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EL AVIVAMIENTO WESLEYANO EN INGLATERRA Y SU DESAFÍO PARA


LA IGLESIA EVANGÉLICA SALVADOREÑA.
Una herencia de renovación espiritual, evangelización y reforma social .
Adaptado por Dr. David E. Ramos.

I. EL CONTEXTO DEL AVIVAMIENTO

J. Wesley nació en Epworth en 1703 y su vida abarcó casi la totalidad del siglo XVIII, un
tiempo histórico en el cual estaban desarrollándose cambios fundamentales sobre todo en
Inglaterra y los Estados Unidos. Si bien es cierto que resulta complejo hacer una breve
descripción de la vida en Inglaterra durante el siglo XVIII debemos intentarlo para entender el
marco histórico del avivamiento wesleyano.

Durante el siglo XVIII, Inglaterra tuvo una estabilidad mayor que durante el siglo XVII,
momento en el cual se había desarrollado una sangrienta guerra civil. El poder militar y
económico de Inglaterra seguía en ascenso.

La población Inglesa en la primera parte del s. XVIII era de unos 5 millones de habitantes, y
hacia fines del siglo, había aumentado a más de 8 millones. Casi el 10% de la población vivía
en Londres, y la mayoría vivía en severas condiciones de pobreza. Ninguna otra ciudad llegó
ha ser tan grande como Londres, aunque a fines de siglo ciudades y aldeas de zonas
industriales como Manchester, Birmingham y Leeds habían tenido un desarrollo asombroso.

Varias descripciones de la situación de la Inglaterra de los tiempos de Wesley dan la impresión


de una total descomposición moral, social y espiritual que afectaba no sólo a la sociedad sino
también a la iglesia. La corrupción más bochornosa se extendía a todas las clases sociales,
desde la corte del rey Jorge II hasta las masas populares. La opresión de los pobres, el abuso
del poder, la crueldad del sistema carcelario, la borrachera, la prostitución, el adulterio, la
superstición y el libertinaje eran marcas comunes del estilo de vida de la época. El soborno a
los jueces y la impunidad que favorecía a los poderosos eran la moneda corriente en los
tribunales. La horca pública, muchas veces por delitos menores, era una diversión popular. A
todo esto se agregaba el execrable tráfico internacional de esclavos, que arrojaba grandes
ganancias en las arcas de los traficantes no sólo de negros del África sino también de blancos
de Escocia e Irlanda, y no sólo de adultos sino también de niños secuestrados.

La vida de las ciudades y aldeas más grandes era precaria, especialmente para los más pobres
que eran los sectores más numerosos. No existía mucha seguridad en el mercado laboral. La
vivienda era mayormente inadecuada y muy costosa. Los sectores más pobres de las ciudades,
albergaban multitudes que vivían hacinados en barrios periféricos y sucios.

Los servicios sanitarios eran primitivos, además que la costumbre era arrojar los desperdicios
en las calles y los ríos lo cual hacía que el olor fuera insoportable. El agua potable era escasa.
El precio de los alimentos era costoso. La vida en general se hallaba marcada por la
inseguridad y el alcohol, la violencia, la prostitución y la difusión de los juegos de azar eran los
medios que la gente buscaba como medio de escape de la desesperación y el abandono.
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Los artesanos, obreros calificados y aprendices conformaban los sectores medios en
crecimiento aunque su situación no era menos grave. Las jornadas de trabajo alcanzaban las
14 horas y los jornales eran muy bajos. Estos ingresos se suplementaban con el trabajo de las
esposas e hijos. Niños de 4 o 5 años trabajaban como deshollinadores en minas o fábricas.

Las clases altas eran pequeñas pero poderosas. Su estilo de vida estaba marcado por las
extravagancias y las comodidades. Hacia el siglo XVIII la sociedad inglesa se hallaba polarizada
en términos económicos. Con el avance del siglo, Inglaterra experimentó grandes cambios
sociales y económicos. Se introdujeron nuevas tecnologías de cultivo y fabricación que trajeron
aparejada un aumento de la producción.

Hacia 1750 nos encontramos en plena Revolución Industrial. Las industrias textiles y la
fundición de hierro crecieron a ritmo acelerado. Los motores a vapor impactaron en el
crecimiento industrial. La construcción de caminos (con peajes) y la canalización de los ríos
mejoraron el transporte de materias primas y artículos manufacturados.

