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ABORDAJES EN ADICCIONES: PLANIFICAR LA ESPERANZA.

"Decía Pichón; quien se entrega a la tristeza, renuncia a la plenitud de la vida, y entregarse a la tristeza es
quedar con la mirada fija en lo perdido y no poder ver lo que nace, lo que vive, lo que crece y que es
antagónico a esa perdida. Agrega Pichón que la tarea es entonces planificar la esperanza. Es decir
reconocer el valor subjetivo de los proyectos. Hay muchos que hoy, aunque sufran no se entregan a la
tristeza y luchan para gestar y sostener para sí y para otros la esperanza... ...." Ana Quiroga —

El psicoanálisis es un teoría compleja, sólida, que no rotula, ni mide, y que busca lo único
y particular de cada sujeto, tanto en su modo de enfermar como en su forma de buscar alivio
al dolor de existir.

Para mi participación de hoy, creí relevante comenzar mencionando algunas


consideraciones básicas sobre mis concepciones acerca del campo que nos convoca, el de las
adicciones y nuestras intervenciones.

Las adicciones pueden pensarse como una problemática que incluye lo subjetivo,
familiar, comunitario, social, económico, y político, y que ha variado con el correr de las
conformaciones de la historia, es decir, concibo a las adicciones como un campo atravesado
por la complejidad. Esto implica además, que no puedo considerar que una sola teoría o
ciencia, pueda ofrecer todas las respuestas, pues un problema complejo, tendrá abordajes
múltiples y complejos. Dentro de la complejidad, incluyo los sentidos paradojales, que se
repiten en los distintos niveles de análisis y de intervención, solo a modo de ejemplo podemos
escucharlo con frases tales como,” quiero dejar de consumir, pero no puedo…. “ “ esto no es
un problema para mí, lo puedo dejar cuando quiera” cuando hace años que se consume . Esto
paradójico determina desde el psicoanálisis, la posibilidad de comenzar a problematizar aquello
que al inicio es vivido como una solución. Paradoja fundamental de la clínica de las adicciones,
poder transformar ese remedio, en un veneno, es decir, desplazar la relevancia e insistencia
del objeto consumido en una significación única, donde un sujeto puede comenzar a ubicar en
su historia a dicho objeto y su propia regulación en ese modo particular de goce. Sólo y a
partir de allí resulta posible pensar en una decisión subjetiva y responsable en relación a qué
hacer con el consumo de sustancias. Lo previo, es una compulsión, que sostenida y generada
por una época, que fuerza a todo tipo de consumo, por una historia, y por condiciones
subjetivas que dejan entrampado en un goce infinito, sin medida, pero también sin palabra
humanizante

Como no es mi intención hacer una participación teórica, hay gente que puede hacerlo de
un modo mucho más ordenado y sistemático, voy a comentar algunas intervenciones, para
compartir cómo puede una psicoanalista abordar algo referente al campo de las adicciones.

Les presentaré dos pequeños casos, dos adolescentes, dos historias……..distintas


intervenciones

Alejandro, de 15 años viene con su madre, una hermanita y dos trabajadoras sociales.
Luego de evaluar, concluyo que Alejandro tenía un problema neurológico, psiquiátrico,
toxicológico, familiar, social y económico. ¿Por dónde empezar? ...por hacer lazo con
Alejandro, quien durante la entrevista se golpeaba contra la pared, por escuchar ruidos en su
cabeza…¿por dónde seguir?, por escuchar a su madre, desvalida, pero apoyada por las
trabajadoras sociales, que también se encontraban desesperadas por la complejidad del caso.
¿ Qué puede hacer un psicoanalista allí donde parece ser necesario más bien un
bombero?....lo único que podemos hacer: escuchar, para luego comenzar a ordenar, junto a las
trabajadoras sociales, las prioridades y las posibilidades para encontrar algunas respuestas.

Alejandro entraba y salía del consultorio, desesperado, creí que saldría corriendo, pero
cuando regresó, golpeó la puerta antes de entrar y llamándome por mi nombre, me pidió un
vaso de agua. Creí entonces que mi misión estaba cumplida por ese día. Ya tranquilas y
escuchadas las trabajadoras sociales, podrían seguir rumbo a las especialidades más
urgentes, neurólogo, por la epilepsia, psiquiatra por un cuadro alucinatorio, para recién volver a
encontrarnos con un joven más ordenado. No somos bomberos, pero ¿cuántas veces sentimos
que a nuestro alrededor la catástrofe del dolor arrasa con los sujetos?

Dignificar es en estos casos, restituir el derecho a dejar de sufrir , después se pondrán


sentidos a una historia de muchos hechos pero con pocas palabras.

Juan, llega a la consulta traída por su madre, con 15 años. Ningún interés de su parte en
realizar tratamiento. Viene porque su madre le insiste y su padre le reprocha. La preocupación
de ella es que fuma marihuana, mucha angustia de su parte como impotencia por parte del
padre, quien asiste en alguna ocasión con una remera con hojas de cannabis, y expresa que
no creía que el hecho fuera una provocación a nuestra tarea.

