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Unidad 2 – totalitarismo
Prof. julia Tartaglia
Totalitarismo y dictadura
Si pensamos en participación política, se nos viene a la cabeza el concepto de democracia. Vivir en democracia
es participar activamente en las decisiones políticas de una comunidad. En oposición al sistema de gobierno
democrático, se encuentra la dictadura.
Una dictadura es una forma de gobierno en la cual el poder se concentra en torno a la figura de un solo
individuo (dictador) o élite, generalmente a través de la consolidación de un gobierno de facto (que llega al
poder por la fuerza), que se caracteriza por una ausencia de división de poderes, una propensión a ejercitar
arbitrariamente el mando en beneficio de la minoría que la apoya, la independencia del gobierno respecto a
la presencia o no de consentimiento por parte de cualquiera de los gobernados, y la imposibilidad de que a
través de un procedimiento institucionalizado la oposición llegue al poder.
El dictador habitualmente llega al poder tras un golpe de estado efectuado por una coalición cívico-militar o
por las fuerzas armadas, o bien lo puede heredar de un dictador anterior que lo obtuvo de esa forma. La forma
más común de dictadura en el mundo contemporáneo es la dictadura militar.
Entonces, en una dictadura no existen los derechos políticos de los ciudadanos. El pueblo no participa en la
toma de decisiones ni puede criticar o tomar parte de las decisiones del dictador. Si tendríamos que asociarlo
a una filosofía política, podría fundamentarse en la teoría de Thomas Hobbes. Un dictador toma decisiones sin
consultar a nadie, si tiene que avasallar al ciudadano, lo hace. Llega al poder por la fuerza, o, una vez que está
en el poder, anula las instituciones democráticas y republicanas.
Sinónimos de dictadura pueden ser: autoritarismo, tiranía, despotismo, autocracia. Puede que muchos estén
tentados de considerar al totalitarismo también como un sinónimo. Sin embargo, el totalitarismo es un modelo
de estado -no de gobierno, como lo es la dictadura- y tiene sus propias características. Por esto, se torna
necesario definir de qué se trata el totalitarismo.
El totalitarismo es un fenómeno político que no se ha dado sino hasta el siglo XX, y en dos formas tan dispares
como el nazismo y el comunismo. Un régimen totalitario es simplemente un régimen dictatorial, pero no toda
dictadura es un totalitarismo. La diferencia entre el simple tirano o dictador del líder totalitario es que el
primero se beneficia del poder pero que no quiere hacer nada con él -salvo conservarlo o acrecentarlo- en
cambio, el líder totalitario anda detrás de algo mucho más peligroso: emplear el poder como instrumento para
realizar una idea que le resulta personalmente excitante, en la visión de cuya pureza se consume una sociedad
organizada de forma perfecta, siguiendo un plan intelectual.
Un déspota absoluto, como Luis XIV de Francia, puede decir aquello de “El Estado soy yo” en su intervención
ante el Parlamento el 13 de abril de 1655. Pero lo que le faltaba a Luis XIV para convertirse en alguien de
verdad temible era lo que precisamente distingue al gobernante totalitario, y es verse a sí mismo como el
arquitecto de un orden social definitivo en su perfección. El Estado, con todo su instrumental coercitivo, es el
medio para plasmar esta idea de bien común que se ha apoderado de la imaginación del dirigente. Él es el
único que conoce en qué consiste la voluntad colectiva, lo que “su pueblo”, “su nación” e inclusive “la
humanidad” realmente quieren, lo que les hará felices. Si los individuos tienen proyectos de vida personales,
si hay instituciones sociales que persiguen determinados fines, unos y otros han de ser vaciados de sus deseos,
de modo tal que únicamente subsista la voluntad del líder, que se confunde con la voluntad general. El
totalitarismo tiene, por lo tanto, un efecto devastador tanto sobre las instituciones de la sociedad civil como
sobre los individuos y sus planes de vida. En este afán excluyente de cualquier otro centro de voluntad estriba
la diferencia entre un régimen meramente autoritario o autocrático y uno totalitario. En conclusión, uno de
los elementos esenciales que comparten las dictaduras totalitarias es la voluntad de convertir la política estatal
en un mecanismo para controlar todas las esferas de la actividad humana y ocupar todo el espacio social para
lograr un fin que el líder remarca como el ideal de sociedad.

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Según autores como Hannah Arendt o Raymond Aron, la diferencia clave entre un régimen autoritario o tiranía
y un régimen totalitario es que, en el totalitarismo, el estado obedece a una ley u objetivo concreto; en el caso
de la Rusia de Stalin "la ley de la historia", en el caso de la Alemania Hitleriana "la ley de la naturaleza", estos
objetivos últimos son los que se establecen como ley suprema, ley que legitima las acciones del estado. Sin
embargo, en una tiranía no existe un fin último que guía las acciones del estado, el derecho no está al servicio
de la ideología.
El totalitarismo es una forma de Estado, es decir, una forma de organizar los cuatro componentes del mismo:
territorio, población, gobierno, poder y según el autor, también el jurídico o el derecho. El totalitarismo no es
simplemente una forma de gobierno, es una organización en cuanto a las personas que ejercen el poder, toda
una forma de estado, de tipo no democrático que se caracteriza al igual que el autoritarismo en la falta de
reconocimiento de la libertad y los derechos humanos. Sin embargo, se diferencia del autoritarismo en que en
el totalitarismo existe una negación de la libertad y los derechos individuales, desconociendo además la
dignidad de la persona humana, convirtiendo las clases sociales en masas.
El totalitarismo considera el Estado como un fin en sí mismo, y por tanto lo maximiza, y dado que el poder
existe para el fin de las cosas, si consideramos al Estado un fin, estos dos componentes de la política son
correlativos, como consecuencia un Estado más grande nos da un poder más grande. Así el poder del estado
totalitario lo puede todo porque el fin lo abarca todo. Mussolini (que usó por primera vez el término
"totalitarismo") graficó esto en el eslogan "todo en el estado, todo para el estado, nada fuera del estado, nada
contra el estado".
Uno de los ejes más importantes que nos permiten comprender la novedad del totalitarismo, es que este tipo
de régimen político maneja su propia concepción del derecho afirmando que sólo existe un derecho positivo
que el Estado otorga a las personas. Es decir, que no existen derechos naturales en las personas, por el sólo
hecho de ser personas, además niega la existencia de dignidad en la persona humana de manera natural. Los
derechos naturales que pudiesen existir, el totalitarismo considera que son otorgados por el estado, por lo
tanto, pasan a ser derechos positivos.

