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Últimos estudios sociológicos indican que para el año 2050 el 90 por ciento de la
población mundial va a concentrarse en las ciudades y, en especial, en las grandes urbes.
Entonces, sin hesitación, podemos decir que la única forma de contener semejante número
de personas será mediante el crecimiento “hacia arriba” o vertical de esas
conglomeraciones.
Con la puesta en marcha del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (CCyCN ) a
partir del 1º de agosto de 2015, la Propiedad Horizontal (PH) y el derecho inmobiliario
en general han tomado un auge superlativo.
Los acápites del nuevo ordenamiento supra mencionados, recogen la vasta jurisprudencia
y la prolífera doctrina autoral especializada durante los más de 60 años de vigencia de la
hoy derogada ley 13.512, impulsora del sistema de la propiedad horizontal argentino,
armonizándola y con apoyatura en la práctica consorcial y alguna experiencia comparada,
dando lugar a una moderna concepción codificadora.
La trama de relación de la PH con otras ramas del derecho y diversos institutos jurídicos,
así como también con organismos públicos y privados es, en la actualidad, enorme, atento
a la profusa normativa reinante.
“a) Aspectos Sociales: Se trata de una cuestión específicamente atinente a esta gran urbe,
con densidad de población asentada en escaso espacio físico. La casuística nació a raíz de
las migraciones internas en el Territorio Nacional, a partir del año 1930, con gran
movilización de masas uniformes desde el campo hacia la ciudad industrializada que los
albergó como pudo, sin diagramación ni coordinación previa. Implicó la invasión de
cientos de miles de personas en poco terreno y con poco poder adquisitivo, generando un
volumen demográfico insostenible. La solución práctica fue la construcción vertical de
pisos con distribución de gastos compartidos. El sistema de PH abarca hoy unos 75.000
edificios, mayoritariamente de cinco (5) o más pisos, con un promedio de veinte (20)
unidades funcionales, de los cuales un diez por ciento (10%) son destinados
exclusivamente para actividades profesionales y el resto a vivienda, alcanzando a 2,5
millones de habitantes y más de 3 millones de usuarios diarios; cantidad que no cesará de
crecer en los próximos años, ya sea por el aumento poblacional, por los planes de vivienda
actualmente en desarrollo y por la tendencia creciente a vivir en edificios de
departamentos y otras formas de propiedad horizontal. Hoy no solo se utilizan como
paliativo a la crisis habitacional sino como elementos de lujo, de categoría social y de
asentamiento de oficinas no habitables, consultorios, bufetes, sedes empresariales y toda
otra finalidad cuando son destinados apto profesional. Tampoco se puede soslayar la
realidad de los que son adquiridos motivados por inversión y destinados a la producción
de frutos civiles renovables, es decir, de alquileres por períodos legales renovables
indefinidamente. En fin, es la Propiedad Horizontal el Sistema que posibilita a hombres
y mujeres asociar esfuerzos en pos de una meta común: vivir o desarrollarse en un lugar
determinado. Al igual que en las sociedades comerciales, en esta que es de carácter
meramente civil, también se hacen aportes para contribuir a su estabilidad, aunque solo
se comparten pérdidas (pago de expensas) y no ganancias; las responsabilidades no se
limitan al capital aportado sino a la totalidad del bien propio (unidad funcional) en forma
solidaria, ilimitada y prorrateada, y aun cuando exista derecho a repetición de partes
proporcionales, lo cierto es que cualquiera puede perder su hogar (u oficina, consultorio,
etc.) por incumplimientos no imputables a él, sino por inobservancia de las reglas,
impericia en la ejecución u omisión de hechos y actos jurídicos, o negligencia atribuible
a otros comuneros o a quien los administra. En esto radica y se vuelve fuerte la necesidad
de contemplación estatal para organizar y controlar su funcionamiento, a fin de evitar que
el sistema de la Propiedad Horizontal sea solo una fuente de penuria económica,
sufrimiento e indignidad para dos y medio millones de ciudadanos de nuestra Ciudad y
doce millones en nuestro País. Si bien se trata, originariamente de una problemática de
las grandes ciudades, progresivamente se han comenzado a construir en otras poblaciones
de menor número de habitantes, edificios de departamentos y otras formas de propiedad
horizontal. Debemos destacar aquí que la gran cantidad de proyectos de viviendas sociales
que se están encaminando actualmente, impulsadas por el Instituto de la Vivienda en la
Ciudad, y por el Instituto Provincial de la Vivienda en Buenos Aires, por ejemplo, que
constituyen una de las políticas esenciales del Gobierno Nacional para dinamizar la
economía, pasarán a formar parte de este régimen, incrementándose así en forma
significativa el problema que estamos planteando. La protección de estos nuevos
propietarios a partir de un adecuado marco jurídico, complementaría adecuadamente esta
importante política social. Al respecto, en nuestra conciencia, y hasta en el inconsciente
colectivo, está siempre presente la idea del “techo”, de la “casa propia”. Sin embargo, a
pesar de que todo el entorno socio-cultural y jurídico apunta a la propiedad privada, este
derecho le es cotidianamente cercenado a cualquiera de esos 2,5 millones de ciudadanos,
cuando deben someterse a la fuerza de los votos para la toma de decisiones colectivas,
sin estamento, peldaño u orden superior donde hacer valer la razonabilidad, conveniencia
o mérito de las minorías, dado que los votos no suelen obedecer a razones de interés
general, sino a influencias, amiguismos, simpatías y hasta componendas en pos de
intereses particulares, o de un grupo determinado, o sencillamente del administrador.
