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Makinistian, Alberto A.
Abstract
Early in the 20th century, the international scientific community was convinced that the origin of man on
Earth should be traced back in Asia. Also, that only a 750 cm3 skull capacity qualified a fossil as
belonging to the Homo genus. However, in 1964 Louis Leakey and his colleagues disregarded these
assumptions. In fact, the verification of the tool-making ability for the production of lithic tools in fossils
found in east Africa constituted proof of the existence of a Homo genus and, consequently, it was called
Homo habilis. This fact marked the starting point of the fascinating fifty years to come in the history of
Paleoanthropology.
Resumen
Durante la primera parte del siglo XX la comunidad científica internacional estaba convencida de que
nuestros orígenes debían ser buscados en territorio asiático y también que solo una capacidad cerebral de
750 cm3 habilitaba para calificar a un fósil como perteneciente al género Homo. Pero en 1964 esas ideas
fueron dejadas de lado por Louis Leakey y colaboradores. Efectivamente, la constatación de habilidad
manual para fabricar instrumentos líticos en fósiles hallados en el este africano fue para ellos prueba de
que se estaba en presencia de un Homo, al que denominaron Homo habilis. Y este hecho marcó el punto
de partida de cincuenta años apasionantes en la historia de la Paleoantropología.
Durante la última parte del siglo XIX y primera parte del siglo XX la comunidad
científica internacional estaba convencida de que nuestros orígenes debían ser buscados en
territorio asiático, no en territorio africano como lo había proclamado el mismísimo Darwin. Es
que, por entonces, el zoólogo alemán Emil Selenka había documentado que ciertos rasgos
embriológicos humanos tenían mayor semejanza con los del orangután y el gibón asiáticos que
con los del gorila y chimpancé africanos. De igual modo pensaba el naturalista inglés Alfred
Russel Wallace, quien había pasado varios años de estudio en el archipiélago malayo. Esto
explica, por lo tanto, por qué el médico holandés Eugêne Dubois decidió buscar a partir de 1887
los restos del Pithecanthropus (una forma hipotética propuesta por el biólogo alemán Ernst
Haeckel) en el sudeste asiático y no en territorio africano.
2
Otra idea que tuvo consenso en la comunidad científica en las primeras décadas del siglo
XX fue la de considerar el desarrollo cerebral como el primer rasgo relevante en el proceso de
hominización. Efectivamente, se suponía la existencia de un “rubicón cerebral” o “paso
decisivo” entre los 700 y los 800 c.c. de capacidad cerebral. Esto significaba que si un cráneo
fósil tenía menos de 700 c. c. no podía ser considerado “humano” pero si tenía 800 c.c. o más no
debía haber duda alguna de que se trataba de una forma humana. En este contexto, no
sorprende que la comunidad científica, sobre todo la inglesa, prestara tan poca atención al
hallazgo, efectuado en 1924 en el sur de África, del Australopithecus africanus, un fósil con
baja capacidad cerebral. Tiempo después, en torno a la década de 1940, continuaba vigente la
misma idea, solo que el antropólogo británico Sir Arthur Keith había precisado que la capacidad
cerebral mínima que debía tener un cerebro humano no debía ser menor a 750 c.c. Más adelante
se verá la importancia de este punto.
Pero poco a poco esta realidad se iría revirtiendo gracias al esfuerzo y tesón de tres
grandes investigadores: Raymond Dart (1893-1988), Robert Broom (1866-1951) y Louis
Leakey (1903-1972), sin duda tres extraordinarios pioneros en la búsqueda de nuestros orígenes
en territorio africano.
Por otra parte, importa consignar que a mediados de la década de 1950 la comunidad
científica internacional sostenía que la fabricación de instrumentos era una práctica exclusiva y
por lo tanto distintiva del género Homo y que, por lo tanto, la sola presencia de instrumentos
líticos junto a fósiles de homínidos condicionaba de tal manera su apreciación que se los
terminaba considerando, por ese motivo, inequívocamente humanos.
Por entonces, Louis Leakey y su esposa Mary estaban abocados a la búsqueda de nuestros
orígenes en África oriental, más precisamente en la Garganta de Olduvai, en Tanzania1, a unos
70 km al sudoeste de Nairobi, Kenia. Las capas sedimentarias de Olduvai se encuentran
depositadas a partir de una capa basáltica datada en unos 2 Ma. Sobre ella, el lecho I posee una
antigüedad que se extiende hasta 1,7 Ma y el lecho II desde 1,7 hasta 1,2 Ma. Sin embargo, la
parte inferior del lecho II no está claramente diferenciada de la parte superior del lecho I.
