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Restauradores de Bandoneon en Montevideo 1: Mario Bianco

(Publicado en la Revista TangoDanza de Alemania, Texto por: Roberto Saban


Coordinacion y fotografias por: Daniel Machado)

Calle peatonal Alzaibar, es el nombe de uno de los primeros


colonos de las Islas Canarias que se establece y funda
Montevideo a inicios del siglo XVIII. Allí en esa peatonal, en un
pequeño local a la calle, a metros de la Plaza Zabala, (otro
español que fue el fundador de la ciudad), trabaja Mario Bianco.

El lugar es angosto pero muy profundo. Esta en semi penumbra,


casi no se ve el fondo, un par de lamparitas mortecinas dan más
sombra que luz al espacio tapado de montañas de instrumentos,
pedazos de fuelles, maderas, antigüedades, muebles viejos
apilados unos arriba de otros, mandolinas, guitarras, violines,
revistas y diarios todo cuelga en un gran desorden. Estanterías
repletas de cosas diferentes y llenas de bandoneones de variados
tamaños. Las paredes pobladas de viejos afiches de orquestas de
tango. Cuelgan acordeones, relojes antiguos, guitarras
desarmadas, tambores.

Todo abarrotado. Miles de objetos en desuso. Me pregunto si


sabrá lo que tiene. Es la fiesta para un arqueólogo urbano. Un
deleite para la recuperación de todo eso. A penas un pasillo para
que solo pueda pasar Bianco entre colinas de trastos viejos y
tesoros abandonados de la música.

Mario está trabajando sentado en un banquito muy bajo, sus


herramientas en el piso, al lado de la puerta de entrada
aprovechando la luz diurna. Resulta surrealista que con
tremendo local se haya acurrucado pegado a la puerta. Casi
agachado, inclinado y concentrado en una tecla que se le tranca
y no suena de un viejo bandoneón doble A.

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Un perrito peludo a sus pies lo mira fijo cuando Mario habla. Se
duerme cuando hay una pausa.

El hombre esta absorto, muy concentrado en la falla de la tecla,


algo indiferente a mi presencia, monosilábico, distante. Siento
que he venido a perturbar el ambiente.

Pocos pero largos pelos grises caen sobre sus orejas. Viste un
manchado equipo de gimnasia. Un bohemio. Hace 8 años que
tiene este local. Me hace acordar al presidente de este país, que
anda con los mismos pantalones remangados y manchados,
también tiene una perrita coja que no se le despega y trabaja con
las manos.

¿Hay que ser músico para afinar?

“No, hay gente que afina y no es músico. Hay que conocer las
notas, saber arpegios y acordes para cuando uno prueba. Hay
que tener solo oído para ser afinador. Yo toco, estudie música,
algo toco pero poco el bandoneón. Soy músico de contrabajo.
Aprendí música.”

¿Toca en alguna orquesta Ud?

“Si. Orquesta Típica Nelson Alberti A lo D’Arienzo” se llama. Es


grande somos como 15. Acabamos de venir de Colombia, se hizo
un homenaje a la muerte de Gardel. Estuvimos tocando en el
aeropuerto de Medellín, ahí en el mismo lugar donde murió
Gardel tocamos.” …” nos dijeron que nosotros fuimos la única
orquesta típica que volvió a ese lugar, desde la década de los 60
que no iba nadie a Medellín. El uruguayo Donato Racciati fue el
último. Tocamos en el aeropuerto donde se mató Gardel. Era el
VI Festival Internacional de Tango Medellín 2012. El estilo de la
orquesta nuestra, la Alberti, es tipo D’Arienzo, como en los 40.

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Igual que Donato Racciati, bandoneonista, compositor y director
con el que tuve la suerte de tocar durante años acá en
Montevideo. Ahora vamos con la orquesta a las Piedras
homenajeamos a Julio Sosa que nació ahí. Somos 5 violines, 4
bandoneones, 2 contrabajos, piano, animador, cantor. Sale caro
mover la orquesta.”

¿Como llegó a este oficio?

“Mi padre y mi tío tocaban en la orquesta de Romeo Gavioli en


los 40 y 50. Cuando yo nací ellos ya tocaban. 63 años tengo. Mi
viejo arreglaba pianos, los afinaba y también era músico. Mi tío
también afinaba instrumentos, así que aprendí con ellos.
También compraban y vendían. Afinaban bandoneones. De ahí
aprendí. Estudie un poco de música.”

¿Quien sigue con esta tradición, tiene hijos Ud. o sobrinos?

