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J. Wesley nació en Epworth en 1703 y su vida abarcó casi la totalidad del siglo XVIII, un
tiempo histórico en el cual estaban desarrollándose cambios fundamentales sobre todo en
Inglaterra y los Estados Unidos. Si bien es cierto que resulta complejo hacer una breve
descripción de la vida en Inglaterra durante el siglo XVIII debemos intentarlo para entender el
marco histórico del avivamiento wesleyano.
Durante el siglo XVIII, Inglaterra tuvo una estabilidad mayor que durante el siglo XVII,
momento en el cual se había desarrollado una sangrienta guerra civil. El poder militar y
económico de Inglaterra seguía en ascenso.
La población Inglesa en la primera parte del s. XVIII era de unos 5 millones de habitantes, y
hacia fines del siglo, había aumentado a más de 8 millones. Casi el 10% de la población vivía
en Londres, y la mayoría vivía en severas condiciones de pobreza. Ninguna otra ciudad llegó
ha ser tan grande como Londres, aunque a fines de siglo ciudades y aldeas de zonas
industriales como Manchester, Birmingham y Leeds habían tenido un desarrollo asombroso.
La vida de las ciudades y aldeas más grandes era precaria, especialmente para los más pobres
que eran los sectores más numerosos. No existía mucha seguridad en el mercado laboral. La
vivienda era mayormente inadecuada y muy costosa. Los sectores más pobres de las ciudades,
albergaban multitudes que vivían hacinados en barrios periféricos y sucios.
Los servicios sanitarios eran primitivos, además que la costumbre era arrojar los desperdicios
en las calles y los ríos lo cual hacía que el olor fuera insoportable. El agua potable era escasa.
El precio de los alimentos era costoso. La vida en general se hallaba marcada por la
inseguridad y el alcohol, la violencia, la prostitución y la difusión de los juegos de azar eran los
medios que la gente buscaba como medio de escape de la desesperación y el abandono.
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Los artesanos, obreros calificados y aprendices conformaban los sectores medios en
crecimiento aunque su situación no era menos grave. Las jornadas de trabajo alcanzaban las
14 horas y los jornales eran muy bajos. Estos ingresos se suplementaban con el trabajo de las
esposas e hijos. Niños de 4 o 5 años trabajaban como deshollinadores en minas o fábricas.
Las clases altas eran pequeñas pero poderosas. Su estilo de vida estaba marcado por las
extravagancias y las comodidades. Hacia el siglo XVIII la sociedad inglesa se hallaba polarizada
en términos económicos. Con el avance del siglo, Inglaterra experimentó grandes cambios
sociales y económicos. Se introdujeron nuevas tecnologías de cultivo y fabricación que trajeron
aparejada un aumento de la producción.
Hacia 1750 nos encontramos en plena Revolución Industrial. Las industrias textiles y la
fundición de hierro crecieron a ritmo acelerado. Los motores a vapor impactaron en el
crecimiento industrial. La construcción de caminos (con peajes) y la canalización de los ríos
mejoraron el transporte de materias primas y artículos manufacturados.
La Iglesia Anglicana mantenía como iglesia oficial lazos estrechos con el poder político. Las
parroquias se habían constituido con varios siglos de antelación con lo cual los poblados de
reciente formación carecían de asistencia pastoral. Los miembros de las iglesias disidentes no
tenían derecho a voto ni les era permitido ocupar lugares en el Parlamento. La iglesia
Anglicana tenía una visión fuertemente influida por mantener el orden vigente, instando al
pueblo creyente a aceptar el orden vigente y el lugar de cada uno como voluntad divina.
Juan Wesley nació dentro de la fe anglicana. Su padre Samuel era párroco de dicha iglesia,
mientras que su madre Susana también era hija de un ministro disidente. Era una mujer de
una notable santidad y maestra de su hogar. Con gran disciplina se dedicó a la crianza y
formación de sus 19 hijos.
J. Wesley tuvo una excelente formación académica en Oxford desde 1720. En ese ambiente, a
partir de 1725 comenzó un itinerario espiritual marcado por periódicas conversiones que
vinieron a reforzar la formación recibida en su hogar. Nos referimos a la enorme influencia que
ejercieron las lecturas de Taylor, Tomás de Kempis y Willian Law cuyo común denominador era
la convicción de que la vida cristiana consagrada y santa implicaba comprometerse
enteramente en el amor a Dios y al prójimo.
Luego de ser ordenado, primero como diácono y después como presbítero, sirvió en las
iglesias anglicanas. Nuevamente en Oxford, tras recibir un nombramiento académico, inició un
grupo dedicado al estudio de la Biblia, las disciplinas espirituales, la comunión frecuente, la
ayuda a los necesitados y la práctica renovada de una piedad intensa. En los círculos
universitarios recibieron el mote de “Club Santo”, “Polillas Bíblicas”, “fanáticos” y “Metodistas”.
