Vous êtes sur la page 1sur 4

Conferencias sobre la filosofía política

El juicio de lo particular —esto es bello, esto es feo, esto está bien, esto está mal —no tiene cabida. en
la filosofía moral de Kant. El juicio no es razón práctica; la razón práctica «razona» y me dicta qué debo
y qué no debo hacer; establece la norma y es idéntica a la voluntad, y ésta expresa mandatos; habla en
imperativos. El juicio, por el contrario, surge del «placer meramente contemplativo o complacencia
inactiva [iuntätiges Wohlgefallen]». pp.35 y36

El resultado de tal criticismo es el Selbstdenken, el «pensar por uno mismo». Kant, al pensar por
símismo, desveló el «escándalo de la razón»: no somos inducidos al error sólo por la tradición y la
autoridad, sino también por la propia facultad de la razón. Por tanto, «crítica» significa tratar de
descubrir las «fuentes y los límites » de la razón. Kant estaba convencido de que su Crítica era
una simple «propedéutica al sistema», y «crítica» se entiende aquí como el contrario de «doctrina».
*Parece ser que Kant creía que lo erróneo en la metafísica tradicional no era la « doctrina» misma. Por
consiguiente, la crítica «debe esbozar de modo arquitectónico [...]el plan, garantizando plenamente la
completud y la certeza de todas las partes que componen este edificio». 70 De esta forma será posible
evaluar el resto de sistemas filosóficos. También este aspecto concuerda con elespíritu del siglo XVIII,
con su enorme interés por la estética, por el arte y la crítica del arte, cuyo objetivo era fijar reglas para
el gusto, establecer cánones para las artes. p.65

Por último, y es lo más importante , el término «crítica» mantiene una doble oposición: a la metafísica
dogmática, por una parte, y al escepticismo, por otra. La respuesta a ambas alternativas era el
pensamiento crítico, no ceder a ninguna de las dos. En este sentido el pensamiento crítico es un modo
de pensar novedoso y no sólo una mera propedéutica de una nueva doctrina. Por tanto, n es como si
la empresa, en apariencia positiva, de construir sistemas. De hecho, esto es lo que sucedió, pero desde
una perspectiva kantiana no era sino otra forma de dogmatismo. (Sobre esta cuestión Kant nunca fue
del todo explícito; se habría expresado con más claridad si hubiese podido ver los ejercicios de pura
especulación a los que dejaba el campo libre su Crítica, con Fichte, Schellingy Hegel). La filosofía
misma, según Kant, se hizo crítica en la época del criticismo y de la Ilustración; cuando el hombre
alcanzó la mayoría de edad. p.66

Aquí no se menciona el término "imparcialidad". En su lugar encontramos la noción de que se puede


"ampliar" el propio pensamiento para tomar en consideración las ideas de los demás. El "modo de
pensar extensivo" desempeña un papel crucial en la Crítica del Juicio. "Se realiza comparando
[nuestro] juicio con otros no tanto reales como más bien meramente posibles, y poniéndo[nos] en el
lugar de cualquier otro". La facultad que permite esto se llama imaginación. p.84

El pensamiento crítico únicamente puede realizarse cuando las perspectivas de los demás son
receptivas al examen. De ahí que el pensamiento crítico, aunque siga siendo una ocupación solitaria,
no se haya desvinculado de los "otros". Prosigue su camino incluso en el aislamiento pero, mediante
la fuerza de la imaginación hace presentes a los otros y se mueve así en un espacio potencialmente
público, abierto a todas las partes; en otras palabras, adopta la postura del ciudadano cosmopolitano
kantiano. Pensar con una mentalidad amplia quiere decir que se entrena la propia imaginación para ir
de visita. p.84

El modo de pensar extensivo es el resultado de abstraerse de las "limitaciones que, de manera


contingente, son propias de nuestro juicio", de ignorar las "condiciones subjetivas del juicio [...] que
limitan a muchos", esto es, no tener en cuenta lo que solemos llamar interés propio, que según Kant,
no es ilustrao ni susceptible de serlo, sino que siempre es restrictivo. Cuanto mayor sea el alcance,
cuanto más amplio sea el contexto en el que el hombre ilustrado sea capaz de moverse de una
perspectiva a otra, tanto más "general" será su pensamiento. p.85

