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Campaña para motivar a denunciar los delitos sexuales a menores

12 de diciembre, 2018 - 13h03


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Ambato -
Con la presentación de artistas de planteles educativos, juegos populares,
zanqueros, globos y mucha alegría se realizó este miércoles el inicio de la
campaña 'Yo vivo sin violencia infantil', que se cumplió la mañana de este
miércoles en el parque de Las Flores.
La campaña tiene el objetivo motivar en la población la necesidad de denunciar
los delitos sexuales en contra de niñas, niños y adolescentes.
Marianela Camino, maestra de la unidad educativa Eloy Alfaro, considera que
es positiva la campaña porque permitirá despertar en la ciudadanía, pero
especialmente en las niñas y los niños, la necesidad de hablar en caso de ser
víctima de un delito sexual.
Señaló que este tipo de delitos no son recientes porque lamentablemente se
han venido generando desde hace muchos años, pero que el silencio ha hecho
que queden en la impunidad muchos casos, por lo que ahora con la campaña
se espera que la víctima o la familia hable, que busque ayuda en caso de ser
víctima de este tipo de delitos.
Asimismo, el oficial policial recordó que para las denuncias de delitos sexuales
se habilitó el número 1800 (335486) delito, opción 4, en donde cada caso se
tratará bajo confidencialidad para que no haya temor de dar a conocer estos
hechos.
Dijo que durante todo el 2019 se llegarán con diferentes actividades como
charlas de sensibilización a instituciones públicas y privadas, así como a los
planteles educativos, pero especialmente a los sectores en donde hay mayor
incidencia de delitos sexuales, que en el caso de Ambato es desde el barrio
Letamendi hacia el sur de la urbe.
Alberto Viñán, fiscal de Adolescentes Infractores de Tungurahua, comentó que
hace aproximadamente cinco años que comenzó su trabajo, conocía de delitos
como el robo y substancias estupefacientes, pero que en la actualidad las
cosas han cambiado porque el 95% de los casos son delitos sexuales.
Además, señaló que aunque sea difícil de creer, los delitos sexuales son
cometidos por adolescentes de entre 12 a 17 años, cuyas víctimas son niñas y
niños de entre 5 y 10 años de edad.
La gran mayoría de estos delitos son cometidos en los hogares, dentro del
grupo familiar, y una minoría se da en planteles educativos, especialmente
contra adolescentes de entre 12 a 16 años, señaló el fiscal Viñán. (I)

¿Qué es el abuso sexual?


Abuso sexual es toda actividad sexual sin consentimiento, entre dos o más
personas miembros de una pareja, compañeros, novios, cónyuges, discípulos.

Este abuso opera mediante actos sexuales intrusos, contactos, besos


sexuales, coito interfemoral, manoseos, penetración sexual o intento por vía
vaginal, anal y bucal; exhibicionismo, actos sexuales, frotamientos, comentarios
lascivos, pornografía o indagaciones para obtener información sobre la
intimidad sexual.
Intimidad
La Intimidad es el espacio del ser humano, bajo reserva en su interior, que no
puede ser divulgado, porque perjudica su honor; es el lugar donde mora la
esencia de la vida y, por lo tanto, merece el mayor respeto. Respetar la
intimidad de la persona es respetar su vida, su honra y la de su familia. La
intimidad protege el ámbito en el cual se desenvuelve la persona y su familia,
como el domicilio y las comunicaciones.
La intimidad es el aspecto más interior y profundo de cada ser humano, que
comprende los sentimientos, lo sexual y psicológico; la vida familiar y las
relaciones de amistad con los semejantes. La intimidad debe ser protegida en
el ámbito en cual se desenvuelve la persona y su familia.
Como la intimidad es un derecho importante en la vida, el Estado, la sociedad,
las leyes y cada ser humano tienen que garantizarla, respetarla y protegerla.

Legislación

Las legislaciones de todos los Estados garantizan la intimidad y la privacidad


de las personas. La Constitución ecuatoriana de 1998, en su Artículo 23,
numeral 8 preceptuaba que el Estado reconocerá y garantizará la intimidad, “El
derecho a la honra, buena reputación y a la intimidad personal y familiar. La ley
protegerá el nombre, la imagen y la vida de la persona”.
La Constitución actual, en el artículo 66, numeral 3, habla sobre “El derecho a
la intimidad personal”, que, incluye: La integridad física, moral y sexual”. El
numeral 20 de este mismo artículo reconoce “El derecho a la intimidad personal
y familiar”.
El Artículo 178 del Código Orgánico Integral Penal trata de este tema, así: “Art.
178. Sobre la violación a la intimidad determina que la persona que sin contar
con el consentimiento o autorización legal acceda, interprete, examine, retenga,
grabe, reproduzca, difunda o publique datos personales, mensajes de datos,
voz audio y video, objetos postales, información contenida en soportes
informáticos, comunicaciones privadas o reservadas de otra persona por
cualquier medio, será sancionada con pena privativa de libertad de un año a
tres años”.
Abuso sexual infantil
Es toda actividad de connotación erótica y/o sexual entre un adulto y un menor
de edad, haya o no violación.
Los principales medios empleados para abusar sexualmente son: amenazas,
coacción, contacto directo, conversación personal o telefónica, exhibicionismo,
forzamiento, fotografías, invitaciones, mensajes de texto, persuasión,
pornografía, seducción.
Causas
Son causas del abuso sexual: falta de educación en sexualidad; nula
instrucción; falta de protección de los padres a sus hijos; ausencia de valores y
comunicación entre padres e hijos; abuso de drogas o alcohol; mentales,
debido a aberraciones hormonales y problemas en la adolescencia y pubertad;
excesiva confianza en una persona desconocida; falta de atención de la familia,
convirtiendo al menor en víctima de la violencia intrafamiliar; abandono;
soledad infantil; legislación que no garantiza la protección eficaz de los
derechos del niño y adolescente; cultura promocionando el abuso infantil con
mensajes irresponsables, entre otras.
Violencia
La violencia es todo acto relacionado con la práctica de la fuerza física o
verbal, sobre una persona, animal o cosa, provocando, de modo meditado,
daño accidental. Es el uso de la fuerza física o psicológica contra la víctima,
para alcanzar los objetivos.
Tipos
La violencia se manifiesta en los siguientes tipos:

