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Revista Crítica de Lecturas Históricas (Lima)


Año I, Nº 1, mayo de 2014
Publicación del Grupo de Trabajo Historia del siglo XX

Directores
Bach. Guillermo Alexís Fernández Ramos (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Bach. Nadia Milushka López Soncco (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)

Consejo Editorial
Dr. Wilfredo Kapsoli Escudero (Universidad Ricardo Palma)
Dr. Víctor Samuel Rivera (Universidad Nacional Federico Villarreal)
Dr. Mario Meza Bazán (Universidad Antonio Ruiz de Montoya)
Mg. Susana Aldana Rivera (Universidad de Lima)
Mg. Juvenal Luque Luque (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Mg. Alex Loayza Pérez (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
Lic. Ricardo Portocarrero Grados (Quellca Centro de Estudios Andinos)
Lic. Alejandro Salinas Sánchez (Seminario de Historia Rural Andina)
Lic. Saby Lazarte Oyague (Universidad Nacional Federico Villarreal)

Corrección de estilo
Mg. Juvenal Luque Luque (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)

Auspicia
Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA)
Editorial Horizonte

ISSN 2313-2922

1ª ed., 1ª impresión, mayo 2014


Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2014-08045

Editado por:
Bach. Guillermo Alexís Fernández Ramos
Av. Nicolini 478, Urb. Palao – San Martín de Porres

Impreso en:
Impresiones Quiñones
Jr. Chancay 446 Of. 103, Lima Cercado - Lima
Mayo 2014

Portada y viñetas: Dibujo de escribano nativo (Quilcay Camayoc) de Felipe Guaman


Poma de Ayala.

Para cualquier asunto relacionado con esta publicación, dirigirse a:


Celular: 965997186 - 991949553 (Lima, Perú)
Correo electrónico: Grupohistoria.siglo20@gmail.com
http://grupodetrabajohistoriasiglo20.blogspot.com/
Revista Crítica de Lecturas Históricas (Lima) 13
Año I, N° 1, 2014, pp. 13-19 / ISSN 2313-2922

El Liberalismo y su estudio como


experiencia histórica
Mario Miguel Meza Bazán
Universidad Antonio Ruiz de Montoya

Domenico, Losurdo (2007). Contrahistoria del Liberalismo.


Barcelona: El Viejo Topo (edición original 2005), 374 págs.

Palabras claves: liberalismo, ideología, exclusión


Key words: liberalism, ideology, exclusion

Recibido: 05-10-2013
Aprobado: 05-12-2013
Modificado: 05-02-2014

C
oontrahistoria del liberalismo es un libro publicado originalmente en el año 2005
por Domenico Losurdo, filósofo italiano cercano a los predios del comunismo
italiano que ha escrito otros textos como Stalin. Historia y crítica de una leyenda
negra (El Viejo Topo, 2011) y El lenguaje del Imperio. Léxico de la ideología americana
(Escolar y Mayo editores, 2008).1 El denominador común en los tres textos es el desmon-
taje y la desmitificación de aspectos fundamentales de la historia moderna de occidente,
especialmente desde una perspectiva crítica que se opone a elevar o degradar a personajes
y procesos que oscurecen la comprensión del pasado europeo, en su lugar busca más bien
realzar los efectos de esos procesos y hechos que pasan desapercibidos en la configuración
de lo que es el mundo moderno.
Una de las corrientes políticas e ideológicas que ha tenido un efecto influyente en la
historia del mundo en los últimos doscientos años ha sido el liberalismo. No obstante el
liberalismo como tantas otras corrientes surgidas en Europa y transmitidas al resto del
mundo como el anarquismo, el socialismo, el comunismo, el fascismo y el propio neoli-
beralismo, no es una corriente homogénea o uniforme. El liberalismo, en tanto doctrina
e ideología, tiene una forma de entender la sociedad liberal en función de realidades di-
ferentes y particulares según el lugar y el tiempo donde se generó, no obstante, Losurdo
detecta dos principios fundamentales que unifican todas estas variedades de liberalismo:
los individuos y su derecho natural a la libertad frente a cualquier entidad organicista que
obstruye su capacidad autónoma de decisión y acción; y, su reivindicación para preservar
la libertad de los individuos como principios necesarios para un orden basado en la ley o
norma constitucional.

