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Dicen que en Sinaloa se mueve mucho dinero. Y es que la abundancia se percibe en sus
lujosas residencias, restaurantes, bares, casinos y tiendas departamentales. La riqueza se
muestra en cifras con la adquisición de 13 mil autos nuevos cada año, incluidos los BMW,
Cadillac, Lincoln, Subaru, Mercedes Benz, Audi, Volvo y Porsche, agencias que se han
instalado en la capital del estado en los últimos cinco años. Culiacán es la ciudad del país
donde se adquieren más Pick up, en especial las de lujo como Cheyenne, Lobo y más
recientemente las Hummer, camionetas tipo militar que cuestan casi un millón de pesos y
que transitan por la sierra y las calles calientes de este lugar.
El auge económico pasó ya la factura. Parte del costo social es la violencia, que se
intensifica al ritmo de la disputa entre las mafias del narcotráfico por el control de los
espacios y rutas de acceso a los mercados de las drogas. Secuestros, torturas, homicidios,
drogadicción, delincuencia, amenazas y muertes a periodistas han llegado
al punto más álgido en la historia del estado.
Durante los dos últimos meses han sido asesinadas cuatro personas al día, mujeres
y niños incluidos. Tal parece que las “reglas de honor” entre narcotraficantes han cambiado
y la lucha se vuelve más encarnizada. Los números hablan por sí mismos:
742 personas ejecutadas durante 2007 y 632 de enero a julio de este año.1
Tradicionalmente, las riñas entre bandas tenían lugar en despoblado, pero hoy los {ajustes
de cuentas} se dan en zonas céntricas y sitios concurridos.
Muchos están dentro del negocio de la droga: campesinos serranos que trabajan en la
siembra y cosecha de amapola y marihuana, transportistas, {burreros} y {mulas} que llevan
el cargamento hasta la frontera norte del país; {puchadores} que venden la mercancía a
domicilio o en las llamadas {narcotienditas},
sicarios que matan a sueldo, empresarios que levantan millonarios negocios para el lavado
de dinero, policías convertidos
en guardaespaldas de los capos, y hasta militares de altos mandos que mantienen una
estrecha relación con las principales cabezas del narcotráfico.
También la droga canta y danza en la letra y música de {la tambora}. Los {narcocorridos}
se escuchan en las casas, los autos, el cementerio y ante la capilla de Jesús Malverde, santo
protector
de los narcotraficantes. Y han servido para construir una identidad simbólica que muchos
quieren compartir.
Ahora Sinaloa no sólo produce y exporta droga. También la consume. Los índices de
drogadicción se incrementaron hasta situarse por encima de la media nacional por el uso
de marihuana, heroína y la sustancia sintética llamada {cristal}. El estado dejó de ser sólo el
puente de paso de la cocaína hacia Estados Unidos. Ahora se oferta aquí y ha desplazado,
junto con el {cristal}, al “producto regional” (marihuana y heroína).
Por otro lado, Sinaloa concentra la más alta tasa de delitos del fuero federal. Durante 2006,
el 81% de éstos fueron en materia de narcóticos y portación de armas de uso exclusivo del
ejército, convirtiéndola en la segunda entidad federativa en delitos contra la salud y la
tercera en homicidio por arma de fuego.3 El procurador general de la República, Eduardo
Medina Mora, admite que “Sinaloa se ha convertido en el principal foco de preocupación
para las autoridades federales
por ser el estado en el que desde 2007 se ha registrado el mayor índice de violencia en
México”.4
También la prensa tiene un pagaré de elevada cifra que saldar. A partir de 2006
despuntaron los ataques a periodistas,
que van desde agresiones físicas y verbales hasta muertes
o desapariciones. Aquí el periodismo de investigación no existe, porque ahondar en el
tema es tocar altos mandos y los reporteros no confían en las autoridades dedicadas a la
procuración de justicia.
Cada año las autoridades de justicia anuncian con bombo y platillo operativos contra el
narcotráfico: {Plan Piloto de Seguridad
Pública Contra la Delincuencia, México Seguro, Sierra
Madre, Operativo Culiacán-Navolato}. Llegan a la capital sinaloense cientos de elementos
policiacos y militares, perros entrenados, helicópteros, avionetas y camiones. Resurge el
patrullaje
en las calles, los retenes en cruceros estratégicos, el decomiso
de droga y los cateos en residencias y {narcotienditas}.
