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DERECHO, CULTURA Y SOCIEDAD: UNA TRIADA FUNDAMENTAL EN EL

DESARROLLO Y SENTIDO DEL PROCESO DE CIVILIZACIÓN


ANTROPOLÓGICO.

La concepción de Aristóteles en el principio de su texto escrito hace más de


veinte siglos llamado “Política” dictaba desde lo más profundo de su intelecto la
forma de organización social:

Todo Estado es evidentemente una asociación, y toda asociación no


se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera
que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser
bueno. Es claro, por lo tanto, que todas las asociaciones tienden a un bien
de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el
objeto de la más importante de las asociaciones, de aquella que encierra
todas las demás, y a la cual se llama precisamente Estado y asociación
política.(Pol. I,1.1252a.18.)1

Ésta visión antropológica, observada desde un punto de vista que se


desarrolla a partir de un sentido comunitario, encuentra su fundamento en el
elemento esencial del hombre como un “ζῷον πoλίτικoν” (animal social) y marca el
inicio de una estructura que se conservará en todo el desarrollo de las ideas
políticas y sociales de la humanidad

Si Aristóteles sugiere el hombre como un ser inminentemente social es


porque reconoce en él la complejidad de la estructura de una vitalidad que no se
reduce a la inmediatez de la individualidad y por ende es consustancial a él la
experiencia de una correlación con los demás seres, de entrada, entonces,
partimos del presupuesto de la imposibilidad del hombre de vivir solo.

Si partimos del presupuesto que el hombre es isolofóbico por naturaleza,


entonces, por osmosis, entendemos que el desarrollo del género humano se ha

1 Aristóteles. Política. I, 1. Numera Becker. 1252a. 18. Trad. Patricio de Azcarate.


sostenido en la íntima relación que existe entre la sociedad, la cultura como
manifestación de la primera y el derecho como regulación de ambas; es una
especie de escalonamiento de fenómenos que coexisten entre sí y que,
intrínsecamente, comparten una dependencia contingente.

Pretendemos, entonces, reconocer que la triada cultura, sociedad y derecho


ha sido el trípode sobre el cual se ha sostenido el camino de la civilización
humana y sobre todo que ha mantenido el desarrollo de la especie humana como
una relación estrecha entre el instinto y la razón.

El orden es completamente lógico, esgrimir de primer lugar la sociedad que


es la base de todos los elementos es el primer paso para semantizar la cultura y
establecer una unión entre ambas con el Derecho entendido como ciencia social.

1. La sociedad, comunidad de seres sometidos al pacto.

A lo largo de los años de estudio de la sociología se ha entendido que la


naturaleza del hombre y en sí misma la de la sociedad, se avoca a la conjugación
de dos factores: la individualidad que es propia del ser y la sociedad que se
establece como el conjunto de seres que conviven en un territorio determinado. El
hombre pertenece a la sociedad desde su nacimiento y de esa manera se
entiende desde su particularidad y también desde la comunidad que comparte.

Anthony Giddens, uno de los sociólogos más reconocidos de la época, sugiere


que la sociedad es

Grupo de personas que vive en un territorio determinado, sometido


a un sistema común de autoridad política y que es consciente de poseer
una identidad que lo distingue de otros grupos. Algunas sociedades, como
las de cazadores y recolectores, son muy pequeñas. Otras, como las
sociedades industriales, son muy numerosas2.

En consonancia de lo que aporta Giddens es importante determinar la


correlación entre las vertientes de la sujeción a la sociedad como establecimiento
de control y, en definitiva, como un elemento que crea dentro del ser humano el
fundamento de la pertenencia y de la identidad, este será un factor fundamental a
la hora de reconocer que estos dos elementos son la base para poder hablar de
cultura y Derecho.

La identidad se entiende no a una especie de alma o esencia con la que


nacemos, no a un conjunto de disposiciones internas que permanecen
fundamentalmente iguales durante toda la vida, independientemente del medio
social donde la persona se encuentre, sino que se refiere a un proceso de
construcción en la que los individuos se van definiendo a sí mismos en estrecha
interacción simbólica con otras personas.3

La identidad se conforma desde las posibilidades del individuo en medio de


las sociedades de las que él mismo se rodea, pero que no las interioriza como una
simple forma de adaptación sobreviviente, sino dentro del contexto social de las
realidades que él mismo debe aprehender a la hora de desarrollarse como parte
de un todo. La sociedad es la particularización de unos conceptos que siendo
particulares trascienden al campo de lo común y que al mismo tiempo es
entendido como una totalidad.