1 Del primer texto de Losurdo se hizo una reseña en la revista Síntesis Social n° 4 (2012).
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[…] el liberalismo es la tradición de pensamiento que centra su preocupación en


la libertad del individuo, que, por el contrario ha sido desconocida y pisoteada por
filosofías organicistas de otra orientación […] a los que contrapone el “compro-
miso” como principio inspirador de los auténticos “gobiernos constitucionales”
(Losurdo, 2007: 11).

Vale la pena subrayar este carácter fundamental presente en todas las tendencias li-
berales porque el texto de Losurdo no es enfático en señalar estas características fun-
damentales para el análisis de su historia. Su abordaje del liberalismo es más bien la de
un fenómeno social, político y cultural que dio origen y forma a una doctrina para una
sociedad en transformación y expansión planetaria entre los siglos XVIII hasta principios
del siglo XX. De allí la necesidad de la contrahistoria, una estrategia metodológica capaz
de contar algo que no ha sido contado a la luz de su propia historia y que más bien debe
ser puesto a contraluz de sus propios principios ideológicos (p. 9).
Hecho el aclare de este enfoque podemos ver al liberalismo no como doctrina o ideo-
logía sino como un hecho histórico social. ¿En qué medida las ideologías traducen hechos
sociales y no solo ideas y doctrinas del pensamiento racional? En la medida que suelen
ocultar aspectos que el discurso, la fraseología y la ideología nunca señalarían como parte
de su prédica pero que a pesar de todo aparecen con claridad en su práctica.
En el intento por superar las dificultades con las que se tropieza al definir la so-
ciedad inglesa de los siglos XVIII y XIX, en ocasiones, en lugar de liberalismo, se
prefiere hablar de “individualismo”, y es cierto que la historia de tradición de pen-
samiento que es objeto de investigación en este trabajo, resulta atravesada por un
“individualismo propietario” o “posesivo” (possesive individualism del autor). Esta
definición tiene una legitimidad parcial propia […]
Y sin embargo, un examen más atento, la categoría del “individualismo propieta-
rio” se revela del todo inadecuada. Estamos en presencia de una sociedad y de una
tradición de pensamiento que, lejos de estar inspiradas en un respeto supersticioso
por la propiedad y el derecho de propiedad en cuanto tales, en realidad legitiman
colosales expropiaciones en prejuicio de los irlandeses y de los pieles rojas (p. 126).

El autor identifica el liberalismo anglosajón de estos siglos básicamente como una


