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Fotografía de Alejandro Cegarra
La seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico,
social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades
energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana” [3].
a. Disponibilidad. Debe haber una oferta suficiente para satisfacer los requerimientos
nutricionales de toda la población. Esa oferta se conforma con producción nacional y con el saldo
neto de las importaciones, menos las exportaciones de alimentos.
b. Acceso económico y físico a los alimentos. No basta con tener una oferta suficiente para
satisfacer los requerimientos nutricionales de la población: todos los habitantes de un país deben
tener los ingresos suficientes para tener acceso y poder demandar efectivamente los alimentos
que le garantizan su seguridad alimentaria.
c. Utilización de los alimentos. Deben existir algunas condiciones, como buenas prácticas de
alimentación y preparación de los alimentos, buena salud, inocuidad, diversidad de la dieta, buena
distribución de los alimentos entre los miembros del hogar, entre otras, para que el cuerpo
aproveche biológicamente los alimentos que se ingieren y no se incurra en situaciones de
malnutrición ni por carencia ni por exceso.
d. Estabilidad en el tiempo de las tres dimensiones anteriores. La inestabilidad que surge de las
variaciones climáticas (sequías, exceso de lluvias, plagas, enfermedades) que afectan la producción
de alimentos o de la falta de empleo, ingresos o de divisas para importar y complementar la
producción nacional generan inseguridad alimentaria.
1.1. Salud. La percepción generalizada y lo que muestran las pocas estadísticas oficiales es que la
salud de los venezolanos ha empeorado. Además de las pandemias han resurgido enfermedades
que se consideraban superadas, en un contexto con escasez de medicamentos y servicios públicos
de salud colapsados.
1.2. Servicios. Una parte importante de la población no tiene un hábitat apropiado ni acceso a
servicios básicos indispensables para tener buenas condiciones higiénicas y gozar de buena salud
(agua potable, electricidad, eliminación de excretas).
1.3. Consecuencias. Tales carencias de servicios básicos y de deterioro de la salud impiden el
pleno aprovechamiento biológico de la ingesta de alimentos y pueden conducir a la
desnutrición. En síntesis, esta dimensión de la seguridad alimentaria no parece haber tenido
mejoras sustanciales, por el contrario puede haber empeorado.
1.3.1. En un país como Venezuela, con economía volátil y con tendencia disminuir la generación de
riqueza mientras que aumenta la pobreza, hoy no hay garantía de acceso económico a los
alimentos.
1.3.2. Las políticas económicas de controles de precios y del tipo de cambio no estimulan la
producción alimentaria nacional, mientras que las importaciones (incluyendo las de alimentos)
disminuyen.
1.3.3. Aumentan la escasez y las dificultades para conseguir los alimentos. La inestabilidad de las
disponibilidades de alimentos también crece en la medida en que el país es altamente
dependiente de las importaciones para conformar su oferta de alimentos.
1.3.4. Las importaciones dependen altamente de la disponibilidad de divisas. Es decir: de los
precios del petróleo, prácticamente nuestro único producto de exportación, que provee el 95% del
valor de las divisas.
1.3.5. Esas importaciones de alimentos tienen una inestabilidad creciente como se demostró en
un trabajo reciente[4].
En atención a todo esto, el análisis que se realizará a continuación se concentra en las dimensiones
de disponibilidad y de acceso económico y físico a los alimentos. Nos preguntaremos qué ha
pasado, qué está pasando y qué pasará en el futuro inmediato con la seguridad alimentaria de los
venezolanos, para responder con base en las estadísticas disponibles y los estudios previos. Así se
realizará un análisis de las tendencias recientes de las dimensiones de la seguridad alimentaria,
que tienen que ver con la disponibilidad y el acceso económico y físico a los alimentos [5].
Cuando se dispone de estadísticas oficiales del Ministerio del Poder Popular para Agricultura
y Tierras (MPPAT) y del Instituto Nacional de Estadísticas sobre población y sus proyecciones, es
posible tener una serie que muestra lo sucedido con el valor bruto de la producción agrícola por
habitante (VBPAPC) en el lapso que va desde 1998 hasta 2014, medida a los precios constantes de
1997.
Durante el período 1998-2014 la tasa media de crecimiento anual (TMC) del VBPAPC fue de -1,5%.
En el período 1998-2003 fue de -0,8%. Entre 2003 y 2008 fue de 1,8%. Y de 2008 a 2014 -4,7%. Es
necesario observar el fuerte decrecimiento del período 2008-2014, que refleja el agotamiento de
los estímulos de rentabilidad, los subsidios a insumos y los financiamientos que tuvieron algún
efecto positivo durante los años de la bonanza petrolera, visto entre 2003 y 2008.
La reducción de la producción de los principales rubros agrícolas en el período entre 2008 y 2014
se acentuó. Sólo hubo TMC positiva para la producción per cápita de plátano: un 3,3%). El resto de
los rubros agrícolas analizados presentaron TMC negativas: arroz (-1,3%); maíz (-8,4%); palma
aceitera (-0,9%); yuca (-0,9%); cacao (-2,3%); caña de azúcar (-9,0%). Y en el subsector animal
también: aves (-0,9%); bovinos (-3,2%); huevos para consumo (-0,6%) y porcinos (-1,6%).
Hay que advertir que estos resultados pueden haber sido peores, pues se basan en estadísticas
oficiales, que son generalmente superiores con respecto a las que reportan los gremios agrícolas.
Fuente: MPPAT, INE y Cálculos propios. Haga click en el gráfico para ampliarlo
En algún momento de nuestra historia, Venezuela fue autosuficiente en los rubros de arroz y maíz
blanco. Ahora somos un importador de ambos cereales. Siempre hemos importado maíz amarillo,
un insumo importante en la producción de alimentos para animales.
Vale la pena señalar que el subsector pesquero también tuvo un decrecimiento promedio anual
del valor de la producción real entre 2008 y 2014: -8,2%. Es seguro que la Ley de Pesca vigente
amerita una revisión.
Según lo declarado por los voceros de gremios agrícolas como Fedeagro y Fedenaga [6], se espera
una nueva reducción de la producción agrícola vegetal y animal. Si nos basamos en la información
de la superficies sembrada (que es menor que en 2014) se puede afirmar la producción de
cereales como arroz y maíz y la de caña de azúcar se reducirá. Igualmente se esperan mermas en
el café y los rubros del subsector agrícola animal (carne bovina, carne de pollo, huevos y leche).
