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Título:

Demócrito y los átomos

Mtro. Bartolo García Molina

Maestrante:
Yris Marisol Lucas Cordero

Santo Domingo, República Dominicana


31 de mayo, 2014

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Demócrito y los átomos

Demócrito, filósofo griego, discípulo de Leucipo, irradiaba siempre una sonrisa

indeleble como contraste a sandeces humanas. Las personas que les rodeaban

consideraban su actitud como demencial e incluso buscaron ayuda médica para

encontrar la cura a su supuesto mal.

Por su parte, Demócrito vivía sumergido en su mundo e hilaba las ideas que

albergaba en su cerebro, inquieto por interrogantes como: ¿hasta dónde se podía

dividir una gota de agua? ¿había algún límite? ¿Se llegaba alguna vez hasta un

punto en que fuese imposible seguir dividiendo?

El inmutable filósofo, hizo suya la idea de que: “El trozo más pequeño o

partícula de cualquier clase de sustancia era indivisible, y a esa partícula

mínima la llamó átomos”, que en griego quiere decir indivisible.

La mayoría de los filósofos griegos se burlaron de sus planteamientos,

calificándolos de absurdos, pues no concebían que en el universo hubiese solo

partículas y espacio vacío entre ellas. Estas ideas consideradas como

inadmisibles, provocaron la hilaridad de gran parte de los filósofos, Sin embargo esto

no amilanó a Demócrito y las plasmó por escrito, llegando a producir más de 70

obras de las cuales no se confeccionaron muchos ejemplares, por tanto hoy día no

se conservan.

Pese a estas circunstancias, la idea de las partículas invisibles, germinaron en

unos que otros filósofos, entre los que se pueden contar:

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Primero: Epicuro (maestro de renombre de numerosos discípulos) quien

tampoco logró convencer a sus coétanos y sus adeptos seguían siendo escasos.

Segundo: Lucrecio, el cual escribió un largo poema (Naturaleza de las cosas), que

describía el universo como si estuviera compuesto por las partículas indivisibles de

Demócrito. Con este libro, el mundo tuvo noticia puntual de las teorías del filósofo y

fue uno de los primeros que se imprimió al aparecer la imprenta. En tercer lugar

aparecen, el filósofo francés Pierre Gassendi y su discípulo inglés Robert Boyle

quienes a capa y espada defendieron la teoría de partículas indivisibles. Pese a los

esfuerzos de estos, la mayoría no aceptó estas absurdas ideas.

Dos mil años más tarde, ya en el siglo XVIII, los químicos comienzan a

reconsiderar la manera en que se formaban los compuestos y por primera vez se

hizo el intento de medir los pesos relativos de las sustancias componentes. Joseph

Louis Proust, químico francés, realizó mediciones muy cuidadosas hacia finales del

siglo e hizo algunos experimentos con elementos en las mismas proporciones de

pesos y sus resultados le permitieron enunciar la “Ley de Proust” o “Ley de las

proporciones fijas”.

En quinto y último lugar, aparece Dalton, quien impresionado por los resultados

de Proust, el cual planteaba que las proporciones de un compuesto no se podían

alterar, pues era imposible romper las partículas, concluyó que Demócrito tenía

razón. Entonces, buscando nuevas pruebas, halló compuestos diferentes,

constituidos por las mismas sustancias, lo que difería era la proporción en que

entraba cada una de ellas.

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Tras múltiples experimentos, Dalton presentó su teoría de las partículas

indivisibles, de manera distinta a la presentada por Demócrito, pues esta tenía el

respaldo de un siglo de experimentación química que la avalaba. Sin embargo,

Dalton mostró que su teoría tenía su base sustentada en los planteamientos de su

antecesor y utilizó la palabra “átomo” como reconocimiento. La teoría atómica de

Dalton revolucionó la la Química y a su vez la Física, pues la energía atómica

revolucionó la historia de la humanidad.

Finalmente, queda demostrado que: “un ejemplo vale más que mil palabras” pues

las investigaciones científicas además tener un hecho para indagar y un discurso

apropiado que le permita darlo a conocer a los demás, debe estar fundamentado en

la experimentación, factor que Demócrito no pudo explotar, ya que sus trabajos

investigativos no pasaron de la enunciación de teorías sin la debida experimentación.

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