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Capítulo 1
Arte e imaginación
Llamamos tarea creadora a toda actividad humana generadora de algo nuevo, ya se
trate de reflejos de algún objeto del mundo exterior, ya de determinadas
construcciones del cerebro o del sentimiento que viven y se manifiestan únicamente
en el ser humano.
Si observamos la conducta del hombre, en ella cabe distinguir dos tipos de impulsos:
reproductor o reproductivo; suele estar vinculado con nuestra memoria, y su esencia
radica en que el hombre reproduce o repite normas de conducta creadas y elaboradas
previamente o revive rastros de antiguas impresiones.
Resulta ser que nuestro cerebro constituye el órgano que conserva experiencias
vividas y facilita su reiteración. Pero si su actividad sólo se limitara a conservar
experiencias anteriores, el hombre sería un ser capaz de ajustarse a las condiciones
establecidas del medio que le rodea. Cualquier cambio nuevo, inesperado, en ese
medio ambiente que no se hubiese producido con anterioridad en la experiencia vivida
no podría despertar en el hombre la debida reacción adaptadora.
Todos los objetos de la vida diaria, sin excluir los más simples y habituales, viene a ser
algo así como la imaginación cristalizada.
Existe creación no sólo allí donde se originan los acontecimientos históricos, sino
también donde el ser humano imagina, combina, modifica y crea algo nuevo, por
insignificante que esta novedad parezca al compararse con las realizaciones de los
grandes genios. Si agregamos a esto la existencia de la creación colectiva, que agrupa
todas esas aportaciones insignificantes de por sí, de la creación individual,
comprenderemos cuán inmensa es la parte que de todo lo creado por el género
humano corresponde precisamente a la creación anónima colectiva de inventores
anónimos.
Los procesos creadores se advierten ya con toda su intensidad desde la más temprana
infancia.
De esta forma, la fantasía se construye siempre con materiales tomados del mundo
real. La imaginación puede crear nuevos grados de combinación, mezclando
primeramente elementos reales (el gato, la cadena, el roble), combinando después
imágenes de fantasía (la sirena, los elfos, etc.) y así sucesivamente. Pero los últimos
elementos que integran las imágenes más alejadas de la realidad (aún estos últimos
elementos), constituyen siempre impresiones de la realidad.
Las imágenes se combinan recíprocamente no porque hayan sido dadas juntas con
anterioridad, ni porque percibamos entre ellas relaciones de semejanza, sino porque
poseen un tono afectivo común. Alegría, pesar, amor, odio, admiración, aburrimiento,
orgullo, cansancio, etc., pueden hacerse centros de atracción agrupante de
representaciones o acontecimientos carentes de vínculos racionales entre sí, pero que
responden a un mismo signo emocional, a una misma señal: por ejemplo; jubiloso,
triste, erótico, etc. Esta forma de asociación se encuentra con frecuencia en los sueños,
en las ilusiones, o sea, en estados del espíritu en que la imaginación vuela con plena
libertad y trabaja sin regla ni concierto. Se entiende fácilmente que esta influencia
implícita o explícita del factor emocional debe propiciar el surgimiento de
agrupaciones totalmente inesperadas y brinda un campo casi ilimitado para nuevas
combinaciones, ya que el número de imágenes que poseen un sello emocional
idéntico, es muy grande.
Esto significa que todo lo que construya la fantasía influye recíprocamente en nuestros
sentimientos, y aunque esa estructura no concuerde con la realidad, todos los
sentimientos que provoque son reales, auténticamente vividos por el hombre que los
experimenta.
4. Cuarta y última forma de relación entre la fantasía y la realidad. Esta forma está
vinculada estrechamente por un lado a la que acabamos de describir, pero por
el otro se diferencia sustancialmente de la misma. Consiste su esencia en que el
edificio erigido por la fantasía puede representar algo completamente nuevo,
no existente en la experiencia del hombre ni semejante a ningún otro objeto
real; pero al recibir forma nueva, al tomar nueva encarnación material, esta
imagen cristalizada, convertida en objeto, empieza a existir realmente en el
mundo y a influir sobre los demás objetos. Dichas imágenes cobran realidad.
Capítulo 3
El mecanismo de la imaginación creadora
La imaginación constituye un proceso de composición sumamente compleja. Y es
precisamente esta complejidad la que constituye el obstáculo principal en el estudio
del proceso creador y suele conducir a falsas conclusiones respecto a la propia
naturaleza del proceso y su carácter como algo desusado y completamente exclusivo.
Cada necesidad, todo anhelo por sí o junto con otros puede servir así de impulso a la
creación. El análisis psicológico deberá en cada caso distinguir la creación espontánea
en estos elementos primarios. Cualquier invención tiene así origen motriz; la esencia
básica de la invención creadora resulta motriz en todos los casos.
Las necesidades y deseos nada pueden crear por sí solos, son meros estímulos,
solamente resortes creadores. Para inventar se necesita además otra condición: el
surgimiento espontáneo de imágenes. Llamando surgimiento espontáneo a lo que
aparece repentinamente, sin motivos aparentes que lo impulsen. Estos motivos
existen prácticamente, pero su acción se confunde con una forma oculta del
pensamiento por analogía con el estado emocional del ánimo, función inconsciente del
cerebro.
Todo inventor, por genial que sea, es siempre fruto de su época y de su ambiente. Su
creación partirá de los niveles alcanzados con anterioridad y se apoyará en las
posibilidades que existen también fuera de él.
Por muy individual que parezca, toda creación incluye siempre en sí un coeficiente
social. En este sentido ninguna invención será individual en el estricto sentido de la
palabra, en todas ellas queda siempre alguna colaboración secreta, desconocida.