Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Una alta ingesta dietaría de sodio es un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares.
Un análisis combinado de 13 estudios de cohorte prospectivos en 177,025 participantes en
seguimiento por 3 a 17 años encontró mayores riesgos de enfermedades cardiovasculares
(+17%) y accidentes cerebrovasculares (+23%) con una diferencia promedio de 2 g de sodio (5
g de sal) entre el consumo diario más alto y el más bajo entre los estudios (62). Se encontró
que las ingestas más altas de sodio estaban asociadas con un riesgo incrementado de un
accidente cerebrovascular (+24%) — pero no con el riesgo de enfermedades cardiovasculares
o enfermedad coronaria cardíaca — en un meta-análisis más reciente de 10 estudios de
cohorte prospectivos y ensayos controlados aleatorios (63).
Un meta-análisis de estudios controlados aleatorios examinó el efecto de la reducción de sodio
dietario en los eventos cardiovasculares y la mortalidad (64). Las intervenciones dietarías
destinadas a reducir la ingesta de sodio fallaron en demostrar un efecto en la mortalidad por
todas las causas en individuos hipertensos y no-hipertensos. Evidencia actual también falla en
apoyar una disminución en la morbilidad y mortalidad cardiovascular en pacientes con
hipertensión (64). De la misma manera, el reporte patrocinado por los Centros para el Control
y la Prevención de Enfermedades (CDC) sobre Ingesta de Sodio en Poblaciones por el Instituto
de Medicina de los Estados Unidos (IOM: rebautizado como Academia Nacional de Medicina)
indicó que la evidencia era escasa y de baja calidad para evaluar si las ingestas de sodio por
debajo de 2.3 g/día podrían disminuir el riesgo de enfermedad cardíaca, accidente
cardiovascular, y mortalidad por todas las causas en la población general estadounidense (65).
Además, el comité del IOM no encontró evidencia de beneficios pero algo de evidencia del
daño potencial en la reducción de las ingestas de sodio a 1.5 g/día-2.3 g/día en individuos con
diabetes mellitus, enfermedad renal, o enfermedad cardiovascular (65). Sin embargo, en una
reciente revisión de la literatura, la Agencia para la Investigación y la Calidad del Cuidado de la
Salud (AHRQ) identificó evidencia de poca fuerza para sugerir que la disminución de sodio
podría reducir el riesgo de una medida compuesta de resultados cardiovasculares (siete
ensayos) y el riesgo de morbilidad y mortalidad cardiovascular combinadas (ocho ensayos)
(66).
Cáncer gástrico
Estudios en animales sugieren que altas concentraciones de sal pueden dañar las células que
recubren el estómago, potencialmente incrementando el riesgo de infección bacteriana por
Helicobacter pylori (72, 73) y el daño genético que promueve el cáncer (74). La colonización
por H. pylori es un factor de riesgo reconocido para el cáncer gástrico. Estudios de caso y
control que examinaron la interacción potencial entre la ingesta de sal y la infección por H.
pylori en el riesgo de cáncer gástrico han proporcionado resultados mixtos (75-78). Aunque
existe poca evidencia de que la sal en si sea un carcinógeno, ingestas altas de alimentos
salados pueden incrementar el riesgo de cáncer gástrico en individuos infectados con H. pylori
o expuestos a carcinógenos gástricos (67). Alimentos salados, como la carne procesada, la
carne curada, y el pescado salado, contienen altos niveles de compuestos nitrosados que
pueden contribuir al incremento del riesgo de cáncer gástrico (67).
