mexicanos que viven en los
Estados Unidos tienen recursos bastante más limitados. ¿Qué grupo de migrantes se ha
beneficiado más de su movimiento? Aunque el número real de americanos que
prefirieron trasladarse a México es menor que el número de mexicanos que prefirieron
trasladarse a los Estados Unidos, a menos que se pueda medir la utilidad marginal
obtenida por los 10 millones de mexicanos que se mudaron a los Estados Unidos y
compararla con la utilidad marginal ganada por ese millón de estadounidenses que se
trasladaron a México, los patrones de migración neta dicen muy poco acerca de la
utilidad total de un país. Llegar a esta conclusión sería similar a decir que los 3
millones de consumidores de autos Ford obtienen más utilidad en su compra que los
300.000 consumidores de Mercedes. Podemos deducir que los 3 millones de
consumidores de Ford preferían su elección a todo los demás, y podemos deducir que
los 300.000 consumidores de Mercedes preferían su elección a todo los demás, pero
no podemos decir que los consumidores de Ford preferían su elección más de lo que
los compradores de Mercedes han preferido su elección. Sería totalmente erróneo tratar
de inferir a partir de los datos que Ford es mejor que Mercedes[27].
10. Pregunta 9: ¿Puede el coste-beneficio de la eficiencia ser un indicador de
utilidad?
En general, incluso los economistas más rigurosos, como Wertfrei, han estado
dispuestos a permitirse un juicio ético: se sienten en la libertad de recomendar
cualquier cambio o proceso que incremente la utilidad social en virtud de la
regla de la unanimidad. Cualquier economista que persigue este método tendría
que defender (a) el libre mercado como siempre beneficioso y (b) abstenerse de
defender cualquier acción gubernamental. En otras palabras, él tendría que
convertirse en un defensor del «ultra» laissez faire (ibíd., p. 253).
Así como la intervención del gobierno hace que al menos una persona empeore en su
situación, los mercados permiten a todas las personas maximizar su utilidad individual
(sujetas a las restricciones de mercado); es por esto que Rothbard dice: «El libre
mercado maximiza la utilidad social».
Este argumento ha recibido mucha atención, aunque más comentarios negativos que
positivos. Autores como Laurence David Moss y Prychitko han criticado la discusión
de Rothbard sobre la utilidad social. Otros argumentan que Rothbard intenta,
ilegítimamente, mezclar la economía positiva con conclusiones políticas libertarias; y
algunos otros sostienen que Rothbard está haciendo declaraciones ilegítimas acerca de
la utilidad cardinal de la sociedad. ¿Podría ser que Rothbard no sea tan profundamente
subjetivista como mucha gente cree?
A pesar de la controversia de esas páginas, un hecho interesante y poco conocido es
que Rothbard mismo no las tomaba demasiado en serio: En una serie de conferencias,
en una de las cintas grabadas y con poca circulación, «A Short Course on Free Market
Economics» [Un breve curso sobre la economía de libre mercado], Murray Rothbard
realmente dice[31]: «Yo solía divertirme mucho con esto [...] en mi primer artículo que
nunca salió». Describe cómo el comercio aumenta la utilidad de ambas partes y luego
agrega: «Si queremos utilizar el término “sociedad”, que de todos modos no me gusta,
entonces podemos decir que la utilidad social se incrementa». Luego, «cuando el
gobierno entra en escena lo que hace es disminuir la utilidad social de alguien,
usualmente la del contribuyente». Rothbard después declara:
Por desgracia he sido acusado, aunque este término es desafortunado [...] ha sido
sostenido que toda mi base para el laissez faire descansa en la idea de que la
utilidad social es una tontería [énfasis añadido]. Por supuesto que no lo es. Todo
esto solo ha sido para resaltar y demostrar que si nos inclinamos en la eficiencia
de utilidad social de Pareto entonces tenemos que confinarnos al laissez faire.
Este no es mi mayor argumento para el laissez faire. En cualquier caso, el
problema de esas personas que piensan que este es mi principal argumento es
que están tan absortas que no pueden realmente comprenderlo (Rothbard, cinta 6,
«Cost of the Firm» [«Coste de la firma»] Lado B, 35:57 a 37:44).
12. Conclusión
Los principios del subjetivismo económico caracterizan una gran parte de la economía
moderna y su importancia no puede ser exagerada. Sin embargo, a pesar de que casi
todos los economistas creen que los bienes se valoran sobre la base de lo mucho que
satisfacen las preferencias subjetivas de una persona, algunos economistas creen en el
subjetivismo económico de maneras diferentes que otros. En lugar de clasificar a los
economistas como subjetivistas o no-subjetivistas, este capítulo ha discutido algunas de
las maneras en que los economistas pueden o no ser subjetivistas. Si se administra una
prueba en el subjetivismo económico, ciertos economistas neoclásicos se puntúan más
alto que los demás. Bryan Caplan, por ejemplo, podría estar de acuerdo con el
subjetivista más profundo en las cuestiones de 1 a 8. En ese sentido, un economista
como Caplan obtiene mejores calificaciones en una prueba de subjetivismo económico
que alguien que cree en la utilidad social, como Ludwig von Mises. Pero cuando se
trata de la pregunta 9, de la eficiencia de costes y beneficios, las puntuaciones de
Caplan serán más bajas en la prueba de subjetivismo económico que un Lionel Robbins
o un Murray Rothbard. Los subjetivistas más profundos dirían que los observadores
externos no pueden saber hasta qué punto un individuo estaría dispuesto a pagar por
todas las unidades de un bien en diferentes circunstancias, por lo que no se puede
calcular y tampoco comparar entre los excedentes de los consumidores de los
diferentes estados del mundo. Sí, Caplan, está en lo correcto sobre que muchos
economistas pueden clasificarse como creyentes de algún tipo de subjetivismo, pero
muchos solo pueden clasificarse como subjetivistas en el sentido más débil del
concepto. Muchos economistas estarán en desacuerdo sobre si consideran óptimo el
espectro económico del subjetivismo, y estarán de acuerdo en que no todos los
economistas son subjetivistas en el mismo grado.
El subjetivismo económico tiene muchas implicaciones desde un punto de vista
positivo y normativo. Desde un punto de vista positivo, las reglas de la economía
subjetivista dejan fuera a muchas de estas implicaciones que se podrían considerar
poco científicas. Robbins (1932, p. 125) escribe: «En efecto, toda aquella parte de la
teoría de las finanzas públicas que se ocupa de “utilidad social” se va por la borda».
La economía positiva todavía tiene mucho que decir sobre el mundo, siempre y cuando
no intenten hacer cosas como comparar los niveles totales de utilidad. Desde el punto
de vista normativo, aunque el subjetivismo económico está completamente libre de
valores, abrazarlo significa que uno es más propenso a descartar muchos tipos de
prescripciones normativas. Por ejemplo, una persona que rechaza comparaciones
interpersonales de utilidad es menos propensa a apoyar sistemas que forzosamente
hacen que algunas personas estén en condiciones insatisfactorias por el bienestar de la
mayoría. Nada detiene a los economistas subjetivistas de apoyar una política específica
por razones normativas, pero sería ilógico que rechazara la suma de las utilidades y
luego apoyara una política destinada a aumentar la utilidad total.
Exactamente, hasta qué punto uno esté apegado al subjetivismo económico
significará su propensión a apoyar cierto tipo de políticas. Veamos algunos ejemplos.
Los economistas que abrazan incluso un subjetivismo moderado son mucho menos
propensos a favorecer leyes que obligan a que los precios de un bien estén
determinados en función del número de horas que tarda en fabricarse[32]. Esta podría ser
una de las razones por las que los socialistas son más raros entre los economistas en
comparación con otros grupos. Para los economistas que profundizan en el subjetivismo
económico hay otras implicaciones aún. Los economistas que abrazan el subjetivismo
de los costes son menos propensos a apoyar leyes que fijen impuestos sobre las
empresas. Los economistas que reconocen que las preferencias individuales difieren,
que no son constantes y que no son fácilmente evidentes independientemente de la
elección real, tenderán a favorecer menos los planes gubernamentales para
proporcionar «bienes» en beneficio de todas las personas.
Muchas de las justificaciones que usan los gobiernos son argumentos utilitaristas,
que asumen que la utilidad subjetiva es cardinal y comparable entre diferentes
personas. Sin embargo, los economistas subjetivistas más profundos rechazan estas
premisas. ¿Cómo podemos maximizar la suma de las utilidades en la sociedad cuando
no tenemos forma de sumar o medir incluso los útiles imaginarios?[33]. Además, al
rechazar el utilitarismo, los subjetivistas más profundos rechazan otros intentos de crear
sustitutos de bienestar de la sociedad, tales como ingresos monetarios, los patrones de
migración o el análisis de coste-beneficio. Cada una de estas políticas mide algo, pero
ninguna mide la utilidad psicológica. Si las teorías consecuencialistas, como el
utilitarismo o la norma de eficiencia económica, están carentes de sentido, entonces
¿qué nos queda? El subjetivismo económico no proporciona ningún argumento a favor
de los derechos, pero descarta una serie de regímenes consecuencialistas. Tal vez por
eso muchos economistas subjetivistas suelen criticar exhaustivamente la política basada
en los derechos. Y ellos también resultan ser libertarios.
Referencias bibliográficas
1. Introducción
La principal diferencia entre los dos premios Nobel de 2002 en Ciencias Económicas,
Daniel Kahneman y Vernon Smith, gira en torno a la proposición siguiente: el sistema
de precios economiza la información que los agentes económicos tienen que procesar
en la toma de sus propias decisiones. Mientras que ambos investigadores se centran en
la toma de decisiones de los individuos en un mundo de información incompleta ambos
llegan a conclusiones esencialmente opuestas. Uno hace hincapié en las limitaciones de
la cognición humana, mientras que el segundo se concentra en cómo los ajustes del
mercado permiten a las personas superar sus limitaciones cognitivas. La verdad es que
la gente no «supera» sus limitaciones cognitivas en presencia de precios de mercado y
de incentivos, pero sí descartan aquellos sesgos y aquellos atajos mentales que puedan
resultar contraproducentes. En su lugar, se basan principalmente en las señales emitidas
por los precios. De acuerdo con las investigaciones actuales del comportamiento, los
individos tienden a ser más objetivos y tenases en condiciones de mercado, es decir, se
parecen más al Homo economicus. De este argumento se desprende la idea que el
sistema de precios estimula el comportamiento social.
Cuando los participantes de un experimento económico presentan algún tipo de
«irracionalidad», parecen tomar las decisiones con sesgos sobre el valor esperado y no
necesarimante calculando el valor esperado. En cambio, parecen usar atajos mentales,
llamados heurísticas, para tomar las desiciones. Por ejemplo, las decisiones pueden
incluir: aceptar una oferta durante una subasta o si vende un bien por debajo del precio
de compra conocido. La observación comportamental revela que los sujetos adivinan
los valores esperados en lugar de calcular. Ellos parecen «adivinar» los excedentes del
comprador y del vendedor, los costos de transacción, entre otras cosas. El programa de
investigación de Kahneman es identificar cuándo y cómo es que estas «adivinanzas»
tienden a ser equivocadas. Mientras que el programa de investigación de Smith busca
identificar cuándo estas «adivinanzas» tienden a ser correctas. Cuando analizamos los
resultados comportamentales podemos concluir que cuando el costo de cometer errores
es más alto la tendencia a cometerlos decrece. En cierto sentido, los sujetos en
condiciones experimentales, muestran comportamientos racionales del más alto nivel
—cuando toman desiciones ellos economizan el pensamiento sobre el problema.
Los actores del mercado no son perfectos calculadores de costos y beneficios. El
sesgo existe y es a menudo costoso. La negociación puede fallar, las oportunidades de
beneficio viable pueden ser abandonadas y los consumidores a menudo experimentan
remordimientos. La economía del comportamiento proporciona un enfoque valioso para
la comprensión de estos eventos y puede ser una herramienta útil para identificar
maneras de mejorar el status quo.
Sin embargo, la economía del comportamiento no necesariamente apoya la
intervención del gobierno en los mercados. Una crítica obvia de este punto de vista es
que los actores políticos presumiblemente son tan propensos al sesgo y otros fracasos
cognitivos como actores del mercado. Además, los mercados tienen un mecanismo de
ganancias y pérdidas que no está presente en el ámbito político. El mecanismo de
ganancias y pérdidas se basa en precios de mercado, y en última instancia, es a causa
de los precios de mercado que los mercados pueden superar los obstáculos de la
limitada información y el conocimiento imperfecto.
La heurística solo parece «irracional» cuando los individuos la aplican mal. Una
heurística, por definición, es imperfecta —y no se podrá aplicar en ciertas situaciones.
Si una persona desea minimizar los costos cognitivos, entonces existe la posibilidad de
tomar «malas» decisiones —es decir, la posibilidad de usar una heurística, que de otra
manera sería eficaz, puede fallar en ciertos entornos. Los atajos tienen una utilidad
limitada, pero han sido adoptados por los individuos racionales hace tanto tiempo
debido a que tienden a tener éxito más a menudo de lo que sulen fallar. A veces los
términos «heurística» y «sesgo» se usan indistintamente[34], pero hay una importante
distinción entre los dos: el uso de la heurística es una forma de reducir los costos de la
toma de decisiones, desde la búsqueda de información hasta el análisis consciente de
los costos y beneficios; pero muchas definiciones de sesgo pueden incluir algún
concepto de parcialidad o prejuicio. La verdad es compleja, quizás incognoscible. La
heurística es una herramienta para aproximarnos a la verdad, mientras que el sesgo es
una herramienta para evitar la verdad. Sin duda, es posible que un individuo pueda
aferrarse a un atajo mental hasta el punto en el que se convierta en una tendencia. Pero
el uso de atajos mentales no está necesariamente (o incluso especialmente) relacionado
con el sesgo. Una heurística apropiada y eficiente incluso tenderá a reducir el sesgo.
La mente humana evolucionó en un ambiente de no-mercado —antes de la aparición
de la compleja actividad del mercado y de la multitud de opciones que ello conlleva.
La heurística y otras herramientas de toma de decisiones son apropiadas para la
supervivencia en grupos pequeños homogéneos con necesidades de subsistencia. Los
resultados de la economía experimental/conductual sobre el sesgo cognitivo y sobre el
sesgo de disponibilidad hasta el de aversión a la pérdida, sugieren que mucho de la
heurística que ha evolucionado puede inhibir el intercambio y con ello los beneficios
mutuos del comercio. Sin embargo, las presiones de la oferta y la demanda tienen la
tendencia de castigar a los que se aferran a una heurística ineficaz. El sesgo puede
reducirse en la medida en la que el coste del sesgo aumenta, y en un ambiente de
mercado, los precios juegan un papel importante en dicho proceso.
Tanto como los consumidores y los productores, los actores del mercado utilizan una
variedad de atajos mentales, es decir; heurística para tomar decisiones. El precio de
mercado de una entrada o resultado final de un bien es lo más importante, y la heurística
que por definición caracteriza la configuración del mercado. Los precios proporcionan
información de un tipo único: información mezclada con los incentivos. Ellos no solo
transmiten la relativa escasez de los bienes y servicios, sino que también proporcionan
un claro incentivo para comprar más o comprar menos. Las personas tienen graves
limitaciones cognitivas; simplemente somos incapaces de darnos cuenta de todas las
condiciones de mercado a la vez. Sin embargo, en las economías de mercado, las
decisiones en el rostro de información incompleta son ayudados por las señales de
precios. Los precios son la principal heurística que permite a los agentes del mercado
superar sus limitaciones cognitivas. Sin precios de mercado, las limitaciones cognitivas
que los austriacos y los economistas conductuales destacan evitarían por completo el
cálculo económico racional.
3. Heurística y racionalidad
Una forma de ver el punto de vista de la economía del comportamiento es que sus
conclusiones apoyan, en general, la intervención del gobierno en los mercados, debido
a su énfasis en la intersección de la irracionalidad y la ignorancia —tradicionalmente
un punto ciego en la economía neoclásica. La ignorancia es mejor definida como una
falta de conocimiento, pero la definición de «irracionalidad» está en disputa entre los
economistas: algunos adoptan una definición sustantiva, mientras que otros utilizan una
noción procedimental de la racionalidad. En este capítulo, la irracionalidad se refiere a
la tendencia de los seres humanos a verse obstaculizados por los sesgos en las tomas de
decisiones. La irracionalidad es a menudo acerca de cómo las personas hacen frente a
su falta de conocimiento; la teoría neoclásica estándar presume que la ignorancia obliga
a los individuos a adivinar. Un visión típica sobre «adivinar» está normalmente
distribuída alrededor de una especie de media de la «verdad». Mientras haya
suficientes personas que supngan, la estimación promedio tenderá a ser correcta
(Caplan, 2002). La gente tiene un conocimiento imperfecto, pero hacen sus conjeturas
mejor informados acerca de las probabilidades de eventos en un contexto de
incertidumbre.
