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 Bruno y la naturaleza del universo: el pneuma es inseparable de la vida

En el universo infinito bruniano no existe una escisión ontológica entre mundo sensible
y mundo suprasensible, sino que es un receptáculo material preñado en su integridad de
vida.1 En este sentido, dimite una dilatada tradición platónica y peripatética que ha
insistido en separar la vida en dos mundos, estableciendo estatutos ontológicos,
cosmológicos, éticos y políticos en relación a la visión que tenían en torno a la
naturaleza del universo como tal.
Si bien Bruno tiene improntas neoplatónicas, uno de los rasgos esenciales que
conforman la naturaleza del universo deviene de las enseñanzas pregonadas en la
Estoa2, me refiero a la idea del pneuma o hálito universal.3 En efecto, el pneuma será
una apertura para dimitir esa clásica escisión ontológica tradicional entre Dios y
naturaleza.
El pneuma fue sistematizado por Aristóteles al plantear la idea de una «quinta esencia».
Éste filósofo situaba a la sustancia sutil4 sólo en el mundo suprasensible. De modo que
es así como ratifica nuevamente la separación tanto ontológica como cosmológica entre
lo supralunar y lo sublunar. En esta lógica, el pneuma concernía a una naturaleza
distinta de los cuatro elementos5 que conforman el mundo sublunar.6
El filósofo escocés William David Ross, en su obra Aristóteles dice respecto al quinto
elemento de Aristóteles lo siguiente:
“El sistema astronómico de Aristóteles es, en resumen, el siguiente: los cuerpos
celestes están constituidos por el quinto elemento, no sometidos a la generación ni
a la corrupción, a los cambios de cualidad o de dimensión, y se desplazan, no en
línea recta, como ocurre en los cuerpos terrestres, sino en círculo”.7
El lugar privilegiado de los cuerpos celestes es patente, y pareciera ser que estos
cuerpos detentan un elemento que, en su origen, es más divino que los cuatro que
conforman el mundo sensible. Granada mienta que

1
Alexander Koyré ilustra la idea del vacío en el espacio del universo infinito de Bruno, no como un
vacío ausente de cuerpos, sino como un vacío que implícitamente está lleno de ser. «El espacio de
Bruno es un vacío, si bien su vacío no está realmente vacío en ningún sitio, ya que está en todas partes
lleno de ser. Un vacío sin nada que lo llenase sería una limitación de la acción creadora de Dios y
además un pecado contra el principio de razón suficiente que prohíbe que Dios trate a un aparte del
espacio de modo distinto a cualquier otro». Koyré, Alexander. Del mundo cerrado al universo infinito.
España. Ediciones Siglo XXI. 1999. Pág. 43
2
Lugar situado en el Pórtico Pintado del ágora (Stoa Poikile), donde Zenón de Citio –su fundador–
pregonaba sus enseñanzas filosóficas. De ahí viene la escuela estoica.
3
Del griego πνεῦμα, esto es, «soplo»; «aire»; « aliento de vida». En Grecia el pneuma era el “aliento” o
“el aire en movimiento”. Aristóteles lo relacionaba a un quinto elemento, mientras que en la Stoa se
relacionaba más bien a un tipo de fuego extremadamente sutil que penetraba en todo el cosmos.
4
Mezcla de aire y fuego, por tanto tiene una raíz material. En Platón, dicho sea de paso, el éter es sólo
aire puro.
5
al aire, fuego, agua y tierra
6
Le achaca una naturaleza divina, y por tanto separada del mundo sensible.
