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164 Martín Hernández

A 60 AÑOS DEL LANZAMIENTO


DE LA TÁCTICA DE FUR

Martín Hernández - Brasil

En el año 1958, en la Conferencia del Comité Internacional de la IV


Internacional[1] realizada en la ciudad de Leeds, Inglaterra, Nahuel Mo-
reno presentó un trabajo titulado “Tesis sobre el Frente Único Revolucio-
nario” que quedó conocido como las “Tesis de Leeds”.
A partir de ese momento la táctica de Frente Único Revolucionario
pasó a ser impulsada en varios países. La importancia de esta táctica fue
tan grande que en un principio, en las Tesis de Leeds, la definimos como
una estrategia, y en el Primer Congreso de la LIT, del año 1985, como
una “táctica privilegiada”.
Sin embargo, esa táctica, que tenía como objetivo dar un salto cuali-
tativo en la construcción del partido revolucionario, nunca tuvo un re-
sultado positivo. Por el contrario, en la mayoría de los casos tuvo un
resultado opuesto, y esto no se debió a que tuvimos una valorización
equivocada de la realidad (aunque muchas veces la tuvimos), tampoco
se debió a que cometimos errores en la aplicación de la táctica (aunque
muchas veces los cometimos). En nuestra opinión, la táctica del FUR no
nos llevó a un resultado positivo porque ella, en su esencia y concepción,
era una táctica equivocada.

[1]
El Comité Internacional, del cual nuestra corriente hizo parte y que estaba encabe-
zado por el SWP americano, surgió en el año 1953 a partir de la división de la IV In-
ternacional.
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El Frente Único Revolucionario –aunque a veces lo identificamos con


la necesaria unidad de acción con las corrientes que rompen con el re-
formismo– tenía como objetivo central formar un frente con esas co-
rrientes, por lo tanto, esto presuponía construir una organización sobre
la base de un programa.
Pero el Frente Único Revolucionario, a pesar de lo que indica su nom-
bre, no es un frente de organizaciones revolucionarias (marxistas). El
FUR es un frente entre el partido revolucionario (marxista) y organiza-
ciones o corrientes que, a partir de su ruptura con el reformismo, se apro-
ximan al marxismo. Es decir, el FUR, por su concepción, es un frente
de los marxistas con corrientes centristas.
Por lo tanto, un frente con corrientes que oscilan entre el reformismo
y el marxismo. Evidentemente, un frente de este tipo no podría ser cons-
truido a partir de nuestro programa (marxista) sino de un programa que
pudiese ser aceptado por todos sus componentes. De allí que nuestra
propuesta haya sido la de un programa “mínimo revolucionario”.
De esta manera, por su composición y por su programa el FUR era un
proyecto centrista, por más progresivo –en relación con el reformismo–
que sean sus componentes y su programa “mínimo revolucionario”.
La intención declarada del Frente Único Revolucionario era: “… ser
un paso transicional hacía un partido revolucionario de masas”.[2] Sin em-
bargo, la historia ha demostrado que las organizaciones centristas nunca
han sido un paso transicional en dirección al partido revolucionario sino
todo lo contrario: un nuevo obstáculo para la construcción de dicho par-
tido. Y aquí residen, en nuestra opinión, las razones de fondo de nuestros
reiterados fracasos con la aplicación de la táctica del FUR.
[2]
“Tesis sobre la situación mundial”, Primer Congreso Mundial, 1985. Resoluciones y
documentos - LIT-CI, San Pablo: Ediciones Marxismo Vivo, p. 58.

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¿En qué consistía la táctica del FUR?

Moreno siempre tuvo la obsesión de romper con la marginalidad del


movimiento trotskista. Fue esta, justamente, una de las características
distintivas de nuestra corriente. Su táctica de Frente Único Revolucio-
nario, presentada en la Conferencia de Leeds, era parte de esa obsesión.
Moreno, para proponer el FUR en 1958 partía de tres caracterizacio-
nes: 1) El gran ascenso de masas iniciado en 1943 había llegado a los Es-
tados obreros, especialmente a la URSS, y ese hecho originaba una
creciente crisis en el aparato estalinista; 2) esa crisis generaba corrientes
que asumían posiciones revolucionarias, que él definía como “revolucio-
narias inconscientes”; 3) las organizaciones de la IV Internacional, que
tendrían que atraer a esas corrientes progresivas, eran muy pequeñas y
sin autoridad, por eso no tenían condiciones de hacerlo.
Sería una utopía pretender que las tendencias revolucionarias inconscientes que se
dan y [se] seguirán dando en el movimiento obrero y de las masas coloniales del
mundo entero se incorporen de inmediato o automáticamente a la Cuarta Interna-
cional, dada la debilidad que heredamos del pasado.”[3]

