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Canto, infancia y educación (política)

Canto, infancia y educación (política)

Rodrigo Bazán. UAEM

Intro
Canta con los niños es un disco de Amparo Ochoa grabado en 1976 por Discos Pueblo. Si el

título parece describir el contenido, en realidad es casi un programa educativo de la izquierda

mexicana posterior a 1968. En contraste con lo que se nos ofreció más tarde –Parchis: 1979,

Timbiriche: 1982–, las canciones que incluye no construyen un imagnario infantil ni sobre la

infancia en que ésta sea una etapa feliz e incondicionada, sino que apuestan por la creación de

una consciencia (que habrá de llamarse “social”) con base en metáforas e imágenes que a veces

rayan en el adoctrinamiento moral, y otras retoman canciones tradicionales y formas líricas

“populares” siempre desde la oposición política al mainstreem comercial y el discurso oficial.

El propósito de este trabajo es explicar brevemente los fenómenos que lo preceden en la

construcción de una “cultura infantil mexicana” y analizar alguna de las canciones incluidas para

bosquejar un balance inicial sobre esta primera educación sentimental dada a (un sector de clase

media urbana entre) quienes etariamente constituimos en México la generación X.

Leer, ver, escuchar


Porque hoy pensamos con normalidad en libros y discos para niños –i.e., en una cultura

específica para el consumo infantil– necesito esbozar tres momentos previos al disco que me

ocupa: Amparo Ochoa Canta con los niños (Discos Pueblo, 1976). Los proyectos que listo a

continuación muestran, además, la transformación de los medios masivos en México durante la

primera mitad del siglo XX y el arco que trazan entre leer, ver y escuchar: de los materiales

impresos en 1924 por José Vasconcelos en los dos tomos de Lecturas clásicas para niños a las

canciones de Cri Crí transmitidas por la XEW de 1934 a 1961 y, a partir de 1955, el teatro de

Cachirulo televisado con patrocinio de La Azteca, una fábrica de chocolates. El disco al que

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refiero implica, pues, el surgimiento de una cuarta industria cultural que es también consecuencia

y engrane de los cambios ocurridos en el país y el mundo durante los veinte años que lo separan

del programa de televisión, y eso obliga a hablar de los años 60.

Cuando uno lo piensa, sorprende que en un país recién salido de las luchas civiles

llamadas “Revolución Mexicana” una de las primeras políticas del Estado en materia de cultura

fuera entregar a sus grandes poblaciones analfabetas dos libros con una crestomatía de textos

clásicos elegidos con base en un estándar de alta cultura; pero cuando uno lo piensa otra vez es

más sorprendente que cien años después el fenómeno se repita en el Fondo de Cultura

Económica. Taibo y Vasconcelos se parecen entonces en que profesan una Fe Ilustrada en la

Cultura Escrita. Y en nada más, pues aunque ambos atienden su propia idea(lización) de “el

pueblo” antes que los intereses de éste como receptor, Vasconcelos asume a la raza cósmica

como síntesis de la humanidad en su máxima expresión; misma que alcanzaría la perfección al

mejorar sus condiciones espirituales futuras educando a sus niños de forma que construyeran su

propio comportamiento ético y gusto estético con base en los ejemplos canónicos que eligió: don

Quijote y los molinos de viento, el Poema de Mío Cid, el diario de Colón, poemas de

Netzahualcóyotl, la ninfa Eco, la Iliada, la historia de Orfeo, la Odisea, Hércules, el

Panchatantra, Tagore, los Vedas, Las mil y una noches, el Ramayana, La bella durmiente, La

cruzada de los niños, el Patito feo, Pérsifal, El Rey Lear, parábolas de Jesús, las historias de

Moisés, Isaac y Sansón …

El fracaso de la empresa vasconcelista –al menos porque no erradicó el analfabetismo ni

logró que en las secundarias se discuta El Conde Lucanor como modelo renacentista temprano

del gobernante bien asesorado– puede explicarse entonces considerando las dificultades

mediáticas que supone la letra impresa y, asimismo, el surgimiento y rápido afianzamientos de la

radio como medio informativo y fuente de entretenimiento a partir de 1921 y durante los años

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siguientes. Mucho más veloz y directa porque recurre a la voz, la radio vehicula mensajes lírico-

musicales que, a nivel cognitivo, se imponen sobre los del material escrito: si éste apela a la

objetividad y el sentido de la vista, el canto a través del oído tiene la ventaja de llegar al

inconsciente y crear emociones y sentimientos que el escucha asume como parte de sus propios

pensamientos (ver Alcubierre 141, quien parafrasea a Jackaway 133-134).