7
Ross, William David. Aristoteles. Buenos Aires. Editorial Charcas.s.f. Pág. 117
“Aristóteles establece, pues, la existencia necesaria de un quinto elemento (la
quinta esencia de la tradición aristotélica medieval y renacentista; denominado
por el Estagirita, no obstante, primer cuerpo por su superioridad y prioridad
ontológica sobre los elementos sublunares) distinto de los cuatro elementos
dotados naturalmente de un principio de movimiento rectilíneo y de reposo en
función de que estén o no estén en su lugar natural. Este nuevo elemento, sujeto
en exclusiva del movimiento circular permanente (infinito en el tiempo), es el éter
(aithér)”.8
La original teoría del éter presentada por Aristóteles, pretende visibilizar la naturaleza
real del cielo, pero siempre fundamentando dicha naturaleza desde una fractura
ontológica que Bruno no acogerá como tal. Por el contrario, Giordano Bruno sustituye
esa obsoleta idea del quinto elemento (éter), y prefiere la idea estoica de pneuma o
aliento universal9, dado que el éter aristotélico sólo se reduce al mundo celeste, y no al
mundo sensible, y en consecuencia sólo los seres sensibles albergados en el mundo
celeste, detentan el privilegio de la quinta esencia y por tanto son más divinos que los
albergados en el mundo sublunar.
Bruno, por el contrario, cree que el alma del mundo es una sustancia sutil que permea en
el interior de la totalidad del universo infinito. Además se puede pensar en ella como
una sustancia sutil –de origen material– que es común a todos los seres que explican el
universo. El inmanentismo de aquella sustancia rompe con un modelo jerárquico de la
realidad, donde el mundo celestial detentaba exclusivamente esta sustancia a favor de
las sustancias sensibles que proliferaban en ese cielo.
Es muy importante enfatizar la trascendencia en analogía con la inmanencia, puesto que
Bruno concibe a la trascendencia ínsita en la propia inmanencia, y no separada. En este
sentido, sería absurdo pensar en algún dualismo ontológico que repartiera a lo sensible
en virtud de su cercanía con lo divino. Reparto que presidió hasta la segunda mitad del
siglo XVI.10
Ahora bien, lo fundamental en la teoría del pneuma es la siguiente: el pneuma tiene una
función unificadora y creadora inmanente al universo infinito. El nolano piensa que los
astros11 jamás son movidos por un primer motor ajeno a estos, así como lo concebía
Aristóteles. Por el contrario, los innumerables mundos tienen un principio motriz en y
por sí mismo. O dicho en otras palabras, la vida es inmanente a cada particularidad en
el divino universo infinito. Dicho esto, según Bruno el principio12 jamás mueve, sino
que sólo entrega el poder de hacerlo.

8
Granada, Miguel Ángel. El umbral de la modernidad, El Kósmos aristotélico: necesidad, finitud,
jerarquía, unidad, eternidad, geocentrismo. España. Ediciones Herder. Pág. 300
9
Éter, pneuma, aliento o hálito es la misma idea que intento esclarecer, pero sin trastocar el nombre
original que le achacaban los filósofos que he mencionado.
10
Me refiero al platonismo que se ha perpetuado en la tradición. Bruno es quién desactiva esta forma de
concebir la realidad entendida a partir de una separación ineludible entre el mundo etéreo y el mundo
terrenal.
11
En Bruno los astros son los mundos que conforman el universo infinito.
12
La sustancia infinita.
Así lo planteaba Bruno en Del infinito con la máscara de Filoteo.
