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Política exterior de México

Titular: Omar Loera


Paulina Enriquez
El Servicio Exterior Mexicano es el cuerpo permanente de funcionarios del
Estado, encargado específicamente de representarlo en el extranjero y
responsable de ejecutar la política exterior de México, de conformidad con los
principios normativos que establece la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos.

El Servicio Exterior depende del Ejecutivo Federal. Su dirección y administración


están a cargo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en lo sucesivo
denominada la Secretaría, conforme a lo dispuesto por la Ley Orgánica de la
Administración Pública Federal y a los lineamientos de política exterior que
señale el Presidente de la República, de conformidad con las facultades que le
confiere la propia Constitución. (Instituto Matías Romero)

Las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal, conforme a


lo dispuesto en la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal
mantendrán coordinación con la Secretaría para el ejercicio de acciones en el
exterior.

Es el servicio civil de carrera más antiguo del país, que comenzó a


reglamentarse en 1822: un cuerpo colegiado que debe tener una disciplina y un
código de conducta en el que sus funcionarios consagran su vida al servicio del
país.

El Servicio Exterior es mucho más que un trabajo: es una carrera. Ello implica un
estilo de vida particular para sus integrantes y sus familias, así como una ética
profesional caracterizada por su vocación y espíritu de servicio. Quienes
integramos el Servicio Exterior Mexicano somos profesionales de la diplomacia,
cuyo deber es velar por los mejores intereses del país y los derechos de su
gente en el exterior. (ROSA, 2015)
Cumplir esta tarea como representantes del país más allá de sus fronteras,
implica que sus integrantes deben residir por temporadas en el extranjero. De
esta manera, las y los diplomáticos mexicanos son enviados a otros países
durante periodos que típicamente oscilan entre los 3 y los 5 años, adscritos a
una oficina de representación de México (consulado, embajada, misión u oficina
de enlace). Una vez terminado el encargo, la persona debe ser trasladada a una
nueva adscripción para seguir desempeñando alguna de las funciones como
representante de México (las cuales pueden darse en los ámbitos consular,
económico, político, cultural o de cooperación). Adicionalmente, para mantener
su contacto con la realidad del país y preservar sus raíces, el personal del
Servicio Exterior debe permanecer fuera del país por un plazo máximo de 8
años, tras los cuales debe ser enviado de vuelta a México y ser adscrito en las
oficinas centrales o alguna de las delegaciones de la Secretaría de Relaciones
Exteriores.

Para ingresar a la carrera, se debe contar con la nacionalidad mexicana por


nacimiento y presentarse a uno de los concursos públicos de ingreso que
periódicamente convoca la Secretaría. El concurso es un proceso de selección
altamente competitivo dividido en varias etapas, en las cuales las personas
interesadas deben presentar una serie de exámenes de conocimientos, idiomas,
habilidades de escritura y aptitudes personales, así como entrevistas; las
personas que logran ingresar a la última etapa del proceso de selección deben
cursar y aprobar un curso de formación diplomática en el Instituto Matías
Romero. Habiendo cumplido debidamente con todo lo anterior, la persona
ingresa al Servicio Exterior al rango más bajo dependiendo de la rama a la que
haya aspirado. El proceso típicamente dura alrededor de un año.

Una vez en el Servicio, sus integrantes comienzan un gradual proceso de


ascenso en su carrera. Ambas ramas están divididas en diferentes rangos, a los
cuales se va ascendiendo mediante concursos de oposición en los cuales se
evalúa el desempeño, los méritos, estudios y publicaciones y se presentan
exámenes orales y escritos. Debe permanecerse al menos dos años en un
rango al momento de la publicación de un concurso de ascenso antes de ser
elegible para el mismo.

El Servicio Exterior es un cuerpo de servidores públicos especializados en la


diplomacia, que su compromiso es dedicarse al tema internacional, entonces no
se trata de improvisar o estar escogiendo personas al azar, expresó el
embajador Ramón Xilótl, presidente de la Asociación del Servicio Exterior
Mexicano (ASEM).

Uno de los mayores problemas de la diplomacia mexicana es que se encuentra


al garete, sujeta al “cambio sexenal. El principal problema que enfrenta la
diplomacia mexicana actualmente es que la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público le tiene autorizadas apenas mil 430 plazas, que son las que forman el
SEM, lugares que no se han incrementado desde la década de los 80, lo que
hace que en la actualidad, ante el aumento de embajadas, consulados y
misiones diplomáticas, entre otros, los lugares para diplomáticos hayan
disminuido.

Asi mismo los nombramientos de funcionarios temporales dentro de la


diplomacia se han incrementado y no por personal del SEM, sino por
designaciones político-administrativas. (García, 2013)

Quizá el punto coyuntural más importante en la historia económica del Siglo XX


en nuestro país. Es un evento que dotó a México con una ancla que no goza
ningún otro modelo económico latinoamericano y, sin duda, con la estabilidad
política que proviene de un país que lleva 16 años sin las crisis económicas y
cambiarias que eran jetatura sexenal. Según el economista Luis de la Calle,
México recibió 156 mil millones de dólares de inversión extranjera directa de sus
socios de América del Norte en los primeros tres lustros de TLCAN. El tratado ha
acelerado la formación de una clase media en México, a pesar de muchas y muy
sesgadas opiniones en contra.