ideología que cuenta con tres aspectos fundamentales que no se transparentan del todo:
individualismo y libertad; ley; y, protección fundamental de la propiedad. Desde esa
perspectiva ¿cuál es el sentido histórico del liberalismo que estudia? y ¿cuáles son las
características fundamentales de esta contrahistoria del liberalismo, que quiere contar
aquello que no hace explicito como ideología?
Antes que todo, el autor explica el contexto histórico en que surge esta corriente ideo-
lógica, para eso identifica tres características fundamentales del liberalismo de esta época.
Primero, que es una historia de uno de los liberalismos hegemónicos y predominantes
del mundo en la etapa colonial y postcolonial anglosajona, es decir, es la historia del
liberalismo que nace y se desarrolla en las dos riberas del Atlántico Norte: Inglaterra (la
cuna); EEUU (el campo virgen y particular de su desarrollo); y, en menor grado, Francia
(espacio de confrontación con las corrientes organicistas del antiguo régimen absolutista)
de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Segundo, que trata de afirmar preci-
samente aquello que trata de olvidar con el nacimiento y desarrollo de su discurso: un
capitalismo conquistador no solo de mercados sino de pueblos y naciones (esclavitud y
exterminio colonial de pueblos); racismo y clasismo (dominio y sometimiento de países
no blancos como América del Norte, Central y del Caribe, la India, China o de pueblos
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europeos pero católicos: Irlanda); y, confrontación y lucha contra otras tendencias del
liberalismo continental (el jacobinismo francés). Tercero: esboza la lógica de la razón
fundamentalista del liberalismo no solo para entender la lucha de quiénes se apoyan en
él, sino de quiénes buscan desde el interior de las propias prácticas liberales, proteger sus
intereses en una sociedad supuestamente democrática (en este caso la guerra civil nor-
teamericana no solo basó sus argumentos en favor de la libertad de los esclavos sino que
también buscó defender desde la perspectiva de los propietarios esclavistas la auténtica
libertad contra el intervencionismo estatal abolicionista del norte; en Europa, esta posi-
ción conservadora afirma el derecho de los propietarios y patrones europeos para a negar
derechos a sus clases trabajadoras, para eso se basó en una misma concepción el laissez
faire o librecambismo).
Si bien el liberalismo que estudia Losurdo es el censitario, hay que recordar que es esta
la versión ideológica y doctrinaria hegemónica entre los círculos propietarios y privile-
giados de Inglaterra, EEUU y Francia. Este liberalismo apunta a señalar la legitimación
de las desigualdades sociales y excluyentes que no solo es defendida y reproducida por
los propietarios sino por pensadores, filósofos, intelectuales y políticos al punto tal que
consolidan la naturalidad del discurso hegemónico logrado en base a la potencia econó-
mica material y al dominio militar ejercido sobre los demás pueblos. Es en todo caso el
estudio de la superestructura de una sociedad dominada por una burguesía emergente
cuyo principal rasgo no es solo ser productora de libre comercio, que defiende doctrinal-
mente a rajatabla sobre el principio del derecho de propiedad, sino también que ejerce
una legitimidad de la guerra y la conquista al que tampoco negará espacio para expresarse
libremente. El libro se estructura de este modo en diez capítulos y aborda los temas que
conectan la experiencia capitalista comercial e industrial con el poder militar de una clase
que tiene conciencia de saberse a si misma como hegemónica.
El primer tema parte por eso con la esclavitud y su afirmación de la íntima conexión
entre capitalismo, señorialismo aristocrático y surgimiento del liberalismo. ¿Qué puntos
de convergencia podían haber entre el liberalismo norteamericano luchador y proclama-
dor de las libertades de los ciudadanos frente a la tiranía de la monárquica inglesa con el
esclavismo decimonónico especialmente establecido en las Américas? La idea de que no
se podía vivir la libertad sin esclavitud es un recurso teórico constantemente reclamado
por John Locke, Thomas Jefferson y Alexis de Tocqueville. Teniendo en cuenta que por
lo menos para los dos primeros que tenían intereses íntimamente vinculados a las empre-
sas esclavistas, esta es una actitud muy coherente entre el interés material y la ideología;
Tocqueville en cambio remite la justificación de tal hecho a una matriz ideológica pro-
pia, la de una sociedad extinta, que es apelada por un noble que añora los privilegios de
casta jerárquica previa a la Revolución Francesa. El punto de conexión ideológica entre
libertad individual de unos pocos y la necesidad del sometimiento de otros muchos, se
basa en principio consustancial a esta sociedad burguesa emergente: la libertad al ser un
bien escaso no puede ser poseída por muchos, sino solo por los que la ejercen con sus
propios bienes. La libertad en todo caso se goza y se aprecia mejor cuando es privilegio
de unos pocos. Este razonamiento del liberalismo censitario describe para Losurdo una
convergencia lógica de dos sistemas que no por ser aparentemente contradictorios tienen
un parto gemelar: liberalismo y esclavitud racial (pp. 136-137). La descripción de cómo
pueden convivir los principios más avanzados de la civilización con uno de los aspectos
más degradantes y bárbaros de la sociedad moderna como es la esclavitud por motivos
raciales, convergen en esta explicación de manera armoniosa: una superestructura que
proclama la ausencia de libertad para todos avala la desigualdad de una estructura social
basada en jerarquías y exclusiones.
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Ligado al tema esclavista se encuentra necesaria e inevitablemente el origen del abo-