Y se convierte, también, en un entretenimiento inigualable en su “universalidad” pues es

un medio que “reproduce” la tradición oral (en un país donde el analfabetismo reconocido por el

INEGI para 1970 alcanzaba el 25.8% de la población) y ofrece diversión sin distinguir clase,

género, edad, o nivel educativo. De ahí deriva su importancia estratégica como aparato de

propaganda y control del Estado, y de ésta la necesidad de guiar su desarrollo bajo regulaciones

estrictas que, sin embargo, los empresarios de las comunicaciones adoptaron pronto pues resultó

más sencillo construir monopolios que ofrecían espectáculos con “grandes figuras” de la “música

mexicana” y evitaban el discurso político-religioso, que cuestionando la imagen de sí mismo que

proyectaba el Estado mexicano.

Los niños no eran, pues, una audiencia en sí misma y cuando se les identificó como tal, la

intención de atenderlos fue comercial y ajena a la educación: Cri Crí, primer cantautor cuyo

trabajo se concibió como producto de consumo infantil es un fenómeno construido dentro del

imperio comercial de los Azcárraga; espacio de enunciación desde el cual sus canciones e

historias hacían crítica social –dice Beatriz Alcubierre – mientras retrataban las costumbres “de

su tiempo”1 y expresaban puntos de vista ligados a una idea de ciudadanía favorable a un Estado

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Porque el programa se transmitió veintisiete años es difícil aceptar la idea de que refleja “un momento” histórico en
tanto acompañó el crecimiento de los niños nacidos en el período de entreguerras, los que vivieron la segunda guerra
mundial y, al menos, aquellos que asistieron a la escuela primaria durante el “milagro mexicano” como lo representa
Pacheco en Las batallas en el desierto. Un trabajo futuro debería analizar y resolver este traslape de generaciones,
recuerdos, formas de vida y visiones del mundo, pero me pareció importante señalarlo ahora.

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paternalista pero abierto que resultaba, como tal y simultáneamente, cosmopolita y nacionalista.

En contraste con la mitología doméstica generada por Cri Crí –tan llena de maridos y

padres desobligados: La patita; racismo: Negrito Sandía; y estereotipos de belleza femenina: La

muñeca fea, Negrita Cucurumbé– y la mera elevación canónica de las lecturas propuestas por

Vasconcelos para educar a una enorme población mestiza, la televisión mexicana –al menos por

lo que toca al Teatro Fantástico, programa transmitido todos los domingos entre 1955 y 1969–

invocó una idea europeizada de la infancia y su corpus narrativo: Cachirulo está construido,

como personaje, a partir del Pinocho de Donato y Bartolozzi que, a su vez, es calca del

presentado por Collodi en las Avventure di Pinocchio (ver García Padrino).

La televisión hecha por Alonso es además, y como toda en ese tiempo en México, mucho

más “teatro frente a las cámaras” que algo remotamente similar a “transmitir cine”: porque se

realiza en vivo, todo éxito o error llega directo al espectador sin filtro ni corrección posible. Debe

asumirse, por tanto, que fue vista como puro espectáculo en sus anécdotas y desempeño, y que

entenderlo así permitió a Enrique Alonso escenificar en una hora (con cortes comerciales)

versiones simplificadas de “cuentos clásicos”. El final de sus transmisiones no fue consecuencia,

por tanto, de sus adaptaciones a las Mil y una noches, Andersen, Perrault o Grimm, sino del cargo

que se le hizo por “alienar a los niños e invitarlos al consumismo” (ver “El viejo Teatro

fantástico…”) en tanto programa ancla para la publicidad de La Azteca.

Para hacer un balance de las tres primeras etapas en la generación de una cultura

apropiada para los niños en México es necesario, entonces, considerar los cambios en los medios

que los separan: en 1924, libros impresos que requieren un enfoque silencioso, centrado y atento;

después de 1934, canciones incorporadas a un repertorio que cantan incluso quienes no escuchan

radio y, por lo tanto, generan imaginarios colectivos cuya fuerte carga ideológica no percibimos

inmediatamente; finalmente, la puesta en escena televisada que inaugura la segunda mitad del

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siglo XX y conduce a lugares maravillosos al estar frente al dispositivo ... lo que aumenta y

refuerza el deseo de estar allí y consumir lo que se ofrece: refrescos Titán, chocolate Express.