Tanto la irracionalidad como la ignorancia son obstáculos que se deben superar en
los mercados, la simple identificación de los obstáculos no implica necesariamente que
esos obstáculos son insuperables. Si no hubiesen obstáculos a superar, habrían muy
pocas oportunidades de beneficio para ser encontradas por el empresario. Por ejemplo,
es debido a la información asimétrica en los mercados de autos usados que el
fabricante certifica como rentables los autos usados. La reputación termina siendo un
activo muy importante en los mercados, y para construir una reputación positiva los
vendedores tienden a compartir sus excedentes con los consumidores, aún cuando la
asimetría de la información podría permitir extraer más en el corto plazo. A menudo, el
«juego del ultimátum» se utiliza como un ejemplo de cómo la gente no es siempre
económicamente racional. El juego del ultimátum es un experimento en el que un sujeto
debe hacer un trato tómalo-o-déjalo, es decir, un ultimátum de unos a otros. El jugador
1 recibe una suma de dinero, por ejemplo, $ 10, y hay que dividirla con alguien más, un
jugador 2 desconocido para él. Supongamos que el jugador 1 ofrece $ 3 para el jugador
2, dejando $ 7 para sí mismo. Si el jugador 2 acepta la oferta, entonces el jugador 1
recibe $ 7 y el jugador 2 recibe $ 3. Pero si el jugador 2 rechaza la oferta, ningún
jugador recibe ningún pago. Una persona perfectamente «racional» en la posición de
jugador 2 acepta cualquier oferta positiva, ya que incluso si el jugador 1 ofrece un
centavo, hasta un centavo, sigue siendo preferible a nada.
Algunos investigadores del comportamiento creen que la tendencia general a
rechazar las ofertas por despecho es relevante en mercados, sobre todo en los
intercambios en los que una de las partes tiene un fuerte poder de mercado, es decir,
donde los vendedores (o compradores) tienen un poder de monopolio significativo (o
monopsonio). Thaler (1992, p. 31) dice: «Así como el destinatario de un juego del
ultimátum podrán rechazar una oferta pequeña, pero positiva, el comprador podrá
abstenerse de comprar a un precio que deja un poco de excedente del consumidor pero
es visto como la división del excedente de una manera injusta». La extensión del
interesante hallazgo del comportamiento en la actividad del mercado es profundamente
errónea. Thaler ofrece una noción equivocada de lo que es el excedente del
consumidor.
Si el excedente del consumidor es la diferencia entre el máximo que un consumidor
está dispuesto a pagar por un bien y el precio pagado; ahora bien, no puede haber un
excedente por parte del consumidor en una situación en la que el comprador no está
dispuesto a pagar el precio del vendedor. La renuencia de los consumidores a comprar
puede basarse en una noción de justicia o una multitud de otros factores. Pero cuando un
consumidor no está dispuesto, esa persona, por definición, no tiene excedente del
consumidor. El precio de demanda del comprador es fundamentalmente subjetivo,
basado en valores y creencias subjetivas, por lo que es absurdo suponer que uno de
esos valores (justicia) es de alguna manera exógena o aparte de la demanda de los
consumidores.
Los experimentos de comportamiento muestran que los seres humanos tenemos
alguna noción de justicia que afecta nuestra valoración de los viene y servicios. Sin
embargo, los experimentos también muestran que la justicia tiene sus límites —las
apuestas más altas se acompañan de un comportamiento estrictamente más «racional».
[35]
Esto no significa que las nociones de justicia y equidad obstaculizan las acciones
económicas, sino que las nociones de justicia son otro valor subjetivos que los
vendedores (y compradores) toman en cuenta al momento de participar en intercambio.
Cuando los precios del petróleo alcanzaron su pico, fue a causa de la escasez —
por ejemplo, la escasez causada por el daño a la infraestructura petrolera por
huracanes en la Costa del Golfo. La mejor manera de manejar esa escasez es que
los productores hagan un esfuerzo especial para conseguir petróleo e ingresarlo
al mercado y que los consumidores hagan un esfuerzo especial para reducir su
consumo. Los precios más altos fomentan esas dos respuestas, en lugar de
quejarse de la especulación de precios, el Congreso debe celebrar las señales de
precios. Por el contrario, los precios controlados no generan presión para la
producción adicional o la conservación. Simplemente crear líneas de gasolina:
Testigo de la década de 1970. (11 de noviembre de 2005, p. A24).
Considerando que, según el punto de vista austriaco los precios juegan un papel
activo en el proceso de descubrimiento, mediante la difusión de información aún
desconocida para los actores en una situación de desequilibrio del mercado, se
limitan a «resumir» el conocimiento ya conocido en una situación de equilibrio
de acuerdo con la economía neoclásica.
En desequilibrio, la teoría neoclásica estándar del precio parece contar solo una
historia de los incentivos. Si la cantidad ofrecida supera la cantidad demandada en un
mercado en particular, existe un superávit. La historia neoclásica es que el superávit
genera una presión a bajar el precio, y el precio de mercado a la baja induce a los
consumidores a comprar más y los vendedores a ofrecer menos. Para ellos el precio
proporciona un incentivo para actuar, pero no para informar a los actores.
Pero, en cierto sentido, este ejemplo de un rápido descenso de los precios, en sí,
puede ser una indicativa de superávit, en otras palabras, los vendedores y los
compradores están recibiendo señales importantes. Este es un punto enfatizado por F.A.
Hayek (1945, p. 525), cuando explica que el «hombre en escena» necesita saber
«cuánto más o menos difícil de conseguir [recursos] se han convertido en comparación
con otras cosas con las que él también está preocupado, o cuánto más o menos urgente
le son». En el paradigma neoclásico, si la gente quiere algo más urgente, eso implica un
aumento de la demanda que, ceteris paribus, da lugar a un precio más alto. La
diferencia entre las escuelas es de énfasis: la historia neoclásica estándar enfatiza el
mecanismo por el cual el precio se mueve hacia un nuevo equilibrio. El énfasis
austriaco está en el mecanismo por el cual los demandantes dan una buena respuesta al
movimiento del precio.
Para «el hombre en escena» de Hayek la información es necesaria. Pero está claro
que lo que esa persona necesita aún más es información relevante. Hayek (Ibíd., énfasis
original) sostuvo que para tal individuo una gran cantidad de información es
irrelevante:
No hay casi nada de lo que pueda suceder en cualquier parte del mundo que no
tenga un efecto en la decisión que se debía tomar. Pero no tiene por qué saber de
estos eventos, como tal, ni de todos sus efectos. Para él no importa por qué en un
momento en particular quería más tornillos de un tamaño que de otro ¿Por qué
las bolsas de papel son más fáciles de obtener que las bolsas de lona, o por qué
la mano de obra calificada, o herramientas específicas de la máquina, tienden,
por un momento, a ser más difícil de adquirir?
6. Conclusión
Referencias bibliográficas
Apenas sería injusto afirmar que aquí la postura racionalista se opone a casi
todo lo que es producto definido de la libertad o concede a esta última su valor.
Quienes creen que todas las instituciones útiles son deliberadamente ideadas y
que no se puede concebir nada eficaz para los propósitos humanos sin ir
precedido de una consciente planificación son, casi por necesidad, enemigos de
la libertad. Para ellos la libertad significa caos.
1. Introducción
Los economistas en general se centran en los incentivos positivos que crean los
derechos de propiedad. Quizás el resultado positivo más reconocido de los derechos de
propiedad claramente definidos es la prevención de la «tragedia de los comunes»
(Hardin, 1968). Cuando a las personas se les permite perseguir sus propios intereses en
un ambiente carente de derechos de propiedad, a menudo aparecen resultados sociales
indeseables, también conocidos como la tragedia de los comunes. Por ejemplo, en la
década de 1800, cuando no existían regulaciones sobre la caza de búfalos, se produjo
sobreexplotación, llevándolos casi a la extinción en los Estados Unidos.
Por otro lado, sabemos que cuando los derechos de propiedad están bien definidos y
son protegidos, las personas tienen un fuerte incentivo para ser buenas administradoras
de sus recursos. De hecho, si los recursos son suficientes y valiosos y los derechos de
propiedad están bien definidos, la gente va a participar en y/o fomentar la producción
de bienes que podrían, en algún momento, haberse pensado en peligro de extinción o
desaparición. Por ejemplo, las poblaciones de búfalos han aumentado en Occidente
ahora que se han creado los derechos de propiedad sobre el búfalo, lo que significa que
el búfalo puede ser propiedad privada y se venden para obtener una ganancia. Dar a la
gente los incentivos adecuados para el cuidado de los recursos es tan solo un aspecto
beneficioso de los derechos de propiedad. Una ventaja igualmente importante, aunque
menos tangible de los derechos de propiedad claramente definidos, es que esos
derechos permiten la comunicación de los valores de mercado y la relativa escasez de
determinados productos. Por ejemplo, cuando los derechos al agua son privados, y las
personas tienen que comprar el agua de los propietarios privados, el precio del agua
refleja la verdadera escasez y el valor del recurso. Por el contrario, esta información es
a menudo oscurecida por los subsidios gubernamentales y los controles de precios, lo
que significa que el mercado no es capaz de transmitir con precisión el valor del agua.
Los economistas se han centrado durante mucho tiempo en la función que
desempeñan los derechos de propiedad haciendo que los mercados funcionen, en su
mayoría, gracias a la información creada y comunicada cuando los individuos y las
firmas intercambian privadamente sus bienes y servicios. Adam Smith enfatizó la
importancia de los derechos de propiedad cuando escribió:
El comercio y las manufacturas pocas veces pueden florecer del todo cuando el
Estado no disfruta de una administración regular de la justicia, en la que las
personas no se sienten seguras sobre la posesión de sus bienes, en la que la fe de
los contratos no está amparada por la ley y en el que la autoridad del Estado no
se presume que sea regularmente empleada para el cumplimiento de pagar
deudas que somos capaces de pagar ([1776] 1981, p. 910).
Ludwig von Mises, F.A. Hayek y otros economistas austriacos se basaron en este
tema en el trabajo de Smith. Para los economistas austriacos, los mercados solo pueden
enviar señales apropiadas sobre la escasez relativa de los bienes cuando un
determinado conjunto de instituciones, a saber, la propiedad privada y el Estado de
derecho, están en su lugar. Mises ([1927] 1996, p. 184) fue bastante explícito acerca de
la importancia de la propiedad privada cuando sostuvo que el «intervencionismo», que
tiene por objeto regular y restringir los derechos de propiedad, «no puede lograr los
fines que sus defensores pretenden alcanzar». De acuerdo con Mises ([1932] 1981, p.
125, énfasis añadido):
1. Sin propiedad privada de los medios de producción no habrá mercado para los
medios de producción.
2. Sin un mercado para los medios de producción no habrá precios monetarios
establecidos para los medios de producción.
3. Sin precios monetarios, que reflejen la escasez relativa de los bienes de capital,
los encargados de tomar decisiones económicas serán incapaces de calcular
racionalmente el uso alternativo de los bienes de capital.
3. Privatización espontánea
Según algunos estudiosos del derecho como Holmes y Sunstein (1999), los derechos
extralegales que estamos discutiendo no tienen sentido porque los derechos de
propiedad no pueden existir sin el estado. Sin embargo, aunque los eruditos legales
puedan disputar la situación de los derechos extralegales, son significativos y deben ser
examinados porque las personas dan sentido a los derechos extralegales. El problema
básico de la privatización impulsada por el Estado, y la razón principal por la que los
economistas austriacos ven la privatización espontánea como favorable, es que los
funcionarios rectores del Estado carecen de los incentivos y la información correcta
para privatizar los recursos escasos. Cuando se hace de arriba hacia abajo, los
propietarios de hecho se enfrentan a incentivos perversos para resistirse a la reforma,
reducen el valor o ambas cosas.
Los críticos del argumento a favor de la privatización espontánea suelen interpretar
el argumento como una defensa de la anarquía y el caos, en lugar de orden y
racionalidad. Estos críticos apuntan a la jerarquía, a menudo exitosa, de la toma de
decisiones de los empresarios dentro de las empresas como ejemplos de cómo los
enfoques graduales y racionales en el confuso mundo de los negocios pueden producir
los resultados deseados. Además, los críticos de la privatización espontánea
argumentan que, en un entorno en el que los costes de transacción son altos, la
centralización y la planificación son a menudo superiores a la descentralización
(Coase, 1937); ya que los costes de transacción elevados parecen ser un síntoma de la
reforma y de las economías en transición, un enfoque más centralizado de reforma
podría estar justificado.
La privatización laissez faire no es un argumento en contra de la planificación o de
la racionalidad. El argumento a favor de la privatización espontánea es aquel que se
abraza a la racionalidad de los individuos en el control de los recursos. Los defensores
de la privatización espontánea desean permitir que los propietarios de facto de los
recursos puedan aprovechar el conocimiento local, con el argumento de que este
enfoque es más eficaz en comparación con los programas centralizados de planificación
burocrática. De hecho los propietarios tienen una mejor idea acerca de qué activos son
lo suficientemente valiosos como para ser privatizados y cuáles no. Por otra parte, los
propietarios de facto tienen un mejor sentido de cómo los problemas de simultaneidad
y secuencia de la privatización deben tratarse; cuando un recurso se privatiza, a veces
crea una necesidad apremiante para que otros puedan ser privatizados.
Aunque los economistas austriacos en general están a favor de la privatización
espontánea en comparación con los que están a favor de la privatización que va de
arriba hacia abajo, la privatización espontánea no está libre de problemas. En primer
lugar, la privatización espontánea no puede tener lugar en una sociedad que no valora ni
respeta los derechos de propiedad privada. Las normas culturales prevalecientes en un
país determinado actúan como un obstáculo difícil en los esfuerzos de la privatización.
Sin el entorno cultural adecuado, los sistemas de propiedad no serían robustos. Como
dice Peter Boettke ([1996] 2001, p. 257): «Las reglas son solo reglas si lo dictan
prácticas consuetudinarias». Sin embargo, los problemas culturales no son exclusivos
de los programas de privatización espontánea, y de hecho actúan como una restricción
en contra de cualquier tipo de reforma, ya sea de arriba hacia abajo o espontánea. Por
otra parte, no está claro hasta qué punto la cultura es maleable y lo rápido que puede
cambiar.
Cuando hablamos en serio acerca de la privatización espontánea, los problemas de
aplicación son también una causa obvia de preocupación. Desde la privatización
espontánea el problema es extralegal. ¿Cuáles son los mecanismos de resolución de
conflictos? Las fuentes formales de autoridad, como los tribunales y los organismos
reguladores, son insuficientes para hacer frente a tales conflictos, ya que estas fuentes
de autoridad son contrarias a la naturaleza de los derechos extralegales. Sin el
enforcement formal, la titulación y la transferencia de derechos son más costosas. Por
otro lado, los derechos informales evolucionan y se vuelven sofisticados durante el
curso de la privatización espontánea. Con el tiempo, algunos de los derechos que
surgen del reconocimiento al sector informal ganan la aceptación por los sistemas
legales formales, por lo que es posible para los sistemas formales hacer cumplir los
derechos de propiedad que han surgido a través de un proceso orgánico y legítimo.
Por último, los flujos de capital y las oportunidades de inversión extranjera directa
no pueden llevarse a cabo cuando los derechos de propiedad son descentralizados. El
problema del «capital muerto» descrito por De Soto (2000) se debe a que los bancos
requieren que los derechos de propiedad sean formales y claros para que funcione un
sistema de préstamos. Debido a su situación extralegal, los derechos informales pueden
no ser eficaces en la promoción de inversiones de capital y el crecimiento económico
generalizado. Aunque puede ser más difícil para los empresarios obtener capital
operando fuera del sistema formal de propiedad, esto no es imposible. Los programas
de microfinanzas y los esfuerzos colectivos de ahorro son enfoques ascendentes que han
surgido para hacer frente a este desafío.
4. Conclusión
Referencias bibliográficas
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Former Communist Economies», en Peter Boettke (ed.), Calculation and
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7. El mercado competitivo es un proceso
de descubrimiento empresarial
FREDERIC SAUTET[37]
1. Introducción
2. El mercado
FIGURA 7.1.
TRES VISIONES DIFERENTES DEL «MERCADO» EN LA TEORÍA ECONÓMICA
3. Competencia
4. Empresarialidad
Los economistas austriacos, y esto comenzó ya en Carl Menger, siempre han mantenido
que no hay razón para suponer que los beneficios del comercio sean conocidos y
explotados desde el principio. Esto significa que uno debe presentar un mecanismo por
el cual las ganancias del comercio llegan a ser percibidas y explotadas. Este
mecanismo es el descubrimiento empresarial.
