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EL RICO Y LAZÁRO

Lc. 16: 19-31


“El Pecado abominable”

Introducción:

Quiero, antes de comenzar, remarcar una cosa importante.


Esta porción que hemos leído no es una parábola, en donde
quiera que Jesús hablaba en parábolas, dice la Biblia y Jesús
habló en parábolas. Pero no aquí en este pasaje. De seguro que
esta era una historia que Jesús conocía muy bien y quería que
trascendiera y que la gente la aprendiera.

¿Cuántas veces nos hemos preguntado, cuál es el pecado


abominable que envía a los hombres y mujeres directamente al
infierno?

En la narrativa del Sr. Jesucristo, sobre el rico y Lazáro


vamos a descubrir cuál fue ese pecado abominable que habia
cometido aquel hombre rico y que lo llevó al infierno.

Desarrollo:

En algunas ocasiones yo predique en esta misma porción


bíblica, pero nunca había caído en cuenta de cuál había sido el
pecado abominable que había cometido aquel hombre y que lo
mandó al infierno.

I.- ¿A cuántos de ustedes les gustaría saber cuál fue ese pecado?

Es por eso que hoy estoy predicando este mensaje, y se los


voy a decir tan claro como el cristal, el pecado abominable de
aquel hombre fue; así que nadie vuelva a repetir este pecado
abominable. Lucas 16: 19 dice: “que el era un hombre rico
cuando estaba en la tierra”, me pregunto yo ¿pudiera ser que
aquel hombre fuera al infierno por ser rico? ¿Sí o no? ¡No! Estoy
totalmente de acuerdo con ustedes.

El hombre rico no fue al infierno porque era rico, y el


hombre pobre no fue al cielo porque era pobre. Pero aconteció
que un día el hombre rico murió en su palacio, y el hombre pobre
murió en las afueras del palacio.

Cuando el hombre rico cerro sus ojos en la tierra, al


segundo siguiente los abrió en el infierno, ¡este es Jesús
hablando! ¡este es Jesús hablando! Amén. El hombre rico murió y
al segundo siguiente estaba en el infierno.

Jesús dijo que el hombre pobre murió y fue llevado por los
ángeles al seno de Abraham. El lugar de consuelo, el paraíso, el
cielo, llámelo como usted quiera. Era un lugar de gozo y de
consuelo. Aleluya.

II.- Ahora vayamos al milagro.

Cuando aquel hombre estaba en el infierno, por el milagro,


el miró hacia arriba y no podía creer lo que veía, podía ver
directamente al cielo, y vio al hombre pobre que siempre estaba
frente a su casa, ¡él lo vio en los brazos de Abraham!

La conversación comenzó entre el infierno y el cielo, y eso


nos dará la respuesta a la pregunta de cuál fue el pecado
abominable del hombre en el infierno. Diga amén. Aleluya.

El hombre rico en el infierno grito y dijo: padre Abraham


envía a Lazáro con una gota de agua aquí abajo, al infierno,
porque estoy atormentado por estas llamas.

Abraham le contestó que eso no era posible, porque no


había un puente del cielo al infierno; nadie puede subir, y nadie
puede bajar. El hombre en el infierno se dio cuenta de que no
podría conseguir ayuda del cielo; cuando se dio cuenta de eso,
dijo padre Abraham te lo suplico, todavía tengo cinco hermanos,
¡¡cinco hermanos!! en la tierra que todavía cometen el mismo
pecado que yo he cometido. Lo cual quiere decir que vendrán y
se uniran conmigo en el infierno, por favor deja que alguien
resucite de entre los muertos y vaya a la casa de mis hermanos y
golpee la puerta y les diga saludos de su hermano que está en el
infierno, ustedes necesitan ser salvados por Jesús.
¡¿Qué fue lo que abraham le respondió?! Tienen a Moisés y
a los profetas, oigánlos. Lo que él quizó decir fue: Tienen la
Palabra de Dios, y tienen a los predicadores de la Palabra de
Dios”. Y si ellos no creen en la Palabra de Dios, ni en los
predicadores de la Palabra de Dios, tampoco creerán si alguien
regresara de los muertos. Digan amén.

III. Ahora voy al punto.

Ahora estoy listo para decirles lo que creo que fue el pecado
abominable que cometió aquel hombre, y que lo hizo ir al infierno.

En el versículo 30, el hombre grita desde el infierno hacía el


cielo, en respuesta dice: ¡No padre Abraham! ¡no! ¡no! ¡no! Padre
Abraham. El Espíritu Santo dice: aquí ustedes pueden ver cuál fue
el pecado abominable del hombre que lo envío al infierno.

¡¿Están escuchando? Aquí está!

Aquel hombre en el infierno le dijo no a Abraham en la


muerte, pero antes, en la vida le había dicho no a Jesús.

Y decirle no a Jesús es el peor pecado que un ser humano


puede cometer.

Aquí ésta noche, delante de ustedes, como un siervo del


Poderoso Señor y Dios voy a gritar el nombre de Jesús una vez
más, y quiero que lo gritemos todos juntos.

Y yo creo que el Espíritu Santo lo podrá gravar con fuego en


sus corazones, para que ustedes nunca, nunca, nunca lo olviden.

Es el maravilloso nombre, es el incomparable nombre, es el


glorioso nombre, nombre que es sobre todo nombre, es el
nombre de ¡¡¡¡Jesús!!! ¡¡¡Jesús!!! ¡¡¡Jesús!!!

Porque no hay otro nombre bajo el cielo en el que podamos


ser salvos. No lo hay, no lo hay.
Conclusión:

Mis queridos amigos y amigas quiero repetir algunas cosas


de las que ustedes acaban de oír. Cuando Abraham contestó al
hombre rico le dijo: tienen a Moisés y a los profetas, escuchénles
a ellos.

En otras palabras puedo decir, que ellos tienen la Palabra de


Dios y a los predicadores de la Palabra de Dios, a ellos escuchen
y serán salvados, el hombre rico grito: ¡no padre Abraham! Estas
fueron sus palabras. Obviamente no pensaba que sus hermanos
estarían sensibles a la Palabra del Señor, el terrible error que él
mismo había cometido.

Amigos mios amigas mias, no cometan el mismo error que


cometió aquel hombre rico, no sean insensibles a la Palabra de
Dios; se los suplico, ustedes ha visto señales del cielo, su
función es llevarles vivos al Salvador, al amado de su alma, a
Jesucristo.

Fue Él quien derramó su sangre por ustedes y por mi, y la


Palabra de Dios dice: “que todo aquel que confiese el nombre del
Señor será salvado” ese nombre es el nombre de Jesús, le invito
a que de este paso vital en este preciso momento.

Confesemos su nombre en este momento y luego algo


sucederá en usted, algo que también sucedió en mi, porque
Jesucristo entra en su vida.

Sólo repita esta oración conmigo, pero hagálo desde lo más


profundo de su corazón, con confianza y con fe, el cielo no
quedará en silencio, habrá una respuesta para cada uno.

Oremos: “Amado Señor Jesucristo, he escuchado tu Palabra


con atención y respondo a tu invitación, te digo sí, sí a tu
salvación y digo no al pecado y a Satanás, me arrepiento de mis
pecados, a partir de ahora dedico mi vida a ti. Creo en mi corazón
lo que ahora confieso con mi boca, que ahora soy un hijo de Dios,
que Jesucristo es mi Salvador y que he nacido de nuevo, lo creo
y lo recibo, te doy las gracias por esto en el nombre de Jesús.
Amén”.

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