Pero, igualmente, debe tenerse en cuenta que ninguno de estos intentos esboza una

educación que no sea conveniente para los “futuros buenos ciudadanos mexicanos”: occidental,

católica por generalización nacional, conservadora, machista, burguesa o con aspiración a serlo,

regulada por heterosexuales, autoritaria, racista ... No distinta del ideal civil liberal presente desde

el siglo XVIII en Francia y Estados Unidos; nunca realmente preocupada porque los niños

mexicanos encontraran razones en su realidad para sentirse seguros, esperanzados u orgullosos ...

Habrá que pasar por casi veinte años y muchos cambios en el continente antes de hallar ejemplos

de esas ideas; y cuando los encontremos, quizá notemos que tampoco se habrán construido tan

pensando-en-los-niños-como-niños ... o como ahora creo que hubiera sido mejor para quienes

nacimos en la década de 1970. Las canciones de Amparo Ochoa necesitan, pues, explicarse

considerando que las anteceden los años 60 y que éstos, más allá del tópico agotador que

constituyen, realmente supusieron un giro radical en la historia socio-cultural del mundo.

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¿Cantar con o para los niños?


Discos Pueblo es un claro ejemplo de la libertad que, en lo simbólico, se le dio al país tras las

masacres de 1968 y 1971: síntomas de una cerrazón política que no culmina, pero tampoco inicia,

con ellas. Sus primeras producciones, a partir de 1973 y prensado grupos como Inti Illimani y

Los Folkloristas, álbumes en solidaridad con Chile tras el golpe de Estado, y músicos como

Daniel Viglietti, Isabel Parra, Víctor Jara, Gabino Palomares, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez,

Roy Brown o Carlos Puebla, ejemplifican en qué consistía la cultural musical de una izquierda

mexicana que, en realidad, carecía de ambas cosas (música y cultura propias) en tanto sus

militantes crecieron –como el Carlitos de Las batallas en el desierto– escuchando boleros,

corridos y a Cri Crí, para después tratar de hacerse adultos oyendo malos covers de rock en la

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voz de Julissa o Angélica María y, en el mejor de los casos, establecer contacto con la música de

los Beatles o recuperar el nacionalismo sinfónico con el Huapango de Moncayo en y a la cabeza.

Canta con los niños fue su primer álbum infantil, sólo repetirán la aventura en 1982 con el

Conjunto de Rosario y sus Canciones para los niños del mundo, y aunque “muchos” años

después –en 1987– grabarán el primer disco de Real de Catorce, de momento Juan Cristobal

Pérez Grobet, su bajista, está en la primaria y en cambio Amparo Ochoa tiene ya treinta de los

cuarenta y siete años que ha de vivir. La pregunta es, entonces, ¿qué le canta esta mujer a los

niños? y, quizá sobre todo, ¿a qué niños les canta?

Infiriendo a partir de las letras, parece que las canciones fueron compuestas para párvulos

cuyo reto inmediato es aprender a leer; la imagen misma de un niño, pues antes son muy

pequeños y luego, muy pronto, pierden todo rasgo infantil. El sembrador,2 pues, establece un

símil entre el trabajo agrícola y la primera escritura, y al idealizar el primero construye en sus

jóvenes escuchas una imagen (completamente imaginaria, cual corresponde) en función de la cual

aspiren al orgullo de las tareas cumplidas. Moral stajanovista que se extiende a seis variaciones

temáticas más y lo mismo insinúa un futuro socialista y feliz (País con rey) que promueve, con

nula poesía y enorme torpeza ideológica, un “deseo de justicia” más vinculado a la falsa

solidaridad de la caridad católica que a cualquier empatía y compromiso reales (Sapín sapé).

Así, entre las que cierran la sección de la propaganda dura, otras tres canciones vehiculan

mensajes didácticos cuya sencillez raya en la estulticia: “el rosal nos da en sus flores / el perfume

y la belleza” (Mi arbolito); de validación personal y moral en función de la opinión materna (Tres

gorrioncitos) y un Himno pionero cuya esperanza propuesta, y terriblemente abstracta, parece

hacer eco a La internacional.

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Las canciones no se citan en texto por problemas de extensión, pero están transcritas al final del trabajo.

