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TRABAJO BAJO PRESIÓN

Existe un falso concepto que interpreta la presión en el trabajo como la exigencia para
los empleados de realizar funciones que correspondiesen a más de una persona;
tampoco se refiere a aquello de solicitar el cumplimiento de tareas bajo malos tratos o
a través de un jefe ‘mandón’, nada más lejano a la realidad.

Hoy en día, el ambiente laboral demanda mayor demostración de competencias. La


fuerte presión de “allá afuera hay cientos de personas esperando la oportunidad que
tú tienes” es latente. Sin embargo, más que ser una amenaza, se espera crear
conciencia en el personal para superar las expectativas y prestar sus servicios con una
mentalidad diferente.

En estricto sentido, el trabajo bajo presión se refiere a realizar una tarea bajo
condiciones que ejercen tensión, llámese menos tiempo, menos recursos (humanos,
materiales y técnicos), menos espacio, esmero en lograr el resultado con eficiencia
(bien hecho al primer intento), con nula, poca o mucha supervisión cercana que haga
‘presión’ para lograr el objetivo. En sí, se refiere a la capacidad de no perder las
habilidades de funciones ante la carga de trabajo.

Si bien es cierto esto, lo es aún más que la competitividad en el mercado ha generado


un nuevo elemento en los factores del ambiente laboral, llamado trabajo bajo presión.
Esta tendencia obedece a que las empresas deben cumplir a sus clientes no sólo en
proporcionarle un producto o servicio de calidad, sino en hacerlo en un tiempo menor
que al resto de sus competidores, lo cual marca la diferencia entre uno u otro
proveedor dentro de un mismo estándar. La principal preocupación de las compañías
no es ‘tronar’ a sus empleados sino generar ventas que extiendan la permanencia de la
fuente de trabajo.

Para lograrlo, es esencial que el personal sea previamente capacitado para lograr estas
metas, ya que no todas las personas cuentan con el temperamento requerido para
realizar sus funciones bajo condiciones estresantes, lo cual no es malo, pero demanda
en la persona un conjunto de habilidades como dinamismo, organización, enfoque a la
tarea y al cumplimiento de objetivos, persistencia, visión estratega, tolerancia a la
frustración e iniciativa, entre otros.

En la actualidad, las empresas valoran más a quien logre resultados y no a quien sólo
se esfuerce. Es por ello que además de saber hacer las tareas encomendadas,
debemos agregarle elementos que hagan nuestro desempeño aún más valioso, para
ello te proporcionamos estos tips de gran ayuda:

1. No dejar para luego las cosas. Hay que establecer prioridades, pero también resolver

lo que lleve poco tiempo para tener ‘un pendiente menos’. Esto inconscientemente

libera un tanto la presión y permite estimularse para concluir la tarea.

2. “No darle vueltas al asunto”. No pensarlo demasiado. Una vez analizada y revisada la

tarea, hay que ejecutarla.


3. No hay que ser pesimistas por ‘default’. En lugar de pensar que la intención es ‘abusar

de tu nobleza’ hay que mentalizarse en que estás en ese empleo porque sabes

realizarlo y se espera lo mejor de ti.Trabaja en tu mentalidad, siempre positiva

y constructiva.

4. Delega o pide ayuda. No se puede estar en todo, y gran parte del logro de un objetivo

es que haya sido realizado con el cuidado necesario en los detalles, lo cual en

ocasiones implica que sean varias las personas que le presten tiempo y atención al

proyecto. Crea sinergias y colaboraciones en las que ambas partes ganan claramente.

No hay nada más gratificante a nivel personal que ser parte de un equipo de trabajo

eficiente y equitativo.

5. Controla la ansiedad de la duda. El titubeo implica tiempo y es lo que menos tienes.

Acércate a tus jefes o equipo de trabajo y pide opiniones, pero confía en tus

capacidades.

6. Crea un modelo o plan de trabajo sencillo, claro, sostenible. No te compliques la

existencia, quien sabe trabajar, brinda un resultado de calidad, y eso se logra con

simplicidad.

