Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
21/10/2013
30 errores que no debes cometer al escribir una novela romántica
Independientemente de esto, también llegan novelas que dejan mucho que desear. Algunas
están mal estructuradas, otras flaquean en los personajes, o en el narrador, o en la
presentación. En este artículo quiero contarte los 30 errores más habituales que he
encontrado al analizar las novelas románticas que han llegado a mis manos durante una
década. Lo he centrado en cinco grandes bloque: la estructura, los personajes, los
escenarios, el tiempo narrativo, el narrador y la narración. Espero que te sea útil.
1. Empezar describiendo.
Veamos el comienzo de una novela como la oportunidad que nos da el lector para
seguir leyendo. Si no le interesa, la alternará con otra, o lo que es lo mimos, leerá unas
cuántas páginas más hasta dejarla en el estante de los libros olvidados. En las editoriales se
les da una importancia primordial a estas primeras páginas, por lo que nunca es perder el
tiempo repasarlas, e incluso escribir varios comienzos para, al final, elegir el que mayor
efecto cause en el lector.
Una vez dicho esto, debemos evitar comenzar con largas descripciones: el salón de
una casa, el estado anímico de nuestra protagonista, el pasado del héroe. Es recomendable
comenzar con un diálogo potente o con una escena de acción.
2. Explicarlo todo al principio.
Aquí me quiero detener un poco más. Una novela se define como la historia de un
conflicto, por lo que si este conflicto es débil la novela, por definición, será ligera.
¿Qué es un conflicto de baja intensidad? Aquel que se puede resolver con facilidad
porque depende de una toma de decisión sencilla. Centrémonos en conflictos de la trama
sentimental. Por ejemplo una intención (ella lo odia a él porque odia a los marineros. O él
no puede estar con ella porque una vez su antigua novia lo traicionó). Este tipo de
conflictos funcionan y nos van a mantener la tensión al comienzo de la obra, pero más
adelante tendremos dificultades para hacer una obra sostenible ya que la resolución del
conflicto es tan fácil como cambiar de opinión. ¿Cómo lo resolvemos si nos encaprichamos
de un conflicto de intensidad baja? Pues concatenando conflicto, por ejemplo… pero ese no
es el objeto de este artículo. Ya lo veremos en otra ocasión.
Puede haber conflictos de media intensidad (ella está casada por lo que la decisión
que tiene que tomar para resolver el conflicto es más delicada; o él es el asesino de su
hermano, por lo que de nuevo la resolución del conflicto requiere de más esfuerzo) que
aportarán una mayor tensión hasta conseguir su resolución.
Y lo ideal sería diseñar conflictos de alta intensidad aunque no siempre es posible (él
fallece a mitad de la novela o ella debe acabar con él si no quiere morir) cuya resolución es
complicada, y más si queremos que sea creíble, lo que por sí solo es capaz de mantener un
buen impulso hasta el clímax de la novela.
4. Carecer de impulso.
Una novela romántica debe estar construida bajo la
estructura del impulso. ¿Y qué es esto? Que sea capaz de generar continuos enigmas en el
lector, a la vez que va resolviendo otros. Nos da igual el subgénero (Sentimental o
Paranormal), pero al lector siempre debemos ponerlo en la posición de necesitar pasar una
página más antes de cerrar el libro hasta la próxima lectura.
5. Carecer de estructura.
Me lo encuentro más veces de lo que imaginas y suele tener que ver con la falta de
un diseño previo de la novela. No podemos olvidar en ningún momento que una novela
romántica cuenta la historia de dos personajes concretos y que los secundarios que aparecen
en ella tienen como función ayudar a que esta historia sea más interesante (por contraste,
apoyo, dimensión, antagonismo, etc.) Pero cuando perdemos esto de vista de pronto el
lector se encuentra más interesado en la vida de una pareja de secundarios que en la de los
protagonistas… y entonces nuestra novela ha fallado.
8. No conocer a fondo los personajes.
De los protagonistas debemos saber tanto como para poder insuflar en el lector una
imagen física y psicológica de ellos con las mínimas palabras posibles.
Cuando los crees, esfuérzate por conocerlos a fondo porque después, cuando diseñes
los obstáculos que interpondrás en su camino, su forma de enfrentarse a ellos debe ser
coherente. No podemos diseñar a una chica tímida pero segura de sí misma, o a un
caballero déspota pero emotivo.
Un truco que siempre aconsejo: conoce los secretos más profundos y los deseos más
íntimos de tus protagonistas. Lo secretos paralizan y los deseos nos hacen avanzar. Éstos no
tendrán que aparecer en la novela, pero los conocerás casi como a tu amigo íntimo, de
quien lo sabes todo.