Estos resultados están lejos de los objetivos gubernamentales sobre incrementar la seguridad y la
soberanía agroalimentaria. Se han obtenido a pesar de que durante gran parte del período 2004-
2014 el gobierno dice haber rescatado una gran cantidad de tierras (“revolución agraria” y “guerra
al latifundio”) y que aumentó tanto el gasto público como el financiamiento agrícola en términos
reales.
No hay correspondencia entre ese esfuerzo financiero y los malos resultados de la producción
agrícola nacional.
Los resultados en materia de producción agrícola doméstica han sido decepcionantes. En especial
desde 2008. Por eso se ha reducido la contribución de la producción nacional agrícola a la
disponibilidad de alimentos, una tendencia que se mantuvo en 2015 y amenaza con continuar en
2016.
Cuadro 1. Producción por habitante de algunos rubros agrícolas (1998-2014). Fuente: MPPAT, INE
y cálculos propios.
De nuevo, para un gobierno que ahora realiza la mayor parte de las importaciones de alimentos,
es mejor importar con un dólar apreciado (6,30 Bs/USD) que importar materias primas e insumos
con los cuales se agregaría valor agregado nacional y se generaría más empleo. Hay que recordar
que el gobierno expropió y nacionalizó industrias agroalimentarias productivas que ahora están
prácticamente sin producir.
Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y estimaciones propias del autor para 2014 y 2015.
Haga click en el gráfico para ampliarlo
Las estadísticas disponibles indican que las importaciones por habitante (MAAPC) aumentaron
durante los años de la bonanza petrolera: entre 2004 y 2008. Cayeron en 2009 y 2010, ante la
merma de los precios del petróleo, pero luego con el nuevo incremento de los precios del petróleo
se recuperaron hasta 2013. En 2014 y 2015, aun cuando no se dispone de estadísticas oficiales,
estimamos que ha habido una reducción de las MAAPC [8].
Una parte importante del desordenado e ineficiente ajuste que ha hecho el gobierno ha sido la
reducción de las importaciones totales. Entre 2012 y 2015 se estima que las importaciones totales
per cápita se redujeron en 41,5%. Nuestras estimaciones permiten afirmar que en el caso de las
MAAPC éstas se han reducido en un 22,5% entre 2013 y 2015.
Sobre las exportaciones agroalimentarias (XAA) que se hacen de manera legal, en condiciones
normales se podría asumir que debido a su poca importancia podrían considerarse igual a cero. No
obstante, las políticas distorsionantes del tipo de cambio, los subsidios a alimentos básicos y el
control de precios son factores que generan incentivos para hacer exportaciones ilegales
(contrabando de extracción), cuyos montos se desconocen.
Sólo nos atrevemos a decir que esas exportaciones ilegales hacia Colombia, Brasil y las islas del
Caribe han crecido y se continúan realizando, incluso con el cierre de las fronteras por los estados
de excepción decretados por el gobierno. Y estas exportaciones ilegales reducen la disponibilidad
de alimentos al desviar parte del inventario hacia otros países.
En resumen, aún sin estadísticas oficiales para 2014 y 2015, nos atrevemos a afirmar que la
disponibilidad de alimentos por habitante en esos años disminuyó pues mermó la producción
nacional de alimentos (tanto agrícola como la de la industria de alimentos) y también las
importaciones, mientras que aumentaron las exportaciones ilegales. Y todo eso es negativo para la
seguridad alimentaria nacional y de los hogares.
No hay razones para suponer que esta situación vaya a mejorar en 2016, en un contexto de
repetición de las políticas económicas peo, además, con bajos ingresos petroleros.
A pesar de que en Venezuela la tendencia de largo plazo de los salarios reales es a disminuir[9], la
bonanza petrolera permitió financiar un conjunto de programas sociales y subsidios en el marco
de la Misión Alimentación (MERCAL, PDVAL, casas de alimentación, comedores
populares, comedores escolares, otros) que compensaron parcialmente el deterioro del poder de
compra alimentario.
Así, el consumo de alimentos aumentó de manera persistente entre 2004 y 2008. Nada raro en
épocas de bonanza petrolera y de crecimiento del PIBPCa. Las estadísticas oficiales y nuestras
estimaciones reflejan ese aumento de manera persistente entre 2004 y 2008, medido por la
disponibilidad para consumo humano (DCH) de calorías/persona/día)[10].
No obstante, a medida que los precios del petróleo bajan en 2009 y 2010, el consumo de
alimentos comenzó a disminuir. Pero se reconoce que entre 2011 y 2012 hubo una ligera
recuperación del consumo de alimentos debido principalmente al incremento del PIBPC de esos
años. De todos modos, conviene señalar que discrepamos de las estadísticas oficiales presentadas
por el Instituto Nacional de Nutrición (INN) y la FAO, porque reflejan un aumento persistente del
consumo de alimentos (medido por la DCH en calorías/persona/días), incluso en aquellos años en
que disminuyó la producción y las importaciones agroalimentarias. O como lo reflejaron las
estadísticas del BCV hubo reducción del volumen de ventas por habitante de los alimentos[11].
Sin embargo, no debe haber dudas de que entre 2004 y 2008 hubo aumentos importantes del
consumo de alimentos con respecto a la tendencia decreciente de la década anterior. Igualmente
debe señalarse que aun con ese incremento tenemos razones para pensar que esa disponibilidad
medida en términos de DCH (calorías/persona/día) no fue suficiente para asegurar una DCH
calórica plena. Por el contrario: puede calificarse de suficiencia precaria al compararse con los
requerimientos energéticos del habitante promedio de Venezuela[12].
En cuanto a la dimensión de la seguridad alimentaria que tiene que ver con el acceso económico y
físico de los alimentos se ha deteriorado en la medida en que el poder de compra alimentario y los
salarios reales se han reducido. La escasez ha aumentado y los programas sociales del gobierno
han disminuido su cobertura.
Un dato más reciente confirma el deterioro de la dimensión de acceso a los alimentos. Proviene de
la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2014 y 2015 [14], un trabajo que revela el aumento
de la tasa de pobreza. En especial la tasa de pobreza extrema, estimada en 49,9% de los hogares
para 2015. Esto quiere decir que el número de hogares cuyos ingresos son inferiores al costo de la
canasta normativa de alimentos es muy elevado: la mitad del total.
En esa misma dirección otro factor coadyuvante de reducción del acceso económico a los
alimentos es la proyectada reducción del salario real para 2015 (superior al 30%). Y en 2016 todo
hace prever que continuará reduciéndose.
Con base en el análisis anterior, en primer lugar es posible afirmar que la seguridad alimentaria de
los venezolanos se ha deteriorado a medida que ha disminuido la captación de renta petrolera.
