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Yulis Angelica Vega Florez

Universidad Sergio Arboleda

Maestria en Historia 2018

La belleza: una forma de ver el mundo

1. Introducción

Cuando una persona elogia un rostro diciendo de este que “tiene perfil griego”, lo hace
generalmente pensando en sus proporciones y líneas rectas, dejando entrever modelos
culturales que operan en su cotidianidad y que dan cuenta de una belleza que toma como
patrón el contenido arqueológico de la antigua cultura griega. Así “belleza” no es sólo algo que
se ve, también es un concepto que vale la pena ser explorado: ¿Qué es lo bello?

La anterior pregunta encuentra fácil respuesta en un lugar común al afirmar que el concepto
actual de belleza está sustentado en modelos de la Grecia clásica. Sin embargo ¿corresponde
está realmente a lo que los griegos de la antigüedad identificaban como "bello"? ¿Tenía este
pueblo, tan lejano en el tiempo ya, construida y compartida una idea clara de belleza? ¿Estará
la sociedad moderna proyectando su propio concepto, sin considerar los valores o las
posibilidades reales del antiguo pueblo griego? ¿Qué relación tiene esta idea de belleza con la
manera como los occidentales contemporáneos se relacionan con su cuerpo?

Este trabajo pretende hacer una lectura analítica de lo considerado "bello” por el pueblo griego
clásico e indagar por aquellos elementos de ese grupo humano del que se han tomado
componentes para configurar la actual identidad cultural occidental. Lo anterior se hará a través
de una pregunta base: ¿se mantiene la relación belleza-cuerpo de la antigua Grecia en la
sociedad occidental contemporánea? Para dar respuesta a esta pregunta, se abordará en
principio la idea de “no-universalidad” de la belleza. Posteriormente se enunciará la historia de
la idea repartida en dos grandes momentos y, finalmente, se reflexionará sobre los elementos
retomados en la modernidad y cuya lectura da cuenta más que del pensamiento griego, de la
manera como los europeos del renacimiento entendieron lo bello.

2. No existe una idea universal de belleza

Es claro, desde la experiencia cotidiana, que la belleza es relativa. Esta cambia, se encuentra
condicionada y varía en las culturas o las épocas: “(…) la belleza nunca ha sido algo absoluto o
inmutable, sino que ha ido adoptando distintos rostros según la época histórica y el país: y esto
es aplicable no solo a la belleza física (del hombre, de la mujer, del paisaje), sino también a la
belleza de Dios, de los santos o de las ideas….”1Nada más basta tomar una pintura de bañistas
del siglo XVIII y compararla con los prototipos de mujeres bellas contemporáneas para notar lo
arriba explicitado. Sin embargo, el abanico de posibilidades humanas que se encuentran para
verse bello va desde prácticas como vendarse los pies y deformarlos, dolorosas limaduras de

1
Umberto Eco, Historia de la belleza (Barcelona: Penguin Random House, 2004), 14

1
dientes hasta secuencias de gemas incrustadas en la piel que cuentan historias familiares y
personales. El principio de “lo bello”, visto así, parece más un inventario de congojas, de la que
no está exenta, por supuesto, la cultura occidental, aunque se valga de otros medios. En esta,
dejar de comer para adelgazar, usar zapatos con tacón alto, aunque esto produzca daños en la
espalda, perforar las orejas para colocar aretes, tatuar la piel, aprovisionarse de piercings, y
otros ejemplos, más dan cuenta de rutinas que apuntan a parecer más “bellos”.

Esta manera de ver lo bello como algo relativo, atado quizá al lugar y al momento
histórico, no es una idea extraña en el mundo occidental. Para algunos filósofos de la
antigua Grecia, leyes, sistemas de gobierno y prácticas religiosas eran relativas, estaban
ligadas al contexto y a los seres humanos que las creaban. Tras lo anterior, es fácil
suponer que experiencias como el arte o la belleza son igualmente relativas y
condicionadas. A continuación, se da curso a la conceptualización de este relativismo
mostrando la transformación de la “belleza” como idea.