Si en primer lugar la individualización del sujeto es fundamental como


fuente de la construcción de las comunidades, en un según momento es
pertinente observar que no solo la sociedad es el conjunto de individuos, sino que
estos forman pactos, elementos contractuales; muchas veces tácitos para poder

2Anthony Giddens. Sociología. (Madrid, Alianza. 1999.) Página 739.


3
Confróntese esta idea con el concepto de identidad que especifica George Mead. Mind, Self and
Society. (Chicago: University of Chicago Press, 1974), páginas. 1 & 135.
desarrollar el conjunto de los seres que, en palabras de Rousseau en su contrato
social “renuncian a su libertad natural para adherirse al contrato social”4.

Se han esbozado, hasta este punto, dos realidades que son


contundentemente precisas y que, a este punto se encuentra necesario recordar
para efectos de la coherencia de la idea que se va planteando, en primer lugar la
sociedad es la base de la triada que conforman el proceso evolutivo del ser
humano, de esta se desprenden dos ideas contundentes: el sujeto es un ser
individual que por lo tanto es titular de una naturaleza que siente y que lo
determina, pero que, en segundo momento, es cedida al pacto social que se
realiza como única posibilidad de progreso pacífico y realmente racional del mismo
ser humano.

Las particularidades de la adhesión al contrato social son fundamentales a


la hora de la comprensión de los factores que determinan las guías de planeación
de las mismas y que sobre todo, enmarcan los fundamentos coherentes de las
posibilidades de un sujeto que renunciando a su naturaleza instintiva se adentra
en las diversas construcciones de la sociedad que a partir de esto se llama
humana.

La humanidad como conjunto de seres que se han adaptado a la


construcción de los pactos que conforman la sociedad se abre paso, entonces, a
la posibilidad de una comunidad que, aunque ciertamente muy diferente, entre sí
comparten la igualdad de los postulados que los rigen y posibilitan la diversidad de
la individualidad; la sociedad es la facultad más racional del hombre, evaluado
desde las perspectivas de la comunidad y de sus relaciones interpersonales.

Las particularidades de la sociedad se evidencian en las dimensiones de la


cultura y de esta forma se abre paso a la conceptualización de los elementos de la
segunda base de la triada que se ha propuesto a lo largo de este escrito.

4
J.J. Rousseau. El contrato social. (Espasa Calpe, 1762) página. 35
2. La cultura, manifestación y cumbre de las colectividades sociales.

El ser humano es un ser social por naturaleza, partiendo de ese precedente no


se entienden como muchas veces los individuos dejan de lado las construcciones
que a lo largo del tiempo él mismo ha esbozado con las posibilidades y regencias
de los pactos hechos y que, como se observó en el aparte anterior, son primicia de
la evolución del mismo.

La cultura es una adecuación a las estructuras de la sociedad que se


particularizan y que se diferencian de los demás tipos de sociedades, esto quiere
decir que la cultura es la manifestación particular de los conjuntos poblacionales,
que están determinados por las formas propias de vida y que, de una manera
racional se interrelacionan para alcanzar los objetivos propios del pacto social.

Sin embargo, la cultura, a través del sentido epistémico de la acción que ella
misma desencadena a través de los actos humanos y sociales se distingue a
través de las concepciones que ella misma establece en el marco de la
diferenciación de las posibilidades que, partiendo del interior, se posicionan con
las opciones externas y así, en una dualidad antropológica, la cultura es la
manifestación de las interioridades del hombre para hacerlas praxis.

Dentro de las perspectivas de la cultura se desarrollan las miradas de las


concreciones propias de las sociedades y en ese momento la cultura es resultado
de los antecedentes sociales. En este punto entran a jugar una serie de espacios
que no se pueden desconocer dentro de las perspectivas evolutivas del ser
humano, es decir, que las características que se desarrollan a partir de los efectos
de las individualidades concretadas en el actuar pragmático del hombre.

Partimos, entonces, de los postulados que evalúan la cultura como una pauta
de conducta, esto se convertirá en los antecedentes del derecho como último
elemento en la tripartición propuesta, pero será un tema que nos ocupe más
adelante; por ahora es necesario entender que la cultura se abre paso en medio
de las formas concretas de las relaciones sociales para determinar los elementos
conductuales que de esta se derivan.

La conducta es importante de acuerdo a las posibilidades del sentido que ella


misma transmite, pero es precisamente ese sentido, el que debe establecerse
como asunto de gran importancia dentro del estudio y la conceptualización de la
cultura.