En cuanto al contexto religioso la sociedad se inclinaba nominalmente por la iglesia Anglicana,


que era la iglesia oficial de la corona británica. Completaban el campo religioso la iglesia
católica y las iglesias disidentes como los bautistas, presbiterianos, congregacionalistas y
cuáqueros.

La Iglesia Anglicana mantenía como iglesia oficial lazos estrechos con el poder político. Las
parroquias se habían constituido con varios siglos de antelación con lo cual los poblados de
reciente formación carecían de asistencia pastoral. Los miembros de las iglesias disidentes no
tenían derecho a voto ni les era permitido ocupar lugares en el Parlamento. La iglesia
Anglicana tenía una visión fuertemente influida por mantener el orden vigente, instando al
pueblo creyente a aceptar el orden vigente y el lugar de cada uno como voluntad divina.

II. JOHN WESLEY Y LOS COMIENZOS DEL MOVIMIENTO.

Juan Wesley nació dentro de la fe anglicana. Su padre Samuel era párroco de dicha iglesia,
mientras que su madre Susana también era hija de un ministro disidente. Era una mujer de
una notable santidad y maestra de su hogar. Con gran disciplina se dedicó a la crianza y
formación de sus 19 hijos.

J. Wesley tuvo una excelente formación académica en Oxford desde 1720. En ese ambiente, a
partir de 1725 comenzó un itinerario espiritual marcado por periódicas conversiones que
vinieron a reforzar la formación recibida en su hogar. Nos referimos a la enorme influencia que
ejercieron las lecturas de Taylor, Tomás de Kempis y Willian Law cuyo común denominador era
la convicción de que la vida cristiana consagrada y santa implicaba comprometerse
enteramente en el amor a Dios y al prójimo.

Luego de ser ordenado, primero como diácono y después como presbítero, sirvió en las
iglesias anglicanas. Nuevamente en Oxford, tras recibir un nombramiento académico, inició un
grupo dedicado al estudio de la Biblia, las disciplinas espirituales, la comunión frecuente, la
ayuda a los necesitados y la práctica renovada de una piedad intensa. En los círculos
universitarios recibieron el mote de “Club Santo”, “Polillas Bíblicas”, “fanáticos” y “Metodistas”.
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Del estudio de los Padres de la Iglesia primitiva, especialmente de los padres del desierto lo
cautivó la idea de la perfección como meta de la vida cristiana. En este sentido, la perfección
era un proceso dinámico, más que un estado estático. Este concepto sería determinante para
su propia visión de la vida cristiana y el ideario del movimiento que comenzaría a gestar.

Wesley viajó a Georgia para trabajar entre la población indígena y los colonos ingleses y luego
de tres años de pésimas relaciones con los colonos volvió a Inglaterra sin haber alcanzado
grandes resultados.

Sin embargo la experiencia le proporcionó una oportunidad para su maduración personal,


especialmente por su contacto con los misioneros de la Iglesia Morava que le enseñaron a
Wesley que una fe verdadera libera del temor y una vida espiritual auténtica produce una
felicidad profunda.

De regreso en Inglaterra, Wesley tuvo la extraordinaria experiencia que significó su


conversión. “El miércoles 24 de mayo… por la tarde, yo fui, muy contra mi propia voluntad, a
la sociedad que se reúne en la calle Aldersgate, donde una persona estaba leyendo del
Prefacio a la Epístola a los Romanos, de Lutero. A eso de las nueve menos cuarto, mientras él
estaba describiendo el cambio que Dios obra en el corazón mediante la fe en Cristo, sentí en
mi corazón un ardor extraño. Sentí que confiaba en Cristo, sólo en Cristo, para la salvación; y
me fue dada la seguridad de que él había quitado mis pecados, aún los míos, y me había
salvado de la ley del pecado y de la muerte. Empecé a orar con todo mí ser por aquellos que
de alguna manera especial me habían tratado con desprecio y me habían perseguido.
Entonces testifiqué abiertamente a todos los presentes lo que ahora sentí en el corazón”

Unos seis meses después, tuvo un poderoso encuentro con el Espíritu Santo. En sus propias
palabras: "Estábamos reunidos y en constante oración, cuando alrededor de las tres de la
mañana, el poder de Dios vino poderosamente sobre nosotros, a tal grado que clamamos con
un gozo excesivo, y muchos cayeron al suelo. Tan pronto que nos recuperamos un poco de
ese asombro y maravilla ante la presencia de Su majestad, irrumpimos a una voz: ‘¡Te
alabamos, OH Dios, te reconocemos como el Señor!’"