Es un error muy común diseñar el espacio para que sea bello, atractivo,
deslumbrante. Nada más lejos de la realidad. El escenario tiene una dimensión narrativa y
creo que lo vas a entender con un ejemplo: imagina a un hombre que besa apasionadamente
a una mujer. Tendremos un efecto distinto si esto lo hace de madrugada, en una fiesta que
está a punto de terminar, o en el claustro de un convento mientras las monjas rezan
maitines.
El lector siempre debe saber dónde se encuentra por lo que una novela lleva
insertado un mapa invisible. Han caído en mis manos muchas novelas más o menos
acertadas donde he sido incapaz de descubrir en qué lugar estaba en cada momento.
En una novela diseñamos un número de escenarios que muchas veces se repiten una
y otra vez en la obra; la sala del gimnasio, la cafetería de la amiga, el baño, etc. Pues bien,
estos escenarios deben cambiar en función del tono dramático de la escena. Veámoslo con
un ejemplo: dos escenas que se desarrollan en un salón de una casa. En la primera ellos se
conocen por primera vez, por lo que el salón es frío, poco acogedor, ordenado. En la
segunda se despiertan después de haber hecho el amor, por lo que está desordenado, lleno
de flores, con olor a la panadería de abajo.
Muy habitual también encontrarnos con escenas donde el espacio es descrito con
minuciosidad (un baile por ejemplo), pero en absoluto el ambiente. Cuando es este último
el que da carácter a la escena.
No acotar el tiempo de nuestra novela es un error que nos puede salir caro. Yo le
pregunto a mis alumno ¿Cuándo se desarrolla tu novela? Y me contestan, hoy mismo, o en
la Edad Media, o en la Guerra Civil. La respuesta correcta es del 14 de enero de 1868 al 13
de febrero de 1869, porque así no erraremos en cosas tan sencillas como si nuestros
personajes tienen que vestir de invierno o de verano, si hay festividades, o guerras, o
epidemias, si llueve o nieva o el sol quema.
He leído muchos borradores donde me ha costado trabajo creer que estoy realmente
donde el autor dice que se desarrolla la novela. Un día hacía frío y al siguiente se morían de
calor, para el de más allá caer una nevada. ¿Por qué? Por lo mismo que el punto anterior.
El narrador no es un capricho del escritor. Es una figura que tiene por objeto obtener
el mejor resultado de nuestro argumento. Hay textos que funcionan bien con un narrador
omnisciente, mejor con un protagonista y regular con un testigo. ¿Cuál debemos usar
nosotros? Aquel que sea capaz de sacar el mayor partido a la historia que estamos
contando.
En mis cursos es habitual encontrar alumnos que me dicen que van a usar dos
narradores (él, por ejemplo, y ella). Y yo siempre les pregunto que por qué. El uso de
múltiples narradores es eficaz cuando cumple un objetivo (ejemplo “La mujer justa” de
Sándor Márai), pero cuando se utilizan “porque me place” suelen llevar al lector a
peguntarse… ¿Qué está pasando aquí?
En casos como el anterior, cuando un autor quiere destacar el punto de vista del otro
protagonista, recomiendo que en vez del uso de doble narrador, se empleen cartas, e-mails,
diarios, grabaciones, películas antiguas, etc. Todos elementos que nos permiten
desprendernos del narrador principal sin demasiados artificios.
¿Cuál es la clave de un buen diálogo? Que sea natural. Cuando nuestros personajes
hablan debemos creernos lo que dicen. No puede sonarnos a artificio. ¿Eso significa que
deben hablar como la gente de la calle? No. Deben hablar como los personajes de una
novela, no como robots.
Igualmente muchos de los diálogos que me llegan están cargados de erratas en su
ortografía, o están poco dinamizados, o son demasiado estáticos. Un buen diálogo, y más en
novela romántica, es demasiado importante como para poner la novela en cuestión.
Un texto debe llegar a una editorial en condiciones óptimas. Esto es: con una fuente
fácil de leer como Times New Roman o Arial, en tamaño 12pp. Con el texto justificado en
ambos márgenes. Sangrado suficiente en la primera línea de cada párrafo. Sin salto de
líneas entre párrafos, e interlineado de 1,5 o 2. Nada más. Nada menos.
Los tiempos verbales deben tener coherencia con lo que estamos narrando. No
podemos cambiar en un mismo párrafo de pasado a presente sin una justificación u
objetivo.
29. Exceso de adverbios terminados en mente.