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CAPÍTULO OCTAVO

LA HISTORIA DEL DERECHO PENAL

LA ÉPOCA PRIMITIVA

El hombre aborigen, a diferencia del actual, estaba en absoluta incapacidad de explicar los
fenómenos mediante el conocimiento racional de las leyes de la naturaleza, pues desconocía la ley
de la causalidad; era una mentalidad en un estadio prelógico que definía los hechos y sus causas
por vía sobrenatural. Las características más sobresalientes del derecho penal de la época eran las
siguientes: el delito se concebía desde una perspectiva animista; el conjunto de prohibiciones
entonces imperantes no constituía un todo armónico como los códigos actuales y no tutelaban, por
ende, bienes jurídicos en el sentido moderno, sino una serie de relaciones hipotéticas tomadas como
ciertas de manera errónea. Así mismo, las sanciones estaban dotadas de carácter expiatorio,
religioso y fatal; la relación punitiva era objetiva, pues la infracción engendraba sus consecuencias
con independencia de la intención del agente y de manera automática; en fin, la responsabilidad no
era siempre individual y ni siquiera en forma exclusiva humana, pues no consistía en una relación
entre el sujeto y su conducta, sino en un estado atribuible al hombre, a los animales o a las cosas.

Las formas de penalización más usuales, que aparecen como constantes en diversas sociedades
sin que ello signifique su exclusividad, eran, en primer lugar, la venganza privada, esto es, la
institución según la cual cuando el individuo o sus parientes que recibían una afrenta, podían hacerse
justicia por su propia mano. En los hechos graves el castigo asumía la forma de la venganza de la
sangre que se tornaba en un derecho colectivo, mientras que en los leves se reducía al azotamiento
del culpable o al pago de una compensación en dinero o multa; sin embargo, entre los germanos —
como se verá luego— la comisión de un crimen originaba un estado de enemistad entre la familia
del ofendido y la del ofensor, o Faida, que daba ocasión a la guerra.

Así mismo, en segundo lugar, con la evolución social y el aparecimiento de un poder político estable,
surgió el sistema talional, en cuya virtud el monto de la pena infligida por el Estado comenzó a tasarse
según la gravedad de la lesión jurídica; fruto de ello es la regla que impone la retribución del mal por
un mal igual: “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, etc.”, como se establecía en el Código
de Hammurabi (hacia el año 1950 antes de Cristo), en la Ley de las Doce Tablas y en la legislación
mosaica.

En tercer lugar, imperaba el sistema composicional, Esta forma de penalidad consistía en compensar
las ofensas delictivas mediante una forma de pagos, esto es, se reemplazaba la pena por el pago
en especie o en dinero; al comienzo se trató de una institución voluntaria, pero luego se tornó
obligatoria, lo que evitó muchos conflictos. Una parte del pago, sin embargo, se destinaba a la
autoridad pública encaminada a recobrar la protección del poder oficial, era el dinero de la paz o
Friedensgeld; la otra parte se le entregaba al afectado, y se conocía como el precio del hombre o
Manngeld. Esta institución se encuentra en el derecho germano, en las antiguas Leyes de Manú de
la India y en las Doce Tablas.

Para terminar, en cuarto lugar, regía la expulsión de la paz, consistente en la separación del infractor
del conjunto social al que estaba ligado, de suerte que se le exponía a la venganza del ofendido o a
la de la tribu a que pertenecía; se configuraba, pues, una especie de abandono noxal, mediante el
cual la tribu se liberaba de la carga representada por el transgresor de la norma y evitaba que la
venganza recayese sobre otros miembros de la colectividad,

II, La EDAD ANTIGUA

Este período transcurre hasta la caída del imperio romano en Occidente. A título ilustrativo, bien vale
la pena echar una ojeada a dos de los derechos más significativos de entonces.