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El último ejemplo del grupo, Protesta infantil, es una canción en que Amparo Ochoa –es

decir, Discos Pueblo; esto es, la izquierda mexicana setentera– grabando siempre a coro con un

grupo infantil condena “los engaños” de los cuentos para niños porque los entiende como formas

adultas de amenaza velada y no como representaciones de temores infantiles que, al contrario,

permiten que los niños los concreten y superen su “amenaza” (ver García Lorca 1048-1050 y

Bazán 308-309). Muy paradójicamente lo hace, además, refrendando un modelo educativo que

apuesta por futuros ciudadanos ilustrados aunque ahora –como miniaturas de los mismos, llenas

de un supuesto saber científico– la imagen de los niños resulte harto ridícula:

¡Basta!, basta ya de decir!:

“Uy, te lleva el coco”

“Ahí viene el lobo”

¡Vaya qué tonterías:

como si los niños no supieran zoología!

(Protesta infantil vv. 11-15)

La pregunta, entonces, es si realmente la sabían (la sabíamos) y, sobre todo, si de verdad

resultaba deseable que aprendiéramos a enfrentar nuestros miedos racionalizando desde una

visión que resumía y rezumaba “ciencia” en vez saber manejarnos emocionalmente.

Entre las cinco canciones restantes, dos vehiculan voces de padres que hablan a sus

hijos... así, entre hombres y con las cargas que ello apunta para una discusión futura; ninguna es

de autor mexicano y en ambas se mezcla al tono festivo por la existencia del hijo uno de

preocupación por su futuro e insinuaciones sobre cómo sus padres cambiarán el mundo para

dejarlos en uno mejor. Las otras tres parecen poesía-poesía; es decir, textos en que el gozo del

lenguaje pudiera importar más que el mensaje transmitido... hasta que uno ve que la primera es

un guiño a los nietos e hijos de los refugiados de la Republicana Española: érase una vez, un

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lobito bueno ... grabada por Paco Ibañez con texto de José Agustín Goytisolo en 1969. Y otra, El

vaquerito, un son abajeño grabado por Óscar Chávez en su primer disco: Herencia lírica

mexicana (Polydor, 1963) cuyo nacionalismo y orgullo patrios no son menores aunque se

construyan desde la antropología y no desde el discurso oficial. Papalote azul, sin embargo,

siempre puede cantarse sonriendo antes de intentar sacar conclusiones sobre lo hasta aquí

contado.

Hoy como nunca


¿Qué queda claro? Quizá (y en primer lugar) que estos cuatro discursos dirigidos a los niños no

son tan distintos entre sí. Vasconcelos persigue una infancia letrada, Cri Crí quiere niños

inocentes y felices: capaces de entretenerse solos con casi nada, Cachirulo regresa sobre un

corpus narrativo “clásico” y lo adecua (traiciona, aligera y abarata) a un nuevo medio en que

difícilmente se reconocerá como algo valioso pero llegará mucho más lejos que las Lecturas

clásicas, y finalmente Amparo Ochoa y la generación de padres del 68 a la que pertenece intentan

una síntesis de todo ello: ya criticando los mismos cuentos que aplaudían Alonso y Vasconcelos,

ya proponiendo una nueva mitología, mínima, que por su mismo desarraigo literario –ni lírica

popular ni poesía realmente culta: puro modelo aspiracional de una clase media concientizada–

será un rotundo fracaso que marcó esas infancias (las de mi generación) como un elemento de

incomodidad y no identitario. Sentido en que Los hermanos Rincón lo harían mucho mejor, de

modo que al correr del tiempo el país tendría una serie de cantantes para niños –Kitzia y

Gabriela, Qué payasos, Bandula, Patita de Perro, Pescetti– que con sus más y sus menos hicieron

y hacen contrapeso a la avalancha que se nos vino encima al rayar los años 80: Parchis, Tatiana,

Timbiriche, Microchips que, sin embargo, no son más que una rama sistemáticamente cultivada

del árbol que plantaron Azcárraga y Gabilondo Soler en 1934 y a la fecha se cultiva en Televisa.