Partiendo de un análisis y una caracterización correctos, y también de


una política correcta: pelear para que la IV Internacional, a pesar de
su debilidad, encuentre el camino de las masas, Moreno formuló, en
nuestra opinión, una táctica equivocada.
Era una táctica equivocada, en primer lugar porque no partía de una
correcta caracterización de las corrientes que rompían con los aparatos
contrarrevolucionarios; pero, antes de referirnos a este tema, se hace ne-
cesario una aclaración sobre dos categorías: corrientes “revolucionarias”
y corrientes “marxistas”.
[3]
MORENO, Nahuel. “Tesis sobre El Frente Único Revolucionario”, 1958.
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Para nosotros, así como para nuestros maestros, las únicas corrientes
revolucionarias (o consecuentemente revolucionarias) son las marxistas
y, a partir de la degeneración de los partidos comunistas y de la Tercera
Internacional, el trotskismo, tal como lo señalaba Moreno, es el “mar-
xismo actual”.
Sin embargo, nuestros maestros, en muchas oportunidades, se refieren
a corrientes que no son marxistas como “revolucionarias”. Así, hablan de
corrientes pequeñoburguesas, campesinas, nacionalistas burguesas o bu-
rocráticas como “revolucionarias”. Cuando hacen esto, no están revisando
el concepto anterior sino que se están refiriendo a corrientes que, en de-
terminados momentos, a pesar de sus intereses históricamente contra-
rrevolucionarios, adoptan, por un determinado período, posiciones
revolucionarias.
Hacemos esta aclaración porque si bien con una corriente revolucio-
naria no marxista podemos desarrollar actividades en común en la lucha
de clases, así como otro tipo de tácticas, solo con una corriente marxista
(o que ganemos para el marxismo) podremos proponernos construir un
verdadero partido revolucionario.
En las diversas formulaciones de FUR que se elaboraron a lo largo de
estos años no existía claridad sobre si estas corrientes que rompían con
los aparatos las considerábamos revolucionarias porque adoptaban, por
un periodo, posiciones revolucionarias, o si las considerábamos como
corrientes marxistas o casi marxistas.
En las Tesis de Leeds se dice:

La crisis de los aparatos libera tendencias revolucionarias inconscientes, centristas


de izquierda o ultraizquierdistas, y con todas sus limitaciones y errores llevarán al
movimiento de masas posiciones revolucionarias, respondiendo principalmente a
las cuestiones más urgentes, concretas y perentorias.
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Por esta afirmación se podría entender que se está hablando de co-


rrientes centristas (por lo tanto, no marxistas) que defienden posiciones
revolucionarias.
Sin embargo, en las propias Tesis de Leeds se dice:

(…) los sectores que rompen con el estalinismo se orientan rápidamente a una in-
terpretación leninista del fenómeno estalinista mundial.

Es decir, en las Tesis se habla, correctamente, de corrientes “centristas


de izquierda” pero se las describe como si no fuesen centristas, porque
ellas irían en dirección al leninismo. Y, en elaboraciones posteriores, se
las describe como “trotskizantes”, es decir, como si fuesen corrientes que
transitan por una vía de mano única, cuando toda corriente centrista,
por más que sea de izquierda, inevitablemente (esa es su característica
central) oscila entre el reformismo y el marxismo.
En la época en que se discutía sobre este tipo de corrientes como
“trotskizantes” y no como centristas, era bastante común apelar al ejem-
plo de la Juventud Socialista española durante la guerra civil. Que es buen
ejemplo, pero no para mostrar que era trotskizante sino para mostrar
que era “centrista de izquierda”, y por eso, a pesar de hacer movilizaciones
de 30.000 jóvenes con los retratos de Lenin y Trotsky, oscilaban a tal
punto entre el marxismo y el reformismo que sus principales cuadros,
entre ellos su principal dirigente, Santiago Carrillo, acabaron incorpo-
rándose al Partido Comunista, del cual Carrillo fue durante décadas su
máximo líder.
Esta confusión sobre la caracterización de estas corrientes se combinó,
de forma explosiva, con una confusión similar en torno a las tareas que
nos proponíamos desarrollar con ellas.
En las tesis de Leeds se decía:
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(…) lanzar las consignas revolucionarias que nos permitan impulsar una acción
conjunta de las tendencias revolucionarias inconscientes en el movimiento de
masas, para elevar la acción revolucionaria de estas. A esta tarea la denominamos
Frente Único Revolucionario, para mantenernos en la tradición del marxismo de
nuestra época, que ha denominado a las otras dos estrategias más generales del mo-
vimiento comunista internacional Frente Único, el Proletario y el Antiimperialista.

