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ERNEST BENDRISS, Breve historia de los merovingios

El mundo merovingio

En contacto con los galorromanos, los francos se “romanizan” al cabo de cuatro


generaciones adoptando una doble cultura: tras conservar su cultura germánica (en
particular, su religión pagana, cuyo principal dios Odin es el de la guerra), van a
adoptar los modos de vida romanos y su lengua (son bilingües: latino y germano).

Conocemos el estado social y político de los francos, antes de que éstos invadieran la
Galia, por la ley sálica cuya primera redacción fue anterior a Clodoveo. En ella se
advierte que el pueblo franco se mantenía fiel a sus normas tradicionales.
Políticamente, el rey era jefe del Estado y detentaba el poder ejecutivo; pero, para
resolver los asuntos importantes y promulgar las leyes, necesitaba la aprobación del
pueblo.

En su origen, la sociedad germánica estaba organizada en torno a la comunidad


campesina, ella misma incluida en una entidad más extensa, el clan. El clan, que se
llama sippe, agrupa en una misma superficie geográfica a todos los miembros que
tienen un origen común. El clan tiene el deber de garantizar la paz, la justicia que se
basa en un derecho consuetudinario, y la protección de todos sus miembros. El honor
de un miembro puede conducir a largas y fatales venganzas, llamadas faida,
perpetuándose sobre varias generaciones, de la cual la propia familia merovingia fue
víctima en numerosas ocasiones.

Podemos distinguir tres clases sociales en la sociedad de los francos:

1. La nobleza, cuyos miembros son de ascendencia divina


2. Los hombres libres, que representan la mayor parte de la población en edad de
llevar las armas y poseedores de derechos.
3. Los esclavos.

La esclavitud era muy corriente bajo los merovingios y abstecía un rentable tráfico
comercial. Los esclavos podían ser guerreros capturados durante una expedición
militar, o ser esclavos de nacimiento u hombres libres que habían sido condenados a
la esclavitud por deudas que no podían pagar.

El esclavo no tenía ningún derecho. En general, se les trataba bien puesto que
formaban parte integrante de la familia.

La iglesia consideraba que si ante la mirada de Dios todo hombre libre o esclavo era
igual al día del Juicio Final, en la vida diaria ella autorizaba y empleaba también a
esclavos. (…)Para identificar a un esclavo los romanos utilizaban un tatuaje en vez de
la marca al hierro candente. Bajo los merovingios, esta práctica desapareció debido a
la proscripción hecha por la iglesia.

No obstante el esclavo tenía la posibilidad de recobrar la libertad mediante el


reembolso del precio de su compra, cosa que el amo oficializaba durante una
ceremonia.

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Un esclavo podía también emanciparse por medio del ejército. En efecto,
contrariamente a los romanos, el pueblo germánico usaba de buen grado a los
esclavos que acompañaban a sus amos al combate. Por supuesto, el amo podía
liberar según su parecer al esclavo.

Por último, algunos esclavos podían huir y simplemente pedir a la Iglesia el derecho
de asilo. En este caso, si el derecho se le concedía, el esclavo se convertía en un
individuo libre pero obligado hasta su muerte al servicio a la iglesia.

Existen también, bajo los merovingios, los letes, es decir, antiguos presos de guerra a
quienes los francos instalaron sobre una tierra para cultivarla. No podían dejar esa
tierra y debían pagar no sólo un impuesto específico, el litimonium, sino que acudían
regularmente a prestar un servicio militar. Es necesario recordar el destino excepcional
de una esclava anglosajona vendida al alcalde del palacio de Neustria. El rey
Clodoveo II se enamoró de ella y la desposó. Fue la gran reina Batilde.

Las familias aristocráticas germánicos que tenían un antepasado común se llamaban


“fara”. No obstante, su influencia sólo se ejercía en el marco de la guerra o de la
dirección de un clan. En realidad, el nacimiento de la aristocracia franca tuvo lugar no
según un criterio de sangre o riqueza, tal como ocurre con la clase senatorial romana,
sino sobre todo según un criterio de función. La aristocracia merovingia es una
aristocracia en primer lugar militar o administrativa que sirve al rey. Por otra parte, las
mayores familias aristocráticas forman el entorno del rey y se designa a sus miembros
leudes. A pesar del juramento de fidelidad prestado al rey, afirman con determinación
sus intereses de índole personal. Gracias a su estatus militar la aristocracia franca se
beneficia de los dones del rey, que le otorga vastos dominios territoriales.

