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La antología de poesía de Leopoldo Panero En lo oscuro.

Edición de Javier
Huerta Calvo. (Madrid, Cátedra, 2011).1

Yo pertenezco a una generación que conoció la absoluta ausencia de la obra de


Leopoldo Panero en las librerías, mientras paradójicamente se convertía en el poeta más
mediático, más conocido gracias al cine y el más vituperado de los de su generación, la
Generación del 36. Todo ello en virtud de la película-documental El desencanto (1976),
que ingenuamente muchos aceptamos como la gran verdad del hombre Leopoldo
Panero, puesto que venía avalada por sus hijos y su esposa, y nos hizo desatender más
todavía al poeta Leopoldo Panero, ese poeta falangista, defensor del núcleo familiar
como una de las bases temáticas de su poesía, y cuya propia familia, desarticulada, llena
de deudas pendientes con el fallecido, desnuda tras su muerte ante las cámaras para
mostrar su hipocresía. Los que entonces veíamos esa película estábamos viendo por vía
de ejemplo la decadencia y desmoronamiento del régimen al que Panero representaba.
Desconozco que se haya dado un linchamiento semejante en la historia reciente de la
cultura de ningún país.

Mi generación, la generación del final de franquismo, había estudiado los


nombres de los poetas de la Generación del 36 en el Instituto, pero no puso en gran
valor a sus poetas, salvando a Miguel Hernández. Pasó directamente a atender a los
poetas sociales, se saltó la Generación del 50, y pronto, cansados de lo social, propugnó
una poesía culturalista, europeísta, universalista, con puntos de modernidad que incluía
el cine, la música y todos los mitos que pronto serían los de la posmodernidad. Lo
salvable de lo español seguía siendo el grupo del 27, y sobre todo se revalorizaba a Luis
Cernuda, finalmente publicadas sus obras completas en España. A través de Cernuda,
nos acercamos a Gil de Biedma, a Francisco Brines y a toda la Generación del 50. Pero
desde luego la poesía de las generaciones de Garcilaso y Espadaña, aunque con poetas
de valía, no entraba en nuestros más prioritarios intereses. Por supuesto el jarro de agua
fría de la película mencionada (agua fría sucia, con malintencionadas insinuaciones,

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Este texto pertenece a la presentación de la antología en la casa de los Panero, en Astorga, el 28 de
diciembre de 2012.

1
como la relación excesivamente estrecha entre Rosales y Panero) no ayudó a mirar
hacia el poeta.

Pero nos empezamos a hacer mayores (me refiero a mi generación) y a no ver el


mundo tan en blanco y negro, o al menos no tan en azul y rojo, y empezaron a llegarnos
voces, no sé muy bien de dónde en mi caso, y empezó a sonar con justicia la necesidad
de volver a leer a poetas como Rosales o Panero. Con Ridruejo no había, desde hacía
mucho, ninguna reticencia por razones políticas.

El problema fue que cuando uno (digo uno de mi generación) quería leer a estos
poetas, era imposible dar con ediciones recientes de sus obras. Mirar la bibliografía del
poeta Leopoldo Panero nos ilustra perfectamente. Después de la edición de sus Obras
completas en 2 volúmenes, que realizara su hijo Juan Luis para Editora Nacional
(1973), edición perseguida por mi generación en librerías de viejo, tendrá que llegar
1994 para encontrarnos con la reivindicativa antología Por donde van las águilas del
siempre polémico, a su pesar (según le oigo siempre decir), Andrés Trapiello. ¡Veintiún
años, si no cuento mal, sin ediciones de Panero!

