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Ética social como disciplina teológica: ¿problema sin resolver?
7 Los puntos esenciales de este debate son relatados en: C. MURPHY, Action for Justice
as Constitutive of the Preaching of the Gospel: Theological Studies 44 (1983) 298-311.
8 Cf. el examen reciente y sustancial de este problema general en: A. HARVEY, By what
authority? The Churches and social concern, SCM, London 2001.
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9 Sería poco sabio pensar que una encíclica, por sí misma, es suficiente para expresar la
riqueza de la tradición cristiana en el área social. Sin embargo, es importante reconocer el
mérito de las encíclicas y el papel que han jugado históricamente. Para una discusión de
largo alcance sobre estas cuestiones, cf. J. S. BOSWELL - F. P. MCHUGH - J. VERSTRAETEN,
Catholic Social Thought: Twilight or Renaissance?, University Press, Leuven 2000.
10 Cf. T. H. SANKS, The social mission of the church. Its changing contexts: Louvain
Studies 25 (2000) 23-48.
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La misión social de la Iglesia tiene, pues, una base bíblica clara, pero está
influenciada, así mismo, por los procesos históricos. Unir estos dos puntos da
un perfil definido a la justificación teológica de la misión social de la Iglesia.
Implica un debate abierto sobre la naturaleza eclesiológica del compromiso
social, una aceptación del papel interpretativo de las circunstancias en el
análisis social, y un reconocimiento de que el desarrollo pertenece a la esencia
del discurso teológico en su área social. Estos argumentos requieren mayor
explicación.
La teología de la misión social de la Iglesia es operativa en tres niveles: el
de la teoría subyacente, el de la transmisión del mensaje y el de la divulgación
del mensaje para la vida cristiana11. Es el primer nivel, el de la teoría, el que
más dificultades suscita. A causa del predominio de la mentalidad expresada en
el axioma: etsi Deus non daretur, muchos niegan que haya conexión alguna
entre ‘Dios’ y ‘justicia’, lo cual, lógicamente, privaría a la Iglesia de toda
legitimidad en su reivindicación a ejercer una misión social. La misión social de
la Iglesia no depende, sin embargo, de la autoridad de la Iglesia como
institución, sino que se basa en el hecho de que la Iglesia es la comunidad de
creyentes en un Dios cuya voluntad salvífica para el mundo se expresa en un
deseo de justicia para todos.
De esto se sigue una importante consecuencia. Aunque podamos
establecer, incluso, una conexión intrínseca entre creencia en Dios y
compromiso con la justicia, hay que decidir sobre el género literario apropiado
para hacerlo. Esto no será una tarea fácil, dado que la rica enseñanza
magisterial sobre cuestiones sociales desde 1891 se ha desarrollado como una
tradición referida a sí misma, y dado, además, que la tradición de los manuales
de Teología moral nunca ha conseguido integrar realmente este corpus de
enseñanza en su estructura interna. A menos que procedamos de modo
interdisciplinar, no vemos posibilidades reales de resolver la cuestión. Un
diálogo con las distintas ciencias sociales, sobre la base de su propia y legítima
autonomía, es un requisito previo. Sin este diálogo respetuoso, nunca
entenderemos apropiadamente la naturaleza de las cuestiones sociales.
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Es en este punto donde mi propuesta sobre este tema se hace más clara. Si
partimos de la doctrina/enseñanza social como categoría teológica separada,
hay riesgo de que lleguemos a las respuestas sin antes haber entendido las
preguntas. Esto no es inevitable: es un riesgo. Pero es mejor evitar este
potencial problema, asegurando que convenimos en nuestra posición teológica
sobre la naturaleza de la sociedad, y mostrando un respeto apropiado por
aquellas ciencias que la tienen como su objeto propio.
Adviértase que mi argumentación se mueve desde la misión social de la
Iglesia a la preocupación por la justicia social. Ésta es una aproximación
notablemente distinta a la de una justificación de la intervención de la Iglesia en
cuestiones sociales, basada en una teoría de la ley natural, o en la autoridad de
la Iglesia para interpretar esa ley para los demás.
Una implicación interesante de este marco misionológico es que permite
diferentes matices en el nivel de la justicia.
¿Cuál es el fin de la misión de la Iglesia? Hay varias posibilidades: la
conversión radical, la implantación de la Iglesia en una nueva cultura, la
renovación interior de una comunidad particular existente, la proclamación del
Reino, etc.12. Éstos no son fines contradictorios, pero, lógicamente, la misión
social de la Iglesia se verá de modo distinto, dependiendo de a cuál de estos
matices se da prioridad.
Se pueden identificar tres grandes tendencias, al menos, en los debates
contemporáneos sobre esta materia:
la misión social de la Iglesia es una consecuencia de su misión
propiamente evangelizadora;
la misión social de la Iglesia es una preparación para la misión específica
de la evangelización;
la misión social de la Iglesia es esencialmente la misma que su misión
evangelizadora, que es propiamente como se la ha de llamar.
12 Una buena visión panorámica sobre este tema se encuentra en: R. GAILLARDETZ,
Teaching with Authority. A Theology of the Magisterium in the Church, Liturgical Press,
Collegeville, Minnesota 1997, 227-254.
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14 Esto presupone una conciencia sobre el uso del lenguaje teológico en general. El texto
clásico a estudiar es ST. THOMAS AQUINAS, Summa Theologiae, Prima Pars, qq. 12-13.
15 Cf. H. MCCABE, God Matters, Chapman, London 1987, 39-51.
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18 Ver el convincente argumento dado por J. M. GUSTAFSON, Theology and Ethics, vol. 1,
Blackwell, Oxford 1981, 1-85, 195-280.
19 Debido a otras polémicas, no se ha prestado suficiente atención al punto de partida de
los mejores exponentes de la escuela de la teología de la liberación; este método
teológico termina en la práctica de la justicia, precisamente porque comienza con la
contemplación de Dios, que quiere tal justicia. El enfoque en la ‘praxis’ debe entenderse
teológicamente y no políticamente en sentido estricto.
20 He optado por enfocar un aspecto del instrumentalismo, aunque el debate no se reduce
a este aspecto, como es claro desde C. H. TAYLOR, Sources of the Self. The Making of
Modern Identity, Harvard, Cambridge Massachusetts 1989.
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21 Sigo la explicación de Y. CONGAR, The Revelation of God, Darton Longman and Todd,
London 1968, 49-62.
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24 Las posibilidades para tal marco general son el tema subyacente en W. WOODS,
Walking with Faith. New Perspectives on the Sources and Shaping of Catholic Moral Life,
Liturgical Press, Collegeville Minnesota 1998.
25 Sin estar necesariamente de acuerdo con todos sus argumentos, deberíamos tomar
nota de las dificultades apuntadas por J. MILBANK, Theology and Social Theory. Beyond
Secular Reason, Blackwell, Oxford 1990.
26 Cf. H. DE LUBAC, Catholicism. A study of dogma in relation to the corporate destiny of
mankind, Sheed and Ward, New York 1950.
27 Esto no nos impedirá dialogar con filósofos tan notables como J. RAWLS, que ha escrito
con verdadera profundidad sobre la cuestión de la justicia. El problema es, más bien, la
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