3. La Belleza: dos momentos

La idea moderna de belleza puede entenderse como una experiencia inspirada directamente del
ideal clásico. Este supuesto, generalmente pierde de vista que dicha idea se reivindicó tras una
irrupción de siglos; por tanto, la noción de belleza está vinculada más a la historia de la
recepción moderna de la cultura clásica que a la concepción que los antiguos tenían de la
misma.

El imaginario cotidiano atribuye la actual idea de belleza al pensamiento griego como si hubiera
existido solo uno. Sin embargo ¿qué sucede si la belleza que los modernos percibieron en
pinturas, esculturas o poesías clásicas, y que son la base sobre la que formaron sus ideales
estéticos, era diferente de lo que los griegos entendían por “bello”? El reto consiste entonces en
desentrañar la evolución de esta idea y su llegada hasta el presente.

a. La Belleza antes de Sócrates

Atendiendo a fuentes primarias como los cantos homéricos o poesías de la época griega arcaica
que aluden a cuerpos de hombres y mujeres bellas, no puede concluirse que exista ya una idea
clara y distinguible alrededor de la belleza. La palabra utilizada en aquel entonces para designar
la experiencia subjetiva que contrapone al sujeto con un objeto es kalón (kalon). Este término,
traducido por siglos como “belleza” designó “(…) lo que gusta, lo que suscita admiración y atrae
la mirada.”2

En otras palabras, un objeto o un sujeto que genera esta experiencia lo hace como
consecuencia de la satisfacción que da a los sentidos, en especial la vista o el oído. Lo anterior,
no permite sin embargo concluir que “belleza” sea ya una categoría de pensamiento a través de
la cual se exprese en aquel grupo humano una noción abstracta y relacional:“(…) en la antigua
Grecia la belleza no tenía un estatuto autónomo: incluso podríamos decir que los griegos, al

2
Eco, «Historia de la belleza», 39

2
menos hasta la época de Pericles, carecían de una auténtica estética y de una teoría de la
belleza.”3

Puede sin embargo enunciarse con estas evidencias una primera idea de “belleza” ligada a
aspectos físicos, en el caso de los cuerpos humanos, y referido a la capacidad de inspirar amor
o pasión, pero no a cualidades intangibles o virtudes: “Por su parte, a los hombros se echó las
bellas armas el divino Alejandro, esposo de Helena, de hermosos cabellos.”4“Cierto que hay
otros más altos, que hasta le sacan la cabeza, pero hasta ahora no he visto en mis ojos a nadie
tan bello ni tan majestuoso. Lo digo porque parece un rey”5

Esa insipiente idea de belleza da un paso más tras el florecimiento de los llamados filósofos
presocráticos, que en su pretensión de encontrar el principio de todas las cosas proponen
principios del mundo que lo contempla como un todo ordenado y regido por una sola regla:
“Esto significa además pensar en el mundo como en una forma, y los griegos perciben con
claridad la identidad entre forma y belleza.”6

Será posteriormente con Pitágoras y su escuela (S. IV ANE) que se vincularán cosmología,
matemáticas, conocimiento de lo natural y estética. Está manera de ver lo real que circunda lo
cotidiano, propone una estrecha relación “(…) estético-matemática del universo: las cosas
existen porque están ordenadas, y están ordenas porque en ellas se cumplen leyes
matemáticas, que son a la vez condición de existencia y de belleza.7 Así, la belleza es armonía y
esta es una propiedad del cosmos.