Naturalmente se entiende que se recibiera con verdadero gozo la edición de 2007


de la Obra completa en 3 volúmenes que debemos a Javier Huerta Calvo, con la
colaboración de Javier Cuesta Guadaño y Juan José Alonso Perandones. Y a ello se une
esta espléndida antología para Cátedra, En lo oscuro, que es la que hoy nos convoca
aquí en torno a esta mesa. Esta antología se hacía necesaria, porque todo el esfuerzo
realizado con profundo conocimiento de la obra del poeta astorgano, con enorme rigor y
seriedad filológica, y con gran finura de lector, por Javier Huerta Calvo y sus
colaboradores, se estaba quedando restringido a un corto espacio, el de las personas que
tenían acceso a dicha edición, que por el carácter de la misma no podía llegar al gran
público. Sin embargo una antología en Cátedra significa una ventana abierta al mundo
de los filólogos españoles, de los estudiantes españoles, y de los lectores españoles de
poesía.

Se aprecia de inmediato, decantado en este nuevo trabajo, que reasume el


profuso trabajo de las obras completas, el tiempo dedicado a la obra de Panero. Una vez
más en esta antología, muestra su autor (editor, antólogo, prologuista) el conocimiento

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y el bien hacer al tratar lo más problemático de este poeta aún hoy: su figura humana.
Trata Javier Huerta Calvo con gran sutileza y capacidad de matiz los rebordes de una
personalidad compleja, difícil, dogmática a veces, y en ciertos asuntos siempre: en
suma, los elementos biográficos más conflictivos de Leopoldo Panero. Cuando de una
persona, en este caso además persona importante, poeta sobresaliente, se ha hecho un
dibujo biográfico de tonos muy subidos, burdos, unilaterales, y se ha asumido ese
dibujo socialmente, al menos por el mundo cultural español de cierto momento; lo fácil,
cuando de reivindicar a la persona se trata, lo fácil sería hacer una caricatura a la
inversa, por puro deseo de revancha, una revancha justiciera pero torpe. Una torpeza a
la que habría conducido la primera torpeza: torpeza sobre torpeza. Por la razón que
señala muy bien el adagio castellano, “Calumnia que algo queda”, es muy difícil la
reivindicación en un caso como el de Panero. Pero la capacidad de matiz, de poner las
cosas en su sitio, de aportar los oportunos materiales es una muy apreciable labor en el
estudio de Javier Huerta.

Pondré el ejemplo de la relación de Panero con Cernuda, de la que sabíamos lo


que sabíamos, dicho por Martínez Nadal y por su propia familia, Felicidad e hijos. Hace
muy bien Javier en traer a nuestro conocimiento o a nuestra memoria aquella carta de
Cernuda, que él cita a través del libro de Felicidad Blanc (libro que yo no he leído), pero
que igualmente aparece en la edición del Epistolario (1924-1963) de Cernuda que editó
la Residencia de Estudiantes. Creo que es un gran ejemplo para mostrar cierta mala
intención, o al menos cierta exageración negativa, en la imagen que unos y otros han
dado durante años de ciertas propensiones del hombre Panero.

Carta mecanografiada a Leopoldo Panera, con firma autógrafa.]

Mount Holyoke College


South Hadley, Massachusetts
27 de septiembre de 1949
Querido Leopoldo:
Acabo de regresar de México, desde donde te envié una tarje-
ta que supongo habrás recibido, y apenas llegado quiero escribir-
te y agradecer de nuevo el envío de tu hermoso libro», tan sobrio,
tan hondo, tan castellano.
Curioso que tú, y otros poetas castellanos más jóvenes halléis y
partáis de dos recientes experiencias poéticas, ya hechas tradición
nuestra, no castellana, sino vasca la una y la otra andaluza; me refie-
ro a Unamuno y a Machado (el único Machado, ya sabes).