El concepto de espíritu empresarial es uno muy difícil de precisar. El espíritu
empresarial se puede entender de dos maneras. Muchos, si no la mayoría, de los
economistas entienden la función empresarial como aquella de iniciar un negocio o
como «capitán de industria». Esto puede ser referido como la behavioral view o visión
del comportamiento de la empresarialidad. En este punto de vista, el empresario es un
hombre de negocios que lleva a cabo un plan para iniciar o desarrollar un negocio
mediante la combinación de los factores de la producción necesarios. Si bien este es un
papel importante en una economía de mercado, la teoría se mantiene dentro de los
límites del comportamiento optimizador y de equilibrio.[49]
Mises y Kirzner desarrollaron otro enfoque de la función empresarial. En este punto
de vista, el empresario descubre los beneficios del comercio que eran hasta ahora
desconocido para los participantes del mercado. Esto no quiere decir que quien abre un
negocio no puede ser también un empresario (en el sentido de Kirzner) —en el mundo
real, los dos por lo general van de la mano. Se trata simplemente de que el elemento
clave en el espíritu empresarial es el descubrimiento, que se manifiesta en todo tipo de
situaciones, y no solo en el caso de la creación de empresas.
El enfoque de descubrimiento también puede ser referido como el cognitive view o
visión cognitiva de la iniciativa empresarial. No considera el emprendimiento como un
problema de optimización o un tipo ideal (como en el caso del método de
comportamiento) sino más bien como una función universal en la acción humana. Un
ejemplo fuera del mercado puede aclarar la razón por la cual el descubrimiento es la
función esencial de la iniciativa empresarial.[50]
Supongamos que Robinson Crusoe, solo en su isla, va a pescar cada mañana con una
línea que ha mantenido con él después del naufragio de su barco. Este método de pesca
no es muy productivo ya que gasta una media de dos horas antes de que llegue un pez.
Mientras reflexiona sobre su situación, Crusoe tiene lo que puede ser una idea brillante.
Se ha notado que hay un número considerable de lianas alrededor de la isla. Algunas de
ellas son muy grandes, pero otras son delgadas y muy resistentes. Se da cuenta de que,
con cuidado, combinando una serie de lianas bien escogidas, él podría ser capaz de
hacer una red y utilizarla para mejorar su productividad durante la pesca. La aplicación
de esta idea toma una buena cantidad de trabajo y tiempo. Crusoe tiene que encontrar
las lianas derechas, y ponerlas juntas en una forma que le permita pescar el tamaño de
los peces que él quiere. Además, no está seguro de cuánto tiempo durará la red en el
agua, pues las lianas se pueden disolver y resultar inapropiadas para la construcción de
la red. Sin embargo, podemos suponer que después de algunos experimentos, se
encuentra en posesión de una red completamente funcional que le permite capturar, en
promedio, cinco ejemplares por hora. En otras palabras, su productividad ha aumentado
diez veces.
Para lograr esta hazaña, Crusoe ha desplegado los recursos disponibles (las lianas,
así como su propio tiempo y energía). A medida que se va reflejando su trabajo en el
número de peces que ahora puede pescar en una hora, Crusoe puede tener la tentación
de atribuir este resultado por completo a los recursos utilizados en la construcción de la
red. Sin estos recursos, no podría haber tenido su red. Sin embargo, en un sentido más
profundo, el uso de la red se puede atribuir por completo, no a esos recursos, sino más
bien a la «brillante idea» que Crusoe tenía al principio. Sin la idea de construir una red,
las lianas de la isla y el tiempo y energía de Crusoe no se hubieran visto como recursos
(es decir, bienes de capital) para utilizar en el curso de acción. Fue a causa de la idea
inicial que sus métodos de producción completos de pesca ha cambiado, y con ello la
productividad. La idea brillante es un descubrimiento empresarial y por lo tanto es el
elemento empresarial en la actividad pesquera de Crusoe.
Crusoe es un empresario, no porque él fue capaz de construir la red (que podría ser
visto como el equivalente de iniciar un negocio), sino porque tenía la idea de construir
una red y se dio cuenta de que podía hacerlo con las lianas de la isla (por lo tanto, la
importancia de la visión cognitiva de la empresarialidad).
La situación de Crusoe inspiró su nueva idea. Es porque él estaba destinando
demasiado tiempo en la pesca y se dio cuenta de lo que necesitaba para mejorar sus
capacidades de producción. Aquí es donde la noción de estado de alerta, como lo
explica Kirzner, entra en escena. El cambio de situación de Robinson Crusoe no ocurre
automáticamente, ya que tenía que advertir o darse cuenta de que habría ganancias para
ser capturadas por cambiar su método de producción. Como parte de este proceso, tuvo
que darse cuenta de que las lianas se podrían utilizar para hacer una red. Es a causa de
su estado de alerta a las nuevas soluciones «rentables» que Crusoe pudo ver las lianas
como insumos para la construcción de su red. Hasta entonces, las lianas eran plantas sin
ningún tipo de utilidad. Reconoció el papel potencial de las lianas en su proceso de
producción, porque se dio cuenta de lo insatisfactorio de su productividad pesquera
anterior. Su estado de alerta para el nuevo uso de las lianas se deriva de su
insatisfactoria situación de pesca, pero no fue causado por ella.
El ejemplo de Robinson Crusoe ilustra la idea de que el descubrimiento empresarial
puede estar presente en todo tipo de contextos, incluidos aquellos fuera del mercado.
Esto debe ser distinguido de la noción de empresarialidad dentro del proceso de
mercado, el que consta de descubrimientos empresariales continuos y simultáneos
creando un proceso sistemático de ajuste en la asignación de recursos en la sociedad
(continúa más adelante).
Así, cuando Mises (y Kirzner) hablan del rol equilibrador de la función empresarial,
es en el contexto en el que se congelan todas las variables subyacentes. En este
contexto, solo, la actividad empresarial traería equilibrio.[66] En la economía dinámica,
la actividad empresarial puede ser vista como correctiva de las decisiones de mercado
anteriores y de adaptación a las nuevas condiciones de mercado, pero esto no implica
que el logro de cualquier equilibrio es posible (e incluso significativo). Es solo
mediante los ausentes cambios imprevistos en los descubrimientos empresariales que
podemos alcanzar un modelo perfecto de coordinación en el lugar. El conocimiento
acerca de la naturaleza correctiva de la iniciativa empresarial es importante porque
demuestra que el proceso de mercado no es una serie aleatoria de cambios, sino más
bien un proceso sistemático, de auto-ajuste.
El proceso de mercado empresarial consiste en continuos y simultáneos
descubrimientos empresariales que causan desequilibrios de la estructura de precios.
La fuente de estos desajustes se puede encontrar en los (todavía no revelados)
cambios en las variables fundamentales del mercado (preferencias de los
consumidores, las condiciones de suministro de recursos, etc.).
Una vez establecida la naturaleza y el rol de la iniciativa empresarial en los
mercados, pasemos ahora a la imagen completa, explicando cómo el mercado
competitivo es un proceso impulsado empresarialmente.
6. Conclusión
Sin el proceso de descubrimiento empresarial, el conocimiento del mercado y la
competencia es muy limitada. Es debido a las acciones incesantes de los empresarios
que el mercado es visto como un proceso continuo de actividades correctivas
simultáneas. El desarrollo de esta idea se remonta, al menos, a la obra de Carl Menger.
Pero fue realmente con Mises (y con Schumpeter), que el papel del empresario en el
mercado se hizo más conocido. El aporte de Mises estuvo en explicar la naturaleza
dinámica de los mercados al señalar cómo los individuos son capaces de reconocer lo
que nunca antes habían advertido y mostrar cómo esta actividad explica las
propiedades sistemáticas y de auto-ajuste del sistema de mercado.
Se dejó a Kirzner explicar los detalles de ese mecanismo, poniendo en contacto el
trabajo de Hayek sobre el conocimiento y el de Mises sobre el rol del empresario.
Kirzner desarrolló una teoría del descubrimiento empresarial que representa la
aparición de la novedad a través del concepto de estado de alerta. Se incrusta el
espíritu empresarial dentro de la realidad del cálculo económico, mientras integra su
enfoque con el énfasis en el conocimiento, la ignorancia, la creatividad y la
incertidumbre. Kirzner hace explícita la idea de que el proceso de mercado empresarial
va más allá del descubrimiento empresarial puro (que está presente en todo tipo de
situaciones de no mercado); es el implacable proceso de corrección de errores a través
del cual se efectúa la introducción de nuevos datos en el mercado.
A pesar de los desacuerdos contemporáneos (marginales) entre los economistas
austriacos sobre la naturaleza de la iniciativa empresarial, es el reconocimiento del
carácter emprendedor del proceso de mercado lo que le ha dado a estos economistas la
munición para resistir las tentaciones de la comprensión mecanicista de los fenómenos
sociales, como se ve en la mayor parte de la teoría económica del siglo XX. Como
destacara Lavoie, fue gracias a la originalidad de la posición austríaca sobre la
naturaleza del sistema de mercado que los economistas formados en esta tradición
evitaron, por ejemplo, la falacia de las soluciones de cuasi-mercado al socialismo y
entendieron desde el principio los efectos negativos de la política anti-monopólica.
Mientras que en otros aspectos (por ejemplo, el salario mínimo), las conclusiones de
los economistas neoclásicos son similares a la de la posición austriaca, es solo a través
de la comprensión empresarial del proceso de mercado que se puede comprender la
naturaleza completa del sistema de mercado y el orden que éste crea. Del modo en que
uno reflexiona sobre la naturaleza de la competencia empresarial y el proceso de
mercado, uno solo puede estar temeroso al contemplar un fenómeno social de una
complejidad asombrosa que Mises, Hayek y Kirzner nos han ayudado a comprender
mejor.
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III
MACROECONOMÍA
8. El dinero no es neutral
J. ROBERT SUBRICK
1. Introducción
La definición neoclásica del dinero neutral enfatiza la relación a largo plazo entre los
cambios en la oferta monetaria y el nivel agregado de precios. El dinero cuenta con la
propiedad de neutralidad cuando un aumento o disminución en su suministro solo afecta
el nivel de precios y no a las variables reales.
Formalmente, el dinero neutral se refiere a una función de demanda homogénea de
grado cero en los precios del dinero y en la cantidad inicial de los activos financieros.
Pero la definición neoclásica es solo una de las posibles definiciones de dinero neutral.
Hay por lo menos cuatro proposiciones diferentes que la describen (Visser, 2002, p.
527). Todas las proposiciones tienen una cosa en común: los cambios en la oferta
monetaria no afectan a las variables reales. Las cuatro proposiciones son:
Hayek (1935, p. 130) discute la propuesta de que el dinero solo sirve como un velo
y no afecta a las variables reales. Escribió que el concepto de dinero neutral «se refiere
al conjunto de condiciones bajo las cuales se puede concebir que puedan tener lugar los
acontecimientos de una economía monetaria, y en particular en dicha economía, los
precios relativos se formarían, como si fueran influenciados solamente por los
“verdaderos” factores» (itálica del original). El dinero solo sirve como un velo. La
introducción de dinero en el sistema económico no modifica los precios relativos. Los
factores reales únicamente determinan los precios. El dinero solo proporciona una
escala para facilitar el intercambio mediante la reducción de los costos de transacción
pero no influye en las decisiones de producción o consumo. Esta definición de dinero
neutral era un ideal poco probable de alcanzar en el mundo moderno.
La tradición austriaca ha abordado el impacto de desequilibrio monetario con mayor
profundidad. La obra de Hayek pone de relieve los efectos de los cambios en el
mercado de dinero sobre los resultados generales. El equilibrio monetario se produce
cuando no hay exceso de oferta ni de demanda de dinero.
Las personas mantienen su cantidad óptima de dinero basándose en sus expectativas
subjetivas y la información que poseen. Cuando la autoridad monetaria introduce nuevo
dinero en el sistema económico, los individuos modifican su demanda por dinero. Los
precios cambian a medida que los nuevos destinatarios utilizan su dinero para comprar
bienes y servicios. El aumento de los precios que resulta del nuevo dinero obliga a
otros a cambiar la cantidad de dinero que poseen para el consumo.
Los individuos alteran su comportamiento para adaptarse a la nueva situación
monetaria. Del mismo modo, cuando suceden cambios en la productividad, la demanda
por dinero cambia y se produce un desequilibrio monetario. Por ejemplo, un aumento
de la productividad reduce los precios y los individuos demandan menos dinero. Al
ajustar la cantidad de dinero que poseen, los precios y los recursos se reasignan.
La tercera definición de dinero neutral se desprende de la teoría cuantitativa. En la
ecuación de canje (MV = PQ, donde M es la oferta monetaria, V es la velocidad de
circulación del dinero, P es el nivel general de precios, y Q es la cantidad de
producción), el dinero tiene un efecto neutral cuando V y Q se mantienen constantes.
Bajo estos supuestos, los cambios en M solo afectan a P. Esta es la verdad fundamental
de la teoría cuantitativa. Como Milton Friedman declaró: «la inflación es siempre y en
todas partes un fenómeno monetario». (1963).
Hayek (1935, p. 4) desestimó la teoría cuantitativa como relativamente inútil
porque: «ninguna de estas dimensiones, como tal, ha ejercido influencia en las
decisiones de los individuos; sin embargo, es en el supuesto del conocimiento de las
decisiones de los individuos en que se basan las proposiciones principales de la teoría
económica no monetaria». En otras palabras, la neutralidad del dinero en la teoría
cuantitativa se refiere a las propiedades de largo plazo de una economía monetaria.
Pero, de nuevo, como Keynes tan memorablemente escribió: «En el largo plazo estamos
todos muertos». En el mundo real, la proposición de neutralidad es válida solo después
de que hayan pasado varias décadas y los altibajos del ciclo económico se hayan
producido. No aborda los problemas que surgen cuando la economía cambia de un
equilibrio a otro. El proceso de cómo cambian los precios permanece sin explicación o
es silenciado o ignorado. Milton Friedman (1969), en una bien conocida analogía,
representa el proceso de oferta monetaria como la autoridad monetaria arrojando
dinero desde un helicóptero a todos los ciudadanos por igual.
En la economía moderna, los helicópteros no tienen ningún papel en el proceso de
introducir dinero al mercado. El nuevo dinero no se distribuye por igual. Como
resultado, el dinero tiene efectos no neutrales.
La cuarta proposición de neutralidad se refiere a la super-neutralidad del dinero. Un
aumento en la oferta monetaria puede no afectar las variables reales y mantener los
precios relativos, pero los cambios en la tasa de crecimiento de la oferta de dinero
pueden afectar a la economía real. En otras palabras, los cambios en la tasa de
inflación pueden tener efectos sobre la economía real, especialmente en la tasa de
crecimiento económico y la distribución del ingreso. La inflación tiene efectos
distributivos. Por ejemplo, los ricos suelen tener los medios para ajustar su cartera de
valores a activos menos afectados por la inflación que los pobres. Como resultado, los
efectos nocivos de la inflación son un aliado desproporcionado a cargo de los pobres.
Del mismo modo, los cambios en la varianza de la inflación pueden afectar el
crecimiento económico por la creciente incertidumbre en una economía. Mientras los
inversores se vuelven menos capaces para predecir las futuras tasas de inflación, ya
que carece de estabilidad, eligen invertir sus recursos en otra parte. Como la inversión
cae, también lo hace la tasa de crecimiento económico. Los enfoques tradicionales
austriacos han dicho poco sobre la probabilidad de dinero super-neutral aunque no
presenta un problema analítico.
En resumen, el dinero neutral tiene varias definiciones. La sabiduría convencional
de la macroeconómica sostiene que el efecto del dinero en el largo plazo es neutral. Los
cambios en la cantidad de dinero no afectan a las variables de la economía real. Casi
toda la evidencia empírica ha respaldado las afirmaciones de que el dinero tiene
efectos neutros en el largo plazo. Al parecer, el enfoque austriaco de la economía
monetaria tiene poco o ningún apoyo empírico.
Sin embargo, los estudios sobre el efecto a corto plazo de los cambios en la oferta
monetaria sí encuentran efectos no neutrales. Los cambios en la oferta monetaria afectan
a la verdadera economía.
3. Fuentes de no neutralidad
Existen varias razones para explicar la no neutralidad del dinero. Hayek ofreció varios
argumentos en sus trabajos de la década de 1930. Incluyeron el ahorro forzado, los
precios rígidos, el efecto Cantillon o de distribución, y los efectos de contratos a largo
plazo sobre la flexibilidad de los precios. Los economistas clásicos han incluido
razones adicionales como también lo han hecho contribuciones recientes a la
macroeconomía.
Los modelos recientes destacan temas austriacos tradicionales, como la importancia
de información imperfecta y la formación de expectativas subjetivas.
Humphrey (1984) y Visser (2002, p. 530) resumen las razones del dinero no neutral.