“Filoteo.— el primer principio no es lo que mueve, sino que –quieto e inmóvil–
da el poder moverse a infinitos e innumerables mundos, grandes y pequeños
animales colocados en la amplísima región del universo, cada uno de los cuales
tiene una fuente de movilidad, motricidad y otros accidentes según la condición
de la propia virtud.”13
Esto se explica por la eternidad del movimiento en el inmóvil universo infinito. La
eternidad del movimiento es anima mundi14; esto es, la manifestación vital más
auténtica de la divinidad. De modo que el alma del mundo está toda en todo, dado que
se manifiesta según el principio por excelencia, el infinito, configurando así una vida
eterna e infinita. Aun en Platón, a pesar de la cesura ontológica inherente a su sistema,
se evidencia que el alma es común tanto en lo sensible como en lo inteligible, y es la
única que genera el conocimiento en ambas.15 En consecuencia, Platón advierte en el
Timeo [37c] que “Si alguien alguna vez dijera que aquello en que ambos se generan es
algo diferente al alma, dirá cualquier cosa menos la verdad”.16
Ahora bien, volviendo a la temática Del infinito, Bruno fundamenta la idea del infinito
defenestrando la idea que entiende Aristóteles del vacío. El Estagirita había relacionado
el vacío con la nada en dos sentidos. En primer lugar, el vacío se reduce a la mera
definición de nada como la ausencia radical de una determinada realidad, y en segundo
lugar, el vacío es un lugar donde no puedo existir una determinada existencia, esto es, ni
cuerpo ni átomo, etc. Para Bruno esta idea peripatética del vacío es inclinada a la
necedad, puesto que el vacío es precisamente el lugar donde puede existir un cuerpo o el
lugar donde se albergan los innumerables átomos y los cuerpos. De este modo ¿Qué
sentido tendría su visión panteísta de la realidad si concibiese la idea de vacío como la
nada por excelencia? El vacío es una realidad imaginaría que posibilita la concepción de
toda existencia cualquiera albergada en su seno. Entonces en Bruno la idea de vacío no
tendría por qué tener una connotación negativa bajo su sistema.

13
Bruno, Giordano. Del infinito, el universo y los mundos. Madrid. Ediciones Alianza 1993. Pág. 125
14
El alma del mundo, es un concepto platónico concebido como un principio rector en cuanto pertenece
a un organismo – que en Platón es el universo–. En el Timeo, Platón describió su origen. 34c-36e Cfr. «
Tanto en nacimiento como en excelencia, el dios (Demiurgo) constituyó el alma anterior y más antigua
que el cuerpo, para que fuera su amiga y gobernante, comenzando a partir de los siguientes elementos y
de esta manera: en medio del ser indivisible y que se mantiene siempre del mismo modo y del divisible
que deviene en los cuerpos, al mezclarlos, formó una tercera clase de ser. […] a continuación, tomó
estos elementos y los combinó a todos en una única especie, para armonizar por la fuerza la naturaleza
de lo otro, que era difícil de mezclar, con la de lo mismo, y las mezcló con el ser. […] Y el alma,
entretejida por completo, desde el centro hasta los extremos del cielo, que ella envolvía circularmente
desde el exterior, se puso a girar sobre sí misma, y comenzó con un poder divino de una vida
inextinguible e inteligente por la totalidad del tiempo.» Timeo. Madrid. Ediciones Abada, 2010. pp.
215-209
15
En Platón el alma en lo sensible produce el conocimiento en el aspecto de opiniones y creencias; y en
lo inteligible suscita el conocimiento demostrándolo por medio del intelecto y la ciencia.
16
Platón. Timeo. Madrid. Ediciones Abada, 2010. Pág. 215
Aristóteles también subsume la idea de naturaleza «physis» a sus suposiciones y
presunciones. Por ejemplo, a los auténticos investigadores de la naturaleza de las cosas
los llama “físicos” como insulto, según Bruno17.