La señalada confusión sobre el carácter de las corrientes centristas no


sería un grave problema si el FUR se limitase a llevar adelante una táctica
de unidad de acción, como se desprende de la cita anterior.
Sin embargo, en otras partes de las Tesis, así como en elaboraciones
posteriores, queda claro que el FUR iba mucho más allá de la táctica de
“unidad de acción”.
Dejando de lado el error de considerar todas estas tácticas como es-
trategias, resulta claro que la propuesta de FUR, al ser comparada con el
frente único obrero y con el frente único antiimperialista, no se limitaba
a una política de unidad de acción sino que abarcaba todo tipo de tácticas
que iban desde la unidad de acción hasta la construcción de una organi-
zación común (un partido en forma de frente), lo que sería un primer
paso en dirección a la construcción del partido revolucionario (marxista)
a la vez que, en las elaboraciones de 1985 se terminó prácticamente po-
niendo un signo igual entre el FUR y el partido revolucionario.
Las propias Tesis de Leeds decían:

Estas tácticas pueden ser cualquiera de las tradicionales, desde el acuerdo para ac-
ciones limitadísimas y urgentes con tendencias de izquierda, hasta el entrismo en
una amplia tendencia de izquierda que surja, o en un partido centrista de izquierda
ya existente. Cualquiera de estas variantes puede ser lícita, si es el fruto de un cui-
dadoso estudio de la realidad nacional, que nos lleve a la conclusión de que la táctica
político-organizativa adoptada es la mejor para comenzar a darle una nueva y vi-
gorosa dirección revolucionaria al movimiento obrero y de masas.
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Y las Tesis de la LIT-CI votadas en el congreso de 1985 definían de la


siguiente manera esta táctica:
(…) consiste en lograr acuerdos político-organizativos sobre la base de puntos
programáticos comunes, que nos permitan intervenir en forma conjunta en los
procesos de la lucha de clases y en la pelea por la dirección del movimiento de
masas.[4]

Y, en 1986 afirmábamos:
¿Qué dijimos en 1985? El frente único revolucionario es un acuerdo entre corrientes
políticas de la clase obrera, que adopta un programa revolucionario y unos or-
ganismos –dirección, periódico, etc.– que le dan cierta permanencia.[5]

Por fin, en los documentos del Primer Congreso de la LIT se avanza


en dirección a la construcción de los partidos nacionales y de la Inter-
nacional a partir de la fusión con las corrientes centristas, no sobre la
base de un programa marxista sino de un programa “mínimo revolucio-
nario”, cosa que se ve en expresiones como estas:
Construyamos partidos nacionales con influencia de masas, con base en un pro-
grama mínimo revolucionario”.[6]

Nuestro programa para la construcción de la Internacional de masas es un pro-


grama mínimo revolucionario (…) Es mínimo porque no es todo el programa trots-
kista sino unos pocos puntos que sintetizan los objetivos –muchas veces
inconscientes– de las masas revolucionarias.[7]

///

[4]
“Tesis Sobre la situación mundial”, Capítulo IX, Tesis 4, Proyecto del SI de la LIT, 20
de octubre de 1984.
[5]
Intervención de Nahuel Moreno en el CEI de abril de 1986.
[6]
Título del documento “Balance y perspectivas”, 1985.
[7]
Ídem, p. 60.
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Sobre el programa y la organización del FUR

En los debates más recientes sobre el llamado “programa mínimo re-


volucionario” se ha planteado que ese programa sería una “síntesis del
programa revolucionario”, por lo tanto, sería un verdadero programa re-
volucionario solo que sintetizado. Pero eso no es así. Por otra parte, esa
no era la opinión de Moreno, como vamos a ver al final de este texto.
El programa mínimo revolucionario, en la medida en que tenía como
objetivo agrupar a organizaciones que se aproximaban al marxismo pero
que no lo eran, reunía una serie de puntos que tenían un carácter revo-
lucionario pero que estaban muy lejos de constituir un programa revo-
lucionario.
Trotsky decía que nuestro programa se sintetizaba en tres palabras:
Dictadura del proletariado. El programa mínimo revolucionario votado
en el primer congreso de la LIT, que supuestamente sería la síntesis del
programa revolucionario, no incluía esta elemental reivindicación. De la
misma manera, no incluía la revolución política para los Estados obreros
degenerados o burocratizados. A respecto de esto, el “programa mínimo”
levantaba una serie de reivindicaciones democráticas para los Estados
obreros pero no abordaba la cuestión central que Trotsky planteaba en
el Programa de Transición: “Es imposible realizar este programa sin el de-
rrocamiento de la burocracia”.[8]
También, polemizando con nuestras críticas a la táctica de FUR, se ha
llegado a afirmar que nuestro “programa mínimo revolucionario” era el
equivalente a los 10 puntos presentados por Trotsky para el llamado “Blo-
que de los Cuatro”.