Ahora bien, ese sentido de la conducta enmarcada dentro de las posibilidades


de la cultura (vista como símbolo y forma, a través de los postulados de la filosofía
clásica y la sociología) establece un problema fundamental: ¿Cuál es el sentido
ontológico de la cultura como presupuesto fundamental que condiciona el obrar
humano? A esto responde de manera gradual Adriana Murguía Lores en su texto
sobre el estudio sociológico de la cultura ofreciendo tres elementos
fundamentales: “i) investigar la lógica interna de la cultura, sus códigos y
narrativas; ii) observar la forma como se relaciona la cultura con la estructura
social; e iii) indagar cómo la mediación entre la acción y la cultura ejerce efectos
en la realidad social”5.

Lo anterior se encuentra fundamentalmente acertado en el discurso de las


posibilidades de la cultura como elemento simbólico de la sociedad pero que al
mismo tiempo imprime un carácter conductual inminentemente necesario dentro
de las formas de procedencia del derecho que está antecedido por el actuar socio-
cultural del individuo en medio de sus conductas acertadas o desviadas según se
corresponda.

Aunque la conducta, ciertamente, es un actuar particular dentro del desarrollo


cultural, es fundamental entender esta última como una manifestación de las
colectividades humanas dentro de la sociedad, es decir, no existe ninguna cultura
que se haya implantado como una vivencia particular, por el contrario es una

5
Adriana Murguía Lores. El análisis sociológico de la cultura. Teoría, significado y realidad después
del giro lingüístico. (Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 2009) página 248.
reflexión que se predispone a través de las formas plurales que se manifiestan en
ellas mismas.

A este punto, se han conceptualizado dos de los tres elementos fundamentales


para la evolución y el desarrollo de la antropología hasta hoy; esta división
tripartita se plenifica en la relación que encuentran estos dos elementos con el
Derecho, ciencia que funge como instrumento de confirmación de las acciones
humanamente racionales y que en lo social encuentra una verdadera eficacia.

3. El Derecho, episteme y praxis del obrar humano.

El profesor Ramón Soriano en su texto de sociología del derecho plantea la


relación existente entre la eficacia, la validez y la legitimidad del Derecho6,
aunque bien es cierto de la validez se ocupan las ciencias positivas y teóricas
del Derecho y de la legitimidad el campo filosófico del mismo, la eficacia recae
de manera contundente en el campo de la sociología, de esa eficacia es de la
cual se ocupara este tercer aparte.

La realidad contundente del Derecho es que es un elemento que se


desarrolla a partir de la dinámica social y que no la supera, es decir, sin
sociedad, sin actos explícitamente humanos que se enmarcan en las
relaciones sociales y culturales, el derecho padecería una especie de
frustración por el sentido, es decir, a este punto del presente escrito, no se
puede desconocer que la relación entre lo social, lo cultural y el Derecho es
estrictamente necesaria.

El Derecho, tal y como lo sostiene Carlos Santiago Niño en su texto de


“introducción al análisis del Derecho” esta ciencia es una realidad

6
Ramón, soriano. Sociología del derecho. (Ariel. Barcelona. 1997) pagina 400.
completamente omnipresente, “el Derecho como el aire está en todas partes” 7,
esto de entrada plantea una necesidad que se deriva de un primer elemento, el
Derecho está en todas partes porque existe quien le reconozca, es decir, que
el Derecho es antecedido por la existencia racional del ser humano, sin este
requisito, la omnipresencia del Derecho en la vida del hombre sería
completamente nula.

Entendiendo lo anterior podemos sostener, entonces, que el Derecho tal y


como la sociedad y la cultura son elementos que desde el principio de la
existencia consciente del ser humano hacen parte prominente de su desarrollo
evolutivo, esto entendido, como una serie de configuraciones que no se agotan
en la aplicación concreta de los elementos del Derecho como ciencia jurídica,
sino como un elemento que condiciona el orden y modera la conducta de quien
se ha adherido a él.

La eficacia social del Derecho, parte de las condiciones estructurales que


antes se han antepuesto a la realidad jurisprudencial, es decir, el Derecho es la
aplicación pragmática que modera de manera concertada, a través del pacto
social, las conductas del hombre y en ese sentido se le han proporcionado el
sin número de herramientas que hoy en día posee para conceptualizar lo que
es y lo que espera de sí mismo.