Wesley relató la siguiente experiencia en su diario personal:


"Supimos que muchos se ofendieron al oír los clamores de aquellos sobre quienes
descendió el poder de Dios; entre ellos un médico, quien dijo que podría tratarse de un
engaño o falsedad. Hoy una de las primeras personas en clamar misericordia fue una
mujer a quien dicho médico conocía por años. Al verla llorar, le pareció increíble que
fuese la misma persona. Se acercó a ella y observó todos los síntomas; vio que por la
cara le corrían gruesas gotas de sudor y se estremecía hasta los huesos. Al ver eso, no
supo qué decir, pues quedó convencido de que no se trataba de ningún engaño, ni
tampoco de ningún desorden natural. Mas cuando su cuerpo y alma fueron sanados en
un instante, el médico vio el dedo de Dios en lo que le había ocurrido a la mujer".

Luego de una visita a la iglesia morava en Herrnhut (Alemania), J. Wesley siguió unido a la
sociedad de Fetter Lane y predicando en iglesias anglicanas. Al observar de cerca la vida y la
fe de los moravos, Wesley quedó admirado pero a la vez empezó a dudar sobre la eficacia del
quietismo, su pasividad y lo artificioso de un ambiente eclesial introvertido en medio de la
sociedad.
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Para Wesley era esencial la fraternidad cristiana y la disciplina de la vida espiritual pero no
como un fin en si mismo, sino como un instrumento de la misión, esto es: la propagación de la
santidad bíblica por toda la tierra.

Para Wesley la fe era un primer paso en la experiencia cristiana, pero no su totalidad. “La fe…
es solo la servidora del amor” . La finalidad de la vida cristiana es la santidad. “La plenitud de la
fe”. Esto significa comprometer toda la vida a Dios y al prójimo en amor. De modo que la fe
que justifica lleva su fruto en una fe que obra mediante el amor. Así el mensaje de Wesley se
resumía en anunciar una proclama de: salvación, fe y buenas obras.

En una ocasión, otro ministro le preguntó cómo hacerle para lograr que mucha gente viniera a
escucharle. La respuesta de Wesley fue: “Si el predicador está ardiendo, los demás vendrán
para ver el fuego." Y luego añadió: "Dame cien predicadores que no le temen a nada excepto
al pecado, y no desean nada excepto a Dios, y no me interesa ni una paja que sean clérigos o
laicos, ellos sacudirán las puertas del infierno y establecerán el reino de los cielos en la tierra."

III. LAS CARACTERÍSTICAS DEL AVIVAMIENTO.

1. La predicación al aire libre.

Luego de su conversión, en octubre de 1738, J. Wesley tomó conocimiento de las


conversiones que se estaban produciendo en Nueva Inglaterra a través de la
predicación de Jonathan Edwards. Estos informes produjeron un impacto de fuerza
extraordinario que lo prepararon para una nueva etapa en su vida y ministerio, y
marcarían al movimiento con una característica indeleble: la predicación al aire libre de
manera itinerante e independientemente de las estructuras eclesiásticas establecidas.

Por otra parte, a fines de 1738 George Whitefield regresó de las colonias americanas
donde había participado, con importantes resultados en el primer gran avivamiento. La
experiencia en las colonias le había mostrado la posibilidad de pasar por alto las
estructuras eclesiásticas anglicanas. Entonces comenzó a predicar al aire libre en la
zona minera industrial de los alrededores de Bristol con impresionantes resultados entre
los mineros del carbón.