Una vez trasladas al plano visual estas relaciones, se justifican las mismas en la exigencia de
simetría que venía ya presente en la escultura griega y que se entendían casi como “regla de
producción”. Así, las esculturas de los siglos V ANE y parte del IV ANE tenían una estructura
exacta y armónica: “De ahí que los artistas hicieran iguales los ojos, igualmente repartidas las
trenzas, iguales los senos e iguales las piernas y los brazos, [en el caso de ser estas
representaciones femeninas] iguales y rítmicos los pliegues del traje, simétricos los ángulos de
los labios curvados (…)”8

Será hasta la época de Pericles (siglo V ANE) que aparecerá una percepción más clara de
“belleza”, vinculada probablemente al desarrollo de la pintura, la escultura y la necesidad de
reconstruir los lugares destruidos por los recién vencidos persas, además de ser una manera de
exhibir el poderío ateniense. La aparición del “escorzo”9 como gran invento, evidenciando el
distanciamiento de la rigidez propia de las representaciones arcaicas y el ingreso a la liberalidad
de la adaptación del objeto a la vista de espectador. El oficio de escultor se ha extendido y,
rastreando diversas evidencias, puede decirse que los sujetos que lo ejercen han tomado ya
plena conciencia de su poder y maestría: “La gente discutía los méritos de las diferentes

3
Eco, «Historia de la belleza», 37
4
Homero, Ilíada, Emilio Crespo Gumes (traductor), Libro III, v.330
5
Homero, Ilíada, Emilio Crespo Gumes (traductor), Libro III, v.170
6
Eco, «Historia de la belleza», 61
7
Eco, «Historia de la belleza», 69
8
Eco, «Historia de la belleza», 73
9
Este es un recurso del arte plástico que busca dar o acentuar la sensación de profundidad. Se utiliza para hacer
referencia a un cuerpo no simplificado en posición oblicua o perpendicular al nivel visual.

3
escuelas artísticas, esto es, de los diversos métodos, estilos y tradiciones que distinguían a los
maestros de cada ciudad.”10

Posteriormente, será la escultura, en especial la de cuerpo humano, quien deja al descubierto


las búsquedas y hallazgos empíricos de la belleza como expresión. Llegado a este punto, vale la
pena detenerse y aclarar que esta reflexión ha tomado como fuente la escultura y pintura
griega y los autores que la trabajan como evidencias de lo bello. Esto no significa que se
considere la mirada que sobre la belleza tuvieron otros grupos sociales (pescadores,
campesinos o gobernantes) como algo despreciable, la diferencia está en que estos no dejaron
evidencias claras sobre sus apreciaciones.

Será entonces a mediados y finales del siglo IV que escultores como Fidias (480-430 ANE), Mirón
(S.V ANE) y más adelante Praxiteles (395-330 ANE) establezcan un sano equilibrio entre
representaciones realistas de la belleza y el uso de un canon especifico que encarnen las reglas
de una correcta proporción y rompa la idea de equilibrio solo entre dos elementos iguales. Esto
favoreció que “En contra de lo que se creerá más tarde, la escultura griega no idealiza un
cuerpo abstracto, sino que busca más bien una belleza ideal efectuando una síntesis de cuerpos
vivos en la que se expresa [para este momento] una belleza psicofísica que armoniza alma y
cuerpo, o bien la belleza de las formas y la bondad del espíritu (…)”11La palabra utilizada en
aquel entonces para designar esta conjunción de elementos es kalokagathia (kalokagathia).

