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Desde un inicio Torras (2007) parte de la idea fundamental que el cuerpo no es más
que una construcción de la sociedad en la que vivimos; y que, de acuerdo a determinados
facciones con las cuales cada individuo nace se le son asignados determinados roles y que
para cada uno de esos roles debe de cumplir una función que le ha sido asignada. Si uno
de los individuos no encaje en ellos no pertenece a. Sin duda alguna, pareciera que la
evidencia es así, y que es la sociedad quien dictamina que se puede y que no se puede
esperar de determinados seres que nacen en cada una de las sociedades. Al respecto Torras
(2007) afirma lo siguiente: “la categoría mujer (o mujeres), sobre la que se asientan las
propuestas feministas, no podría ser definida de un modo concluyente y satisfactorio” (p.
11) es decir, si partimos de la idea que la naturaleza nos ha dotado de cada uno de los
atributos que poseemos y que estos a su vez no pueden ser intercambiados, o que cada fallo
no merece pertenecer a ese grupo que previamente se ha definido como tal; Entonces la
categoría de mujer u hombre entra en contradicción por que no necesariamente debería de
corresponder con lo que cada sociedad espera de este estereotipo.
En adelante la autora entrara a desarrollar y a poner en crisis la siguiente afirmación:
Además, se la autora evidencia el hecho que sexo y género no son más que una
construcción que se realiza la cultura en la cual se vive y convive. Dicha cultura asigna al
sexo un origen biológico, algo que es previo a y esencial para construir todo ello desde una
perspectiva eminentemente esencialista; mientras que por otro lado, desde un
construccionismo, el género no es más que algo cultural, y posterior a, haciendo de este una
construcción social.
Desde esta óptica solo existirían el hombre y la mujer, y de este binomio surge el
parámetro para determinar lo normal de lo anormal. Sumando a lo anterior, esto también
prescribe la unión sexual de las categorías con su contrario y complementario (Torras,
2007) cuando alguien que se sale de esta norma acepta una orientación diferente, aun
cuando se acepta su orientación se le juga, se le anlia desde una línea heterosexual, es
asique, como lo plantea Torras (2007) “seria impropio decir que las lesbianas viven, se
asocian, hacen el amor con mujeres porque la mujer no tiene sentido más que en los
sistemas heterosexuales” (p.14)
Judith Butler al respecto no diferencia entre sexo y género. Para esta autora dichas
categorías surgen en el medio de una diferenciación en el plano del discurso del orden
cultural imperante. Es decir, el cuerpo es causa y a la misma vez efecto de procesos de
desarrollo en unas complejas redes conceptuales binarias, esta a su vez están relacionados
íntimamente: ¿cómo se dan? A través de lenguaje y de su textualización. Entonces surge la
pregunta ¿Qué es el cuerpo? No sería más que una pluralidad de significados producto de
una estrategia de representación desde dos dimensiones que se pone en juego: el poder y el
saber.
Al final, Butler plantea que pensemos los géneros y los cuerpos como
materializaciones político-culturales que no tiene una existencia anterior a la cultura y al
lenguaje. Por lo tanto, la capacidad de acción del individuo proviene, de condición textual
y discursiva. Por ello, los cuerpos no siempre se mostraran de forma absoluta porque en el
preciso instante en que lo hiciere dejaría se ser cuerpo, culmina diciendo Torras (200).
Sin duda, que la lucha por que los cuerpos se evidencien es un proceso complejo
que tiene sus propios matices y perspectivas desde los cuales se analizan pero que no se
puede asumir de manera radical y ortodoxos. Los cuerpos tendrán su espacio y a la vez
dificultad para ser encontrados en el discurso hegemónico que ponderará unos y
discriminará a otros. Y esa es la tarea de los nuevos intelectuales, poner en evidencia
aquellos cuerpo que son marginados por una serie de reglas y normas que en muchos casos
ya son retrogradas y discriminatorias.