[8]
TROTSKY, León. El Programa de Transición para la Revolución Socialista. Ediciones
Crux, p. 74.
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En 1933, Trotsky llegó a la conclusión de que había que construir una


nueva Internacional, la IV, y desde el primer momento tuvo una política
especial para el centrismo. Ese mismo año se realizó en París una Con-
ferencia Internacional de la cual participaron quince organizaciones so-
cialistas y comunistas de izquierda (centristas de izquierda).
La corriente de Trotsky participó de esa conferencia pero no llevó la
propuesta de construir un frente sobre la base de un programa mínimo
revolucionario. Por el contario, presentó un texto de carácter programá-
tico[9], en el cual, después de analizar la situación mundial, reivindicaba
el “… espíritu general de intransigencia marxista revolucionaria” de las
21 condiciones de la III Internacional, en el cual les decía a las organiza-
ciones centristas presentes:
Solo con la condición de separarse irreconciliablemente del reformismo es posible y
necesario cooperar amistosamente con todas las organizaciones que hoy evolucionan
del reformismo al comunismo, a la vez que las llamaba a construir la IV Interna-
cional.

Un día antes de esa conferencia, los trotskistas consiguieron un


acuerdo con tres organizaciones más (el SAP de Alemania, la OSP de
Holanda y la RSP, también de Holanda), y en común aprobaron un texto
(redactado por Trotsky), conocido como “La declaración de los cuatro”,
que sintetizaba en 10 puntos el programa revolucionario.
El carácter de los 10 puntos de “La declaración de los Cuatro” puede
ser visto en las siguientes frases:
La crisis mortal del capitalismo imperialista… plantea imperativamente la ruptura
con la política reformista y la lucha revolucionaria por la conquista del poder y
la implantación de la dictadura del proletariado como único medio de transfor-
mar la sociedad capitalista en sociedad socialista…
[9]
TROTSKY, León. “Declaración de la delegación Bolchevique Leninista a la confe-
rencia de las organizaciones socialistas y comunistas de izquierda”, 17 de agosto de
1933, Escritos, Tomo V, Vol. 1, p. 53.
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… los abajo firmantes rechazan categóricamente la teoría del “socialismo en un


solo país”, que socava los fundamentos mismos del internacionalismo proletario…

El proletariado triunfante en un país debe fortalecer su dictadura nacional con


la construcción socialista, que necesariamente será incompleta y contradictoria
hasta que la clase obrera tome el poder político, como mínimo, en unos cuantos pa-
íses avanzados. Simultáneamente, la clase obrera victoriosa de un país debe di-
rigir todos sus esfuerzos a la expansión de la revolución socialista a otras
naciones…

… tales condiciones exigen imperativamente la fusión de la vanguardia proletaria


en una nueva (Cuarta) internacional. Los abajo firmantes se comprometen a di-
rigir todos los esfuerzos a la formación de esta nueva Internacional en el lapso más
breve posible, sobre la base firme de los principios teóricos y estratégicos sentados
por Marx y Lenin.

Aunque dispuestos a cooperar con todas las organizaciones, grupos y fracciones que
realmente evolucionan desde el reformismo o el centrismo burocrático (estalinismo)
hacia la política del marxismo revolucionario, los abajo firmantes declaran al mismo
tiempo que la nueva Internacional no podrá tolerar ninguna conciliación con
el reformismo o el centrismo.

La nueva Internacional escribirá en su estandarte, considerándolo uno de sus obje-


tivos más importantes, la defensa del Estado Soviético frente al imperialismo y la
contrarrevolución interna.

La democracia partidaria es un prerrequisito necesario para el sano desarrollo de


los partidos proletarios revolucionarios tanto a escala nacional como internacio-
nal.

La nueva Internacional y los partidos que adhieren a ella deberán basar toda su
vida interna en el centralismo democrático.[10]

[10]
TROTSKY, León. “Declaración de los cuatro”, 26 de agosto de 1933, Escritos, Tomo
V, Vol. 1, pp. 72-77.

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Estos puntos no eran el programa de la IV, eran los puntos centrales


para iniciar la discusión del programa, cosa que era establecida en el pro-
pio texto.
Basta comparar nuestro “Programa mínimo” con la “Declaración de
los cuatro” de Trotsky para ver la diferencia. En el programa de la LIT no
aparece casi ninguno de los puntos centrales del programa de los “cuatro”.
La diferencia tiene que ver con los objetivos de ambos textos. Así, mien-
tras el nuestro tenía como objetivo formar un frente con organizaciones
centristas de izquierda, el de Trotsky era un llamado, a ese mismo tipo de
organización, para construir la IV Internacional, la cual desde el inicio
debería funcionar sobre la base de un régimen centralista democrático.
Como es sabido, poco tiempo después los aliados centristas rompieron
con la “Declaración de los cuatro”. Sin embargo, esta realidad no llevó a
Trotsky a cambiar la forma de relacionarse con ese tipo de corrientes. Al
respecto, dijo lo siguiente:
Tratar con la mayor atención a los grupos que realmente se inclinan hacia nos-
otros; escuchar paciente y cuidadosamente sus críticas, dudas y vacilaciones; ayu-
darlos a avanzar hacia el marxismo; no asustarse de sus caprichos, amenazas,
ultimátum (los centristas son siempre caprichosos y susceptibles); no hacerles nin-
guna concesión de principio.[11]

En la historia de la construcción de los partidos revolucionarios ha


sido decisiva la política en dirección a las corrientes que, rompiendo con
el reformismo, se orientan en dirección al marxismo.
En líneas generales, la actitud con esas corrientes ha sido establecer
relaciones fraternales, acciones en común en la lucha de clases, debates
políticos y programáticos, todo esto con un objetivo central: llamarlas,
[11]
TROTSKY, León. “El centrismo y La Cuarta Internacional”, 22 de febrero de 1934,
Escritos, Tomo V, Vol. 2, p. 360.