b. La Belleza después de Sócrates

Posterior a la época de Pericles, floreció una reflexión más profunda sobre lo que se considera
bello, siendo sus máximos representantes Sócrates y Platón que a través de sus respectivas
escuelas se ocuparon de dar cuerpo a esta idea (entre otras).
Sócrates, cuya principal fuente sobre ideas estéticas está consignada en los “Recuerdos de
Sócrates” de Jenofonte12, propone la idea de “belleza” o lo “bello” como lo opuesto a lo
planteado por los sofistas. A ser “él filósofo” un férreo adversario del relativismo en lo referido a
estética y proponer “Bien y Verdad” como valores absolutos, se aleja de los postulados de
estos, que presentan la belleza como aquello que produce placer a la vista y el oído (idea que
arriba se muestra como parte del periodo arcaico), además de independizar la belleza estética
de la moral, porque su definición nada tenía que ver con esta. Sobre la belleza dice Sócrates
dirigiéndose a Aristipo: “—¿Y tú crees que una cosa es el bien y la otra la belleza?, ¿no sabes
que todas las cosas son bellas y buenas para un mismo fin? En primer lugar, la virtud no es
buena en un sentido y bella en otro. En segundo lugar, se considera a los hombres bellos y
buenos en lo mismo y respecto a lo mismo, y en los mismos aspectos en que los cuerpos de los
hombres parecen hermosos y buenos, en esos mismos aspectos todo cuanto utilizan los
hombres se considera hermoso y bueno respecto a aquello para lo que tengan utilidad.”13 En
suma, Sócrates formula la belleza vinculada a la bondad, según lo cual sus propósitos
responden a un mismo fin.

10
Ernest H. Gombrich, La historia del arte (London: Phaidon PressLimited, 2008), 99
11
Eco, «Historia de la belleza», 45
12
Jenofonte (431 ANE. - 354 ANE) es un pensador griego nacido en Atenas que comparte con Platón un profundo
conocimiento de su maestro Sócrates. Sobre este escribió varios libros en forma también de diálogos: “Recuerdos de
Sócrates” y la “Apología de Sócrates”, en el que trata el pensamiento y el juicio de acusación al filosofo de corromper
a la juventud a falta de creencia en los dioses en 399 ANE.
13
Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, Juan Zaragoza (traductor), Libro III, v. 8, 4-5

4
Además de conceptualizar, Sócrates propuso una primera clasificación artística “(…)
distinguiendo al menos tres categorías estéticas distintas: la belleza ideal, que representa la
naturaleza a través de una composición de las partes; la belleza espiritual, que expresa el alma
a través de la mirada (…) y la belleza útil o funcional.”14 Mientras otras “artes” producen
objetos que la naturaleza no produce, pintura y escultura buscan repetir e imitar lo que existe
tomando así un carácter imitativo o representativo.
El filósofo también estaba de acuerdo con Parrasio15 en nociones sobre la idealización. Pensaba
Sócrates de esta, que al reproducir figuras bellas, no era fácil encontrar a un hombre en el que
todo fuera irreprochable. Así, era necesario reunir de muchos lo más hermoso de cada uno,
para hacer que parezcan hermosos los cuerpos enteros: “Dime, Parrasio, ¿la pintura no es una
representación de los objetos que se ven? Por ejemplo, vosotros imitáis, representándolo por
medio de los colores, lo mismo la profundidad que el relieve, la oscuridad y las sombras, la
dureza y la blandura, lo áspero y lo liso, la juventud y la decrepitud. —Tienes razón, dijo. —Y
sin duda, si queréis representar formas perfectamente bellas, habida cuenta de que no es fácil
encontrar un solo hombre que tenga todos sus miembros irreprochables, reunís de diversos
modelos lo que cada uno tiene más bello y así conseguís que un conjunto parezca del todo
hermoso. —Así lo hacemos, dijo.”16 Es claro que en la Grecia antigua, pintura y escultura como
representación, siempre estuvo vinculado a la idealización.
Sócrates propone también que la escultura represente no solo al cuerpo sino también al alma.
En su encuentro con Clitón reflexiona: “Que hermosos son los corredores, atletas, boxeadores y
luchadores que tú haces, Clitón, lo veo y lo sé, y lo que más cautiva al espíritu de los
espectadores, es el que parezcan vivos, ¿cómo lo haces para infundirlo a tus estatuas? Y como
Clitón, perplejo, no fue capaz de responder en el acto, continuó: —¿Acaso es tomando las
figuras vivas como modelo como consigues que tus esculturas parezcan más vivas? —Sí, así es.
— ¿No es imitando las partes de los cuerpos que por sus actitudes están relajadas y tensas y
las que están comprimidas o separadas, tirantes o flojas, como consigues que tus obras se
parezcan más a la realidad y sean más convincentes? —Totalmente. —Y el representar los
sentimientos de los cuerpos que tienen alguna actividad, ¿no produce también cierto deleite a
los espectadores? —Es lógico. —¿No habrá que representar en ese caso como amenazadores
los ojos de los combatientes y alegre la mirada de los vencedores? —Necesariamente. —Luego
el escultor debe representar con la figura las actividades del alma.”17 La noción de belleza del
alma se distanciaba definitivamente de la pitagórica: para el filósofo, la belleza no depende solo
de la proporción, también se debe reflejar en la expresión del alma. La belleza socrática es una
condición del hombre, la pitagórica está referida sobre todo al cosmos.
El otro filósofo que contribuyó con la consolidación de la idea de “belleza” que ha llegado de
alguna manera hasta el presente fue Platón a través de una postura más compleja que la de su
maestro. Este propone dos concepciones de las misma: “(…) la belleza como armonía y
proporción de las partes (derivada de Pitágoras), y la belleza como esplendor, expuesta en el
Fedro (…)18