Por otra parte, el vacío en relación al universo infinito –y esto es importante enfatizar–
no estaría ausente de una auténtica energía espiritual.18 Si hay infinito es porque hay
vida; esa vida que es sustancial al pneuma, esto es, la sustancia sutil que vivifica las
posibilidades infinitas de existencia. Bruno escribe en Del infinito
“Decimos así que existe un infinito, es decir, una inmensa región etérea, en la que
hay innumerables e infinitos cuerpos, como la tierra, la luna y el sol, a los cuales
llamamos mundos compuestos de lleno y de vacío, porque este espíritu, este aire,
este éter no solamente existe alrededor de estos cuerpos, sino que penetra también
dentro de todos ellos y resulta ínsito a toda cosa”.19
Dicho sea de paso, el pneuma llamado por los estoicos, es en Bruno aquella realidad que
anima a las singularidades a que existan por sí mismas20, dado que no sólo se distribuye
en el ambiente exterior, sino que también dentro de cada ser singular. En este sentido,
no se trata de que exista la mera nada, sino que en ella existen innumerables entes21 que,
aun se presentaran como ignotos para nuestro entendimiento, existen en virtud del
pneuma o éter que los vivifica en la sustancia infinita.22 Cada singularidad, incluso la
más nimia que en apariencia se presente, no sólo forma parte de la realidad etérea, sino
que además es una realidad pneumática por sí misma. En relación a esto, Galeno dice
que
“[…] Los estoicos llamaban hálito a toda substancia dotada de partes finas y dicen
que su función es cohesionar los cuerpos naturales y de los animales. Por cuerpo
naturales me refiero a aquellos cuya generación no se da por el ser humano sino
por la naturaleza, tal siendo el caso del cobre, de las piedras, del oro, de la madera

17
Según el profesor italiano, Augusto Guzzo, es una disyuntiva definir De I` infinito universo e mondi
como el tercer diálogo de los denominados diálogos “metafísicos por Giovanni Gentile y “físicos” por
Erminio Troilo. A juicio de Guzzo, estos diálogos finalmente se apoyan en rigor bajo fundamentos
metafísicos, por lo que sería más riguroso denominarlos como diálogos metafísicos. Aunque, se puede
entender el sentido de “físicos” en el sentido en como Bruno los entiende, evitando una connotación
negativa.
Del mismo modo, según el comentario de Cappelletti, quien señala que «Aristóteles llamaba a los
presocráticos como physikóio physiológoi ( physica 4.203 b). También los denominó «los inquisidores
de la verdad» (physica 8.191 b) Si en tales calificativos hay un impronta despectiva, se debe a que
Aristóteles creyó que los presocráticos sólo hablaban de la causa material, cuando en realidad en rigor
physis no es sólo causa material, sino que eficiente y final». Sobre el infinito universo y los mundos.
Argentina. Ediciones terramar. Pág. 55 En esta página de su traducción Del infinito, Ángel Cappelletti
esclarece la queja de Bruno contra Aristóteles.
18
Se sobreentiende que es el pneuma que rodea y penetra en la totalidad del universo infinito.
19
Bruno, Giordano. Del infinito, el universo y los mundos. Pág. 132
20
Los astros (mundos) y toda esa heterogeneidad que pulula en el universo infinito, ya no depende de
una causa motriz extrínseca– como lo creía Aristóteles y de un Dios separado del universo como
pregona el cristianismo–, sino que la causa eficiente motriz es intrínseca a ellos. Se podría agregar que
la razón eficiente intrínseca rompe con cualquier condición heterónoma de los seres que conforman el
universo infinito, considerando del que el alma es la condición que permite el conocimiento.
21
Ya sean entidades sensibles, inteligibles o espirituales.
22
Según el profesor Granada, “el vacío exterior e interior a los cuerpos está siempre lleno de un fluido
denominado en razón de su densidad o pureza éter, aire o spiritus” Pág, 132.