También que las políticas gubernamentales perdieron efectividad, revelándose incapaces para
asegurar crecimiento económico sostenido y reducir la pobreza.
En segundo lugar, se concluye que de continuar las tendencias recientes de reducción de ingresos
petroleros y el marco de políticas económicas y de calidad institucional, la seguridad alimentaria
de los venezolanos continuará empeorando en 2016, al reducirse la disponibilidad y el acceso
físico y económico a los alimentos.
Vistas las cifras de los estudios recientes sobre el rápido crecimiento de la pobreza extrema y el
hecho de que la mitad de los hogares no tiene ingresos suficientes para cubrir el costo de la
canasta alimentaria normativa, también puede afirmarse que estamos en una situación de crisis
alimentaria que requiere de acciones urgentes.
Para la FAO y su sistema mundial de información y alerta una situación de emergencia alimentaria
existe cuando:
“en un determinado año no puede colmar con sus propios recursos el déficit de alimentos
provocado por un desastre y necesita, por tanto, ayuda alimentaria externa. De faltar dicha
asistencia, la población o una parte importante de la misma se vería gravemente desnutrida o, en
casos extremos, expuesta al hambre […] el déficit puede ser causado por un desastre natural o
provocado por el hombre, o por una combinación de ambos” (Ver Rukandema y Gürkan, 2004: p.
1)[15].
En el caso de Venezuela, de no aplicarse los correctivos necesarios, en 2016 podríamos estar en
una situación de emergencia alimentaria. Una que no será causada por un desastre natural, sino
por la acción del hombre. Es decir: por la acción de un gobierno que se niega a darle un viraje a su
política económica, entrampado como está en su dogma ideológico.
No hay que esperar el ajuste integral. El gobierno debe de una vez por todas sentarse a dialogar y
buscar soluciones de emergencia con los actores privados.
En el corto plazo, es necesario revisar los precios mínimos pagados a los productores y garantizar
rentabilidad, flexibilizar el control de precios (es decir: reformar la Ley de Costos y Precios Justos),
facilitar el funcionamiento de los mercados, paralizar las expropiaciones y el acoso al sector
privado, entregar dólares y permitir que los privados importen alimentos, insumos, repuestos y
maquinaria agrícola además de fortalecer los programas sociales alimentarios, especialmente
aquellos que benefician directamente a personas vulnerables (embarazadas, lactantes, niños y
escolares), sin descartar la transferencia directa de dinero.
Estamos en presencia de la paradoja de un país que acaba de tener la más prolongada bonanza
petrolera de su historia, pero con una porción muy elevada de su población que no puede acceder
de manera segura y permanente a una ingesta suficiente e inocua de alimentos para llevar una
vida activa y saludable.
♦♦♦
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Manuel Felipe Larrazábal, presidente de la Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos
(Cavidea). Fotografía de Andrés Kerese.
Como en las sociedades primitivas, los venezolanos dedican una parte apreciable de su tiempo a la
búsqueda de alimentos. Largas colas a las puertas de los establecimientos, revendedores que
desplazan a los canales formales de comercialización, anaqueles vacíos y medidas de
racionamiento forman parte de la vida cotidiana.
Si bien la administración de Nicolás Maduro insiste en que es víctima de una “guerra económica”
orquestada por los empresarios para debilitar el respaldo al Socialismo del siglo XXI, Manuel Felipe
Larrazábal, presidente de la Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos (Cavidea), organismo
que agrupa a 170 empresas privadas, explica paso a paso cuán difícil se ha vuelto producir y
propone un plan para mejorar el abastecimiento de forma sustancial.
Cavidea ha señalado que la falta de materias primas e insumos afectan la producción. ¿Cuáles
son las categorías más golpeadas y en qué proporción?
Son varias. Por ejemplo: en avenas hay dos productores muy importantes: Alimentos Polar e
Inproceca. Desde el lunes de la semana pasada, Alimentos Polar está 100% parado porque se le
terminó la avena en granos e Inproceca tiene avena hasta principios de enero. La avena se le
compra a Chile, porque en el trópico no se produce, y en nuestras empresas se procesa. Si hoy se
aprobaran todos los permisos, tardaría 70 días en llegar al país. Otro sector es salsa de tomate. Por
falta de pasta de tomate, que también es importada, las plantas de Polar se pararon la semana
pasada y Heinz, que estuvo parada durante un mes y reanudó operaciones, tiene materia prima
para apenas tres semanas. Y estas dos empresas absorben 80% del mercado.
También hay problemas con el trigo. Actualmente hay inventario para 23 días del trigo que se
utiliza para hacer pasta. Y entre los inconvenientes destaca que el gobierno está importando un
trigo mexicano que es de inferior calidad y rinde menos que lo acostumbrado. Adquirirlo en
Canadá, suponiendo que se aprueben las solicitudes de liquidación de divisas, supone superar
problemas logísticos porque en invierno la movilidad de los barcos es limitada. Y el tema del atún
es público y notorio: se tomó la decisión de no importar más lomo de atún y la industria tiene que
abastecerse comprándole a los armadores nacionales que lo están vendiendo a 1.400 bolívares el
kilo. Si ése es el precio de la materia prima, una lata mediana de atún costaría 1.300 bolívares. Es
decir: con un salario mínimo podrías adquirir cinco latas, algo que no tiene sentido. Con el lomo de
atún importado, esa misma lata de la que hablamos costaría alrededor de 200 bolívares.
En el caso de los refrescos, donde la industria está produciendo a máxima capacidad, sólo hay
inventario de azúcar de dos días. Y en las bebidas refrescantes, como el té en polvo, el problema
principal son los sobres donde envasan el producto.
¿Qué propone Cavidea para solucionar el tema de la falta de divisas en la industria de alimentos
privada?
Actualmente Venezuela tiene un ingreso de aproximadamente 30 mil millones de dólares al año.
Con el 10% de esta cifra, unos 3 mil millones de dólares al año, podemos mejorar la cadena de
suministro de la industria y trabajar a máxima capacidad.
Además de eso, está el tema de la deuda con proveedores en el exterior. ¿De cuánto dinero
hablamos?
La deuda suma 1.535 millones de dólares. Pero quiero precisar que la industria no recibe dólares
para operar: las empresas pagan en bolívares al Banco Central de Venezuela y es el Banco Central
el que cancela los dólares al proveedor. Esa deuda se originó porque proveedores enviaron
materia prima al país que ya fue procesada y el BCV no les ha pagado las divisas.
Con el descenso de los precios del petróleo, ¿es realista exigir que el Gobierno pague esta deuda
en este momento?