 Familiar. Es la producida por uno de los miembros del grupo familiar


sobre otro, produciendo una lesión física o psíquica.
 Docente. Ocurre en las aulas y es ejercida por personal docente.
 Laboral. Se ejecuta en el contexto laboral, abusando del poder. Se
expresa mediante maltrato verbal, acoso sexual y agresión física.
 En la comunidad. Son las agresiones sexuales, hostigamiento y robo.
 Institucional. Es la violencia causada por funcionarios públicos para
obstruir, obstaculizar, dilatar o impedir el uso y goce de os derechos
humanos.
 Femicida. Son los actos contra la Mujer, atentando contra su vida, la
seguridad y acceso a la Justicia
 Física. Es toda acción que causa un daño no accidental.
 Psicológica. Consiste en toda agresión sin contacto físico entre las
personas, empleando frases humillantes.
 Patrimonial. Se ejecuta causando daño a la supervivencia de la víctima,
mediante ocultamiento, pérdida, sustracción, destrucción, transformación
o retención de bienes o instrumentos de trabajo, documentos o recursos
económicos para satisfacer necesidades.
 Sexual, expresada en agresiones por medio de la fuerza física, psíquica
o moral, colocando a la persona en situaciones de inferioridad, para
someter el cuerpo y la voluntad de la víctima.

El Código de la Niñez y Adolescencia consagra el respeto a la integridad


personal, física, psicológica, cultural, afectiva y sexual, como uno de los
derechos a la protección de los menores de edad. La Integridad significa
actuar correctamente, conforme a principios y vivir de acuerdo a los valores
universales.
La integridad requiere bondad, honradez, rectitud, actitud para defender lo
correcto, bueno y justo. La integridad personal tiene como efecto la confianza
de las personas en cada ser humano. Una persona con integridad es alguien
en quien se puede confiar.
La Convención Americana de Derechos Humanos, en su artículo 5, inciso 1,
consagra que se debe preservar el cuerpo y la mente de los menores de edad.
Efectos
La violencia sexual produce: angustia; alcoholismo; agresividad; aislamiento;
alteraciones de la motivación sexual; bajo rendimiento académico; cambio de
hábitos de comida; conductas antisociales, auto lesivas o suicidas;
desconfianza; desesperación; desesperanza; depresión; drogadicción;
embarazos no deseados; miedo; hiperactividad; pérdida de control de
esfínteres; consumo de drogas y alcohol; pesadillas y problemas de salud y en
el comportamiento; probabilidades de influir en violaciones y de entrar en la
prostitución; problemas de identidad sexual; vergüenza; y,
promiscuidad.
Datos
En Ecuador: diariamente se presentan tres denuncias de violaciones de
menores de 14 años. Además que en el año 2013 se presentaron 634
denuncias de abuso sexual; y, en el año 2014, 271 denuncias.
Una de cada diez mujeres fue víctima de abuso sexual cuando fue niña o
adolescente, quienes callaron por temor a las consecuencias, por miedo a las
amenazas, vergüenza, impotencia.
El 90% de personas que abusan de un menor son miembros del círculo
cercano.
Conclusiones

 El abuso sexual es una lacra social que aumenta cada


día.
 El abuso sexual es un fenómeno invisible, porque se comete
aprovechando la soledad y el engaño.
 Existe la absurda idea de que se puede satisfacer el deseo sexual fuera
del marco jurídico, las veces que quiera y con diferentes personas.
 Nada justifica el abuso sexual, que sigue siendo un tema
pendiente.
 Las consecuencias de la violencia sexual son numerosas y perduran
durante toda la vida. Los padres deben conversar con sus hijos sobre
este tema.
 Es preciso promover y ejecutar campañas sostenidas sobre el respeto a
la intimidad del ser humano y para preservar, evitar y castigar a los
autores de esta violencia.
 El abuso sexual es un tema que debe ser analizado seriamente en los
establecimientos de educación.
 Hay que educar a las personas sobre los impactos negativos de la
violencia sexual.
 La Educación cumple un rol fundamental en la lucha contra el abuso
sexual.
 Edward James Olimos sostiene que “La educación es la vacuna contra
la violencia”.
 Charlotte Bunch considera que la “Violencia sexual, racial, de género y
otras formas de discriminación en la cultura no pueden ser eliminadas
sin cambiar la cultura”.

Violencia contra los niños

La violencia es tan frecuente que muchas personas no comprenden


que constituye un abuso, la toleran e incluso la justifican. El reciente
informe de UNICEF “Ocultos a plena luz” revela datos estremecedores
sobre la grave prevalencia de la violencia contra los niños, niñas y
adolescentes en todo el mundo.

En la mayoría de casos, las víctimas se quedan calladas. Es así que 7


de cada 10 niñas adolescentes entre 15 y 19 años, que sufrieron de
violencia física y/o sexual, indicaron que nunca pidieron ayuda,
muchas dijeron que no se percataban de que sufrían una forma de
violencia. Y casi la mitad de las niñas de todo el mundo (126
millones) creen que en algunas ocasiones se justifica que los maridos
o las parejas íntimas golpeen o agredan físicamente a sus
conyugues.
La violencia es un fenómeno sobre el que aún se conoce muy poco,
dado a que no se denuncia y que no se registran los casos en la
medida en que se debería. De ahí que, las cifras actuales pueden ser
apenas la punta de un iceberg.