La respuesta del narcotráfico siempre es la misma. Más violencia. Aparte de las ejecuciones
entre grupos rivales, la consigna es actuar en contra de las instituciones de seguridad
pública. Exhiben su fuerza en emboscadas, enfrentamientos, mantas con frases
intimidantes en lugares públicos y amenazas
de bombas. Confirman su poder con la ejecución, en lo que va del año, de 71 policías de
todos los niveles, 56 de ellos en los últimos tres meses. El reto, pues, es evidente.
Desde el inicio del operativo nacional contra la inseguridad
se han realizado cuatro marchas ciudadanas por la paz por la principal avenida de
Culiacán, en donde familiares de víctimas de la violencia, líderes sociales, defensores de
derechos
humanos, catedráticos y ciudadanos portan mantas y pancartas con leyendas que exigen
la salida del gobernador Jesús Aguilar Padilla.
Siembra y transportación
Por tierra, los tres mil kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos es una larga
zona donde los cargamentos, ante el pesado tráfico vehicular, son más difíciles de
identificar
que en aeropuertos o aduanas marítimas. La mercancía pasa por la frontera en
automóviles con amortiguadores de aire que soportan hasta 400 kilos de droga, o en
tráileres de empresas comerciales de comida que son capaces de transportar
de cinco a seis toneladas. O hay quienes intentan con algunos gramos de cocaína
escondida en la suela de los zapatos,
o entre los pañales del niño recién nacido.
El auge económico
Para Guillermo Ibarra Escobar, investigador de la Facultad de Estudios Internacionales y
Políticas Públicas de la Universidad
Autónoma de Sinaloa (UAS), el narcotráfico tiene igual o más poder económico que los
dueños de las grandes firmas sinaloenses que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores.
La narcocultura
La han denominado narcocultura. Y está metida hasta los huesos
en los hombres y mujeres jóvenes de significativos y diversos
grupos de la población sinaloense. En su ensayo {Sinaloa, una sociedad demediada},
Ronaldo González Valdés la describe como “una híbrida construcción simbólica
de la realidad que consagra a los narcotraficantes como héroes, líderes,
jefes ‘deseados’ de un significativo
grupo de la población”.
En Culiacán es común ver a jóvenes vestidos con ropa {de marca}, alhajas y gorras
adornadas con piedras de cristal, quemando
llanta en lujosos autos a las afueras de las preparatorias y facultades universitarias. Les
llaman {buchones} y pueden llegar con flores, vino, música en vivo y pistola fajada al cinto.
Protegidos
por sus parientes, se ufanan de su dinero y poder ante la mirada de todos. Otra estampa
es la de adolescentes jugando {arrancones} en autos del año, al filo de la medianoche, por
las avenidas largas, delineadas y poco transitadas de la ciudad.
La oportunidad de ganar dinero fácil hace que algunos jóvenes se involucren en el negocio
de las drogas, mientras que muchas adolescentes, más que aspirar a un mejor nivel
cultural, se sienten orgullosas de tener una relación sentimental
con personas involucradas en el narcotráfico.
La {narcocultura} ha calado fuerte en la mentalidad de muchos
adolescentes al grado de que hay una aspiración a pertenecer
a los cárteles por el hecho de que les proporcionen un auto de lujo, armas, dinero y droga.
Los jóvenes son reclutados
para cuidar residencias, llevar pequeños cargamentos hacia Estados Unidos o, en el peor
de los casos, como sicarios,
para ejecutar a los enemigos de sus patrones. También son alistados como {puchadores}
para vender droga al menudeo.