La dictadura autoritaria se diferencia de la dictadura totalitaria porque la autoritaria:


− No tiene una ideología tan elaborada, el ensalzamiento del líder se hace de forma meramente propagandística.
− No busca el apoyo de las masas, solo someterlas.
− Su meta última no es realizar grandes cambios en la sociedad sino únicamente imponer su poder sobre la
misma.
El totalitarismo se diferencia del autoritarismo en el grado de intensidad en que se manifiestan algunos de sus
elementos comunes:
− Concentración de poder en una sola persona o grupo muy reducido, usualmente un partido político o
movimiento, que puede incluso conducir al culto a la personalidad del líder.
− Justificación de la actuación política mediante una doctrina global que se manifiesta en todas las esferas de la
actuación humana: economía, cultura, familia, religión.
− Empleo sistemático del terror, por medio de una policía secreta para eliminar a la disidencia u oposición.
− Uso de los campos de concentración para aislar a la oposición y enemigos del régimen.
− Mientras el autoritarismo busca acallar a los disidentes y evitar sus expresiones en público, el totalitarismo en
cambio busca no solo acallar sino también extirpar las formas de pensamiento opuestas, mediante el
adoctrinamiento y la remodelación de las mentalidades.

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Carl Schmitt
Carl Schmitt fue un filósofo jurídico alemán. Militó en el Partido Nacionalsocialista y ejerció diversos cargos
bajo el régimen nazi entre 1933 y 1936, pero las amenazas de las SS, que le consideraban un advenedizo, le
apartaron del primer plano de la vida pública. No obstante, su fuerte compromiso con el régimen de Hitler
condujo a que se lo tildara de "Kronjurist" del Tercer Reich.
Schmitt fue uno de los principales ideólogos del Movimiento Revolucionario Conservador de Alemania. Su
teorización se basa sobre la necesidad de instaurar un poder de «decisión» adecuado que termine con la guerra
interna, cosa que no es posible en un Estado liberal, en el cual no se puede justificar la exigencia del sacrificio
de la vida en favor de la unidad política. Schmitt concibe la «acción política» como «decisión» que debe tener
la talla de producir un «mito» que comprometa a los individuos: tal «producción» solo puede resultar de la
guerra.
Expliquemos concepto por concepto:
- “Instaurar un poder de decisión”: para Scmitt, la política es tomar decisiones. Pensemos, ¿qué método es
más eficaz a la hora de tomar decisiones? ¿el democrático o el dictatorial? Nuestro autor responde, sin
duda alguna, que el dictatorial. La democracia complica las cosas y en el consenso suele perderse la
decisión adecuada. Por esto, un buen político es aquél que toma las decisiones adecuadas por sobre los
demás.
- Terminar con la guerra interna: las decisiones de líder deben estar guiadas a este fin. Para Carl Schmitt, la
sociedad se encuentra dividida y el objetivo del líder es unificarla. Terminar esta guerra interna a favor
del pueblo. Este objetivo justifica todas las decisiones que tome el líder (el fin justifica los medios).
- Sacrificio de la vida a favor de la unidad política: esto hace referencia a lo anterior, terminar la guerra
interna implica alcanzar la unidad política. Para Schmitt la idea de unidad política es muy simple, implica
la unidad de pensamiento. Es decir, el pueblo se consagra como tal en tanto todos piensan lo mismo. Cabe
aclarar, que todos piensan que el líder tiene razón y avalan sus decisiones. La unidad política es el objetivo,
el fin a alcanzar. No hay unidad en tanto exista una persona que opine distinto al líder, este es el traidor
o el enemigo.
- Producir un mito que comprometa a los individuos: el líder, para conformarse como tal, debe convencer
al pueblo de que es necesario seguirlo. El relato que utiliza para convencerlos es el mito. Generalmente
hace referencia a un presente insatisfactorio, a un culpable del estado de las cosas y a un futuro
prometedor al que se llegará gracias al líder. Este mito funciona como un amalgamador de la sociedad,
una creencia que nos unifica, que hace que nos convirtamos en una masa homogénea que piensa siempre
a favor del líder. Nos unifica, elimina las diferencias y favorece a la unidad política.
- El mito solo puede resultar de la guerra: con guerra se refiere a batalla ideológica. Es decir, el pueblo se
auto-percibe como pueblo en tanto existe un enemigo, aquel que no es parte de mi grupo, el que piensa
distinto. Sería como afirmar que no existe Boca sin River, o viceversa. La construcción de un enemigo es
esencial para explicar la teoría política de Schmitt. Sin enemigo no se justifica la acción del líder. Es más,
toda decisión política debe conllevar a eliminar a ese enemigo. Podríamos aclarar, que la eliminación total
nunca se lleva a cabo, porque acabaría con el líder en si mismo; el enemigo es necesario para la retórica
del líder, para acrecentar el mito, para justificar su posición. Sin enemigo no hay líder, porque no necesito
a nadie que me salve. En consecuencia, la guerra es constante.