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Cuánto me gusta oír ahora ese acento tan austero, después del
predominio andaluz que hubo en mi generación; y no porque yo
crea que el andaluz es sólo jacarandoso, que ciertamente no lo creo,
a pesar de tantas «chuflillas». Pero como aprendiz sempiterno de
poeta, y como español, amo la variedad y nuestras vivificadoras dife-
rencias.
Después de leer tu libro comprendo la sorpresa penosa, y has-
ta indignada, que tuviste al leer aquellos versos de «La familia»; aun-
que me figuro que nacería no sólo de la lectura de dichos versos,
sino de algunos otros míos, que no deben ser pocos. Confío, sin
embargo, que con simpatía y amistad mutuas podamos soportar-
nos y aceptarnos unos a otros.
Con mucha pena me resigno a invernar otra vez en New
England, después de conocer ese maravilloso México, que se me
ha entrado en el corazón, y donde por primera vez, desde que salí
de España, no me he sentido extranjero. Deseo y espero volver allá
para Navidad.
Por uno de tus poemas me entero de que el hijo que esperabais
hace más de un año es, efectivamente, un hijo. Ni tú ni Felicidad
[Blanc ] me habéis dado noticias vuestras en todo ese tiempo.
Muchos recuerdos a Felicidad y a Juan Luis [Panero].
Tu amigo
Luis Cernuda

Volviendo a la antología que nos ocupa, cuando nos ponemos a leerla es como si
recorriéramos el río de los poemas de Panero, de su nacimiento a su muerte: del primer
poema que publicó en 1929 al último que dejó sobre su escritorio la noche antes de
morir, en agosto de 1962. Enmarcado este fluir entre el “Arte poética” y el “Epitafio”,
como prólogo y epílogo necesarios. Y sin olvidar los últimos poemas encontrados.

Es esta antología, en palabras del propio antólogo, “una sucesión continua y


coherente” que nos lleva de comienzo a fin por el caudal poético de la obra de Leopoldo
Panero. Y hay que decir que este modo de hacer es de nuevo un acierto de Javier
Huerta, pues en un poeta, como Leopoldo Panero, de un solo libro, pero que, pese a
ello, tiene una importante (también cuantitativamente) producción poética, solo cabía
hacer 1) una serie de parcelaciones temporales que organizaran el conjunto de sus
poemas, pero que a su vez respetaran las agrupaciones del poeta (su libro impreso o los
conjuntos editados en revista), obligando a ciertos saltos abruptos, y que fue el proceder
en la edición de la Obra completa, o bien 2) ofrecer al lector el fluir del hacer poético de
Panero, ajeno a todo intento de organización con pruritos filológicos y entregándolo al
puro goce del paladeo de la evolución de la poesía del poeta, para que se vaya
empapando de su lírica.

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A los lectores de poesía nos gusta enfrentarnos a los textos poéticos desnudos,
sin “moscas” (como dice un poeta amigo mío refiriéndose a la sobreabundancia de
numeritos volados, de notas filológicas, de que están plagadas las ediciones hoy en día).
Javier nos hace gracia, ¡filólogo como es!, de esa sobreabundancia, limitando las notas
al máximo y simplemente poniendo un comentario muy útil a pie de página para ayudar
a la comprensión y contextualización del poema.

Quisiera cerrar mi intervención reflexionando sobre la oportunidad del título, En


lo oscuro. Javier es consciente de que el título le habría gustado al poeta: “El resultado
quiere ser un todo armónico al que me he permitido dar un título – En lo oscuro – que,
sin duda, no dejaría de complacer al autor. Ciertamente Panero, tan claramente hombre
de fe religiosa y de fe familiar, entre otras certidumbres que no escasea en su obra,
siempre nos sorprende por proyectar, en ese paisaje de claridades y solideces en lo
pequeño, en lo familiar y en lo cotidiano, una sombra inquietante. Es lo que más me
gusta de su poesía, es adivinar tras lo seguro lo inseguro, lo inquietante en lo que todos
los hombres nos reconocemos, más allá de dogmas y de credos personales. Permítanme
que elija unos versos de “El templo vacío” para ejemplificar lo que intento decirles,
aunque podría escoger muchos, muchos otros lugares de la oscuridad de Panero:

“Soy el hombre desnudo. Soy el que nada tiene.


Soy siempre el arrojado del propio paraíso.
Soy el que tiene frío de sí mismo. El que viene
cargado con el peso de todo lo que quiso.

Lo mejor de mi vida es el dolor.”

Muchas gracias.

David Pujante

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