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COLUMNISTAS / OPINIÓN Ayer 01:42 AM

Aplausos a 'La Nación'


Pasan las décadas y siempre son las mismas empresas desde donde se generan las grandes revelaciones que conmueven al
país.

por Jorge Fontevecchia

Puro periodismo al descubrir los cuadernos de la corrupción. FOTO: REPRODUCCION

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Rehenes del statu quo
U no de los antecedentes pretéritos del periodismo, de mucho antes
de que se inventara la imprenta, fueron los partes de guerra. Un
escribiente redactaba el reporte sobre cómo había sido la batalla para
Ontomacri enviarlo a quien correspondiera. La precisión del lenguaje militar ponía
énfasis en cuándo, en dónde y en cantidades: bajas, prisioneros, botín.
Cuando la experiencia
le gana a la esperanza Como si el destino no jugara a los dados, el devenir –además del enorme
profesionalismo de su periodista Diego Cabot– hizo que fuera un diario
El mundo, Macri y el
peronismo fundado por un militar, Bartolomé Mitre, el que recibiera la mayor
primicia sobre el kirchnerismo de las manos de otro ex militar, el
Sin futuro, sin palabra suboficial retirado Oscar Centeno, quien, a pesar de los muchos años que
Cuando Macri era se dedicó a la remisería, mantuvo la prosa precisa del reporte militar.
Gardel y Argentina
Disneylandia Pocas veces un diario dio una lección de periodismo tan contundente a
sus críticos –especialmente el kirchnerismo– como la de La Nación con
sus cuadernos de la corrupción. Con la sobriedad y aplomo con que muchas veces corre el riesgo de
lucir fuera de época, cosechó con creces su mérito.
Hasta el vacío inicial de no haber explicado cómo habían llegado los cuadernos a las manos de su
periodista, Diego Cabot, que generó todo tipo de suspicacias incluso en los no kirchneristas, terminó
obrando a su favor dejando descolocados a los que aventuraron hipótesis paranoicas: que fue el
propio Bonadio quien había filtrado a La Nación los cuadernos, o que el chofer anotador fuera de
algún servicio de inteligencia, o que los cuadernos fueron fotocopiados por algún servicio de
inteligencia.

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El lenguaje militar de un retirado del Ejército en
forma de bitácora de un remís fulmina a Cristina

Pero el golpe más sonoro se lo propinó a quienes ni siquiera llegaron a la paranoia sino que,
estupefactos, se habían detenido en el estadio anterior de la negación, desacreditando la
verosimilitud de lo anotado en esos cuadernos, tildándolos de fábula. Torpeza aún mayor porque si
era verdad lo que allí se había escrito, se podría comprobar su exactitud comparándolo con
evidencias obtenidas por otras formas de registro, como hicieron el fiscal Stornelli y el juez Bonadio.
Después de haber abusado de la hermenéutica y el construccionismo social de la verdad, el
kirchnerismo se creyó realmente que no solo había interpretaciones alternativas sino, de verdad,
hechos alternativos y que podrían seguir devaluando las denuncias de corrupción que se les hacía
acusándolas de intencionales por provenir de medios ideológicamente adversos. Pero la
irrefutabilidad de una bitácora de diez años plagada de coordenadas de tiempo y espacio que
permiten reconstruir los momentos y rehacer la cartografía de los escenarios, más la cantidad de
números, terminó de desarmarlos.
Un ejemplo de la perdurable pregnancia con la que el relativismo radical influyó nocivamente sobre
el pensamiento de muchos argentinos lo dio el viernes por la noche en el canal de noticias A24 el
periodista Rolando Graña, al sostener que cada sector político roba con su método: los kirchneristas
con bolsos y los macristas con la patria financiera. Es cierto que verdadero es aquello que es
resultado de vidas compartidas en el seno de un grupo y va invariablemente unido a una tradición de
valores: por ejemplo, considerar pecado la especulación financiera. Pero recibir decenas de millones
de dólares de coimas está más allá de la interpretación.
De la misma forma que también es cierto que, al suceder muchas cosas al mismo tiempo, la sola
elección de qué hechos reportar implica una posición, pero no hay hechos que por su importancia
son noticia para todos los grupos de afinidad. Por ejemplo, una gran batalla que atañe a todos los
vecinos y el reporte en el que se informe tanto la fecha, hora y lugar donde se produjo, como la
cantidad de muertos, de prisioneros y saldos materiales.
Eso es lo que hizo el chofer Oscar Centeno y de forma ampliada el diario La Nación: el positivismo de
los hechos que son objetivos en tanto son independientes de los sujetos y de la relación que los
sujetos establezcan con ellos.

Ascetismo quirúrgico, lenguaje descriptivo y


carencia de adjetivo, los valores clásicos de un
buen reporte

Esa realidad existente con independencia de los sujetos es objeto de la física y la matemática, son las
propiedades primarias como el movimiento, la extensión y el volumen, y no las secundarias como
los colores, olores, sabores, gustos y preferencias, que sí dependen de los sujetos. Los cuadernos de la
corrupción produjeron impacto porque la mayoría de las anotaciones del chofer Centeno se refieren
a esas propiedades primarias asociadas a la concepción absoluta de la objetividad, por ser
afirmaciones que son independientes de la mente, de los sujetos, de sus lenguajes y de sus culturas.
Hechos objetivos para cualquiera y no para un grupo de sujetos en particular que legítimamente se
enfrenten en una discusión sin fin, ni una sola verdad a la que pueda aplicársele la ironía de Leibniz,

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cuando para mostrar la diferencia entre el campo de universal y lo particular dijo: ¡Basta de disputa!
 Calculemos quién tiene razón”.
El contenido de los cuadernos de la corrupción sí es del orden de lo calculable en datos puros y
contrario a la intencionalidad, que es del orden de la ideología. Para Foucault, cada grupo tiene su
régimen de verdad y los tipos de discurso que acoge y hace funcionar como verdaderos, un ejemplo
es quienes consideran que la especulación financiera es una forma de robo y que los dólares que el
Banco Central cambió por pesos durante la corrida cambiaria “se los robaron”.
El gran aporte de La Nación y Diego Cabot al periodismo fue exponer de manera contundente la
diferencia entre datos puros e interpretaciones, trayendo al presente la vieja forma de reporte
militar, sin adjetivos, órdenes de causalidad ni porqués. Y no se trata de un trabajo aislado porque La
Nación viene acumulando este tipo de aciertos con los trabajos de Alconada Mon entre otros.
Aplausos a La Nación. Los merece de todo el periodismo argentino, al que engrandeció. Y una
reflexión final sobre las organizaciones periodísticas tradicionales: pasan las décadas y siempre son
las mismas empresas (“la corpo” en el lenguaje despectivo del kirchnerismo) desde donde se generan
las grandes revelaciones que en cada momento conmovieron al país.

Jorge Fontevecchia
Cofundador de Editorial Per l. Presidente de Per l Network.

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