licionismo, este es el segundo tema. Confrontadas ambas sociedades en un determinado
momento, la norteamericana y la inglesa con las limitaciones propias del crecimiento
y desarrollo de la sociedad capitalista industrial, la conservación de los esclavos como
mano de obra aparecía como algo obsoleto, esto produjo finalmente su abolición en am-
bos países. Lo erróneo es creer sin embargo que se produjo a instancias humanizadoras
del liberalismo o incluso de la ilustración (véase el papel de las iglesias cuáqueras en los
EEUU), los motivos económicos influyen poderosamente en este resultado pero tam-
bién las resonancias de la radicalización de la revolución haitiana antiesclavista de 1791
y 1802: el miedo a que se expandiera este fenómeno en el resto del continente aceleró
la abolición de la esclavitud en las colonias inglesas en Centroamérica (Jamaica) y en las
ex colonias hispanoamericanas. En EEUU la abolición de la esclavitud se produciría a
instancias de un poder “antiliberal” que declararía la guerra a los propietarios de esclavos,
los liberales eran en este sentido los suristas que reclaman para sí el legado antiestatalista
de 1776 (pp. 64-65). Para compensar la ruptura radical que el haitianismo y la Guerra de
Secesión produjeron en las conciencias liberales del noratlántico, las ex sociedades escla-
vistas reconstituyeron el orden y la jerarquía social con el fortalecimiento de las desigual-
dades y las exclusiones entre quienes les habían servido hasta entonces. La sociedad debía
rearmarse en una perspectiva liberal censitaria bajo nueva clasificación: libres, siervos y
esclavos (pp. 114-119). Las libertades para todos los individuos brillan por su ausencia.
El tercer tema está vinculado al segundo tema, el surgimiento del racismo en el dis-
curso liberal, este se enraíza en todo caso al principio restaurador del orden y las jerar-
quías previas al abolicionismo: hay seres inferiores y deshumanizados que no pueden
poseer los mismos derechos que el resto de la sociedad, aún si se aboliese la esclavitud esta
no desaparecería esas distinciones y jerarquías, más bien los recrearía y los reforzaría en
un nuevo nivel: los siervos. ¿Quiénes son los siervos en una sociedad capitalista y liberal?
no los trabajadores de la gleba de la Edad Media sino los que debían trabajar como do-
mésticos, aprendices y trabajadores coaccionados por la ley. En Inglaterra estos grupos se
adscriben a los desocupados y mendigos (pp. 74-78), en EEUU son los ex esclavos que
deben seguir trabajando para compensar su libertad recientemente adquirida hacia sus
antiguos amos. En el primero de los casos, se recurre a la obligación legal que tienen las
clases desposeídas para trabajar bajo regímenes coactivos de inserción laboral (casas de
trabajo, milicia, presos susceptibles de ser condenados a trabajos forzados en las colonias
lejanas de Australia o Nueva Zelanda). La identidad de las clases desposeídas se asocia con
los pobres y trabajadores a los cuáles no se les reconoce ningún derecho de corte liberal.
No hay teoría económica que lo justifique, es ante todo un partipris de reconstrucción
del antiguo orden señorial en una sociedad industrial. En el segundo de los casos, el viejo
principio legitimador de la esclavitud se compensa con el racismo y el segregacionismo
de los recién liberados. Para Losurdo es notorio por ejemplo que EEUU adoptara una
actitud de sometimiento de sus ex esclavos, a los que mantenían como siervos luego de
la abolición pero que extendería luego este estatus de condición subalterna a todos los
descendientes afroamericanos, similar al clasismo inglés que mantenía a sus ex siervos
a una condición de subordinación jerárquica. De este modo la esclavitud pervivió bajo
una nueva jerarquización, ya no de esclavos pero si de nuevos siervos, distinguidos esta
vez por el color de su piel. Cuando la servidumbre se agotó emergió el racismo con más
fuerza, este era una forma de mantenerlos fuera de la comunidad de los libres que además
era propietaria y blanca. La equiparación entre población esclava y población servil en
EEUU se tradujo en una exclusión similar al de la población trabajadora proletaria en
Inglaterra: “Al apartheid racial parece corresponderle un apartheid social”.
CRÍTICA 17

Estamos –conviene no olvidarlo - en 1864. Muchos decenios han transcurrido desde


la Revolución Gloriosa y el surgimiento de la Inglaterra liberal. Y, sin embargo, si
bien la situación sigue inestable y tiende a modificarse como consecuencia de las lu-
chas populares, continúa advirtiéndose la realidad de una sociedad de castas: abolida
treinta años atrás en las colonias inglesas, la casta de los esclavos está por desaparecer
también en los Estados Unidos. De tres que eran, las castas se convierten en dos en
ambas riberas del Atlántico: a los semiesclavos negros de los Estados Unidos, les
corresponden los siervos blancos de Inglaterra; una barrera más o menos rígida con-
tinúa separando a unos y a otros de la casta de los hombres realmente libres (p. 118).

El cuarto tema es el sistema de renovación de exclusiones y desigualdades al interior