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Asimismo, tanto la “elevación espiritual” que debían provocar unos clásicos cuya

importancia hoy cuestionamos, como la incorrección política de Cri Crí fueron sustituidas en el

consumo cultural de los hijos de la izquierda setentera con una moralización prescriptiva que,

justamente por serlo, no se pudo hacer forma de vida. Por una parte, porque a la fecha

aplaudimos ese mismo canon cuando la ocasión nos exige, por ejemplo, refrendar nuestro

rechazo estereotipado hacia los cómix (olvidando que la misma SEP echó mano de ellos entre

1980 y 1982 cuando publicaba México: historia de un pueblo); por la otra, en tanto la nublada

perspectiva histórica con que se condena a Cri Crí resulta además selectiva puesto que la

acusación de racismo no pesa en cambio sobre el Negrito zambo de los hermanos Rincón. Puede

entonces sonar a broma, pero quizá fue la insistencia en que fuéramos las mujeres y hombres que

mañana cambiarían al país (aún sin acuerdos claros sobre la dirección del cambio, según se

preguntara al Estado o a Discos Pueblo) lo que, llegados a la pubertad y previo contacto con

Menudo (por ejemplo), nos hizo correr a los brazos de las Flans: tres chicas que cantaban cosas

tontísimas, pero eran menos solemnes y más atractivas.

Hay que escribir por lo tanto, pero sobre todo con calma, la historia del consumo y las

industrias culturales mexicanas durante el último tercio del siglo XX, por supuesto. Y sin

embargo, creo que la hipótesis que de momento alcanzo como conclusión es clara: la izquierda

mexicana grabó discos para educar moral y políticamente a sus hijos porque no tenía acceso a los

medios masivos de transmisión ni un público real fuera de su propio círculo, fuera de sí misma.

La impronta está sujeta a discusión, sin duda, pero creer que buscaron abastecer un mercado de

consumo cultural al que, como tal, se oponían (ver Proceso 198), sería contradictorio y naíf pues

implicaría que no hicieron televisión ni radio “porque no quisieron” cuando, en realidad, es

evidente que no los dejaron.

Tres años después de grabado el disco, en 1979, Canal 11 iniciará la transmisión de Los

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cuentos de María Luisa –heredera y no del Teatro Fantástico de Cachirulo; ver Proceso 182– y

hacia 1983, Marta Romo retomará estos corpora musicales en De puntitas, su programa para

Radio Educación, la estación de la SEP (disponible en https://e-radio.edu.mx/De-puntitas). No

puedo establecer en este momento si con ello el Estado pacificaba contenidos o mostraba su

apertura –relativa dado el alcance de ambas estaciones, pero muy útil para la construcción de su

propio “discurso tolerante” conforme el país se acercaba al terremoto del 85 y la posterior

Asamblea de Barrios, la huelga del CEU en 1987 y un Zócalo lleno de estudiantes contra los que

esta vez no disparó, y una elección presidencial que fue más fácil robarse porque, justamente, los

últimos diez años había limpiado el aire de tensiones– pero me parece claro, en cambio, que aún

cuando los discos fueran Pueblo, sus compradores fueron capas medias medio cultas que quizá

también leyeron las antologías de Vasconcelos y renegaron de Cachirulo... como mis padres al

menos, en cuyo horizonte de expectativa no cabía usar los aparatos de control ideológico del

Estado para hacer (otro tipo de) propaganda, justamente por ser la generación de postguerra y

entender el problema en función del estado del Estado: era “bueno” lo que se hiciera en Moscú y

no había por qué hacer notar lo que hubiera de parecido en las comunicaciones masivas a uno y

otro lado del Muro.

Sus hijos, en cambio, nos fuimos acostumbrado a la “radio independiente” y la supuesta

subversión que implicaba. Luego nos asimilamos en la red y el streaming. Vemos “televisión”

on-demand ... No emprendemos aventuras de inversión y generación de un discurso propio ...

Consumimos (y nos quejamos de) lo que se nos ofrecen como insumos culturales para nuestros

propios hijos y en función de eso, por generación y a veces por moda, criamos niños Baby

Einstein (1996) o niños Pocoyó (2005) que, sin embargo, al final del día quedan expuestos a

producciones que abarcan hasta treinta años hacia atrás –Thomas & friends: 1984, Pingu: 1990,

31 minutos: 2003– igual que los estudiantes universitarios oyen narco corridos y música de banda

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en las mismas playlists donde también eligen Pop hits de los años 80 y canciones de Black Metal,

o mi generación pudo ver Los Picapiedra (1960) y He Man (1983) en televisión abierta durante

el mismo año en que hicimos segundo de secundaria.

