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Publicado el 06/09/2018
Limpieza de un tramo del río Guadiana invadido por el jacinto de agua junto al puente romano de Medellín, en la
provincia de Badajoz (foto EFE).
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A pesar de la falta de conciencia del público general, los daños ecológicos,
económicos y sanitarios que puede producir la proliferación de plantas exóticas
son muy serios. Baste señalar que en el río Guadiana se han gastado ya más de
30 millones de euros para intentar poner freno a la invasión del jacinto acuático
o camalote (Eichhornia crassipes), una planta tapizante que flota en la superficie
del agua y que es originaria de la América tropical. Desde que fue detectada se
han retirado casi un millón de toneladas de planta, 170.000 toneladas sólo en el
año pasado. Como el resto de las especies acuáticas invasoras, el jacinto de
agua fue introducido en España con fines ornamentales para decorar acuarios,
estanques y albercas, pero pronto dio el salto a los cursos fluviales. Es una
planta muy bella cuyos peciolos, transformados en una suerte de boyas rellenas
de aire, forman una roseta flotante, mientras su rico sistema de raíces se
despliega en el agua. Las flores miden unos ocho centímetros y se abren
preferentemente en verano y otoño. Pero a pesar de su belleza el jacinto de
agua es una plaga mortal. Se ha adaptado perfectamente a los inviernos fríos y
se multiplica con rapidez y gran facilidad mediante rosetas laterales hasta
colonizar los cursos fluviales y hacerlos impracticables. Su semilla sobrevive
cuatro años fuera del agua, hasta veinte en el medio acuático y se multiplica por
veinticinco con el calor. Esta fortaleza hizo que en poco tiempo colonizara casi
todo el trayecto del Guadiana por la región de Extremadura –150 kilómetros–
con una invasión singularmente grave desde Medellín a Badajoz. «El jacinto ya
ha transformado completamente el río”, declaró el biólogo del CICYTEX Francisco
Vázquez al diario El Confidencial en 2016. «La lámina vegetal que se forma sobre la
superficie del agua impide el paso de la luz y eso transforma los microorganismos que
viven en el río y afecta a las algas verdes y otros invertebrados, que no pueden hacer la
fotosíntesis o tomar oxígeno. Ya hay poblaciones de peces y anfibios que se han
desplazado a otros tramos del río por la dificultad de alimentarse en estos entornos,
además de un grupo de cuarenta plantas acuáticas que han desaparecido o han quedado
mermadas, algunas incluidas en la lista roja de especies protegidas a nivel mundial». En
2015 la Asociación de Pescadores de Don Benito (Badajoz) alertó de la elevada
mortandad de peces que quedaban atrapados en la tupida cubierta vegetal y se
asfixiaban. Las aves acuáticas también se vieron afectadas y empezaron a
desaparecer del río, lo mismo que las nutrias, dañando de paso al interesante
turismo ornitológico de la zona. No acabaron aquí los problemas. La planta
tiene las fibras muy duras y genera una abundante biomasa que se infiltra en
los canales de regadío y los tapona. El riesgo de que alcance las plantaciones
agrícolas y ocasione un grave daño económico arruinando 40.000 hectáreas de
regadío y a las empresas que se dedican al cultivo de la variada producción
hortofrutícola de la vega del Guadiana está ahí. Como está ahí la polémica. Y es
que según la denuncia de diversas asociaciones ambientalistas, lo que se está
haciendo es parchear el problema sin buscar erradicarlo definitivamente para
que el gran negocio que generan las labores de limpieza (pagadas con dinero de
los contribuyentes) siga funcionando. Sea como fuere, el jacinto de agua es junto
con el acordeón de agua (Salvinia molesta) la especie acuática invasora más
destructiva del mundo. «La maleza acuática es una pesadilla
ambiental», señalaba un informe de la FAO del año 2000 a propósito de la
invasión del jacinto de agua en el lago Victoria de África, el segundo más
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grande del mundo. Además de los problemas ya referidos en el caso del río
Guadiana, el informe señalaba que la plaga «impide la navegación en las vías
navegables, reduce la capacidad de producción de las centrales hidroeléctricas y obstruye
los canales de riego. Al atascar las cañerías y los sistemas de desagüe, puede causar
inundaciones, contaminar el agua potable y crear un medio propicio para la
proliferación de insectos y bacterias nocivos». En los EEUU es un problema ya
incontrolable que empezó cuando una delegación japonesa regaló la planta
como recuerdo en una feria internacional. Este artículo del diario El
Mundo hace inventario del poder destructivo de la plaga en España y en otras
partes del globo, incluido el río Nilo a su paso por Sudán.