Los narcocorridos
La gran demanda de drogas y la ventaja estratégica de los cultivos del noroeste mexicano
consolidaron
de manera definitiva el poder de los traficantes sinaloenses. No es extraño entonces que
surgieran
composiciones populares para ventilar las odiseas, ética, estética y mitos de los
narcotraficantes. Los {narcocorridos} fueron “el vehículo para dar a conocer a un público
más amplio una versión diferente a la oficial, de la historia de los traficantes
de drogas”. 7
Los corridos hablan del mundo del narcotráfico “en un lenguaje simple,
directo y comprensible por un gran número de gente con escaso capital
escolar, habitantes de regiones que producen y transportan droga” y, por consiguiente,
más cercanos, por sus vivencias diarias, a las historias descritas en este género musical, pero
pronto trascendieron las barreras geográficas, de clase y estéticas.8
El mito de Malverde
Cuentan que un arriero le pidió ayuda para encontrar unas mulas extraviadas. Y como le
cumplió, el hombre bajó el cuerpo y le colocó piedras alrededor y encima (no lo enterró
obedeciendo la prohibición). El hecho se difundió y la gente comenzó a visitar la tumba
para pedirle favores.
Sobre Malverde se han escrito libros, reportajes, películas y guiones teatrales. Los
testimonios de favores concedidos se muestran en fotografías y placas de metal que
cubren las paredes de la capilla. El pueblo ha creado un culto a su figura que ha
trascendido el ámbito regional y nacional, para llegar a Estados Unidos, Centroamérica y
Europa.
“En algún momento de su existencia, que coincide con el repunte y desarrollo acelerado
del mercado de las drogas en Estados Unidos, los traficantes más creyentes lo adoptaron
como protector espiritual. Un patrono de origen local y popular, como ellos, con más
puntos en común desde su perspectiva que los de la iglesia católica”, reseña un estudio de
Luis Astorga. Y tan es así que las serenatas, con alegres notas de la tambora, se escuchan
casi a diario en la capilla. Malverde es hoy, a pesar de muchos sinaloenses, un icono que
identifica a Culiacán. Y más que eso, un mito que cada vez sorprende más a propios y
extraños.
El pacto maldito
Badiraguato
La carretera que une a estas dos poblaciones tiene una particularidad. Fue construida hace
15 años por un hombre originario de los alrededores, con dinero propio, a fin de conducir
hasta su rancho con más comodidad. El camino no tiene señalamientos viales porque,
según los pobladores, su coterráneo —que dicen era un {narco pesado}—, no quiso dar
facilidades de tránsito a sus perseguidores, en caso de haberlos. Y no había necesidad de
aviso alguno cuando él y su gente conocían el trayecto como la palma de su mano.
Complicidad interinstitucional
El militar había sido promovido como zar antidrogas de México en diciembre de 1996.
Dos meses después, la Secretaría
de la Defensa Nacional (Sedena) anunció que el general había “traicionado” a la institución
militar y “atentado contra la seguridad nacional”, al brindar “protección”, durante varios
años, a uno de los principales barones de la droga.
Luego de deslizarse de las aeronaves por cuerdas de una altura de 40 metros, los soldados
interrogaron y torturaron a cuatro de los encargados del rancho, catearon el inmueble sin
orden judicial, recorrieron los caminos aledaños a bordo de dos camionetas sacadas de la
bodega del rancho, para luego hacerlas volar con explosivos.
Pero si se presume que grupos militares están al servicio del narcotráfico, los cuerpos
policiacos del estado no dejan la menor duda. En septiembre de 2004 asesinaron a ocho
personas en el estacionamiento de un cine de Culiacán. Uno de los acribillados era
Rodolfo Carrillo Fuentes, apodado {El Niño de Oro}, uno de los operadores del Cártel de
Juárez.
La Operación Cóndor
La Operación Cóndor trajo consigo éxodo masivo de campesinos serranos hacia las
ciudades y cientos de casos de tortura y violación de los derechos humanos. Los soldados
patrullaban
las calles y los helicópteros sobrevolaban la ciudad en forma constante. Aunque
centenares de residencias fueron cateadas en colonias como Tierra Blanca y Chapultepec,
ningún
narcotraficante importante fue detenido. La mayoría de las personas enviadas a prisión
eran simples peones.
Legalización
Así las cosas, el narcotráfico tiene muchas aristas, que repercuten en la vida económica,
política, social y cultural de Sinaloa. {{n}}
1 Según fuentes de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Sinaloa y archivos del
6 {Ídem.}
Astorga.
8 {Ídem.}
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