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PRESENTACIÓN

José A. Estévez Araujo


Catedrático de Filosofía del Derecho
Universidad de Barcelona

Constituye para mí una gran satisfacción presentar este excelente libro sobre un tema tan
transcendental como es la alimentación. Se trata de un trabajo de larga gestación que, por
fortuna para todas las personas interesadas en este tema, ha podido finalmente ver la luz.
Quiero agradecer especialmente a la Dra. Maria Goretti Dal Bosco haberme ofrecido la
oportunidad de ver incluido mi nombre en este volumen. Es una gran dicha figurar junto
a autores tan destacados como quienes han contribuido a la investigación cuyos resultados
aquí se exponen. En particular me complace poder dedicar este modesto reconocimiento
al trabajo del grupo de investigación multidisciplinar “Produção agroalimentar, indústria,
consumo e regulação estatal: direito humano à alimentação adequada e direito à água”,
liderado por la profesora Goretti.

El texto que el lector tiene en sus manos trata, como señala su título, de un derecho
humano fundamental, como es el de disfrutar de una alimentación adecuada. Constituye
una exigencia de necesario cumplimiento para que las personas puedan llevar la vida
digna que la Declaración de la ONU requiere para todos los seres humanos desde 1948.
El adjetivo “adecuada” debe entenderse tanto en sentido cuantitativo, como cualitativo.
No se trata sólo de poder ingerir un número suficiente de calorías, con toda la importancia
que esto tiene, sino también de que los alimentos que se consuman sean saludables. La
reflexión sobre los peligros que supone el uso indiscriminado de agrotóxicos, propio del
modelo dominante de producción agrícola industrializada, para la salubridad de los
alimentos es uno de los temas en los que se focaliza el presente libro. Estos venenos
contaminan la biosfera, y se transfieren a los alimentos que consumen los seres humanos,
poniendo en jaque la adecuación cualitativa de su nutrición.

La reflexión sobre el derecho a una alimentación adecuada saca a la luz, de manera


inmediata, una situación de (in)justicia distributiva. En nuestro mundo, una de cada nueve
personas está desnutrida y millares de seres humanos mueren de hambre cada año, pero,
por otro lado, las sociedades más ricas arrojan a la basura un tercio de sus alimentos. Este
derecho también remite a un problema “de especie”. Está íntimamente relacionado con la
cuestión de la supervivencia de la humanidad en un planeta cada vez más superpoblado
y exhausto. La crisis ecológica que la especie humana ha provocado es el resultado de un
intercambio crecientemente desequilibrado entre la tecnosfera y la ecosfera. Los seres
humanos extraen una gran cantidad de recursos no renovables de la naturaleza y, a la vez,
arrojan un enorme volumen de desperdicios no biodegradables al medio ambiente.

La actual forma de producción agrícola representa una clara manifestación de esa


conducta expoliadora y destructiva. Requiere un enorme raudal de insumos y genera una
gran masa de residuos contaminantes, muchos de ellos tóxicos. El “agrobusiness”, como
a veces se denomina a este modelo productivo, es una forma de agricultura altamente
mecanizada y tecnificada. Consume una cantidad desmesurada de energía como
consecuencia del uso intensivo de maquinaria. Necesita también grandes caudales de agua
y toneladas de recursos minerales, que, dada la finitud de nuestro planeta, son,
lógicamente, limitados.

La perspectiva de un colapso civilizatorio resulta cada vez más verosímil si a nuestra


manera de producir alimentos le añadimos la crisis energética y el agotamiento de los
minerales, especialmente los de naturaleza metálica. La interacción de estos tres vectores,
que se retroalimentan entre sí, permite prever que el agrobusiness carecerá, en un plazo
no muy lejano, de los insumos necesarios para proseguir con el modelo productivo que le
es característico. La perspectiva resulta más agravada, si cabe, por el hecho de que la
población del planeta seguirá creciendo hasta que logre estabilizarse, cuando alcance una
cifra en torno a los 11.000 millones de personas.

El derecho a una alimentación adecuada se encuentra asentado en el núcleo de este oscuro


panorama. Para que su satisfacción sea posible será necesario, desde luego, realizar un
reparto radicalmente más justo de los alimentos, pero también será preciso llevar a cabo
un proceso de transición que nos conduzca a un modelo de producción y de vida que
utilice energías renovables, que restrinja la extracción de metales y que ponga en práctica
una forma de agricultura orgánica y de proximidad.

Reflexionar sobre el problema de la falta de salubridad de los alimentos, especialmente


como consecuencia del uso de agrotóxicos, (tema en el que se focalizan buena parte de
las investigaciones contenidas en el presente libro) constituye una excelente aportación
que contribuirá a favorecer la reversión de la dinámica que nos está conduciendo a un
colapso cada vez más inminente. El cuestionamiento de la utilización de esas sustancias
venenosas en la agricultura conduce, en última instancia, a una crítica radical del modelo
del agrobusiness. Utilizando una expresión castiza, se puede decir que “tirando del hilo”
de los plaguicidas y de los pesticidas, en el presente trabajo “se saca el ovillo” de una
forma de producción agrícola que resulta, a todas luces, insostenible.

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