Crítica al liberalismo político y a las democracias republicanas

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Para Schmitt el pueblo es una «comunidad» con «personas esencialmente ligadas». Lo que liga al pueblo es la
homogeneización del pensamiento -todos piensan igual-. Esa «comunidad», según Schmitt, es la que puede
llevar a superar la degradación que al Estado ha producido el liberalismo. ¿Por qué degradación? Por el
liberalismo concibe que cada individuo posee sus propias valoraciones personales y que el mejor modo de
gobernar es a través de una democracia, sistema por el cual, cada individuo o partido político expone las
diferencias de opinión y decide a partir del consenso. La democracia implica desacuerdo y heterogeneidad,
esto es, que todos pensemos distintos. Incluso, para la democracia el disenso es un valor. Queda claro que la
teoría de Schmitt es incompatible con las democracias parlamentarias pluralistas.
Schmitt mantuvo una polémica con Hans Kelsen acerca de la concepción del Estado, la defensa de la
Constitución y demás formas jurídicas democráticas. Como dijimos, Schmitt es un crítico del liberalismo
político, de la democracia liberal, del voto secreto, de los representantes y del parlamento. Algunas de sus
críticas son las siguientes:
- Elecciones: La política es esencialmente lo público, lo de todos. Un voto secreto es un voto egoísta
que no está centrado en el bien común. La política es pública por lo tanto debe decidirse
públicamente, por eso el líder se elige por aclamación popular.
- Representantes: representan siempre intereses particulares, de algunos sectores específicos, nunca
los intereses de la sociedad en sí.

En conclusión
Para Schmitt la sociedad política es una comunidad de amigos donde hay unión de intereses, ideas y formas
de actuar y pensar. En la sociedad política no hay espacio para la pluralidad. Esta se sacrifica en pos de la unión,
que es el fin supremo. Toda la teoría de Schmitt conlleva a la conformación de una sociedad homogénea, ya
que lo óptimo en la política es la unanimidad. Todos pensamos lo mismo, creemos lo mismo, decidimos lo
mismo.
¿Qué pasa entonces con el que opina distinto? El que se opone a la decisión de la comunidad de amigos es un
enemigo. Así es que Schmitt aclara: “Política es la posibilidad de distinguir al amigo del enemigo”. Hay política
en tanto y cuanto existe un enemigo y la posibilidad concreta de eliminarlo físicamente. El enemigo es EL
OTRO, es el que nos permite identificarnos como nosotros. El enemigo cohesiona, posibilita la homogeneidad
del grupo del líder.
¿Quién define al enemigo? El LÍDER. La unanimidad jamás podrá constituirse de modo espontáneo, es
necesario un conductor que represente y concrete las ideas en acciones. El líder encarna los intereses
homogéneos de la comunidad. Dice lo que quisiera decir cualquiera de la comunidad y surge directamente de
la comunidad. La legitimidad del líder no reside en el voto a través de elecciones libres, sino en el fervor de la
aclamación pública.
Su propuesta política es un estado total. El poder debe estar concentrado absolutamente en el líder. El estado
debe abarcarlo TODO, incluso la privacidad, ya que en la privacidad se manifiestan los traidores. No hay
secretos, no hay individualidad; las particularidades rompen la homogenización, impiden la comunidad. El
servicio secreto del Estado se conforma como la principal y más importante función, es el encargado de elegir
y buscar al enemigo. Pensar por uno mismo es sinónimo de enemigo – en la comunidad no hace falta tener
ideas propias.

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Hannah Arendt
Fue una filósofa política alemana y posteriormente estadounidense, de origen judío, y una de las más
influyentes del siglo XX. La privación de derechos y persecución en Alemania de personas de origen judío a
partir de 1933, así como su breve encarcelamiento ese mismo año, contribuyó a que decidiera emigrar. El
régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937, por lo que fue apátrida hasta que consiguió la
nacionalidad estadounidense en 1951.
Trabajó, entre otras cosas, como periodista y maestra de escuela superior y publicó obras importantes sobre
filosofía política. Arendt defendía un concepto de «pluralismo» en el ámbito político. Gracias al pluralismo, se
generaría el potencial de una libertad e igualdad políticas entre las personas. Importante es la perspectiva de
la inclusión del Otro. Como fruto de estos pensamientos, Arendt se situaba de forma crítica frente a la
democracia representativa y prefería un sistema de consejos o formas de democracia directa.