A). El derecho hebreo


Sus normas se encuentran contenidas en la Biblia en los libros Éxodo, Levítico y Deuteronomio,
constitutivos de la legislación mosaica —que, con el Génesis y Números, conforman el Pentateuco—
. Sus características más notables son las siguientes: imperó el principio de igualdad ante la ley, sin
excepción alguna; se impuso una paulatina suavización de las penas para todo tipo de delitos, con
excepción de aquellos que contrariaban la divinidad, las buenas costumbres y la moral. Asimismo,
los delitos se clasificaban en cinco categorías, según fueran cometidos contra la divinidad, los
semejantes, la honestidad, la propiedad, y los de falsedad. En materia procesal imperaba como
condición para poder condenar a un procesado que el delito fuera objeto de plena prueba, y no se le
daba valor al testimonio único; no se consagraba la institución del perito, pues se suponía que el juez
conocía todas las ciencias; las sentencias debían ser plenamente fundadas; y, por último, la
confesión hacía al reo acreedor a una disminución de la pena.

_B). El derecho romano.

A grandes rasgos, puede afirmarse que su evolución coincide con la de Roma, y se extiende entre
los años 753 antes de CRISTO y 553 después de CRISTO, según se supone. Pese a que en sus
orígenes Se encuentran en este derecho las instituciones propias de la época primitiva, es notable
la influencia ejercida por el páter familias, que tenía el derecho de castigar incluso con la pena de
muerte a los que estaban sujetos a su potestad. Esas manifestaciones aborígenes se conservaron,
en gran medida, en el período de los reyes o monarquía (años 753 a 510 antes de CRISTO), durante
el que subsistió una jurisdicción familiar al lado de la del rey, cuya persona investía un carácter
religioso. Se puede comprobar que todavía al momento de la fundación de Roma (21 de abril del año
753 antes de Cristo) la pena tenía fundamento sagrado. En sus comienzos, la ciudad presentaba
una forma de organización de naturaleza semiteocrática, pues el jefe del gobierno civil y militar era
al mismo tiempo quien dirigía el culto, y los sacerdotes eran funcionarios del Estado. Justo es
recordarlo, este es el lapso durante el cual se afirmó el principio de la venganza pública ejercida por
el poder político actuante, mientras que el rey —como sacerdote sumo— tenía jurisdicción criminal
plena.

Con posterioridad, en el periodo de la república (años 510 antes de Cristo a 31 antes de Cristo;
según otras fuentes, hasta el 27 antes de CRISTO) surgieron instituciones como la provocatio ad.
populum, gracias a la cual el condenado a muerte podía someter su sentencia al juicio del pueblo,
en cuya asamblea el magistrado —mediante el procedimiento de la cognitio, debía presentar los
elementos que le servían como fundamento de su decisión; en el último siglo de este lapso, dicho
procedimiento se mostró insuficiente, lo que dio cabida a la accusatio, en virtud de la cual la acción
penal proveniente del delito se tornó de carácter público y cualquier ciudadano podía denunciar y
acusar. Durante este lapso hicieron su aparición la Ley de las Doce Tablas (año 450 antes de
CRISTO), que contenía numerosas disposiciones de carácter penal, y las Leyes Cornelia y Julia
correspondientes al estadio conocido como “clásico” dentro de la república—, mediante las cuales
se prohibió la venganza privada, y la represión penal quedó en manos del poder público que le dio
amplia cabida a la prevención general por medio de la imposición de penas intimidatorias. Como es
de suponer, ello llevó a limitar los poderes del paterfamilias.

Por último, durante la época del imperio (años 31 antes de Cristo a 553 después de Cristo, aunque
para otros ello sucede ya desde el año 476), los tribunales de los funcionarios imperiales se
convirtieron en órganos de la justicia penal y asumieron las funciones de instrucción y juzgamiento;
hizo su aparición la llamada “justicia penal extraordinaria” o cognitio extra ordinem, a comienzos del
gobierno de Augusto. De este período datan el Digesto o Pandectas de la época de JUSTINIANO
(año 533 después de CRISTO), que en sus libros 47 y 48 contiene una recopilación jurídico penal
que ejerció gran influencia durante muchos siglos y formaba parte del Corpus iuris Civilis de
JUSTINIANO.

De manera sintética, pueden destacarse las siguientes notas a lo largo de la evolución de este
derecho: afirmó el carácter público y social del derecho penal, pese a que distinguió entre delitos
públicos y privados; diferenció los hechos dolosos de los culposos; distinguió el hecho consumado
del tentado, pero esta última teoría no fue objeto de gran evolución;
desarrolló las concepciones sobre la imputabilidad, la culpabilidad y el error como causa excluyente
de la responsabilidad. Así mismo, previó la figura de la prescripción de la acción penal; le dio cabida
al indulto durante la época del imperio, no así en la república; y estatuyó la analogía en diversos
momentos y excepcionó el principio de legalidad.

