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Volar un dron resulta (casi) imposible en la Comunidad de Madrid

El alto número de aeropuertos, helipuertos y zonas restringidas limita al máximo el uso de estas aeronaves

F. JAVIER BARROSO Madrid 19 AGO 2019 - 00:28 CEST

Un dron de la Dirección General de Tráfico (DGT), en un vuelo de prueba. CRISTÓBAL GARCÍA (EFE)

José María acudió con su hijo de 12 años a una tienda especializada. Sabía que quería un dron ligero, con varias baterías para
poder volar durante más tiempo y gastarse entre 700 y 800 euros. Nada más ver la aeronave de color rojo, la compró y se la
llevó a casa. Se empapó las características y cómo volarlo. El resto, supuestamente, era sencillo. Bastaba bajar al parque y
lanzarlo al aire. Nada más lejos de la realidad. En la Comunidad de Madrid resulta muy difícil poder utilizar estas aeronaves,
dado el alto número de espacios restringidos o prohibidos que siembran la región.

Lo que ignoraba José María es que en la capital está prohibido levantar el dron. Pero igual ocurre en la periferia y muchas zonas
cercanas. Basta echar un vistazo al mapa de Enaire para comprobar que, si alguien quiere grabar desde el aire el Palacio Real
o la plaza de toros de Colmenar Viejo, lo va a tener muy complicado. Por no decir imposible. El presidente de la Asociación
Española de Drones y Afines (Aedrón, con 500 afiliados)lo resume gráficamente: “No se puede volar. Solo se puede hacer
dentro de un recinto con cuatro paredes y un techo. Da lo mismo que sea un dron de 15 euros o uno de un coste muchísimo
más alto”. “El problema es que se han convertido en un elemento muy popular y la gente no sabe las altas multas que pueden
recibir si lo hacen en lugares prohibidos”, afirma Bellver.

Fuentes de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), el organismo que vigila todas las aeronaves de España, recuerda
que la Comunidad de Madrid alberga numerosas instalaciones. Entre ellas destacan el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-
Barajas, el de Cuatro Vientos y tres bases aéreas (Torrejón de Ardoz, Getafe y Colmenar Viejo). Solo con estas infraestructuras,
sería suficiente. Cada una de ellas tiene un espacio aéreo controlado que protege los vuelos de entrada y salida, según los
responsables de AESA. Como mínimo, supone una superficie de ocho kilómetros desde las pistas y la zona de aproximación.
En caso de grandes aeropuertos como Barajas, esta reserva aumenta considerablemente.

Pero a ello se une además que hay 17 helipuertos —muchos de ellos en hospitales—. El Gobierno regional, de hecho, los
construyó en la época en que Francisco Granados era consejero de Presidencia para agilizar el transporte sanitario urgente en
zonas alejadas de la capital y de los hospitales de referencia. También cabe añadir una decena de aeródromos de uso
restringido y zonas prohibidas o restringidas, entre otros motivos por ser el lugar donde viven aves protegidas. “Estas
limitaciones y restricciones al uso de los drones, tanto recreativos como profesionales, buscan garantizar la seguridad del resto
de aeronaves y de las personas y bienes en tierra”, mantienen desde AESA. El protagonista de esta historia lo tiene entonces
difícil.

La duda se traslada entonces al presidente de Aedrón:

- ¿Qué puede hacer José María con su nuevo dron, en el que se ha gastado 700 euros?

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