Ante la necesidad de ausentarse, Whitefield le pidió a J. Wesley su colaboración en la


continuación de la tarea evangelizadora. La iniciativa de predicar fuera del templo le
escandalizaba. “Habiendo durante toda mi vida guardado tenazmente todo lo que tenía
que ver con la decencia y el orden, hubiera pensado que era casi un pecado salvar a las
almas, a menos que se llevara a cabo dentro de una iglesia”. Sin embargo, a pesar de
sus prejuicios se dirigió a Bristol desarrollando una intensa actividad. “A las cuatro de la
tarde (2 de abril de 1739) me sometí a lo más bajo, y proclamé en medio de los
caminos el evangelio de salvación, hablándoles desde una pequeña elevación en las
afueras de la ciudad a unas tres mil personas”.
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Al día siguiente predicó a campo abierto en las afueras de un pueblo cercano y al
domingo siguiente, en Hannam Mount, a los mineros de Kingswood. La reacción del
pueblo fue asombrosa ya que las vidas fueron visiblemente afectadas mediante
conversiones radicales. El primer sorprendido por los resultados de la predicación del
evangelio fue el mismo Wesley, y a partir de entonces se transformaría en una
modalidad característica del metodismo en Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda y Estados
Unidos.

La actitud de Wesley nos habla acerca de la necesidad de tener una disposición


permanente al cambio, la creatividad y la innovación en cuanto a nuestras formas de
organización y modos de desarrollar la misión. Es notorio como una idea que en un
principio le parecía inadmisible y poco convencional, rápidamente fue adoptada frente al
desafío de predicar el evangelio.

La predicación al aire libre y el ministerio itinerante surgió como una necesidad dado
que los púlpitos de los templos le comenzaban a ser vedados. Sin embargo el amor por
las personas inconversas lo llevó a romper con sus propias estructuras mentales y las
estructuras del sistema parroquial anglicano.

2. Evangelización y organización celular de la iglesia: Cada miembro un


ministro.

2.1. Las clases. A diferencia de G. Whitefield, cuya predicación movió a miles de


personas, aunque sin promover una estructura para alimentar espiritualmente a
los nuevos conversos, J. Wesley organizó a los nuevos discípulos para crecer en la
vida de santidad. El modelo wesleyano se enraizaba en los grupos moravos y su
misma experiencia en el “Club Santo” de Oxford.

A partir de 1742, el movimiento wesleyano se organizó en “sociedades”, “clases”


y “bandas”. En este sentido, fue un verdadero pionero de la evangelización a
través de los grupos pequeños. Hacia fin del siglo XVIII, el metodismo había
desarrollado más de 10.000 grupos celulares, llamados “Clases”.

Las “clases” sirvieron en el desarrollo del metodismo primitivo como la


herramienta por excelencia de la evangelización y como un medio para el
discipulado. Como precursor del movimiento celular moderno, Wesley promovió la
evangelización que llevó a una rápida y notoria multiplicación.

La metodología consistía en una predicación al aire libre y la posterior invitación


a que las personas se unieran a una “clase”. El objetivo primario de la predicación
evangelística era iniciar nuevas clases donde principiar el discipulado. Las “clases”
eran grupos de aproximadamente 12 personas que se reunían semanalmente con
un líder laico para facilitar la formación espiritual y doctrinal de los nuevos
conversos, el ejercicio de una disciplina colectiva, el cuidado pastoral de los
miembros.
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Wesley estaba convencido de que un nuevo creyente no había hecho una decisión
efectiva por Jesucristo hasta que no se involucraba en un grupo pequeño. Su
interés como pastor estaba puesto en el discipulado antes que en la decisión,
asimismo enfatizaba más el crecimiento en el Fruto del Espíritu Santo – la vida de
santidad – que en el desarrollo de los dones.

Las sociedades eran el marco comunitario donde se realizaba la visión wesleyana


de la santidad. Los propósitos de estos grupos incluían: 1) fomentar la perfección
en Cristo; 2) reconocer y ejercer los dones espirituales de los asistentes; 3)
animarse mutuamente en amor; 4) velar los unos por los otros; 5) practicar la
confesión de pecados y el ejercicio de la disciplina.

Cuando J. Wesley murió en 1791 había 80.000 miembros en las sociedades


organizadas como “clases”. Las reuniones eran especialmente atractivas entre las
capas obreras dado que en alguna medida ofrecían una alternativa social y
espiritual en medio de la sociedad inglesa del siglo XVIII.

2.2. La promoción de predicadores laicos. A medida que el movimiento metodista fue


adquiriendo mayor crecimiento, un problema que surgió cada vez con mayor
fuerza fue la necesidad de cubrir todos los frentes que se abrían a la predicación.
En un principio Wesley esperó del clero anglicano auxiliares pero al ser
defraudadas sus expectativas decidió en 1741, incorporar al ministerio laico
surgido en el seno del mismo avivamiento.
Este liderazgo venía a llenar una necesidad práctica de expansión y consolidación
del naciente movimiento. Los primeros predicadores laicos fueron los “Jinetes
Rústicos” que llevaban la palabra a los lugares mas alejados. El trabajo de los
líderes era “Alimentar y dirigir, enseñar y gobernar al rebaño en la ausencia del
pastor”.