Sus listas combinadas incluyen las siguientes:
a) Efecto Cantillon;
b) Ahorro forzoso;
c) Ilusión monetaria;
d) Rigidez de precios y contratos a largo plazo;
e) Efecto Mundell-Tobin;
f) Dinero-mercancía.
a) Efecto Cantillon
b) Ahorros forzosos
Aunque la doctrina del ahorro forzoso se originó con Jeremy Bentham, Hayek
desarrolló la idea para explicar cómo los cambios en la oferta de dinero afectaron los
precios relativos entre el consumo y la inversión de capital. Cuando aumenta la oferta
monetaria, la formación de capital aumenta por una reducción en la tasa de interés. La
inflación sigue al aumento en la oferta monetaria y aquellas personas con ingresos fijos
se ven obligadas a utilizar sus ahorros con el fin de adquirir bienes. Sus ahorros
existentes han perdido algo de su poder adquisitivo. Horwitz (2000, p. LIS) resumió al
ahorro forzoso como «la reducción forzosa del poder adquisitivo de aquellos que no se
benefician del nuevo dinero creado».
c) Ilusión monetaria
Para que el dinero tenga efectos neutros, los salarios y los precios deben ajustarse a los
cambios en las condiciones de la demanda y la oferta. Si los precios responden a los
cambios en la contracción o expansión monetaria, el dinero es neutral. Sin embargo, en
muchos mercados, los precios no se ajustan inmediatamente a las nuevas condiciones.
Se mantienen iguales luego de que la autoridad monetaria ha adoptado un plan de
acción que o bien reduce o aumenta la oferta monetaria. Una serie de razones han sido
propuestas para explicar el retraso en el cambio de los precios luego de un cambio en
la oferta monetaria.
La contratación a largo plazo limita la neutralidad del dinero en el corto plazo.
Hayek (1935, p. 131) escribió que «la existencia de un medio de intercambio
generalmente aceptado siempre dará lugar a la existencia de contratos a largo plazo con
relación a este medio de intercambio, que se han celebrado con base en expectativas de
un nivel de precios futuro cierto». Los individuos estiman cuáles serán esos precios
futuros. A veces estiman correctamente los precios futuros y a veces no. Negocian
contratos con el fin de minimizar la incertidumbre sobre el futuro. Cuando se estima
incorrectamente sobre el futuro, el dinero tiene un efecto no neutral. Por ejemplo, los
contratos salariales están denominados en términos nominales. Si la inflación real
supera la inflación esperada, entonces el salario real cae. Si los trabajadores se dieran
cuenta que sus salarios reales han caído, pueden responder mediante la reducción de la
productividad.
Los nuevos modelos keynesianos formalizan y amplían las fuentes de rigidez de
precios. Los costos de menú ofrecen un ejemplo sencillo. Cuando los cambios de
precios son pequeños, puede ser demasiado costoso imprimir nuevos menús. Los
beneficios de publicar los nuevos precios son inferiores que el costo. Aunque la
literatura empírica no ha encontrado mucho apoyo para los modelos de costos de menú,
estudios más recientes que incluyen los costos asociados con decidir si cambiar o no
los precios, indican que los costos de menú pueden explicar cómo el dinero tiene un
efecto no-neutral.
e) El efecto Mundell-Tobin
f) Dinero-mercancia
Cuando el dinero tiene una base de mercancías, tiene efectos no neutrales. Cuando
Hayek escribió por primera vez, todavía quedaban ciertos restos del patrón oro.
Implícitamente, aceptó que algunos recursos reales proporcionarían el valor del dinero.
Pero desde el colapso del sistema de Bretton Woods en el marco de la presidencia de
Nixon, el dinero fiduciario se ha convertido en la norma (al menos para los países
desarrollados). Bajo el dinero mercancía, el aumento de la oferta de oro o plata
aumentaría el nivel de precios y cambiaria los precios relativos entre el oro y la plata,
y otros productos y servicios se llevarán a cabo. Verdaderos cambios se efectuarán en
la economía. La introducción de dinero fiduciario no afecta los precios relativos entre
la base del dinero-mercancía y otros bienes y servicios. El cambio de dinero-mercancía
a dinero fiduciario eliminó a esta como una fuente de dinero no neutro.
6. Conclusiones
La no neutralidad del dinero constituye la base de los reclamos austriacos con respecto
al papel del dinero en una economía dinámica. Como señaló Hayek, el dinero sirve
para aceitar el sistema económico. El dinero impregna todo mercado formal, y algunos
mercados informales. Cuando el mercado de dinero se encuentra fuera del equilibrio,
afecta a todos los mercados, ya que la gente ajusta sus saldos de efectivo a la estructura
cambiante de los precios. El proceso de ajuste refleja los efectos no neutrales de
dinero. Ya sea por razones tradicionales relacionadas a precios rígidos o contratos a
largo plazo no indexados o razones menos convencionales basadas en la ilusión
monetaria, el aumento de la oferta monetaria afecta las variables reales y su
comportamiento. No es simplemente un velo que ejerce un impacto en la economía real
en el corto plazo.
Aunque la macroeconomía austriaca comenzó en la década de 1930 con la no
neutralidad monetaria como piedra angular de su enfoque, las décadas posteriores han
generado relativamente poca investigación sobre los orígenes de la no neutralidad (los
Nuevos Keynesianos hicieron gran parte del trabajo de campo). Además, aún falta la
incorporación de los efectos de la super no-neutralidad del dinero. Dado que el dinero
es no neutral en las explicaciones austriacas del ciclo económico, parece probable que
la integración de los efectos de la super no-neutralidad del dinero no será difícil. Puede
ofrecer nuevas pistas sobre cómo los cambios en la tasa de crecimiento de la oferta
monetaria afectan a la evolución de las economías en las últimas décadas.
Los avances en los fundamentos psicológicos de la teoría económica ofrecen una
oportunidad para reevaluar la teoría monetaria austriaca. Dada la limitada capacidad
de los agentes económicos para entender todas las interdependencias de una economía
moderna y el surgimiento del interés en los escritos de Hayek sobre psicología, una
nueva mirada a la macroeconomía austriaca puede estar en el orden del día.
La introducción de Hayek del dinero neutral en el análisis macroeconómico ha
mejorado en gran medida la comprensión de los ciclos económicos. El proyecto más
grande de desarrollar las implicancias de la no-neutralidad del dinero en el corto y
largo plazo ofrece muchas avenidas para la investigación adicional. Varias escuelas de
pensamiento han ofrecido explicaciones sobre la no neutralidad del dinero. La escuela
austriaca, muy probablemente, continuará ofreciendo contribuciones al desarrollo
empírico de la teoría macroeconómica y también ofrecerá aportes a su evolución.
Referencias bibliográficas
1. Introducción
Un tractor no es un martillo. Ambos son bienes de capital, pero por lo general sirven
para propósitos diferentes. Sin embargo, ambos pueden ser utilizados para llevar
adelante más de un objetivo. Un tractor puede usarse para arar un campo, tirar de un
remolque, o cualquier otro número de tareas. Un martillo puede ser utilizado por un
carpintero para construir una casa o por un mecánico para arreglar un automóvil. El
hecho de que un tractor y un martillo sirven a propósitos diferentes, y al mismo tiempo,
cada uno es capaz de servir a más de un propósito, debe parecer obvio. Sin embargo, la
aplicación coherente de esta observación a la teoría económica es característica
únicamente en la Escuela Austríaca y ha llevado a esta tradición a conclusiones únicas
en áreas que van desde el cálculo socialista, a los ciclos económicos y al desarrollo
económico, entre otros.
Los bienes de capital son aquellos bienes que son valorados por su capacidad para
producir otros bienes cuyo objeto último es el consumo. Debido a que estos bienes de
capital son heterogéneos y tienen un uso multi-específico debemos coordinar la
actividad económica para alinear mejor la estructura de bienes de capital para producir
bienes de consumo más eficientemente sin dejar insatisfechos los deseos de consumo de
mayor valor. La coordinación de los planes de consumo con los miles de millones de
formas en que la estructura del capital puede combinarse para satisfacer esos planes de
consumo, es una de las principales tareas que cualquier economía debe lograr. Sin
embargo, a menudo los modelos económicos formales reducen el capital a una sola
población homogénea «K», y haciendo esto silencian una de las tareas más importantes
de coordinación que una economía tiene que resolver.
A continuación se describe brevemente la teoría del capital austríaca. Las secciones
que siguen delinean las implicancias de la heterogeneidad del capital en una variedad
de áreas de investigación aplicada. El cálculo socialista, los ciclos económicos, el
desarrollo económico a través del modelo de Solow, la ayuda del Banco Mundial para
los programas de inversión y la planificación industrial no aprecian la importancia de
la heterogeneidad del capital. Aquí serán estudiados y contrapuestos con las
conclusiones de la Escuela Austriaca.
2. La teoría de capital Austriaca
La teoría del capital es un área importante que hace que la economía austriaca sea
única. De hecho, Horwitz (2000, p. 41) ha afirmado que «aunque su teoría del capital
no define a la economía Austriaca, comprender esa teoría y sus implicaciones dará una
buena comprensión de lo que es precisamente distintivo del enfoque austriaco». La
teoría de capital austriaca se basa en otros aspectos claves de la economía austriaca,
como el subjetivismo, expectativas, el papel del tiempo, y los mercados como un
proceso de ajuste para ilustrar la importancia de la heterogeneidad del capital. Cuando
estas ideas se aplican a las áreas de investigación, su teoría del capital es a menudo lo
que diferencia a las explicaciones Austriacas del fenómeno de las conclusiones de otras
escuelas.
La primera tarea de la teoría del capital austríaca es explicar por qué la
heterogeneidad del capital es importante. Es obvio que un martillo no es un tractor pero
¿por qué ese hecho va a ser importante para la teoría económica? ¿Por qué no es el
supuesto simplificador de homogeneidad del capital, justificado? En primer lugar
debemos definir de qué manera el capital es heterogéneo.
Por supuesto, un martillo y un tractor tienen diferentes propiedades físicas. Sin
embargo, esa no es la única característica que los hace heterogéneos. También son
heterogéneos debido a los diferentes planes que satisfagan para un actor humano en
particular. De hecho, si un bien es capital o no depende de manera crucial de los planes
de su propietario. Una computadora ubicada en un hogar para jugar a los videojuegos es
un bien de consumo, no un bien de capital. Pero si esa misma computadora se coloca en
una oficina donde una persona planea escribir artículos económicos en él, entonces será
un bien de capital. Los bienes son heterogéneos tanto por sus dimensiones físicas como
también debido a los diferentes planes que puedan satisfacer.
Esto nos lleva al problema de agregar el capital social. ¿Cómo puede sumarse?
Lachmann escribió una frase que luego se hizo famosa: «[N]o podemos añadir barriles
de cerveza para altos hornos ni camiones a metros de cable de teléfono (1978, p. 2)».
Ya que estos son todos bienes diferentes que obviamente no pueden ser unidos
directamente. Un denominador común es requerido. La economía neoclásica
normalmente adiciona el valor monetario de estos bienes de capital heterogéneos para
arribar a un valor de capital social.[80] Sin embargo, esto se justifica sólo si todos los
planes heterogéneos de toda la gente que usa todos los bienes de capital están
perfectamente coordinados.
Para ver por qué, consideremos cómo es que los bienes de capital obtienen su valor.
Los bienes de consumo se valoran porque satisfacen los deseos subjetivos de los
individuos que los consumen. Los bienes de capital se valoran por su capacidad para
producir los bienes de consumo que son el objetivo final de la producción. Sin
embargo, como los bienes de capital son heterogéneos, no pueden ser perfectamente
sustituidos entre sí para producir los bienes de consumo. Aún los bienes de capital son
también multi-específicos, cada uno es capaz de encajar en más de un plan de
producción para un solo bien de consumo. Así que, el valor de los bienes de capital
deriva de los empresarios que pujan por ellos con el fin de incorporar los bienes de
capital en un plan específico para producir los bienes de consumo de la valoración
final. El valor monetario de los bienes de capital será el resultado del proceso de
licitación de los empresarios, que se basó en el cumplimiento de sus expectativas de
cumplimiento de planes concretos para una producción ventajosa de determinados
bienes de consumo final.
Debido a que el valor monetario de los bienes de capital se deriva de los valores
impuestos sobre la base de las expectativas de su incorporación en planes individuales
de producción, los valores de los bienes de inversión pueden sumarse sólo si todos los
diferentes planes individuales son mutuamente compatibles. Si todos los planes de
producción individuales no son mutuamente compatibles, parte del capital utilizado no
producirá los bienes de consumo final que se pretenden producir. Por lo tanto, no va a
crear el valor final que su precio monetario ex ante reflejó. No tiene sentido añadir el
valor monetario del bien de capital A al valor monetario del bien de capital B si la
única manera que el plan de producción de bienes de capital A podría ser cumplido es
si utiliza otros recursos que impidieron la posibilidad de que avanzara el plan de
producción para el bien de capital B. El resultado final de estos dos planes de
producción no creará los bienes de consumo requeridos por los planes. Por lo tanto la
adición de sus valores monetarios ex ante sigue siendo similar a sumar altos hornos a
barriles de cerveza.
El único momento en que el capital se puede sumar utilizando valores monetarios es
si todos los planes están perfectamente coordinados para que todos lleguemos a buen
término final y se produzcan los bienes destinados al consumo final. Esto sólo ocurre en
equilibrio. Pero como han reconocido desde hace tiempo los austriacos, la economía
real nunca se encuentra en equilibrio. Una economía real siempre está en un proceso de
ajuste en el que aprendemos y descubrimos nueva información y continuamente
ajustamos nuestros planes. Siempre estamos moviéndonos hacia un equilibrio que es en
sí mismo cambiante. Ya que nunca estamos en equilibrio general, los planes nunca son
perfectamente coordinados y los precios de los bienes de capital no son precios de
equilibrio que puede ser significativamente agregados.[81] Por lo tanto, la teoría del
capital austriaca no se centra o mide «el» capital social. En cambio, la teoría del
capital austriaca se centra en la estructura del capital social.
Dado que el capital es a la vez heterogéneo y multi-específico, la teoría de capital
austriaca se centra en cómo estas unidades individuales de capital encajan entre sí, o en
otras palabras, estudian la estructura de capital. Esto es precisamente el lugar donde la
teoría del capital austríaca se diferencia de la corriente neoclásica. Los austriacos
tienen que lidiar con los problemas de complementariedad y sustituibilidad del capital,
mientras que estas cuestiones se ignoran si el capital se modela como homogéneo.[82]
La complementariedad del capital se deriva del hecho de que a menudo se requiere
más que un solo bien de capital para producir el bien de consumo final. Pocos
automóviles se producirán si se construye sólo el edificio para la línea de montaje,
pero las máquinas de montaje individuales no se incluyen en la estructura. Las máquinas
de montaje y el edificio se complementan entre sí y hacen una mayor producción de
vehículos posible. Una de las tareas de los empresarios en la economía de mercado no
es sólo para invertir y crear nuevo capital, sino invertir en la creación del capital
adecuado que mejor complemente al capital existente. Esto significa la creación de
capital que ajusta y complementa otros planes de producción.
Toda inversión tiene lugar en el tiempo. Desde el momento en que se tomó la
decisión de invertir, hasta que el bien de capital es creado, el tiempo ha transcurrido y a
menudo se revela que los planes originales tendrán que ser alterados. También, debido
a que el capital es a menudo duradero, aunque en un principio sirve a su propósito
original, la evolución posterior puede indicar que el plan debe ser cambiado. Debido a
que las decisiones de inversión se toman ex ante y el mundo es incierto, algunos planes
tendrán que ser modificados a medida que las condiciones del mercado evolucionan.
Esto plantea la cuestión de la sustituibilidad del capital. Si todo el capital fuera
perfectamente homogéneo, la sustituibilidad no plantearía ningún problema. Cada bien
de capital sería un sustituto perfecto para cada otro bien de capital y los planes
cambiantes no conllevarían pérdidas. Si cada bien de capital fuera perfectamente
específico (capaz de cumplir una única función en un solo plan) entonces la
sustituibilidad sería imposible y cuando los planes necesiten cambiar, el capital
existente sería inútil. Dado que el capital es a la vez heterogéneo y multi-específico la
sustituibilidad del capital se convierte en un problema.
Cuando un plan de producción existente cambia para no contar con un bien de
capital que fuera creado para servir a ese plan, el bien de capital debe integrarse en
otro plan o de lo contrario ya no se mantiene. La sustituibilidad suele ser una cuestión
de grado. Es una cuestión de cuán correctamente un bien de capital existente responde a
un nuevo propósito para el que no estaba previsto y que tan grandes son los costos de
ajuste para poner el bien de capital en el nuevo uso.
Si una sociedad está prosperando o estancada no sólo depende de la cantidad de
capital que tenga, ni tampoco si está inmersa en el proceso de formación de capital
debido a su complementariedad y sustituibilidad. La prosperidad depende tanto de la
cantidad de capital que hay, como también de lo bien ensamblada que esté la estructura
de capital existente.