Por su lado el Derecho ha encontrado en sí mismo unos fines que


garantizan la neutralidad de su existencia y que, en sus fines se convierte en
una aplicación concreta de la misma; Kelsen, por su lado, sostendrá que “el
Derecho no es más que un medio especifico, un aparato coactivo que en sí
mismo considerado carece de todo valor ético y político, porque su valor
depende del fin trascendente al Derecho”8 en consonancia del pensador Checo

7
Carlos Santiago Niño. Introducción al análisis del Derecho”. (Astrea. Buenos Aires. 2° edición.
2003) Página 1.
8
H. Kelsen. La teoría pura del derecho. Trad. L. Legaz. (Ed. Revista de Derecho privado. Madrid.
1933) Página 28.
es importante reconocer que el fin del Derecho es una aplicación social, sin la
misma, no es posible hacer un sano reconocimiento del mismo, sin esa
aplicación social, el derecho sería una simple divagación ética sin principios de
praxis y en síntesis solo sería una reflexión vacía.

Dentro de esos fines encontramos la seguridad jurídica como elemento que


garantiza una aplicación verás de la norma jurídica y que no se detiene a la
divagación o ambigüedad de la misma; por otro lado, el fin del Derecho con el
que más se identifican las sociedades actuales es la búsqueda de la justicia y a
su vez la aplicación oportuna de la misma, haciendo que el Derecho funja
como un mediador entre los actos cotidianos con los que los hombres
comúnmente nos encontramos.

El Derecho es, entonces, la unión entre la episteme (ciencia) como


teorización y sentido de validez y legalidad de los actos humanos y al mismo
tiempo es praxis (hecho) que se establece a partir de la realización de los
hechos humanos que se regulan a través del mismo.

Dentro del planteamiento del origen y fundamentación del Derecho, a pesar


de las múltiples inquietudes que este tema ha suscitado a lo largo de toda la
historia de la humanidad, hay un punto en común en relación entre los teóricos
del Derecho y es que la sociedad es el antecedente primario y fundamental del
Derecho, el hecho social es la cuota inicial y presupuesto de la aplicación
legislativa de la norma que se entabla a partir de las particularidades de los
hechos humanos.
4. Relación entre Derecho, cultura y sociedad.

En este apartado usado a su vez como la conclusión del presente escrito y


entendiendo que como se planteó en el título del mismo, la triada, anteriormente
completada, entre el Derecho, la cultura y la sociedad es la comunión intrínseca de las
necesidades humanas que se entiende como un ser en comunidad y que a través de
las mismas razones es capaz de relacionarse en medio de las formas de su existencia
que apunta desde su sentido más racional a la conservación y sobre todo crecimiento
individual y colectivo.

Esta unión no es más que la realización plenificante del proceso de evolución del
ser humano, si en el inicio planteamos con Aristóteles que el “hombre es un animal
político”9 o social su sentido de evolución está sostenido en esta triada fundamental,
no está hecho el hombre para vivir solo y por eso reconoce en el otro compañía; esa
compañía se manifiesta en las conductas particulares y simbólicas que él mismo
ejecuta y es a lo que llamamos cultura pero en última instancia estos dos primeros
elementos son reunidos, en una especie de abrazo por el Derecho como ente
regulador de ambas, no entendiéndolo como una simple forma de caracterización o
regulación inquisitiva sino como el pacto social que se efectúa en medio de los
impulsos que el mismo ser desarrolla.

No es posible, entonces, comprender una relación lejana entre estos tres


elementos, que aunque distintos entre sí conforman el sustento tridimensional de la
evolución del hombre y de su sentido plenificante en medio de la existencia, haciendo
así que exista una correspondencia entre su razón antropológica con su praxis
sistemáticamente ejecutada.

9
Aristóteles. 1252a. 18
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aristóteles. Política. I, 1. Numera Becker. 1252a. 18. Trad. Patricio de


Azcarate.

Giddens, Anthony. Sociología. (Madrid, Alianza. 1999) Página 739.

Mead, George. Mind, Self and Society. (Chicago: University of Chicago


Press,1974), [En linea] URL http://livros01.livrosgratis.com.br/bu000001.pdf.
Páginas. 1 & 135.

Rousseau. J.J. El contrato social. (Espasa Calpe, 1762) página. 35

Murguía Lores, Adriana. El análisis sociológico de la cultura. Teoría,


significado y realidad después del giro lingüístico. (Universidad Nacional
Autónoma de México, México D.F., 2009) página 248.

Soriano, Ramón. Sociología del derecho. (Ariel, Barcelona, 1997) página


400.

Santiago Niño, Carlos. Introducción al análisis del Derecho. (Astrea, Buenos


Aires, 2° edición. 2003) Página 1.
Kelsen, Hans. La teoría pura del derecho. Trad. L. Legaz. (Ed. Revista de
Derecho privado, Madrid, 1933) Página 28.

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