III. La EDAD MEDIA

Con la caída del imperio romano en Occidente se inicia este período, comprendido entre los siglos
VI y XV, y en el que. se destacan desarrollos como los siguientes.

A). El derecho germánico

Lo más notable de este momento histórico es la vigencia de las instituciones primitivas en los pueblos
sometidos a este derecho. En efecto, imperaba la venganza de la sangre o Blutrache; el estado de
Faida, como extensión de la venganza a toda la familia del infractor [Sippe); la pérdida de la paz o
Friedenslosigkeit, consistente en que se privaba al reo de la protección colectiva y se le abandonaba
en poder del ofendido. Así mismo, regía el sistema compositivo que aparece como fruto de una
evolución posterior, esto es, un método de pagos por medio de los cuales se satisfacía no solamente
el daño, sino que además se pagaba un exceso de carácter retributivo, y operaba así el Wertgeld o
suma cancelada para sustraerse de la venganza, ofrecida como satisfacción al ofendido o a sus
familiares. También se encuentra el sistema compositivo que operaba mediante el llamado “precio
de la paz” o Friedensgeld, consistente en el monto pecuniario que el delincuente le pagaba al Estado
como retribución por la pérdida de la paz, para recuperar así la protección; cuando se trataba de
delitos de poca gravedad, este régimen operaba mediante la entrega de pequeñas multas o Busse.
Como nota propia de dicho derecho penal, imperaba la responsabilidad objetiva o Erfolgshaftung,
pues importaba el daño causado y no la situación subjetiva del causante; de allí que no fuera punible
la tentativa.

B). El derecho canónico

Se alude al derecho penal de la Iglesia católica que, pese a ser disciplinario en sus comienzos,
terminó por imponerse con marcados contenidos inhumanos y autoritarios. Entre sus características
más destacadas se tiene: en primer lugar, era en parte subjetivista, pues le daba cabida al elemento
subjetivo del delito, a la intención criminal, al ánimo e, incluso, a la tentativa en algunos casos, etc.
No obstante, existían algunas formas de responsabilidad objetiva, como la extensión de la pena a
terceros inocentes; la infamia de los hijos incestuosos; las interdicciones por los delitos de herejía y
apostasía, que se hacían recaer sobre los hijos y descendientes del autor; la responsabilidad penal
de las corporaciones, etc.

En segundo lugar, introdujo la clasificación de los delitos en tres categorías distintas: los atentatorios
contra el derecho divino, de competencia exclusiva de la Iglesia, o delicta ecclesiastica; los lesiona-
dores del orden humano, punidos por el poder laico, 'o delicta mere secularia; y los desconocedores
tanto del derecho divino como del humano, denominados delicta mixta.

En tercer lugar, la concepción de la pena no fue uniforme: mientras que San AGUSTÍN sostuvo su
carácter retributivo, Santo TOMÁS DE AQUINO se inclinó por la venganza, la intimidación y la
enmienda llamada a hacer realidad la justicia conmutativa, con la entrega de lo-igual por lo igual.
Para este último pensador era posible hablar de tres clases de pena: la proveniente del mismo
delincuente, esto es, el arrepentimiento; la procedente de los hombres; y la emanada de Dos.

En cuarto lugar, como institución propia del derecho canónico, debe destacarse la tregua de Dios,
sobre la que —para contrarrestar el poder vengador del ofendido, propio de la Faida germana- la
Iglesia erigió un instituto de amplio alcance, que tiene abundantes precedentes en la antigua Grecia,
denominado asilo o refugio inviolable. En virtud de este, ciertos lugares, como los templos, tenían el
privilegio de detener la acción de las leyes humanas y proteger a las personas fugitivas contra sus
perseguidores así fueran condenadas.
En fin, en quinto lugar, existió una jurisdicción eclesiástica para los clérigos —fuero personal-
cualquiera que fuese el delito cometido; llegó a ser de tal magnitud el poder de la Iglesia que, incluso,
discutía con el poder civil el juzgamiento de los delitos mixtos.