Labor, trabajo y acción


Arendt distingue tres tipos de actividad humana: labor, trabajo y acción. Arendt dice que ninguna de estas
actividades se da pura: más bien, se dan como un juego de cajas chinas, una dentro de la otra. Pero es
importante distinguir cada una por separado para apreciar los distintos niveles y dimensiones del accionar
humano.
La labor tiene que ver con la naturaleza, la agricultura y otras, vinculadas con las necesidades básicas de la
subsistencia. La labor se repite cíclicamente porque está atada a los ciclos naturales. Son los ritmos de la
naturaleza que imponen a la actividad humana una secuencia repetitiva. Además, lo que produce la labor son
bienes de consumo, también cíclicamente. Se producen, se consumen y hay que volver a producir. Esta es la
actividad más elemental de la especie humana. Es la más cercana a la naturaleza y no requiere de la palabra.
Se puede sobrevivir sembrando y cosechando, en soledad y sin hablar con nadie.
El trabajo: en él se producen bienes de uso, bienes que no se agotan en su propia producción -como los bienes
de consumo que nombramos anteriormente- sino que perduran más allá de la acción que les dio origen. El
trabajo también puede desarrollarse sin palabra alguna. Tiene cierto automatismo pero es más complejo que
la labor, porque los tiempos del trabajo son diferentes. Es decir, se pueden instituir tiempos que no son los de
la naturaleza. También tiene que ver con una transformación que se produce durante el proceso; se pone al
comienzo de la producción una materia prima y lo que sale al final del proceso no tiene nada que ver con eso.
El trabajo tiene, entonces, una mayor complejidad que la labor, pero todavía no está dentro de la verbalización
necesario -no más que para dar órdenes o implementar determinadas consignas-.
La acción, en cambio, es para Hannah Arendt lo propiamente político. La acción es lo que los hombres hacen
entre otros. Hacen en relación, y esa relación necesariamente implica el lenguaje. Esa es la dimensión
propiamente humana. La labor y el trabajo se necesitan para subsistir, pero la acción es lo que singulariza a lo
humano, lo cultural en su mayor expresión, lo político, y tiene la característica peculiar -a diferencia de los dos
anteriores- de que es impredecible. Cuando siembro papas, cosecho papas; cuando fabrico sillas, obtendré
sillas. Pero la acción es impulsar un comienzo sin saber qué va a pasar con eso. ¿Por qué? Porque esa acción
se va entretejiendo e intercalando con las acciones de los otros, precisamente porque es el ámbito de la
relación, del entre otros. Es una trama, un tejido.
Lo interesante para destacar es la impredictibilidad de la acción. La característica de la acción es que se echa
a andar algo cuyo resultado no se puede garantizar. Lo impredecible, aquello que no puedo tener totalmente
bajo mi control, es su rasgo peculiar. Este darse a la red relacional es lo que hace que la acción tenga relevancia:
si fuera de mí hacia mí, no sería una acción. A la vez, este entre otros es lo que hace que yo pierda el control
sobre aquello que inicié; pero, al mismo tiempo, es aquello sobre lo cual me debo hacer responsable. No

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puedo decir yo no fui… Mi palabra es mía y soy responsable por ella, aunque quienes me escuchan lo entiendan
de distinta manera o hagan con eso otra cosa. Esta mezcla de imprevisibilidad y responsabilidad a la vez
constituye la grandeza y la miseria de la acción y de la historia, porque la historia es un entramado de acciones.

Labor Trabajo Acción

Procesos biológicos del cuerpo. Se relaciona con la producción de La acción conforma el mundo
Lo que hace el ser humano para objetos de uso que no propiamente humano.
mantenerse vivo. desaparecen. Nos encuentra con el otro a través
Repetitivo, rutinario. La producción de objetos durables de la palabra. Nos inserta en la
conforma el mundo en el que sociedad.
Se halla bajo el signo de la
vivimos. Actuar es tomar iniciativa.
necesidad.
El trabajo construye un mundo Permite destacar la pluralidad
Está impuesto por la naturaleza.
estable y sólido, que nos humana, cada uno se manifiesta
No tenemos la libertad de no trasciende.
en su individualidad a través de la
cumplir con la labor.
El trabajo nos protege de la acción.
Se relaciona con los bienes de naturaleza.
La acción expresa quien soy yo,
consumo no durables.
Somos libres de producir o qué pienso y con qué ideales me
destruir los objetos. identifico.
Es imprevisible: nunca sabemos
qué consecuencias conlleva.
Es la máxima expresión de
libertad.

La condición humana
En su famoso libro “La condición humana”, Hannah Arendt explica qué entiende por política partiendo de dos
esferas propias de la vida del ser humano: la esfera de la vida pública y la esfera de lo privado.

- Lo público: Es aquello que aparece para todos. Es espacio abierto a la visibilidad según diferentes
perspectivas subjetivas. Es realidad comunicada: lo común, lo que todos ven y oyen. Es también el lugar
de las instituciones políticas donde se puede discutir la libertad y la justicia. En sus palabras:
“La realidad de la esfera pública radica en la simultánea presencia de innumerables perspectivas y
aspectos en los que se presenta el mundo común y para el que no cabe inventar medida o denominador
común. Pues si bien el mundo común es el lugar de reunión de todos, quienes están presentes ocupan
diferentes posiciones en él, y el puesto de uno puede no coincidir más con el de otro que la posición de dos
objetos. Ser visto y oído por otros deriva su significado del hecho de que todos ven y oyen desde una posición
diferente, éste es el significado de la vida pública. (...) Sólo donde las cosas pueden verse por muchos en
una variedad de aspectos y sin cambiar su identidad, de manera que quienes se agrupan a su alrededor
sepan que ven lo mismo en total diversidad, sólo allí aparece auténtica y verdaderamente la realidad
mundana.”
Expliquémoslo con otras palabras. En la esfera pública nos encontramos con otros. Los otros pueden
verme, reconocerme, descubrir mis principios, mis ideas. Retomemos el concepto de acción que
explicamos más arriba: es en la esfera pública donde se da la trama de las distintas acciones de cada