La mayoría de los reclutados eran hombres sencillos, sin demasiada instrucción


formal, pero ejemplos vivos de fe y celo evangelístico. Cada líder laico tenía que
llevar un diario detallado de sus labores, dedicando ocho horas al estudio y la
meditación, ocho horas para el trabajo, la visitación y la predicación, y ocho horas
para dormir y comer. Los predicadores debían educarse, porque ellos eran el
medio para que los miembros de las sociedades se educaran.

Wesley mismo vigilaba la preparación y el estado espiritual de cada uno. Les


visitaba en sus casas, exhortándoles al aseo y al orden doméstico y les pedía que
hicieran lo mismo con los creyentes a cargo. Los que no aceptaban la disciplina
eran retirados del ministerio.

2.3. La incorporación del ministerio femenino. Si bien J. Wesley tuvo dudas sobre si era
apropiado adoptar el ministerio de la mujer, lo cual significaba habilitarlas para la
predicación del evangelio, terminó por reconocer el talento de Sarah Crosby, Mary
Bosanquet, Hannah Harrison, y Eliza Bennis entre otras. Wesley reconoció su
eficacia y aprobó oficialmente en 1787 a Sarah Mallet a predicar enseñanzas
doctrinales y disciplinarias.
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2.4. Las conferencias teológicas y misioneras. A partir de 1744 luego de haber


levantado a los primeros predicadores laicos (1741), formado las primeras
“clases” (1742) y redactado las reglas para las sociedades (1743), Wesley
comenzó a reunir anualmente a los predicadores del movimiento dando origen a
las Conferencias Anuales. La primera conferencia se reunió con la presencia de 6
pastores y cuatro laicos y tenían como finalidad capacitar bíblica y teológicamente
para la misión además de asignar los lugares de predicación.

Con la promoción del liderazgo laico se dio paso a la creación de las sociedades y
clases atendidas por ellos. Algunos predicadores eran itinerantes de tiempo
completo y servían en redes de “sociedades” llamadas “circuitos”. Otros
ministraban en sus tiempos libres y en sus lugares de residencia.

En 1760 después de menos de un cuarto de siglo existencia, el movimiento tenía


90 predicadores laicos itinerantes y numerosas iglesias en casi la totalidad de los
condados de Inglaterra.

3. La renovación de la alabanza.
Una característica destacable del avivamiento wesleyano desde sus inicios fue la
irrupción de la alabanza. Para ello J Wesley realizó traducciones de la himnodia alemana
sobre todo los surgidos en el contexto de la renovación pietista. Con todo, la mayor
influencia fue la que ejerció Charles Wesley quien llegó a componer alrededor de 6000
himnos que trascenderían incluso el ámbito del metodismo.

4. El desarrollo de un ministerio de reforma social.


Desde sus comienzos el metodismo no se conformó simplemente con predicar el
evangelio y establecer nuevas lugares de reunión, sino que la visión misionera
wesleyana era mucho más amplia y procuraba afectar a la sociedad.

En esta dirección las sociedades trabajaron en la fundación de dispensarios para


enfermos, crearon hogares para huérfanos, establecieron escuelas para pobres,
atendieron pastoralmente a los prisioneros mediante la visitación, desarrollaron un
amplio ministerio de publicaciones de libros, panfletos y tratados que apuntaban a
elevar la vida espiritual de los fieles y también realizaron publicaciones tendientes a
mejorar su salud física.

J. Wesley tenía una comprensión del evangelio en el cuál la palabra de Dios debía servir
a la persona en su totalidad y para la totalidad de la condición del hombre más allá de
las condiciones sociales que debiera enfrentar.