Horwitz (2000, p. 40) ha llamado a la teoría del capital austriaca el «eslabón
faltante» que une los fundamentos microeconómicos al análisis macroeconómico.
Debido a su diferente teoría del capital, los austriacos hacen preguntas
macroeconómicas diferentes que otras escuelas de pensamiento. Cuando el capital es
heterogéneo y multi-específico, la teoría del crecimiento económico no sólo pregunta
cómo crear una mayor inversión. Se pregunta cómo obtener el tipo de inversión que
mejor complemente el capital social existente. Los responsables políticos ya no tienen
que estimular la demanda agregada para salir de una crisis, pero en su lugar deben
enfrentar una situación en la que existe un grupo de errores en la planificación que
genera capital heterogéneo que ahora tendrá que cumplir fines distintos de aquellos
para los cuales fue creada. La teoría del ciclo económico austriaco se pregunta cómo
debería reasignarse el capital.
Antes de pasar al rol de la heterogeneidad del capital y su multi-especificidad en el
crecimiento a largo plazo y en los ciclos económicos en primer lugar vale la pena
examinar el papel que juega en uno de los debates más importantes en el siglo XX —El
debate sobre el cálculo socialista.
3. Calculo socialista
Es decir, que no hay manera de saber qué bienes de capital combinar y en que
proporciones para producir bienes de consumo final de forma más económica.
Debido a que el socialismo se define como la propiedad colectiva de los medios de
producción, que los bienes de capital sean homogéneos o heterogéneos es crucial
porque el problema del cálculo económico deriva del hecho de que no tenemos
indicadores de escasez relativa para estos bienes de capital.
Si los bienes de capital son perfectamente específicos, entonces no surge ningún
problema cuando no se tiene ningún indicador de la escasez relativa de ellos. Cada uno
es adecuado para sólo una tarea. Una economía sólo necesita conocer los bienes de
consumo final que quiere y entonces el planificador puede optar por acumular el capital
necesario para hacer esos bienes. Del mismo modo, si todos los bienes de capital son
perfectamente homogéneos su escasez relativa no importa. Cada uno puede ser
perfectamente sustituido por cualquier otro. Un planificador sólo tiene que saber el tipo
deseado y la cantidad de bienes de consumo. Cualquier estructura de bienes de capital
utilizada para producir esos bienes de consumo es igualmente eficaz.
Con una especificidad perfecta de capital o perfecta homogeneidad, el problema de
cálculo económico se derrumba en un problema de producción técnica. Schumpeter
(1942, p. 175) argumenta que una economía podría tener cálculo económico de los
factores de producción sin propiedad privada para los MDP porque «[E]n la
evaluación de los consumidores (demanda) de los bienes de consumo ipso facto suelen
también evaluar los medios de producción que entran en la producción de estos
bienes». Sin embargo, el «ipso facto» no se sostiene precisamente porque el capital es
heterogéneo. Si cada bien de capital sólo podría producir un bien de consumo luego de
la valoración de los bienes de consumo sería suficiente valorar el bien de capital. Pero
debido a que los bienes de capital son multi-específicos es que necesitamos saber la
escasez relativa de los bienes de capital en sus usos alternativos con el fin de tener
eficiencia económica. Hayek (1945) señaló que el Ipso facto de Schumpeter sólo se
cumple si todos los hechos se dan para un mismo propósito.
Como alternativa, también es preciso decir que con el conocimiento disperso el ipso
facto se mantendría sólo si todo el capital es perfectamente específico o todo capital
fuera homogéneo.
El problema del cálculo económico sólo existe porque el capital es heterogéneo y
multi-específico. Estos mismos factores también conducen a la teoría de ciclo
económico austríaco, gran parte del cual se desarrolló contemporáneamente con el
debate sobre el cálculo socialista.
4. Ciclo económico
5. Desarrollo económico
Los bienes de capital han desempeñado un papel prominente en las explicaciones de los
austriacos sobre la riqueza de las naciones. Mises escribe: «La herencia del pasado
está incluida en nuestra oferta de bienes de capital que es nuestra riqueza y el medio
principal de progreso en materia de bienestar». Tal vez incluso con más fuerza,
Rothbard se refiere a «la falta de importancia relativa de la tecnología en la
producción, en comparación con la oferta de capital ahorrado» ([1962] 1993, p. 490).
Sin embargo, irónicamente el modelo de manual de crecimiento neoclásico demostró
que el capital no fue la causa del crecimiento de largo plazo. Es la heterogeneidad de
capital nuevamente lo que explica las diferentes conclusiones.
En el modelo de crecimiento de Solow, la producción es una función del capital y
del trabajo. El ahorro es una fracción de la producción total, pero no se supone que
están disminuyendo los rendimientos del capital. Así como el capital social crece, los
incrementos marginales en la producción son cada vez más pequeños llevando
eventualmente a un estado estacionario con un crecimiento no mayor debido a la
acumulación de capital. Una vez que se llega a este punto solo el cambio tecnológico
puede causar crecimiento a largo plazo.
El capital homogéneo es una de las razones para los rendimientos decrecientes.
Cuando el capital es heterogéneo podría haber rendimientos constantes o crecientes
debido a la complementariedad de los factores, en lugar de la disminución de los
rendimientos del modelo de Solow. Hayek (1937, p. 174), al escribir sobre los ciclos
económicos previó, mucho antes de que el Modelo de Solow fuera creado, lo siguiente:
6. Conclusión
Referencias bibliográficas
1. Introducción
Para abordar la cuestión a la que se refiere esta pregunta y, más generalmente, para
evaluar la efectividad del orden espontáneo en la facilitación de la cooperación social
en relación con el gobierno, es importante para el análisis del orden espontáneo ir más
allá de las «pruebas de existencia», que señalan que el orden espontáneo surgirán o han
surgido, pero no si el orden que generan es tan eficaz como el orden creado por el
gobierno. Esto no quiere decir que la identificación, la aparición de orden social
espontáneo y el análisis de su funcionamiento en casos particulares, no sea importante.
Precisamente porque los críticos de la aplicabilidad generalizada del orden espontáneo
tradicionalmente han establecido sus argumentos en la forma de: «Problemas X, Y, y Z
significa que las instituciones privadas del gobierno no pueden emerger/funcionar en
los escenarios A, B, C», mostrando que la acción privada individual ha de hecho
superado los problemas X, Y, y Z en los escenarios A, B, y C, es importante y valiosa
en sí misma. Pero la existencia, por supuesto, no implica superioridad.
Surgen varias dificultades al evaluar la efectividad comparativa entre el orden social
creado por el gobierno versus el creado espontáneamente. En primer lugar, simplemente
no hay mucha evidencia contemporánea con que trabajar desde el lado del orden
espontáneo de las cosas. Oficialmente, al menos, la mayor parte del mundo de hoy tiene
gobierno. Solo un país en la historia reciente —Somalia— ha hecho la transición de
gobierno a la anarquía sostenida, lo que permite realizar una razonable comparación
(más sobre los resultados de esta comparación a continuación).
Los críticos del orden espontáneo a menudo invocan la prevalencia casi universal
del gobierno como si existiera de algún modo evidencia de que el gobierno es superior
a los acuerdos privados y espontáneos en la producción de orden social. No puedo
entender por qué. Hay todo un campo de la economía política llamado elección pública.
El punto principal de aquel es que los resultados políticos ineficientes abundan. Por
supuesto, esta idea básica se aplica también a la existencia misma del gobierno. No se
podría concluir del hecho de que esencialmente todos los países del mundo tienen
aranceles que el proteccionismo debe ser más económicamente eficiente que el libre
comercio. Es extraño, entonces, que cualquier persona llegará a la conclusión de que el
hecho de que casi todos los países del mundo tienen gobierno es que el gobierno debe
ser económicamente más eficiente que orden espontáneo. La falacia involucrada en
ambas conclusiones es la misma.
La dificultad de evaluar la eficacia comparativa de orden espontáneo no es que
sabemos que es siempre relativamente ineficiente debido a que casi todo el mundo tiene
gobierno. La dificultad es que debido a que casi todo el mundo tiene gobiernos,
tenemos pocos casos contemporáneos de sociedades ordenadas de forma espontánea
que podrían arrojar luz empírica sobre la pregunta de eficiencia comparativa.
Dado que la mayor parte del mundo durante la mayor parte de su historia no tenía un
gobierno efectivo, hay muchos ejemplos históricos de orden espontáneo a tener en
cuenta. Sin embargo, como se señaló anteriormente, con el tiempo, prácticamente todos
estos órdenes fueron suplantados por gobiernos. Por lo tanto, no sabemos cómo se
podrían haber desarrollado si ello no hubiera ocurrido y qué nivel de progreso podrían
haber soportado. Pero sí sabemos esto: es erróneo concluir de la pobreza de, por
ejemplo, la Islandia medieval ordenada de forma espontánea, con relación a la riqueza
de cualquier sociedad con gobierno en el mundo de hoy, que el orden espontáneo no
puede soportar mayores niveles de vida, comparable a, o incluso superiores, a las que
algunos gobiernos modernos soportan.[85] La comparación pertinente no es la Islandia
medieval frente a, por ejemplo, el actual EE.UU. Los niveles de vida del actual Estados
Unidos no se encontraban disponibles ni eran disfrutados por ninguna persona —ya sea
que su sociedad estaba ordenada de forma espontánea o mediante gobierno— en la
Edad Media. La comparación correspondiente es la situación de la Islandia medieval
espontáneamente ordenada en relación con, por ejemplo, los países europeos
medievales ordenados de manera central. La pobreza de la Islandia medieval desde la
perspectiva actual no dice absolutamente nada acerca de la habilidad del orden
espontáneo para generar riqueza si se hubiera permitido que florezca, ni cómo esta
riqueza se compara con lo que el gobierno entrega.
Este punto es bastante simple y tiene muchas contrapartes que los economistas
conocen y aceptan cuando se trata de hacer otras comparaciones. Por ejemplo, los
economistas suelen señalar que la Revolución Industrial, a la que los no son
economistas comúnmente ven como una época de retroceso económico para el
trabajador promedio del siglo XIX, de hecho generó un notable progreso para estos
trabajadores. El error de los que no son economistas es comparar los salarios y las
normas de trabajo del siglo XIX con los que disfrutamos hoy en día. Los salarios y
condiciones de trabajo modernas son, por supuesto, irrelevantes. Ellos no estaban
disponibles —no eran accesibles— para la sociedad del siglo XIX. El punto de
referencia relevante de comparación para evaluar el impacto de la Revolución
Industrial sobre el bienestar de los trabajadores, entonces, no es el contemporáneo
Estados Unidos o Europa Occidental. Se trata de los salarios y condiciones de trabajo
que posibles disposiciones económicas alternativas podrían haber generado en el siglo
XIX —a saber, el enfoque continuó en la producción agrícola. Estos salarios y
condiciones de trabajo representan el costo de oportunidad de los salarios y
condiciones laborales de la revolución industrial. Y, la evidencia claramente indica que
durante la Revolución Industrial el trabajador promedio se benefició de pasar de la
granja a la fábrica (véase, por ejemplo, Hayek, 1963).
Lo que es difícil de entender es por qué los economistas que aceptan fácilmente y
confían en esta lógica cuando se habla de la Revolución Industrial, son incapaces de
hacerlo cuando se trata de discusiones sobre la capacidad de aumentar la prosperidad
bajo orden privado. La primera objeción en los labios de cada persona que cree que el
orden espontáneo nunca podría ser tan eficaz, y mucho menos más eficiente, de
gobierno, es que ninguno de los ejemplos históricos que tenemos del orden social
espontáneo demuestran altos niveles de riqueza.
Mi pregunta es, ¿con respecto a qué? En relación a los gobiernos de alto
rendimiento actuales esto es cierto. Pero con respecto a las alternativas de gobernanza
política actual que estas sociedades enfrentan al presente, puede no ser así. Esta es una
cuestión empírica que los economistas deberían estudiar en lugar de simplemente
anunciar la obviedad de la respuesta sin siquiera considerar la evidencia. En cualquier
caso, cuando este punto de referencia se utiliza en lugar del punto de referencia
irrelevante de la riqueza en los países con gobiernos actuales, incluso en el peor de los
casos para el orden espontáneo, la «brecha de la riqueza» entre lo que el orden
espontáneo y el gobierno puede proporcionar transforma en considerablemente más
pequeña que la sugerida por la mayor parte de los críticos del orden espontáneo.
Esto me lleva al punto final que quiero hacer sobre la evaluación de la efectividad
comparativa del orden espontáneo para asegurar la cooperación frente a utilizar el
gobierno para este propósito. Como se señaló anteriormente, los críticos del orden
espontáneo están encantados de señalar que todos menos uno de los países del mundo
tienen gobiernos. Ya he abordado por qué esta observación no implica lo que estos
críticos piensan que implica. Pero mucho más curioso es lo que los críticos del orden
espontáneo inevitablemente dejan de señalar que es que, entre los aproximadamente
200 países y por lo tanto los experimentos con el gobierno en el mundo actual, más de
la mitad, si se evalúa en términos de su capacidad de promover la cooperación social,
debe ser contado como fracasos absolutos.
Según el Índice de Estados Fallidos del Fondo de Política Exterior para la Paz,
casi el 14 por ciento de los países del mundo (28) tienen oficialmente «Estados
fallidos» (Índice de Estados fallidos, 2006).[86] En ellos, los gobiernos están al borde
del colapso total. Otro 39 por ciento de los países del mundo (78) tienen Estados en
peligro inminente de fallar. Esto no es exactamente un historial para alardear.
El hecho de que solo una minoría de los experimentos con gobierno en realidad han
producido un orden social en el sentido que los críticos del orden espontáneo sugieren
que el gobierno produce rutinariamente tiene una importancia enorme, pero
implicancias totalmente olvidadas para la evaluación de la efectividad potencial y por
lo tanto deseable del orden social creado de forma espontánea-vs-el orden social
creado por el gobierno.
Por supuesto, el fracaso del gobierno para producir eficazmente el orden social en
la mayor parte del mundo no significa necesariamente que el orden espontáneo lo haría
mejor. Pero, al menos, los defensores del orden creado por el Estado deben
comprender que lo que tienen en mente cuando se habla de lo indispensable del
gobierno para la riqueza y la prosperidad es en realidad una minoría de gobiernos
notablemente exitosos —a saber, las situadas en el norte de América y Europa
Occidental. Lo que tienen en mente es la excepción, no la regla.
Además, si bien hasta la fecha no tenemos sino un ejemplo de un Estado fallido que
finalmente se derrumbó por completo dejando una estela de anarquía total —Somalia
—, las pruebas aquí favorecen la superioridad del orden creado de forma privada en
oposición al creado políticamente en este caso. Somalia no es un lugar agradable para
vivir. Es uno de los países más pobres del mundo y tiene muchos otros problemas
graves.
Aun así, la Somalia espontáneamente ordenada ha obtenido mejores resultados en
casi todos los indicadores de bienestar cuyos datos se encuentran disponibles, que lo ha
hecho bajo el gobierno. La razón de esto no es necesariamente el trabajo increíble que
el orden espontáneo ha hecho en Somalia en la creación de mejoras.[87]
En primer lugar, parece que la mejora del bienestar de Somalia sin Estado es el
resultado de un gobierno verdaderamente terrible que precede a la anarquía.
Esto no es, sin embargo, en detrimento de la superioridad del orden espontáneo en
este caso. Numerosos factores, especialmente los culturales e históricos, limitan
gravemente el grado de desarrollo que Somalia probablemente podría disfrutar, al
menos en el corto plazo, bajo cualquier régimen de gobierno. Por lo tanto, sería
irrazonable esperar una Somalia rica con su dependencia de gobierno o bajo orden
espontaneo. Pero Somalia espontáneamente ordenada parece ser más rica en términos
de desarrollo general que Somalia ordenada de forma centralizada[88]. Y esta es la
comparación relevante.
Es preciso tener en cuenta que la comparación pertinente no es Somalia
espontáneamente ordenada frente a, por ejemplo, los Estados Unidos con gobierno.
Aquellos que enfatizan la urgencia de volver a establecer un gobierno en Somalia
suelen invocar esta comparación (a menudo implícitamente), similar a la forma en que
los críticos del orden espontáneo ilegítimamente invocan las comparaciones entre la
riqueza en sociedades históricas ordenadas en forma espontánea y riqueza de las
sociedades modernas ordenadas mediante un gobierno, para sugerir que una Somalia
ordenada de forma central superaría a una Somalia espontáneamente ordenada. Pero al
igual que su primo, discutido anteriormente, esta comparación es ilegítima a menos que
la calidad de gobierno de Estados Unidos- que es un gobierno transparente, muy
limitado, que protege los derechos de propiedad privada de los ciudadanos y ofrece
importantes bienes públicos —sea una verdadera opción institucional para Somalia. Si
no lo es, entonces esta comparación es irrelevante.