En los datos del último informe de UNICEF, se evidencia que una


quinta parte de las víctimas de homicidio en todo el mundo son niños
y adolescentes menores de 20 años, siendo la región de América
Latina y el Caribe la que tiene la proporción más alta de víctimas de
homicidio de menores de 25 años (25.400).
A nivel mundial, otro dato alarmante es que alrededor de 120
millones de mujeres menores de 20 años (1 de cada 10) han
experimentado relaciones sexuales por la fuerza u otros actos
sexuales forzados.

En Ecuador en el año 2011, 204 personas de 10 a 19 años murieron


por homicidio y 223 por suicidio (8.6% y 9.4% del total de muertes
en este grupo etario respectivamente), según datos de las
Estadísticas Vitales 2011. Y de acuerdo a la Encuesta Nacional de
Violencia de Género y la Agenda Nacional de las Mujeres e Igualdad
de Género (2014-2017), 6 de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo
de violencia: psicológica, física, sexual y/o patrimonial; y 1 de cada
10 ha sufrido abuso sexual antes de cumplir los 18 años.
En el informe “Ocultos a plena luz” se demuestra que la violencia es
una constante en la vida de los niños de todo el mundo, y que ocurre
en los lugares donde los niños deberían estar más seguros: sus
hogares, sus escuelas y comunidades. Los principales agresores
comúnmente son los integrantes de sus familias, maestros, parejas
íntimas y vecinos, así como extraños y otros niños.

A nivel mundial, 6 de cada 10 niños de 2 a 14 años de edad sufren de


manera periódica castigos físicos a manos de sus cuidadores. En la
mayoría de los casos, los niños son objeto también de agresiones
psicológicas. En Ecuador, se registró en 2010 que aproximadamente,
4 de cada 10 niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años recibieron
un trato violento de sus padres por cometer un error o no obedecer,
según datos del Observatorio de los Derechos de la Niñez y
Adolescencia (ODNA).

La violencia no sólo les provoca a los niños daño, dolor y humillación


sino que puede causarles la muerte. Con frecuencia, los niños que
han sido objeto de abusos graves o de abandono tienen dificultades
de aprendizaje y desempeño escolar, pueden tener bajos niveles de
autoestima y sufrir depresión, lo que, en el peor de los casos, puede
ser motivo de que adopten conductas de alto riesgo y
comportamientos autodestructivos.

Los niños y niñas que crecen en hogares o comunidades violentas


tienden a interiorizar esas conductas como manera de resolver
disputas y a repetir ese tipo de pautas y abuso contra sus cónyuges e
hijos. Pero, además de las consecuencias trágicas para las personas y
las familias, la violencia contra los niños conlleva un grave costo
económico y social, desgarra el tejido social y socava la estabilidad y
el progreso, debido tanto al desperdicio de potencial, como a la
reducción de la capacidad productiva.

Las pruebas que aparecen en este informe nos obligan una vez más a
actuar por la realización plena de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes, y por garantizar entornos protectores en su vida
cotidiana. Para ello, es necesario romper con los patrones socio-
culturales y creencias que toleran la violencia. Todos podemos hacer
algo para poner fin a la violencia, comenzando por hacer visible lo
invisible.

En el país se reportaron 3 300 denuncias por violencia sexual. De ellas, 1 623 ocurrieron
en el sistema educativo y 1 677 fuera. Las cifras van desde enero del 2014 a mayo del
2018. Lo confirma María Fernanda Porras, subsecretaria para la Innovación Educativa.
Ella reconoce que hay un subregistro. “No todos denuncian. Hay amenazas y miedo”.
Del total de casos de abuso sexual, solo el 15% se denuncia y apenas el 5,3% alcanza
una sanción, según Unicef.
Susana Alvarado: “Las víctimas de
abuso sexual no solo necesitan una
reparación psicológica sino una social y
legal”
La psicóloga chilena ha trabajado con sobrevivientes de abuso sexual
cometidos por sacerdotes en Chile. Desde su experiencia explica por qué a la
sociedad le cuesta tanto creerles a las víctimas, y cómo son los procesos de
reparación de quienes han atravesado estos episodios de violencia.

la psicóloga chilena Susana Alvarado es especialista en terapia reparatoria


para niños víctimas de maltrato y de abuso sexual. En los últimos años ha
trabajado de cerca con personas que hace décadas fueron víctimas de este tipo
de violencia sexual por parte de sacerdotes. Pocos días después de publicar en
esta revista una investigación que reveló una decena de casos de abusos sexuales por
parte de un cura en Guayaquil, conversamos con Alvarado sobre la dimensión
psicológica de este tipo de abusos: por qué la sociedad no les cree a las
víctimas, cómo el abusador logra que el afectado calle, cuáles son las alertas
que como sociedad deberíamos detectar para evitar estos casos y cómo
debería ser el proceso de reparación para las víctimas.

