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El queso y los gusanos y su microhistoria para el estudio de las culturas subalternas

¿Qué hace a un libro un clásico? Por un lado, que el libro de Ginzburg se publicase en 1976 en
un contexto de la revolución cultural mundial, que luego del 68` generó un mundo receptivo y
atento donde se preocupaban por las culturas de las sociedades antiguas pero desde una mirada
más heterogénea. La dimensión cultural se abría en muchas ramas.

Por otro, que el libro ajustaba cuentas con el pasado y a su vez proponía una elaboración
original respecto a sus contemporáneos a tal punto de tener un nuevo modelo para estudiar las
culturas subalternas. Cuyas características tenían mayor singularidad; originalidad y
universalidad. Entre ellas estaba la mirada desde la condición de sometimiento de las culturas
subalternas.

La revolución cultural hizo mella en los modelos occidentales de la historiografía a tal punto
que la cultura en sus múltiples expresiones pasó a ser un tema central de estudio: la mentalidad
francesa, la psicohistoria inglesa y yankee o la historia social alemana. El libro de Ginzburg
aparece dentro de estas explicaciones-que a su vez se inscribe dentro de un grupo de historiadores
italianos innovadores que publican en los Quaderni Storici- donde busca dar claves para descifrar
códigos principales de la cultura campesina italiana y europea del XVI. Entre lo más particular, el
elemento campesino; a lo más general, las culturas populares italianas y europeas. Inscribiéndose
en el registro braudeliano1 de la larga duración, pero con la contribución italiana, que se hace
internacional y que conocemos como (MH).

Las críticas a los modelos de estudio cultural eran, por ejemplo, a la historia de la mentalidades
francesa2 cuando Le Goff omite la división de la sociedad en clases sociales y sus implicancias de
éstas para el ámbito cultural; a Mandrou por su incapacidad de ver la diferencia entre la cultura
impuesta a las clases populares por las dominantes y la cultura generada por aquellas clases
subalternas. En síntesis, olvidaba el conflicto social, que para Ginzburg era determinante dentro
de la esfera cultural. Sin embargo, el modelo francés tuvo la pericia de criticar las limitaciones de
la tradicional historia de las ideas y popularizar los estudios de la moderna historia cultural.

Aquél modelo era reproductor del punto de vista aristocrático que no reconocía la existencia
misma de una cultura popular, catalogándolas como “folklor” o “creencias primitivas”. Sí sólo
las clases hegemónicas pueden producir cultura, se desconoce la cultura popular o se la construye

1
Ginzburg, Tentativas, cap. 8 y 9; Braudel, Escritos sobre historia, FCE; Aguirre Rojas, Fernand Braudel y las ciencias
humanas; Suárez Manuel, “La larga duración” en Ensayos braudelianos; la microhistoria en la encrucijada,
Prohistoria, num. 3.
2
Ver: Le Goff, J. en Hacer la historia; Mandrou, R. y Philippe A. La historia de las mentalidades (son dos libros
distintos); Vovelle, M. ideologías y mentalidades. Aguirre Rojas, Qué es la historia de las mentalidades; Braudel, a
manera de conclusión; Francois Dosse, la historia en migajas.
El queso y los gusanos y su microhistoria para el estudio de las culturas subalternas

como un fenómeno descendiente3, que empieza en las elites (únicas y capaces de detentar el
monopolio cultural) para ser imitado de manera pasiva, tardía e imperfecta por las clases
populares siendo un efecto posterior. Ginzburg para refutar esto se basa en la idea de una
circularidad cultural, donde las CH se “roban” temas de los Ss para utilizarlos como armas de
legitimación social, donde sin embargo, éstos se aculturan parcialmente, resisten e incluso
conservan elementos propios generando una refuncionalización de esa cultura que les es
impuesta. Entonces: generan; resisten; conservan; y refuncionalizan lo que les imponen.

