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ACT para la ansiedad: cuando la exposición no es suficiente

Aunque son muchas las terapias que trabajan los trastornos de ansiedad, no todas consiguen
superar las dificultades que la exposición con prevención de respuesta plantea. Se propone
la ACT como alternativa, puesto que no busca la supresión de los síntomas de manera
directa y sí la aceptación y la toma de decisiones respetando los valores.

Los trastornos de ansiedad tienen una prevalencia cada vez mayor en prácticamente todos
los estratos de nuestra sociedad. Ante la creciente demanda, son mucho los que demandan
una solución para este tipo de afecciones.

No obstante, la realidad es que las recaídas en los trastornos del estado de ánimo y en los
trastornos recogidos en el espectro de la ansiedad son muy numerosas. ¿Cuál es, por tanto,
la opción más eficaz para el tratamiento de los trastornos de ansiedad? Presentamos en el
siguiente artículo la opción de la ACT para la ansiedad en un momento en el que todo lo
demás parece tener fallas.

El objetivo de la terapia de aceptación y compromiso —o ACT— es el de conseguir que el


cliente aprenda a vivir de manera completa, plena y significativa. Deja de ser tan relevante
la supresión del trastorno, en este caso la ansiedad. Quiere ayudar al cliente más allá del
problema que plantea.

La ACT es, por tanto, un tipo de terapia que pretende cambiar el planteamiento de vida de
las personas. Esto se consigue reduciendo los niveles de sufrimiento que la persona tiene.
aumentando su vitalidad y ganas de seguir adelante a través de un futuro, unos valores por
los que quiere seguir luchando.

Se resume en debatir, conocer y trabajar sobre aquello que la persona quiere hacer —cuyas
circunstancias ahora no se lo están permitiendo— sin generar disonancia con sus valores.

Los objetivos concretos de la ACT

Aceptarse a uno mismo y a los demás —pensamientos negativos, recuerdos…—. El cliente


ha de aceptar aquello que está experimentando si quiere actuar de una manera adaptada. Por
ejemplo, para afrontar el proceso de duelo tendrá que asumir la pérdida. Por otro lado,
puede dar un gran paso si logra identificar sus puntos débiles como oportunidades, retos o
desafíos para mejorar… y no como fuente de amargura.

Elegir una dirección consecuente con la jerarquía de deseos y necesidades. Con


independencia del trastorno, en este caso ansiedad, el trabajo que se hace con el cliente
atendiendo a los valores de este es un trabajo importante. En este sentido, seguir unos
valores que no son los propios puede generar un gran malestar.

Comprometerse a llevar a cabo acciones para ir caminar en la dirección pactada. Una vez se
han elegido los valores más relevantes en la vida de una persona —puede ser el bienestar de
un hijo, la consecución de objetivos en el trabajo, el desarrollo académico o el cultivo de la
mente…— se ha de trabajar con la persona para que sus acciones, estén relacionadas con el
trastorno o no, se dirijan siempre a esos valores estipulados.

El problema central de las terapias cognitivo-conductuales

Plantear la ACT para la ansiedad surge por la incapacidad de otros modelos y corrientes
terapéuticas de corregir esa ansiedad. En terapia, se busca que la persona sea capaz de
gestionar sus momentos de ansiedad, dándole herramientas para ello.

También se establecen debates socráticos y y se plantea una reestructuración cognitiva para


mejorar los automatismos con los que la persona se relaciona con el mundo, relación que
puede verse viciada por esquemas cognitivos disfuncionales y pensamientos irracionales.

El fin último de todas estas herramientas no es acabar con la ansiedad en sí, sino trabajar
con la persona para que su relación con los acontecimientos sea diferente; la ansiedad,
usualmente, se irá reduciendo a partir de estos cambios.