1
“Ol-duvai” – el lugar de la pita silvestre, como lo bautizaron los Masái, debido a la abundancia de ese
arbusto, es el lecho seco de un lago que está situado cerca de un volcán extinguido, el famoso cráter de
Ngorongoro (de allí la presencia de algunos sedimentos volcánicos). La Garganta, que es el barranco
principal de Olduvai, tiene aproximadamente 40 km de largo y 90 m de profundidad en algunos sitios.
3
En ese momento se planteó la relación entre ese cráneo y los instrumentos líticos que
previamente habían sido encontrados en el sitio. La situación sugería fuertemente que ese
individuo, al parecer un australopiteco, había fabricado utensilios, en contra de lo sostenido por
Louis. Entonces, intentando aferrarse, en la medida de lo posible, a su idea de que Homo era el
único capaz de fabricar herramientas, Louis no identificó al cráneo como perteneciente a un
Australopithecus (porque hacerlo significaba reconocer su capacidad de fabricar herramientas y
Louis desechaba esta idea) sino que interpretó el hallazgo como el de un antepasado del hombre
y por eso, creando un nuevo género, diferente del género Australopithecus, lo denominó con el
nombre de Zinjanthropus boisei (“Zinj” es un nombre árabe que refiere el este africano,
“anthropos” significa hombre, en virtud del hallazgo de herramientas, y “boisei” por Charles
Boise, quien había aportado ayuda financiera a las investigaciones)3.
Durante los años siguientes, entre 1960 y 1963, se continuó trabajando en los lechos I y II
de Olduvai y se encontraron nuevos fósiles, que pasamos a mencionar:
2
FL por Frida Leakey (primera esposa de Louis) y K por “korongo” (término que corresponde al idioma
swahili, que significa “hondonada”.
3
En tanto, su denominación técnica fue OH 5 (Olduvai Hominid number 5).
4
Por entonces, Louis había pedido la colaboración del anatomista sudafricano Phillip V.
Tobias (1925-2012) para la descripción de los fósiles “pre-Zinj”. Tobias era discípulo de
Raymond Dart y titular de la cátedra que anteriormente había ocupado Dart. Poco tiempo
después también el anatomista John Napier (1917-1987), un especialista en anatomía de manos
y pies de la Universidad de Londres, se sumaría al equipo de trabajo.
El conjunto de fósiles hallados en Olduvai entre 1960 y fines de 1963 llevó a dichos
autores a observar, con interés, que poseían, entre otros rasgos sugestivos, maxilares más
pequeños y cerebros más grandes que los de los australopitecos. Por lo tanto, cuando Tobias
finalmente decide aceptar la conclusión adelantada por Louis de que el conjunto de restos “pre-
Zinj” representaba nada menos que al género Homo, se estaba dejando de lado la idea vigente
de que la capacidad cerebral mínima para que un fósil fuera considerado como humano debía
ser de 750 c.c. Pero la actitud asumida por Leakey, Tobias y Napier tenía su fundamento: el
análisis de la estructura de la mano efectuada por Napier era compatible con habilidad manual y
la capacidad cerebral promedio del conjunto “pre-Zinj” era de unos 680 c.c., un valor que si
bien era inferior al mínimo de 750 c.c. establecido por entonces, era suficientemente
5
De esta manera, se concluyó que eran ellos los que debían ser considerados como
verdaderos autores de la industria lítica olduvayense (u olduvaiense). Ahora sí estaban en
presencia de los verdaderos fabricantes. Con tal motivo, el 4 de abril de 1964 y a través de la
famosa revista inglesa Nature, Louis Leakey, Phillip Tobías y John Napier anunciaban a la
comunidad científica internacional una nueva forma fósil: el Homo habilis5 (siendo OH 7 el
ejemplar tipo -u holotipo- y OH 4, OH 6, OH 8, OH 13 y OH 16 los paratipos), con una
antigüedad de 1.8 Ma.