C). El derecho hispánico

Luego de la época primitiva, en la que hubo un preponderante influjo romano hacia su final (téngase
en cuenta que la ocupación de dicho pueblo se inicia hacia el año 218 antes de Cristo), se sucedió
en la historia española el Período Visigótico, en el que emergieron los prime- ros intentos
codificadores, concretados en la Lex antigua Gothorum o Código-de Eurico (hacia los años 469 a
481 después de Cristo) y la Lex romana Gothorum o Breviario de Alarico (año 506), ambos de poca
o ninguna aplicación. Con postelación, se destaca la Lex Wisigothorum o Ley Visigótica (al parecer
publicada en el año 654), comenzada por Chindasvinto (años 642 a 653) y continuada por su hijo
Recesvinto (años 649 a 672) bajo el nombre de Liber ludiciorum o Fuero Juzgo. Los libros sexto y
siguientes de esta codificación contienen numerosas disposiciones penales, en las que se destacan
regulaciones de tanta trascendencia como las atinentes al carácter personal de las penas, la
apreciación de diversos grados de culpabilidad, la severidad de las penas imponibles y el
reconocimiento del elemento intencional en el delito -a diferencia de la tradición germánica—. Así
mismo, la menor punición de los hechos culposos, el castigo de la tentativa, el reconocimiento de la
legítima defensa, la consagración de la Faida y el talión, la desigualdad de las clases frente al
derecho penal, etc.

Luego, en el tercer estadio histórico conocido como la reconquista distinguido por la invasión árabe
durante cerca de ocho siglos (años 711 a 1492) con la consecuente desaparición de la monarquía
visigoda-, se generó tremenda confusión legislativa en la península ibérica marcada por la aparición
de fueros a lo largo y ancho del territorio, con agudo acento localista y hondo desorden; renacieron
penas propias de la: época primitiva, como las ejecuciones mediante despeñamiento y lapidación, el
lanzamiento desde un puente, la asfixia bajo el agua, el desentrañamiento y la mutilación; y
reaparecieron instituciones como la Faida germana, la venganza de la sangre y la pérdida de la paz,
etc. Se creó así una legislación contradictoria y confusa, dispersa, acomodada a las conveniencias
de cada fuero, con un desorden de tales proporciones que mientras en unos fueros la muerte de un
semejante era castigada con una multa, en otros se imponía la pena capital.

Esta dispersión legislativa perduró hasta el siglo XTIT, cuando el rey ALFONSO X —conocido como
el Sabio— trató de unificar las diversas regulaciones mediante la expedición del llamado Fuero Real
(año 1255) y las Leyes de Estilo; más tarde, mediante el Espéculo y las Siete Partidas (años 1256 a
1265, que solo obligaron en los siglos posteriores), con los cuales se realiza la recepción del derecho
romano en España. En las Partidas II y VII de esta última codificación se encuentran disposiciones
de índole procesal y sustantivo, que son reproducción de la codificación justinianea; dentro de las
últimas se destacan las siguientes: se definió el delito clasificándolo en de hecho (homicidio, hurto,
robo, etc.), de palabra (denostar, infamar), por escritura (la falsedad de cartas), por consejo (el
concierto para delinquir); se regularon eximentes como la legítima defensa, la defensa contra el
ladrón nocturno, el estado de necesidad, etc. Se estableció la: irresponsabilidad penal de los locos,
furiosos y desmemoriados; se previeron circunstancias atenuantes de la pena motivadas por la edad,
la pobreza, la beodez, etc. Incluso, se definió la pena y se consagró como postulado su
individualización; en fin, se consagraron penas como la de muerte, los trabajos en las minas, la
deportación a una isla, etc.

