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EL TUNEL: ERNESTO SÁBATO

ERNESTO SÁBATO

Ernesto Sábato (1911- 2011)4 fue un escritor, ensayista, físico y pintor argentino. Su obra narrativa
consiste en tres novelas: El túnel, Sobre héroes y tumbas (considerada una de las mejores novelas
argentinas del siglo XX) y Abaddón el exterminador. El escritor y sus fantasmas o Apologías y
rechazos, en los que reflexiona sobre la condición humana, la vocación de la escritura o los
problemas culturales del siglo XX. Fue el segundo argentino galardonado con el Premio Miguel de
Cervantes (1984), luego de Jorge Luis Borges (1979).

Su longeva existencia lo llevó a ser un autor muy presente durante el siglo pasado y también durante
la primera década del presente. Aunque se preparó para dedicarse a la física y a la investigación en
este campo, su acercamiento al movimiento surrealista, especialmente a algunos escritores y
artistas de esta corriente, torció de alguna manera su destino y terminó por darle rienda suelta a su
inquietud como autor. Su visión existencialista —reflejada en las tramas tenebrosas de sus novelas
pobladas de personajes extraviados de sus valores morales— su manera de exponer ideas y
conceptos, su facilidad retórica y la sapiencia a la hora de introducirse en la psicología de los
individuos, lo erigieron en una de las grandes plumas de su tiempo y de su país.

EL TUNEL: LIBRO

El túnel es una novela cruel, inesperada, única. No tiene piedad con el lector al igual que el personaje
narrador no siente piedad por nada. Quien se acerca por primera vez a sus páginas descubre
aterrado que la maldad humana habita en cualquier mente, que una persona cualquiera que se
cruce por nuestro camino puede determinar nuestro destino sin que nosotros podamos hacer nada
para impedirlo. Escrita por Ernesto Sabato en 1948, prefigura otra narración pesadillesca de 1957,
el Informe sobre ciegos, que Sabato insertó en una obra delirante, Sobre héroes y tumbas.

Empecemos desde el principio. La novela comienza de una forma brutal:

Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso
está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.

Sin embargo, el libro consiste precisamente en lo contrario de lo que asegura el pintor Juan Pablo
Castel: todo es una explicación sobre su persona, contada por sí mismo, hasta en los más siniestros
detalles.

Adelantamos que no estamos ante una novela detectivesca, ni siquiera sobre la confesión de un
asesino sino ante la disección pormenorizada de una personalidad trastornada, aterradora, narrada
con la serenidad de quien cree ser un hombre normal.

Para ponernos en situación diremos que la acción –por llamarla de alguna manera- comienza
durante una exposición de cuadros de Juan Pablo Castel. En uno de los lienzos, titulado Maternidad,
arriba a la izquierda, a través de una ventanita, se ve una playa solitaria y una mujer que mira el
mar. Otra mujer, una desconocida, María Iribarne, se detiene delante del cuadro y mira fijamente
esa escena sugerente de soledad ansiosa y absoluta. Es la única persona que lo ha hecho, o eso le
parece a Castel. Unos minutos más tarde, María Iribarne sale de la exposición. La obsesión de Castel
será encontrarla entre la multitud de Buenos Aires.

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Esa persecución desaforada puede interpretarse como parte de la conducta esquizoide del pintor.
Apenas duerme, anda por calles, comercios, parques; entra en todo tipo de lugares, siempre
buscando a esa mujer. Deja de pintar, deja de relacionarse con los demás: solo la quiere a ella.

Un día la encuentra a las puertas de un edificio. Ella lo reconoce –es un pintor famoso. A partir de
ese momento la única idea fija de Castel es trabar amistad con ella, conversar sobre el motivo por
el que se detuvo ante ese ángulo de su cuadro. Ella tuvo que ver algo que él quiso expresar cuando
plasmó aquella escena en el lienzo. Es más: considera que lo único válido que ha pintado en su vida
es esa ventanita con vistas al mar.

Juan Pablo Castel es, hasta el momento que conoce a María Iribarne, un hombre normal, un pintor
de éxito, una persona de la calle. Es el amor que le inspira María lo que lo convierte en un monstruo.
Cuando se comprende esto es cuando la novela toma una dimensión horrible: Juan Pablo Castel
realmente es un maltratador.

De hecho, apenas sabremos nada de María Iribarne. Lo que le importa a Castel en su relato es él
mismo, porque tiene una personalidad ególatra, posesiva, que se seduce a sí misma y disfruta
creando el infierno en el que mete a María. La crueldad está en cada una de las situaciones que irá
describiendo: un día se presenta en casa de María, ya que ésta no le contesta al teléfono. Ella no
está, ha salido al campo a casa de un primo suyo, Hunter. La criada lo pasa al vestíbulo y allí lo recibe
el marido de María, un hombre que es ciego.

Cuando más tarde consigue acostarse con ella, se da cuenta de la atrocidad que está cometiendo
María: está engañando a un ciego. Y no solo lo engaña con él, sino también –al menos eso cree- con
su primo, con alguien de la familia, y ella le dice a su marido, a un ciego, que va a descansar al campo
cuando realmente va a serle infiel.

Y lo que es peor: se lo dice a ella, se lo dice en la cara cuando acaban de hacer el amor, le dice que
es una puta, que es cruel, que lo mismo que le hace a su marido le hará a él, que es una mujer
canalla.

La persigue, la insulta, le dice que la quiere, que la necesita, la seduce, le promete un futuro, la hace
entrar en su infierno, la abduce con tenacidad, con sabiduría, conoce los puntos débiles de María,
sabe utilizarlos cuando le conviene, le causa una dependencia emocional llena de palabrería,
sentimientos y excesos.

Y María va cayendo en sus fauces, poco a poco, con pequeños detalles, y ella no quiere, escapa de
él hasta que él la encuentra y vuelven a entrar en ese círculo que él ha creado para los dos, en esa
tormenta perfecta que va preparando con cuidado entre frases amorosas e hirientes, entre el
desprecio y el cariño, entre el engaño, la obsesión y la soledad.

El túnel es una novela absolutamente contemporánea a pesar de haber sido escrita en 1948; es una
obra que debería leerse en los institutos, en las casas, porque describe de una forma pormenorizada
el proceso que pone en marcha un maltratador para apoderarse de su víctima, el motivo por el que
un hombre mata a una mujer por “amor”, esa lacra que en la actualidad se llama violencia de género.

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