Progresivamente, tal como ocurre con el rey, la aristocracia franca establece una red
de fieles o de clientela que, a cambio de la protección de potentes y ricos personajes,
se recomendaban a ella y le aportaban su ayuda. La recomendación o commendatio
es un contrato entre hombres libres en el cual un hombre se pone voluntariamente
bajo la protección de otro hombre libre hasta la muerte de uno de los dos contratantes.
Para agradecer un servicio a alguno de sus fieles, un aristócrata podía, con carácter
vitalicio, ceder una parcela de su tierra. Estas prácticas, muy extendidas en la Galia
merovingia, forman en verdad el núcleo del vasallaje en la Edad Media. El vasallaje
merovingio se basa en una doble herencia romana, pero también germánica.

La aristocracia franca se escindió progresivamente en dos principales bloquees, la de


Neustria y la de Austrasia.

Poderes y funciones del rey merovingio

El rey merovingio dispone de un verdadero poder, casi absoluto, gracias al derecho de


conquista: habiendo conquistado y sometido a una extensa población ésta le debe una
obediencia total. Todos los habitantes del reino le pertenecen. Sobre este derecho de
conquista, los reyes merovingios van a establecer numerosos poderes y derechos.

La primera función de un rey franco es la guerra, es decir, controlar y dirigir el ejército


franco. Compuesto de todos los hombres libres en edad de combatir, mayores de 15
años, el ejército franco es sobre todo un ejército de soldados de infantería. Puesto que

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no podía tener a un ejército permanente, debido al enorme e insoportable coste que
habría generado su mantenimiento sobre el tesoro real, se reunía sobre la
convocatoria real, el hériban. A partir de la proclamación del hériban, cada conde
convocaba a todos los hombres libres y válidos en sus circunscripciones.

El ejército merovingio estaba formado esencialmente por soldados de infantería. El


equipamiento de un soldado de infantería hacía de él un soldado especialmente
temido por todos sus adversarios ya que disponía de armas ofensivas flexibles,
resistentes y sobre todo letales como la francisca, que rompe el frente del enemigo, el
arco, la lanza, y el scramasaxe (un puñal), pequeñas hachas, angons o jabalinas
(clases de lanzas con un arpón fijado en el asta) y una espada larga. El soldado era
protegido también por un escudo pero el infante no solía emplear cascos o corazas.
Además del ejército, la monarquía merovingia favoreció también la edificación de
fortalezas y guarniciones permanentes con el fin de controlar las regiones fronterizas
turbulentas. Reanudando la antigua práctica del Limes romano, los francos
construyeron una serie de fortificaciones frente a los bretones y los aquitanios.

En la sociedad franca primitiva, el rey o es más que un jefe de guerra, que extiende su
autoridad sobre una o varias tribus. Es elegido, en teoría, por todos los guerreros
libres, de hecho por sus compañeros de armas solamente, los leudes. Este carácter
electivo de la realeza, que se mantiene, por ejemplo, en la España visigoda,
desaparece muy pronto en la Galia, Clodoveo fue un rey elegido, pero a partir de su
muerte, el trono se hizo hereditario. El rey manda, pero también tiene derecho a juzga.
No existe distinción alguna entre el patrimonio privado y el patrimonio público. (…) Las
alianzas dinástico-matrimoniales fueron una práctica muy común entre los reinos
romano germánicos. Mediante estas alianzas se buscaba ampliar los territorios, los
tesoros y las conexiones políticas. Los jefes germanos tenían la costumbre de la
poligamia, costumbre que mantendrán hasta el siglo IX. Entre los merovingios este
aspecto se observa en varios casos. Clodoveo, el fundador del reino católico, tuvo dos
mujeres, una concubina y la princesa Clotilde.