14
Eco, «Historia de la belleza», 48
15
Parrasio de Éfeso (440 ANE-380 ANE) Pintor griego nacido en Efeso y radicado en Atenas hasta hacerse
ciudadano. Se le conoce fundador de una escuela de pintura que ha sido nominada como “Escuela Jónica”
16
Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, Juan Zaragoza (traductor), Libro III, v. 10, 1-2
17
Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, Juan Zaragoza (traductor), Libro III, v. 10, 6-8
18
Eco, «Historia de la belleza», 50. Subrayado del autor.

5
Para este filósofo, el problema de “lo bello” no es de menor cuantía. Lo anterior queda claro en
uno de sus célebres diálogos, el Hipias Mayor, donde solo dos interlocutores, Sócrates y el
famoso sofista Hipias, tratan de resolver lo que “es” la belleza. Este encuentro, considerado otra
“aporía”19, no logra llegar a ninguna conclusión a pesar del gran esfuerzo de los interlocutores:
“(…) Recientemente, Hipias, alguien me llevó a una situación apurada en una conversación, al
censurar yo unas cosas por feas y alabar otras por bellas haciéndome una pregunta de un
modo insolente: ‘¿De dónde sabes tú, Sócrates, que cosas son bellas y que otras son feas?
Vamos, ¿podrías tu decir que es los bello?20
Al referirse Platón a la primera concepción de belleza, propone la unión armoniosa del alma y
del universo, evidenciada esta en la naturaleza y su relación con el alma humana: “Por ello,
para que en la singularidad fuera semejante al ser vivo, perfecto su creador no hizo ni dos ni
infinitos mundos, sino que este, generado como un universo único existe y existiera sólo.”21
En cuanto a la segunda concepción, para Platón la belleza tiene una existencia independiente,
ajena a cualquier aspecto físico que pueda llegar a reflejarla, no está unida de manera
determinante a un objeto, sino que existe y se encuentra en todo lugar. En este orden de ideas,
Platón propone una idea de belleza deslumbrante22 y amable, circunscrita a la contemplación
como “algo” absoluto: “¿Qué podemos imaginar, pues –dijo-, si le fuera posible ver a alguno la
belleza en sí, pura, limpia sin mezcla y no infectada de carnes humanas, ni de colores ni, en
suma, de otras muchas fruslerías mortales, y pudiera contemplar la divina belleza en sí,
específicamente única?”23
Atendiendo a que el cuerpo es para Platón un contenedor del alma “Una vez que, en opinión de
su hacedor, toda la composición del alma hubo adquirido una forma racional, este entramó todo
lo corpóreo dentro de ella, para lo cual los ajustó reuniendo el centro del cuerpo con el del
alma.”24, la mirada sobre lo que perciben los sentidos ha de ser superada por la visión del
intelecto en escalas ascendentes: “Pues esta es justamente la manera correcta a las cosas del
amor o de ser conducido por otro: empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de
ellas como peldaños ir ascendiendo continuamente, con base en aquella belleza, de uno solo a
dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de todos los cuerpos bellos y de los bellos cuerpos a
las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y
partiendo de estos terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa sino de
aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es la belleza en sí.”25 En resumen,
Platón propone que el conocimiento último de la belleza, como bien único u absoluta, pasa por
el proceso de los sensible inmediato, a lo general y de lo general a lo universal.
Así, el cuerpo y los objetos (como pinturas y esculturas) son una falsa copia de la auténtica
belleza y como tal no deben ocupar un lugar importante en la sociedad, antes bien, debe

