Vous êtes sur la page 1sur 3

La Verdad de la Democracia Invisible

Una mente crédula... encuentra el mayor deleite en creer cosas extrañas y, cuanto más extrañas
son, más fácil le resulta creerlas; pero nunca toma en consideración las que son sencillas y posibles,
porque todo el mundo puede creerlas.
SAMUEL BUTLER

Imaginemos una historia donde participan dos personajes Gobierno y


Oposición, Gobierno dice tener a Democracia y Oposición lo niega:
Gobierno: En Venezuela habita la democracia plenamente.
Oposición: Muéstremela
Los personajes van hasta Venezuela y ven un país caótico lleno de nobles
ciudadanos desorientados.
Oposición: ¿Dónde está la Democracia?
Gobierno: Si esta, pero es invisible.
Oposición: Ok, realicemos algo, vamos a unas elecciones justas para poder ver a
democracia.
Gobierno: Esta bien, pero lo que pasa es que las elecciones las organiza el CNE
y tu no crees en él.
Oposición: Bueno en este caso tendremos testigos en todas las mesas
pendientes de la Democracia.
Gobierno: Esta bien, pero usaremos unas máquinas automatizadas los testigos
no servirán de nada para ver a Democracia.
Oposición: Entonces colocaremos un candidato único, para que sea más fácil ver
a democracia.
Gobierno: Pero como te dije las maquinas son automáticas y están inscritos
varios candidatos y no se pueden eliminar.
Basado en
---ooo---
Lo que separa drásticamente a uno y otro de ambos personajes es la petición
de prueba o de demostración de la existencia de Democracia. Mientras que el
personaje Oposición pide una prueba insistentemente, el Gobierno la elude
constantemente.
Sí de identificar el pensamiento ilusorio se trata, el personaje Gobierno lo
representa perfectamente mientras no se plantea la necesidad de la prueba. Según
parece, la verdad de una afirmación, en este caso, la afirmación de que hay
Democracia en Venezuela, descansa en el simple hecho de que el personaje
Gobierno la formule. Así, el propio sujeto sería el criterio de verdad de las
afirmaciones que él mismo declara.
Tal criterio de verdad no resiste el análisis. Si fuera admisible, bastaría con
formular la afirmación contraria por boca de cualquier otro sujeto para que
quedásemos en la imposibilidad de resolver el problema de cuál de ambas
afirmaciones es verdadera. Las dos aseveraciones, quedarían suspendidas en la
condición de formulaciones inútiles. De esta aporía sólo podemos escapar bajo un
criterio de verdad que no dependa del solo hecho de que alguien exponga alguna
afirmación.
Por lo tanto, Venezuela se encuentra en una especie de limbo, donde la
verdad y la democracia son invisibles y se convierten en seres fantásticos. Sólo el
criterio de la prueba es capaz de resolver el impasse al que nos conduce el
voluntarismo de los sujetos. El problema de la actitud del personaje Gobierno es que
no admite prueba alguna. O, dicho de otro modo, cualquiera sea la prueba
específica que se proponga, se la elude, se la rechaza. Peor aún, se procede como
si no hiciesen falta las pruebas. De algún lado obtiene su convicción, pero no de las
pruebas posibles.
En el pensamiento ficticio, la verdad de la afirmación está preestablecida.
Como no existe la pretensión de la prueba, la verdad de la afirmación es algo que
entre la afirmación formulada y el propio sujeto que la formula. En vez de la prueba,
el criterio es la mera opinión, una creencia sin fundamento, la credulidad, la
autorreferencia, la porfía psicológica, el asentimiento sin análisis a tradiciones.
En lo que probablemente confluyan ambos personajes, es que todas las
personas protagonistas de los relatos fantásticos aseguran que están diciendo la
verdad y se colocan a sí mismos como prueba. Por lo cual, el criterio de verdad es
el testimonio personal. Así, cualquier persona común y normal ese noble ciudadano
queda limitado a lo que le parezca creer o no creer.
Por lo antes expuesto, existe el acicate de proclamar vías únicas y predilectas
de conocimiento, que sólo algunos pueden obtener. El resto de los mortales no
tienen otro remedio que esperar a que los privilegiados personajes abran sus
secretos y los compartan, bajo la forma de un conocimiento que se revela, se
comunica y del cual se exige aceptación. Por supuesto, nada de pensamiento
crítico. Un rasgo importante es el convencimiento de que los demás (la abrumadora
mayoría de ciudadanos) no están en condiciones de comprender. De ahí el sin
sentido de pedirles que piensen. No tienen que pensar si no acatar, agradeciendo
el obsequio del que son objeto (Populismo).
Para finalizar los ciudadanos caen en una especie de circulo vicioso, rabo
con rabo, cabeza con cabeza, donde surge una especie paranoia colectiva que es
alimentada por un sinfín de interrogantes y paradojas como: ¿Cómo sabe la
oposición que la democracia existe? ¿Alguna vez la vio? ¿Por qué la oposición no
es la dueña de la democracia o cuándo y por qué la perdió?
Para poder liberar a Venezuela primero debemos liberar
nuestra mente.
Lic. Gerardo Gonzalez P.

Vous aimerez peut-être aussi