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sobre la base de un programa marxista, a entrar al partido revolucio-


nario o a construir, en común, dicho partido. El ejemplo más conocido,
y de mayor envergadura, fue la construcción de la III Internacional.
Normalmente, las políticas de este tipo, justamente porque están diri-
gidas a corrientes centristas, provocan crisis y rupturas en esas organi-
zaciones, ya que es muy normal que una parte de ellas se resistan a
construir y fundamentalmente a disciplinarse a un partido revoluciona-
rio, pero, si existe una buena conducción de parte de la dirección revo-
lucionaria (sin sectarismo y sin capitulación a las presiones centristas),
una política de este tipo casi siempre redunda en un importante fortale-
cimiento del partido.
La batalla por ganar a una corriente que está rompiendo o que ya rom-
pió con el reformismo para el marxismo es una batalla muy dura, porque
la ruptura con el reformismo es un proceso con idas y vueltas, con mu-
chas crisis. Si en medio de esa batalla, en lugar de continuarla hasta el
final, los marxistas les proponen a los centristas construir un frente sobre
la base de un programa que pueda ser aceptado por todos –y más cuando
la idea del FUR siempre fue que las pequeñas organizaciones trotskistas
les hagan esa propuesta a grandes corrientes centristas de izquierda–, lo
que estaremos haciendo es interrumpir esa batalla, y más aún, si se cons-
truye una nueva organización, esta será necesariamente centrista. Ella
va a fortalecer a esos sectores en detrimento de los marxistas, porque
toda organización, como tantas veces lo señaló el propio Moreno, tiende
a conservar las características del movimiento que le dio origen, lo que
incluso llevará a potenciar las posiciones centristas que siempre existen
en los partidos revolucionarios.
Si lo anterior valía para la construcción de un frente con las corrientes
centristas, valía mucho más para el intento de construir la Internacional
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sobre la base de un programa mínimo revolucionario, como llegó a ser


planteado en las tesis del Primer Congreso de la LIT, pues allí se decía:
La construcción de la Internacional de masas pasa pues, en la actualidad, por la
construcción de partidos nacionales obreros y revolucionarios de masas. Esos par-
tidos posiblemente no serán trotskistas ni los trotskistas seremos mayoría en su
seno, salvo circunstancias excepcionales. Serán partidos trotskizantes, es decir,
que tienden hacia el trotskismo, pero aún no han llegado a él.[12]

En su momento, esta afirmación provocó bastante confusión porque


ella tomaba, formalmente, una frase de Trotsky que decía que el creci-
miento de la IV Internacional llevaría a que los trotskistas sean minoría.
Pero él se refería a que sus partidarios serían minoría, y nunca defendió
que podría haber una Cuarta Internacional que no fuese marxista, como
se desprende de la frase mencionada en las Tesis.

Nuestras experiencias

El objetivo de la táctica del FUR era conseguir que las pequeñas orga-
nizaciones trotskistas, al empalmar con importantes rupturas de los apa-
ratos de corrientes que, supuestamente, se dirigían en dirección al
trotskismo, nos permitiese pegar un salto cualitativo en nuestras orga-
nizaciones.
Pero la realidad fue que ni nosotros ni otras corrientes trotskistas con-
seguimos dar ese salto a partir de la táctica de FUR.
El análisis de Moreno del año 1958, se confirmó. Comenzó a darse
una crisis brutal en el estalinismo, con rupturas de importantes corrien-
tes. Pero lo que no se confirmó es que ellas fuesen en dirección al leni-
nismo, como preveían las Tesis de Leeds.
[12]
Tesis del primer congreso de la LIT-CI, 1985, p. 59.

