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Educación De Calidad
Molina
Al infinito… y más allá. Es la frase favorita de Buzz Lightyear, un muñeco espacial dotado de
la última tecnología. Su nombre completo se podría traducir como “Zumbido año luz”, lo que
da la idea de velocidad y avance científico. Ante todo, Buzz es un guardián espacial, de modo
que tiene muy claro sus deberes, los que se resumen en defender al universo del ataque
exterior, así como ser siempre cortés con las mujeres. Todo esto lo convierte en un líder por
naturaleza, pero no porque se crea mejor que los demás, sino porque piensa que esa es su
obligación fundamental en esta vida. Su traje espacial, está equipado de infinidad de artefactos
que envidiaría cualquier persona que ame las aventuras: un rayo láser situado sobre su brazo
izquierdo, alas desplegables, luces que brillan en la oscuridad, un casco transparente giratorio
y botones para infinidad de funciones que uno ni se imagina.
Había seis hombres muy interesados en aprender, que al elefante salieron a ver a pesar de que
eran ciegos, para con cada observación satisfacer su curiosidad.
Se acercó Juan, al elefante, pero se tropezó con su costado grueso y duro y a exclamar
comenzó: ¡el elefante es como un muro!
Francisco, al tocar un colmillo, gritó: ¿qué es esto que hay aquí, tan redondo, tan liso y
puntiagudo? Para mí el elefante es como un dardo.
Fernando se acercó al animal y al palpar su trompa imponente, exclamó sin pensar: ¡el
elefante es como una serpiente!
Javier le tocó la rodilla, al extender su impaciente mano, exclamando: ¡esta bestia admirable,
este enorme elefante viene a ser algo así como un árbol!
Alejandro, que por casualidad le tocó la oreja observó: ¡hasta el hombre más ciego notará
que esta maravilla de elefante se parece mucho a un abanico! En cuanto Leonardo empezó a
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explorar al animal, agarrándolo por la cola ondulante con la que se encontró en sus tanteos:
¡el elefante se parece a una cuerda!
Y así estos hombres del Indostán se enzarzaron en terca discusión, sosteniendo cada uno con
su afán su porfiada e inflexible opinión.
19 La señora entrevistada:
A contamina, quemando la basura barrida.
B cuida a sus animales de la contaminación.
C observa cómo el automovilista ensucia.
D se enoja, cuando es culpada por la suciedad del aire.
20 Todas las imágenes tienen en común: los grandes automóviles. La presencia de los
animales. el enojo del periodista. la inmensa nube negra. La enseñanza del texto es:
A La contaminación es un problema muy antiguo.
B Los animales se ven afectados por la contaminación.
C Los seres humanos no saben descontaminar.
D La descontaminación es responsabilidad de todos.
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Al observar todas las imágenes de los cuadros se concluye que: El periodista culpa al
micrero de la suciedad del aire. pregunta a todos el porqué de la contaminación. Se molesta por
la respuesta del taxista. Cree que la mejor respuesta es de la mujer.
22 En la historia, el periodista:
A conversa largamente con las personas.
B se preocupa de descontaminar.
C habla mucho con los animales.
D graba cuidadosamente las respuestas.
Texto 3
Lo que sucede es terrible. Muy terrible y anoche me he pasado la noche sin dormir pensando en
esto. Es de aquellas cosas que no se pueden contar porque no salen por la boca. Y yo sé que
mientras no la haya contado no podré dormir. Le pregunté a la Domitila, qué hacía ella cuando
tenía un secreto terrible. Se lo cuento a otra – me contestó. Pero, ¿si es algo que no se puede
contar a nadie? Entonces lo escribo en una carta – me dijo -. Es algo que no puede saberlo
nadie. Entonces, escríbaselo a nadie – me dijo, y soltó la risa. Otra vez es de noche y ya
debería estar durmiendo. Pensando en lo que dijo la Domitila, he decidido escribirle a “nadie”,
como ella dice, y que es lo que otros llaman su “diario”. Cuando esté escrito, me habré librado
de seguir pensando.
Yo tenía en mi laboratorio un frasco con un invento. Era hecho de muchas cosas y, entre otras,
tenía dos cajas de cabezas de fósforos, Rinso, miel de abeja, un poco de aceite, crema para la
cara y pólvora. La idea mía era ver lo que resultaba y por eso hice con él un sándwich para
algún ratón goloso. Lo dejé sobre mi velador, pero cuando volví, no estaba. Y la Domitila me
dijo que se lo había comido. Naturalmente que a ella no podía decirle yo que estaba
envenenada. Pero le pregunté qué haría si supiera que se iba a morir. Me daría una vuelta de
carnero – dijo (...) ¿Y qué otra cosa más harías? Me daría una fiesta y gastaría mil pesos en
comer... Toma – le dije -. Te lo doy de mi alcancía (treinta y dos pesos). Cómete algo bueno,
pero sería mejor que te confesaras.