Los mexicanos tenemos hoy mejor acceso a bienes de alta calidad a precios
más bajos. Pero, más aún, nuestras empresas son más competitivas y México
se ha convertido en una potencia exportadora global, principalmente de
manufacturas, condición impensable cuando sólo exportábamos petróleo y
materias primas. México exportó bienes de bienes de alta tecnología por el
equivalente a 17 por ciento del PIB en 2012, 25 por ciento de las exportaciones
totales fue de automóviles.

Hace 25 años, nuestra política exterior estaba inmersa en temas como Cuba y la
Guerra Fría, defendíamos con vehemencia nuestro lugar como líderes en la
región centroamericana y del Caribe, dejándole a Brasil el liderazgo en el cono
sur. Hoy, por razones evidentes, tuvimos que voltear al norte, necesidad hecha
apremiante por la migración de millones de mexicanos, forzando a la creación de
la mayor red consular del mundo, con 50 representaciones mexicanas en la
Unión Americana.

Sin embargo, visto desde afuera, el Servicio Exterior Mexicano parece


estancado en aquella época. Tenemos una colección de embajadores y
diplomáticos obsesionados con actitudes nacionalistas obsoletas
frecuentemente avaladas por el partido en el poder- y con estructuras
jerárquicas obtusas y tareas inútiles. Se dice que la burocracia es el arte de
convertir lo fácil en difícil por medio de lo inútil. Nuestra diplomacia desperdicia
energía a manos llenas.

Habiendo dicho esto, hay un alto número de ejemplos destacados de


funcionarios competentes. A nivel consular, es conmovedora la tarea de
protección a migrantes, siempre legal y humanamente compleja. Hemos tenido a
dos excelentes embajadores sucesivos de México en Estados Unidos, Medina
Mora y Sarukhan, y hay muchísimos jóvenes talentosos y comprometidos que
han decidido hacer carrera en la diplomacia. Por ellos urge hacer reformas
trascendentes.

Nuestro servicio exterior mueve gente sin ton ni son, sin consideración alguna de
áreas de especialización o situaciones familiares. Se desarrollan enormes
rivalidades y enemistades en las diferentes adscripciones que ocupan, y se
mueve gente en forma prematura cuando apenas empiezan a comprender las
sutilezas de las plazas donde trabajan. Adicionalmente, la rígida estructura
jerárquica castiga y dificulta la incorporación de talento local, frecuentemente
más familiarizado con el terreno y jugadores de cada sitio al no estar expuesto al
desgastante juego de sillas musicales de la Secretaría.

Como hace 20 años, México enfrenta hoy otra histórica coyuntura. América del
Norte será la nueva región productora de energía del mundo, sustituyendo a
Medio Oriente. La producción de shale gas estadounidense permitirá el
renacimiento de su industria manufacturera. Ésta lleva 20 años integrándose con
México que, a partir de nuestra propia reforma energética, se vuelve la
plataforma idónea para cientos de empresas globales que buscarán beneficiarse
del insumo y del entorno.

México necesita optimizar su envidiable estructura consular para ahondar su


integración regional y sentar la mesa para la actualización del TLCAN. Nuestros
cónsules deben ser promotores de tiempo completo. Se requiere un esfuerzo
claro para dejar atrás el equivocadísimo discurso monotemático migratorio de la
época de Jorge Castañeda para adquirir la imagen del socio dinámico, dispuesto
y apto que ayudó a que Estados Unidos tuviera su mejor era de crecimiento
económico desde la promulgación del TLCAN hasta 2008.

Más aún, la función migratoria de la red consular tiene que evolucionar. Si bien
es primordial la protección, hoy lo es también la integración. Si México logra
apoyar el desarrollo social y económico de las familias mexicanas en Estados
Unidos, en las próximas décadas tendremos millones de abogados de causas
mexicanas. Eventualmente, nuestros compatriotas votarán en Estados Unidos.
Es vital que no se desarraiguen. Es fundamental que sientan que tuvieron apoyo
por ser mexicanos no que, como hoy, tienen logros a pesar de serlo. (Velazquez,
2014)