La aristocracia merovingia tiene un doble origen. Por un lado los compañeros del rey
que son guerreros afianzados. Por otro, los miembros de la antigua nobleza
galorromana, que por su cultura y su formación jurídica entran a formar parte del
gobierno. En el transcurso del tiempo estas dos noblezas llegarán a fundirse.

Los antrustiones y los nutriti constituyen el séquito del rey. El término scara, es el
que designa al ejército franco permanente. El rey dispone también de una guardia de
guerreros de élite encargados de su protección personal. Son los anstrustiones. A
cambio de un juramento de fidelidad absoluta y ciega, llamado el truste (fidelidad), el
rey les concede su protección, y se compromete a mantenerlos. Este juramento de
hombre a hombre resume y constituye el esbozo de lo que más tarde será el
juramento de vasallaje.

El rey acoge también a jóvenes guerreros francos con el fin de formarlos en el arte de
la guerra. En efecto, con regularidad, numerosos jóvenes aristócratas eran
adiestrados, junto con los príncipes, en la Corte real, donde recibían una educación a
la vez física e “intelectual”. Se les llamaba “nutriti”, es decir los “alimentados”.

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Por último, el rey está rodeado asimismo por grandes aristócratas. Los leudes, que
prestan también un juramento de fidelidad al rey o al conde. (…) Con el fin de fidelizar
a los leudes, que al compás de las guerras civiles merovingias cambiaban
regularmente de bando, sobre todo durante las guerras civiles merovingias cambiaban
regularmente de bando, sobre todo durante las guerras civiles, el rey utilizaba su poder
de gracia, o gratia, es decir, recompensando los servicios de sus fieles, concediendo
tierras, dinero o nombrándolos para altos cargos administrativos.

Los reyes merovingios disponen del derecho del ban real, es decir, el poder de mandar
y de castigar. Este poder no conoce ninguna restricción, se aplica a todos y en todos
los ámbitos: político, administrativo, militar, judicial, monetario, fiscal, económico, etc.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que este derecho se ejercía a veces de modo
oral. La orden oral el rey, inequívoca, no podía ser falsificada y se repetía entonces a
todos. Pero el que no lo había oído podía no creerse obligado a someterse. Ésta es la
razón por la que la monarquía reanudó la escritura latina para difundir los edictos
reales. No obstante, ningún rey merovingio pudo gobernar como monarca absoluto o
déspota ya que, no disponiendo de una administración perfeccionada debía apoyarse
en la aristocracia local, y, en particular, en el obispo, para transmitir sus decisiones y
hacer aplicar sus decretos.

Una de las más importantes funciones reales consistía en garantizar una justicia
equitativa. Por supuesto, ante los innumerables litigios locales, el rey delegaba este
poder en el conde que presidía en su nombre, se trata del Mall (del latín mallus,
tribunal). Pero al rey le corresponde el veredicto final cuando el asunto era
especialmente importante.

A partir del siglo VII los mayordomos se encargarían de la administración central del
reino.

Los reyes merovingios poseían el mund, potencia carismática y sobrenatural


transmitida por la sangre y legitimada por las victorias. Se pensaba que el ascendente
mágico del rey franco residía en su cabellera. Por esta razón el último de los reyes
merovingios, Childerico III, fue cegado antes de acabar encerrado en un monasterio,
como muchos de sus antecesores que habían sido descartados del trono.

Cuando el rey merovingio acumulaba errores y derrotas, y demostraba en definitiva


debilidad, sólo otro miembro de su familia podía practicar el asesinato del que había
perdido el mund, el poder mágico de la realeza. Así sucedieron los regicidios de
Sigeberto I, Childerico I, Childerico II y Dagoberto II.

La tonsura de un rey o de un príncipe privaba inevitablemente a este último de todos


sus poderes, derechos y privilegios reales. Este acto humillante y degradante se aplicó
posiblemente por primera vez a Theodeberto II en el 612 y luego a Dagoberto II. La
reina madre Clotilde, la esposa de Clodoveo I, había preferido ver a sus nietos morir
por la mano de Clotario I y de Childeberto I que verlos tonsurados. La importancia de
esta cabellera, símbolo de la fuerza divina, es pues esencial para poder adquirir la
plenitud de las prerrogativas reales y para controlar a los francos.