Si bien las anteriores diagnosis del género Homo se habían enfocado en la capacidad
cerebral, considerando que este rasgo era lo que nos había convertido en humanos, la diagnosis
presentada por Leakey, Tobias y Napier era más amplia e incluía no solo la capacidad cerebral
(aunque en un rango inferior al que se estimaba en la época) sino además la bipedestación y la
habilidad manual. Dichos atributos, pensaron, habían hecho de Homo habilis el primer
fabricante de una industria lítica: la industria olduvayense6 que se caracteriza por golpear con
una piedra (percutor) cantos rodados o rocas para obtener choppers (instrumentos tallados en
una sola cara) y chopping tools (instrumentos trabajados en ambas caras) la cual posibilitó la
adaptación de los primeros Homo a espacios más abiertos.
Aunque formalmente no podía ser incluida en la diagnosis del género Homo, la existencia
de instrumentos líticos pesó indudablemente en la consideración de dichos autores para arribar a
esa conclusión. Leakey jamás habría atribuido los instrumentos líticos a un Australopithecus. Se
trataba de un Homo.
4
Lewin (1989), 133.
5
El término “habilis” había sido sugerido por Raymond Dart, designando así a un “hombre habilidoso”
por su capacidad para fabricar instrumentos líticos.
6
También denominada en la actualidad Modo 1.
7
Cela Conde y Ayala (2001): 231.
6
tal actitud. Por otra parte, consideraban que entre Australopithecus y Homo erectus no había
suficiente “espacio morfológico” para incluir a Homo habilis. En definitiva, algunos autores
como David Pilbeam8, prefirieron hablar de Australopithecus habilis y otros, como C. Loring
Brace, directamente propusieron que el nuevo taxón fuera formalmente suprimido9.
Lo cierto es que con el hallazgo de Homo habilis Louis Leakey volvería a afirmarse en
sus ideas originales. Zinjanthropus era una forma aberrante, incapaz de fabricar herramientas y
los australopitecos no habían sido los ancestros de Homo, sino un linaje de homínidos paralelo.
Para Louis, hablar de un “Australopithecus habilis” resultaba contradictorio ya que solo un
Homo podía ser habilis 10.
Apenas un año después del anuncio de Homo habilis y aprovechando la visita del
emperador de Etiopía, Haile Selassie, a Kenia, Louis Leakey consiguió entrevistarse con él para
hablarle de las riquezas fosilíferas existentes en Kenia y Tanzania y de las que probablemente
existían en Etiopía. El gobernante, entusiasmado por estos comentarios, se mostró interesado en
esa posibilidad y otorgó autorización expresa para la realización de excavaciones en Etiopía.
De este modo, Louis Leakey decide organizar una expedición internacional al Valle del
Omo, área de unos 100 km2 al norte de la frontera entre Kenia y Etiopía. El Valle del Omo es
recorrido por el río del mismo nombre, que nace al suroeste de Addis Abeba, capital de Etiopía,
y tiene una extensión de 760 km hasta desembocar en el Lago Rodolfo (que más tarde, en 1974,
pasaría a llamarse Lago Turkana), en terreno keniano.
Pero esta expedición fue internacional solo en los aspectos formales, ya que en la
práctica, en el terreno, los grupos trabajaron en forma totalmente independiente entre sí. En
8
Pilbeam, (1981), 159-169.
9
Cela Conde y Ayala (2001), 232
10
En la actualidad, no son pocos los autores que conceden a los australopitecos la capacidad de haber
fabricado instrumentos líticos (ver, por ejemplo, el caso del Australopithecus garhi).
7
ocho años de trabajo, desde 1967 hasta 1975, se encontró una gran cantidad de fragmentos
óseos de homínidos aunque de escasa calidad porque mostraban un fuerte grado de erosión
producto de las numerosas corrientes de agua rápida existentes en el Valle del Omo, como
consecuencia de un desnivel de unos 2.000 m desde el nacimiento del río Omo hasta el nivel del
lago Rodolfo.
Lo curioso es que el joven Richard Leakey permaneció poco tiempo en el lugar en que le
tocó trabajar, debido fundamentalmente a la escasez de fósiles de homínidos y al hecho de que,
habiendo sobrevolado la región este del Lago Rodolfo y advirtiendo que se trataba de una zona
interesante para la búsqueda de fósiles, no dudó en renunciar a la expedición internacional. Más
tarde, con mayor información disponible, obtendría una subvención de parte de la National
Geographic Society, que le permitiría organizar formalmente, junto a Glynn Isaac, el Proyecto
de Investigación de Koobi Fora, que abarcaba una superficie de unos 800 km2.
a) que habilis y rudolfensis constituyan una única y misma especie del género Homo12;
b) que solamente rudolfensis sea considerada especie del género Homo, quedando
habilis relegada a especie del género Australopithecus;
c) que ni habilis ni rudolfensis constituyan verdaderamente las primeras especies
representativas del género Homo. Esta es la postura que sostienen, entre otros autores,
Bernard Wood, del Departamento de Antropología de la George Washington
University y Mark Collard, del University College de Londres, quienes no aceptan la
inclusión de dichas especies en el género Homo porque consideran, por una parte, que
para ser incluidas dentro del género Homo debieran mostrar más rasgos en común con
11
La sigla KNM significa Kenia National Museum, ER “este del Lago Rodolfo” y el número 1470
corresponde al número de registro del cráneo en el Museo Nacional de Kenia.