y de aquellas partes de los animales que se llaman primeras y de partes iguales, a
saber, nervios, venas, arterias, cartílagos, huesos y todo lo demás de tal tipo”.23
En el universo infinito de Bruno, todo estaría cohesionado por esta substancia sutil, y no
necesariamente por la mera constitución natural de un determinado organismo, por
ejemplo, las articulaciones, ligamentos y en cierto modo la carne en tanto conforma una
unidad. Galeno más adelante dirá que
“[…] Pero no son estas cosas –ligamentos, articulaciones, etc. –, sino la substancia
material dotadas de partes finas, lo que es llamado por los estoicos causa cohesiva de
los seres, el pneuma o hálito”.24
De ahí la necesidad de pensar en una vida infinita inmanente al universo infinito, dado
que el hálito que penetra y circunda en el universo infinito está preñado de la eternidad
y está además en constante tensión.25 Además la idea de hálito en el universo bruniano
contiene una marcada inclinación política, dado que si cada ser, independiente de su
tamaño, condición, posición o naturaleza es indiferente en el inmenso espacio etéreo del
universo infinito, ninguno en consecuencia es más importante que el otro, sino que
cualquier organismo goza de la misma dignidad, incluso cuando en determinados seres
se instauran hegemonías o poderes contractuales ficticios que se legitiman en
detrimento de otredades. Bruno esclarece esto en los siguientes pasajes
“ Porque todos los que establecen un cuerpo y una magnitud infinita no le atribuyen ni
centro ni extremidad; porque quien afirma lo inane, el vacío, el éter infinito, no le
atribuye peso, ni ligereza, ni movimiento, ni región superior, inferior o intermedia; y
además ellos colocan en tal espacio infinitos cuerpos, como son esta tierra, aquella y
aquella otra tierra, este sol, aquél y aquel otro, todos realizando sus giros dentro de este
espacio infinito a través de espacios finitos y determinados o bien en torno a sus propios
centros”.26
La relevancia de la idea del hálito es su carácter común diseminado en cualquier cuerpo
sensible ya sea que esté situado en lo más etéreo o en lo más terreno, lo cuerpos
pneumaticos sensibles son finalmente parte de un mismo organismo, esto es, el universo
infinito. El hálito permea y rebasa cualquier centro que presuma escindirse en
apariencia del infinito. La vida infinita, en efecto, es común en el universo bruniano.
Es así como Giordano Bruno desactiva la creencia de toda una tradición que
hipostasiaba una realidad etérea y privilegiaba en apariencia sólo a los cuerpos sensibles
que habitaban el mundo celeste en detrimento de los seres sensibles que radican en el
mundo sensible, tal como lo pensaba Aristóteles.

23
Boeri, Marcelo y Salles, Ricardo. Los filósofos estoicos. Ontología, lógica, física y ética. Capítulo 12,
Cosmos, hálito y teleología. Cita de Galeno, e causis contentiuis, Ediciones Universidad Alberto
Hurtado, año 2014. Pág. 265
24
Íbid. Pág. 265
25
El profesor Boeri comenta que “el hálito es una substancia elástica que se tiende al estirarse y se
afloja al contraerse. Del mismo modo en que opera un ligamento, el hálito lleva a cabo una función
cohesiva gracias este cambio continuo en su tensión. […] El carácter dinámico del concepto estoico de
hálito obedece a que el hálito está perpetuamente en movimiento, el cual, según ciertas fuentes, es un
movimiento tensional”. Íbid. Pág 267
26
Bruno, Giordano. Del infinito, el universo y los mundos. Pág. 138
El panteísmo bruniano despliega una mediación vital pneumática en todo el universo
infinito. De este modo, la naturaleza en general estaría vinculada y el macrocosmos con
el microcosmos se implicarían y se comunicarían recíprocamente gracias a este
articulador y vivificador: el pneuma.
Del mismo modo, Cicerón en el capítulo la divinidad del mundo del libro II “de la
naturaleza de los dioses”27 expone los postulados fundamentales en torno teología y
cosmología estoica. Es interesante considerar como Cicerón le instaura un estatuto al
pneuma28 concebido como articulador y amalgama de las partes del mundo.
“¿Podrían mantenerse separados los cursos de los astros, gracias a un solo giro de
la totalidad del cielo? Ciertamente, estas cosas no podrían ocurrir de tal manera,
con armonía de todas las partes del mundo entre sí, sin no se hallasen
ensambladas gracias a un aliento de carácter divino e ininterrumpido”.29
En estos pasajes se repite la misma del pneuma como una sustancia común. Todo está
ensamblado gracias a esta sustancia divina que todo lo rodea y en todo penetra. Más
adelante dirá del pneuma la relación que esta sustancia tiene no sólo con el ambiente
exterior, sino que también de cómo penetra en lo interior del cuerpo. Se ha mencionado
anteriormente que el pneuma tiene una naturaleza ígnea.30 Este fenómeno se
experimenta también en el propio cuerpo.