Cuando Gondovaldo intentó usurpar el trono, elige dejarse crecer el cabello para
afianzar su legitimidad. (…) La titulación real de los francos adopta las formas romanas

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a semejanza del título que llevaba el emperador de Roma, y esto sucede a partir del
reino de Clodoveo I. Este último recibió el título de cónsul, en el 508, y también de
Princeps. Más tarde sus hijos añadirían el título de Rex francorum. Por último hay que
añadir que algunos historiadores altomedievales otorgaron a la dinastía merovingia un
carácter mítico, que enlazaba a los merovingios con los descendientes de los reyes de
Troya. Según ellos, Francus, nieto del rey troyano Priam, llegó a huir de Troya
entonces en llamas y, contrariamente a su hermano Enéas que se dirigió hacia Italia
para sentar las bases de lo que pasará a ser Roma, Francus se dirigió hacia
Germania. De hecho, según la leyenda, los francos y los romanos serían pueblos
hermanados, para gran gloria de los reyes merovingios.

La administración en tiempos de los merovingios

La administración merovingia es verdaderamente una administración romana puesto


que los francos se limitaron simplemente a perpetrar la organización sumamente
eficaz de sus predecesores imperiales. (…) El rey es apoyado por funcionarios a
quienes nombra o que revoca según su placer como el chambelán, el mariscal, el
tesorero y el alcalde del palacio (o mayordomo)

La administración central

El organismo principal de gobierno merovingio es la Cancillería. La Cancillería es una


entidad dividida en varias oficinas, los scrinia, lugares de redacción de textos oficiales
de los actos y órdenes del soberano. Es dirigida por un funcionario, el refrendario, que
se encarga de informar al rey de los asuntos del reino, y que es además el principal
mediador entre el soberano y sus súbditos. (…) Con los merovingios, el personal
notarial comprendía numerosos laicos, y sólo al final del siglo VII los clérigos se
impusieron progresivamente y sustituyeron el personal laico. Estos notarios se llaman
notarii o cancellarii. (…) Los notarios, todos doctos, es decir, conocedores del latín y
con una formación jurídica, elaboraban, a petición del refrendario, los actos oficiales.

Condes y obispos disponían también de notarios para ayudarles en sus tareas


administrativas. Los Actos (o Títulos) redactados por la Cancillería estaban sometidos
al rey que los aprobaba con su firma. (…) La administración merovingia seguía así los
métodos administrativos del Imperio romano, que hasta entonces ignoraban los
bárbaros.

El chambelán, o cubicularius, tenía por función ser el aposentador del rey. Era la
persona que se codeaba más a menudo con el soberano y le prodigaba consejos. Su
importancia era crucial tanto más porque tenía bajo sus órdenes al tesorero real.

El tesorero era un personaje también muy importante en la administración merovingia.


Encargado del tesoro real, protegía los objetos preciosos del rey como la plata, el oro,
los regalos o tributos de otros soberanos, el producto de las multas y de los impuestos
directos e indirectos.

Además del refrendario y del tesorero, estaba el conde del palacio (comes palatii),
gran funcionario que tenía el privilegio de presidir la corte y el tribunal del palacio en
ausencia del rey y que aplicaba en última instancia la justicia real.

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El come stabuli era el conde encargado de los establos del palacio. Esta función no
era anodina puesto que es gracias al mantenimiento de los caballos como el rey y su
personal podían desplazarse rápidamente.

También estaba el senescal, encargado de garantizar el orden y la policía en el palacio


real y a disciplina del personal. En efecto, el senescal tenía una autoridad total sobre el
conjunto del personal doméstico del palacio.

Por último, mencionar a los coperos. Se encargaban de algunos servicios domésticos


del palacio y, en particular, del servicio de mesa, del suministro de vino en palacio. El
agua, que no era potable y por consiguiente fuente de enfermedades, debía mezclarse
con vino para su ingestión.

