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Edmund Husserl (1859-1938)

La crisis de las ciencias europeas como expresión de la crisis vital radical

de la humanidad europea

[Compilación realizada por Walter Biemal, en 1953, de diversos textos sobre la crisis que
fueron escritos por Husserl entre 1934-1937]

A principios del siglo XX, Husserl sostuvo que la ciencia se encontraba en crisis, esto es, que los
objetivos y la metodología con los que se identifica la cientificidad de una disciplina se habían
vuelto problemáticos. Para Husserl, propiamente, la crisis de la ciencia significaba la crisis de la
cientificidad. Desde finales del siglo XIX, era evidente que la filosofía había sido afectada por
una crisis que había conducido a su descrédito (“en el presente tiende amenazadoramente a
sucumbir al escepticismo, al irracionalismo, al misticismo”, p. 3); sin embargo, Husserl era
consciente de que la afirmación de que algo similar estaba ocurriendo con la ciencia suscitaría
oposición. Según Husserl, la crisis afectaba no sólo a las recién creadas “ciencias del espíritu”
(Geisteswissenschaften), sino también a las ciencias formales -la matemática pura o la física
teórica- y a las ciencias empíricas -la biología o la física experimental. ¿Cómo era posible
afirmar que esa gran empresa moderna que había permitido realizar tantos descubrimientos
teóricos e invenciones técnicas durante más de tres siglos, la ciencia, se encontraba en una
situación crítica tan complicada que, en el peor de los casos, podría llevar a su descrédito?
¿Cuál es el sentido de esta afirmación husserliana?

El punto de partida para comprender el diagnóstico de Husserl sobre el estatus de la


ciencia a principios del siglo XX es la transformación en la forma de comprender la ciencia que
se desarrolló a finales del siglo XIX: “Una transformación relativa no sólo al juicio sobre su
cientificidad, sino a la percepción de lo que la ciencia en general ha significado y puede
significar para la existencia humana” (p. 5). Dicha transformación puede ser atribuida al
positivismo europeo, que al conseguir la victoria en el ámbito intelectual difundió dos tesis
fundamentales: en primer lugar, la tesis cientificista de que la ciencia es la única vía legítima
para acceder al conocimiento (Comte) y, en segundo lugar, la tesis de la neutralidad valorativa
acerca de que la obtención objetiva de conocimiento exige que el científico se circunscriba a
los hechos y se abstenga de emitir juicios de valor (Weber). Con ello, la comprensión positivista
de la ciencia denunciaba la esterilidad de la teología y de la metafísica como vías que
permitieran hacer inteligibles los fenómenos, pero también denunciaba la falta de objetividad
de una ciencia que pretendiera hacer algo más que describir o explicar los hechos que pueden
constatarse a través de la experiencia. Así, en el plano de la ciencia, el positivismo no sólo
condujo al destierro de la cuestión teológica y metafísica de los primeros principios y las
últimas causas, además condujo al abandono de las cuestiones éticas o morales que son
decisivas para los seres humanos: “las cuestiones relativas al sentido y sinsentido de esta
entera existencia humana” (p. 6).

El positivismo logró la hegemonía intelectual gracias a la gran cantidad de


descubrimientos de la ciencia y a las constantes invenciones técnicas que ésta ha hecho
posible. Con todo, Husserl señaló que el reconocimiento de que la ciencia no podía responder
las cuestiones fundamentales para los seres humanos, a partir de la concepción positivista,
suscitó una reacción contra la ciencia misma, no contra el positivismo. La experiencia
catastrófica de la Primera Guerra Mundial produjo este viraje radical en contra de la ciencia:
“En nuestra indigencia vital –oímos decir- nada tiene esta ciencia que decirnos” (p. 6).

De acuerdo con Husserl, el núcleo de la crisis de la ciencia radica en dos factores


convergentes: por un lado, la necesidad vital que tienen los seres humanos de responder
cuestiones relativas al significado o la orientación de su existencia y, por otro, la evidente
incapacidad de la ciencia, en su comprensión positivista, para si quiera plantear las preguntas
fundamentales que aquejan a los seres humanos. Somos libres, es decir, tenemos la capacidad
de decidir cómo configurar nuestra vida y el entorno en el que ésta se desarrolla; sin embargo,
la forma de hacer esto se encuentra abierta a un número indefinido de posibilidades, por ello,
es indispensable plantearnos cuál es la mejor manera y, por ende, la manera más racional de
hacerlo: “En su universalidad y necesidad para todos los hombres, ¿no requieren acaso
reflexiones generales y respuestas racionalmente fundadas?” (p. 6).

Por supuesto, en la medida en que se abstraen de la subjetividad, es evidente que las ciencias
de la naturaleza (Naturwissenschaften) no pueden decir nada acerca del sentido de la vida
humana. Lo sorprendente es que tampoco lo hicieran las ciencias del espíritu, cuyo objeto es
precisamente la vida espiritual del hombre. La razón por la que estas ciencias eran ajenas a la
cuestión del sentido de la existencia humana radica en el principio metodológico de la
neutralidad valorativa.

El triunfo de esta comprensión positivista de la ciencia estuvo respaldado, no sólo por


descubrimientos y teorías que contribuían a la inteligibilidad del mundo, sino por invenciones
técnicas que generaban prosperity. La técnica que hace posible la producción de bienes e
instrumentos que simplifican la vida humana es, por supuesto, un producto de la ciencia.

“Meras ciencias de hechos hacen meros hombres de hechos”

En el diagnóstico husserliano sobre la crisis de las ciencias, la crisis de la psicología tiene una
“importancia central”. El “enigma de la subjetividad”, objeto de la psicología, es fundamental
para arrojar luz sobre las “zonas de ininteligibilidad” de las ciencias y sobre algunos enigmas
del mundo.

1. Significado de la crisis de la ciencia:

Se ha vuelvo problemático el modo como se plantea sus objetivos y sus tareas y elabora una
metodología.

[Tesis válida para la filosofía]

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