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Por otra parte, las organizaciones trotskistas eran tan débiles que nues-
tros llamados, en la mayoría de los casos, ni siquiera fueron escuchados.
La realidad fue que las corrientes centristas de izquierda que se des-
prendían de los aparatos encontraron nuevas referencias dentro del pro-
pio estalinismo o de las corrientes nacionalistas burguesas; así vimos
cómo las rupturas de miles de militantes con la burocracia estalinista de
la URSS fueron a nutrir las organizaciones maoístas, titoístas, albanesas,
castristas, peronistas, chavistas…
Quienes respondieron, en algunos pocos países, a nuestro llamado
para construir un FUR fueron pequeñas corrientes, en la mayoría de los
casos menores que nosotros.
En la Argentina, en la década del ’60 lanzamos un amplio llamado a
construir un FUR. La única corriente que respondió favorablemente fue
el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericanista Popular), una organi-
zación centrista de izquierda dirigida por los hermanos Santucho, y des-
pués de varios meses de trabajo en común, Palabra Obrera, dirigida por
Moreno, firmó en 1964 un acuerdo para construir un FUR con dicha or-
ganización.
El FRIP era una corriente de intelectuales y estudiantes universitarios
que se había fundado algunos años atrás (en 1959) en una provincia muy
pobre, casi sin clase obrera (Santiago del Estero). Si bien el FRIP, espe-
cialmente su principal dirigente, Mario Roberto Santucho, era muy com-
bativo, tenía profundas diferencias con Palabra Obrera. Ellos, entre otras
cosas, consideraban que el sujeto social de la revolución no era el prole-
tariado industrial sino los hacheros de la provincia de Santiago del Es-
tero; estaban en contra del régimen centralista democrático y de entrar
a la IV Internacional.
Hoy, visto a la distancia, resulta evidente que ese FUR presionó fuer-
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temente a Palabra Obrera, la organización bolchevique, para imprimirle


características centristas.
Veamos algunos hechos: El FUR se construyó en julio de 1964 después
de algunos meses de actividades en común y en ese mismo momento se
votó, a pesar de las diferencias y sin que existiese ningún documento de
por medio, que:
…ambas organizaciones se consideran mutuamente afines en cuanto a principios,
perspectivas revolucionarias, ligazón con el movimiento obrero y estructura orga-
nizativa”[13]; y en ese mismo documento se decía: “Es objetivo de ambas organi-
zaciones lograr al más corto plazo posible el Partido Único de la Revolución
Argentina”.[14]

Se hicieron varias discusiones y en una actitud típica del centrismo el


FRIP terminó aceptando, formalmente, las posiciones del trotskismo, de
tal forma que seis meses después de haberse formado el FUR un informe
de Palabra Obrera decía:
… las tareas en común crearon nuevas necesidades y la dinámica de la unificación
debió apresurarse de común acuerdo. De hecho, en Tucumán, funciona una di-
rección única de ambas organizaciones. Es así como, superado el acuerdo anterior,
se realizará próximamente la Conferencia de Unificación, sobre la base de cua-
tro documentos: Nacional, Organizativo, Latinoamericano e Internacional.

Sin embargo la unificación se realizó antes de la Conferencia de Uni-


ficación y antes de la elaboración de los documentos. Efectivamente
en el mes de enero de 1965 comenzó a funcionar el Partido Unificado
FRIP-Palabra Obrera a partir de la unificación de los dos Comités Cen-
trales.

[13]
Texto de Palabra Obrera, diciembre de 1964, citado por Ernesto González en El
trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina”, Tomo 3, Vol. 2, p. 56.
[14]
Ídem.

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A pesar de las importantes diferencias que existían entre el FRIP y Pa-


labra Obrera, los documentos fueron elaborados rápidamente y votados
por unanimidad por el Comité Central unificado, y cinco meses después
se realizó el congreso de unificación (del partido que ya estaba unificado)
y se fundó un nuevo partido que pasó a llamarse PRT (Partido Revolu-
cionario de los Trabajadores).
Como no podía ser de otra manera, en función de la forma como fue
llevada adelante la unificación, las diferencias y enfrentamientos comen-
zaron a darse ya en el año 1965. El principal dirigente proveniente del
FRIP, Mario Roberto Santucho, aunque había terminado por votar a
favor del centralismo democrático, no se integró al secretariado del par-
tido, y normalmente no participaba de las reuniones de CC con el argu-
mento de que sus tareas en la regional Tucumán eran más importantes.
Por otra parte, las diferencias y discusiones se fueron extendiendo en
casi todos los terrenos, cosa que terminó ocasionando una lucha frac-
cional que culminó con la ruptura del partido en el año 1967.
Sin duda, la influencia del centrismo sobre el partido se pudo ver
en la forma superficial y apresurada en que se realizó la unificación y,
más claramente, en los resultados de la ruptura. Cuando se dio la unifi-
cación, el CC estaba integrado por 14 miembros del sector de Moreno
(Palabra Obrera) y 7 del sector de Santucho (FRIP); dos años después,
cuando el partido se dividió, el sector encabezado por Moreno tenía 9
miembros del CC, y el de Santucho, 16.
La organización A Luchar, formada en Colombia entre el PST© y al-
gunas corrientes sindicales dirigidas por la guerrilla, no llegó a transfor-
marse en partido; sin embargo, allí se dieron, en forma más agudizada,
los mismos tipos de problemas que se habían dado en la Argentina.
El PST© comenzó a adaptarse a las posiciones de las otras corrientes,
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y tendía a imponerse una línea que iba en dirección a la disolución den-