Del mismo modo, como producto de la preocupación de los distintos gobiernos por organizar el
sistema legal español, se expidieron diversos ordenamientos y recopilaciones que llegaron hasta-la
Edad Moderna. Así ocurrió con el Ordenamiento de Alcalá (1348), al que sucedieron diversas leyes
dictadas por los monarcas para reprimir algunas formas de criminalidad no previstas hasta entonces,
lo que contribuyó a incrementar la confusión legislativa; esto último motivó a los reyes católicos a
ordenar su recopilación mediante las Ordenanzas Reales de Castilla (año 1485), a las que se
sumaron -las Leyes de Toro (año 1505). Con posterioridad, FELIPE H ordenó La Nueva Recopilación
(año 1567) que, debido a su fracaso, llevó a Carlos IV a expedir la Novísima Recopilación (año 1805),
que tampoco. tuvo éxito, daría su falta de unidad y de método.
D) Los glosadores y los prácticos

Uno de los acontecimientos más importantes para el derecho penal de la Edad Media —además de
la irrupción del derecho bárbaro y del canónico— fue el resurgimiento del derecho romano por medio
del fenómeno conocido como la Recepción (siglos XI a XV), que fue posible gracias a las
recopilaciones españolas (las Siete Partidas de 1256) y alemanas (la Carolina de 1532), en las que
se retoma la legislación justinianea.

En un comienzo se ocuparon en esta tarea los glosadores o juristas, cuya labor se limitaba ‘a aclarar
e interpretar el Corpus luris Civilis, y hacerle glosas (entre 1100 y 1250); entre ellos cabe mencionar
los nombres de IRNERIUS (+ 1158) y Azo (+ 1230). Con posterioridad, el cometido de los estudiosos
no fue solo el examen de los textos romanos, sino, 'además, su confrontación con el derecho vigente
y con las costumbres jurisprudenciales, de donde surgió el movimiento que se conoce como de los
posglosadores o comentaristas (se estima que entre 1250 y 1450); se destacaron R. DÉ
ROMANCISS (+ 1284), E. ROFFREDUS, profesor en Arezzo y Bologna a partir de 1215, (1170-
1244), G. De SUZARIA (ocupó la cátedra en Bologna hacia 1279, + 1283), G. DE DURANTIS (1237-
1296), J. DE BELVISIO (1270-1335), A. GANDINUS (+ 1300), B DE SASSOFERRATO (1314-1357),
B. DS UBALOIS (1528- -1400) y A. ARE- TINUS (+ 1450).

Para terminar, surgieron los prácticos que a lo largo del siglo XVI se encargaron de sistematizar
todos los trabajos anteriores y de emitir re- glas de carácter más general; entre ellos se mencionan:
J. CLARUS (1525- 1575) y P. FARINACTUS (1544-1618), T. DEc1anI (1509-1582), en Italia; A. De
CASTRO (1495-1558) y D. COVARRUBIAS Y LEYVA (1512-1577), en España; M. BERLICH (1586-
1631) y B. CARPZOV (1595- -1666), en Alemania; sin olvidar a los italianos RENAZZI y A. CREMANI,
y al francés P. F. MUYART DE VOUGLANS (1713-1791), como los representantes tardíos de estas
corrientes.

IV. LA EDAD MODERNA

Este período comprende entre los siglos XVI y XVIII y se destacan fenómenos como los siguientes.

A). La Recepción en Alemania

Se denomina así el resurgimiento del derecho romano en el ámbito penal, con especial fuerza en
Alemania. Ello sucede, en primera instancia, mediante la Constitutio Criminalis Bambergensis (año
1507) y luego por medio de la Constitutio Criminalis Carolina (año 1532), esta- tuto que, pese a la
vigencia de algunos derechos locales, fue el único derecho penal del Reich hasta 1870, cuando se
elaboró el Código Penal imperial vigente desde 1871.

La Carolina constaba de 219 artículos, 70 de los cuales se ocupaban del derecho penal material,
mientras que las otras disposiciones estaban dedicadas al procedimiento, las pruebas, las torturas,
etc.; admitía la analogía, la indeterminación de la pena; aceptaba el dolo y la culpa como formas de
culpabilidad; reconocía la tentativa y le daba cabida al principio de culpabilidad, Sin duda alguna, la
importancia de esta codificación estriba en que con ella se asienta de manera definitiva el poder
público del Estado en materia punitiva y se le da fijeza al derecho alemán de entonces.