Estamos claros de que es muy difícil tras el descenso de los precios del petróleo. Por eso lo que
estamos proponiendo es que se atienda, que se le diga a los proveedores que se reconoce la
deuda y se establezca un cronograma de pagos. Lo mejor que se puede hacer con alguien a quien
se le debe es decirle cómo se le va a pagar.
¿Los proveedores estarían dispuestos a reanudar los suministros con un pago parcial?
Ésa es la pelea que hay que dar: algunos sí y otros no. Si hay un compromiso de pago, los
proveedores lo van a pensar. Existe la posibilidad de que se nieguen a reanudar los despachos,
pero si se trata de empresas que comprenden que hay épocas malas y buenas, para preservar el
negocio, querrán que la pelota continúe rodando.
Conindustria afirma que al tomar en cuenta todos los sectores de la industria, la deuda total con
proveedores en el exterior es de 12 mil millones de dólares. ¿Otros empresarios no
considerarían que Cavidea va a recibir un trato especial?
Es un razonamiento válido, pero te preguntaría: ¿qué es lo que dicen los estudios de opinión sobre
cuál es el principal problema de los venezolanos? Hay que priorizar. Y los venezolanos afirman que
su problema cotidiano es conseguir alimentos y medicinas.
Cavidea ha insistido en que ha mermado la producción de materiales que son esenciales para
elaborar empaques. ¿Cuáles son esos materiales?
Tetrapak, un componente para envasar los jugos y leches de larga duración. Luego están las
resinas plásticas, por ejemplo, el empaque de margarinas, aceites, donde envasas el vinagre. Y los
de aluminio, que son para las latas de refrescos, bebidas, jugos, cervezas… no hay suficientes
empaques para todas las empresas. ¿Qué va a pasar? La situación de abastecimiento no va a
mejorar si no tienes la cadena de suministro lo suficientemente estable.
El congelamiento de precios regulados es notable en rubros como arroz blanco (378 días), azúcar
(265 días), pastas (224 días), leche en polvo (361 días), harina de maíz precocida (281 días) y café
(539 días). En medio de una fuerte inflación, esto deriva en que no se pueden cubrir los costos
de producción y Cavidea afirma que ha habido cierre de empresas. ¿Cuántas empresas han
cerrado? ¿En qué áreas específicamente?
No sé decir cuántas, pero lo que sí puedo decir es que los rubros que más faltan son los básicos y
faltan porque ha mermado la producción. La rentabilidad se ha convertido en una especie de
pecado y es la única manera de generar tres cosas: bienestar a los trabajadores, inversión para
producir más y retribución al riesgo de los accionistas, en este estricto orden. Sin rentabilidad no
hay forma de generar bienestar para la sociedad.
Algo similar ocurre con el arroz, donde 50% de la producción debe venderse al precio regulado de
25 bolívares el kilo y el resto a más de 200 bolívares, tratándose del mismo arroz. Con la pasta, el
Estado obliga a que 70% de la producción se venda al precio regulado de 15 bolívares y el resto,
con otro formato, a 300 bolívares. ¿Cuándo consigues una pasta a 15 bolívares, una harina de maíz
precocida a 19 bolívares, un arroz a 25 bolívares? Sin quererlo, el Estado se ha convertido en el
promotor del bachaqueo.
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Petare. Fotografía de Leo Ramírez. AFP.
Las cifras que incluye la Encuesta de Condiciones de Vida 2015 (Encovi) elaborada por la
Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón
Bolívar, desnudan a una sociedad golpeada por el centelleante incremento de la pobreza, el temor
a la criminalidad y la falta de servicios públicos.
Los datos demuestran que la miseria aumenta a una velocidad meteórica: la Encovi 2014
determinó que ese año la proporción de hogares en penuria era de 48,4% y 52,6% en el caso de las
personas. Es decir, en sólo doce meses ha habido un salto de 24,6 y 23,4 puntos porcentuales
respectivamente.
Al contrastar los datos de la Encovi 2015 con las cifras del Instituto Nacional de Estadística queda
al descubierto que los venezolanos sufren una contracción de ingresos sin precedentes. Luis Pedro
España señala que la cifra de 76% de la población bajo el manto de la pobreza es la más elevada
desde 1975, año en el que comenzaron las mediciones de este tipo.
De hecho la pobreza de 2015 supera por mucho al 58,9% de 1989, año del recordado Caracazo; al
55,4% de 1998, año en que Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales y al 61% registrado en
2003 cuando la conflictividad política y el paro petrolero-empresarial hundieron la economía en
una severa recesión.
Con base a este estudio Ecoanalítica señala que entre octubre de 2014 y octubre de 2015 la
inflación registra un salto de 185% y la proyección es que cierre este año en 205%, una magnitud
que se traduciría en el mayor incremento de precios desde 1950.
Pero, mientras la oferta cae, el Gobierno impulsa la demanda fabricando billetes en cantidades
industriales para cubrir el enorme déficit que sufren las cuentas públicas.
Pobreza extrema
La Encovi tiene como base una encuesta social que se realiza bajo la misma metodología que
aplicó la antigua Oficina Central de Estadística e Informática (OCEI), hoy Instituto Nacional de
Estadística (INE), cuando en 1998 elaboró la última investigación de este tipo llevada a cabo por el
sector público.
La Encovi encuestó a 1.500 hogares entre agosto y septiembre de este año. Estableció una canasta
alimentaria con un valor de 14 mil 556 bolívares bajo un estimado de inflación de 170% para el
caso de los alimentos entre agosto 2014 y agosto 2015.
La Encovi determina que 49% de los hogares se ubican en la categoría de Pobreza extrema. Luis
Pedro España precisa que en 2015 la contracción en la capacidad adquisitiva:
“ha sido tan severa que por primera vez el porcentaje de hogares en pobreza extrema de ingresos
supera a los hogares en pobreza no extrema. Esto se explica porque las políticas de salario
mínimo, que son el único mecanismo para mejorar las remuneraciones, sólo alcanza a los
trabajadores del sector formal, quedando fuera del alcance de estas políticas los más pobres”,
señala Luis Pedro España.
Las misiones
Al evaluar la efectividad de los planes sociales del Gobierno, englobados bajo el nombre de
misiones, Luis Pedro España indica que:
“la mitad de los hogares en pobreza de ingreso dicen comprar en las distintas modalidades de la
Misión Alimentación. Esto es un síntoma de la crisis de ingresos. Sin abastecimiento subsidiado no
se come en Venezuela. Las misiones estructurales, aquellas que pudieran actuar sobre las causas
de la pobreza, básicamente las educativas, lucen abandonadas”.