tro de A Luchar, lo que hubiese significado la destrucción del partido.
La situación se tornó tan grave que la dirección de la LIT-CI, encabe-
zada por Moreno, comenzó a intervenir directamente en el debate con
la dirección colombiana. Aun así, en un primer momento, la mayoría de
la dirección y del partido siguió defendiendo la misma orientación. Solo
después de una larga batalla, y de una lucha fraccional en el interior del
partido, se impuso la línea que quería preservar el partido.
En esta lucha, el PST no ganó ni aproximó cuadros de las organiza-
ciones centristas y, por el contrario, algunos dirigentes de primera línea
del PST acabaron rompiendo con el partido. En número no fueron mu-
chos, pero sí lo fueron en calidad, lo que llevó a que este proceso dejase
al PST bastante en crisis.
Lo mismo vale para el caso del Brasil. La CS (Convergencia Socialista)
llevó adelante un FUR con varios grupos que tenían decenas de dirigen-
tes y algunas centenas de militantes, y con ellos construyeron el PSTU.
En el FUR, a largo de casi dos años, y a diferencia de la experiencia
argentina, se fueron discutiendo los documentos y se llegó a un congreso
de unificación que votó la construcción de un partido unificado, el PSTU.
Eso no impidió que ese FUR ejerciera una fuerte presión sobre la CS, a
punto tal que la mayoría de las desviaciones del partido, que fueron iden-
tificadas y combatidas en los últimos años, provienen del período de
construcción del FUR.
Por otra parte, la casi totalidad de esos dirigentes centristas rompieron
con el PSTU, y en cada una de esas rupturas se llevaron consigo a un
buen número de dirigentes y militantes que provenían de la CS. Hoy, casi
todos esos dirigentes están en el PSOL, un aparato electoral reformista.
En los ejemplos citados se puede ver cómo la táctica del FUR, que tenía
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como objetivo ganar a las corrientes centristas de izquierda para el par-


tido revolucionario, tuvo un resultado opuesto. Esas corrientes no solo
no fueron ganadas para nuestro proyecto sino que fueron ellas las que
ganaron parte de nuestras organizaciones para los suyos. Aunque tam-
bién es verdad que ninguna de nuestras organizaciones, a partir de nues-
tros combates contra el centrismo, fue destruida. Pero cabe que nos
preguntemos: ¿qué hubiera pasado si se hubiesen dado las condiciones
ideales para aplicar la táctica del FUR (que era lo que queríamos)? ¿Qué
hubiera pasado, por ejemplo, si en la Argentina el FRIP hubiese sido una
corriente de dos o tres mil militantes, o si en el Brasil las corrientes que
se aproximaron a la Convergencia Socialista hubiesen tenido tres o cua-
tro mil militantes? Lo más probable es que de las organizaciones trots-
kistas no hubiese sobrado nada, o casi nada.

¿Un intento de corrección inacabado?

Quienes conocieron a Nahuel Moreno saben que unas de sus caracte-


rísticas más destacadas, que lo diferenciaba de la mayoría de los dirigen-
tes trotskistas de su época, era su espíritu autocrítico. Él era, por su
capacidad y personalidad, capaz de convencer de sus ideas y propuestas
a la mayoría de sus discípulos, que las abrazaban con gran entusiasmo;
sin embargo, era bastante normal que el único que no estuviese comple-
tamente convencido de esas propuestas fuese él mismo. Esta actitud de
Moreno es la que lo llevó a corregir, con el pasar del tiempo, la mayoría
de sus errores. Creemos que con la táctica del FUR –que él defendió con
mucha fuerza– había iniciado un proceso de este tipo, que su prematura
muerte no le permitió concluir.
Como hemos señalado, Moreno formuló la táctica del FUR en el año
1958 y, durante la mayoría de la década del ’60, esta fue defendida con
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bastante insistencia. Solo que, a partir del fracaso de su aplicación en la


Argentina, con la unificación frustrada con el sector encabezado por San-
tucho, la táctica del FUR, que en esos años era considerada como una
estrategia, dejó de ser defendida por mucho tiempo. Tanto es así que en
la principal elaboración programática de Moreno, de los años 1979-1980,
la “Actualización del Programa de Transición”, no existe ningún capítulo
dedicado a esta táctica.
Más aún, en ese programa existe una elaboración que de hecho cues-
tiona el FUR. Es cuando, tomando un aporte del trotskista americano
Cannon, señala:

(…) Es fundamental lograr esas acciones comunes rápidamente y, si es posible, or-


ganizaciones comunes con toda tendencia que se oriente hacia nosotros para evitar
el tremendo peligro de que cristalicen como organizaciones centristas (…) la
gran tarea es darles una dinámica cada vez más pronunciada rumbo a una orga-
nización común, hacia un partido revolucionario común, para evitar justamente
que logren estructurar su propia organización y dirección, lo que luego haría
mucho más difícil su incorporación mayoritaria a nuestra política y programa.[15]