19
Conjunto de razonamientos caracterizados por paradojas irresolubles. Puede considerarse también como conjunto
de dificultades lógicas, todas ellas de naturaleza especulativa.
20
Platón, Hipias mayor, J. Calonge Ruiz (traductor), 286d
21
Platón, Timeo, María Ángeles Duran (traductor), 31, a-b
22
“Pero solo a la belleza le ha sido dado ser lo más deslumbrante y lo más amable.” Platón, Fedro, C. García Gual
(traductor), 250, d.
23
Platón, Banquete, C. García Gual (traductor), 212, e.
24
Platón, Timeo, María Ángeles Duran (traductor), 36, d-e.
25
Platón, Banquete, C. García Gual (traductor), 211, b-c.

6
procurarse ignorarlos, sustituyéndolos por “(…) la belleza de las formas geométricas,
basadas en la proporción y en una concepción matemática del universo.”26

4. Tras una pausa

Siglos después de estas elevadas conceptualizaciones y posterior a la caída del imperio romano,
se configuran representaciones que entremezclan los aportes del cristianismo primitivo y la
cultura de Europa del Norte para producir una conjunción estética. A este momento del arte se
le ha denominado “medieval” Si bien para la época no existe el concepto del arte, ni de este
como fin en sí mismo o de la belleza como único objetivo del artista, la producción visual o
plástica a través de la escultura, es de carácter básicamente funcional.

Será solo hasta el siglo XV que la producción estética se transformará y se caracterizará por
tomar matices particulares de acuerdo al lugar de Europa donde surge. Esta, en general, se
identifica por pretender unidad en su composición, por usar la idea de perspectiva, por retomar
la proporcionalidad de la anatomía y la movilidad muscular. Toma también motivos de la
naturaleza con su característica frescura y tiene una marcada inspiración en los artistas en las
obras escultóricas de la Grecia clásica.

A este momento de “transformación de la mirada” se le conoció como Renacimiento: “El


término tiene como significado volver a nacer o instaurar de nuevo, y la idea de semejante
renacimiento comenzó a ganar terreno en Italia (…)”27 Para ese entonces, cuando se
comentaba que algo era “bello” se decía que su obra era tan buena como la de los antiguos.

Se representan ahora pinturas con temas mitológicos, retratos laicalizados e historias


particulares. Los temas religiosos pierden importancia, especialmente en su papel adoctrinador
en relación a la época anterior: “(…) en el Renacimiento, en cambio, con el nuevo florecimiento
de la cultura grecolatina, comenzaron a restablecerse las condiciones para que se desarrollara
un concepto de arte secular y universalista —centrado, primordialmente, en su función estética
y separado de su ámbito y significado religioso.” 28 Ahora, los artistas se ocupan de la búsqueda
de un estilo propio dando especial importancia al retrato y al paisaje favoreciendo así su
expresión individual sobre la colectiva y una nueva libertad creativa

La coyuntura arriba descrita proporcionó, posiblemente, motivos para que artistas y estudiosos,
probaran establecer cánones ideales de belleza, inspirados en los textos y obras de arte griegos
recientemente retomados, con especial interés en la idea de simetría y armonía como
elementos esenciales. Lo anterior, encuentra su expresión privilegiada en la representación del
cuerpo humano, dando paso a un nuevo arte que sitúa al ser humano, en la cúspide de la
creación dando origen a la inclinación moderna del culto al cuerpo humano.