Ser los Estados Unidos no es el costo de oportunidad de Somalia para confiar
exclusivamente en el orden espontáneo. Pero ser Sierra Leona, un país con una historia
similar a Somalia y por lo tanto de similares limitaciones institucionales —o Somalia
cuando estaba bajo gobierno—, lo es. Y la evidencia sugiere que espontáneamente
ordenada Somalia es superior a estas alternativas institucionales (véase, por ejemplo,
Leeson, 2007; Powell et al, en prensa).
5. Observaciones finales
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IV
CONCLUSIÓN
11. De vuelta al Futuro:
La economía austriaca en el siglo XXI
PETER J. BOETTKE
En el momento de escribir esto, las economías de mercado del mundo están sufriendo
una crisis financiera de proporciones significativas. El sistema capitalista se encuentra
bajo un ataque intelectual que le era desconocido desde la Gran Depresión. Y la
disciplina económica y, en particular, los modelos ortodoxos de racionalidad y
competencia perfecta, a menudo se ridiculizan. La macroeconomía moderna es objeto
de particular desprecio por su incapacidad para predecir la crisis actual y la teoría
financiera moderna es a menudo señalada como la culpable detrás de este gran
problema.
Esto no es solo evidente en los excesos retóricos de los políticos de izquierda y los
periodistas. Incluso los comentaristas económicos calificados (tanto desde dentro como
desde fuera de la academia) hacen esta evaluación de la situación de la economía y las
políticas públicas. La era del laissez-faire de Reagan/Thatcher debe llegar a su fin, y el
retorno de la economía de estilo keynesiano y la política pública debe ser re-
introducida.
El destino de la escuela austriaca de economía en todo esto es —por decirlo sin
rodeos— bastante extraño. La escuela austriaca a menudo es ridiculizada por la
izquierda por haber proporcionado la justificación intelectual para las políticas de
laissez-faire de Reagan/Thatcher, mientras que las ideas en la economía y las finanzas
modernas que se exponen al escrutinio especial están en directa oposición a la
metodología y los procedimientos de la escuela austriaca de economía. Además, los
comentaristas que saben que la escuela austriaca está en desacuerdo con la economía
convencional moderna, utilizan esa tensión para desestimar la posición austriaca única
en el debate económico por no ser científicamente legítima. Así que si uno está
prestando suficiente atención, debería tener en cuenta que la escuela austriaca es
criticada por ser responsable de la transformación de la economía y la política pública
al punto de introducir el laissez-faire en el mundo, a la vez que es criticada por ser
irrelevante y estar fuera de la corriente principal del pensamiento económico.
Si esto fuera de hecho cierto, el fenómeno de la escuela austriaca de economía sería
digno de un estudio serio, no solo por economistas, sino por todos los científicos
sociales. ¿Cómo pudo un movimiento intelectual, tan pequeño y tan inconsistente,
transformar el mundo de la política pública? Cabe tener en cuenta lo que realmente
atestiguamos en todo el mundo desde la década de 1970 —la caída de la hegemonía
keynesiana en el pensamiento y la política, el colapso del comunismo en Europa Central
y Oriental y la antigua Unión Soviética, el reconocimiento generalizado del fracaso de
la planificación del desarrollo en América Latina, Asia, y África, y la integración en la
economía mundial de algunos de las naciones más pobres del mundo a través de la
liberalización y la globalización.
Estos son algunos hechos sorprendentes para enfrentar, incluso si en el final de esa
era también fuimos testigos de la creciente tensión por la amenaza del terrorismo dando
lugar a un conflicto militar; mayor debate sobre las consecuencias de desarrollo sobre
el medio ambiente y la demanda de políticas para hacer frente a el cambio climático
global, y una crisis financiera mundial que amenaza con llevar a la quiebra a las
naciones. ¿Qué tan poderosas se supone que son exactamente las ideas de los
economistas? Keynes fue quizás quien lo expresó mejor cuando reflexionó sobre el
poder de las ideas afirmando que «De hecho, el mundo está gobernado por poco
más»[89].
Este volumen tiene una ambición más humilde que contrarrestar la retórica de
nuestra era, o rastrear la influencia fundamental de las ideas de Mises y Hayek sobre la
transformación global hacia políticas orientadas al mercado, o aclarar de una vez por
todas las contribuciones de la escuela austriaca frente a la los modelos neoclásicos de
agentes omniscientes e hiper-racionales que interactúan en entornos de mercado de
competencia perfecta, o los modelos de agente representativo de la macroeconomía
moderna. En su lugar, se trataba simplemente de exponer la moderna escuela austriaca
de economía tal como se la practica al comienzo del siglo XXI como un programa de
investigación progresivo en la economía contemporánea y la economía política.
Tomando la iniciativa de mi Introducción, la idea era «reducir» la pretensión Austriaca
a un enfoque único para la investigación económica a un conjunto de diez proposiciones
y así desentrañar las implicancias de esas proposiciones.
Los autores son todos, parte de la nueva generación de economistas de la escuela
austriaca y representan la tercera generación desde el resurgimiento del interés por la
escuela austriaca tras el premio Nobel a Hayek en 1974 y los esfuerzos organizativos
de Israel Kirzner y Murray Rothbard para crear una escuela austriaca de economía
moderna a partir de una conferencia en South Royalton, VT en el verano de 1974.
Kirzner y Rothbard (y también Ludwig Lachmann) dieron una serie de conferencias
sobre metodología, análisis del proceso de mercado, dinero, capital y macroeconomía.
Los presentes formaron la primera generación de la moderna escuela austriaca, e
incluyó a personas tales como Don Lavoie, Mario Rizzo, Gerald O’Driscoll, Jack High,
Randy Holcombe, Karen Vaughn, Roger Garrison, Joe Salerno, Walter Block, y Richard
Ebeling, entre otros. Siguieron otras conferencias, se estableció una serie de libros y
surgió un Programa de becas de doctorado en la Universidad de Nueva York para los
estudiantes interesados en el estudio de la economía austriaca. Richard Langlois, Peter
Lewin, Bruce Caldwell, Bill Butos, y Lawrence White se unieron a esa primer
generación de economistas en la tradición austriaca moderna a mediados y fines de
1970 y principios de 1980.
A medida que estos individuos se establecieron dentro de la profesión económica,
nuevos programas de doctorado se establecieron en la Universidad de Auburn y George
Mason University que proporcionaron un espacio intelectual para el estudio de la
moderna escuela austriaca de economía. Con estos nuevos programas, también se
crearon revistas como The Austrian Economics Newsletter y Market Process, y
posteriormente Review of Austrian Economics, Advances in Austrian Economics, y el
Quarterly Journal of Austrian Economics.
Los tres últimos siguen publicándose, los dos primeros ahora han desaparecido
(pero creo que se encuentran disponibles en internet). Esa primera generación, con la
guía que ofrecía el camino recorrido por Kirzner y Rothbard, y la ayuda de varias
fundaciones y personas emprendedoras establecieron una comunidad de eruditos
austriacos dentro de la profesión económica. El Ludwig von Mises Institute fue creado
en la década de 1980, así como también el Center for the Study of Market Process,
instituciones que se sumaron a la infraestructura existente de la Foundation for
Economic Education, el Institute for Humane Studies, Liberty Fund y el Cato
Institute.
Una nueva generación de economistas comprometidos con el avance de las ideas de
la escuela austriaca moderna surgió a mediados y finales de 1980 y principio de 1990.
Esta segunda generación de la escuela austriaca moderna consistió en los productos de
estos nuevos programas[90] e incluye nombres como George Selgin, Roger Koppl, Dan
Klein, Don Boudreaux, Mark Thornton, Steve Horwitz, Emily Chamlee-Wright, David
Prychitko y yo. Mientras nos establecimos en la década de 1990 con nuestras
enseñanzas e investigación, un nuevo grupo de estudiantes surgió en la década de 2000
y son los que se han integrado en este volumen. Dentro de este grupo hay superestrellas
emergentes dentro de la profesión de la economía en general, mientras que otros se
están convirtiendo rápidamente en reconocido líderes intelectuales en el movimiento
austriaco clásico y liberal/libertario. El más mayor tiene unos cuarenta años, el más
joven aún se encuentra en sus veinte. Sin embargo, tenemos editores de revistas,
antiguos presidentes de sociedades profesionales, presidentes de departamento,
directores de centros, y máquinas de publicación. En otras palabras, a pesar de su
juventud esta nueva generación ya está generando impresión profesional.
La escuela austriaca contemporánea no es un cuerpo unificado de pensamiento, y
sería un gran error sugerir que lo era.[91] Y, en realidad, no lo ha sido desde mediados
de 1970. Kirznerian, Rothbardian y Lachmannian han sido diversas etiquetas que han
sido utilizadas para caracterizar a los individuos y sus contribuciones. Misesian y
Hayekian son meta-etiquetas que han sido utilizadas a menudo por los amigos y
enemigos de las respectivas cadenas de pensamiento dentro de la escuela austriaca
moderna. A mi modo de ver, la economía austriaca contemporánea es un programa de
investigación progresivo, no es un cuerpo inmóvil de pensamiento, y ese es el único
camino hacia adelante - lo que significa que no debemos preocuparnos por la fidelidad
a la obra de cualquier pensador pasado o presente y en cambio solo buscar la verdad
cuando lo consideramos necesario y tomar ideas productivas donde podamos
encontrarlas. También creo que este era en realidad la forma en que Mises y Hayek
encaraban las ciencias sociales por lo tanto esto no es nada nuevo para la escuela
austriaca.
La fertilización cruzada de las ideas de Menger y Böhm-Bawerk con la de los
economistas ingleses como Wicksteed, de los economistas suecos como Wicksell, y los
economistas estadounidenses como Knight era la manera en que Mises y Hayek
pensaron la actividad intelectual de un economista. La fertilización cruzada no se trata
de una coherencia total, sino sobre mezclar de forma selectiva para mejorar el
razonamiento económico. Muchos austriacos contemporáneos han estudiado con y/o han
aprendido de forma continua el trabajo de: Alchian, Baumol, Becker, Boulding,
Buchanan, Coase, Demsetz, Friedman (Milton, Rose, y David), Leijonhufvud, Loasby,
McCloskey, North, Olson, Phelps, Schelling, Vernon Smith, Tullock y Williamson. Otras
influencias de los campos de la política, el derecho, la sociología, la filosofía, así
como de la economía también podrían ser enumerados.
Como editor, estoy seguro que este volumen parte desde mi propio punto de vista de
la escuela austríaca y mi resumen en la introducción de las diez proposiciones que
considero claves para la contribución Austriaca a la economía moderna es una muestra
de ello. En este sentido, el volumen está enmarcado por mi interpretación incluso
aunque no se espera que ninguno de los contribuyentes esté de acuerdo conmigo en la
perspectiva más amplia, ni se les impuso ningún requisito de que persigan las
implicancias de las propuestas como las veo. De hecho, algunos de ellos llevan el
argumento en direcciones que yo no lo haría, pero ese es el punto de un programa de
investigación progresivo —nadie tiene el control de la misma, y los intentos para
controlarlo simplemente frustran la creatividad y el crecimiento.
Permítanme añadir una nota importante sobre algunos términos relacionados con la
escuela austriaca de economía, es decir, la praxeología y la apriorística naturaleza del
razonamiento económico. Estos términos no se utilizaron en mi Introducción, pero yo
personalmente creo que nada de lo que he dicho contradice la posición metodológica de
Mises correctamente entendida. En primer lugar, el tema de la praxeología es la acción
humana. En segundo lugar, el apriorismo es una posición epistemológica justificada por
Mises en el ámbito del neo-kantianismo, pero como Rothbard ha demostrado, puede ser
filosóficamente justificada en términos aristotélicos también. Los economistas en su
calidad de economistas no tienen por qué tomar una posición en la justificación
filosófica de la naturaleza a priori de la teoría económica a fin de implementar la lógica
de la economía para fines teóricos y aplicados. En tercer lugar, Mises argumentó que la
praxeología no es nueva, y tampoco lo es su insistencia en el carácter a priori de la
economía. De hecho, insistió en que la buena economía se hizo de esta manera, tanto
antes que él como entre sus contemporáneos. De Smith a Knight, en otras palabras, se
encuentra la misma tradición básica, incluso aunque no comprendieran que la manera en
que trataron su economía fue la misma en que lo hizo Mises. Este es un enfoque que
pone al actor que elige (con su/sus propósitos y planes) en el centro del análisis, y
construye a partir de allí para entender las complejas estructuras sociales de una
economía. En cuarto lugar, mientras que la economía, o cataláctica, era la mejor rama
desarrollada de la praxeología, deben esperarse nuevos desarrollos de la praxeología
en campos fuera del ámbito propio de la economía.
El lenguaje común en la academia moderna para la praxeología es el enfoque del
«actor racional». La praxeología no reduce el cálculo de medios y fines de los
individuos en el comportamiento maquinal de autómatas. Muchos modelos de la
elección racional, de hecho cometen la falacia de tratar al Agente selector como un
robot. Mises, en cambio, hizo hincapié en la elección racional teorizando con
selectores humanos. Esto lo llevó a rechazar en su época las ideas de Homo
economicus, al igual que Hayek. Pero esto no significa que en su trabajo el «actor
racional» no está en el centro de todos los análisis. De todos modos, cuando se lee
«actor racional» o «elección racional» en la literatura austriaca contemporánea, la
entendemos como la praxeología y el enfoque individualista metodológico de las
ciencias sociales.
La cuestión epistemológica que Mises procuró atender con su insistencia en el
apriorismo, más exótico en su tratamiento filosófico de sus predecesores, se reduce a la
afirmación de que la teoría viene antes de la observación.
Utilizamos la teoría para darle sentido al mundo económico que nos rodea. La
elección para el analista nunca es teoría o no teoría, sino siempre teoría que se ha
articulado y defendido o teoría que se encuentra inarticulada y oculta a la mirada
crítica. El analista no se enfrenta a la «data» pura y simple. Dicho de esta manera, no
hay nada en la reivindicación de Mises para la naturaleza apriorística del razonamiento
económico que sea nuevo y sorprendente. Menger, por supuesto, hizo este argumento en
contra de las pretensiones del historicismo, pero puede uno también leerlos en todo el
período clásico de la economía política en varios autores. Pero es un error creer que
estos argumentos afirman que todo el campo de la economía era a priori o que la
economía se encuentra completamente aislada de las críticas de carácter empírico.
La economía como un campo de investigación se pueden dividir en (1) la teoría
pura, (2) la teoría aplicada, y (3) la historia económica y/o la historia contemporánea
(es decir, la política pública). El ámbito de la teoría pura es un elemento esencial de la
economía, pero se limita en el rango. A menudo se refiere a ella como la lógica pura de
elección. Las primeras 100 páginas de La Acción Humana (1949) de Mises son la
lectura esencial sobre esta posición para los austriacos, pero también se puede obtener
declaraciones sistemáticas de esta posición en Menger, Bohm-Bawerk, y por supuesto
en Epistemological Problems ([1933] 1960)de Mises.[92] Nature and Significance of
Economic Science (1932) de Lionel Robbins también podría ser consultado con
provecho, como también podría serlo una lectura cuidadosa de Risk, Uncertainty and
Profit (1921) de Knight. El ámbito de la teoría aplicada, por otro lado, se mueve más
allá de la lógica pura de la elección y constituye la mayor parte del razonamiento
económico. En esta área, la lógica pura de la elección se combina con diversos
supuestos institucionales (empíricamente verificables) para explicar tanto las
manifestaciones de racionalidad en contextos alternativos y la eficacia de las relaciones
de intercambio dentro de esos entornos. La obra de 1937 de Hayek «Economics and
Knowledge» es la lectura principal en este punto para los Austriacos.[93]
A menudo interpretado como una ruptura con la comprensión de la ciencia
económica praxeológica de Mises, la posición que Hayek resalta en su obra es
consistente con Mises en la lectura que propongo. La lógica pura de la elección es un
elemento necesario, pero no suficiente, de la teoría de la economía de mercado y el
sistema de precios. Argumentos subsidiarios de una naturaleza empírica son requeridos
para trabajar en combinación con la lógica pura de la elección para dar una explicación
de cómo funcionan los mercados, y cuando el sistema es capaz de coordinar con éxito
las actividades económicas y cuando el sistema puede tener problemas de
coordinación.