Me miró con cara de lagartija y me preguntó: ¿Por qué cree que me voy a morir?
- Porque la muerte viene cuando menos se piensa – le contesté y me encerré en mi cuarto a
pensar. Pensé que tal vez sería bueno que ella tomara un purgante, pero después pensé que
sería peor. Pensé que debería decirle lo que pasaba y pensé después que a lo peor se moría del
corazón. Porque no hay seguridad de que se muera del veneno.
Es claro que, si se muere, yo deberé entregarme a la policía. Le escribiré una carta a mis
padres y después me entregaré y cuando cumpla mi condena ya no seré culpable.
En la cárcel puedo estudiar para ser inventor, porque tendré toda mi vida libre para eso. Y, tal
vez, cuando invente lo que habré de inventar, me absuelvan y todo.
Este pensamiento me pone más tranquilo. Pero lo terrible es estar esperando que suceda la
muerte. Es decir, que a ratos me dan ganas que se muera pronto para arreglar mis cosas de una
vez. A la hora del té, la encontré pálida y sentí frío en el estómago. Le pregunté qué tenía y
ella soltó la risa. - Parece que “usté” se está enfermando de la cabeza – me dijo - . A cada
rato me pregunta unas cosas ... Y me mira con unos ojos ... – y se rió otra vez. Es una suerte
que la Domitila no tenga hijos y ella dice que no le hará falta a nadie. Eso es muy
tranquilizador. Ahora se me quiere ocurrir que no es cierto que se haya comido el
sándwich y que me ha engañado. Quiero pensar que, como es mentirosa, me ha mentido otra
vez.
Con este pensamiento creo que podré dormir.
A En el laboratorio.
B el velador.
C la mesa.
D el agujero de ratones.
A Fiesta.
B Dinero.
C Crema de cara.
D Alcancía.
Texto 4
En el sur de Chile, en un lugar de la Cordillera de los Andes, existe una ciudad encantada de
extraordinaria grandeza. Todo en ella es oro, plata, piedras preciosas. Nada puede igualar a
la felicidad de sus habitantes, que no tienen que trabajar para sobrevivir. Tampoco sufren
miserias ni dolores.
Quienes llegan ahí pierden la memoria de lo que fueron; si un día la dejan, se olvidan de lo
que vieron. Un sacerdote, que estuvo tres años en ella, cuenta que ninguno de los
habitantes lo reconoció, ni se reconocieron a sí mismos, cuando él les dijo quiénes eran.
El día viernes santo se puede ver, desde lejos, cómo brillan las cúpulas de sus torres y los
techos de sus casas, que son de oro y plata macizos. En ella nadie nace ni muere. El día que
se desencante será el último del mundo; por lo cual nadie debe romper el encanto. Una
niebla espesa se interpone entre ella y el viajero.
35 La característica común de los habitantes del lugar descrito en el texto es
(son):
A sus grandes recuerdos.
B la felicidad experimentada.
C las ganas de desencantar a la ciudad.
D sus sueños de desencantar la ciudad.
Texto 5
41 El largo proceso de aprender a usar el fuego tuvo como consecuencia para el ser
humano:
A ubicar diferentes lugares.
B reducir el consumo de alimentos.
C espantar a los rayos.
D vivir de mejor manera.
Texto 6
La Hache en Fuga
Los hornos, al quedarse sin hache, se derrumbaron como bajo un bombardeo. Los
hospitales, de golpe más ligeros, volaron por los aires diseminando enfermos, sábanas,
médicos, ascensores y comprimidos por todas partes.
En compensación, las hamacas se convirtieron en hermosas alfombras mágicas: quitarles la
hache fue como ponerles alas.
El hielo de todas las heladeras comenzó a derretirse y hubo una inundación multicolor de
helados en las calles.
Para qué hablar de las bebidas alcohólicas, ¡qué sabor tan desagradable! Además era
imposible beberlas, porque el hígado, también sin hache, amenazaba con volverse una pasta
pegajosa.
No quedaba ni siquiera un hombre.
Gianni Rodari, “La Hache en Fuga”, Libro de los Errores (fragmento).
Texto 7
Fiesta de Cuasimodo
La tradición de Cuasimodo se remonta al tiempo de la Colonia en Chile y al día en que el
sacerdote llevaba precisamente la comunión a los enfermos y ancianos que no podían asistir a
su iglesia, el domingo siguiente de Resurrección (después de la Semana Santa). En aquella
época, era común que el sacerdote llevara los elementos sagrados para la misa, y se hiciera
acompañar por huasos y jinetes. De este modo, se fueron sumando cada vez más integrantes,
que con el tiempo pasaron a llamarse cuasimodistas.