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EL LIBRO Y YO

“Los libros son como las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra” decía
el poeta inglés James Russell Lowel, mas Lowel se sentiría decepcionado con las
cifras que arrojan las estadísticas de lectores, de acuerdo a las investigaciones que
se han hecho al respecto; en las cuales salimos muy mal parados y quedamos en la
categoría de si no leo me…¡ah, burro…!

Y surge la pregunta: ¿Qué lugar ocupa el libro en mi vida? La respuesta no se hace


esperar: si hablamos de los mexicanos, podemos sentirnos avergonzados, puesto
que de acuerdo a datos de la UNESCO (Organización de las naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura), Japón tiene el primer lugar mundial con 91% de
la población que han desarrollado el hábito de la lectura. En segundo lugar está
Alemania con un 67%, seguido muy de cerca por los Estados Unidos con un 65%.
Mientras que en México se calcula que únicamente el 2% de la población tiene el
hábito de la lectura.

Como ves, no es nada halagador el lugar que ocupamos, a pesar de los esfuerzos y
programas que se han implementado, ¡seguimos estancados! Razones podemos dar
muchas como por ejemplo: Nuestra población cada vez lee menos porque pasa más
tiempo en la televisión, en la computadora jugando o chateando; también que la
familia no lee, etc. Los argumentemos, el caso es lo mismo: el libro siempre sale
perdiendo.

Y en esa pérdida sale más perjudicada la escuela pública porque existen informes
que en los colegios obligan a los chicos a leer un aproximado de 11 libros al año, que
si es un dato real o no, lo cierto es que hay mayor exigencia y cumplimiento que en
la pública y no afirmo esto porque esté en contra de esta última, sino porque soy
parte de este sistema y me duele la negligencia con que se toman las cosas. Hace
falta más compromiso y entrega de todos los involucrados en este rol. Secretaría,
sindicato, directivos, maestros, padres de familia y alumnos. Hace falta olvidarnos
un poco de que actividad hago para obtener dinero “suspensión de clases” y
dedicarnos a lo nuestro: atención académica de los grupos; formar una cultura de
una “escuela que donde siempre hay clase” y no una cultura que se tiene de “escuela
donde frecuentemente no hay clases”.

Estos son nuestros antecedentes, y por ende los resultados que tenemos…. Y no se
trata de querer medir y maquillar números para quedar bien, ¡no!, como dice Lerner,
Delia (p:36:2001): “Se trata de dar un lugar importante a la lectura para sí mismo,
aunque no sea posible para el maestro evaluar la comprensión de todo lo que han
leído”. Se trata de generar esos espacios alfabetizadores. Es decir, dedicar más
tiempo clase para tener esos espacios, esos tiempos y esa cultura que nos permita
arribar a lo que afirma Lerner en el sentido de que “Hay que brindar a los alumnos
oportunidades de autocontrolar lo que están comprendiendo al leer y de generar
estrategias para leer cada vez mejor, aunque esto haga más difícil conocer los
aciertos y errores producidos en su primera lectura…”

Como dije anteriormente, no seamos parte de la simulación que ha venido


adueñándose de nuestras instituciones en la que llegamos a pensar que vamos bien
y sin embargo seguimos reprobando en competencias lectoras y habilidades
matemáticas.

La corresponsabilidad compartida es necesaria, urgente, pero, ¿por quién empezar?


Y si empezamos por aficionar a la lectura a los padres… He ahí, lector, ¡cuidado! Que
la decisión no ha de ser la mía, sino la tuya la que ha de prosperar, puesto que no
hay receta ni nada escrito, sólo sugerencias ya que el éxito depende de cada evento,
momento, espacio, contexto y propósito y cada espacio y sujetos lo integran tienen
sus propias particularidades, por lo tanto muchas razones pudiera dar, sin embargo
sólo te diré:

Preocúpate y ocúpate… No con lamentarnos resolvemos un problema, tenemos que


hacer algo y en este caso, ¡ya!, debido a que en todas las evaluaciones a las que
somos sujeto, los resultados son extremadamente bajos, de manera que vale la
pena reflexionar en que se puede ser “conchudo” como se dice vulgarmente, pero
no tanto. Debemos hacer algo y comienza por ti, pregúntate: ¿Qué lugar ocupa el
libro en tu vida?, y responde honestamente.

http://www.up.edu.mx/document.aspx?doc=12917
Lerner, Delia. Leer y escribir en la escuela. Fondo de Cultura Económica, 2001.
México.

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