El espectador es imparcial: no se le asigna ningún papel, pues retirarse de toda participación directa
para situarse en una posición más allá del juego es una conditio sine qua non de todo juicio. En
segundo lugar, lo que interesa al actor es la doxa, la reputación, es decir, la opinión de los otros (el
término doxa significa tanto «reputación» como «opinión»).* El renombre se adquiere gracias a la
opinión de los otros. Para el actor, la cuestión decisiva es entonces cómo aparece ante los otros
(dokei hois allois); el actor depende de la opinión del espectador, no es, para decirlo en terminología
kantiana, autónomo. No se conduce a sí mismo de acuerdo con una voz innata de la razón, sino en
función de las expectativas de los espectadores. La norma es el espectador, y esta norma es
autónoma. Si traducimos esto al lenguaje de la filosofía, se llega a la supremacía del modo de vida del
espectador, el bios theöretikos (de theorein: «contemplar»). Aquí uno se escapa de la caverna de las
opiniones para ir a la búsqueda de la verdad; ya no de la verdad de los juegos festivos, sino de la
verdad de las cosas eternas, que no pueden ser diferentes de lo que son (todos los asuntos humanos
pueden ser distintos de lo que efectivamente son) y que, por tanto, son necesarias. En la medida en
que se pueda realizar esta retirada se alcanza aquello que Aristóteles llamó athanatizein, el
«inmortalizar» (entendido como actividad), que se cumple con la parte divina del alma.** La
perspectiva kantiana es otra: uno se retira adoptando el punto de vista «teorético», contemplativo,
del espectador, pero esta posición es la del juez. La terminología y la filosofía kantiana están repletas
de metáforas jurídicas: los acontecimientos del mundo comparecen ante el tribunal de la razón. En
ambos casos, absorto en el espectáculo, me encuentro al margen del mismo, abandoné el punto de
vista que determina mi existencia fáctica, con sus condiciones contingentes y accesorias. Kant hubiese
dicho: adopté una perspectiva general, la imparcialidad que se le supone al juez cuando emite un
veredicto; y los griegos: hemos renunciado al dokei moi, al «me parece», y al deseo de aparecer ante
los otros; hemos renunciado a la doxa, que es a la vez opinión y fama. pp.104-106
Solemos concebir la diferencia entre la contemplación y la acción en los mismos términos que la
relación entre teoría y práctica. Si bien es cierto que Kant escribió sobre esta cuestión un opúsculo
titulado En torno al tópico: «Tal vez eso sea correcto en teoría, pero no sirve para la práctica», también
lo es —algo que se demuestra en ese ensayo— que no entendía el problema como nosotros. El
concepto kantiano de práctica está determinado por la razón práctica; y la Crítica de la razón práctica,
que no se ocupa ni de la acción ni del juicio, lo dice todo al respecto. El juicio, que nace del «placer
contemplativo» y de la «complacencia inactiva», no tiene cabida en ella.133 En el ámbito práctico no
es el juicio sino la voluntad la que es determinante, y esta voluntad sigue pura y simplemente la
máxima de la razón. Incluso en la Crítica de la razón pura Kant inicia su discusión del «uso puro de la
razón» abordando sus implicaciones prácticas, si bien en ese momento deja provisionalmente de lado
«las ideas prácticas», esto es, morales, «para volver sólo a la razón en su uso especulativo».134 Esta
especulación concierne al destino último del individuo, al fin supremo de las «más elevadas
cuestiones».135* «Práctico» significa «moral» para Kant y concierne al individuo qua
individuo. Su verdadero opuesto no sería la teoría, sino la especulación: el uso especulativo
de la razón. pp. 114 y 115

El ámbito público lo constituyen los críticos y los espectadores y no los actores o los productores
[makers]. Y este crítico y este espectador están presentes en todo actor y creador [fabricator]; sin esta
facultad crítica y de juicio, quien actúa [doer] o produce [maker] estaría tan alejado del espectador
que ni siquiera podría ser percibido. O, por decirlo de otra forma, pero siempre en la terminología
kantiana, la originalidad del artista (o la novedad del actor) depende de su capacidad para hacerse
comprender por aquellos que no son artistas (o actores).

Estos sentidos son subjetivos porque en ellos la misma objetividad de la cosa vista, sentida o tocada
está anulada o, por lo menos, no está presente-; son sentidos interiores, porque el alimento que
saboreamos está en nosotros mismos, al igual que ocurre, en cierto modo, con el perfume de la rosa. Y
el me-agrada-o-me-desagrada es prácticamente idéntico al me-conviene-o-no-me-conviene. La clave
de la cuestión es: me afecta directamente. Por esta misma razón no puede haber aquí discusión
alguna sobre la verdad o la falsedad. De gustibus non disputandum est "En cuestiónes de gusto no
hay disputa". Ningún argumento podrá persuadirme para que me gusten las otras si resulta que no me
gustan. En otras palabras, el elemento perturbador en las cuestiones de gusto es que no son
comunicables. p.123 y 124

La solución a estos enigmas puede apuntarse con los nombres de otras dos facultades: la imaginación
y el sentido común. p.124
La imaginación, a saber, la facultad de hacer presente aquello que está ausente, transforma un objeto
en algo con lo que no me he enfrentado diractamente, pero que, de alguna forma, he interiorizado, de
manera que ahora me puede afectar como si me hubiera sido proporcionado por un sentido no
objetivo. Kanti dice: «Bello es lo que place en el mero juicio»; es decir, no importa si agrada o no en la
percepción; lo que simplemente place en la percepción es agradable pero no bello. Lo bello place en
la representación, puesto que la imaginación lo ha preparado de forma que yo ahora puedo
reflexionar sobre ello. Es la «operación de la reflexión». pp. 123 y 124

Vous aimerez peut-être aussi