El terreno de la historia económica y/o de la historia contemporánea es donde el
analista toma los argumentos que uno construye en la teoría pura y aplicada, y a
continuación, se desarrolla un marco de análisis que ayuda a la interpretación empírica
de eventos y proporciona una evaluación económica de esos eventos. Las evaluaciones
económicas están limitadas a análisis de medios y fines estrictos, y no declaraciones
normativas sobre la «bondad» o «maldad» de la situación. El socialismo, por ejemplo,
falla en sus propios términos, no debido a una evaluación moral del colectivismo frente
al individualismo. Los medios del socialismo no permiten que se realicen los fines del
socialismo desde el punto de vista de los defensores del socialismo. La propiedad
colectiva por efecto de la eliminación de la capacidad de los agentes económicos para
participar en el cálculo económico racional destruye la capacidad del sistema
socialista para cumplir con su fin de producción de materiales avanzados y por lo tanto
la armonía entre las clases a través de post-escasez. Si el socialismo cambiara
cualquiera de sus medios o sus fines, la demostración de Mises tendría que ser
modificada dado que su argumento específico es que el cálculo económico racional es
imposible sin la propiedad privada en los medios de producción. Cuando el socialismo
signifique la propiedad privada en los medios de producción, el cálculo económico
racional podría ser de hecho posible, siempre que un mercado para los medios de
producción esté permitido. Y cuando el objetivo del socialismo ya no sea la producción
de materiales avanzados, racionalizado como para marcar el comienzo de la post-
escasez, sino un voto de pobreza, entonces el argumento contra el socialismo hecho por
Mises pierde mucha de su fuerza.[94] El análisis económico tiene sus límites, pero
también proporciona conocimientos esenciales a un proyecto más amplio de la filosofía
social y moral[95].
Nada de lo que he dicho antes debe interpretarse como aislador de los argumentos
austriacos de la refutación, pero en su lugar como clarificador de los términos en que se
produzca la refutación. Las pruebas estadísticas en sí mismas no proporcionan
orientación aquí. Pero los argumentos pueden probarse falsos, y lo son, en cada paso si
se puede demostrar un error lógico en la derivación del teórico.
Por otra parte, las teorías pueden demostrar ser lógicamente válidas, pero no
sólidas. Las teorías pueden ser inaplicables a la situación porque los supuestos
empíricos subsidiarios no son verdaderos para que el caso sea examinado.
Finalmente, siempre existe la cuestión de la magnitud. En un mundo complejo,
muchos factores pueden estar en juego y algunos más importantes que otros.
Consideremos la crisis financiera actual. Hay evidencia de que los factores que
contribuyen al problema son la expansión del crédito (desviaciones de la regla de
Taylor) por la Reserva Federal, incentivos perversos en el mercado de la vivienda, y la
confusión causada por los cambios en las normas que regulan las altas finanzas.
¿Podemos decir que cualquiera de ellos es la causa, o tenemos que admitir simplemente
que una tormenta perfecta de incentivos perversos e información distorsionada como
resultado de un masivo cúmulo de errores que requirieron ajustes masivos de capital y
mano de obra para volver al camino económico correcto? Como Deirdre McCloskey ha
subrayado continuamente, las dos preguntas más importantes que el economista debe
hacer de su trabajo y el de otros es: (1) ¿Y entonces?, y (2) ¿qué tan relevante es? Los
economistas austriacos necesitan hacer esas preguntas, tanto como cualquier otra
persona haciendo economía y economía política.
La praxeología, el apriorismo, y el valor de la libertad, todos siguen siendo
demandas básicas de la Escuela austriaca de economía, aunque el argumento debe
actualizar y reestructurarse para enfrentarse con los argumentos en contra de esta
generación de pensadores y dirigido hacia los intereses de sus contemporáneos. Para
poner esto de otra manera, Mises desarrolló su argumento para responder a las
objeciones que eran planteadas a la economía y sus enseñanzas por los opositores
intelectuales del siglo XIX y principios del siglo XX; Hayek desarrolló su argumento
para responder a las objeciones planteadas por sus opositores intelectuales a mediados
del siglo XX; de forma similar Kirzner dirigía sus argumentos a los opositores de las
décadas de 1960-80; Rizzo y Lavoie a los opositores de los años 1980 y 1990, y así
sucesivamente. Esta nueva generación de economistas tendrán que dirigir sus
argumentos a los retos que ofrecen los modernos historicistas, formalistas, y
positivistas (aún más difícil de hacer, dado que la auto-conciencia filosófica de la
corriente principal de los economistas parece haber disminuido desde la década de
1980).
Al mismo tiempo que esta discusión de los fundamentos metodológicos de la
economía contemporánea y la economía política son difíciles de abordar, el campo de
la economía y la economía política se han abierto a las nuevas ideas y nuevos métodos.
En muchos sentidos, la economía ha entrado en una nueva era de entusiasmo intelectual.
El enfoque narrativo analítico a la historia económica asociado con Avner Grief y
Barry Weingast, la conducta y economía cognitiva y la economía política de Timur
Kuran y Bryan Caplan, y los modelos basados en agentes, de sistemas complejos
asociados con Rob Axtell y Peyton Young , todo debe ser visto como una gran
oportunidad para los interesados en las ideas de Mises y Hayek para desarrollarlas en
el contexto de la ciencia social contemporánea. Tópicamente, el trabajo en los orígenes
coloniales, los orígenes legales, constitucionales y política económica, la organización
y la gestión, y los estudios empresariales también abren grandes oportunidades para una
nueva generación de traer las ideas de Mises y Hayek al primer plano del discurso
profesional. Muchos de los autores de este volumen están de hecho haciendo esto,
desarrollando sus propias voces en el contexto de la economía contemporánea y la
economía política.
Por último, debemos reconocer la gran oportunidad proporcionada a los
economistas de todas las tendencias por los problemas acuciantes prácticos del mundo
que demandan explicación y comprensión. Nos encontramos en medio de una crisis
financiera global, la causa fundamental de lo que parece ser un auge y caída del ciclo
inducido por el crédito (es decir, la teoría austriaca del ciclo económico). Por otra
parte, vivimos en una época donde una gran parte del mundo sufre bajo el yugo de
estados fallidos y débiles. En un mundo así, el enfoque de la economía tradicional de
tratar las instituciones como dadas no es apropiado. En su lugar, los avances en la
economía deben buscar endogeneizar instituciones. Examinar situaciones en que las
instituciones dentro de las cuales la actividad económica tiene lugar se está
construyendo ya sea a través del diseño o la evolución.
Esto es cierto ya sea que estemos hablando de desarrollo en África, o
reconstrucción en el Medio Oriente, estamos, de hecho confrontados con problemas de
vida y muerte, y problemas que aún pueden tocar a la supervivencia de la civilización
tal como la conocemos, y el economista tiene una ubicación única para proporcionar la
necesaria comprensión filosófica y el conocimiento de las políticas públicas para
comprender tanto el problema esencial y ofrecer la solución requerida.
Cuando estaba en la misma etapa de mi carrera que los colaboradores de este
volumen, una vez describí que la economía austriaca es humanista en su método, y
humanitaria en su preocupación. Esto es lo que me atrajo a la escuela. Prometía
comprensión filosófica del complejo mundo que nos rodea, y cuando se combina con
algunos conceptos básicos de la moral produce un poderoso argumento a favor de una
sociedad de individuos libres y responsables. Veinte años más tarde todavía encuentro
que esta descripción es apta. Es mi sincera esperanza que los estudiantes de economía y
economía política lean este libro, y vean la sabiduría del sentido común de los distintos
criterios austriacos de la economía, como también el poder intelectual de la escuela
austriaca como un marco de análisis de los problemas más acuciantes de nuestra época.
Este libro no es una oportunidad para el adoctrinamiento en un cuerpo establecido de
pensamiento económico, sino una invitación a consulta para la próxima generación de
estudiantes guiados por una nueva generación de estudiosos/ profesores que han
aprendido de los pensadores del pasado a pensar mucho sobre lo que la disciplina en
su conjunto tiene para ofrecer, y ahora están introduciendo argumentos económicos en
direcciones nuevas y novedosas para avanzar en nuestra comprensión del mundo
económico y social.
Para más información,
vease nuestra página web
www.unioneditorial.es
[1] El autor es doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Economía
en la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín y en la Facultad de Ciencias Económicas y
Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa.
[2] Este artículo apareció originalmente en la 2.ª edición de la Enciclopedia Concisa de Economía, editada por
David Henderson. Agradezco el permiso para la reimpresión.
También me gustaría aprovechar la oportunidad para agradecer el apoyo permanente a mi investigación y las
actividades educativas por el Fondo J.M. Kaplan, la Fundación Earhart, la familia Tejedor y el Mercatus Center en la
George Mason University. Además, agradezco enormemente la hábil y agradable asistencia del Sr. Peter Lipsey.
[3] La empresarialidad puede ser caracterizada por tres momentos distintos: serendipia (descubrimiento),
búsqueda (deliberación consciente) y capacidad evaluadora de las oportunidades de ganancia.
[4] La búsqueda de soluciones para este objeto difícil de asir generó algunos de los trabajos más innovadores en
la Escuela Austriaca y condujo al desarrollo en la década de los setenta y los ochenta a la literatura sobre la banca
libre (free banking) de F.A. Hayek, Lawrence White, George Selgin, Kevin Dowd, Kurt Schuler y Steven Horwitz.
[5] Las proposiciones 8 y 9 constituyen el eje central de la teoría austriaca del ciclo económico (TACE o ABCT
por sus siglas en inglés), que explica cómo la expansión del crédito impulsada por los gobiernos genera malas
inversiones en la estructura del capital durante los períodos de auge (boom), que deben ser corregidos durante el
período de crisis y depresión (bust). En la economía contemporánea, Roger Garrison es una de las figuras principales
en el desarrollo de esta teoría.
[6] No todos los órdenes espontáneos son beneficiosos, por lo que esta proposición no debe ser leída como un
ejemplo de la falacia de Pangloss. El que los individuos, al perseguir su propio beneficio, generen beneficios públicos
depende de las condiciones institucionales dentro de las que ellos persiguen sus intereses. Tanto la «mano invisible» de
la eficiencia del mercado como la «tragedia de los comunes» son el resultado de la acción de individuos que luchan por
sus propios intereses; sin embargo, en un contexto social esto genera beneficios sociales, y en otro genera pérdidas.
Los nuevos economistas institucionales han recuperado la atención de la academia a la importancia de la relación entre
los resultados sociales y el contexto institucional en el que los individuos interactúan. No obstante, es importante
recordar que los economistas políticos clásicos y los primeros economistas neoclásicos ya habían reconocido el punto
básico que señalan los economistas neoinstitucionalistas, y que fue solo a mediados del siglo XX, con la fascinación
producida por el modo de demostración propio de los modelos formales del sistema de equilibrio general de
competencia, por una parte, y la preocupación keynesiana por las variables agregadas, por la otra, cuando se perdieron
de vista las precondiciones institucionales requeridas para la cooperación social.
[7]1 Agradezco los comentarios constructivos de Perri 6, Paul Dragos Aligica, André Azevedo Alves, Peter Boettke,
Andy Denis, T. Clark Durant, Geoffrey Hodgson, John Meadowcroft, Ioana Negru y Nikolai Wenzel. Todos los
errores de contenido son míos.
[8]
Esta cita es del libro más influyente de Quetelet, Sur l’homme et le Developpement de ses facultés, essai
d’une physique sociale, publicado en 1835.
[9]
Hay que tener en cuenta que Mises usa el término «praxeología» para referirse a lo que entendemos como la
sociología.
[10]
La miríada de tradiciones culturales, las relaciones sociales, normas legales, las normas de la comunidad
epistémica, son las que constituyen la «sociedad». Precisamente para entender cómo estas surgen y se desarrollan los
austriacos insisten en la primacía de la persona, ya que solo a este nivel el significado se puede atribuir a los
fenómenos sociales. «El individualismo metodológico, lejos de cuestionar la importancia de tales entes colectivos,
entiende que le compete describir y analizar la formación y disolución de estos; porque aspira a resolver tales
cuestiones de un modo satisfactorio, recurre al único método realmente idóneo» (Mises, 1949, p. 51).
[11]
Si se profundiza aún más en la atención a estas instituciones, podemos investigar el papel de las estructuras
sociales. Esta forma estructural del individualismo institucional (derivada de los gustos de Reinhard Wippler o James
Coleman) está más allá del alcance de este capítulo, pero tenga en cuenta que la relajación de la estricta
forma/atomista del individualismo metodológico es un requisito previo para una discusión sobre estos temas.
[12]
Este capítulo no pretende profundizar en las sutilezas (y conflictos posibles) entre estos estudiosos. Por el
contrario, está escrito como un intento de ser compatible con tales discusiones.
[13]1 El autor fue el F.A. Hayek Fellow en la London School Economics and Political Sciences en el momento de
realizar esta investigación, y agradece el apoyo de la Suntory and Toyota International Centres for Economics and
Related Disciplines (STICERD), en la LSE.
[14]
Kohn diferencia entre el «paradigma del valor» y el «paradigma del intercambio». Aunque yo uso la expresión
«paradigma de asignación» para ser consistente con Buchanan (1964), ya que se centran en la asignación, el lector
debe tener en cuenta que este es el equivalente al uso que hace Kohn de «paradigma del valor». Wagner (2007) traza
las diferentes visiones del paradigma del valor y el paradigma del intercambio de regreso a Carl Menger y Léon
Walras. Un número especial de la Review of Austrian Economics (vol.20, n.os 2/3, 2007) se dedicó a un simposio
sobre Kohn (2004).
[15]
A pesar de que no lo discutiremos aquí, también hay diferentes implicaciones normativas de los dos
paradigmas (véase Kohn, 2004, pp. 320-30).
[16]
Kohn (2004, pp. 331-4) discute la posibilidad de una «teoría híbrida» que combina aspectos del paradigma de
la asignación y del paradigma del intercambio. Él rechaza esta posibilidad y ofrece una serie de razones por las cuales
los dos paradigmas son incompatibles.
[17]
Esto no es una acusación contra el campo de la historia del pensamiento económico, sino más bien una
declaración de información sobre el estado actual de la disciplina de la economía.
[18] Me gustaría dar las gracias a Dan Lavoie y Emily Chamlee-Wright por las conversaciones fructíferas que
mantuvimos sobre este tema. La norma de exención de responsabilidad se aplica.
[19] Gracias a Nick Snow y Wayne Thurman Pugh por la asistencia en la investigación, y a Peter Boettke y a
Benjamin Powell por sus útiles comentarios y sugerencias.
[20]
Aquí nos estamos refiriendo al subjetivismo económico, que dice que aquello que las personas consideran
valioso es subjetivo. No tiene nada que ver con el subjetivismo ético o el subjetivismo metafísico.
[21]
Para una discusión de algunas de las diferencias véase Rothbard ([1962] 2004, p. 315).
[22]
Esto es solo un subconjunto de los argumentos en el ámbito de la competencia y los monopolios. Los
argumentos de defensa de la competencia sobre la base de la eficiencia de Kaldor-Hicks son diferentes.
[23]
Una vez más quisiera subrayar que esto es solo un subconjunto de los argumentos en el ámbito de la
competencia. Los argumentos de defensa de la competencia sobre la base de la eficiencia de Kaldor-Hicks son
diferentes.
[24]
La cuestión se complica cuando los precios y productos disponibles varían entre países, por no hablar de las
preferencias de los individuos (Rothbard [1962] (2004), p. 301).
[25]
Restricciones sobre el alcohol, las drogas o el juego pueden encajar en este proyecto de ley.
[26]
Por otra parte, en realidad podría no resultar de esa manera. En un mundo en el que los costes de transacción
son cero, podría darse el caso en el que todos los trabajadores inmigrantes serían contratados en países con salarios
más bajos, como Vietnam, y no en países con salarios relativamente más altos, como México. Los mexicanos solo
podrían ir a los Estados Unidos debido a que los costes de transacción no son cero y, por ello, se contrata a
trabajadores inmigrantes.
[27]
Es aún más problemático utilizar los patrones de migración para mostrar la superioridad del libre mercado.
Aunque muchos inmigrantes tienden a huir a un país con más oportunidades económicas, la investigación económica
muestra también que el aumento de las prestaciones sociales son otro factor de motivación en el margen. No basta con
observar el número neto de migrantes para desentrañar estos dos factores.
[28]
Una vez, cuando estaba en una universidad en un evento social, un profesor bien calificado de la Universidad
de Chicago preguntó: «¿Cómo se calcula el excedente del consumidor para el aire?». Le respondí: «Simple, tomamos
la integral con respecto al aire».
[29]
El defensor de la eficiencia económica podría argumentar que las comparaciones de eficiencia no requieren
el cálculo del excedente del consumidor y del productor, en todos los bienes, en todos los estados del mundo; sino que
solo se requiere el cálculo de los cambios marginales en los consumidores y en los productores entre los dos estados
del mundo. Realizar comparaciones entre dos estados de mundos muy similares sería muy simple, si solo eso fuese lo
que debiera hacer el economista, y no tenemos garantía de que los estados fuesen globales en contraposición con un
estado óptimo de eficiencia.
[30]
Los siguientes cuatro párrafos se basan en White y Stringham (2004, pp. 378-80).
[31]
Doy las gracias a Bryan Caplan, ya que se gastó 200 dólares cuando estas cintas estaban disponibles y me
permitió escucharlas.