7. Acostúmbrate al profesionalismo y la calidad de trabajo. Es cada vez más frecuente (e

irónico) que a nivel profesional no haya cuidado en la presentación de nuestro trabajo

comenzando por la ortografía y redacción. No es suficiente con que el contenido sea el

indicado, sin calidad no brinda confiabilidad.

8. Desconéctate de las fugas de tiempo y concentración. No va a pasar nada si por unos

días no visitas tus redes sociales o reduces al mínimo tus llamadas personales.

9. En contraste, cuando estés fuera dedícate a otras actividades que te apasionen

y llenen de energía y vitalidad. El esparcimiento es esencial para no agotarte

mentalmente. En cada jornada debes programar tiempos para comer, caminar, platicar.

Considérales un espacio en tu plan de trabajo.

10. Asume los errores. Aprende de ellos, y en lugar de considerarlos una amenaza para

tu estabilidad laboral visualízalos como una oportunidad para aprender a ser mejor. No

recrimines a nadie y menos a ti mismo. Hay que auto exigirse de una manera

controlada y objetiva que te permita adquirir un aprendizaje y no un trauma.


11. Confía en ti mismo y tu equipo de trabajo. Si seleccionaste a tus colaboradores es

porque tienen potencial, otórgales confianza y sé constructivo en tu trato con ellos. No

trates de cazarlos en posibles errores, ni de poner en tela de juicio lo que hacen, no los

controles abusivamente, ni cuestiones sus decisiones de forma habitual. Esto te resta

tiempo, por ello es mejor asignar tareas cortas que te permitan supervisarlas sin

perder de vista el objetivo y si requieren modificaciones, serían mínimas. En tu

caso, si estás en ese puesto es porque tienes capacidad; la autocrítica te fortalece, sin

embargo es muy sano reconocer tus capacidades y vulnerabilidades sin exceso.

12. Los contratiempos son parte del juego, no hay que dejarse llevar por la “cabeza

caliente” del momento. Conoce y utiliza tus emociones como estímulo y no como

depresivo. En ocasiones querrás tirar la toalla, sin embargo, un breve descanso

tomando un café o moverte un instante de tu lugar en un momento de agobio,

generalmente funciona y devuelve la calma que requieres para nivelar tu estrés.

13. Acepta las cosas tal como son, incluidos tus límites reales. No opongas resistencia a las
cosas que no te gustan, ya que son actividades necesarias y son parte de tus objetivos.

Realizarlo con buen ánimo ayuda a que más rápido se libere esa carga, haz la

prueba. Vive el momento tal como es, no como te gustaría que fuera. Acéptalo

como parte de una realidad para resolver tus asuntos para mantenerte con una mente

más centrada en el presente. La técnica de la conciencia plena reduce la ansiedad, la

depresión y la hostilidad, con lo que serás capaz de generar un autocontrol de calidad

que identifica el avance del trabajo en cada momento. Te permite condicionarte a una

voluntad fuerte, capaz de elegir en qué se ocupa la mente cada vez, con ello

decides qué asunto no merece la pena y cual sí.

14. Reduce el mecanismo de ‘ir en piloto automático’. Es bueno para cuando hay que ir

deprisa, pero la prisa eleva la confusión y la ceguera emocional. Un elemento esencial

de un trabajo bien hecho es aplicar tus habilidades con toda conciencia, no funciona

una actitud robotizada cuando se requiere tu mayor esfuerzo.

15. Da lo mejor de ti mismo hasta el final. No te desalientes ante el fracaso, y permite

que éste te brinde la oportunidad de percibir la solución que necesitarás para futuros
eventos. El mejor líder es que demuestra más dinamismo, permite que tu equipo lo

perciba.

Por añadidura, quien logra resultados bajo presión adquiere casi implícitamente otra
competencia llamada sentido de urgencia. Ambas habilidades son bien valoradas en el
ambiente laboral y logran marcar claramente la diferencia entre aquellos elementos del
capital humano, para tomar decisiones sobre una contratación y/o una promoción
interna. Así que dejemos de pensar que las capacidades mencionadas no sólo generan
ganancias a la empresa, sino nos convierte en empleados valiosos y confiables en
cualquier empleo o proyecto que emprendamos.

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