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individuo. En este espacio me diferencio de los demás porque efectivamente, cada uno tiene sus propios
pensamientos y opiniones. Y por otro lado, me identifico con los demás, en tanto todos somos capaces
de pronunciar palabras, de ejercer la acción. Dice Hannah Arendt: “La esfera pública, al igual que el mundo
en común, nos junta y no obstante impide que caigamos uno sobre otro, por decirlo así.” La esfera pública
nos permite identificarnos en nuestras diferencias. Somos distintos e iguales a la vez.
Ahora, traigamos a colación la teoría de Carl Schmitt. Para él la política tenía como objetivo la unión del
pueblo, pero no en la diferencia -como dice Hannah Arendt- sino en la unificación del pensamiento. Para
Hannah Arendt esto es un error, la política es precisamente reconocernos distintos. Incluso, seria
imposible hacer política desde la homogeneización, porque indefectiblemente, todos vemos y oímos
desde un lugar diferente, desde la diversidad. En conclusión, lo que para Schmitt es un valor -la
homogeneización de la sociedad- para Arendt es un anti-valor. Hannah Arendt defiende la
heterogeneidad, el disenso y la diferencia.
Lo que hace tan difícil de soportar la sociedad de masas no es el número de personas, o al menos no de
manera fundamentar, sino el hecho de que entre ellas el mundo ha perdido su poder para agruparlas,
relacionarlas y separarlas.”
- Lo privado: Es el espacio que le corresponde a todo aquello que no podría sobrevivir a la luz de lo público.
Es lo que debe ser protegido de las miradas de los demás. Dice Hannah Arendt:
“Hay muchas cosas que no pueden soportar la implacable, brillante luz de la constante presencia de otros
en la escena pública; allí, únicamente se tolera lo que es considerado apropiado, digno de verse u oírse,
de manera que lo inapropiado se convierte automáticamente en asunto privado. Sin duda esto no significa
que los intereses privados sean por lo general inapropiados; por el contrario, veremos que existen
numerosas materias apropiadas que sólo pueden sobrevivir en la esfera de lo privado. El amor, por
ejemplo, a diferencia de la amistad, muere o, mejor dicho, se extingue en cuanto es mostrado en público”
Lo privado es la esfera de la intimidad, de la vida doméstica. Es esencial, sobre todo para poder llevar
adelante ciertas actividades de la vida humana que requieren de la seguridad que brinda es espacio
privado, confortable, alejado de la intromisión de las miradas de los otros. Cabe destacar, que en el
ámbito privado no se hace política. La política, como la concibe Arendt, es esencial del ámbito público.

Ambos ámbitos –lo público y lo privado- tienen una importancia única en la esfera humana. No son
dicotómicos, ni opuestos entre sí, sino que se necesitan mutuamente para garantizar la vida del hombre.

¿Qué pasa con la política hoy?


Debemos ponernos en contexto para comprender qué inquietud es la que guía a Hannah Arendt en su
reflexión. Explicamos con anterioridad que es una pensadora de origen judío que sufrió la persecución del
régimen totalitario de Adolf Hitler. El surgimiento del totalitarismo en la vida política inquieta a Hannah Arendt
que descubre en este sistema un nuevo modo de organización política, completamente novedoso, que no se
había dado nunca en la historia. Hannah quiere saber qué fue lo que posibilitó el surgimiento del totalitarismo,
es decir, qué sucedía en la esfera pública y privada de los seres humanos que hizo posible este nuevo
fenómeno.
La respuesta reside en la irrupción de algo nuevo: lo social. ¿Qué es lo social? Es un híbrido que irrumpe y
perturba el normal desenvolvimiento de los ámbitos públicos y privados. Concretamente, es la irrupción de lo
privado en el mundo público, destruyendo la esencia de ambos.
Por un lado, lo social hace público lo privado. Lo privado -recordemos- era todo aquello que no podía
someterse a la luz de lo público, porque de hacerlo, se destruiría. De este modo, lo social al poner lo privado
en la esfera pública, destruye al primero. Demos ejemplos concretos: los reality shows como gran hermano, o

