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DESARROLLO TECNICO Y ETICA DE LA INGENIERIA

Por Joachim Lentz

"Nuestra tecnología que hemos usado hasta ahora se relaciona con la naturaleza como un ejército de
ocupación en territorio enemigo, y no sabe nada de las condiciones internas del país" Ernest Bloch.

Nuestro entorno está dominado por un arma esencialmente distinta de todos los medios de combate
anteriores: el arma nuclear. La bomba atómica no fue "inventada": fue desarrollada en tiempo récord como un
gigantesco proyecto industrial, conscientemente, como una obra de ingeniería. Pero ya antes de que las bombas
atómicas cayeran sobre Hiroshima y Nagasaki la tarea de destruir, por ejemplo, Dresden, había sido resuelta como
un problema de ingeniería. En el campo de concentración de Auschwitz se mataban decenas de millares de
personas al día: una solución tecnológica. Es necesaria una metodología ingenieril a gran escala para poder llevar
a cabo el genocidio. Después de Auschwitz e Hiroshima, no podemos tener una fe inocente en el futuro. ¿Tiene
que haber permiso para hacer cualquier cosa, por el solo hecho de ser técnicamente posible?

El plantearse la cuestión de la ética de la ingeniería es el plantearse la cuestión del desarrollo técnico en


general: ¿Acaso no somos forzados a constatar que prácticamente todos estos sucesos, los cuales para una
mayoría de la humanidad deben presentarse como serias amenazas, están íntimamente ligados con el desarrollo
de la tecnología?

Las fuerzas productivas de la sociedad industrial moderna pueden actuar, en significativa escala, como
fuerzas de destrucción, no sólo en contextos militares, sino también en una larga lista de procesos industriales, en
los cuales éstos causan al hombre y a la naturaleza heridas que serán muy difíciles de sanar, o irreparables. La
lucha contra esas fuerzas destructivas se ha convertido en una carrera contra el tiempo.

Podemos ver claramente: la amenaza de la destrucción total de la humanidad por una guerra nuclear la
destrucción del medio ambiente que está teniendo lugar hoy en día, la amenaza de catástrofes ecológicas locales,
regionales y, posiblemente, globales el empobrecimiento que tiene lugar en los países del tercer mundo el
desempleo masivo la creciente impotencia del ciudadano como individuo en las sociedades de alta tecnología

La amenaza más clara se ve en los contextos militares. La destrucción total de la humanidad es hoy una
posibilidad real, y es la técnica la que ha aportado los medios para llevarla a la práctica (a propósito, no escribo: el
suicidio colectivo de la humanidad, sería demasiado impreciso). Sin embargo, es un número extremadamente
pequeño de personas quienes tienen intereses sobre todo, económicos en los arsenales nucleares y que disponen
de los medios, ya sea para mantenerlos o para ampliarlos. Otra cosa es que el círculo de aquellos que distribuyen
esos medios sea significativamente mayor.

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No es ninguna novedad que los ingenieros desarrollan armas desde los tiempos de Arquímedes, éste ha
sido una de sus principales tareas. Sin embargo, la producción de armamentos es justamente la tarea ante la cual
el ingeniero debe elegir bando con mayor claridad.

La novedad en nuestros días es la de que la tecnología militar ha dado un salto cualitativo, un salto de dos
pasos: el primero ha llevado, a través del desarrollo de las armas nucleares, a la (anteriormente inexistente)
posibilidad de un holocausto global; la otra, a sistemas de armamentos transportadores de armas, sistemas de
captaciones (Early Warning Systems), sistemas de dirección que son tan complejos que ya no toleran
intervenciones de control y de dirección en situaciones críticas. La automatización de los sistemas es en realidad
su razón de ser. Con otras palabras: el holocausto global puede ser desatado a través de un accidente, o de una
”auto ignición”, en sistemas técnicos que en momentos críticos son incontactables e inmodificables.

La única forma de racionalidad inherente a ésta técnica militar está en que los sistemas como tales
funcionan en lo puramente técnico, de la misma manera que Auschwitz funcionaba, en lo puramente técnico.
Cualquier otro tipo de racionalidad ha sido dejado de lado al desarrollar tales sistemas de armamento.