Sabemos, quienes hemos participado continuamente en Asambleas consorciales, que
dichos votos son “emotivos” y no “racionales”, al tiempo que es dictatorial la metodología
de los administradores en impugnación de representaciones, concesión de la palabra,
cómputo de los votos, interpretación del Reglamento, y determinación de mayorías
aplicables. Resultando que millares de propietarios devienen privados del manejo
personal de su propiedad. Este es uno de los hechos fundamentales que ha dado lugar a
la formación de tantas asociaciones de defensa de los consorcistas. El sistema se agrava
cuando los propietarios, o inquilinos en representación no acuden a la reunión (asambleas)
por falta o deficiente citación, por imposibilidad de fechas, horarios o traslado al lugar de
celebración, disminuyendo aún más la participación. Aumenta el desconcierto la falta de
claridad en los encabezados del temario a tratar, lo que suele derivar en resoluciones muy
alejadas de lo que el consorcista suponía como temas a debatirse. Por último, es también
común que directamente no se convoque a la asamblea y que todo sea resuelto
unilateralmente por el administrador, o solapadamente con anuencia de consejeros
quienes rara vez, si es que alguna, consultan a los demás propietarios acerca de sus
opiniones sobre intereses personales. Se estima que la mitad de los consorcios no se reúne
en asamblea en dos o tres años. Resumiendo, estos propietarios no son, paradójicamente,
dueños de su propiedad. Esos inquilinos no ejercen, durante el período de alquiler, todos
los derechos del tenedor de una cosa. Se trata pues, de un claro caso de desigualdad ante
la Ley. Respecto de las insuficiencias de la legislación vigente es de destacar que nunca
se reguló el marco de las posibles acciones del propietario para defender su derecho de
propiedad ante las resoluciones inconvenientes de las mayorías. Nótese que, en el
espectro social ampliado, una sociedad civil como país, el individuo puede procurar la
inconstitucionalidad de la norma que lo afecta, o bien ante los tribunales o bien ante la
autoridad administrativa que la impuso. Bien, en el caso pequeño, en la mínima y
primigenia célula de esa organización social, el consorcista no tiene esa autoridad de
contralor activa para reclamar. Tampoco la tiene para dirimir cuestiones de convivencia
de los consorcistas entre sí, tales como ruidos, olores, vibraciones o inmisiones en general
que superan la normal tolerancia. Apenas las unidades fiscales ejercen poder de policía
público con impedimento de inmiscuirse en intereses privados si no se trata de delitos,
contravenciones o faltas. Tampoco se ha trabajado sobre los derechos colectivos y
privados frente a la constructora, por vicios ocultos o defectos de construcción. No existe
quien defina (más allá de la redacción del nuevo artículo 2041, inciso f) del Código Civil
y Comercial) si la rotura, o el desperfecto se produce dentro o fuera de la unidad funcional
(si no es, claro, teniendo que llegar al peritaje de un juicio, meses o años después)
Tampoco se ha trabajado mucho sobre el derecho especial de apoyo y reparación de
medianeras que involucra a consorcios linderos, puesto que casi absolutamente todos
superan la medianera común de los 3 metros de altura. No se conocen las funciones ni
tareas del administrador, ni las del encargado, ayudante u otros trabajadores del edificio.