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aquellos en los que graban la vida familiar de celebridades; las redes sociales en las que a través de las
publicaciones constantes se hace pública la intimidad; los programas de chimentos.
Queda así destruido lo privado y a su vez, lo público. ¿Por qué? Porque al ser llenada la esfera pública con lo
privado, ya no queda espacio en ella para lo que le es propio: la acción, la política. Pensémoslo de este modo:
¿qué es más común, que la gente vea un debate político en televisión, o el programa de Rial? Es más
importante debatir como se vistió la primera dama, antes que las medidas políticas del gobierno. Hannah
Arendt describe a esta sociedad superficial como una sociedad apolitizada. No solo se trata de que no se
interese por la política, sino que la persona en sí misma no tiene ideas políticas, no manifiesta ninguna acción.
El concepto de acción es fundamental para entender en qué tipo de sociedad vivimos. La acción es lo que me
permite diferenciarme de los demás, es lo que me hace ser yo y no otro, es lo que me constituye como un ser
político con ideales y valores. Cuando lo social elimina el espacio de para la acción, entonces… ¿Quiénes
somos? ¿Cómo y dónde nos expresamos? ¿Qué tipo de comunicación podemos establecer con los demás?
Hannah Arendt explica que así es como surge el totalitarismo: creando una sociedad sin acción. Una sociedad
de este tipo es lo que llamamos sociedad de masas. Porque al no haber acción, todos somos iguales. Miramos
la televisión, enfrascados en discusiones banales, superficiales. No tenemos principios, no nos importa
transformar la realidad. Esta sociedad de masas es altamente influenciable y manipulable.
¿No nos suena a Carl Schmitt? Precisamente, dice Hannah Arendt, el totalitarismo lo que busca es anular la
acción -que, recuerden, es imprevisible-. ¿Qué es lo contrario a imprevisible? Lo controlable. Una sociedad de
masas -apolitizada y homogeneizada- es una sociedad susceptible de ser controlada por el líder. Es una
sociedad en la que se ha eliminado la pluralidad de perspectivas (lo público) en pos de la multiplicación de un
solo punto de vista. Así queda eliminado el mundo común, para pasar a vivir en una mera multiplicación de
mundos privados que viven bajo una sola perspectiva. Esta es la sociedad en la que vivimos. En sus propias
palabras:
“Los hombres se han convertido en completamente privados, es decir, han sido desposeídos de ver y oír a los
demás, de ser vistos y oídos por ellos. Todos están encerrados en la subjetividad de su propia experiencia
singular, que no deja de ser singular si la misma experiencia se multiplica innumerables veces. El fin del mundo
común ha llegado cuando se ve sólo bajo un aspecto y se le permite presentarse únicamente bajo una
perspectiva.”
El totalitarismo se explica en los siguientes términos: “Para el totalitarismo es decisivo que la sociedad, en
todos sus niveles, excluya la posibilidad de acción, como anteriormente lo fue de la esfera familiar. En su lugar,
la sociedad espera de cada uno de sus miembros una cierta clase de conducta, mediante la imposición de
innumerables y variadas normas, todas las cuales tienden a normalizar a sus miembros, a hacerlos actuar de
un determinado modo excluyendo la acción espontánea o el logro sobresaliente.” Normalizar significa “hacerlos
todos iguales”, homogeneizarlos. El “anormal” es aquel que no se atiene a la norma, por eso, históricamente
se lo saca del sistema, porque no es controlable ni previsible.
La homogeneización de la sociedad conlleva al despotismo: “Políticamente, cuanto mayor sea la población en
un determinado cuerpo político, mayor posibilidad tendrá lo social sobre lo político de constituir la esfera
pública. (...) Un gran número de personas, apiñadas, desarrolla una inclinación casi irresistible hacia el
despotismo, sea el de una persona o de una mayoría.”

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Los orígenes del totalitarismo

El evento del totalitarismo es considero por Arendt como la máxima destrucción de lo político.
En el totalitarismo desaparece el ámbito de la acción, desaparece la libertad y, sobre todo, la
condición de pluralidad.

Lo social: Apolitización - Sociedad


homogeneización de la Imposibilidad previsible y TOTALITARISMO
sociedad de acción manipulable

Totalitarismo es dominación total; para eso, el régimen debe ocuparse de eliminar la diferenciación y
pluralidad de los seres humanos, eliminar reacciones para que toda conducta ciudadana pueda ser previsible
y, por ende, manejable. El medio para lograr esto en los grandes totalitarismos es apelar al terror absoluto,
acompañado de un alto adoctrinamiento ideológico.
El campo de concentración es una de las herramientas que le permite al totalitarismo alejar a los ciudadanos
del mundo de los vivos; su objetivo fundamental es eliminar a la persona sin destruirla físicamente. La persona
jurídica y moral es destruida a través del desconcierto que invade al preso al no saber de qué es culpable, ni
cómo será juzgado. En el campo de concentración no hay normas claras ni verdad más que la arbitraria tortura.
Al mismo tiempo se elimina todo rasgo de diferenciación física y unicidad del individuo, eliminando nombres,
rasgos, vestimenta: elementos básicos que hacen a la representación de la personalidad; no hay testigos ni
testimonio en la soledad absoluta del campo, convirtiendo toda muerte en muerte anónima. Todo esto
conlleva a una progresiva eliminación de la voluntad, del sentido, de la finalidad de la vida de los habitantes
del campo, destruyendo en ellos el hecho mismo de su existencia. Es una proclamación constante de negación:
“no fuiste, no sos, no serás”.
El terror, a través del campo, impone el olvido. Obstruye tanto la vida como la muerte en cuanto están
apartados de vista y del oído de otros, del mundo común. El campo de concentración es la constante
producción del absurdo y del sinsentido, generando un aire de enloquecida irrealidad. Las masas son tratadas
como algo que ya no existe. A su vez, el mundo dentro del campo carece de consistencia y se convierte en una
masa de datos incomprensibles.
Según Arendt, esta “fabricación en masa de cadáveres” es fruto y consecuencia directa de la desintegración
de lo político en el espacio público. Cuando se elimina la diferenciación, se elimina la espontaneidad y la
posibilidad de acción. La posibilidad de que el campo de concentración exista se da solo en una sociedad de
masas.
El totalitarismo destruye las tradiciones sociales, políticas y legales. No es un partido político sino un
movimiento de masas. Aumenta el rol del ejército y de la policía. Tiene ambiciones de dominación mundial. La
ideología postula un suprasentido, esto es, una lectura particular de la historia de la humanidad en la cual el
régimen se presenta como ‘salvador’ y ‘guía’ de la humanidad hacía una finalidad estipulada ideológicamente
(por ejemplo, la raza aria para el Nazismo). Todas las acciones están justificadas en pos de ese ideal. Lo que
nosotros hoy podemos percibir como absurdo y sinsentido, es, sin embargo, lo más lógico para la ideología y
sus representantes. La doctrina tiene su propio núcleo de principios axiomáticos que en una cadena deductiva
–por necesidad lógica- deriva en conclusiones irremediables. Lo único que importa en el régimen es ser
consecuente con la doctrina y hacer al mundo consecuente.