Hace dos semanas en GK publicamos una


investigación sobre un sacerdote que habría abusado
sexualmente a una decena de adolescentes. En la
mayoría de casos, el cura había sido su guía espiritual.
En este contexto, ¿cuáles son las secuelas que un
abuso deja en las víctimas?
En su reportaje efectivamente lo que uno ve es que hay abuso sexual pero en
la base de eso probablemente, está el abuso de poder y en este caso
particularmente algo que se denomina abuso de conciencia. Esto es someter al
otro en función de la creencia de una religión y del poder que te da ser su
acompañante espiritual.
Probablemente el daño aumenta en ese sentido. Aunque es súper difícil hablar
de abusos más graves o menos graves (porque cualquier tipo de abuso es
grave) acá se dan una serie de variables que lo complejizan: lo prolongado en
el tiempo, el nivel de poder que llevaba el agresor, el tema de estar ligado a
una idea casi de sacrificio (que entendí yo, era una idea de sacrificarse para
obtener un beneficio de Dios), la instalación del secreto y el hecho que, al
menos en el caso de uno, no le creyeron en un primer momento.

Las áreas que se afectan cuando hay abuso sexual son múltiples. La más
evidente tiene que ver con el desarrollo de la sexualidad, no entendido como
orientación sexual o identidad sexual, sino con la posibilidad de experimentar
la sexualidad como algo sano, normal, placentero. La gran mayoría de las
víctimas reportan que su sexualidad se ve alterada, hablan de que lo ven como
algo pecaminoso —si está ligado a lo religioso— o incluso se sienten
culpables de sentir placer.

¿Qué otra alteración sufren las víctimas?


Si pensamos en el abuso sexual y particularmente en los casos que ustedes
describen —que eran bien potentes no solo en el ámbito sexual sino en el
físico por la agresividad a la que eran sometidos— ocurre que dejan de ser
poseedores del cuerpo. La relación con el propio cuerpo se ve alterada. En
general, se da un fenómeno que los psicólogos llamamos disociación, que es
un mecanismo de defensa que usamos todos. Es como desconectar. Si yo
estoy enfrentando una situación muy dolorosa y tengo que preparar una clase
por ejemplo, no puedo llegar llorando a la clase, tengo que desconectarme de
mi emoción para poder funcionar. En las víctimas de violencia sexual ese
mecanismo de defensa que usamos ocasionalmente, en general está
masificado. Es casi el único mecanismo de defensa porque para sobrevivir a
experiencias tan dolorosas piensan “lo único que me queda hacer es
desconectarme de mí mismo y particularmente desconectarme de mi propio
cuerpo”. Por eso es muy probable que nos encontremos con víctimas que
tienen dificultades para reconocer sus propias sensaciones, para reconocer el
dolor.

Parte de la dinámica del abuso sexual es que el agresor convence a la víctima,


por decirlo en palabras simples, de que lo que él percibe no es correcto y que
quien percibe lo correcto es quien agrede. Entonces “esto que yo hago y a ti te
molesta, es cariño” o “esto que hago y a ti te molesta es para ofrecerlo a
Dios”. Entonces ahí las víctimas comienzan a desconfiar de sí mismos y a
perder mucho poder y eso les dificulta su actuar en el mundo en diversas
cosas. Ellos necesitan confiar en ellos mismos y no solo se trata de confiar en
términos de lo que se conoce como autoestima sino de confiar en lo que ven y
lo que sienten. En el caso de las víctimas es como si no pudieran creer en lo
que ellos perciben.

Otro aspecto que suele alterarse en las víctimas de abuso sexual (sobre todo
cuando se da una relación de confianza, como lo que ustedes investigaron) es
que se altera muchísimo la capacidad de confiar en otros. Ahí ocurre hacia dos
lados: nos encontramos con víctimas que desconfían de todo el mundo
entonces son incapaces de construir relaciones de confianza, terminan muy
solos en la vida, o nos encontramos con víctimas que confían en todo el
mundo y no tienen la capacidad de discriminar quién es confiable y quién no.
Ellos terminan entrando en relaciones donde repiten patrones de abuso, de
violencia y en donde son traicionados muy fácilmente. Lo que sucede es que
como no pueden confiar en su propio cuerpo, como están desconectados, las
alertas que normalmente se nos prenden a todos seres humanos cuando otro
nos traspasa un límite, muchas veces a ellos no se les prenden. Entonces no se
dan cuenta que otro está traspasando el límite porque hay una alteración en
ese sentido.

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¿Cómo se explica desde la psicología que incluso la


gente más cercana a las víctimas no les creen cuando
les cuentan de un abuso?
Normalmente lo que se encuentra en cualquier caso de abuso sexual es que a
las víctimas no les creen. Y tiene que ver con un fenómeno muy propio de los
seres humanos: el abuso sexual es tan inconcebible que tendemos a creer que
no es posible, que no es parte de nuestra realidad.

Por ejemplo, por muchos años se habló de que el abuso sexual sólo ocurría en
sectores de pobreza. Y eso no es verdad sino que es transversal a todos los
niveles socioeconómicos. Por un lado está la imposibilidad de creer que esto
es parte de mi realidad, por otro lado la gran mayoría de casos de se dan por
personas que son de la confianza no solo de la víctima sino de su entorno.

Generalmente cuando los psicólogos describimos el proceso que hacen los


agresores para el abuso suena súper sistematizado porque ellos lo hacen en
automático. Pero no parten abusando inmediatamente sino que primero se
ganan la confianza de las familias y del niño. Parten con una relación que
parece sana, primero con transgresiones muy suaves. De hecho en el reportaje
de ustedes se describía muy bien: la dinámica del pecado tenía un camino, no
partía con lo más violento, era progresivo.