La Encovi determina que la cantidad de venezolanos que acude a Mercal, la red pública que vende
alimentos a precios subsidiados, aumentó desde dos millones hasta seis millones entre agosto de
2014 y agosto de este año.
“Las misiones sociales no fueron una política de superación de la pobreza y, ahora, tampoco son
una política de contención de la crisis de ingresos. La política social se concentra en la entrega de
bienes de alto contenido aspiracional como viviendas, electrodomésticos, vehículos, y tiene un
claro perfil político. Urge redefinir una política social con verdadero contenido ético basado en la
equidad y la justicia”, agregó Luis Pedro España.
“Al no esperarse un comportamiento económico distinto al actual es de entender que los actuales
niveles de pobreza de ingreso se mantengan. Es posible que hayamos llegado al límite superior de
la pobreza en Venezuela. El 20% que no es pobre seguirá siendo un sector empobrecido, pero no
pobre”, dice Luis Pedro España.
Desde su punto de vista sólo con el relanzamiento de la economía y el diseño de planes sociales
efectivos podría detenerse el deterioro en la calidad de vida.
La inseguridad
Los profesores Roberto Briceño León y Alberto Camardiel, de la Universidad Central de Venezuela
y el Laboratorio de Ciencias Sociales, están a cargo del estudio de criminalidad que forma parte de
la Encovi 2015.
Los resultados señalan que la mayoría de las familias viven atemorizadas por la delincuencia:nueve
de cada diez venezolanos piensa que la inseguridad se incrementó en los últimos doce meses y
seis de cada diez que aumentó en la comunidad donde vive. En un 35% de los hogares
encuestados, el entrevistado o algún otro miembro de la familia había sido víctima de un delito en
el último año.
La percepción de que la sociedad sufre un agudo proceso de descomposición crece. El año pasado
40% de las personas consideraba que es fácil o muy fácil conseguir droga en su comunidad y en
2015 esta opinión corresponde a 49% de los venezolanos.
En 2014 un tercio de la población estimaba como fácil o muy fácil comprar un arma de fuego y
este año lo cree 41%. Asimismo el año pasado 23% consideraba que es fácil o muy fácil mandar a
matar a alguien y en 2015 lo afirma 26% de los venezolanos.
La vida diaria transcurre en tensión. El 53% de los venezolanos tiene miedo de ser víctima de un
delito en su casa, el 57% en las calles de la comunidad y el 73% en el transporte público. La
consecuencia, es que uno de cada tres entrevistados ha sentido la necesidad de mudarse de la
zona donde vive y 13% ha evaluado la posibilidad de adquirir un arma de fuego para defenderse.
La población venezolana tiene muy bajos niveles de confianza en las instituciones del sistema de
justicia penal (entre el 9% y 14%) y sólo un 4% (el año pasado fue el 7%) tiene confianza en que el
gobierno nacional podrá enfrentar adecuadamente el problema de la violencia e inseguridad.
Servicios deficientes
Alfredo Cilento, profesor de la Universidad Central de Venezuela, está a cargo del área de
viviendas y servicios públicos de la Encovi 2015. Entre los datos relevantes destaca que a pesar de
la Misión Vivienda la construcción pública y privada se encuentra muy lejos de satisfacer las
necesidades de la población.
“El 64,3% de los hogares han sido autoproducidos por la propia gente. Entre 2006 y 2015 los
sectores público y privado han producido sólo 620 mil viviendas, unas 62 mil viviendas por año,
equivalentes a lo producido a finales de los 60, cuando la población de Venezuela era de unos 11
millones de habitantes. Las viviendas autoproducidas duplican las construidas por sector privado y
gobierno”, considera Alfredo Cilento.
“el número de hogares alojados en ranchos es de 9,7%. Esto confirma todos los estudios que
coinciden en que la mayor carencia en los barrios no es la casa o la vivienda en sí misma, sino el
déficit de servicios públicos y comunales, y la vulnerabilidad física-ambiental, social y económica”,
señala Cilento.
La Encovi 2015 registra que 38,4% de los hogares no tiene servicio continuo de agua, que 86,4% de
las viviendas posee servicio eléctrico pero los apagones son frecuentes y que 78,5% de los hogares
dispone de servicio de aseo urbano, pero la recolección de la basura dista mucho de ser eficiente.
“al menos la mitad de los hogares son vulnerables ante el sismo y otras amenazas, incluyendo
agrietamientos, deslizamientos y derrumbes frecuentes. Más alarmante aun: 13,5 % de los
hogares (más de un millón de familias) están en zonas declaradas de alto riesgo”.
“el 80,7% de los hogares es propietario, adjudicatario o está pagando su vivienda. Pero, la oferta
de viviendas en alquiler prácticamente desapareció, como efecto de la regulación inquilinaria
dictada por el gobierno. La consecuencia ha sido el incremento desmesurado de los alquileres y de
los precios de las viviendas del mercado secundario”.
EMERGENCIAS ALIMENTARIAS, SEGURIDAD ALIMENTARIA Y PROGRESO ECONÓMICO EN LOS
PAÍSES EN DESARROLLO - MWITA RUKANDEMA y A.A. GÜRKAN[44]
El documento sostiene que los desastres frecuentes y a menudo prolongados que producen
emergencias alimentarias en los países en desarrollo constituyen una amenaza importante a su
progreso económico y social y a su seguridad alimentaria a largo plazo. En la Sección 1 se definen
conceptos claves como los de desastre y emergencia alimentaria, y en las Secciones 2 y 3 se
examinan la situación actual de emergencia alimentaria y las tendencias y causas registradas en
los últimos 20 años. En dicho examen se indica que el África subsahariana es la subregión más
afectada. En la Sección 4 se examinan las posibles repercusiones de diversos tipos de desastres en
las economías en desarrollo, y se presentan algunos ejemplos. Se utiliza un análisis discriminatorio
para estudiar las interrelaciones entre la seguridad alimentaria y una gama de variables
socioeconómicas. Dicho análisis revela que el grupo de países en desarrollo más afectado de
inseguridad alimentaria se caracteriza, entre otras cosas, por los bajos niveles de desarrollo
socioeconómico y de tasas de crecimiento económico, la alta incidencia de emergencias
alimentarias y el nivel elevado de las facturas de importación de alimentos en relación con los
ingresos de exportación. Por último, se evalúan los niveles de productividad agrícola de las
distintas regiones en desarrollo y se pone de relieve la carga de la deuda del África subsahariana.