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La educación impartida por el régimen no es adoctrinamiento en sí mismo, sino más bien, eliminación de la
capacidad de formar convicción alguna. Prepara de este modo, súbditos aptos para ser tanto ejecutores como
víctimas. Recordemos aquí el caso Eichmann y el concepto de banalidad del mal. La coacción del pensamiento
ideológico arruina todas las relaciones que se pueden establecer con la realidad. Ya no existe diferencia entre
ficción y realidad, entre verdad y falsedad.
El totalitarismo deja al hombre en soledad, avasalla incluso sobre lo privado. Es sumir al hombre en un estado
de desesperación que solo pueda ser generado por la experiencia de no pertenecer en absoluto al mundo.

"El gran dictador" de Charlie Chaplin (1940) Discurso final.


"Lo siento. Pero... yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos
o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así.
Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En
este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la
vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado
barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero
nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad.
Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado,
sentimos muy poco.
Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas
cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La
verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a
todos nosotros. Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres
desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes
inocentes.
A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera
codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano. El odio pasará y caerán
los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista,
la libertad no perecerá.
Soldados: No os entreguéis a ésos que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y
os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir. Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado
y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y
corazones de máquina. Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la
Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos.
Soldados: No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: "El Reino de
Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres..." Vosotros los hombres
tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y
hermosa y convertirla en una maravillosa aventura.
En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo,
digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo
la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni
nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer
realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar
la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el
progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.
Soldados: En nombre de la democracia, debemos unirnos todos."

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populismo
DEFINICIÓN
El uso de los términos "populismo" y "populista" se hace habitualmente en contextos políticos y de forma
peyorativa, sin que del término se desprenda una evidente identificación ideológica (dentro del esquema o
espectro político izquierda-derecha), sino más bien con procedimientos políticos (demagogia)7 y con rasgos
como la simplificación dicotómica, el anti-elitismo (propuestas de igualdad social o que pretendan favorecer a
los más débiles), el predominio de los planteamientos emocionales sobre los racionales, la movilización, el
liderazgo carismático, la imprevisibilidad u oportunismo, etc.
El populismo con una significación peyorativa, que es la principalmente usada, es el uso de "medidas de
gobierno populares", destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si ésta posee derecho a
voto, aún a costa de tomar medidas contrarias al estado democrático. Sin embargo, a pesar de las
características anti-institucionales que pueda tener, su objetivo primordial no es transformar profundamente
las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas (en muchos casos los movimientos populistas
planean evitarlo) sino el preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad entre las masas.
De acuerdo con esta significación, algunos movimientos populistas darían a amplias capas de la población
beneficios limitados o soluciones a corto plazo que no ponen en peligro el orden social vigente ni le otorgan a
los ciudadanos capacidades reales de autodeterminación, sino que sirven para elevar o mantener la
popularidad de los dirigentes del movimiento (caudillos) reforzando su poder. En estos casos, a pesar del
discurso contra ellos, los sectores económicos estratégicos (industriales, bancarios, etc.) y los intereses
eclesiásticos y militares mantienen vigente su poder, habiendo un mero cambio de manos dentro de estos
grupos. O sea, la desigualdad de clases y la tergiversación del estado democrático como institución que capta
recursos de la ciudadanía para redistribuirlos entre los poderosos, continúa a pesar de la retórica populista.
Los discursos oficiales de estos regímenes y movimientos deben ser digeribles y del buen agrado de la
población en general (para darle seguridad y satisfacción) por lo que no apelan a ideologías definidas, e incluso
pueden tener tintes más o menos conservadores y hasta reaccionarios, pero siempre carismáticos. Se
diferencia de la demagogia porque se refiere no sólo a discursos, sino también a acciones. Así, se le puede
entender como una táctica de uso limitado, o bien como una forma permanente de hacer política y
permanecer en el poder distinta a la partitocracia usual de las democracias contemporáneas. De hecho,
usualmente los líderes y/o movimientos populistas surgen al margen de, y contra, los partidos considerados
tradicionales--y parte de su atractivo reside en su rechazo a los partidos políticos por considerarlos elementos
consustanciales a la sociedad estratificada y a la co-optación del Estado en manos de los poderosos cuyos
intereses son opuestos al "pueblo". Después de todo, si el pueblo es un solo sujeto colectivo--el único sujeto
colectivo legítimo de la democracia según los movimientos populistas--no debería estar dividido por ideologías
integradas en partidos distintos, sino que debería ser capaz de unirse en torno a reclamos fundamentales que
aseguren su bienestar, desechando como asuntos secundarios o innecesarios aquellos que son esenciales para
las identidades partidistas.