La negociación es una necesidad del ser humano porque al no tener control


total de los acontecimientos, ni siempre está en su mano el poder conseguir lo
que se desea o se necesita, busca un medio para lograr lo que quiere de otros,
se produce porque hay conflictos que se desean resolver. (Morley y Stephenson
1977) la describen la negociación es un proceso de interacción comunicativa en
que dos o más partes intentan resolver un conflicto de intereses, utilizando el
diálogo y la discusión, descartando la violencia como método de actuación y
avanzando hacia un acercamiento gradual mediante concesiones
mutuas. Hablar de negociación suele ser sinónimo de resolución de
problemas de forma dialogante y pacífica, implica una comunicación de doble
vía para llegar a un acuerdo, cuando las persona comparten algunos intereses
en común, pero que también tienen algunos intereses opuestos. (Ávila 2008)
considera la negociación como: Un proceso en el que dos o más personas
intercambian ideas con la intención de modificar sus relaciones y alcanzar un
acuerdo tendiente a satisfacer necesidades mutuas. (Maddux 1991) Así lo
expresa La negociación es el proceso que se utiliza para satisfacer las
necesidades cuando alguien más controla lo que se desea. La negociación entre
compañías, grupos o individuos, normalmente ocurre porque uno tiene algo que
el otro requiere y está dispuesto a negociar para obtenerlo. (Olivier 2001)
enuncia lo siguiente: La negociación es una transacción en la que ambas partes
tienen poder de veto sobre el resultado final. Requiere consentimiento voluntario
de ambos lados. Es un proceso de tomar y dar en el que se aceptan las
condiciones reales de transacción (Ariel, 2013)
Bajo el amparo de la política exterior, el Estado mexicano salvaguarda un
conjunto de intereses fundamentales. Defender su propia existencia como
entidad independiente es el deber primario, junto con la protección de la
integridad territorial. Afirmar la naturaleza soberana de las decisiones que
adopta, ejerciendo autónomamente la capacidad de determinar la esencia de su
organización política, es otro elemento básico. Explotar y aprovechar en
beneficio de la nación los recursos naturales, sin interferencias externas, es
también un fin primordial. Constituirse en instrumento para que, mediante la
acción externa, se impulse la estrategia de desarrollo nacional es otro de los
objetivos centrales. Uno más es coadyuvar a la conformación de un sistema
internacional que auxilie en la realización del proyecto de nación, evitando que
se frustre por factores como las políticas de fuerza o la guerra, el desorden
económico o la inestabilidad en las relaciones entre los Estados. (Sepúlveda,
2014)

El interés vital del Estado mexicano se identifica también con el respeto y


cumplimiento de un conjunto de principios de política exterior que ya son parte
de nuestro orden constitucional y que otorgan sentido y propósito a la acción
externa de México. Insistir en la validez y en la aplicación de los principios no es
un simple pronunciamiento retórico. Más allá de los formalismos, el contenido
real de los principios corresponde íntimamente a la naturaleza misma de los
intereses nacionales. Esos intereses nacionales se encuentran imbricados en
siete principios tradicionales que son la expresión de nuestra política exterior. Si
cualquiera de esos principios se violara en perjuicio del Estado mexicano, el
interés nacional sufrirá de manera directa e inmediata.
Con una dosis de frivolidad, se acusa a la política exterior de México de ser
principista, imputación despectiva que se asocia con ideas utópicas e ilusas,
ausentes de la realidad y alejadas del ejercicio del poder. A esa política exterior
también se le atribuye el defecto de ser legalista, de envolverse en un ropaje
jurídico que elude enfrentar los efectos que se derivan de la negociación política,
como si el respeto al derecho de gentes no fuese parte del interés nacional, esto
es, como si México pudiese darse el lujo de despreciar un sistema de normas
imperativas que, en el orden internacional, le otorga una protección esencial.

La falacia de esos argumentos es suponer que los principios son valores


huecos, carentes de contenido, ajenos a una estrategia política, conceptos
abstractos que no guardan relación y correspondencia con el oficio cotidiano de
la política y con los intereses de la nación. Para desterrar esa falacia es preciso
encontrar el vínculo indisoluble entre interés nacional y principios de política
exterior. Al margen de elucubraciones discursivas, al postular la no intervención,
el Estado mexicano, que nunca ha tenido un proyecto imperial, está definiendo
el código de conducta obligatorio que deben observar otros Estados en su
relación con México. Prohibir interferencias externas en asuntos mexicanos y
asegurar autonomía en las decisiones políticas fundamentales es un interés vital
que se corresponde con un principio de política exterior. Parte de la seguridad
nacional es eliminar el uso de la fuerza en las relaciones internacionales. Ser
vecino de una primera potencia obliga, por elemental astucia, necesidad y afán
de sobrevivencia, a encontrar vías pacíficas para dirimir las controversias.
Emparejar legalmente lo que es disparejo en términos de poder es otro interés
esencial consagrado en los principios de política exterior y que establece la
igualdad jurídica de los Estados. Para un país no industrializado fomentar la
cooperación internacional para el desarrollo es un imperativo categórico, si se
han de aprovechar los recursos externos para complementar y fortalecer el
proyecto nacional de desenvolvimiento económico. Todo ello no podrá ocurrir si
no hay condiciones para la paz y si el Estado mexicano no encuentra un entorno
propicio que le garantice su propia seguridad.

Los intereses de la política exterior son también los intereses de la seguridad


nacional. Desde luego, los alcances de ese concepto deben ser delimitados,
cuestión que posee un innegable grado de dificultad. Pero la política exterior,
como un instrumento para prevenir y evitar amenazas militares, ilegítimas
interferencias políticas o coerciones económicas, es la primera línea de defensa.
(Ariel, 2013)
Bibliografía

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Instituto Matías Romero Consulta realizada el 12 de mayo el 2016 en
http://imr.sre.gob.mx/?option=com_content&view=article&id=8&Itemid=198

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