La Sección 5 concluye y saca las consecuencias de política de los distintos resultados del
documento. Entre las consecuencias principales cabe señalar que los países en desarrollo, con la
asistencia de la comunidad internacional, deberían aplicar medidas destinadas a reducir la
vulnerabilidad a los desastres y mitigar sus efectos, mejorando a la vez su rendimiento económico.
Con respecto a los países más pobres y muy endeudados, los acreedores han de reducir
drásticamente o eliminar completamente las deudas para que puedan destinar más recursos a las
inversiones.
1. Introducción
El déficit puede ser causado por un desastre natural o provocado por el hombre, o por una
combinación de ambos. Por desastre se entiende un grave trastorno del funcionamiento de una
comunidad o sociedad que causa pérdidas humanas, materiales, económicas o ambientales
generalizadas que superan la capacidad de la población afectada para resolverlas por sí sola
(UNISDR, 2002). Los desastres naturales son causados por fenómenos (o riesgos naturales) tales
como terremotos, actividad vulcánica, sequía, inundaciones, derrumbes, ciclones tropicales,
infestaciones de plagas y enfermedades, etc. Los desastres provocados por el hombre son
causados principalmente por guerras y crisis financieras o económicas. Ahora bien, algo puede
aparecer como un desastre natural y ser en realidad el resultado indirecto de actividades humanas
que perjudican el medio ambiente. Por ejemplo, una inundación fluvial puede deberse a una
abundante sedimentación provocada por la erosión del suelo en la zona de captación del río,
debida a su vez a la deforestación y degradación de las tierras. Las actividades humanas que
perjudican el medio ambiente aumentan la vulnerabilidad a los desastres por parte de las
comunidades locales. Algunas veces puede ocurrir, además, que un desastre natural afecte a un
país que ya sufre a raíz de catástrofes provocadas por el hombre: por ejemplo, en los últimos años
Afganistán ha sufrido simultáneamente a causa de graves sequías y de una guerra civil.
Ahora se reconoce ampliamente que los desastres naturales, sobre todo las sequías y las
inundaciones, están aumentando tanto en frecuencia como en gravedad. También hay pruebas de
que las catástrofes provocadas por el hombre, sobre todo los conflictos armados, han ido
aumentando constantemente en los dos últimos decenios. Los países en desarrollo,
principalmente los más pobres, cargan con todo el peso de los desastres mundiales y sufren
desproporcionadamente a causa de ello por carecer de los medios tanto para prepararse a
afrontarlos como para reparar o reconstruir la infraestructura damnificada. Los gobiernos tienen
que desviar los escasos recursos de que disponen para los programas de desarrollo y dedicarlos a
actividades de reconstrucción o para sufragar las crecientes facturas de importación de alimentos,
comprometiendo de esa manera el desarrollo económico y social y la seguridad alimentaria a largo
plazo. Unido a los altos costos del servicio de la deuda externa, el costo añadido de los desastres
está paralizando a los países pobres.
El Cuadro 1 indica que en julio de 2003 había en todo el mundo unos 36 países afectados por
emergencias alimentarias, incluidos 23 en África (64 por ciento), 7 en Asia (19,4 por ciento), 4 en
América Latina (11,1 por ciento) y 2 en Europa (5,5 por ciento). En África, la causa principal son las
guerras civiles que afectan a 14 de los 23 países, o sea un 61 por ciento, seguidas de las sequías
(11 países, o sea un 48 por ciento). En Asia, la causa principal es la sequía, especialmente en Asia
central, donde continúan sintiéndose las repercusiones de la grave sequía de 2000 y se sigue
necesitando ayuda alimentaria. En América Central, el derrumbe de los precios internacionales del
café ha dejado a miles de familias sin ingresos, ya que los trabajadores de los cafetales han sido
despedidos en masa. En Europa, muchos refugiados y familias desplazadas en el interior de
Chechenia (Federación de Rusia) y en Serbia y Montenegro necesitan ayuda alimentaria para
sobrevivir, después de las guerras civiles recientes o todavía en curso. Cabe señalar que aunque un
país pueda haber salido recientemente de una catástrofe (por ejemplo Afganistán, Sierra Leona,
Angola), la emergencia alimentaria puede persistir durante varios años. Además, algunos países se
ven afectados por uno o más desastres simultáneamente (por ejemplo Somalia, Sudán, Zimbabwe,
Afganistán, Iraq), lo que hace muy compleja la situación de emergencia.
Kenya Sequía
Las estimaciones más recientes de la FAO (julio de 2003) indican que el número de personas
afectadas por las emergencias alimentarias en todo el mundo y que necesitan ayuda alimentaria
se cifra en alrededor de 70 millones, frente a una media de 64 millones en los últimos tres años.
Las emergencias alimentarias han ido aumentando constantemente en todo el mundo desde
mediados de los años ochenta (Figura 1). La figura, basada en la base de datos de la SMIA/FAO,
muestra también que en algunos años (por ejemplo 1993, 1995, 1998 y a partir de entonces),
algunos países sufrieron más de un desastre en un solo año.
Por otro lado, desde un nivel máximo alcanzado en 1984 los desastres naturales fueron fluctuando
considerablemente hasta alrededor de 1997 cuando empezaron a recrudecer. Las causas
principales han sido los fenómenos hidrometeorológicos extremos (principalmente sequías,
inundaciones y ciclones/huracanes).
La Figura 3 muestra las tendencias en las emergencias alimentarias por región. El África
subsahariana ha experimentado el número mayor en los últimos dos decenios, oscilando entre 9 y
28. El número de las personas afectadas se estima actualmente en 40 millones, frente a la media
de 27 millones en los tres últimos años. Las causas principales han sido las guerras civiles y las
sequías, seguidas de las inundaciones. Una tendencia ascendente aparece clara desde 1996, no
obstante la pequeña disminución registrada en 1999. En Asia, aunque los números absolutos de
las emergencias son relativamente pequeños, el número de las personas afectadas es bastante
grande, estimado actualmente en 32 millones, más o menos igual al promedio de los tres últimos
años. El gráfico muestra una tendencia ascendente pero débil. Las causas principales han sido las
inundaciones y la sequía, y han jugado un papel importante la crisis financiera de 1997/98, las
estaciones invernales excepcionalmente crudas en Mongolia y más de un decenio de guerra civil
en Afganistán. En América Latina, las pautas son menos claras, pero hasta 2002 las emergencias
fueron causadas casi totalmente por desastres naturales, principalmente huracanes, inundaciones
y sequías. El punto culminante se registró en 1999 con el “Huracán Mitch” que devastó algunos
países de América Central en 1998. En Europa, la tendencia refleja principalmente las guerras
civiles registradas entre los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) tras la
desintegración de la ex Unión Soviética, así como la sequía generalizada en 1999/2000.