La EPR o exposición con prevención de respuesta

No obstante, hay una técnica que se utiliza específicamente para reducir los niveles de
ansiedad y poner en marcha procesos de habituación y pruebas de realidad. Esa técnica es
la exposición con prevención de respuesta —o EPR— que trata de eliminar aquellas
conductas, mentales o fácticas, que eliminan la ansiedad en un primer momento mientras
que la prolongan en el tiempo.

El problema de la EPR es que, aunque tiene un impacto clínicamente significativo en


aquellos que se someten a ella, es también una técnica con tasas de rechazo y abandono
altas. Aproximadamente un 25 por ciento abandona la exposición y entre el 5 y el 22 por
ciento rechazan someterse a una. Esto se debe a que esta técnica puede generar sensaciones
intensas y desagradables que van a demandar energía de otros pilares del paciente, como
pueden ser la motivación y el apoyo social.

Por ello, la ACT para la ansiedad y su planteamiento del trastorno como un trastorno de
evitación experiencial se convierte en una buena opción cuando la supresión de la ansiedad
se complica a través de intervenciones más estudiadas y aplicadas.

¿Qué aporta la ACT en el tratamiento de la ansiedad?

Desde la ACT se propone una intervención macada por unos elementos específicos. Es
importante recordar que la aceptación supone asumir, también, aquello que no se puede
cambiar —o al menos, no en ese momento— y conseguir una mejora en aquellas facetas de
la vida donde sí hay margen de actuación. Aceptar es sinónimo de experimentar los
acontecimientos sin defenderse, sin pensar, sin evitar.

Estos son los elementos que Eifert y Forsyth (2014) exponen como útiles en la ACT para la
ansiedad:
Reformulación del contexto clínico: el gran problema de la terapia tradicional es que
supedita la reducción de los síntomas a vivir de forma plena. Si no se reducen esos
síntomas primero, en este caso los asociados a la ansiedad, la calidad de vida difícilmente
mejorará. En la ACT la dinámica no es la misma y la supresión de los síntomas es algo
irrelevante para acometer objetivos.

Objetivos y metas de tratamiento más flexibles. El objetivo es mucho más amplio, cuando
usualmente suelen ser objetivos concretos que pueden inducir tristeza o impotencia cuando
no son alcanzados. Lo que se quiere conseguir con la ACT para la ansiedad es terminar con
esos estilos de vida que alejan a la persona de sus valores.

Recontextualizar la exposición: la exposición se aplica con matices. El objetivo directo de


esta no es la reducción de la ansiedad —aunque seguramente se acometa por los
mecanismos que funcionan en la exposición—. Puede no haber habido una reducción de
esa ansiedad, pero la terapia haber sido exitosa.

Medios para la recogida de información: se promulga la utilización de entrevistas clínicas


no estructuradas y no basadas en diagnósticos. La etiquetación en uno u otro trastorno es un
arma de doble filo que puede llenar a la persona de prejuicios y estigmas. Muchas de las
cosas que se tratan en terapia no son un trastorno en sí mismo, pero un patrón poco
funcional en ese momento. Ademas, la ACT trata los procesos esenciales y generales de las
vivencias anómalas de miedo y ansiedad, y no trastornos concretos tan diferenciados.

Conclusiones, ¿es útil la ACT para la ansiedad?

La ACT es una variante terapéutica que puede ser útil para el tratamiento de los trastornos
de ansiedad. Es a su vez un tipo de trabajo complicado donde se tienen que tener en cuenta
componentes como la desesperanza creativa del cliente, su aceptación y disposición —se
pueden usar cuestionarios como el AAQ o el WBSI para medirlas— y su grado de
experimentación en relación a su necesidad de control.

Los estudios acerca de la ACT para la ansiedad parecen prometedores. Sea como fuere, es
una terapia que trata de solventar los problemas que plantea la EPR sin prescindir de todo
su poder. Es, por ello, un ejemplo de que todas las corrientes terapéuticas pueden sumar
para conseguir el resultado deseado.

En este caso, la mejora de la calidad de vida de la persona sin atacar directamente la


ansiedad, buscando que esta disminuya como una consecuencia de los cambios
introducidos.

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