[32]
Nada podría detener a un economista subjetivista respecto a abogar por una política de este tipo, dado que el
subjetivismo económico trata solo sobre economía positiva, pero muchas personas encontrarían esta postura
cuestionable.
[33]
Tales críticas se aplican igualmente tanto al actuar utilitario como a la regla utilitarista; aunque las teorías
tienen diferencias, ambas tratan de maximizar utilidades en la sociedad.
[34]
Por ejemplo, en la literatura del comportamiento el «sesgo de disponibilidad» es también llamado la «heurística
de disponibilidad».
[35]
La diferencia entre el «laboratorio» y la configuración del mercado puede ser bastante pronunciada, como
demostró en varios artículos de John List y varios co-autores. Un buen ejemplo de dicho trabajo se puede encontrar en
el trabajo de List (2006).
[36]
Caplan va desde aquí para ofrecer su objeción del tipo «Hayek dijo que el cielo es azul», es decir,
simplemente estar de acuerdo con Hayek y Mises sobre un punto en particular (el cielo es azul, el error sistemático es
un rasgo de la política, etc.) y esto no lo hace ser un economista austriaco.
[37] Quisiera agradecer a Kyle McKenzie, Israel Kirzner, Virgil Storr y Bryce Wilkinson por sus comentarios a
versiones preliminares de este capítulo. Aplican aquí las aclaraciones habituales.
[38]
Para más información sobre la evolución del uso del equilibrio y la noción de los mercados, vea Boettke
(1997). Véase también Machovec (1995).
[39]
Véase Kirzner (1996, 2000a y 2000b). Véase también Mises (1966, p. 257 y siguientes) y Boettke y Sautet
(2009).
[40]
Véase Hayek (1946, 1978), Kirzner (1973) y Mises (1966).
[41]
Knight sostuvo que ningún estudio científico del mercado en el que la incertidumbre radical está presente es
posible. En la segunda parte de su libro Risk, Uncertainty and Profit [Riesgo, incertidumbre y beneficio] (1921) se
presenta el modelo de competencia perfecta, que fue finalmente aceptado por la profesión económica, ya que se
acomodaba bien a la utilización de las matemáticas.
[42]
Esto se refleja en el siguiente pasaje en el que Kenneth Arrow explica que la teoría de los precios todavía no
puede explicar lo que está destinada a explicar: «Incluso si aceptamos toda esta historia [de equilibrio general de la
competencia], todavía hay un elemento no individual [es decir, que no está relacionado con las acciones individuales],
esto es, los precios que enfrentan las empresas y los individuos ¿Qué individuo originó los precios? En la teoría formal,
al menos, ninguna. Son determinados (o no) por las instituciones sociales conocidas como mercados, que equilibran la
oferta y la demanda» (1994, p 4).
[43]
Véase la siguiente sección para una presentación de la competencia como descubrimiento empresarial.
[44]
Otros economistas también han hecho esa afirmación. Por ejemplo, George B. Richardson explicó que en
ausencia del proceso de generación de información (es decir, el proceso empresarial), no puede emerger ningún orden.
Como él mismo dijo: «Es muy importante recordar que las condiciones del mundo real no son las de la competencia
perfecta y que, si lo fueran, tal orden podría no ser posible». (1960, p. 12)
[45]
Véase, por ejemplo, Baumol (2002).
[46]
Esto también es válido para las teorías neo-schumpeterianas, que intentan integrar los conocimientos del
trabajo de Schumpeter sobre empresarialidad en los modelos cerrados de cambio tecnológico. Véase, por ejemplo, el
trabajo de Lipsey y Carlaw (2004) y Carlaw et al. (2006). Véase también el trabajo sobre los fundamentos de
desequilibrio del equilibrio por Franklin Fisher (1989).
[47]
Véase Kirzner (2000b, p. xiii).
[48]
Ibíd.
[49]
Véase Kirzner (1973) para una elaborada crítica de ese punto. Kirzner utiliza el término «maximización
Robinsoniana» para describir el comportamiento de optimización.
[50]
Véase también Kirzner y Sautet (2006).
[51]
En palabras de Kirzner (1979, p. 181): «La esencia de la función empresarial individual es que se compone de
un estado de alerta en el que se incrusta la decisión en lugar de ser uno de los ingredientes desplegados en el curso de
la toma de decisiones.» Las cursivas están en el original.
[52]
Como afirma Kirzner (1994, p. 109): «Para todo descubrimiento empresarial, la creatividad nunca es
suficiente: es necesario reconocer la propia creatividad. En otras palabras, un ingrediente esencial en cada innovación
creativa exitosa es la visión de la innovación de lo que puede lograr de manera creativa». Esto también se relaciona
con la idea de corazonada «pre-científica» en el campo de la investigación científica. Los investigadores necesitan
tener una idea de dónde buscar cuando quieren participar en la investigación, incluso antes de haber ideado una teoría
y haber hecho algún experimento.
[53]
La idea de que el estado de alerta es la esencia del espíritu empresarial ha dividido a los economistas de
tradición austriaca durante algún tiempo. Rothbard (1985), por ejemplo, ha argumentado que esto es incompatible con
la comprensión de Mises de la iniciativa empresarial. Véase también el trabajo de Klein (2007) para una respuesta en
defensa de la función empresarial básica. Véase a continuación una breve síntesis de la posición de Salerno y
Rothbard.
[54]
Véase Klein (2007), por ejemplo, sobre este punto.
[55]
Esto se relaciona con la distinción schumpeteriana (1947) entre invención e innovación. La innovación puede
ser definida como invención socialmente beneficiosa. Si bien un inventor está limitado por el estado de la realidad
actual, es libre de inventar objetos que no son deseados socialmente. Un innovador por su parte aporta su invención en
el mercado y su objetivo es servir a los clientes.
[56]
Véase Harper (2003) y Lavoie (1991).
[57]
El papel de la ganancia monetaria en relación al conocimiento y descubrimiento empresarial se puede
encontrar también en Mises. Como Mises explica en Las ganancias y las pérdidas (1962, p. 260): «Lo que hace
aparecer las ganancias es el hecho de que el empresario que juzga más correctamente que otros los precios futuros de
los productos compra alguno o todos los factores de producción a precios que, desde el punto de vista de la situación
futura del mercado, son demasiado bajos. De esta manera, los costes totales de producción —incluido el interés sobre
el capital invertido- quedan rezagados con respecto a los precios que el empresario recibe por el producto. Esta
diferencia constituye la ganancias empresarial».
[58]
Como explican Kirzner y Sautet (2006): «La tierra, la madera, el acero y el resto, son recursos en el sentido
de que se han implementado deliberadamente en el curso de los procesos de producción. Una persona que desee
construir una casa debe reunir tierra, trabajo, acero, madera, etc., con el fin de construir la casa. Debe adquirir tierras
y el uso de estos recursos. Sin embargo, la idea de que la construcción de la casa sería una empresa rentable no se ha
implementado. Uno no inicia un emprendimiento productivo al entrar en el mercado para adquirir una buena idea. Más
bien, uno tiene la buena idea de que puede ser rentable para adquirir recursos en el mercado adquirir procesos de
producción específicos. Uno no produce deliberadamente ideas empresariales, sino que solo una casualidad las
descubre».
[59]
Véase Kirzner (1973). Mises no se refiere a la maximización Robinsoniana de su propio trabajo cuando
discutió el tema del cálculo monetario en el contexto del emprendedor. Yo diría que esto se debe a que el tema del
descubrimiento estaba implícito en su obra.
[60]
Véase Salerno (2008) para una reciente discusión sobre este punto.
[61]
Por ejemplo, véase a Jack High (1982, p. 166) quien señaló: «Si el espíritu empresarial es totalmente
independiente de la propiedad, ¿tiene sentido hablar de la pérdida empresarial? ¿Pueden las pérdidas recaer sobre el
empresario o deben recaer sobre el propietario del recurso?»
[62]
Véase Rothbard (1987) para una interesante crítica del enfoque de Schumpeter.
[63]
En comparación con su posición en 1973, Kirzner (1999), ahora ve una diferencia menor entre su
comprensión del empresario y la de Schumpeter.
[64]
Véase también a Rizzo (1990) para un análisis de las tendencias de equilibrio en el trabajo de Hayek.
[65]
Los precios de mercado son precios «falsos», ya que solo reflejan la parte revelada de las variables
fundamentales del mercado (es decir, el conocimiento actual de los participantes del mercado). El descubrimiento
empresarial consiste fundamentalmente en desenterrar las piezas hasta ahora no reveladas de las variables
subyacentes de tal manera que los precios de mercado estén más de cerca de reflejar las verdaderas preferencias
subyacentes de los consumidores. Este es un proceso gradual. Es importante señalar que, si bien los precios de
mercado son falsos, son también de equilibrio del mercado, ya que reflejan el conocimiento actual revelado a
disposición de los participantes del mercado. Sin embargo, no son los precios de equilibrio en el sentido neoclásico, ya
que sigue habiendo información que no está reflejada en los precios de mercado y que podría ser descubierta.
[66]
Rothbard (1985, p. 284) también observó un rol para las tendencias equilibrantes en el mercado. Como él
mismo dijo: “Una cosa es decir, como sostuvo Mises y sus seguidores, y en contraste con los economistas neoclásicos,
que el equilibrio no es y nunca puede existir en el mercado. Otra cosa es decir que el mercado no tiene y ni siquiera
alberga tendencias equilibrantes.”
[67]
Como sostuvo Mises (1966, p. 471): «Lo que se denomina precio es siempre una relación dentro de un
sistema integrado por relaciones humanas».
[68]
Para un desarrollo de esta idea, véase Kirzner (2000a) y Sautet (2007).
[69]
Además de la alienabilidad, un aspecto importante de los derechos de propiedad para el descubrimiento
empresarial es la divisibilidad. Los empresarios pueden encontrar nuevas maneras de asignar recursos al dividir los
derechos de propiedad existentes de nuevas maneras.
[70]
Para una discusión sobre empresarialidad e instituciones, véase Harper (2003), capítulos 4 y 5.
[71]
Véase también Ikeda (1996) y Kirzner ([ 1978] 1985) para un análisis detallado del intervencionismo y el
proceso de mercado.
[72]
Mises sostuvo la opinión de que los precios de monopolio podrían, en algunos casos muy raros, surgir en el
mercado libre. Para una presentación detallada de su punto de vista, véase Kirzner (2001). Véase Rothbard (1993)
para una crítica de la visión de Mises. Véase también Sautet (2002).
[73]
Para más información sobre este tema véase, por ejemplo, Sautet (2007).
[74]
Véase Baumol (1990) para una discusión sobre el impacto de las instituciones en el espíritu empresarial.
[75]
Thornton (2007) ofrece evidencia convincente de que el ensayo significativo de Cantillon influyó en Hume.
Hayek sospecha que esto es cierto. Humphrey (1984) documenta una serie de razones ofrecidas por los economistas
clásicos de por qué el dinero no tiene efectos neutros.
[76]
Tratado sobre la Reforma Monetaria (1923), Capítulo 3.
[77]
Freeman y Kydland (2000) ofrecen apoyo empírico a las afirmaciones de que los cambios en la producción
conducen a cambios en la oferta monetaria.
[78]
Por supuesto, hay excepciones. Ver Cochran (2001).
[79] Agradezco a Jeffery Hummel y Andrew Young por sus útiles sugerencias sobre una versión preliminar de este
trabajo. Se aplican las salvedades habituales.
[80]
Los austriacos ciertamente no están solos en la crítica de la teoría neoclásica del capital. Para una crítica
alternativa ver las Controversias de Cambridge. Un breve resumen retrospectivo del debate fue publicado en el
Journal of Economic Perspectives 17 (1), pp. 199 - 214, «Whatever Happened to the Cambridge Capital Theory
Controversies?», en De Avi Cohen y Gc Harcourt (2003).
[81]
La inexactitud de medición puede ser una cuestión de grado. Con una fuerte tendencia hacia el equilibrio y
una gran parte de los planes que han resultado ser ex post compatible luego sumando el valor monetario del capital
daría una aproximación del capital social. Estos argumentos no debem ser tomados como una condena total de la
teorización del equilibrio en la economía austriaca. Clásicos de Hayek, Prices and Production ([1931) 2008) y Pure
Theory of Capital ([1941) 1975) y más recientemente Time and money de Garrison y (2001) todo fructíferamente
comenzó con un análisis de equilibrio macroeconómico de la estructura de capital y las desviaciones de estudio de ese
equilibrio.
[82]
Esto no quiere decir que el problema de la heterogeneidad del capital no se ha planteado en la corriente
principal. Ciertamente Solow y otros involucrados en las controversias de Cambridge lo debatieron y todavía hay
intentos de algunos economistas de la corriente dominante para incorporar la heterogeneidad en sus modelos. El punto
es que el principal objetivo de la teoría de crecimiento neoclásico, sea que el modelo de Solow, o la posterior teoría del
crecimiento endógeno, no ha logrado incorporar adecuadamente la heterogeneidad de capital y por lo general opta por
asumir distancia de ella.
[83]
Aunque, no hay razón para rechazar posiblemente esta dicotomía. Véase Wagner (2007). Carl Menger, por
ejemplo, sugirió que el propio Estado era un orden espontáneo ([1883) 1963).
[84]
Por supuesto, si las razones por las cuales los individuos se basan en mecanismos espontáneamente
ordenados de ejecución de contratos es el costo prohibitivo de la ejecución contractual estatal, incluso la «sombra del
Estado» no puede garantizar el cumplimiento contractual. Sin embargo, para aquellos contratos en los que una
institución de ejecución de contratos ordenada de manera espontánea se utiliza porque es más barata que la de
ejecución estatal (cuando el primero es eficaz), aunque la aplicación de Estado permanece más rentable si hay que
confiar en ella, la «sombra del Estado» puede asegurar el cumplimiento contractual aunque el orden espontáneo
colapse.
[85]
Para el orden espontáneo medieval de Islandia véase el magnífico trabajo de David Friedman (1979).
[86]
Ver http://www.fundforpeace.org/web/index.php?option=com_content&task=view&id=104<emid=324;
consultado el 27 de enero de 2010.
[87]
Aunque, como analiza el importante escrito de Tim Harford y Tatiana Nenova (2004), los actores del sector
privado han sido muy innovadores en la anárquica Somalia.
[88]
Enfatizo «ricos» aquí para resaltar el hecho de que, mientras trato de dejar en claro lo anterior, no estoy
alegando que Somalia es rica. Esperemos que esto se desprenda de mi análisis completo en la sección —que la
referencia no es de ricos o pobres de algún idealizado inalcanzable (es decir, moderno norteamericano o europeo
occidental) y por lo tanto irrelevante punto de referencia, sino más bien, en el caso de Somalia, lo que precedió al orden
espontáneo, que era un gobierno brutal y depredador— alternativa institucional de Somalia. Si la historia es un
indicador, solo un pequeño porcentaje de los lectores «entenderán esto». La mayor parte erróneamente inferirá que
estoy diciendo que Somalia es grande o que Somalia es evidencia de que el orden espontáneo es siempre mejor que
cualquier gobierno.
[89]
Keynes, John M. The General Theory oj Employment, Interest and Money, Macmillan, Londres, 1936, p.
383.
[90]
Hubo varios otros eruditos jóvenes emergentes que no eran producto de estos programas, como Tyler Cowen,
Peter Klein, Nikolai Foss, Paul Lewis y Guido Hülsmann para nombrar unos pocos.
[91]
La escuela austriaca, al igual que todos los organismos vivos de pensamiento científico, siempre tuvo disputas
internas entre sus miembros desde su fundación y maduración en Viena y continuando a través de su dispersión en la
década de 1930 en Europa y en los Estados Unidos. Mises, Hayek, Machlup, Morgenstern y Habeler, por ejemplo, son
todos estudiosos muy diferentes de la economía, pero también hay algo muy similar en su trabajo que puede ser
reconocido en sus respectivos argumentos en la metodología, método, y aplicación del razonamiento económico a los
problemas de política pública. Clamorosos debates acerca de la teoría económica y sus fundamentos filosóficos han
sido evidentes a lo largo de la larga historia de la Escuela Austriaca de Economía.
[92]
Mises, Ludwig von, Epistemological Problems of Economics, D. Van Nostrand Co., Nueva York
[1933],1960.
[93]
Hayek, Frederich von, «Economics and Knowledge», en Economica, 4(13), pp. 33-54.
[94]
El argumento de Mises sobre el cálculo económico racional permanecería pero la implicancia sería diferente.
La propiedad pública de los medios de producción, precisamente elimina la posibilidad de participar en el cálculo
económico racional, lo que puede ser de hecho el medio más eficaz para obtener los fines de pobreza, miseria y
destrucción.
[95]
La economía, en otras palabras, no puede saber si los beneficios son merecidos o no, pero la economía puede
informarle sobre lo que serán las consecuencias de su respuesta a esa pregunta en un desierto.