“Nadie sigue, somos pocos. Había uno, Ferraro murió, el que más
sabia de acordeones acá en Uruguay. Ya no queda nadie.
Afinadores de bandoneón hay pocos. Tengo un primo Mateo. Ese
también aprendió con nosotros. Se da idea mi primo. Mirando a
mi viejo arreglar, el también aprendió. Yo al principio afinaba
piano y acordeones. No me dedicaba tanto a esto. Mi padre sí.
Nos dividíamos el trabajo, el a los bandoneones y yo a los
acordeones. Mi padre era más de música clásica y yo al tango. En
esa época había más actividad con el tango. Cuando empecé a
los 15 años a tocar en orquestas de tango, había varios bailes
todos los fines de semana, en los carnavales ni le digo, no
dábamos abasto. Yo en esa época tocaba con Villasboas, estilo
Firpo. Después toque con la orquesta típica de Donato Racciati,
hice giras con él a Brasil con el contrabajo. En los 70 había giras

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por todos lados. Luego estuve con Miguel Ángel Trillo en el "Trio
Sur" y también con Cesar Zagnoli. “

¿Vive de la música y de la venta de instrumentos?

“Si, mire justo acabo de mandar dos bandoneones por Courier a


Alemania, jardinero dice que es el hombre que me mando la
plata, coleccionista, por internet los vendo. En mi página solo
muestro unos pocos, este que estoy arreglando es un doble AA
antes de la guerra que son los mejores “ www.biancos.8m.com

¿Cuanto valen?

No contesta, me muestra el folleto de la orquesta. Insisto con lo


del precio y farfulla entre 1500 y 6000 dólares. Se ve que es un
secreto guardado a prueba de curiosos. No insisto.

¿No se fabrican más? Están como en extinción verdad?

“Algún artesano en Alemania hace, demoran 5 o 6 meses, no son


iguales que los de antes. No suenan como los viejos. Los hacen a
pedido.”

¿De qué año era el bandoneón más viejo que paso por sus
manos?

“No sé de qué año serían, principios del siglo XX, pero ahí en ese
estante hay dos de los primeros. Se hacían más chicos, con pocas
notas, eran concertinas, y luego le fueron agregando notas para
llegar a las 144 voces. “

Como llegaron al Uruguay estos instrumentos?

“No se sabe mucho de cómo llegaron, algunos dicen que fue un


marinero alemán. Hay muchas versiones. Se creó para la música

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sacra allá en Alemania, pero acá pego bien para el tango.
Llegaron miles de bandoneones a estas costas.”

“Ahora se los van llevando, cada vez quedan menos en esta zona
del Rio de la Plata. No vuelven más estos, ni para arreglarlos, ni
para que los volvamos a vender. Se van y se nos pierden para
siempre. “….”Por eso en Argentina están por protegerlo, que no
se permita sacar bandoneones del país, pero no sé si va a ser
posible eso.”

Se pone nostálgico. Hace largos silencios y comienza a tocar


acordes del instrumento que tiene en sus manos y que suena de
maravillas en ese espacio pequeño y de acústica perfecta. De
repente siento que alguien lo acompaña con su chillido agudo
estridente. Las notas despiertan al papagayo. No había visto la
jaula. Es parte de la montaña de cosas que pueblan el lugar.

No soy amante de los animales, ignoro al pájaro y vuelvo al tema

¿Esto es nácar, lo que tiene incrustado?

“Si, repujado, muy fino. Da mucho trabajo es ingrato este trabajo,


son horas y horas para afinar. Son muchas voces, alguna que se
mueve, no es fácil, probar mil veces, volver a armar, desarmar y
volver, las notas que se mueven y no se sabe de donde es la falla.
Desarmo, pruebo, se mueve y no sé por qué pasa.”

¿Que clientes tiene?

“Sobre todo de la Filarmónica, pero también vienen de la familia


de Trillo, los grandes músicos uruguayos Vallarino, Malvares,
Pasarella, que está en Italia. (Me señala los afiches de cada uno
de ellos en la pared) Ve ese que tiene en la mano, es un
bandoneón que yo le vendí. Antes se llevaba uno por año, ahora
hace tiempo que no viene. La crisis europea. La verdad no me

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interesa mucho arreglar bandoneones para los demás. Quiero
hacer los míos y venderlos.”

¿Como consigue vender?

“Aviso en la radio, en el diario, la vinculación de tantos años,


clientes de mi padre. No hay quien no abra un instrumento y no
vea el sello nuestro: “Bianco”. Son sellos con el teléfono todavía
del año 50. Mi viejo le ponía el sello adentro a todos los
bandoneones que pasaban por sus manos.”

“Unos alemanes que vinieron hace unos años a “Joven Tango”


especialistas en doble A y que hicieron unas demostraciones me
dijeron: -“…ah sí, Bianco, muchos de los bandoneones que hay en
Europa tienen ese sello adentro, ¿así que es su familia? …¿Porque
no hace su marca como Bianco que es famosa?”.-

¿Hay por todos lados acá adentro de este local, cuantos


instrumentos tiene?