¿Qué suele pasar cuando una víctima cuenta lo que le


ha pasado?
Cuando la víctima habla, dice algo terrible que no queremos creer porque
pensamos “no puede ser parte de mi realidad”, (el abusador es) una persona en
la que confiamos mucho y además, generalmente, las víctimas ya están
debilitadas de alguna forma. Cuando son niños, socialmente les creemos
menos. Si son adultos, pensamos que son adultos que al haber sido abusados
han construido una estructura de personalidad, una forma de funcionamiento
en el mundo y muchas veces los hacen menos creíbles. Los relatos suelen ser
débiles porque como se produce esta disociación, el recuerdo no es tan exacto.
A veces se contradicen, hay fallas de memoria, te dicen que fue a los cinco
años y después que no, o sino lo cuentan una vez y a la vez siguiente no es
igual. Tendemos a creer que un relato verdadero es siempre igual y eso no es
verdad, porque nadie tiene la memoria así de privilegiada y estática. Los
relatos que son exactamente iguales y que no varían más bien deberían
levantarnos sospechas. Pero como no queremos que esto sea verdad lo vamos
a descalificar.

Por otra parte cuando una víctima cuenta es un terremoto, es una bomba
atómica tirada a su núcleo familiar, a la iglesia en la que participa, a su
entorno y frente al terremoto lo que queremos hacer los seres humanos es
volver al equilibrio, volver a la homeostasis que llamamos los psicólogos. Así
empezamos, quizás no tan directamente, a presionar a la víctima para que se
desdiga. Entonces lo que suele ocurrir es que las víctimas se retractan y
cuando lo hacen, eso se lo creemos enseguida. No les creímos cuando dijeron
que les había pasado el abuso, pero cuando dicen “no mira en realidad me
equivoqué” eso lo creemos en dos segundos porque es lo que necesitamos
para volver a nuestro equilibrio y seguir funcionando como si nada pasara.

La verdad es súper lógico no creer, es terrible. En general tenemos muy poca


información socialmente, las personas no están preparadas para que esto sea
parte de la cotidianidad. En Chile, por ejemplo, con todos los casos que hemos
tenido últimamente ya como que uno ve que está socialmente más instalado.
En Ecuador hasta donde yo sé no han tenido tantos casos.
En Ecuador hay quienes no comprenden totalmente
qué es el abuso sexual. Después de la publicación,
hubo quienes no identificaron a la dinámica del pecado
como tal.
Todos estos relatos que ustedes recogen, si bien tienen muchos elementos de
violencia y claro está la discusión si esto es tortura o abuso, son los dos
delitos. No conozco la tipificación ecuatoriana pero efectivamente es abuso
porque todas las víctimas relatan que después de terminada la dinámica y
antes de desamarrarlos el sacerdote iba al baño. Uno podría pensar que iba al
baño a masturbarse. Todas las víctimas relatan este rozamiento de la barba y
obviamente lo hablan desde el dolor, pero uno podría pensar que también hay
un grado de excitación sexual por parte del sacerdote y probablemente si uno
indaga más finamente en los relatos, se podría distinguir otras variables de
excitación sexual de él. Es un abuso de poder que tiene como objetivo la
gratificación sexual del agresor. Esa es una de las variables del agresor sexual.

Una vez que el abuso termina, ¿qué pasa con la


víctima?
Va a depender mucho de lo que pase en su contexto y en su entorno y de qué
posibilidad de acceso tenga a psicoterapia. Hay víctimas que después de que
se detiene el abuso no lo develan sino hasta muchos años después y esto sigue
manteniéndose en secreto y por tanto no reciben ayuda de ningún tipo. Ahora
en Chile, un caso que está muy mediático es el de los Maristas en donde hay
víctimas que están contando treinta años después de ocurrido los episodios de
abuso. Y las víctimas dicen “viví cuarenta años en un infierno”. Claro, dejaron
de ser abusados pero el daño sigue funcionando, incrementándose y el dolor
sigue así.

Si bien hay víctimas que son muy resilientes y pueden salir adelante por sus
propios recursos ese no es el contexto ideal. Si la víctima habló va a depender
qué pase en cuanto a credibilidad y reparación. No es solo una reparación
psicológica sino también social y legal. Es una reparación que implica que
como sociedad podamos decir “esto no debe ocurrir nunca” y que lo
hablemos, y que haya también memoria histórica. Eso es lo único que
posibilita que no siga ocurriendo. A veces tendemos a decir “bueno mejor no
hablemos porque genera más dolor” y la verdad es que las víctimas necesitan
que se hable y se reconozca.
¿Cómo se podría explicar ese largo tiempo que tardan
las víctimas en hablar?
Es una de las variables del abuso sexual. Esta dinámica tiene algo que Barudy,
que es uno de los autores más clásicos de abuso sexual, describe como la ley
del silencio. Una de las cosas que hace el agresor con la víctima es instalar
que esto no es algo que se pueda hablar y lo instala no necesariamente con
amenaza física, que sería la que uno más fácilmente podía pensar “si lo
cuentas te mato”, sino con una amenaza muy velada. En los casos que ustedes
publicaron, este sacerdote les decía que si ellos contaban el sacrificio no iba a
ser válido, como que aquello por lo que habían ofrecido esta dinámica no iba a
llegar a Dios. Si yo me someto a eso es porque necesito mucho alcanzar esto
otro, por tanto voy a guardar silencio, además me lo está diciendo alguien que
tiene poder y en quien yo creo.

Las víctimas suelen sentirse muy culpables por haber aceptado participar,
porque en la mayoría de los casos de abuso no nos encontramos con agresores
que le ponen una pistola en la cabeza. Eso ocurre, pero es el menor porcentaje
de los casos. Son agresores que seducen, que convencen y que hacen creer que
la víctima está participando libremente, entonces las víctimas se sienten
culpables y se sienten avergonzadas y los agresores se encargan de remarcar
eso. Muchas veces en los casos de abuso sexual uno se encuentra que los
mandan a confesarse después del abuso y les dicen “tú me hiciste pecar”. Eso
en Chile lo hemos visto en el caso de Karadima, en el caso de los Maristas.
Entonces si me tengo que confesar evidentemente el pecador soy yo, cómo
voy a hablar de esto si ese hombre pecó por mi culpa.