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Del estudio de los Padres de la Iglesia primitiva, especialmente de los padres del desierto lo
cautivó la idea de la perfección como meta de la vida cristiana. En este sentido, la perfección
era un proceso dinámico, más que un estado estático. Este concepto sería determinante para
su propia visión de la vida cristiana y el ideario del movimiento que comenzaría a gestar.
Wesley viajó a Georgia para trabajar entre la población indígena y los colonos ingleses y luego
de tres años de pésimas relaciones con los colonos volvió a Inglaterra sin haber alcanzado
grandes resultados.
Unos seis meses después, tuvo un poderoso encuentro con el Espíritu Santo. En sus propias
palabras: "Estábamos reunidos y en constante oración, cuando alrededor de las tres de la
mañana, el poder de Dios vino poderosamente sobre nosotros, a tal grado que clamamos con
un gozo excesivo, y muchos cayeron al suelo. Tan pronto que nos recuperamos un poco de
ese asombro y maravilla ante la presencia de Su majestad, irrumpimos a una voz: ‘¡Te
alabamos, OH Dios, te reconocemos como el Señor!’"
Luego de una visita a la iglesia morava en Herrnhut (Alemania), J. Wesley siguió unido a la
sociedad de Fetter Lane y predicando en iglesias anglicanas. Al observar de cerca la vida y la
fe de los moravos, Wesley quedó admirado pero a la vez empezó a dudar sobre la eficacia del
quietismo, su pasividad y lo artificioso de un ambiente eclesial introvertido en medio de la
sociedad.
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Para Wesley era esencial la fraternidad cristiana y la disciplina de la vida espiritual pero no
como un fin en si mismo, sino como un instrumento de la misión, esto es: la propagación de la
santidad bíblica por toda la tierra.
Para Wesley la fe era un primer paso en la experiencia cristiana, pero no su totalidad. “La fe…
es solo la servidora del amor” . La finalidad de la vida cristiana es la santidad. “La plenitud de la
fe”. Esto significa comprometer toda la vida a Dios y al prójimo en amor. De modo que la fe
que justifica lleva su fruto en una fe que obra mediante el amor. Así el mensaje de Wesley se
resumía en anunciar una proclama de: salvación, fe y buenas obras.
En una ocasión, otro ministro le preguntó cómo hacerle para lograr que mucha gente viniera a
escucharle. La respuesta de Wesley fue: “Si el predicador está ardiendo, los demás vendrán
para ver el fuego." Y luego añadió: "Dame cien predicadores que no le temen a nada excepto
al pecado, y no desean nada excepto a Dios, y no me interesa ni una paja que sean clérigos o
laicos, ellos sacudirán las puertas del infierno y establecerán el reino de los cielos en la tierra."
Por otra parte, a fines de 1738 George Whitefield regresó de las colonias americanas
donde había participado, con importantes resultados en el primer gran avivamiento. La
experiencia en las colonias le había mostrado la posibilidad de pasar por alto las
estructuras eclesiásticas anglicanas. Entonces comenzó a predicar al aire libre en la
zona minera industrial de los alrededores de Bristol con impresionantes resultados entre
los mineros del carbón.
La predicación al aire libre y el ministerio itinerante surgió como una necesidad dado
que los púlpitos de los templos le comenzaban a ser vedados. Sin embargo el amor por
las personas inconversas lo llevó a romper con sus propias estructuras mentales y las
estructuras del sistema parroquial anglicano.
2.3. La incorporación del ministerio femenino. Si bien J. Wesley tuvo dudas sobre si era
apropiado adoptar el ministerio de la mujer, lo cual significaba habilitarlas para la
predicación del evangelio, terminó por reconocer el talento de Sarah Crosby, Mary
Bosanquet, Hannah Harrison, y Eliza Bennis entre otras. Wesley reconoció su
eficacia y aprobó oficialmente en 1787 a Sarah Mallet a predicar enseñanzas
doctrinales y disciplinarias.
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Con la promoción del liderazgo laico se dio paso a la creación de las sociedades y
clases atendidas por ellos. Algunos predicadores eran itinerantes de tiempo
completo y servían en redes de “sociedades” llamadas “circuitos”. Otros
ministraban en sus tiempos libres y en sus lugares de residencia.
3. La renovación de la alabanza.
Una característica destacable del avivamiento wesleyano desde sus inicios fue la
irrupción de la alabanza. Para ello J Wesley realizó traducciones de la himnodia alemana
sobre todo los surgidos en el contexto de la renovación pietista. Con todo, la mayor
influencia fue la que ejerció Charles Wesley quien llegó a componer alrededor de 6000
himnos que trascenderían incluso el ámbito del metodismo.