del liberalismo en ambas orillas del Atlántico, trae a colación y combina en una misma
fuente de interpretación la necesidad de reforzar exclusiones y jerarquías apelando al
clasismo y al racismo. ¿Cuál es el mecanismo de reformulación de las exclusiones y las
jerarquías entre los principales defensores del liberalismo censitario en ambos países?
Lo es la dinámica cambiante de la realidad que renueva los mecanismos de exclusión
pero también lo es el mecanismo de rectificación que posee la propia ideología y que es
producida conscientemente por los ideólogos liberales. Losurdo interpreta la renovación
excluyente del discurso liberal presupone un sistema de castas implícitamente establecido
en las dos principales sociedades modernas occidentales. De alguna manera el autor echa
mano a un tema que no siempre es atendido en el estudio de las sociedades occidentales
modernas y democráticas: las segregaciones y exclusiones pueden convivir muy bien con
las democracias institucionalmente más avanzadas.2
En este sentido aparece el quinto tema, la democracia en el liberalismo decimonónico
es una especie de “republicanismo aristocrático”, liberalismo segregacionista, democracia
de la “comunidad de los libres” en oposición a los que no poseen derechos o libertades
por no ser de la “comunidad de los libres”. La idea básica subyacente aquí es la no existen-
cia de la igualdad de los hombres como un dato de la realidad, no hay mayor justificación
explicatoria (aquí emerge quizá el naturalismo darwinista) pero existe y sobre esa base
este liberalismo se pone en colisión directa con el otro liberalismo, el de origen continen-
tal o francés, sostenida por Jean Jacques Rousseau. Sin embargo el liberalismo censitario
más que en conflicto con el pensamiento de Rousseau tiene un límite de legitimidad en la
sociedad francesa y es la Revolución Francesa, que pretende instaurar no solo la libertad
de todos los hombres sino también la igualdad (y con ello la fraternidad). De allí que
este acontecimiento que intentó transformar a la sociedad entera y a sus clases sociales,
terminó escandalizando a liberales ingleses como E. Burke y a aristócratas franceses como
A. de Tocqueville (pp.133-135). En la base de esta distinción, el radicalismo liberal fran-
cés germinará uno de los desafíos más potentes en Europa, los derechos universales del
hombre que minaran la legitimidad de la libertad exclusiva de los propietarios. No serán
sin embargo los franceses y sus revoluciones o revolucionarios los exponentes más em-
blemáticos de esta nueva tendencia liberal, serán los esclavos de Santo Domingo (Haití)
que radicalizarán los principios de esa revolución francesa hasta darle forma absoluta y
preponderante a lo que hoy en día conocemos como liberalismo.
Existen más temas que el autor expone, uno de ellos es la de una sociedad liberal
considerada como espacio de refugio y protección contra el poder absoluto que privile-
gia el disfrute de libertades individuales; quiénes no viven en ese espacio (las mayorías
excluidas) amenazan sin embargo con invadirla y desaparecerla. Losurdo presenta en
este caso como el aspecto ideológico secular del liberalismo rebasa sus propios principios
2 Un aspecto señalado por Louis Dummont (1970).
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seculares para reforzar la lógica excluyente del mismo y dotarle de un sentido religioso de
sobrevivencia. Para sustentarlo se basa en los orígenes geográficos, históricos y sociales del
liberalismo primigenio enraizado al sustrato protestante de corte puritano, que reivindi-
caba desde el hebraísmo más antiguo el carácter de los propietarios como “pueblo elegido”
que debía defenderse de las amenazas de los pueblos paganos e infieles (e incivilizados)
a capa y espada hasta someterlos o exterminarlos: “No por casualidad, los países clásicos
de la tradición liberal son aquellos en los que, a través del puritanismo, ha actuado más
profundamente el Antiguo Testamento” (p. 306). El derecho de la guerra y la conquista
por motivos teológicos cruza aquí el pensamiento liberal censitario.
El liberalismo descrito por Losurdo es en este sentido un liberalismo específico, de
clase conservadora y con raigambre religiosa fundamentalista, que se mostrará entre los
siglos XVIII y XIX no menos tiránico que la que ostentaba el liberalismo jacobino rous-
seniano, más agnóstico o panteísta, propia de clases medias y populares ilustradas, que
reivindicaba en cambio la igualdad y la fraternidad. En el caso inglés y norteamericano
es la libertad de los individuos consecuente con sus intereses de clase y raza la que guía
al espíritu liberal: libertad en tanto no exista la opresión de un poder superior a ellos
mismos (propietarios de bienes y capitales enfrentados a una tiranía política) y en tanto
existan aquellos que, por múltiples motivos, no poseen derechos y libertades y no tengan
derecho a una pertenencia de hombres libres (esclavos, indígenas norteamericanos, pobres
y extranjeros de otras confesiones, irlandeses por ejemplo), por eso hay la necesidad de
defender a la comunidad de los libres frente a los no libres. Esto se ejercerá bajo la forma
de conquista imperial.
En síntesis: la paradójica relación entre liberalismo y esclavismo, liberalismo y exter-
minio de pueblos indígenas, liberalismo y opresión irlandesa, liberalismo y explotación
de clases bajas, liberalismo e imperialismo, liberalismo y racismo, liberalismo y clasismo
no es la de una ideología que precede al capitalismo, es la ideología del capitalismo de
esos siglos que debía ocultar los aspectos menos gratos de su propia historia para resurgir
años después como una “ideología liberadora” antes que solo conservadora (pp. 339-340).
En este sentido ¿por qué el liberalismo reseñado por Losurdo se convirtió en un vehículo
con capacidad de recuperación y posicionamiento en el mundo actual? Para el autor el
liberalismo tiene capacidad de resurrección porque ha poseído la capacidad de superar sus
propios errores no por la insistencia prístina de su lógica doctrinal, sino por los procesos
sociales que le obligaron a asumir los cambios de su época o muy posterior a su época
dentro de una estructura subyacente de pensamiento reaccionario, es decir, ha tenido
la capacidad de superar la lógica cerrada y excluyente de su época para apropiarse en su
sentido histórico de los acontecimientos que han marcado el rumbo de la humanidad, en
un sentido más abierto al “progreso” y a la inclusión de nuevos actores sociales. Su mirada
retrospectiva del fenómeno liberal censitario en todo caso afirma que la postura origi-
nal de desigualdades y exclusiones ha evolucionado a la inserción de nuevos actores que
probablemente otras ideologías difícilmente no han poseído (critica al socialismo de esta
insuficiencia tras la caída del Muro de Berlín). Desde esta perspectiva Losurdo coincide
con otro filósofo, Michael Walzer, en las virtudes que el liberalismo tiene para ejercitar en
el mundo social un arte de las separaciones entre intereses públicos y privados:
Los teóricos liberales preconizaron y aplicaron el arte de la separación, oponiéndo-
se de este modo al mundo antiguo. Trazaban líneas que delimitaban los dominios
específicos y, así, compusieron un mapa sociopolítico que todavía hoy nos resulta
familiar. La separación más famosa es la del muro erigido entre la Iglesia y el Esta-
do, pero existen muchos más. El liberalismo es un mundo de muros, y cada uno de
ellos engendra una nueva libertad (Walzer, 2001: 93).
CRÍTICA 19