Los proyectos del siglo XX fracasaron por verticales y rígidos; el del siglo XXI parece

hacerlo porque la simultaneidad y superabundancia de su oferta cultural engendra una enorme

laxitud en la selección moral (“ética”, “estética”, “política” si la otra palabra desconcierta) en

nuestros muchos consumos culturales posibles; y ésta deviene en tan poca claridad ante lo que

ocurre que no podemos responder, así fuera en el nivel simbólico que las canciones que cantamos

y enseñamos a nuestros hijos suponen, con enunciados fuertes que, cuando menos, nos

esperancen para seguir adelante ... habría que volver, entonces, a cantar como niños

Papalote azul: vuela más alto

la luna te quiere conocer;

una vez soñé que yo era de papel

y que como tú podía volar

Transcripción de las canciones incluidas en el disco

PROPAGANDA
A6: Protesta infantil B1: Sapín sapé
Celia Torriente / Enriqueta Armanza (2:54) Enrique Ballesté (3:11)

¡Protesto!… ¡Protesto y vuelvo a protestar!, Y ahora vamos a contarles una historia


con las mentiras tenemos que acabar, es la historia de unos sapos y unos peces
a los embusteros hay que desmentir que vivían en las aguas cristalinas
¡Basta!, basta ya de decir: y los peces no querían compartirlas
“Oh, ahí viene el lobo” 05 Sapín sapé / que ya no brinca
“Uy, la bruja de la escoba” 05
¡Ni que yo fuera boba! sapín sapé / que ya no come
¡Protesto!… ¡Protesto y vuelvo a protestar!, sapín sapé / que ya no brinca
con las mentiras tenemos que acabar, sapín sapé / por ser tan pobre

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Canto, infancia y educación (política)

a los embusteros hay que desmentir. 10


Los pescados eran ricos y famosos
¡Basta!, basta ya de decir: y los sapos eran feos y apestosos
“Uy, te lleva el coco” 10
“Ay, ahí viene el lobo” eran pobres y les faltaba cultura
¡Vaya! qué tonterías, para ellos sólo había caras duras
como si los niños no supieran zoología. 15 Sapín sapé ...
El de Caperucita es sólo un cuento, hablando AO: y qué les parece? / N1: No es
un mero invento de mentiritas, justo! / N2: pobres sapitos! ...
la bruja de la escoba es otro engaño Encerrados dando saltos en la jaula
que a los chamaquitos hace mucho, mucho los pescados los usaban de juguete
daño. 15
[…] se burlaban y reían de los sapitos
hablando AO: Miren señores embusteros: y les daban de comer puros mosquitos
que no hay más coco Sapín sapé ...
que el que dan los cocoteros Como los sapos quisieron rebelarse
Y ahora pido una buena rechifla para todos los
pero no sabían cómo organizarse
que engañan a los niños… 20
Niños gritando: ¡Mentirosos! los pescados, que eran fuertes, les pegaron
¡A los niños no se les asusta! y a su celda de regreso los mandaron
¡Fuera, fuera, fuera! Sapín sapé ...
¡Mentirosos, mentirosos, mentirosos,
hablando N1: ¡qué abusivos! / AO: hay que
mentirosos!
ser parejos, ¿verdad? / N1: ¡pues claro!
En el mundo existen sapos muy valientes
sapos verdes sapos negros y arrojados
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que sin dar un paso atrás, todos de frente,
le darán en la torre a los pescados
Sapín sapé …
A1: País con rey A5: Mi arbolito
David Cherician / Gisela Hernández (2:20) Adelaida Clemente / Gerardo Tamez (3:06)

He llegado a un país donde hay un rey Voy a sembrar un rosal


¿Un rey a estas alturas? ¡No puede ser! en el jardín de mi escuela: (bis)
Pues sí que ser que puede, que puede ser, el rosal nos da en sus flores
que yo vi su retrato sobre un papel el perfume y la belleza (bis)
y en el retrato estaban detrás de él 05 Voy a sembrar un naranjo 05
unos señores bobos cuidando al rey en el patio de mi casa: (bis)
¿Eso de que de lo cuidan? ¿que puede ser? él nos brinda la dulzura
¿Y eso de que de lo cuidan? ¿que puede ser? de sus naranjas doradas
Pues si que ser pudiera, pudiera ser Voy a sembrar un laurel
que el rey de mala historia del ajedrez 10 en el parque de mi barrio: (bis) 10
que al final los peones tumben al rey él ofrece con su sombra
y los reyes sean ellos en vez de él la delicia del descanso (bis)
Y eso tal vez pudiera, pudiera ser Y allá en el bosque tupido
Pues sí que ser que puede, que puede ser (bis sembraré el árbol de cedro: (bis)
N da la mesa en que como 15
y la cama donde duermo (bis)