J. Wesley tenía una comprensión del evangelio en el cuál la palabra de Dios debía servir
a la persona en su totalidad y para la totalidad de la condición del hombre más allá de
las condiciones sociales que debiera enfrentar.
En este sentido, hacia 1774, Wesley se declaró contrario a la esclavitud y apoyó las
iniciativas de la “Secta Chapman” en el Parlamento. Por otra parte se mostró partidario
de la defensa de los “esclavos industriales” al protestar contra la explotación de los
niños y las mujeres en las fábricas y las minas; abogó por el saneamiento y la
humanización de los talleres, promoviendo la reducción de las jornadas de trabajo de
14 y 16 horas y el aumento de salarios; favoreció las condiciones de las cárceles e
impulsó cambios en la legislación del sistema penal.
5. Vida de santidad
Una quinta manera en que Dios cambió profundamente la Iglesia a través de Wesley
fue por su llamado a la santidad. Wesley no creía que uno debía entrar a hurtadillas por
los portones del cristianismo mientras continuaba pecando. Un cristianismo pecador no
era parte de su entendimiento de la verdad bíblica. Llamaba a creyentes a vivir en
perfección cristiana, a madurarse y crecer.
En las reuniones era común que los asistentes clamaran en alta voz, se convulsionaran
o cayeran tocados por el poder de Dios. Wesley creía que las manifestaciones físicas de
su prédica acontecían por la resistencia del Diablo o la presencia del Espíritu Santo. De
este modo, las sociedades metodistas fueron objeto de persecución y violencia por
revoltosos instigados por las autoridades eclesiásticas parroquiales.
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Por otra parte el alto clero descalificó el movimiento acusándolo de “entusiasmo”, esto
es “endiosados”. Wesley se defendió distinguiendo diversos tipos de entusiasmo, e
insistiendo en que la fe no era auténtica a menos que fuera intensamente personal y
experimental.
Por ello los primeros grupos se llamaron “sociedades” y no “iglesias”. Es decir grupos
celulares que buscaban una renovación de la vida espiritual y a la vez fermento de la
Iglesia Anglicana. El movimiento tuvo un gran desarrollo en las Islas Británicas y
posteriormente en los EE.UU.
Fieles a sus raíces en las clases populares, los metodistas organizaron escuelas
paralelas para la educación de los niños de la clase obrera industrial, víctimas del
proceso de industrialización que requería mano de obra barata. Esta iniciativa realmente
innovadora –creaba una alternativa popular para los niños pobres al margen del sistema
oficial – desembocaría en lo que posteriormente tomó el nombre de Escuelas
Dominicales dentro de las principales denominaciones protestantes.
La primera escuela dominical metodista fue iniciada por Ana Bell en High Wycombe,
posteriormente en 1780 Robert Raikes (1735-1811) Anglicano y periodista, comenzó en
Gloucester una escuela dominical donde se proponía a la vez dar instrucción moral,
religiosa, una alfabetización básica a los niños marginales. En 1785 se formó en Londres
una Sociedad Pro Escuelas Dominicales para extender el movimiento por todo el
Imperio Británico.
“En el siglo del sauve qui peut de Voltaire y del laissez faire de Smith, cuando se estaba
resquebrajando el paternalismo de la sociedad jerárquica tradicional, el metodismo trató
de darle a las clases bajas un sentido de su valor propio, y revivir la religión tradicional
como fuente de calor y entretenimiento, de confort y alegría” (Semmel).
La ética que surge de estos conceptos era sumamente efectiva, no solo porque
constituía una ética social, sino también individual. Una ética derivada de una poderosa
fe en la relación del individuo con Dios, promovía un fuerte sentido de responsabilidad
moral personal muy similar a la ética puritana, alentando las virtudes de ahorro,
diligencia, honestidad, trabajo duro y temperancia.
El cuidado personal estaba en una relación natural con la ayuda en el cuidado de los
demás. Esta ética tenía la distinción adicional de traspasar las barreras de clase y
religión. Las reformas obreras, esto es el saneamiento de los talleres, la reducción de la
jornada laboral, el aumento salarial, la defensa de niños y mujeres trabajadores,
iniciadas por Wesley fueron continuadas por Lord Shaftebury y el posterior movimiento
laborista quien se nutrió de varios de los predicadores surgidos del avivamiento.
Cualquier que mire la Inglaterra de los años 1700 y vea el trabajo de Juan Wesley, este santo
incansable y apasionante de Dios, estará de acuerdo que la Iglesia de Jesucristo estaba viva y
saludable. Una Iglesia saludable era y todavía es el gran plan de Dios para preservar cualquier
cosa de valor dentro de la civilización. La Iglesia - el Pueblo de Dios - la “sal” de la vida
cotidiana es el único plan de Dios para salvar la civilización.