Y además les dicen algo que como sociedad les confirmamos “si tú hablas no
te van a creer” porque efectivamente cuando hacen algún intento de hablar o
lo insinúan, normalmente no les creen. Y es algo muy difícil y doloroso de
contar. Yo trabajo con víctimas cotidianamente y a las que han sufrido abuso
les duele aunque lo estén hablando muchos años después. Cuando lo hablan,
generalmente las primeras veces lo reviven, es volver a pasar por ahí,
evidentemente es algo que toma mucho tiempo hablar. Es cierto que como
sociedad les decimos “por qué no hablaste antes, por qué no lo contaste antes”
y eso es una nueva victimización porque es poner la responsabilidad en quien
no la tenía. Las víctimas no son responsables, no es su deber hablarlo, es
deber del agresor no haber actuado, no haber agredido y es responsabilidad, de
los que se denominan terceros (que somos todos los que de alguna forma
podemos mirar todo esto) de no haber sospechado o no haber protegido.
¿Cuál es el rol que juega el entorno, no solo el
inmediato sino también la sociedad en general sobre el
abuso? ¿Qué ayuda a que este contexto sea posible y
que hace que sea tan difícil para las víctimas
denunciar?
Creer que esto no pasa y que es un tema tabú es lo que facilita que ocurra el
abuso. Las estructuras de poder muy rígidas, sociedades muy machistas, muy
patriarcales o donde los niños no tengan derecho a voz también lo facilitan. El
tema de la obediencia ciega que esperamos que tengan los niños (“lo haces y
lo haces porque yo soy tu mamá”) no funciona porque cuando les enseñamos
eso es muy fácil que después obedezcan a cualquier adulto. También fallamos
en cómo entendemos confiar en otro. En general entendemos confiar como
confiar ciegamente, muchas veces se propone incluso desde la psicología
dinámicas como que te vendan los ojos y otro te lleva, y la verdad es que
confiar no es eso. Hay un concepto de confianza lúcida y tiene que ver con:
“ok yo confío en ti, pero confío viéndote, a partir de la diferencia, confío a
partir de aquello que me permite saber que tú eres confiable”. A los niños no
les enseñamos eso porque los adultos tampoco lo sabemos entonces nos
tiramos al vacío y no vemos las señales de alerta.

Por otra parte eso mismo les pasa a los adultos, confían ciegamente en estas
personas que tienen poder. Debemos aprender a reconocer las señales. Hay
víctimas adultas que dicen “yo me di cuenta de que esto que me había pasado
era abuso cuando escuché el relato de otra víctima en un programa” porque
como no formamos, no prevenimos, las víctimas no saben qué es adecuado y
desde allí no tienen cómo develar, no tienen cómo contarlo y tampoco les
enseñamos a los adultos en qué fijarse, a estar atentos para ver si a su hijo,
sobrino o primo le está pasando algo que debería preocuparnos.

Todos estos factores hacen que realmente sea muy complejo, y los niños
terminan quedando muy solos y nosotros como sociedad en lugar de
protegerlos, generamos casi un caldo de cultivo para que se den estos abusos.

¿Hay ciertas características para que una persona sea


más vulnerable al abuso?
Sí, hay personas que son más vulnerables y, en general, los agresores son
súper hábiles en descubrirlos, yo creo que ellos no es que tengan un listado en
la caja, pero tienen la sensibilidad, casi un radar para saber a quién agredir. A
mí me ha tocado saber que al menos dos sacerdotes con los que yo estuve
relacionada en algún momento de mi vida han sido denunciados por abuso
después y claro a mí no me pasó nada, porque probablemente yo tengo muy
pocas características de vulnerabilidad.

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En general son niños más introvertidos o muy desordenados, por decirlo de


alguna forma, que por lo tanto tienen muy poca credibilidad de los adultos. O
son muy tímidos, casi no hablan y están medio aislados a nivel social. O son
muy extrovertidos pero son como los chicos malos por decirlo de alguna
forma, por lo tanto lo que digan no va a ser creíble. Niños con baja
autoestima, con bajos recursos emocionales, que no tienen la capacidad de
leer las alertas, con poca red social, con familias que no están disponibles por
diversas razones o que no pueden estar disponibles, que pasan mucho tiempo
solos. Ahí hay algo que hacen muy bien los agresores y es ir aislándolos, les
van quitando su red social y ellos se van convirtiendo en la mayor red.
Mientras más aislados mayor posibilidad de ser abusados tienen.

Son niños con carencias afectivas de diversos tipos que buscan afecto en los
agresores, con poca capacidad de reconocer a los agresores, con poca
capacidad de reconocer sus emociones. Son extremadamente obedientes que
no saben reconocer sus propios límites. No sé cómo es en Ecuador, pero en
Chile hasta hoy lamentablemente es común saludar a todos de beso en la
mejilla y a los niños se los obliga a saludar así a pesar de que no quieran, eso
lo único que enseña es a transgredir mi propio límite. Yo cuando era chica me
acuerdo que tenía un tío que tenía una barba y me cargaba y la barba picaba.
Mi madre fue lo suficientemente atinada como para no obligarme. Pero a la
gran mayoría de niños sí los obligan. Entonces se va instalando el que tengo
que traspasar mis límites para complacer a los adultos y eso los va volviendo
más vulnerables.
Ahí se explica un poco mensajes que hemos recibido,
por ejemplo, a través de redes sociales de quienes
comentan “Pero yo estuve muy cerca del sacerdote
Intriago y a mí no me pasó nada. ¿Cómo así a ellos sí y
a mí no?”.
Claro, absolutamente. Los agresores son muy hábiles en saber a quiénes sí y a
quiénes no porque hacen un tanteo. Si a la primera que es muy sutil el niño
rápidamente se retira no van a seguir probando. Pero si no pasa, entonces no
lo va a detectar como abuso y ahí sí va a seguir intentando. Los agresores no
abusan de todas las personas con las que tienen contacto. Yo hice la primera
comunión con el Tato, un sacerdote que abusó de muchas niñas en Chile y
uno de los pocos que ha estado preso porque dejó embarazada a una y había
prueba de ADN. Era muy fácil que fuera preso. Pero yo hice la primera
comunión con él a los 10 años y no tengo ningún recuerdo de que él haya
traspasado algún límite.