“Y no sé, debo tener 20 o 30, pero buenos habrá 7.”

¿Tiene seguro de incendio y robo por todo esto?

“No, no tengo nada, si se quema se pierde.”

Absorto, indiferente a mis preguntas se concentra en las teclas


que fallan.

“Ahora viene un japonés en diciembre y quiere dos, tengo que


prepararlos. No sé si es músico o coleccionista, yo no pregunto”

¿Este que tiene ahora en sus manos es bueno?

“Si, ve acá la “A” de los dos lados? El valor lo tiene si tiene la letra.
Solo al coleccionista le interesa comercialmente si se ve la A, pero
a los músicos no les importa, lo importante es que suene.

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Pero están los doble A que no valen nada, son legítimos, tienen
las letras, pero no suenan como los que se hicieron antes de la
guerra. Esos son los que valen, los de antes de la guerra. Los que
se hicieron después –también en Alemania- no suenan igual.

El material es bueno, modificaron alguna cosa, pero el sonido


nunca fue el mismo. En el 41 se murió Bick que hacia las
lengüetas, que son de acero aleación, después no lograron
hacerlo más. No dan el sonido. Ese hombre cuando se murió se
llevo la formula de las voces, la aleación del material.”

“Todo el resto de los materiales eran iguales. Madera de caoba.


Cartón y badana. Pero las voces son el secreto. Todo se cambia,
dura 20 años, pero lo difícil es la lengüeta. “

¿Usted sabe hacer todas las piezas?

“Lo hago pero no sabe el trabajo que da hacer esto. Mejor


comprar hecho. Solo un fuelle que traje de Buenos Aires me
cuesto 300 dólares. En Montevideo no hay nada, no se importa
nada de las cosas que yo uso.

Da más trabajo arreglar que comprar uno nuevo.

Si la lengüeta fue muy gastada o mal afinada ya no suena más


como el original como debe ser. Lo usa pero las voces no son las
mismas.”

¿Es diferente en Argentina, como se manejan ahí los que hacen


su mismo trabajo?

“No, ahí están especializados, el que hace fuelle, no lustra, el que


afina no cambia cartón, unos saben de teclado, otros afinan, el
que restaura madera restaura y no otra cosa. El que lustra se
dedica solo a eso. Acá en Uruguay hacemos un poco de todo.”

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¿Entonces hay varios oficios entonces metidos acá?

“Si, hay que saber carpintería, afinación, lustrador, metalúrgico,


músico, artista, hay que saber de todo.”

Como Mario sigue sacándole sonidos a su desarmado


instrumento, el pájaro quiere intervenir en la charla.

¿Este loro lo acompaña mientras toca y trabaja?

“No es un loro, es Astor. Le puse así por Piazzola.”

¿Dice algo o solo grita el loro? (no quiero parecer despreciativo


pero confieso que era molesto el chillido)

“Hola Astitor, hola”

Mario levanta la vista, mira a Astitor, le toca unos acordes de


bandoneón, le chifla y el loro grita clarito:

HOLA HOLA SALTA, SALTA

Mario comienza a cantarle al loro:

“salta salta pequeña langosta, quieren alejarme de ti a toda


costa”

El loro responde:

SALTA, SALTA, COSTA, COSTA

Mario entusiasmado con el show, le propone al loro ahora una


canción del cantautor José Carvajal, muy popular en el Rio de la
Plata:

“Pantalón cortito, bolsita de los recuerdos con un solo tirador”.

El loro no responde. Mario le toca unos acordes y le pide:

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“Cotorrito, canta dale, Astor, dale canta, con un solo, con un solo..
tirador.”

El loro repite clarito:

“PANTALON CORTITO, CORTITO, PANTALON”

“Lo tengo hace 10 años conmigo”

Dice ahora orgulloso del duo que ha hecho con el loro y su


bandoneón de 1923 doble A.

¿Gente joven viene aprender? Tiene discípulos?

“Si quieren, pero vienen poco.”

Mario esta más pendiente de cantar con el loro que responder a


mis preguntas. Prefiere seguir con el tema del loro:

“Tienen un oído absoluto estos animales, la registran igual, hay


un tono donde yo lo doy con el bandoneón y el larga. Esto es loro
barranquero. Es de Paraguay, vienen del Amazonas”

Los dejo a los 3 en su idilio, al loro de cien tonos de verde con


toques de plumas azules y celestes junto a un perrito que se
moría por cantar también y a un viejo bandoneón que encontró
vida en las manos de un uruguayo lánguido músico y artesano
que todavía debe estar acurrucado en su banquito buscando la
falla.

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