Un manto rojizo de helechos de agua coloniza el cauce del río Almonte en su confluencia con el Tajo en la
provincia de Cáceres.
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hasta ahora la colonización de tres kilómetros del río Tajo, con la consiguiente
eutrofización, y de buena parte del embalse de Valuengo en Jérez de los
Caballeros (Badajoz), cuyas aguas están destinadas al consumo humano. Se
trata de una planta menuda, de no más de cinco centímetros, que prospera en
las aguas limpias, calmadas y cálidas. La forma habitual de retirarla es por
procedimientos mecánicos, pero su pequeño tamaño hace difícil la erradicación
completa. Como en casos anteriores, la persistencia de la plaga ha generado un
negocio a su alrededor a costa de la salud de los hábitats contaminados y no
sólo en las labores de limpieza. Su simbiosis con la bacteria Cyanophtya la
convierte en una buena fijadora de nitrógeno atmosférico y es usada como
abono y forraje. En Aragón y Cataluña ha invadido áreas de arrozales
generando pérdidas económicas.
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El área lagunar de la Marisma de Alday (Cantabria) invadido por Ludwigia peploides. Foto de
la Fundación Naturaleza y Hombre.
De los jardines y las carreteras a los prados y los espacios protegidos: la invasión del carrizo o plumero de
la Pampa en la cornisa cantábrica. Foto de Martina Miser.
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3. La madreselva de Japón (Lonicera japonica), que se popularizó en el
paisajismo y en la jardinería para cubrir muros y paredes y de las
propiedades particulares dio el salto a los sotos de los ríos, donde que ha
empezado a asfixiar vía invasión a los árboles y los arbustos autóctonos.
4. El senecio del Cabo (Senecio inaequidens), que es tóxica para el ganado y
ha penetrado en áreas de matorrales y pastos.
5. El perejil gigante (Heracleum mantegazzianum) y la hierba
nudosa (Fallopia japonica – Reynoutria japonica), que están creando
problemas serios en el norte de España (especialmente en el País Vasco y
Navarra) y en el sur de Francia. La primera es muy urticante y crea zonas
de gran sombra que inhiben el crecimiento de otras plantas y la segunda
es considerada una de las peores invasoras en climas húmedos y
templados por su gran capacidad para desplazar a las especies
autóctonas.
6. La viña del Tíbet (Fallopia baldschuanica)
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Casi todas estas especies fueron introducidas en nuestro país como plantas
ornamentales de jardines, estanques y acuarios. Las buenas prácticas
medioambientales ante el problema creado pasan por la eliminación de todas
las especies invasoras que los ciudadanos puedan tener en sus propiedades y
sustituirlas por vegetación autóctona. No se deben tirar plantas de estas
especies prohibidas, ni sus restos, fragmentos o semillas en lugares donde
puedan arraigar ni por cauces de agua o desagües. El simple hecho de arrojar
unas semillas por un desagüe o en una acequia puede causar la invasión de
todo un río.
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GUERRERO CAMPO, Joaquín, JARNÉ BRETONES, María: Las especies exóticas
invasoras en Aragón, Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón,
Zaragoza, 2014.
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https://patrimoniumedu.wordpress.com/2018/09/06/plantas-exoticas-
invasoras-prohibidas-en-espana/
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