El liberalismo tuvo como fin primigenio poner frenos y balances al poder absoluto e
institucionalizar los límites de cualquier poder en favor de la libertad de los individuos.
Para entenderlo, explica Losurdo, hay que ver estos aspectos más allá de los hechos con-
textuales, hay que concentrarnos en su lógica desenvolvente de postulados y principios
que le dan ese poder de organización a las sociedades modernas capitalistas. Esto implica
comprender que fundamentos históricos dieron nacimiento al liberalismo a pesar de sus
prácticas nefastas y atroces, tienen capacidad de adaptación dentro de las estructuras de
acción y pensamiento de una sociedad, de allí que esta corriente haya pasado a ser de un
vector de opresión a un vector de liberación del mundo contemporáneo. Según Losurdo
esto podría ser cierto en la medida que el socialismo por ejemplo aún no ha podido adap-
tarse a las necesidades del siglo XXI, sin embargo nada asegura que en ese arte de las sepa-
raciones que hoy en día plasma el liberalismo contemporáneo surjan nuevas exclusiones;
y, nada asegura tampoco, que el liberalismo actual aunque pueda ser capaz de liberar a
la sociedad de las opresiones y desigualdades germinadas en el seno de la sociedad no
avale opresiones previas en consonancia a los intereses predominantes, por el contrario,
es la propia sociedad la que a través de nuevas propuestas y acciones no necesariamente
liberales deba abrir nuevos caminos para la liberación.

Referencias

Dummont, Louis (1970). Homo hierarchicus. Ensayo sobre el sistema de castas. Madrid:
Aguilar.
Meza, Mario (2012). Domenico Losurdo. Stalin. Historia y crítica de una leyenda
negra. Síntesis Social. Revista de Investigaciones Histórico Sociales (Lima), 4, 302-309.
Walzer, Michael (2001). Guerra política y moral. Barcelona - Buenos Aires - México:
Ediciones Paidós - I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Mario Miguel Meza Bazán


Profesor de Humanidades de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, Doctor en
Historia por El Colegio de México. Autor del libro Justicia y poder en tiempos de violencia.
Orden, seguridad y autoridad en el Perú. 1970-2000. Lima. Fondo editorial PUCP. 2013.
Correo electrónico: mmezab@hotmail.com

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