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B6: Himno pionero B5: El sembrador


Mario Rivas / Eugenia León (2:11) Gilda y Valentín Rincón (2:03)

Todos los niños del mundo jugamos Ayúdame lapicito


cantando y cantando la nueva canción a hacer limpia mi tarea
haciendo con rondas la nueva alborada ya te saqué buena punta
tomadas las manos mirando hacia el sol tengo abierta la libreta
Niños chiquitos creciendo a la vida 05 en ella cada cuadrito 05
estudio y trabajo serán nuestras armas es un hoyo de sembrar
la historia del mundo está a nuestro alcance cada letra, una semilla
tomemos las riendas seremos mil aves que el lápiz plantando va.
Himnos de paz y amistad llevaremos Ayúdame lapicito
en todo momento, en cada jornada, 10 las planas son mi labor 10
en cada lugar donde esté muy oscuro los renglones son los surcos
un canto de amor nos traerá la mañana y yo soy el sembrador
cuando acabe el primer año
tengo que saber leer:
ésa será mi cosecha 15
y quiero que se dé bien
A2: Los tres gorrioncitos
María de la Luz Uribe / Charo Cofré (3:05)

Entre las ramas de un sauce, sauce llorón,


hizo el nido una gorriona con su gorrión
Tres huevitos empollaba, tres empolló,
tres pajaritos salieron del cascarón
Los dos mayores volaban de flor en flor 05
pero el que era más chiquito no se atrevió;
los dos mayores tocaban el guitarrón
pero el que era pequeñito nunca aprendió.
Doña Gorriona le dijo a Don Gorrión:
“¡este gorrioncito chico, qué mal nos salió!”10
Pero un día todo tiembla, todo tembló
y desde el sauce el nidito se les cayó.
¡Ay!, gritaba la gorriona, ¡ay! el gorrión
¡ay! los gorrioncitos nuevos, pero el menor
ayudó a mamá gorriona y a Don Gorrión 15
a los gorriones hermanos los levantó
y juntando las pajitas el nido armó
lo llevó arriba del sauce, sauce llorón;
entonces Doña Gorriona y Don Gorrión
dijeron: “el gorrión chico es el mejor” 20
PADRES
A4: El gurisito B4: Canción para mi niño
Daniel Viglietti (3:21) Rodolfo da Costa (3:54)

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Canto, infancia y educación (política)

Niño, mi niño, vendrás en primavera, te traeré. Tengo una luna grande para regalarte
Gurisito mío, lugar de madreselva te daré. y un montón de cuentos para contarte
Y aunque nazcas pobre, te traigo también: Duerma mi niño, niño no se despierte
se precisan niños para amanecer. porque la luna, luna sale para verte
Niño, mi niño, el hombrecito nuevo llegará. Cuando salga el sol y usted despierte
Gurisito feo, ñatita de glicina él tendrá. su padre estará muy lejos: no podrá verte
Cada niño un poco, todos tomarán Duerma que aún es tiempo de madrugada
de la misma leche y del mismo pan (x2). y el viento ya está avivando la llamarada
Niño, mi niño, tu niño y aquel niño, todos van. Tengo un tiempo nuevo de mariposas
Rueda que te rueda hacia la vida nueva para mi chamaquito serán las cosas (bis
llegarán. BIS todo
Y mientras él crezca crecerán también Duerma mi niño, niño no se despierte
el lugar de todos será para bien. porque la vida, vida voy a traerte
Niño, mi niño, vendrás en primavera ...
POESÍA
A3: Papalote azul B2: El mundo al revés
Francisco Madrigal / Vicenzo Galilei (2:51) José A. Goitisolo / Paco Ibáñez (2:01)

Papalote azul, cola de trapo, Érase una vez


bailando en la punta de un cordel un lobito bueno
Papalote azul vuela más alto al que maltrataban
la luna te quiere conocer todos los corderos.
Una vez soñé que yo era de papel Y había también
y que como tú podía volar; un príncipe malo,
la brisa nos invitó y junto los tres una bruja hermosa
recorrimos toda la ciudad y un pirata honrado.
Papalote azul, no tengas miedo Todas esas cosas
Papalote azul, no tiembles más había una vez,
Papalote azul, esto es un sueño cuando yo soñaba
del que no quisiera despertar un mundo al revés
B3: El vaquerito
Son abajeño/dominio público (3:47)