Una historia de la tecnología que ignore Auschwitz, Dresden, Hiroshima, Nagasaki, la guerra del Vietnam,
no sólo es incompleta, es engañadora y traicionera. Esos ejemplos no son únicos en toda su aterradora
radicalidad, ellos muestran las posibles consecuencias de un desarrollo técnico que tiene lugar sin que aquellos
que los llevan a cabo investigadores, ingenieros, técnicos tengan ni la voluntad ni la capacidad de ver más allá de
su tarea actual, de ubicar su propia actividad en un contexto más amplio, de ver el desarrollo de los
acontecimientos desde una perspectiva de más largo plazo. Los ingenieros por lo general son educados en la
creencia de que las ciencias naturales y la técnica son acontecimientos autónomos, apolíticos, neutrales, que se
desarrollan a sí mismos según leyes internas y con la ayuda de los destellos intelectuales de genios aislados. "En
el año de 1665 la peste abatía a Inglaterra... entonces Isaac Newton se mudó desde Cambridge al campo, dónde
él un día, durante un paseo vio una manzana caer al suelo. Parece haber sido éste evento el que sentó las bases
para su investigación sobre el campo gravitatorio de la tierra. Con ayuda de la ley de la gravitación universal pudo
Newton explicar varios fenómenos hasta entonces sin respuesta. La historia de Newton y la manzana es un
ejemplo de que un hecho, aparentemente intrascendente, puede tener grandes repercusiones...” así puede sonar
un libro de tecnología para una escuela politécnica. Muy pocos ingenieros serían los que, durante sus estudios,
tuviesen claro que la mecánica newtoniana llegó en un momento en el que las fuerzas productivas se habían
desarrollado a tal grado que era necesaria una mecánica moderna como precondición para la iniciación de la
industrialización, y que un genio newtoniano en el momento equivocado digamos, unos 300 años más temprano no
habría podido apresurar el desarrollo de la física y de la técnica. En un sentido amplio, la "ética" y la "moral" tienen
que ver con la relación entre los hombres, y por extensión, aún con la relación entre el individuo y la sociedad. La
cuestión de la ética y la moral siempre hay que verla en un contexto social. Precondición para que el ingeniero
pueda reconocer lo justificado de una ética especial, una ética de la ingeniería, debe por lo tanto ser que él/ella vea
el desarrollo de la tecnología como un fenómeno social, o sea, político.

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Una ética de la ingeniería que abarque más allá que sólo la lealtad entre colegas o entre empleado y
empresa deberá nacer de la conciencia de que el desarrollo técnico y la tecnología reflejan las relaciones de poder
en la sociedad y a su vez influye sobre esas relaciones. (La carrera armamentista nos brinda ejemplos evidentes
de ésta doble relación: El crecimiento absurdo de los sistemas de armamentos se lleva a cabo dentro del marco
impuesto por los que tienen el poder político y militar de la sociedad industrial, y refleja el desinhibido anhelo de
crecimiento que caracteriza a la sociedad industrial. Por otro lado, el desarrollo técnico empuja el crecimiento de
los arsenales a niveles cada vez más altos: la técnica se convierte ella misma en una de las fuerzas motrices de la
carrera armamentista. Por supuesto que no era Reagan personalmente a quien se le ha ocurrido el concepto de
"Defensa Estratégica SDI", la llamada "Guerra de las Estrellas".

Aquellos que están convencidos de que la técnica es neutral en cuanto a valores, de que "la técnica en si
no es ni buena ni mala, de que todo depende de para lo que se le dé uso, ellos deben tener problemas para ver la
ética como uno de los problemas principales en su actividad como ingenieros y muy difícilmente se sentirán
responsables por las con secuencias sociales y globales de largo plazo del ejercicio de su profesión. Si la técnica
es neutral, entonces no importa quién la diseñe, entonces "da lo mismo que sea éste o aquel": esto parece ser la
línea de razonamiento preponderante entre los ingenieros, una línea que llevada a menudo al extremo se une con
una tendencia casi mórbida de, no importa bajo qué circunstancias, hacer un buen trabajo. Pero la disposición o,
para decirlo así, la ambición de resolver no importa qué tipo de problemas lleva a la bomba de neutrones.

Una consecuencia de esta creencia en la autonomía de la técnica y de su neutralidad de valores es que los
ingenieros al contrario de un pensamiento común muy raras veces pretenden dirigir el desarrollo técnico en
general. Así como los generales no son los que dirigen la guerra, no son los ingenieros los que dirigen la tecnología
a largo plazo. Resulta extraño que es precisamente entre los ingenieros que uno escucha la consigna de que "El
desarrollo no se puede parar" extraño porque los ingenieros, en la práctica de su oficio, muy a menudo trabajan
con controles y direcciones de alguna u otra forma, ya sean de proyectos, procesos, secuencias técnicas, si bien
de formas más o menos limitadas. ¿Cuál es el limite entre "desarrollo" en general y el cotidiano desarrollo de
elementos técnicos?