Osteoporosis
Un cierto número de estudios de intervención y transversales han sugerido que las ingestas
altas de sodio son perjudiciales para la salud ósea, especialmente en mujeres mayores (81). En
particular, la ingesta alta de sodio en conjunto con la ingesta baja en calcio puede
especialmente ser perjudicial para la salud ósea (82-84). Un estudio longitudinal de dos años
en mujeres postmenopáusicas encontró que la excreción urinaria incrementada de sodio (un
indicador del incremento en la ingesta de sodio) está asociada con una disminución de la
densidad mineral ósea (DMO) en la cadera (85). El análisis de regresión lineal estimó que la
DMO podría ser mantenida reduciendo la ingesta de sodio a un nivel de 2.3 g/día e
incrementando la ingesta de calcio a 1.2 g/día. Un segundo estudio longitudinal en mujeres
postmenopáusicas encontró que la ingesta de sodio habitual de aproximadamente 3 g/día no
era perjudicial para la DMO sobre tres años de seguimiento (86). Notablemente, la ingesta de
calcio promedio en esta población del estudio fue de 1.3 a 1.5 g/día — ligeramente por encima
de la IDR para el calcio en mujeres mayores a 50 años. Otro estudio en 40 mujeres
postmenopáusicas encontró que la adherencia a una dieta baja en sodio (2 g/día) por seis
meses estaba asociada con reducciones significantes en la excreción de sodio, excreción de
calcio, y en tripéptido aminoterminal del colágeno tipo I (un biomarcador de la reabsorción
ósea). Sin embargo, estas asociaciones fueron solamente observadas en mujeres con
excreciones urinarias elevadas de sodio basales (87). Finalmente, en un estudio aleatorio,
controlado con placebo en 60 mujeres postmenopáusicas, la suplementación con citrato de
potasio previno un aumento en la excreción de calcio inducida por el consumo de una dieta
alta en sodio (≥5 g/día de sodio) por cuatro semanas (88).
Cálculos renales
Los valores de la CDRR para otras edades/etapas de la vida se han extrapolado del valor de la
CDRR establecida para adultos usando los requerimientos de energía estimados; estas
recomendaciones basadas en la CDRR para cada edad/etapa de la vida se muestran en la Tabla
5.
Es de notar que, en su reporte del 2013 sobre la Ingesta de Sodio en las Poblaciones, el comité
de la JNA consideró que las recomendaciones para subgrupos de población, incluyendo
aquellos que son más sensitivos a los efectos del sodio en la presión sanguínea, como personas
mayores (≥51 años), afroamericanos, e individuos con hipertensión, diabetes mellitus, o
enfermedad renal crónica, deben ser similares a aquellas para la población estadounidense en
general (65). El comité del IOM no encontró evidencia de apoyo para recomendar que estos
subgrupos reduzcan su ingesta de sodio a 1.5 g/día o menos (65).
Por el contrario, la Guía sobre el Manejo del Estilo de Vida para Reducir el Riesgo
Cardiovascular de la Asociación Americana del Corazón (AHA)/Colegio Americano de
Cardiología (ACC) del 2013 recomienda que los adultos con (pre)hipertensión no consuman
más de 2.4 g/día de sodio, reduzcan adicionalmente la ingesta de sodio a 1.5 g/día para un
mayor efecto reductor de la presión sanguínea, o reduzcan su ingesta diaria en al menos 1 g si
las ingestas de sodio de 1.5 g/día o 2.4 g/día no pueden ser alcanzadas (51).
Finalmente, el reporte del 2010 del IOM sobre las Estrategias para Reducir la Ingesta de Sodio
en los Estados Unidos sugirió que la Administración de Alimentos y Drogas del los EE.UU. (FDA)
revisitara el estatus Generalmente Reconocido Como Seguro (GRAS) de la sal agregada a los
alimentos procesados, comida de restaurante, y aditivos alimentarios, a fin de reducir el
contenido de sal en el suministro de alimentos y asistir en alcanzar la ingestas de sodio
consistentes con las Pautas Dietarías de los Estados Unidos y las recomendaciones del IOM
(21). Estas recomendaciones están actualmente siendo revisadas por la FDA (22).
Debido a que los efectos de la sal sobre la presión sanguínea aumentan con la edad, la
reducción de sodio en el contexto de un patrón dietario saludable puede beneficiar
especialmente a los adultos mayores, los cuales están en un riesgo incrementado de presión
sanguínea alta, enfermedades cardiovasculares, y enfermedad renal.