Vaquerito vaquerito
dale paso al mayoral
que el caballo se le cansa
y el ganado se le va (bis)
tan-tán, que cantaba la rana
tan-tán, que debajo del agua (BIS
Yo soy un pobre vaquero
que no tiene ni sombrero
pero se lo van a hacer
de pellejos de becerro (bis)
tan-tán ...
Yo soy un pobre vaquero
que no tiene ni camisa

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pero se la van a hacer


de tripas de longaniza (bis)
tan-tán ...
Yo soy un pobre vaquero
que no tiene ni alpargatas

pero se las van a hacer


de pellejo ’e garrapatas (bis)
tan-tán ...
Yo soy un pobre vaquero
que no tiene ni calzones
pero se los van a hacer
de pellejos de ratones (bis)
tan-tán ...
Ende que te vi venir
le dije a mi corazón:
qué bonita piedrecita
para darme un tropezón (bis)
tan-tán ...
Vaquerito vaquero
bajo el agua y bajo el sol
cintura de cuerda prima
y pecho de guitarrón (bis)
tan-tán ... (bis N

Lista de obras citadas

Alcubierre, Beatriz, “Cri Crí en la ciudad de los niños”, en Julieta Espinosa y Teresa Yurén

(coords.), Ciudadanía, agencia y emancipación, Juan Pablos Editor, México, 2015, 139-

155

Alcubierre, Beatriz y Rodrigo Bazán, “José Vasconcelos Classical Readings for Children and the

Making of Childhood in Post-Revolutionary México”, Bookbird 51.1 (2017), 14-23

Analfabetismo”, en Cuéntame de México, portal del INEGI disponible en

http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/analfabeta.aspx?tema=P , consultado el 17 de

julio del 2019

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Canto, infancia y educación (política)

Bazán, Rodrigo, “Tan “infantil” no será: una visión de mundo en rimas de y para niños”, Aurelio

González (ed.), Lyra mínima. Del cancionero medieval al cancionero tradicional

moderno, El Colegio de México - UNAM, México, 2010, 307-314

Chávez, Óscar, Herencia lírica mexicana, Polydor (# de catálogo), México, 1963

García Lorca, Federico, “Las nanas infantiles”, Obras completas, 2 v., ed. Arturo del Hoyo,

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García Padrino, Jaime, “El Pinocho de Salvador Bartolozzi: un caso particular de

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https://revistas.ucm.es/index.php/DIDA/article/view/DIDA0202110129A/19487

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Ibañez, Paco, En el Olympia, Moshe Naim (2464), Francia,1969

Jackaway, Gwenyth L., Media at War: Radio’s Challenge to the Newspapers, 1924-1939,

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Ochoa, Amparo, Canta con los niños, Discos Pueblo (DP-1048), México, 1976; disponible en

https://perrerac.org/mexico/amparo-ochoa-canta-con-los-nios-1980/2373/

Proceso 182: “Los cuentos de María Luisa del 11, alternativa infantil”, abril 26 de 1980;

disponible en https://www.proceso.com.mx/128452/los-cuentos-de-maria-luisa-del-11-

alternativa-infantil

Proceso 198: “Teleteatro fantástico de Enrique Alonso”, agosto 16 de 1980; disponible en

https://www.proceso.com.mx/129241/teleteatro-fantastico-de-enrique-alonso

17
Rodrigo Bazán. UAEM

Proceso 1112: “El viejo Teatro fantástico de Enrique Alonso se quedó en la televisión 17 años

…”, febrero 21 de 1998; disponible en https://www.proceso.com.mx/177569/el-viejo-

teatro-fantastico-de-enrique-alonso-se-quedo-en-la-television-17-anos-y-formo-a-la-

generacion-de-los-ninos-cachirulo-y-los-chupadedos

Nota curricular: Rodrigo Bazán Bonfil se licenció con una tesis sobre boleros (UNAM 1996) y

obtuvo el doctorado con otra sobre sexo y violencia en el Romancero panhispánico (ColMex

2003). Hace cuatro años incorporó a sus trabajos sobre lírica popular y tradicional el problema de

las representaciones de género, y durante 2019 ha editado un número sobre Marcas: tatuaje y

escritura para la revista electrónica Estudios del Discurso

(http://esdi.uaem.mx/index.php/estudiosdeldiscurso/issue/view/56) y entregado a El Colegio de

San Luis dos textos que se publicarán pronto: “El último y nos quedamos: narcontrabando y

viaje, motivos y tratamiento” y “Rosita Alvírez: feminicido y normalización académica”.

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