Conservadoramente calculado, el 99,95 por ciento de la humanidad nunca en su vida necesitará de un


avión supersónico para transportarse. ¿Es entonces lógico que ingenieros altamente calificados usen
considerables recursos para desarrollar tales aviones, los cuales a su vez utilizan cantidades exageradas de
combustible y otros recursos cuya dispersión causa daños a la biosfera? (El anglo francés avión supersónico
"Concorde", el soviético TU 144). ¿No sería de esperar el que los ingenieros investigasen las repercusiones de sus
actividades en el entorno con el mismo cuidado que ponen en sus cálculos y construcciones?. Si se trata de un
exceso romántico el querer abandonar la técnica, es igualmente inmaduro el querer llevar a la práctica todo lo que
es técnicamente posible hacer. Debemos aprender a convivir con la técnica de una manera adulta, madura.

De manera consciente, sosegada y bien fundamentada debemos ser capaces de renunciar a ciertas
posibilidades tecnológicas para poder subordinar la tecnología al hombre.
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No se puede separar a la técnica del uso de la técnica. En una serie de casos, esto debería ser algo obvio:
No hay, por ejemplo, ningún uso alternativo para una bomba de neutrones. En otros casos, las opiniones serán
opuestas: ¿Qué consecuencias políticas, sociales y ecológicas tendrá la introducción de una nueva tecnología,
cómo serán afectados los trabajadores física y psíquicamente?

¿Puede la tecnología moderna automatización, control computarizado, robotización, etc. ser utilizada de
manera que los seres humanos se liberen de la opresión y de la de pendencia. O, por el contrario, ¿estas
tecnologías ayudan a concentrar el poder aún más en unas pocas manos, mientras la gran mayoría de los
ciudadanos se vuelven cada vez más impotentes? ¿No será tal vez ese el propósito oculto de las nuevas
tecnologías?

La mayoría de los robots industriales no se usan para liberar a los hombres de los trabajos pesados e
insalubres, sino para reemplazar a los hombres en trabajos calificados, como la producción, el montaje, etc. (El
paralelo es evidente: la primera revolución industrial no comenzó con la máquina de vapor, sino con la máquina de
hilar, o sea, de una máquina que reemplazaba al trabajador como obrero profesional, no de máquinas que le
libraban de un trabajo pesado y desgastante).

Claramente, las tecnologías modernas han eliminado más puestos de trabajo de los que han creado. ¿Es
una de las tareas principales de la técnica el liberar al hombre del trabajo? ¿Podrá un ser humano que vive bajo el
constante miedo de perder su puesto de trabajo continuar existiendo como un ciudadano libre?

¿Cuál es en realidad nuestra concepción del trabajo humano? ¿Estamos de acuerdo con Marx, cuando
dice: "El trabajo no es sólo un medio para mantener la existencia, sino la necesidad vital principal" o vemos el
trabajo como un mal necesario? ¿Se podrá recomendar el desarrollo continuo de las fuerzas productivas de la
sociedad industrial y al mismo tiempo levantar demandas como la de "trabajo con sentido para todos", o "trabajo
garantizado para todos"? En este contexto podemos señalar que la humanidad tiene solamente un recurso en
abundancia: la mano de obra, o sea la energía humana. Todos los otros recursos son limitados. Pero la tecnología
industrial está ahorrando precisamente este recurso que tenemos en abundancia, mientras que despilfarra todos
los recursos limitados.

También es notable, que mientras la técnica hasta ahora ha sido comprendida como medio para el hombre,
desde ahora el hombre tiene que adaptarse a la técnica. El que no esté considerado capaz de adaptarse a la
técnica nueva será declarado inútil y descalificado en el "mercado del trabajo".

Es importante que estas preguntas sean planteadas y que el debate público y la discusión en torno a la
tecnología se amplíen. Con pocas excepciones, los ingenieros hasta el momento se han mantenido al margen de
este diálogo y de este debate. Con esto parecen manifestar una falta de interés por todo lo que tenga que ver con
un control del desarrollo técnico.