Invito a Juan a participar del espacio grupal de adolescentes y acepta, manteniendo durante
mucho tiempo, más de un año, su postura de no querer dejar de consumir, aunque en el
dispositivo no era una condición, salvo la sobriedad para participar del mismo .Lo acepta.

Asiste, interactúa, piensa, pero es un fuerte defensor del consumo de cannabis, rastas,
remeras alusivas. En poco tiempo, Juan comienza a plantear sus dificultades en relación a lo
escolar, le resulta difícil, ha repetido reiteradas veces, pero nada le interesa, nada lo moviliza ,
no oculta su consumo, ni su intención de no dejar de hacerlo.

Juan, establece vínculos positivos con sus compañeros del grupo, escucha, reflexiona,
pone humor, tímidamente habla de chicas, La evolución del grupo hace que por momentos
haya muchos integrantes, y por momentos sólo quedara él. El único, el que no pensaba dejar
de consumir, ni tenía muy claro por qué venía, es el único que logra sostener su lugar en el
tiempo, pero junto a eso, su consumo aumenta y se diversifica.

Un día, comienza a recordar la primera vez que fumo, recuerda que ese día mirando el
pasto había recordado un episodio de su infancia, a sus 7 años su mejor amigo se muda y lo
deja solo. Me mira y me dice, CREO QUE ESTOY TRISTE, ese día Juan comenzó su
tratamiento.

Para él venir era su paz, su momento, lo asocia a un árbol cercano a su casa, donde se
refugia, para estar solo y pensar. Hace lazos permanentemente, todos asociados al consumo,
y-o a la posibilidad de vender, hecho que lo moviliza fuertemente. Trae a una entrevista al
amigo que le propone ser socios, un joven psicótico, abandonado y perdido, a quien Juan
quería ayudar de todas las desgracias que la vida le ponía en su camino. Hasta que logra
separarse de esa situación, pero percibe que su consumo se torna compulsivo, y que quiere
dejar de consumir, pero no puede hacerlo. En esa instancia, se le sugiere una internación,
pero responde que tiene mucho miedo a estar encerrado. Le proponemos un tratamiento
AMBULATORIO diario.
Junto a un operador ve un corto, EL CIRCO DE LA MARIPOSA y comienza a escribir de lo
que piensa y de lo que siente, con la posibilidad de publicar sus producciones en una revista de
jóvenes.

En su última participación grupal dice: ”la droga para mí no era un problema, era una
solución “ y deja de asistir al tratamiento.

Dos meses más tarde, Juan me envía un mensaje de texto y me pide internarse y así lo
conseguimos, cumplió sus 18 años y fue internado .

Juan logró advertir que el encierro ya estaba en él y que la internación era una vía para cortar
una situación que aunque quisiera, ya no podía controlar , pero también era su momento para
pensar, y para correrse de la angustia materna y la impotencia paterna.

Este joven comenzó un recorrido terapéutico, a desgano, a contramano, y en silencio de su


verdad y sus dolores pero fue recibido desde la posibilidad de tomarse su tiempo para pensar
en él , en sus sentimientos, en sus recuerdos, permitirse la angustia, enojarse, des-
anestesiarse, para nombrar su tristeza, la del abandono, que hacía muchos años estaba pero
sin nombre ni lugar. Ofrecerle un lugar de dignidad, de libertad , de espera, pero también de
responsabilidad, la que con mucho esfuerzo aceptó.

Juan, al que nada le ocurría, que no planeaba dejar el consumo, pero que lo tenía cada vez
más cerca y dentro suyo, un día decidió, tender la mano donde sabía que se lo esperaba, para
por fin tomar la palabra, la suya :

Me dijeron que escriba mis sentimientos


Como si fueran una historia o un cuento
Que redacte algún momento
Que sí lo escribo tiene que ser cierto
No tiene que ser perfecto
Pero tiene que tener fundamento
Para que le interese al resto
Y vean como soy
Donde siempre estoy
Para donde voy
¿Y si muero hoy?
y a nadie le interesa
Porque no tengo una empresa
Ni soy alguien con grandezas ni proezas
Sólo un pibe en una pieza
Con la mente activa
Y los sentidos anestesiados
Con los momentos vividos poco a poco borrados
Y los malos son los más recordados
Los que me quitan la paciencia
Para que caiga y pierda la conciencia
Y me olvide de la decencia
Y todo termine con violencia
Y yo quede sin rumbo
Con un dolor en mi alma tan profundo
Que sólo en la angustia me hundo
Pero decido hacer un cambio rumbo
Y no caer en su trampa
Que siempre me persigue
Para que me valla todo en declive y los sentidos desactive
Para volver a su juego
Y arda en su fuego.

Trabajar con adolescentes, es trabajar con fuego, que te arrasa, o te vivifica, un delgada
línea, entre la vida que nace y la vida que muere, a lo viejo o lo repetido

Como mariposas, que se gestan en un delicado capullo, cuando pueden desplegar sus alas,
tan bellas, y vivas como frágiles, son la esperanza, la primavera, pero si los dejamos sin red,
sin sostén, sin una batalla por pelear, los dejamos inmóviles, impotentes. Los jóvenes nos
convocan una y otra vez, a dejarlos nacer, renacer, sin que nos permitamos morir antes de
luchar, nos invitan a crecer.

Lic . Adriana Morena

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