Hay dos tipos principales de desastres naturales, los que se desarrollan en forma relativamente
lenta como la sequía, y los que tienen un comienzo rápido como las inundaciones, los terremotos,
los ciclones/huracanes y los derrumbes. El primer tipo se presta para una alerta temprana y
preparación suficientes, con lo cual se reducen las posibles consecuencias, especialmente en lo
que se refiere a pérdidas de vidas humanas. Para el segundo tipo puede ser casi imposible la alerta
temprana y en consecuencia se producen, por lo general, víctimas. Ahora, sin embargo, gracias a
los avances recientes de la tecnología de la información, que incluye el uso de satélites y la
modelización con ayuda de computadoras, existen más posibilidades para la alerta temprana,
aunque todavía limitadas. Por ejemplo, el hecho de prever el calendario y la ubicación de los
ciclones tropicales ha duplicado el tiempo de alerta a 48 horas desde 1990 (UNISDR 2002). Desde
la perspectiva de la seguridad alimentaria y del progreso económico en los países en desarrollo,
los dos párrafos siguientes se centran en los desastres causados por tres fenómenos
hidrometeorológicos, a saber las inundaciones, los ciclones/huracanes y las sequías, fenómenos
que se están volviendo cada vez más frecuentes y graves, con costos económicos, sociales y
materiales crecientes.
Los efectos de la sequía tienden a ser más generalizados y abarcar todo un país o incluso una
entera región como ha sido el caso recientemente en el África austral, y en Asia Central en 2000.
Sin embargo, fuera de las pérdidas sufridas en la producción agropecuaria y de las fuertes
reducciones registradas algunas veces en el suministro hidroeléctrico, el efecto en la
infraestructura y en otros bienes materiales es mínimo. Además, la pérdida de vidas humanas no
es grande gracias al comienzo lento de los desastres provocados por la sequía que permite un
tiempo suficiente para la alerta temprana, a la cual sigue por lo general una respuesta
internacional razonablemente adecuada y oportuna. No obstante, los gobiernos de los países en
desarrollo se ven obligados a gastar más de sus escasos recursos en divisas para financiar el
aumento de las facturas de importación de alimentos. Además, dado que la agricultura es la
espina dorsal de las industrias manufactureras y la principal fuente de empleo en los países en
desarrollo, los efectos económicos de las sequías reducen gravemente o incluso revierten el
crecimiento económico.
Dos causas importantes de desastres provocados por el hombre en el mundo de hoy son las crisis
económicas y las guerras civiles. Entre los ejemplos recientes de crisis económicas figuran el
colapso financiero en Indonesia en 1997/98 y en Argentina en 2002, y la actual crisis económica en
América Central debida a un derrumbe perjudicial de los precios internacionales del café. En
Indonesia, el colapso repentino sufrido por la rupia provocó una onda expansiva en toda la
economía, que se tradujo en un fuerte aumento del desempleo, a más de 20 millones de
desocupados, y en el hecho de que cerca de 100 millones de personas terminaron por debajo de la
línea de pobreza en el lapso de un año (FAO 1998). Este episodio coincidió con una sequía
provocada por El Niño que limitó de forma pronunciada la producción arrocera y aumentó las
necesidades de importación de arroz en 1998/99 en cerca de un 50 por ciento, en un momento en
que la divisa era extremadamente escasa. En América Central, miles de familias dependen
actualmente de la ayuda alimentaria internacional después de haber abandonado los cafetales,
fuente importante de subsistencia en la subregión.
Estudios realizados en otras partes (Banco Mundial 2002) sugieren que las emergencias
alimentarias relacionadas con conflictos se relacionan estrechamente con el rendimiento
económico, así como con factores sociales y políticos, que a su vez tienden a estar íntimamente
vinculados con la seguridad alimentaria tanto en el plano nacional como mundial. En el presente
estudio, se utiliza una selección de dichos indicadores para 92 países en desarrollo de los que se
dispone de estimaciones para examinar la naturaleza de dichas relaciones. Dichos indicadores son
los siguientes:
el Índice de Desarrollo Humano (2001), una variable compuesta que representa muchas
dimensiones del proceso de desarrollo (véase PNUD 2003);
el PIB por habitante (dólares EE.UU. - 1995) y sus tasas de crecimiento (durante los años
noventa), que representa el rendimiento económico;
diversas medidas de las importaciones de alimentos (promedios para los años noventa),
que representan la capacidad de los países para acceder a los mercados internacionales de
alimentos; y,
el número total de las emergencias alimentarias experimentadas en cada país (durante los
años noventa).
Las estimaciones de la proporción de las personas desnutridas son las más recientes de que se
dispone, que utilizan datos correspondientes al período centrado en torno al año 2000. Además
del Índice de Desarrollo Humano, que también utiliza los datos más recientes, todas las otras
variables se calculan utilizando datos que pertenecen al decenio de 1990. Se ha hecho así para
posibilitar la interpretación de que algunas de las relaciones descubiertas en el análisis implican
causalidad en un sentido empírico, dado que los indicadores representan ciertos procesos que se
producen cronológicamente antes de las variables de estado que se observan al final del período.
Estas pruebas estadísticas indican, con un nivel de confianza superior a 99,999 por ciento[45], que
las diferencias entre estos dos grupos de países son grandes. Una manera de entender la
naturaleza de las diferencias es observar las pautas de los coeficientes estructurales o las
relaciones entre las variables y la función discriminatoria en sí misma, que pueden verse en el
gráfico 1. Las variables han sido ordenadas de suerte que reflejen el carácter de la relación entre
ellas y la función discriminatoria. La estructura positiva o los coeficientes de correlación indican
que los valores mayores de las variables tienden a relacionarse con puntajes discriminatorios
mayores y viceversa, y las correlaciones negativas indican que los valores menores de las variables
se relacionan con puntajes discriminatorios mayores y viceversa. Los signos de los coeficientes, por
lo tanto, ayudan a agrupar las variables semejantes, mientras que las magnitudes determinan la
fuerza de las relaciones entre ellas. El coeficiente positivo mayor es el del Índice de Desarrollo
Humano (con un valor de 0,96) y el coeficiente negativo mayor pertenece al número total de las
emergencias alimentarias declaradas a lo largo de los años noventa. A través de la estructura de la
relación de cada variable con la función discriminatoria, también es posible deducir el carácter de
las variables entre sí en esta dimensión discriminatoria. Lo cual significa, por ejemplo, que los
países que tienen un Índice de Desarrollo Humano menor tienden a ser también los que
experimentan mayores emergencias alimentarias, y viceversa.