De hecho para los primeros metodistas, no había separación entre evangelización y


obra social cristiana. En 1744 Wesley afirmaba: “Todo proyecto para reconstruir la
sociedad que pasa por alto la redención del individuo, es inconcebible… Y toda doctrina
para salvar a los pecadores que no tiene el propósito de transformarlos en cruzadas
contra el pecado social es igualmente inconcebible”. La santidad personal y la santidad
social no están en oposición.
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En general el metodismo primitivo, tenía un horizonte teológico caracterizado por una
total confianza en el poder del Evangelio como palabra de Dios, y un énfasis en la
salvación personal por la fe, por medio de la muerte de Jesucristo. Por otra parte,
mantenía una estrecha relación entre el avivamiento y la reforma social.

Para Wesley era imposible separar el despertar religioso y la transformación de la


sociedad ya que estos eran dos aspectos de una misma realidad. En esta alianza, se
ligaba la predicación del evangelio puro a la moralización de la sociedad y las reformas
sociales. Los predicadores del avivamiento creían firmemente que la predicación del
evangelio tendría consecuencias sociales. Este mensaje fue lo que animó al metodismo
a la evangelización, como así también trabajar a favor de los derechos fundamentales
del hombre.

En este sentido, hacia 1774, Wesley se declaró contrario a la esclavitud y apoyó las
iniciativas de la “Secta Chapman” en el Parlamento. Por otra parte se mostró partidario
de la defensa de los “esclavos industriales” al protestar contra la explotación de los
niños y las mujeres en las fábricas y las minas; abogó por el saneamiento y la
humanización de los talleres, promoviendo la reducción de las jornadas de trabajo de
14 y 16 horas y el aumento de salarios; favoreció las condiciones de las cárceles e
impulsó cambios en la legislación del sistema penal.
5. Vida de santidad

Una quinta manera en que Dios cambió profundamente la Iglesia a través de Wesley
fue por su llamado a la santidad. Wesley no creía que uno debía entrar a hurtadillas por
los portones del cristianismo mientras continuaba pecando. Un cristianismo pecador no
era parte de su entendimiento de la verdad bíblica. Llamaba a creyentes a vivir en
perfección cristiana, a madurarse y crecer.

IV. LOS EFECTOS DEL AVIVAMIENTO.

1. El Avivamiento despertó oposición. Cuando J. Wesley y G. Whitefield comenzaron a


predicar sus experiencias en las iglesias de Inglaterra y al aire libre, las multitudes
concurrían a escucharles. Las formas y los resultados alarmaron a los líderes de la
iglesia.

En la primera etapa del movimiento era común la confrontación y la oposición. Los


mensajes despertaban emociones sorprendentes y atrajeron la crítica del clero
anglicano como así también de la alta sociedad y los intelectuales racionalistas, para
quienes todo fervor era inconveniente.

En las reuniones era común que los asistentes clamaran en alta voz, se convulsionaran
o cayeran tocados por el poder de Dios. Wesley creía que las manifestaciones físicas de
su prédica acontecían por la resistencia del Diablo o la presencia del Espíritu Santo. De
este modo, las sociedades metodistas fueron objeto de persecución y violencia por
revoltosos instigados por las autoridades eclesiásticas parroquiales.
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Por otra parte el alto clero descalificó el movimiento acusándolo de “entusiasmo”, esto
es “endiosados”. Wesley se defendió distinguiendo diversos tipos de entusiasmo, e
insistiendo en que la fe no era auténtica a menos que fuera intensamente personal y
experimental.

2. El avivamiento desembocó en el surgimiento del movimiento metodista. Si


bien Wesley no tenía intenciones de crear una nueva denominación y se consideró
siempre como un ministro de la Iglesia de Inglaterra, la ruptura fue inevitable. Wesley
consideraba a la división como pecado y no quería la separación del anglicanismo, sino
una reforma desde adentro.

Por ello los primeros grupos se llamaron “sociedades” y no “iglesias”. Es decir grupos
celulares que buscaban una renovación de la vida espiritual y a la vez fermento de la
Iglesia Anglicana. El movimiento tuvo un gran desarrollo en las Islas Británicas y
posteriormente en los EE.UU.

3. El avivamiento estimuló la educación popular a través de la creación de las


escuelas dominicales. El metodismo primitivo fue un estímulo para la educación
popular ya que Wesley insistía en la educación de sus predicadores laicos, del mismo
modo instaba a los conversos de las clases populares a que estudiaran la Biblia y todo
tipo de literatura que mejorar su calidad de vida.

