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Como vemos la religión fue usada con frecuencia como bastión anticomunista,
de hecho en el verano de 1953 Estados Unidos lanzó miles de globos con
extractos de la Biblia en los países del este. Un año después añadió «Una
nación bajo Dios» al juramento de la bandera y las monedas y billetes pasaron
a tener el lema «En Dios confiamos». Las iglesias, por su parte, no
desaprovechaban ocasión de lanzar encendidas arengas, como el ministro de la
Primera Iglesia Presbiteriana de Nashville, cuando aseguró en 1957 que
«prefiero ver a esta nación morir bajo la bomba H que pudrirse bajo el
socialismo». Mientras que el telepredicador de millonarias audiencias Billy
Graham calificaba al comunismo como «la religión de Satanás» y clamaba que
«o muere el comunismo o muere el cristianismo, esto es una batalla entre
Cristo y el Anticristo». Fred Schwarz, un predicador que recorría Estados
Unidos al frente de su organización Cruzada Anti-Comunista Cristiana (CACC) y
autor del best seller You Can Trust The Communists, decía que no podía haber
ningún tipo de negociación con ellos y que «la batalla contra el comunismo es
la batalla por Dios». Iban a calzón quitado en sus sermones, desde luego.
Pero de entre todos ellos hay uno que destaca como un gigante sobre el resto,
David A. Noebel. Comunismo, hipnotismo y los Beatles es probablemente el
mejor título de un libro jamás escrito. Pudo haber dejado las páginas en blanco
y se hubiera vendido igual, porque ves algo así en una portada y simplemente
TIENES QUE LEERLO. Servidor lo ha hecho y, de forma resumida, en él viene a
contarnos que existe un arma conocida como Menticida, «un proceso
psicológico letal que provoca el suicidio literal de la mente». Es bien conocida
por los comunistas, que han condenado a una generación de jóvenes
americanos al bloqueo nervioso y el retraso mental, utilizando para ello los
reflejos condicionados, el hipnotismo y la música rock. Nos alerta de que
Naciones Unidas promueve grabaciones de nanas que presuntamente están
ideadas para hacer dormir a los niños pero que en realidad los inducen a un
trance hipnótico, en el que pueden inculcarles cualquier idea contraria al
patriotismo. Pero lo realmente grave, advierte, está en la música dirigida a
adolescentes. Los arrastra a la «desmoralización, a las enfermedades mentales
mediante la neurosis artificial y los prepara para las revueltas y para la
revolución definitiva que destruirá nuestra forma americana de gobierno y los
principios cristianos básicos que rigen nuestra forma de vida (…) la habilidad
de los Beatles para hacer que los adolescentes se arranquen sus ropas y se
rebelen está testada y aprobada en laboratorio». Gritos como «oh yeah!»
movimientos de la cadera y el sonido de la guitarra eléctrica serían algo así
como el vocabulario de ese insidioso lenguaje dirigido al subconsciente con tan
nefastas consecuencias. Pavlov y Lenin se encontrarían en el origen de todo
ello. Ahora ya lo saben.