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El intenso debate sobre la energía en general y la nuclear en particular que hoy en día tiene lugar en todos
los países industrializados es, visto desde el punto de vista histórico, un evento único. Por primera vez toman parte
una gran cantidad de personas de diferentes clases sociales de un debate sobre problemas que anteriormente
habían sido clasificados como exclusivamente técnicos científicos, fuera del alcance del gran publico. Una de las
razones de éste masivo compromiso es que las dimensiones políticas de la problemática se vuelven más claras
desde el momento en que varios "expertos" anuncian opiniones diametralmente opuestas al respecto. Si, por
ejemplo, dos profesores de física nuclear toman puntos de vista diferentes en el debate de la energía nuclear,
entonces es evidente que ésta ha sido promovida por otros factores que los de una indiscutible necesidad técnica.
En especial el debate sueco ante el plebiscito de1980 sobre la ampliación de la energía nuclear en Suecia se
expandió rápidamente hasta abarcar más allá de la cuestión de la seguridad de la energía nuclear, el
almacenamiento de los desechos y la conexión entre la energía nuclear y las armas nucleares. Para amplios
grupos de la población, este debate vino a tratar sobre la política tecnológica en un sentido amplio (mientras el
"establishment" los gerentes de la energía nuclear desde un primer momento intentó hacer creer al pueblo de que
la cuestión sólo se trataba de diferentes métodos para hacer hervir el agua).

Fueron los no técnicos quienes iniciaron el debate y quienes lo ampliaron, mientras que la mayoría de los
ingenieros aún en esto brillaron por su ausencia. Lo que realmente debiera llamarnos a la reflexión es que fueron
los no especialistas comprometidos, los no profesionales, a quienes se les dio la razón, no sólo en su crítica de la
energía nuclear con respecto a la seguridad, a la deficiente preparación ante posibles accidentes, los problemas
irresueltos del almacenamiento de los desechos, etcétera, sino también en lo referente a los pronósticos
energéticos, al uso real de energía, al desarrollo de los sectores energéticos e industrial, mientras que los
representantes "racionales" de la gerencia nuclear una y otra vez se mostraban más como creyentes que como
conocedores de la materia.

También es de hacer notar que la mayoría de las instituciones del país encargadas de la formación de
ingenieros no aprovecharon la excepcional oportunidad brindada por el plebiscito para incorporar a los estudiantes
en una amplia discusión sobre la tecnología, de confrontarlos con diferentes puntos de vista en materias técnicas y
de esta manera, ampliar su conocimiento de la técnica y su capacidad para ubicar sus actividades en un contexto
más amplio. Esta falta de iniciativa nos parece reveladora. Mientras más y más personas expresan inquietud ante
la tecnología y cuestionan las premisas de su desarrollo, así como sus consecuencias, la educación de los
ingenieros continúa concentrándose en "¿cómo?", mientras que la pregunta "¿por qué?" muy raramente se
escucha. Usando un tono sarcástico, se puede decir que "el analfabeto especializado" se nos presenta como el
objetivo oculto de la formación del ingeniero: especialista cuando se trata de resolver problemas específicos más o
menos intrincados, analfabeta en lo que tiene que ver con su capacidad de formular los problemas generales, con
su capacidad de percibir que intereses guían la elección de los problemas y su formulación. Si se quiere tener
ingenieros comprometidos con la sociedad, entonces la educación debe cambiar y mejorar en ciertos aspectos
importantes. Una valoración crítica de la historia de la técnica y de las ideas debe ser un componente obligatorio,
tanto como una amplia formación humanística ¿Sino, cómo podrían los futuros ingenieros adquirir esa visión de
conjunto, algo que es textualmente cosa ”de vida o muerte"?
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Se trata de destruir el mito de las ciencias naturales como autónomas, de la investigación científica
objetiva, independiente, que nos cae del cielo como la manzana de Newton, si lo que se quiere es sentar las bases
para un conjunto de normas éticas especificas para el gremio, una ética de la ingeniería. Se trata de demostrar las
conexiones entre los desarrollos de la política, la cultura, la economía, las ciencias naturales y la tecnología. Se
trata de hacer visibles las relaciones de poder.

Lo que por lo general está presentada como una ”necesidad técnica evidente”, es en la realidad el
resultado de una elección, una elección tecnológica que es parte de una estrategia político económica. Un ejemplo
de actualidad acerca de ésta relación es el suministro de energía: la energía nuclear se presenta aquí como una
necesidad, mientras que en la realidad no hay ningún obstáculo técnico para el suministro de energía basado en
recursos renovables.