Por otra parte, discute la idea de Foucault de que no se puede saber la cultura popular porque
ésta solo nos llega a través de escritos de personas de CH. Pero a pesar de ser cierto, Ginzburg
propone estrategias de lectura intensiva e involuntaria y modos de aplicación del “paradigma
indiciario”. Por último, la historia cuantitativa que privilegia los fenómenos de masas
serializables, tiende a olvidar aspectos cualitativos: cómo un libro es leído y asimilado por los
lectores, olvidándose la heterogeneidad de la recepción cultural. Los casos individuales atípicos y
reveladores son normalizados con aquél método.

De las herencias en El queso y los gusanos, una es la de Marc Bloch4. En su libro sobre reyes
taumaturgos hay una estratificación que explica la creencia popular hacia los reyes franceses e
ingleses. Esa descomposición y recomposición de los estratos que conforman la conciencia
colectiva de los siglos XII a XVIII es la que Ginzburg quiere lograr con la cultura campesina
italiana del XVI. Ambos discriminan en temporalidades históricas según diferentes estratos
culturales que se condensan en un caso atípico: la creencia taumatúrgica o la cosmovisión de un
molinero. Del último se reconstruye los estratos presentes en Menocchio: desde un vago
luteranismo hasta profundas concepciones propias de la cultura popular campesina e intermedios
estratos que tratan del panteísmo, la tolerancia religiosa y el materialismo. Todo esto frente a los
intentos de cristianización. La cultura popular no es un espacio homogéneo ni reflejo intelectual
de una situación material de un período sino más bien un palimpsesto múltiple conformado por
heterogéneas duraciones en un proceso de constante refuncionalización y transformación.

Una segunda inspiración viene de la obra de Bajtin5 donde se busca mostrar la fuerza y vigor de
la cultura popular; su capacidad de generar autónomamente y permanentemente nuevas
formaciones; y descifrar algunos códigos de su funcionamiento en general. Por lo cual reivindica
el papel activo de los Ss, (opuesto a la cultura oficial). En la plaza pública, el carnaval y en la
fiesta es “dialéctica” de modo espontáneo y natural y puede tener modos antitéticos “como poner

3
Ver: Elías, N. La sociedad cortesana; y el proceso de civilización; Aguirre Rojas, Norbert Elías, historiador y crítico
de la modernidad.
4
“«A proposito della raccolta dei saggi storici di Marc Bloch», Studi Medievali VI (1965)
5
La cultura popular en la Edad Media.
El queso y los gusanos y su microhistoria para el estudio de las culturas subalternas

el mundo al revés” (siendo antiautoritario y antijerárquico). Justamente en el siglo XVI, es la


transición de la cultura hegemónica medieval que se encuentra en crisis mientras que la cultura
burguesa no termina de conformarse ni afirmarse de manera integral.6Por eso es importante la
obra de Rabelais, pero Ginzburg se preocupa por entrar en el punto de vista de las víctimas, a
través de las críticas internas de la misma cultura hegemónica, porque ésta crítica se hace sobre
bases propias, es decir, subalternas.

Por último, gracias a Thompson y Zemon se cree que no es imposible llegar a examen de las
culturas subalternas.7 Porque la CP tiene una especie de barómetro que más allá de las leyes,
determinan lo que para ellas es tolerable, legítimo, aceptable o agresivo. Una economía moral de
la multitud con códigos y lógicas de funcionamiento que determina el momento en el que un
malestar latente puede transformarse en una rebelión abierta.

Repasemos algunas ideas para las culturas subalternas: primero recordar que este avance en los
estudios culturales, no podía darse antes de que la disciplina histórica se abra campo en su
dimensión social, es decir que es reciente8; la cultura no puede verse como algo unitario sino
como un campo de fuerzas donde hay divisiones y contradicciones, conformado por universos
distintos entre los hegemónicos (no solo dominante) y las múltiples culturas subalternas (no solo
las populares). Aquellas no solo se imponen violentamente sino que existe un consenso cultural,
que obliga a la CH apoderarse de elementos de la cultura popular para legitimarse a sí mismos y
lograr una aculturación de esas clases subalternas. Éstas son múltiples y comparten la situación
de subalternidad, pero no por ello son iguales entre sí, ya que mantienen sus lógicas específicas y
sus singulares expresiones, generando resistencia propia y una refuncionalización de aquellas que
quieren imponerse.