B). El Humanismo

Como producto del movimiento filosófico gestado a lo largo de los siglos XVII a XTX, más conocido
como el “iluminismo”, se transformaron de manera sustancial las instituciones sociales y políticas
con notable influencia en el derecho penal. Entre sus exponentes se mencionan: H. GROTIUS que,
en Holanda, desarrolló la primera teoría independiente del derecho penal (1625); S. PUFENDORF
(1632-1694), CH. THOMASIUS (1655-1728) y-J. S, F: BOUMER (1704-1772), en Alemania; C.
BECCARIA (1738-1794), en Italia; J. HOWARD (1726-1790), en Inglaterra; CH. DE SECONDAT.
BARÓN DE.LA BREDE Y MONTESQUIEU (1689-1755) y J. J. Rousseau (1712-1778) en Francia,
etc. Gracias al ideario propulsado por-estos autores, se echan las bases de la llamada escuela
clásica del derecho penal, con gran influencia entonces y que llevó, por ejemplo, a FEDERICO EL
GRANDE a ordenar la supresión de la tortura en Alemania (1740), gestándose una reforma general
del derecho penal (1779), y a José II de Austria a promover la expedición del primer código penal
humanista (1787).

Ahora bien, la máxima manifestación del periodo de las luces, como también se le denomina, fue la
gesta que concluyó con la Revolución francesa, de la que proviene la famosa Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), que incidió en los códigos penales europeos que
empezaron a expedirse: el francés de 1810, cuyas bases se remontan a 1791, y el bávaro de 1813,
cuya elaboración se debe a P. J. A. FEUERBACH.

C). El pensamiento de CESARE BECCARIA -: '

Es este el más célebre pensador de la época del iluminismo, y se le considera el padre de la moderna
ciencia del derecho penal. Cuando este autor irrumpe con su obra De los delitos y de las penas
(1764) e inicia un movimiento que todavía deja sentir su influjo en el mundo contemporáneo, se
enfrenta a un derecho penal caracterizado por el absolutismo y la arbitrariedad de la función judicial,
la desigualdad ante la ley penal, el carácter expiatorio de la pena, el abuso de la tortura y la pena de
muerte, la imprecisa definición de los delitos y los amplios poderes del juez para determinar lo ilícito
y la posibilidad de hacer interpretaciones analógicas de las leyes existentes. En fin, en síntesis, un
derecho penal presidido por el irrespeto al ser humano y la barbarie.

Entre los postulados básicos reivindicados por él se tienen: en primer lugar, la racionalidad. En
contraposición al culto del derecho romano y a la doctrina, propone: derivar la norma legal de
supuestos tangibles, y propicia así una actitud filosófica racionalista, para la que se debe partir de lo
que dicta la razón y prescindir de argumentos de autoridad.

Afirma, en segundo lugar, el principio de legalidad de los delitos y de las penas, pues la ley penal
debía definir, sin margen de incertidumbre alguna, tanto los delitos como las penas; en tercer lugar,
postula la prohibición de la interpretación judicial, de tal manera que al juez no le debía estar
permitido desentrañar el sentido de la ley que se su- ponía clara, sencilla y comprensible, para evitar
la arbitrariedad propia del régimen absolutista y garantizar la seguridad jurídica, por el cual el
fenómeno de la interpretación como labor de mera subsunción prestaba un valioso concurso. En
cuarto lugar, afirma la publicidad de la justicia penal, pues frente a la tortura y a los procesos secretos,
que se acogían al sistema inquisitivo, propone la publicidad y el sistema acusatorio.

En quinto lugar, postula la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley penal, pues todos los
habitantes, sin distingos de ninguna índole, sean nobles, burgueses o plebeyos, son similares ante
la ley y deben estar sometidos a las mismas penas. En sexto lugar, exige la dañosidad social como
criterio para medir la. gravedad del delito, pues solo el daño social producido por la infracción
criminosa puede servir como pauta para medir la entidad de esta, por lo cual deben descartarse el
carácter pecaminoso del acto y el rango o calidad del ofendido como criterios mensuradores.

En armonía con lo anterior reivindica, en séptimo lugar, la proporcionalidad entre el delito y la pena,
de tal manera que la gravedad de la sanción dependerá de la entidad del hecho punible cometido
por el agente; así mismo, dirá que la pena no debe. guiarse por su crueldad, sino por su eficacia, y
buscar más que el castigo del delincuente la prevención de futuros delitos.

En octavo lugar, rechaza la pena de muerte, pues considera la pena capital como injusta, innecesaria
€ ineficaz, y la legitima solo en situaciones muy extremas. Para terminar, en noveno lugar, afirma la
separación de poderes.