Yo vengo de una familia en la que nunca me obligaron a traspasar mis límites,


donde fácilmente podía notar incomodidad si es que alguién se está pasando
de algo que yo no quiero, tengo unos papás bien puestos, soy muy poco
vulnerable. Pero no sé si alguna de mis compañeras de esa época, porque yo
me cambié de colegio, pasó por eso y nunca nos enteramos.

¿Cuáles serían las alertas para los padres de niños y


adolescentes a la hora de detectar un abuso?
Algo que es bien complejo en el abuso es que no existen (algo que en la
psicología llamamos) indicadores patognomónicos. No hay un indicador
exclusivo salvo las lesiones físicas que no están en todos los casos. Por lo
tanto lo que hay que mirar es un conjunto de signos o de cambios que por sí
solos no es posible decir “a este niño lo están abusando”.

Yo siempre digo, cuando doy capacitaciones en colegios o con otros


profesionales, que si se me empiezan a presentar varios del conjunto yo al
menos debiese tener como una de las hipótesis que a este niño lo pueden estar
abusando. Qué debo mirar: conductas sexualizadas poco esperadas para la
edad, los niños tienen interés en la sexualidad como jugar al papá y a la
mamá, pero no juegan al papá y a la mamá imitando un acto sexual. Entonces
si tenemos niños muy pequeños haciendo eso nos debiese levantar una alerta.
En adolescentes lo podemos identificar cuando hay promiscuidad. También en
los adolescentes algo que vemos mucho son los trastornos alimentarios,
adolescentes —hombre, mujer— que desarrollan anorexia o bulimia, porque
como el cuerpo se ve atacado, empieza a cambiar. Las autolesiones, no sé si
en Ecuador pasa mucho, pero en Chile se ve mucho que niñas se hacen estos
cortes superficiales, que no son intentos de suicidio sino más bien descargas
angustiosas. La correlación entre abuso sexual e intentos de suicidio es súper
alta.

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En niños más pequeños la enuresis, que es hacerse pipí, o la encopresis, que


es defecar en los pantalones, luego de haber logrado el control de esfínteres,
es llamativo. También niños que empiezan a presentar trastornos del sueño,
que tienen muchas pesadillas o que les cuesta mucho dormir y claro tu dices
esto puede ser cualquier cosa, sí, pero también puede ser abuso.

¿Y las alertas para el resto de la sociedad?


Lo otro de lo que hay que estar alerta es la dinámica. Por ejemplo, en el caso
que ustedes describen que a uno le debió haber levantado alerta: chicos que
iban tan de noche a la casa del cura. Eso es raro, porque no es una relación, es
imposible una relación de amistad entre un adolescente de 15 años y hombre
de 30 o 40 años. No hay amistad ahí, la amistad es entre pares y ahí no hay
pares. Yo puedo ser amiga de un cura porque es un adulto y yo soy adulta,
pero yo no podría ser amiga de un chico de 15 años. Puedo tener una buena
relación, puedo ser cercana, pero no soy amiga y por tanto no debiese estar a
solas en la noche, hasta tan tarde en un lugar. Probablemente si uno sigue los
discursos de este sacerdote hay discursos dichos que a uno le empiezan a
levantar una alerta, probablemente es muy vertical en el ejercicio del poder, es
muy culpabilizador, es muy bueno para sancionar y juzgar. Esas cosas a uno
le debiesen generar una alerta de que algo raro pasa aquí y de que quizás no
hay abuso, pero sí abuso de conciencia.
Una vez que han pasado por este tipo de eventos, ¿qué
es lo que viene después? ¿Cómo es el acompañamiento
para que puedan procesarlo?
Son procesos de psicoterapia en general, las víctimas necesitan poder acceder
a psicoterapia y muchas veces tener apoyo psiquiátrico porque hay una serie
de sintomatologías, como el trastorno de estrés postraumático, que requieren
fármacos para poder pasar por él de buena forma, porque o si no los montos
de angustia son demasiado elevados. Una de las consecuencias del abuso es
también este estado de hiperalerta, como si uno siempre estuviera pesquisando
riesgos y vivir así es agotador y eso la psicoterapia lo trabaja. Pero nos
demoramos montones en que eso baje y los fármacos también ayudan mucho.
Normalmente deberían tener acceso a ambos tratamientos para tener un mejor
resultado.

Ahora los procesos de psicoterapia, mientras más prolongado sea el abuso,


más sistemático, es decir mientras más repetido sea, más largos van a ser estos
procesos. En general duran años, no solo meses, y son procesos dolorosos
donde no solo van a necesitar el apoyo del psicoterapeuta sino también el
apoyo de su familia. Y en ese sentido general son procesos donde uno debiese
poder incorporar a la familia no para que vayan a todas las sesiones pero sí
para que entiendan lo que les está pasando, entiendan la sintomatología y
sepan cómo acompañar.