Hay una batalla permanente con ventaja para las CH, pero también una circularidad constante
donde se intercambian cosmovisiones, elementos, motivos y configuraciones culturales. Esa
circularidad es necesaria para que una CH se legitime. Porque se conecta a los temas y problemas
previamente existentes y ya enraizados en las culturas populares. Sin embargo, la resistencia
genera una recodificación que logra filtrar situaciones de resistencia y rebeldía cultural (a pesar
de querer legitimar dominación) o incluso apropiándose de elementos de la CH para utilizarlos en
sus propias luchas.

6
Cuando existe un éste vacío de poder en la esfera cultural, hay una cultura vieja que agoniza y no puede dominar
frente a una nueva cultura que dominará en el futuro, pero que aún no se ha impuesto. Abriéndose un espacio
espontáneo e inmediato para que lo ocupe la cultura popular.
7
Ver e capítulo 9 de Tentativas
8
Aguirre Rojas, El antimanual de mal historiador.
El queso y los gusanos y su microhistoria para el estudio de las culturas subalternas

En síntesis, ambos universos pueden tener instancias nítidas desde hasta lugares intermedios.
La CP tendrá elementos de una aculturación hegemónica triunfante, como figuras no funcionales
pero igualmente toleradas; y la CH tendrá legitimación de la dominación social y el orden, pero
también posturas críticas que pongan en cuestión esa hegemonía cultural (por ejemplo, que
pueden coincidir a pesar de no conocerse entre sí y ser de vías distintas). Ambas son diversas,
enormes con una heterogeneidad intrínseca y con una relación móvil y maleable. Conviven en
una dialéctica de alianzas temporales, retiros, avances recíprocos, conquistas y reconquistas,
donde hay una relación asimétrica y desigual otorgada por medios como el monopolio de la
escritura y documentos de todo tipo; la construcción de del lenguaje y discurso; y recursos
materiales para proyectar lo propio y reprimir lo ajeno. Si bien lo popular tiene la fortaleza de ser
autónomo e irreductible, suele ser oral, lo que permite un reencuadramiento y traducción a través
de los marcos hegemónicos dominantes.

La visión desde los oprimidos, quizás lo más original, es consecuente con mirar internamente al
objeto de estudio. Para preguntarse cómo los fenómenos culturales eran vistos, asimilados,
percibidos y también proyectados y actualizados por sus autores. El desafío es ir más allá de la
frontera que divide a los investigadores sociales y los Ss. El objetivo es ver cómo se asimiló esa
imposición cultural destacando cualidades de las CP:

- Su vitalidad y fuerza intrínseca. Visto desde una postura materialista donde el mundo de
la cultura y las ideas se ha desarrollado como otra de las tantas formas de supervivencia,
renovando y reproduciendo nuevas formas y figuras de su propia cultura. Al ser mayoría,
son el principal agente productor de la cultura9
- Su densidad y renovación inagotable. Al tener una conexión única con el mundo de la
experiencia práctica, que los Ss reproducen desde su cotidianeidad. Y que a pesar de no
tener abstracción o refinamiento erudito, sobrevivió renovándose en el tiempo al ritmo
que lo hizo el mundo práctico, resistiendo muchas imposiciones violentas.
- Su autonomía. La CH sólo logra serlo en la medida que logra imponerse a la CP, de la
cual se alimenta e intenta re-encuadrar dentro de sus códigos. (No hay capital sin trabajo
ni dominio sin dominados, pero sí el trabajo puede existir sin capital y los antiguos
dominados sin el dominio que ahora los oprime)

9
Por eso la gran literatura tiene su origen en la literatura popular anónima o la actividad científica siempre se vio
estimulada por los problemas prácticos que plantea la vida en el trabajo o la actividad cotidiana.

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