Los países que pertenecen al grupo más vulnerable y con inseguridad alimentaria tienen
niveles más bajos de desarrollo económico y social, PIB iniciales menores, se han
desarrollado más lentamente y dependen menos del comercio internacional para sus
necesidades alimentarias, todo lo contrario de lo que sucede con el grupo de países que
gozan de mayor seguridad alimentaria;
Los países que pertenecen al grupo afectado de inseguridad alimentaria hacen frente a un
mayor número de emergencias alimentarias y tienen una participación mayor de las
facturas de importación de alimentos en las importaciones totales de mercancías que los
países que gozan de mayor seguridad alimentaria;
Los países que están en el grupo que goza de mayor seguridad alimentaria tienen una
participación mayor de las importaciones en el consumo total efectivo de alimentos ya
que tienen acceso a mayores recursos para las importaciones, como lo demuestra la
menor participación de las importaciones de alimentos en las exportaciones totales de
mercancías.
Gráfico 2. Promedios de las siete variables para los dos grupos de países en desarrollo
4.3 Otras consecuencias de los desastres naturales y provocados por el hombre para la seguridad
alimentaria
Las emergencias reiteradas o prolongadas también producen efectos acumulativos que agravan la
pobreza y minan las capacidades de desarrollo. La desviación de los recursos de las inversiones
productivas provoca, entre otras cosas, el estancamiento del sector agrícola, el aumento del
desempleo y el incremento del endeudamiento nacional. A continuación se tratan las cuestiones
relativas al bajo nivel de productividad agrícola y al endeudamiento.
La figura 4 presenta la producción de cereales por habitante en África, Asia y América Latina entre
1980 y 2002. En África, la producción por habitante no sólo ha sido muy baja (125-175 kg/año),
sino que también se ha estancado en 150 kg/año. Esto se debe principalmente al uso limitado de
tecnologías agrícolas que incrementan la productividad (semillas mejoradas, fertilizantes, riego,
tractores, etc.) pero también al efecto de los desastres frecuentes y a menudo prolongados
registrados en el continente. En Asia, la producción por habitante es relativamente mayor (245-
288 kg/año) y hasta 2000 muestra una tendencia ascendente. Los principales factores
determinantes en este caso son el uso generalizado de tecnologías agrícolas mejoradas y la
intensificación de la producción. Con niveles relativamente altos de producción agrícola y de
ingresos de exportación, los países asiáticos se encuentran por lo general en mejores condiciones
para hacer frente a las emergencias alimentarias, y aún para evitarlas. En América Latina, la
producción por habitante es también relativamente alta (230-280 kg/año) con tendencia al alza a
partir de 1993. Al igual que Asia, América Latina tiene en general capacidad para hacer frente a las
emergencias alimentarias, salvo en el caso de los países de América Central más aquejados por
pobreza, como Guatemala, Nicaragua, Honduras y El Salvador, que han sufrido una serie de
desastres naturales consecutivos (El Niño, el huracán Mitch, el huracán George, terremotos) y
ahora se encuentran paralizados por la crisis del café.
Las dificultades de la balanza de pagos son particularmente graves para los países del África
subsahariana, debido principalmente a las deudas externas elevadas que no tienen la capacidad
de reembolsar. La figura 5 muestra la deuda externa por habitante del África subsahariana
correspondiente al período comprendido entre 1980 y 2000. La deuda pasó de 175 dólares EE.UU.
por persona en 1980 a un nivel máximo de 400 dólares EE.UU. en 1995 y se mantuvo en torno a
300 dólares EE.UU. en 2000. La disminución registrada a partir de 1996 probablemente se debe al
alivio de la deuda logrado en el marco de la iniciativa sobre la deuda de los países pobres
sumamente endeudados. No obstante, la carga de la deuda resulta insosteniblemente elevada
para los países cuyos ingresos por habitante son por término medio inferiores a 450 dólares
EE.UU. por año, siendo de 100 dólares EE.UU. aproximadamente en los más pobres (Etiopía,
Burundi) en los cuales alrededor del 50 por ciento de la población total vive por debajo de la línea
de pobreza (Banco Mundial 2002, AfDB 2003). Aunque algunos factores, como las relaciones de
intercambio desfavorables y las elevadas tasas de interés internacionales, jugaron un papel
importante en el aumento del nivel del endeudamiento, es muy probable que hayan influido
mucho los desastres reiterados o prolongados. El servicio de la deuda es una limitación grave a la
seguridad alimentaria a largo plazo y al desarrollo económico y social de la subregión.
Figura 5. Deuda externa por habitante del África subsahariana (dólares EE.UU).
Fuente: Banco Mundial, FAO.
Banco mundial. 2003. Breaking the Conflict Trap: Civil War and Development. Documento de
investigaciones de políticas, de Paul Collier.
FAO. 1998. GIEWS Special Report: FAO/WFP Crop and Food Supply Assessment Mission to
Indonesia. Octubre de 1998.
FAO. 2001. Food Emergencies and Outlook - Conference Supplement to Food Outlook.
FAO. 2003a. The State of Food Insecurity in the World 2003, Roma, en preparación.
FAO. 2003b. The Impact of Disasters on Long-Term Food Security and Poverty Alleviation - Policy
Implications. Comité de Seguridad Alimentaria Mundial. Mayo de 2003.
UNISDR (UN International Strategy for Disaster Reduction). 2002. Disaster reduction and
sustainable development: understanding the links between vulnerability and risk to disasters
related to development and environment. Documento de referencia para la Cumbre Mundial sobre
Desarrollo Sostenible, Johannesburgo, 26 de agosto-4 de septiembre de 2002.
UNDP (United Nations Development Programme). (PNUD-Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo) 2003. Human Development Report 2003. Millennium Development Goals: A compact
among nations to end human poverty, publicado para el PNUD por la Oxford University Press,
Nueva York.
[44]
Mwita Rukandema es Economista Superior del Grupo de Alerta del Servicio de Información y
Alerta Mundiales y A.A. Gürkan, Jefe del Servicio de Productos Alimenticios Básicos de la
Dirección de Productos Básicos y Comercio de la FAO.
[45]
El valor calculado del lambda de Wilk es de 0,413, con un valor F de Fisher asociado de 17,084,
lo que indica que la probabilidad de encontrar un valor tan extremo como éste es inferior a
0,0001, en el marco de la hipótesis nula la de la igualdad de los vectores medios de los dos
grupos. En otras palabras, la diferencia entre los centroides de grupo es significativa.