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Aunque desencadenó y sigue desencadenando numerosas críticas, el psicoanálisis

afectó decisivamente en la forma que el occidente percibe la subjetividad.

Freud propone un nuevo tratamiento especial para tratar el padecimiento neurótico, al


que denomina psicoanálisis. Este modelo es completamente diferente a los que se
utilizaban en ese momento dentro de la medicina y la psiquiatría para tratar estos
trastornos.

Para llegar a este tratamiento, el neurólogo formula una concepción totalmente nueva de
los procesos psíquicos. De este modo, no sólo presenta una manera distinta de abordar
los síntomas neuróticos, sino que también le da una nueva significación a los mismos.

Entonces, Freud caracteriza a los “síntomas neuróticos” como expresiones de un proceso


“psicógeno”, es decir, los restos de experiencias anímicas transcurridas, explica que no
pueden ser ocasionados por una causa orgánica-atómica y los define como
“inconscientes”. De esta forma, desecha toda concepción que intente relacionar al sujeto
con una causa biológica.

El objeto de investigación del psicoanálisis es la psiquis; y para estudiarla, no se deberán


tener en cuenta ninguna hipótesis de orden anatómico, químico o fisiológico, sino que se
tendrá que trabajar puramente con conceptos psicológicos.

Antes de Freud, la filosofía y la psicología definían lo psíquico como “un fenómeno de la


consciencia”, y por lo tanto, a la psicología como la ciencia de los fenómenos de la
consciencia. Si se toma esta concepción, la idea de una psiquis inconsciente resultaba
como una contradicción. Es por esto que los procedimientos científicos de Freud fueron
muy cuestionados por los médicos de la época.

En ese mismo sentido, los procesos psíquicos son estudiados no mediante la visión, sino
oyendo a través de los síntomas. Esto se debe a que el tratamiento psicoanalítico se
desarrolla con un intercambio de palabras entre el paciente y el analista, garantizando la
intimidad del paciente, por lo que no puede ser observado por otra persona. De este
modo, al no tener pruebas visuales ni escritas, no hay posibilidad de demostración.
Es evidente entonces que, según Freud, la evidencia de la existencia del inconsciente no
se logra mediante métodos de comprobación usuales de la ciencia. En cambio, sólo se
podrá justificarla a partir del análisis, y no por el empirismo en sí.

Sin embargo, Freud no cuestiona los principios básicos de la ciencia de su época. De


hecho, cree que el psicoanálisis desciende de la ciencia y utiliza sus principios, aun
siendo el creador de una teoría direccionada a lo que la ciencia rechaza, el “sujeto”. Al
ocuparse del sujeto sin afrontar la ciencia forma una paradoja.

Las normas que determinan el funcionamiento del inconsciente poseen cualidades


universales en relación a la manera que responden las distintas formaciones del
inconsciente, es decir, los síntomas, los actos fallidos, chistes, sueños. A pesar de esto,
las causas que las desencadenan solo pueden ser analizadas y reconstruidas luego de
que ocurran, y además este análisis sólo es válido para aquel determinado sujeto. Por lo
tanto, el psicoanálisis elimina en su fórmula las predicciones y un saber universal que
pueda aplicarse de la misma manera en cada paciente.

Por último, la teoría freudiana cuestiona la realidad socio-política de aquella sociedad de


finales del siglo XIX y principios del XX, donde la concepción de progreso y evolución se
impusieron como dogma en distintos sectores de la sociedad ya sea en los científicos o
en las masas. Es decir, el futuro se percibía en relación a un progreso ordenado y
continúo, en el cual la humanidad tenía el completo poder no solo de la naturaleza sino
de sí mismos.

En conclusión, la existencia del inconsciente (“pensamientos que se piensan sin un


pensador que se reconozca como tal”) es la base del psicoanálisis que propone Freud.
No obstante, estos pensamientos no sabidos son la razón por la cual muchas personas
rechazan su estudio, ya que esto demostraría que en realidad el ser humano no es el
amo de sus actos.

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