Se exaltará ahora sobre todo la belleza física, orgullo de los clásicos griegos, vueltos a
contemplar, e interpretados como modelos de una nueva civilización.
26
Eco, «Historia de la belleza», 50. Subrayado del autor.
27
Gombrich, «Historia del arte», 223.
28
Julio Amador Bech, La condición del arte. Entre lo sagrado y lo profano Apuntes de sociología y
antropología del arte. www.revistas.unam.mx/index.php/rmspys/article/download/42509/38620

7
5. Conclusión

Llegado el momento de sacar conclusiones del conjunto de esta reflexión, surge un “corpus” de
problemas conceptuales muy definido:

a. Es impreciso referirse a la “belleza”, a lo “bello” en Grecia como un único cuerpo


conceptual. Queda suficiente demostrado, que al menos hay dos momentos de
construcción del significado. Uno primero, asociado al mero deleite de los sentidos cuya
transición en Pitágoras y los presocráticos se asoció a las formas y las proporciones. Uno
segundo que con Sócrates y Platón se asocia a la virtud y se aleja con ello de lo
simplemente perceptible a través de los sentidos.

b. Una vez caída roma y conjugado el protocristianismo con tradiciones estéticas de fuera
de los limites del otrora imperio, emergen representaciones que se alejan de la
búsqueda de lo bello en sí mismo y transitan a la configuración de la imagen como
vehículo de adoctrinamiento, en especial del nuevo sistema de valores que se anclan en
el discurso teológico. Se rompen las formas proporcionales, se viste el cuerpo y con ello
occidente se aleja de su tradición greco-latina.

c. La “transformación de la mirada” se dará solo hasta el siglo XV cuando en Italia, tras la


valoración de lo propio (como la lengua vernácula y los vestigios del pasado glorioso) la
representación del mundo a través de la pintura y la escultura migra de las formas
solamente religiosas a temas naturales, mitológicos y privados, dando un nuevo lugar al
cuerpo que re-toma su idea y figura de la Grecia antigua.

Este punto de llegada es particularmente importante en esta reflexión ya que, tras un


largo análisis puede concluirse que lo considerado actualmente bello, toma sus raíces no
de la Grecia clásica sino de la lectura que los europeos del renacimiento hicieron de los
vestigios de esta cultura antigua. Así, en principio, los artistas y pensadores del
quattrocento se apegaron solamente a las líneas y proporciones, dejando de lado ideas
asociadas como “bondad”, “virtud” y “ciudadanía” entre otras.

d. Estas ideas, llegadas al presente, exigen des-idealizar la belleza física permitiendo así
que se abra el espectro sobre la misma, dejando de lado la mera erotización de la forma
y dando paso a otros tipos de la misma que se reflejen en la construcción de una
sociedad mejor.

BIBLIOGRAFÍA
Amador Bech, Julio La condición del arte. Entre lo sagrado y lo profano Apuntes de sociología y
antropología del arte.
http://www.revistas.unam.mx/index.php/rmspys/article/download/42509/38620
 Eco, Umberto. Historia de la belleza. Barcelona: Penguin Random House, 2004.
 Gombrich, Ernest H., La historia del arte. London: PhaidonPressLimited, 2008.
 Homero. La Iliada. Traducción de Emilio Crepso Gumes. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 2014
 Jenofonte. Recuerdos de Sócrates. Traducción de Juan Zaragoza. Madrid: Biblioteca Clásica
Gredos, 2006

8
 Platón. Hipias Mayor. Traducción de J. Carlonge Ruíz. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1985
- Banquete, Traducción de C. García Gual. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1988.
- Fedro, Traducción de C. García Gual. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1988.
-Timeo. Traducción de María Ángeles Durán . Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1992

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