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Uno.
De la Introducción: “Heidegger”.
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existencia finita, la cual solo es posible advertir en la ilusión y despliegue
teorético.
Dos.
“Heidegger y la ´Daseinsanalyse´ de Binswanger”.
Indaga Richir: “¿Cuál es la relación entre la tercera forma, la del tedio profundo,
y la melancolía?” Ahora, en el tratamiento de la Grundstimmungdel tedio
profundo, ¿no comporta este el aspecto de una “experiencia en pensamiento”
que incide a modo de variación en el color de la iluminación y la tonalidad de la
experiencia del Dasein? “¿Por qué, precisamente, hay en él ese defecto al lado
de considerables cualidades?” “¿Se deberá a la extrema dificultad filosófica
para concebir un Mitsein ontológico-existencial?
Para abordar dicha cuestión, Richir apela solo a la relación del tedio profundo
con la temporalización, según Heidegger. La temporalización no es la duración
óntica de lo medible en el reloj, sino la “languidez” de un tiempo, de una
presencia que languidece.
En Heidegger (citado por Richir) sería: “Que la fase se hace lánguida significa
que el horizonte de permanencia que se nos muestra, (…) se alarga a toda
amplitud de la temporalidad del Dasein”. El devenir lánguido de la fase es
evidencia de la fase del Dasein en su continua indeterminabilidad, es el devenir
del horizonte del tiempo, donde el devenir lánguido asedia al Dasein por su
amplitud misma. El devenir lánguido es pues un desaparecer de la brevedad de
la fase, instante determinado del existir. Desaparece entonces la posibilidad,
aumentando por ello la posibilidad de lo posible.
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Infiere Richir que el tedio profundo es una “captura” del Dasein por la
globalidad, es decir el estado de mundo y el Dasein hacen presencia en el tedio
profundo suspendidos en su posibilidad y desafectados como condición. Dice
Richir: “Estado de mundo y de Dasein –y en ese sentido Stimmung – de una
´vida´ que está lo más cerca posible de la muerte”.
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kairos, depende, justamente, del destino (Schiksal). Observa Richir que en la
concepción de Heidegger respecto del proyecto articulado de cara al futuro,
hay en realidad un peso del pasado, evidenciando los hilos del destino. Dice
Richir: “el instante consiste, de hecho, en ese reportarse, en ese viraje del
futuro hacia el pasado donde las líneas significativas del por-venir se esbozan
desde los signos del pasado”.
Tres.
“La melancolía de los filósofos”.
Cuatro.
Encantamiento, melancolía, tedio profundo: Grundstimmungen y
temporalidad”.
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De nuevo el enigma, el de aprehender sin pre-concepción alguna la
singularidad del hombre Heidegger, su ipseidad, en su elaboración filosófica.
Señala Richir que ello se evidencia por el hecho de que la captura simbólica es
coextensiva con un delirio que se fragua fuera del alcance del sujeto, desde
otro lugar, mientras que el rapto resulta de una elaboración creadora y
formadora.
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El encantamiento, como tonalidad fundamental, despunta la posibilidad de otra
vinculación con la temporalidad originaria, apreciable en la problemática de la
síntesis pasiva, su concepción husserliana.
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Ahora, en el lugar del corte heideggeriano del instante que articula las tres ek-
stasis en la temporalización, se insinúa una pasividad originaria de la
temporalización que excede el poder-ser-sí-mismo de la resolución. No hay
entonces un “todo” del tiempo, al menos desde la perspectiva fenomenológica,
existe una multiplicidad originaria de temporalizaciones intrínsecas. Sentido-s
en número a priori e indefinido que se hacen y se des-hacen, donde lo humano
experiencia a modo de ritmo-s tanto en la historicidad colectiva, como en la
vida propia.
Dice Richir: “Abismo salvaje, bárbaro en sí mismo, sin arche (principio) y sin
telos (fin) , y que es una suerte de profusión indefinida de ´paisajes
trascendentales´ donde el Dasein está encantado o como ensalmado de puro
verse pro-yectado a los lindes del mundo en el que vive cotidianamente,
arrebatado de súbito en lo paradisiaco dado que, extrañamente, allí reina, en
su in-diferencia, la proximidad de la vida con la muerte, como si las fronteras de
la muerte factual y brutal hubieran sido sobrepasadas, como si, el Dasein
accediera allí a una suerte de in-mortalidad en relación a lo empírico, es decir a
aquello que se limita a estar, simplemente, dado”.
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Resulta entonces enigmático que el mencionado lugar no se deja reducir a
identificación lógico-eidética alguna. Es, según Richir, un lugar insituable del
nacimiento del tiempo, entre la actividad de la conciencia (donde maduran y se
temporalizan los tiempos) y la pasividad del inconsciente fenomenológico
(donde los sentidos se incoan en su temporalización al margen del acto de la
conciencia). Un lugar donde los horizontes prototemporales transitan en proto-
protensiones y proto-retenciones de cara a protenciones y retenciones; donde
la distancia arriesga de dejar que el sentido se desvanezca por el sinsentido,
esto es, vaciar el sentido de su sentido, corto-circuito de los tiempos, lugar
donde los tiempos se eclipsan.
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