“[…] Las venas y las arterias no dejan de vibrar con una especie de movimiento
ígneo (pneuma), y se ha advertido a menudo cómo el corazón de cualquier ser
vivo, al ser extraído, palpita al mismo compás que si imitara el centelleo de una
llama. De ahí que debe desprenderse que ese calor natural alberga dentro de sí
aquella energía vital que se extiende a través de todo el mundo”.31
Es por eso que he planteado de que la naturaleza del universo infinito en Bruno tiene un
origen pneumático, y de ahí que el pneuma es inseparable de toda vida infinita.
El alma del mundo en el Renacimiento es precisamente el espíritu ígneo –pneuma– que
lo penetra todo, sin diferenciar nada en la naturaleza. Se puede agregar que el alma del
mundo diseminada en la infinitud del universo, alberga un principio rector que no está
carente de razón o de inteligencia. En efecto, en la totalidad de la naturaleza se
albergaría un principio rector que no se reduce necesariamente al ser humano, pensando
que es el único animal que tiene razón. Para el estoicismo y sobre todo en el sistema
bruniano, en cambio, la naturaleza en general tiene un principio racional que la guía.
Por ejemplo, Cicerón menciona en estos pasajes que
“Se piensa, por otra parte, que es en la raíces de los árboles y de aquellos seres
que se crían de la tierra donde se aloja el principio rector de éstos (digo principio
rector, por lo demás, a lo que los griegos llaman hegemonikón; nada más
eminente que éste puede o debe haber dentro de cada especie)”.32

27
Cicerón. Sobre la naturaleza de los dioses. Ediciones Gredos. Madrid, año 1999.
28
En la traducción de Gredos aparece está traducido como aliento.
29
Ibíd. Pág. 179
30
En este sentido, por muy sutil que pueda resultar esta sustancia, tiene finalmente un origen material.
31
Ibíd. Pág. 182
32
Ibíd. Pág. 185
Es relevante mencionar la necesidad de concebir a la naturaleza como un organismo no
sólo vivo, sino que además inteligente per se33, dado que desvanece a toda la tradición
que la ha concebido desde su condición heterónoma. De este modo, cualquier segmento
finito inmanente a la sustancia infinita, es una apertura que explica lo divino a partir de
su propia existencia, pero sólo es una explicación de los infinitos aspectos de lo divino,
de ahí su inapropiabilidad.34
En el universo infinito lo común jamás se escabulle; y si así fuera, la sustancia infinita
se confundiría con los modos de ser inmanentes a ella, y ya no sería ella la única
estancia, sino que también los modos de ser, enmascarados de ella, se apropiarían de lo
que en la esencia del universo se devela justamente como un inapropiable.35
En este sentido, la lucha bruniana es contra este modo ilegítimo de apropiarse de la
divinidad, en las oscuridades que progresan en el interior de tiempo vicisitudinal. Por
ejemplo, todo esto se visibilizaba en la stasis eclosionada por las luchas religiosas que
afectaban a la Europa de mediados del siglo XVI. Las luchas religiosas subsumieron al
infinito en vistas de la realización de algún Dios personal, provocando no la cohesión ni
explicación de la totalidad de la naturaleza, sino que la división de ésta. La realización
no está jamás en la persona ni en nada que ratifique la lógica de lo finito, sino más bien
en lo impersonal que cohesiona todas las partes diferentes, constitutivas del universo,
desde una sustancia común vital e inteligente, esto es, el alma del mundo.

33
De ahí esta idea estoica del hegemonikón (razón), que es la parte rectora del alma, no reducida
exclusivamente al ser humano, sino que se amplía al cosmos en general.
34
De modo que no es que lo finito se apropie de lo divino, legitimando su propia propiedad, sino que su
determinación no es más que una explicación de los infinitos rostros de la divinidad.
35
Si bien esta palabra no es bruniana, se puede concebir como sinónimo de «Dios»; «verdad»; «el
infinito»; «ser»; «justicia» o «sustancia infinita».

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