La tupida trama del poder político económico y de la tecnología recorre la historia del industrialismo. Un
signo visible de este entrelazamiento son los despliegues masivos de fuerzas policiales y militares con los que la
sociedad industrial, desde sus inicios hasta el día de hoy, se ha enfrentado a los grupos de la población que de
manera activa se han opuesto a la realización de ciertos proyectos técnicos. La Revolución industrial de inicios del
siglo XIX se llevó a cabo con medios represivos brutales, especialmente en Inglaterra. En el año de 1812, cuando
Inglaterra se encontraba en guerra con la Francia napoleónica, el gobierno inglés lanzó más tropas contra los
trabajadores rebeldes (”asaltantes de máquinas”) en su propio país que las que, unos años antes, había movilizado
a la guerra contra los franceses en España, y las rebeliones fueron ahogadas en sangre. La historia la escriben los
vencedores: los ”asaltantes de máquinas” han sido pintados como incapaces, supersticiosos enemigos del
progreso (epítetos que reconocemos hoy en día en la propaganda de los promotores de la energía nuclear). Sin
embargo, contra lo que ellos se manifestaban no eran los avances técnicos razonables, sino contra una tecnología
que acarreaba consigo el desempleo para muchos e insoportables condiciones de trabajo para otros. Ellos
destruían aquellas máquinas que reducían al trabajador a un apéndice, máquinas que ”no liberaban al trabajador
del trabajo, sino que liberaban su trabajo de su contenido” (Marx). Las máquinas de vapor que movían las bombas
de las minas no fueron destruidas, tampoco los molinos de agua, los de viento y otras máquinas que aumentaban
la producción sin arrebatarles a obreros y campesinos el contenido de su trabajo y de sus vidas.

Aquéllos que hoy en día intentan obstaculizar la aplicación de los que ellos conciben como tecnologías
destructivas la tecnología militar, la energía nuclear, proyectos industriales y de transporte peligrosos para el
medioambiente, la tala indiscriminada de bosques, etcétera reciben, cuando se enfrentan a las fuerzas policiales,
demostraciones muy palpables de la relación entre la tecnología a gran escala y las fuerzas represivas. Para los
ingenieros que han trabajado con tales tecnologías, debería al menos ser una causa de preocupación el que los
proyectos en los que están involucrados no puedan llevarse a cabo sin intervención de fuerzas policiales.

Va en aumento la tendencia a presentar decisiones políticas como cosas técnicamente evidentes, como si
fuesen dictadas por una necesidad tecnológica insoslayable. Más y más funciones sociales son "despolitizadas",
problemas políticas son presentadas como complejos problemas técnicos, cuya solución debe ser dejada en
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manos de expertos. De éste modo "el mismo ejercicio del poder político puede convertirse en una tecnología", la
cual en si misma alberga el peligro de convertirse en un "fascismo tecnológico" (Peter Kemp), donde el ejercicio del
poder se concentra en las manos de un puñado de especialistas y es excluido de toda supervisión y control
público. Ejemplos de éstos los hay en cantidad, se extienden desde la política a nivel comunal hasta el gran
complejo, cuyas piedras fundamentales son los diagnósticos del embarazo, la manipulación genética, los criterios
de muerte cerebral y la tecnología de transplantes.

Las ciencias naturales y la tecnología modernas (occidentales) han tenido metas más allá de la dominación
de la naturaleza, también han aportado conceptos e instrumentos para un dominio cada vez más efectivo del
hombre por el hombre. La "racionalidad", la "lógica técnica" evidentemente que no han servido para liberar al ser
humano, sino más bien para legitimar el ejercicio del poder en la sociedad.

Quien escribe éstas líneas ha trabajado con tecnología durante toda su vida adulta, y tiene la técnica como
oficio. Esto va para aquel lector que se aventure a leer en ellas una aversión a la tecnología en general no se trata
de algo semejante. Sin embargo, lo que buscan estas líneas es expresar ciertas conclusiones nacidas de la
experiencia a las que no faltan ciertas notas de desesperación y de ira: que la tecnología debe liberarse de las
fuerzas de la destrucción, que el desarrollo nos ha llevado hasta tal punto en el cual el principal mensaje de la ética
de la ingeniería debe ser un "no" a esas fuerzas. Sin éste "no", no podremos decir "sí" a una tecnología nueva, a
una tecnología que debe ser más calificada que la presente, ya que deberá "comunicarse con la naturaleza, en
lugar de meramente trabajarla", teniendo prestada una formulación de Habermas, y que no debe ser un obstáculo
en el esfuerzo por liberar la comunicación entre los seres humanos de relaciones jerárquicas. El plantearse la
cuestión de la ética de la ingeniería es entonces el plantearse la cuestión del poder sobre el desarrollo de la
tecnología. Un código ético para ingenieros debe desafiar el poder para llegar a ser efectivo. Debe verse como un
arma en la lucha contra los intereses destructivos, en la lucha por una tecnología mejor.

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