12
En este caso el nombre Homo habilis, por haber sido registrado formalmente con anterioridad, debiera
ser el único vigente.
8
el Homo sapiens que con el género Australopithecus y, por otra parte, porque están
convencidos de que para que un género pueda ser considerado como tal debe
constituir un grupo monofilético, es decir que todas sus especies compartan un único
ancestro común y también un mismo régimen adaptativo. Y ello no se da, según Wood
y Collard (1999), ni con habilis ni con rudolfensis. Con tal motivo, optan por
considerar a habilis como una especie del género Australopithecus y a rudolfensis
vincularlo con un fósil más antiguo, el Kenyanthropus platyops13, cuya similar
morfología facial, advertida por Meave Leakey, llevó a Aiello y Collard (2001) a
considerar la posibilidad de que rudolfensis fuese su descendiente y por lo tanto pasara
a ser denominado Kenyanthropus rudolfensis.
“La propuesta de Kenyanthropus ha abierto una nueva vía para la interpretación de los
rasgos en mosaico del 1470 y sobre todo de su falta de prognatismo. Los especímenes
clasificados como H. rudolfensis pueden ser transferidos al nuevo género convirtiéndose
en K. rudolfensis. Ésa es la solución taxonómica que apoyamos aquí.”14
Si todo esto fuera así, las primeras especies representativas del género Homo dejarían de
ser habilis y rudolfensis y pasarían a ser ergaster y erectus, las cuales presentan una clara
capacidad cerebral por encima de los 800 c.c. y una adaptación similar en los recursos
alimenticios. Su pertenencia al género Homo es indiscutible y goza del más absoluto consenso
dentro de la comunidad científica internacional.
Conclusiones
La cuestión de quiénes fueron los primeros representantes de nuestro género, el género
Homo, continúa debatiéndose. Al respecto, Eudald Carbonell, uno de los Codirectores del
yacimiento de Atapuerca, en España, reflexiona:
13
Kenyanthropus platyops (“de cara plana”) fue encontrado entre 1998-1999 en la región del río
Lomekwi, en la orilla oeste del Lago Turkana (ex Lago Rodolfo), en Kenia. En 2001 fue dado a conocer
por Meave Leakey, esposa de Richard. El fósil está datado entre 3.5 y 3.2 Ma.
14
Cela Conde y Ayala (2001): 241.
9
cerrada y es muy posible que tardemos en cerrarla. Establecer el Rubicón entre quién es
Homo y quién no lo es no es sencillo, puesto que la evolución es un continuum y los
caracteres emergen y se consolidan o desaparecen con el tiempo. Se generan así distintos
puntos de vista entre los investigadores que, al intentar captar la complejidad del cambio
y la transformación, establecen criterios morfológicos para hacer una adscripción de
género o especie.” 15
Si bien la pertenencia de habilis al género Homo podrá seguir siendo tema de arduo
debate entre los especialistas, una cuestión resulta absolutamente indiscutible: el anuncio de su
hallazgo en 1964 tuvo un enorme impacto. Y ese ha sido, sin ninguna duda, un hito formidable.
“Homo habilis cambió la forma de entender la evolución de nuestra familia” dicen Cela Conde
y Ayala16. Ni más ni menos que el punto de partida de cincuenta años de hallazgos apasionantes
en la historia reciente de la paleoantropología, junto con la valoración creciente del este africano
como un área inmejorable para la búsqueda de nuestros orígenes.
Agradecimientos
A los colegas y amigos Dr. Eustoquio Molina, catedrático de Paleontología de la Universidad de
Zaragoza y a Alberto Gómez Castanedo, Doctorando en Evolución Humana del Departamento
de Ciencias Históricas de la Universidad de Cantabria (Santander). Sus sugerencias permitieron
mejorar el texto del presente trabajo.
Bibliografía
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15
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16
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10
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