Esta frase de Moreno, de hecho, cuestionaría su táctica de FUR. De


cualquier manera, daría la impresión de que, como mínimo en ese mo-
mento, no estaba haciendo, conscientemente, un cuestionamiento a su
táctica, porque no había llegado aún a la conclusión de que el frente con
las organizaciones centristas era también una organización centrista; por
eso, a posteriori de esa frase dice que lo que habría que construir con
esas organizaciones sería “… un frente o un partido común”[16]. Pero, en
el primer congreso de la LIT-CI, en 1985, él va a desarrollar una crítica
mucho más directa a la táctica del FUR.
[15]
Nahuel Moreno, “Actualización del Programa de Transición”, Tesis XXXIV “El en-
trismo y la unidad con centristas de masas”. Salamanca: Caracteres Editores, p. 132.
[16]
Ídem.

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Moreno, en su informe sobre la situación mundial, comenzó a referirse


al FUR con las siguientes palabras:
Para nosotros, el frente único revolucionario no es una táctica más, entre varias
otras coyunturales, para construir partidos revolucionarios de masas sino la táctica
privilegiada…

Y, luego de eso, desarrolló lo que sería el “programa mínimo revolu-


cionario”.
Sin embargo, Moreno, en el cierre de ese congreso, reflexionando sobre
una intervención de un dirigente de otra corriente, va a hacer, como de-
cíamos anteriormente, un cuestionamiento a la táctica del FUR:
Yo no creo que el programa mínimo revolucionario sea el programa del Frente Único
Revolucionario. Son indicaciones generales mínimas para comenzar a discutir un
Frente Único Revolucionario… Los compañeros de Lutte Ouvriére tienen completa
razón. Con ese programa solo, no tomándolo como cuestión previa para presen-
tarnos, se puede ir a desviaciones centristas o a disolver el partido.

Y en el Manifiesto público de la LIT, del año 1985, elaborado sobre la


base de las Tesis votadas en el Congreso y tomando la intervención de
Moreno, se dice en forma más categórica:
Un verdadero Frente Único Revolucionario es aquel que se da sobre la base de un
claro programa revolucionario. Sin ese programa claro se corre el riesgo de que
tal frente no sea revolucionario y sí una organización centrista; que no sea un
paso en dirección a la construcción de un partido obrero revolucionario y sí una
barrera casi que intransponible para su construcción.

Estas afirmaciones de Moreno, que lamentablemente no fueron de-


sarrolladas hasta el final, cuestionaban en dos sentidos nuestras expe-
riencias en torno a la táctica del FUR y a las propias Tesis votadas en el
congreso. Por un lado, porque nunca habíamos intentado construir un
FUR sobre la base de un “claro programa revolucionario” (es decir, mar-
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xista) sino sobre la base de un programa mínimo revolucionario, y eso


era lo que decían las tesis; y, por el otro lado, porque si el FUR debería
construirse sobre la base de un “claro programa revolucionario”, ¿por qué
construir un frente y no un partido basado en un régimen centralista de-
mocrático?
Con lo que señalamos sobre los cuestionamientos de Moreno a la tác-
tica del FUR no queremos decir que Moreno, si hubiera vivido un tiempo
más, hubiese llegado a las mismas conclusiones que nosotros. Lo que es-
tamos diciendo es que Moreno, que no se “enamoraba de sus ideas”,
frente a los diferentes fracasos en la aplicación de la táctica del FUR es-
taba reflexionando sobre sea táctica y veía incluso la necesidad de hacer
un balance sobre la misma, aunque, para ser honestos, es necesario dejar
claro que hasta el último momento, a pesar de sus evidentes dudas sobre
la ella, Moreno siguió defendiendo como correcta la táctica del FUR,
como se puede ver en la siguiente frase, escrita en el mes de enero de
1987:
El CEI de abril de 1986 evaluó la aplicación de esa táctica (del FUR) y consideró
que había dado, hasta el momento, importantes resultados. Pero, a diferencia de lo
previsto en marzo de 1985, los acuerdos revolucionarios que se lograron fueron fun-
damentales en el terreno sindical y no con organizaciones o corrientes políticas para
construir partidos obreros revolucionarios…
Nuestro próximo Congreso Mundial tiene como uno de los puntos principales de
su agenda la evaluación de la táctica del frente único revolucionario, pero desde
ya adelantamos que la propuesta del SI será de ratificar dicha táctica…”[17].

Como es sabido, Moreno murió pocos días después de la elaboración


de este documento y, por lo tanto, no pudo participar del balance sobre
la táctica del FUR.
***
[17]
“Carta abierta del Secretariado Internacional de la LIT al partido”. Buenos Aires,
enero de 1987, El Frente Único Revolucionario. Ediciones Crux, pp. 167-168.

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