ELEMENTOS Y CARACTERÍSTICAS
Los principales elementos de un gobierno populista son las multitudes, el componente irracional, la presencia
del animismo y los impulsos colectivos, los deseos insatisfechos y las proyecciones, el proyecto político de los
líderes como objeto de deseo, la importancia de la identidad nacional y el imaginario colectivo, la creación de
mitos (personajes) y leyendas (colectivos) …y el entreguismo que hacen ciertas personas a un dirigente político
– jefe, líder, caudillo – porque tiene la habilidad (carisma) de vender bien su proyecto.
El mito - que podría traducirse por “cuento” o “relato” - es una fábula o ficción alegórica que llega fácilmente
a la gente, causando admiración y seguimiento; es un relato que desfigura las cosas tal cual son, pero

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prestándoles la cara más valiosa y atractiva. En este caso el mito se viste de simulación, apariencia, atractivo y
significante.
Detrás de la fabulación, decía Leví-Strauss, los colectivos buscan superar la angustia que produce la miseria y
la limitación humana frente a la grandeza que (no se tiene y) se desea conseguir. Esta “grandeza”, para la
mayoría, se traduce sencilla y llanamente en tener más libertades, más derechos y más justicia.
Destacamos en los mitos la importancia de los símbolos y su relación con los arquetipos psicológicos del
hombre
CUANDO SE HABLA DE POPULISMO, EL TÉRMINO SE REFIERE, PRINCIPALMENTE, A:
- Un movimiento social y político de masas que busca soluciones económicas, sociales y políticas;
- Un movimiento democrático con formas autoritarias de gobierno,
- Donde el pueblo es el referente principal y centro de la acción política.
- Frente al comportamiento institucionalizado, se ofrece la participación directa, inmediata y activa a las
masas.
- Esta acción y participación de las masas, aparte de tener un alto componente irracional, tiene un carácter
emancipador y catártico.
- Y si importante es el concepto de pueblo, no lo es menos el de Nación e Identidad nacional.
- Son términos que nos remiten a las raíces (del pueblo), y que en su origen se encuentran en el hombre
del campo o el indígena. No debemos olvidar que el primer populismo fue el populismo rural.
- Eso no quita que a lo largo del siglo XX fuera apareciendo un populismo urbano e industrial, unido a la
burguesía y el proletariado, frente a las fuerzas oligárquicas. Será poli-clasista, pero sin incluir a todas las
clases; dominará el proletariado o la burguesía, según los casos, y siempre con un dirigente carismático a
la cabeza.
- Si el pueblo no ha alcanzado los derechos y las libertades que, según él, le pertenecen, es porque en el
camino se ha interpuesto el enemigo, el extranjero, la oligarquía o cualquier otro poder opresor y
acaparador.
- Todo esto traerá una visión maniqueísta de la sociedad - de buenos y malos o de amigos y enemigos - y
en los discursos de los líderes aparecerá una imagen moralizante cargada de frases mesiánicas, insultos,
prejuicios, promesas y rituales de seguimiento y descarga emocional.
- Si al principio decíamos que el populismo podía entenderse como un movimiento social y político de
masas, también podemos añadir que puede entenderse como una forma de gobierno al que se llega por
la vía democrática del voto.
- El Gobierno o el caudillo arbitra por encima de las clases e instituciones,
- Parte y reparte entre el pueblo y hace todo lo posible para que los poderes legislativo y judicial se
subordinen al poder ejecutivo.
- Su existencia se apoya en un liderazgo personalizado y “carismático”;
- Entre (el) gobernante(s) y (los)gobernados abunda la comunicación, el discurso y la retórica, la
grandilocuencia y el maniqueísmo,
- Y, sobre proyectos y programas, o no existen o no se cumplen. Esto último es lo que sucede ante tanta
abundancia de promesas.
- Desde el poder se practica el clientelismo, el patronazgo y el paternalismo,
- Y, en el supuesto de que hubiere alguna ideología o doctrina en un gobierno o movimiento populismo,
estarían al servicio del poder personalizado
Es importante destacar la mitificación que se produce en algunas de estas características, especialmente
cuando hablamos de pueblo y nación, de los jefes carismáticos, de la fuerza que adquiere la dimensión
irracional de los hombres en las masas y de la importancia que tiene el enemigo, sea este real o imaginado.

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En el discurso populista se hacen referencias concretas a la importancia del ciudadano como parte del pueblo
y miembro de la nación. Todos a una y todos en bloque y si hubiera que elegir a alguno de los dos conceptos
de Nación, en el populismo prima más el de la corriente romántica o cultural que el de la política, porque se
insiste más en los componentes míticos e irracionales, que en los objetivos y racionales Las referencias a las
raíces del pueblo y a la identidad nacional, por ejemplo, son un tema recurrente en los discursos de los líderes
populistas.
Aunque el proyecto nacional pudiera apoyarse en alguna clase, la nación debe estar siempre por encima de
ellas. Al final, los actores importantes convergen en dos: el pueblo y el caudillo. Napoleón III es el ejemplo
porque consiguió la síntesis de los contrarios al colocar su persona y su imperio por encima de los ciudadanos,
las clases sociales y las instituciones del país. Y todo, gracias al voto, porque según su interpretación, el
plebiscito era el medio para traspasar la soberanía y la legitimidad del pueblo a su persona. Al final, él era el
Estado, la Nación y el Soberano.
La idea de nación actúa como una ideología, como una fabulación y como un mecanismo de defensa para
defender los intereses propios, frente a los intereses de otras naciones, del extraño o del enemigo. Y, en todo
ello juega un papel importante el dirigente (y su carisma) con su discurso, su retórica y su demagogia. Y si esto
fuera poco, viene acompañado y reforzado de numerosos ritos, ceremonias y símbolos. Es la escenificación y
la resonancia.

− Para seguir investigando


Ver en YouTube - Aprender Volando: "Populismo vs República" con Gloria Álvarez
Responder: ¿Por qué Gloria Álvarez considera que ha quedado obsoleta la división de la política entre
derechas e izquierdas? ¿En qué se diferencia n gobierno populista de uno republicano? ¿Es conveniente
pensar que la política en la actualidad discurre entre estos dos modelos?

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