Fieles a sus raíces en las clases populares, los metodistas organizaron escuelas
paralelas para la educación de los niños de la clase obrera industrial, víctimas del
proceso de industrialización que requería mano de obra barata. Esta iniciativa realmente
innovadora –creaba una alternativa popular para los niños pobres al margen del sistema
oficial – desembocaría en lo que posteriormente tomó el nombre de Escuelas
Dominicales dentro de las principales denominaciones protestantes.

La primera escuela dominical metodista fue iniciada por Ana Bell en High Wycombe,
posteriormente en 1780 Robert Raikes (1735-1811) Anglicano y periodista, comenzó en
Gloucester una escuela dominical donde se proponía a la vez dar instrucción moral,
religiosa, una alfabetización básica a los niños marginales. En 1785 se formó en Londres
una Sociedad Pro Escuelas Dominicales para extender el movimiento por todo el
Imperio Británico.

4. El avivamiento produjo un resurgimiento ético y moralizador en la sociedad.


Otro efecto del avivamiento wesleyano fue la transformación moral y espiritual
especialmente entre los sectores marginados de una sociedad que comenzaba a
experimentar los efectos de la revolución industrial.

Al romper con el monopolio político –religioso, colocando la fe al alcance del pueblo


humilde, dignificó a las personas, haciéndolas protagonistas de su destino y
participantes activos de sociedades que ofrecían una alternativa de vida. El entusiasmo
metodista daba al mensaje evangélico la atracción de una fe profundamente personal y
experimental.
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En este contexto, se enmarca la construcción de una ética del compartir que activaba
fundamentalmente el compromiso solidario con los más humildes. En esta dirección
cabe recordar que las primeras sociedades introdujeron toda una serie de instituciones
destinadas a aliviar el sufrimiento, mientras que la extensión de la renovación
wesleyana contribuyó a introducir reformas sociales significativas en la sociedad civil y
el parlamento frenando cualquier tipo de revolución violenta.

“En el siglo del sauve qui peut de Voltaire y del laissez faire de Smith, cuando se estaba
resquebrajando el paternalismo de la sociedad jerárquica tradicional, el metodismo trató
de darle a las clases bajas un sentido de su valor propio, y revivir la religión tradicional
como fuente de calor y entretenimiento, de confort y alegría” (Semmel).

La ética que surge de estos conceptos era sumamente efectiva, no solo porque
constituía una ética social, sino también individual. Una ética derivada de una poderosa
fe en la relación del individuo con Dios, promovía un fuerte sentido de responsabilidad
moral personal muy similar a la ética puritana, alentando las virtudes de ahorro,
diligencia, honestidad, trabajo duro y temperancia.

El cuidado personal estaba en una relación natural con la ayuda en el cuidado de los
demás. Esta ética tenía la distinción adicional de traspasar las barreras de clase y
religión. Las reformas obreras, esto es el saneamiento de los talleres, la reducción de la
jornada laboral, el aumento salarial, la defensa de niños y mujeres trabajadores,
iniciadas por Wesley fueron continuadas por Lord Shaftebury y el posterior movimiento
laborista quien se nutrió de varios de los predicadores surgidos del avivamiento.

5. El avivamiento se extendió a otras denominaciones y dio nuevo vigor al


movimiento misionero. El avivamiento wesleyano arrastró - pese a las resistencias
iniciales – al resto de las denominaciones de un cristianismo teórico a un cristianismo
vivo. En este sentido la iglesia anglicana, como así también las iglesias libres recibieron
un nuevo aliento de renovación espiritual que trascendió las fronteras de la nación.

Así mismo el avivamiento wesleyano trajo un nuevo impulso al movimiento misionero


hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. En 1760 comenzó a realizar esfuerzos
permanentes por establecer una misión duradera en los Estados Unidos y hacia 1820 el
crecimiento había sido tan notable que había superado al desarrollo del metodismo en
Inglaterra.

En 1792 se organizaron las primeras sociedades misioneras; en 1795 se inauguró la


Sociedad Misionera de Londres.

Cualquier que mire la Inglaterra de los años 1700 y vea el trabajo de Juan Wesley, este santo
incansable y apasionante de Dios, estará de acuerdo que la Iglesia de Jesucristo estaba viva y
saludable. Una Iglesia saludable era y todavía es el gran plan de Dios para preservar cualquier
cosa de valor dentro de la civilización. La Iglesia - el Pueblo de Dios - la “sal” de la vida
cotidiana es el único plan de Dios para salvar la civilización.

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