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Una ola asesina mata a cientos de miles de personas, pero solo a unos cuantos animales.

Historias
de mascotas que parecen avisar a sus dueños de que algo malo va a ocurrir... y aciertan. Existen
innumerables informes de casi cada desastre conocido en la historia de animales que advierten la
tragedia y huyen despavoridos para ponerse a salvo. Se dice que serpientes, ratas y
ciempiés huyeron de la ciudad de Erice días antes de un colosal terremoto, y se sabe
de ciervos que echan a correr antes de una avalancha y de tiburonesque se adentran en el mar
para escapar antes de la llegada de un huracán.

Pero, ¿cómo saben que se acerca una catástrofe natural? Hay varias teorías. Quizás huelen los
gases que se liberan cuando las rocas cambian bajo la corteza terrestre antes de la actividad
sísmica, quizás detectan los ultrasonidos provocados por terremotos o maremotos... Una de las
hipótesis más interesantes es que son capaces de sentir los cambios en los campos
electromagnéticos de la Tierra. Todas se explican en este interesante vídeo de National
Geographic.

Sea como sea, es evidente que los animales superan la tecnología de la que nos sentimos tan
orgullosos, un recordatorio de que todavía tenemos mucho que aprender de la naturaleza.

Los animales presienten las catástrofes y son capaces de predecir los


desastres naturales ¿por qué ellos presienten el peligro y nosotros
no? Por F.G-S.

Gatos: los primeros en huir ante las vibraciones

Estos felinos tienen un elevado ‘sentido de la vibración’. Por eso, ante cualquier
movimiento, son los primeros en desaparecer. En los pueblos que rodean el
siciliano volcán Etna, todos los campesinos tienen gatos en casa como ‘detectores
sísmicos’. Si todos los gatos escapan en un intervalo corto de tiempo, los
campesinos los imitan y se alejan del volcán.

Aves migratorias: si el magnetismo se altera, echan a volar

La misma lectura de los campos magnéticos que utilizan para sus migraciones les
permite a estas aves detectar cualquier cambio electromagnético producido por un
seísmo. Antes de que se produzca, levantan el vuelo conjuntamente y huyen de la
zona que será afectada. Las aves enjauladas se muestran agitadas ante la llegada
de los temblores.

Peces gato: saltan y nadan como enloquecidos

Esta especie es capaz de percibir las pequeñas corrientes eléctricas que circulan
por los sustratos del suelo en el momento previo al terremoto. Cuando las notan,
saltan fuera del agua y nadan de forma enloquecida. En Japón, un país con una
trágica historia de terremotos, usan este tipo de peces y las carpas doradas como
‘detectores’.

Tiburones: ante cambios de presión, se alejan hacia el fondo

Los tiburones de estuario son capaces de captar los cambios en la presión del
agua que anteceden a un huracán. Así lo hicieron con el huracán Charley, en
agosto de 2004. Doce horas antes de su llegada habían escapado a aguas
profundas para ponerse a salvo. Esa especial sensibilidad también les permite
advertir las alteraciones producidas por los seísmos.

Elefantes : al menor infrasonido, empieza la carrera

Su capacidad para captar infrasonidos les facilita oír cualquier fractura de la


corteza terrestre. Además, a través de la planta de sus patas pueden captar los
microtemblores que se producen antes de un seísmo, lo que demostraría que los
paquidermos tienen un gran ‘sentido de la vibración’. Han sido los grandes
supervivientes de la catástrofe del Índico.

Perros: aullidos antes del seísmo

Al ser los más cercanos al hombre, estos animales domésticos son, junto con los
gatos, los que en más ocasiones han avisado de la llegada de un terremoto. Los
perros, unas horas antes de que se produzca un seísmo, se muestran inquietos,
empiezan a moverse de forma nerviosa y ladran incansablemente. Después,
emprenden la huida definitiva.

Raza humana: la vista, el único sentido que alerta

De las cinco señales físicas que anteceden a un movimiento sísmico (cargas


eléctricas, ondas sonoras de baja intensidad, afloramiento de gases del subsuelo,
modificaciones en el magnetismo terrestre y nubes de vapor por la fricción de las
rocas), los humanos sólo detectamos las últimas, que son visuales. El resto son
ajenas a nuestros sentidos.

 Pobre de oído. El hombre es sensible a las ondas entre 1.000 y 4.000 ciclos por
segundo. Los sonidos que provoca la corteza terrestre al fracturarse no alcanzan
ese umbral.
 Escaso de olfato. Este sentido es, en el ser humano, un millón de veces menos
preciso que el de un perro y no nos permite detectar la liberación de gases previos
a los seísmos.
 Carente de ‘sistema de aviso’. La combinación de un oído y aparato fonador
limitados impide a los humanos comunicarse a distancia. La tecnología ejerce hoy
esa función.
 Sin ‘detectores’ magnéticos. No percibimos los cambios en el magnetismo
terrestre que se producen en un seísmo porque el cuerpo no puede procesar esas
señales.
 Sin ‘sentido de la vibración’.A diferencia de otros animales, no captamos las
vibraciones que se trasmiten por el suelo y que ellos recogen a través de las
patas.

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