V. LA CIENCIA PENAL ITALIANA

Debe aquí mostrarse la evolución del derecho penal como disciplina científica, con hincapié en Italia
y Alemania, naciones a las que se debe la construcción de esta parcela del conocimiento humano,
para culminar con Colombia.

A). Introducción
Desde que C. BECCARIA fundó la moderna ciencia del derecho penal con la publicación de su
famoso libro, las concepciones sobre el método han variado de tal manera que ha sido posible
asignarle a esta disciplina diversos objetos de conocimiento: el derecho natural, el delito como
manifestación biológica o psicológica, y el derecho positivo, Ahora bien, las diversas posturas
metódicas siguen vías diferentes en los dos países mencionados: mientras que en Italia las distintas
corrientes de pensamiento se congregan en torno a diferentes objetos -el derecho natural para la
escuela clásica, el delito como hecho empírico para la escuela positiva y el derecho positivo para la
escuela técnico jurídica—, en Alemania, pese a haberse presentado diferentes enfoques, el objeto
de la ciencia penal ha sido en esencia el mismo —el derecho positivo—. Desde luego, cada una de
esas posiciones en el plano metodológico se corresponde con una determinada escuela o
concepción; por escuela se entiende una dirección de pensamiento que tiene una determinada
orientación, trabaja con un método peculiar y responde a unos determinados presupuestos
filosóficos.

B). La escuela clásica

Lo que hoy 'se conoce como “escuela clásica” no fue una tendencia doctrinaria unitaria; se trata de
la unificación que bajo tal denominación hizo E. FERRI de las diversas corrientes entonces vigentes,
no solo en Italia, sino también en otros países, a las que contrapuso la escuela positiva (1880). La
designación de “clásica” encerraba, en realidad, un mote despectivo y sarcástico. La verdad es que
esta corriente de pensamiento tiene un contenido heterogéneo, que incluye dentro de ella una serie
de posturas diferentes e incluso opuestas, que en la época de su mayor predominio combatieron
entre sí, como sucedió con las tendencias que defendían la retribución como función de la pena
frente a las que hacían hincapié en la prevención; es más, ellas se desarrollaron de manera
espontánea en cada nación, con representantes que en muchos casos no se conocían y defendían
una autonomía a todo trance, cuando no un de- terminado color nacional. Sin embargo, los diversos
puntos de contacto —entre los que deben mencionarse los diferentes postulados generales en torno
al método, al objeto del derecho penal, el punto de partida filosófico y político, mirados desde la
perspectiva del contradictor— permiten reunir estas vertientes de pensamiento bajo un nombre
unitario.

El verdadero fundador de esta dirección de pensamiento fue C. BECCARIA, a cuyo nombre deben
sumarse los de G. RomAGNOSs1 (1761- 1835), G. FILANGIERI (1752-1788), M. PAGANO (1748-
1799), P. Ross1 (1787-1848), G. CARMIGNANI (1768-1847), F. CARRARA (1805-1888) y E.
Pessina (1828-1917), entre otros. Estos autores publicaron sus obras fundamentales entre los años
de 1764 y 1882 y se destaca el monumental Programa del curso de derecho criminal de CARRARA
(1859), que al constituirse en el pensador que cierra el ciclo de la escuela, per- mite caracterizarla.

En lo que al momento político social respecta, no cabe duda alguna en el sentido de que esta
corriente penal es hija de la Revolución francesa y tiene como cometido fundamental la reivindicación
de los derechos del hombre, -bajo la tutela de un Estado liberal no intervencionista que repudia los
excesos propios de la época del absolutismo; ahora bien, en lo que hace a lo social, 'está
singularizada por el auge del capitalismo y por el predominio de la clase burguesa, a cuyo lado
empieza a configurarse una creciente masa proletaria como producto de la revolución industrial de
los años treinta del siglo XIX.

Desde luego, a la par con lo anterior, téngase en cuenta que el momento filosófico de entonces indica
que los diversos autores clásicos confluyen, de una u otra manera, en una concepción jusnaturalista
que fue coeficiente ideal —al lado del racionalismo, para gestar la Revolución de 1789; por ello,
como manifestación filosófico-jurídica, la escuela clásica se inspira en la doctrina del “derecho
natural” y se vale del método deductivo entonces imperante.

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