Pero el cargo administrativo más importante era el de alcalde del palacio. En origen, el
mayordomo es el intendente de palacio encargado de controlar los domestici, es
decir, las personas responsables de la explotación y la gestión de las tierras
personales del rey. Pero poco a poco su función se transforma así como su título. Es
progresivamente major palatii (alcalde del palacio) cuya función es la de encargarse
de la vigilancia de todo el personal del palacio y de la administración real. (…) Una de
las dinastías de alcaldes más famosa fue la familia de los Pipínidas.

La administración provincial

La administración central es secundada por la administración provincial. Sólo el rey


puede nombrar y revocar a los funcionarios locales. Mientras que la administración
imperial romana distinguía y separaba claramente el poder civil y el poder militar, la
administración franca hizo desaparecer esta distinción.

Los más altos funcionarios provinciales son los duques encargados de administrar en
nombre del rey una provincia distante y a menudo turbulenta o de una provincia que
comprende varios condados.

Además, el reino se divide en condados, ellos mismos subdivididos en centenas. Así


pues, cada ciudad de importancia dispone de un conde y cada provincia está dividida
en varios pagi, también dirigidos por otro conde. Cada conde dispone de una
importante delegación del poder del rey. En efecto, el conde acumula funciones
militares, judiciales, financieras y administrativas. Estos poderes relativamente
amplios son moderados por el hecho de que los condes no tienen ningún derecho a la
herencia de sus cargos, siendo nombrados y revocados según la voluntad del rey.
Había cerca de 120 condes en la Galia merovingia.

Por último, los pagenses eran notables locales influyentes, agrupados en torno al
conde y que podían desempeñar el papel de testigo en las asambleas. Además,
teniendo una importante influencia sobre la población local, desempeñaban un gran
papel en la recaudación fiscal.

El patrimonio del rey

El poder del rey es especialmente amplio ya que se basa en el poder económico de


sus inmensos dominios gracias a los cuales obtiene importantes rentas. Eso explica la
importancia del chambelán y el tesorero. Las rentas de la monarquía merovingia

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proceden en primer lugar de su patrimonio, el fiscus. Es la principal y más rentable
fuente de sus ingresos.

Además de las rentas de sus dominios, el rey percibe tributos que impone a los
vencidos, como a los frisones o a los bretones. Finalmente, la última fuente de
ingresos es el botín acumulado en los saqueos durante las numerosas guerras de
conquista y las guerras civiles.

Los reyes merovingios mantuvieron la fiscalidad romana basada en los impuestos


directos, con el fin de garantizarse una importante renta regular. El principal impuesto
regular era la capitación que afectaba a la tierra y a los habitantes. Se supone que el
manse, es decir, una pequeña explotación agraria, formaba la unidad básica del
impuesto.

A tal efecto, los reyes merovingios multiplicaron los documentos contables que
enumeraban los nombres de lugares y los nombres de las personas que explotaban
estas parcelas de tierra y el importe del arrendamiento en especie.

Por otra parte, ¿cómo evaluar precisamente la riqueza de una persona sin catastro o
sin declaración de rentas? Esto suscitaba inevitablemente peleas interminables y
permitía un fraude considerable. Por último, como los merovingios eran incapaces de
crear regularmente nuevos catastros, se abandonó poco a poco el impuesto sobre la
tierra. De hecho, el impuesto directo era inaplicable sobre todo teniendo en cuenta que
el clero combatió estos impuestos directos de un modo enérgico. Los obispos
pretendían obtener exenciones fiscales sobre sus bienes eclesiásticos y eximir a los
habitantes de su ciudad con el fin de mantener su prestigio y su autoridad. Done los
impuestos directos encontraban la más exacerbada oposición era en la población,
cuyo recuerdo de la pesada fiscalidad romana había generado la fuga de los
contribuyentes y el abandono de las tierras, las revueltas de los Bagaudes, y la
desesperación de millares de campesinos arruinados por el estado.

Los reyes merovingios desarrollaron sobre todo unos impuestos indirectos que incluían
distintos gravámenes fácilmente recaudables en lugares como los puentes, las
carreteras, los ríos. Son los derechos de aduanas y el tonlieux. El tonlieux era un
impuesto sobre las mercancías percibido a la entrada de cada ciudad o cada puerto,
excepto en algunas ciudades que tenían exenciones.

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