No se sabe bien qué hacer ante urgencias o imprevistos que afectan a uno o a muchos, si
se puede acceder a sala de máquinas por modo propio, si se pueden cortar servicios
colectivos, si se puede o no irrumpir en unidades contiguas a fin de evitar males mayores
en ejercicio del derecho de condominio. Y si bien muchas de estas cuestiones pueden
creer resolverse a través de los llamados Reglamentos Internos, lo cierto es que la falta
de formación educativa y de impulso a la participación de los vecinos consorciales es el
mal mayor y primero a erradicar. Por ello se precisa de un organismo que los nuclee,
aliente, instruya y prepare para este tipo de convivencia social en un “Consorcio”. Pero
no solo de copropietarios se trata, sino también de los inquilinos, que conforman un
padrón entre el 20 y 25% del total de consorcistas, ya que su participación en
representación de los propietarios en las Asambleas debería quedar asentada ya en el
mismo contrato de alquiler por el período allí consignado, sin pretensiones de nuevas
autorizaciones periódicas. Fundamental resultan las aprobaciones automáticas en
segundo llamado de asambleas para las Rendiciones de Cuentas de los administradores,
ya que se suelen purgar malas gestiones administrativas. Al respecto tiene aseverado el
más alto Tribunal jurisdiccional, es decir las diversas Salas de la Exma. Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Civil que no se debe tratar de un informe numérico contable sino
dar detalle preciso y cronológico de cada operación efectuada en nombre, por cuenta y
por orden del Consorcio, que posibilite evaluar las mandas de la asamblea, el
cumplimiento de ordenanzas y disposiciones gubernamentales, los parámetros de
presupuestos, garantías, plazos y opciones de contrataciones, la viabilidad que tuvieron y
el resultado final de cada servicio contratado, es decir oportunidad, mérito y conveniencia
de cada uno de los actos, hechos u omisiones del administrador. Los sobreprecios pagados
por emergencias, reparaciones no previstas, abonos y obras suelen crear un “adicional
ilegítimo” en favor del administrador que los contrata, del orden del 40% de
sobrefacturación de expensas mensuales, siendo que éstas representan entre el 5% y 10%
del ingreso económico familiar. Estos datos indican que los niveles de negociación con
los proveedores de servicios, abonos, obras y emergencias se pueden mejorar
notablemente cuando se lo hace por cantidad, a través de un Organismo que agrupe el
interés de los consorcistas. Lo mismo respecto a los seguros obligatorios y la contratación
de profesionales para el cumplimiento de informes técnicos derivados del cumplimiento
de Ordenanzas municipales o disposiciones gubernamentales vigentes (vgr. Ley de
conservación de fachadas y balcones). Tampoco ningún grado de participación en otra
importante incidencia de los gastos comunes, cuál es la remuneración del personal, puesto
que los Convenios Colectivos vigentes han sido cerrados con entidades de
administradores que jamás representaron a los consorcistas para esos fines de
Negociaciones paritarias. En fin, no hay instancias intermedias entre la Asamblea –o peor
aún, la simple decisión del administrador sobre una situación de hecho– y los Fueros
Judiciales. No hay organismo alguno con autoridad de control y poder de policía que
eduque, acompañe, asista, verifique y corrija un mundo de factibles y reales fuentes de
conflictos basadas en tantos vínculos jurídicos y sociales como se han presentado.
Capítulo aparte, y especial, merece el tratamiento de las negociaciones paritarias
mencionado, con el sindicato de empleados de los consorcios (encargados), que hasta
ahora han sido convenidas por tres cámaras que nuclean a nuestros administradores
(algunos), representando supuestamente nuestros intereses, pero con tres observaciones
fundamentales: esas tres cámaras (CAPHAI, AIERH y UADI) no nuclean a todos los
administradores, de hecho, la mitad o más no están nucleados en ninguna de ellas; de los
afiliados a ellas nunca fueron todos a las reuniones preparativas de las paritarias a emitir
su opinión y voto; y –fundamentalmente- jamás ninguno de los que fue, de los que se
reunieron y de los que nos representaron solicitaron a “su” Asamblea de copropietarios
(es decir a su mandante) la orden (la “manda”, precisamente) de lo que tenían que debatir
y negociar en favor de su poderdante; lo cual hace caer la base inescindible del mandato;
y todo ello, al margen de indicar que se trata de una diligencia excepcional que no es
propia ni común de sus tareas de administración y conservación del consorcio. Aúna esta
posición la nueva redacción del artículo 2067 inciso f) del Código Civil y Comercial que
limita la autoridad del administrador con el personal a la decisión previa de Asamblea,
derrumbando los pilares que sostenían la postura de las Cámaras en que el administrador
poseía esa facultad por sí solo (antes sí) y eso le daba el derecho de negociar salarios. Son
estas y otras circunstancias, que se omiten por ser de público y notorio conocimiento para
todo aquel que habita en Propiedad Horizontal (PH) las que dan la base necesaria a la
incorporación del Ente Consorcial al Sistema de la Propiedad Horizontal para que
empadrone, eduque, controle y represente al Sector Consorcista, a través de los canales
ya organizados a ese fin, léase: las asociaciones que con cierta vigencia y regularidad han
actuado y actúan en defensa de sus derechos, por un lado; y a través de la
descentralización democrática comunal, léase: los funcionarios comunales electos desde
las asociaciones barriales o consejos vecinales.
Asimismo, según surge del artículo 53, ley 24.240, se aplicarán al presente las normas del
proceso de conocimiento más abreviado que rijan en la jurisdicción. Corresponde,
entonces, la aplicación del juicio sumarísimo, de conformidad con el artículo 498 y
concordantes del Código Procesal.
Así, a los conocidos contratos inmobiliarios que la tradición jurídica arrastra desde los
comienzos del derecho privado (compraventa, locación, permuta, comodato, fianza, entre
otros) se han anejado las modernas formas de contratación que traen aparejados el
fideicomiso y leasing inmobiliarios, las locaciones comerciales complejas e instrumentos
que permiten su financiamiento como ser el crowdfunding.
El nuevo Código unificado, asimismo, nos presenta novedades en los ahora nominados
contratos de obra y servicios que tan íntima relación tienen con la construcción
inmobiliaria y la actividad de los profesionales del rubro, a la par que las UTE y los
consorcios de cooperación se manifiestan como instrumentos aptos para los desarrollistas
e inversores del sector.