¿Qué pasa cuando el abusador está en la misma


familia? O en este caso algo tan cercano como el
párroco de la iglesia con el que los chicos se
confesaban.
Complejiza mucho más el tratamiento. Uno de los requisitos para el proceso
es que el abuso esté detenido, no haya contacto con el agresor, a no ser que
uno tenga casos muy excepcionales donde uno tiene un agresor que reconoció
de verdad, se arrepintió y accede a tratamiento. En la gran mayoría de casos
siempre hay un momento en el que se necesita la interrupción del contacto.
Hay un autor que habla que lo que hacen los agresores es establecer una
especie de hechizo, casi como generar un estado de trance y este no se puede
romper si no hay un corte en el contacto con el agresor.

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Quizá en casos como este que han sido abusados varios chicos, ya se han
agrupado varios de ellos. Incluso sé que hubo una reunión en la que estuvieron
otras personas abusadas por un sacerdote en otra ciudad y han hecho como un
grupo.

¿Qué tanto puede ayudarles estos grupos? ¿No resulta


contraproducente?
Ayuda, de hecho es lo que ha pasado en todas las partes del mundo. Si tú
revisas los casos en Boston, donde fue primera explosión de abusos de la
iglesia, se creó una agrupación, en Inglaterra hay otra, en Chile hay otra y es
un movimiento lógico y ayuda. Ayuda básicamente porque algo que hacen
muy bien los agresores es hacerle creer a la víctima que son los únicos, que
esto no le pasa a nadie más y que son los únicos porque ellos tienen algo que
hace que esto ocurra, entonces cuando aparecen más, forman un grupo. Y este
grupo se convierte en un soporte emocional muy potente que los dota de una
identidad que no es tan de víctima.

En Chile por ejemplo la Fundación para la Confianza ha acuñado el concepto


de supervivientes. Ellos no hablan de abuso sexual, hablan de supervivientes y
tienen razón porque muchas de las víctimas de abuso sexual se matan, se
suicidan. Entonces el haber logrado sobrevivir ya es un logro muy grande y te
da una identidad muy distinta a la de soy el único, estoy solo y te permite ver
que hay varios y que acá el problema no eres tú. Entonces, en general las
agrupaciones ayudan porque les permite construir un entorno no solo en la
victimización de ellos sino un trabajo social. La gran mayoría de estas
agrupaciones lo que han hecho es trabajar en función de la prevención, en
apoyar a otras víctimas y eso te da un sentido distinto a tu sufrimiento. Ahora,
diría yo, no reemplazan a la psicoterapia, son complementarios.

Y quizá en esta misma línea, ¿cómo pueden las


víctimas recuperar el control de sus vidas? ¿Cómo salir
de ese espectro del que fueron víctimas?
Primero sí o sí reconocerse como víctima, una víctima que no se reconoce
como tal difícilmente puede dar el paso siguiente y en general la terapia al
comienzo se enfoca en eso. En la medida que yo me reconozco como víctima
y voy depositando la culpa en el agresor y voy pudiendo, por ejemplo,
disminuir este mecanismo de defensa de disociación y voy pudiendo
reconectarme con mi cuerpo, con mis emociones, recuperar recuerdos, muchas
veces voy recuperando el control sobre mi propia vida. Pero es un proceso
largo que se da en la psicoterapia y en el que apoya pertenecer a estas
fundaciones.

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¿Puede sanar una víctima de abuso sexual?


Sí, puede sanar. Bueno yo no hablaría de sanar, porque sanar es como si fuera
una enfermedad. En general lo que se dice es que una víctima de abuso sexual
puede superar el trauma, puede rearmar una vida que no esté definida por el
trauma. Yo les digo a los niños “es como cuando te caes, luego te queda una
cicatriz”, lo que hace la psicoterapia es que ya no te duela, pero vas a tener la
cicatriz ahí siempre y vas a saber por qué te la hiciste.
El Ministerio de Educación actualizó las cifras de denuncias por violencia
sexual dentro y fuera del sistema educativo en el Ecuador. En total, la
entidad informó este lunes 23 de julio del 2018 que se receptaron 4 111
denuncias por casos de violencia sexual. Los datos van del 2014 al 27 de
junio del 2018. Hasta mayo hubo 3 300. De los mencionados, 2 274 se
cometieron fuera del entorno escolar, es decir, un 55,3%. El resto (1 837)
corresponde a casos que se dieron dentro del ámbito educativo. El
Ministerio, además, señaló que 734 resoluciones de casos archivados o
suspendidos fueron entregadas a la Fiscalía General del Estado para su
revisión. En la reunión de la Mesa Espacios Libres de Violencia, que se
llevó a cabo la semana anterior, se mostraron algunos avances para
combatir la violencia en el sistema educativo. Una de ellas es el
mejoramiento de la normativa ecuatoriana. Para ello, la Cartera de Estado
propuso reformas a la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI) en la
Asamblea Nacional. La reparación integral de las víctimas de violencia es
otro de los pilares del trabajo gubernamental. Los ministerios de
Educación y de Justicia apuntaron al fortalecimiento de los Servicios de
Protección a víctimas. Para ello se transfirió USD 1 millón y se ha iniciado
procesos de atención a 686 casos. Otra de las acciones es la aprobación de
la pregunta 4 de la consulta popular de febrero. Allí se hace referencia a
que los delitos sexuales en contra de niñas, niños y adolescentes no
prescriban. En este punto se espera el pronunciamiento de la Corte
Constitucional con respecto a este tema. El Ministerio de Educación,
además, destaca las campañas de prevención denominadas ‘Aprende a ser
tu propio Superhéroe’ y ‘Conviértete en un súper padre para combatir el
abuso sexual’. Se suma los encuentros con el nombre Hablas tú, Hablo yo,
que se realizaron con el Consejo para la Igualdad Intergeneracional (CNII).

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